- 1069 -
CAPITULO
únicob - En qué casos la oración alcanza lo que en ella se pide. Y de
una mortificación que con los seglares tienen los siervos de Dios, estimando
que siempre, como y cuando oran y piden algo a Dios, lo han de alcanzar,
quiriendo luego resolución de sus dudas y casos que proponen
1. Para
scribir cierta mortificación que en el camino de la perfección se les ofrece a
los que por él echan, no puedo dejar de tomar por fundamento un dicho que
scribió un religioso a otro, el cual, con buen celo y mucha oración, habíe
deseado una cosa. Después, con unas pequeñas y muy moderadas diligencias,
entonces no sucedió ni la alcanzó, de suerte que sabiéndolo un su amigo le
scribió diciendoc: Aunque el celo y pretensión de su caridad sea
informado con oración, lo uno y lo otro no tengo por bueno, pues no lo debe ser
la oración que no alcanza lo que pretende.
Hay tantos en el
mundo del parecer de este siervo de Dios que me ha parecido scribir este
capítulo por ver si pudiese vencer esta tentación en los que de lejos miran la
oración y consolar en ella a los siervos de Dios que la padecen, no reparando
en nada en los juicios de los hombres que no saben qué es orar, meditar o contemplar
en Dios.
2. Digo, pues, que esta ignorancia que
este siervo de Dios tuvo está sembrada en gran parte del mundo secular,
pareciéndoles que en encomendando una cosa a un religioso o persona que está en
posesión de siervo de Dios está ya todo hecho y que él se puede echar luego a
dormir.
Díjome en Granada una sierva de Dios, a
quien Su Majestad habíe comunicado un muy particular spíritu, que era tanto lo
que padecía en esta materia con seglares que no lo podía sufrir ni llevar,
porque si hoy le encomendaban alguna cosa mañana acudían por la respuesta,
preguntando qué led había dicho Dios, como si ya estuvieran en el cielo
conociendo en aquella divina esencia todo lo que proponían. Y aun allí entiendo
yo que no siempre da Su Majestade a entender y conocer la resolución de
todos los casos y negociosf [69v] que los sanctos le proponen
intercediendo por las personas que en este mundo los pone por terceros, devotos
y abogados de los tales negocios. Porque llano es que le pedirán muchas cosas
los sanctosg cuyo secreto reserve Dios y guarde para sus secretos
juicios, contentándose los intercesores con haber propuesto a Dios el deseo,
voluntad o aflicción de los encomendados. Como muchas veces sucede acá con un
príncipe o rey a
- 1070 -
quien llega
un su amigo a le pedir o suplicar algo para otro: que va muy contento y
satisfecho de que se le haya ofrecido ocasión de proponer el caso, y sin
ninguna respuesta va muy contento, porque está fiado del tal príncipe y amistad
que le hace hará lo que más y mejor convenga a la tal persona, según lo que de
ahí puede resultar en su mayor servicio. Es llano que si a este tercero,
después de haber hablado e intercedido, fuesen por la respuesta y resolución
del caso, que nada diría, porque nada sabe; sólo podría decir que tuviesen
buena confianza, que el rey haría lo que más convinieseh.
3. Parece
alude a esto lo que dijeron a Job sus amigos en su tribulación y trabajo: Ad
aliquem sanctorum convertere, si esti qui tibi respondeat1;
vuélvete a los sanctos, tómalos por tus intercesores y abogados, será caso que
entre ellos haya alguno que te responda. Según esto, en duda pone haber algún
sancto de los que están en el cielo, cuando muy amigos y cuando tomen muy a su
cargo nuestros negocios, que nos respondan y den resolución. Lo uno, porque,
como hemos dicho, ellos no siempre la han de tener de Dios en los tales casos
que para sí reserva Su Majestad. Lo otro, porque a estos sanctos no los tenemos
en la manga para nosotros preguntar y responder.
4. Ahora,
pues, si los sanctos en el cielo no siempre conocen ni todo lo saben, ¿por qué
ha de querer acá un hombre que, arrojándole su negocio a un siervo de Dios,
acudiendo a la mañana por la respuesta le digan qué es lo que Dios quiere y
ordena en los tales casos? Lo que yo les diría de quien diese las tales
respuestas, [es] que a palos las hiciera hilar [y les]j quitara la
oración donde, cuando ellas quieren les hablen, [70r] o, por mejor decir,
cuando duermen sueñan el enredo o enbeleco de lo que han de responder para que
las tengan por sanctas o para que les den buen presente. No sé yo en qué ley
cabe que no sea gravedad de un príncipe descubrir siempre su pecho ni
manifestar todo lo que en él hay, sino decir a los muy amigos, después de muy
rogado: Bien está, ya lo he oído, andad con Dios. ¿Y qué? ¿Habíamos de tener a
Dios asalariado para que responda a cuatrocientas mill ignorancias e
inpertinencias que cada día a Su Majestad se le proponen? Aun un artista,
cuando en un argumento le ponen una proposición impertinente, no quiere
responder a ella, sino dice: Transeat, pase adelante. ¿Y Dios habíe de escuchar
siempre nuestras inpertinencias para responder a ellas? Aun los prophetas, a
quien Dios tenía puesto en su pueblo por centinelas y exploradores de su
voluntad para que aquel pueblo ingratok anduviese por camino derecho,
no siempre que eran consultados en todas las cosas respondían como y cuando
querían los que preguntabanl. Porque aunque es verdad que el que tiene
un officio no ha de negar el ejercicio de él para cualquier género de personas
que venga a se aprovechar de él, con todo eso, como la mercaduría
- 1071 -
que daban y distribuían los prophetas era de acarreo,
no siempre estaba proveída la plaza y abastecida la tienda de sus
entendimientos con la luz sobrenatural que para eso se requería, ni siempre
tenían paño de que cortar ni agua que distribuir, porque la fuente que en ellos
Dios tenía depositada para aquel pueblo tenía sus manantiales arriba en el
cielo y la llave de la distribución teníala Dios. Y aun las nubes, que
están más bajas, no llueven siempre que queremos, ni las corrientes de los ríos
vanm por las partes y tierras que nosotros deseamos. De donde vemos que
los prophetas no siempre tenían una propia luz; que noche y día habíe para
ellos en que vían y no veían y muchas veces conocían y callaban, porque
entonces no convenía fuese por allí la vertiente de aquellos raudales.
5. Si esto es así, como lo es, yo no acabo
de entender de qué pueda proceder tanta ignorancia el día de hoy en personas
que quieran respuestas de sus negocios, como si los encomendaran a prophetas en
tiempos que Dios gustaba de tratar con ellos por esos caminos. Y aunque es
verdad [70v] digo no sé de dónde nace esa ignorancia, sospéchome nace de poco
rendimiento y conformidad con la voluntad de Dios, de poco trato y conocimiento
de Su divina Majestad, den no querer recebir ni tomar consejo de las
personas que Dios tiene puestas en su Iglesia. Acordémonos de lo que tantas
veces oímos decir a este propósito de cómo a los magos les faltó la estrella
que los guiaba cuando entraron en Jerusalén donde estaban escritas las
prophecías y donde estaban los sacerdotes, que son los que tiene Dios para
descubrir y manifestar su voluntad2. Y pues nosotros tenemos el
Evangelio y la doctrina de los doctores de la Iglesia, el exemplo de los
sanctos y consejo de los buenos y siervos de Dios, no queramos estrellas, que,
en tiempo que el sol alumbra y se encubren las del cielo, las que se ven en la
tierra son erráticas o de caldera de agua que con encantos el diablo,
escureciendo y tapando la claridad, hace aparecer sólo para sembrar tinieblas
en los entendimientos y andar con dudas y perplecxidades en tiempo que Dios nos
está alumbrando por mill caminos.
6. Dejemos estos que piden respuestas, que
bien sucede muchas veces quererlas porque se las den contra las que sus
conciencias les dan y ditan, sino que, por parecerles aquellas más agrias y
dificultosas, andan buscando quien de esos ditámenes los aparte y divierta y
les den otras más conforme a su gusto depravado y torcido. Dejemos, pues,
éstos, que por tarde que sea (que no será, sino bien temprano) Dios los
responderá y será cuando una cosa no tengan sola que responder a lo que Dios
les propusiere. Digamos ahora de los que para todas las cosas quieren la
oración eficaz y que, informando con ella lo que piden o pretenden, piensan que
les ha de venir luego lo que desean.
- 1072 -
Lo primero, digo que la oración, para ser
cual debe, ha de ser resignada y desinteresada. Y adviértase que aquí
tomo la oración por la petición que en ella se hace a Dios. Pues diránme: ¿Cómo, si pido, puede ser
resignada y desinteresada? Porque de tal manera debo pedir que pida sujetándome
y rindiéndome al querer y voluntad de Dios, según Su Majestad dispusiere las
cosas, y de tal manera tengo de querer que no sea lo principal [71r] de mi
oración el obtener aquello que pido, sino la mayor gloria de Dios y que en todo
más y mejor se cumpla su voluntad. En la oración dominica en que Cristo nos
enseñó a orar y a pedir3, la primera petición puso la honra y gloria de
Dios, diciendo a su Padre que su sancto nombre fuese sanctificado y
glorificado; y la segunda petición fue que se hiciese su voluntad en la tierra
como se hacía en el cielo; y tras estas dos peticiones principales entraron
luego las propias particulares de suerte que, fundándose en el querer y
voluntad de Dios, que se deseaba y pedía se hiciese en la tierra como se hacía
en el cielo, entraba la oración y las otraso peticiones que en esas dos
se fundan, resignadas y desinteresadas, pues pidiendo en todo y lo primero que
se cumpla la voluntad de Dios, en tanto piden y quieren cuanto sea de gusto y
querer de Dios y su mayor gloria, y de otra suerte no quieren.
Ahora pues, cuando el siervo de Dios entra
en la oración, como lo principal que pretende es el cumplimiento de esta
voluntad divina y cuál sea, en sus peticiones y oración que hace él, no lo sepa
ni le conste, no obstante que la suya, en cuanto al deseo o inclinación natural
sea tener aquello que pide, siempre se llega y procede en su oración con recato
y algún miedo o temor sancto.
7. Y
atento que la oración ha de ser fervorosa, audaz y atrevida, y no medrosa,
tibiap, floja o desconfiada, es menester que notemos que tres maneras
de cosas podemos pedir a Dios en orden a nosotros: unas que son mera y
puramente spirituales, como pedirle su gracia, perdón de peccados y su amistad
y otras cosas semejantes a éstas; otras hay que son pura y meramente
corporales, como es pedir salud, vida, hacienda, honra y otras cosas a este
jaez; otras hay que son mezcladas spirituales y temporales, como si un casado
le pidiera a Dios un hijo para se lo dar y ofrecer y que fuera sancto, pedir
hacienda para poder dar limosna y hacer bien a los pobres.
8. Esto
presupuesto, digo que, cuando un siervo de Dios pide a Su Majestad las cosas
que sólo son spirituales, debe pedirlas con grande osadía, confianza, sin miedo
ni temor. Como un hombre a quien otro le debiese cien ducados que se los prestó
se los pediría con brío y osadía, porque pedía de lo que era suyo y el otro le debía.
De esa misma suerte, supuesta la palabra que Dios tiene puesta tantas veces
repetida por sus profetas4 y Evangelio5 -que el que se llegare
de
- 1073 -
veras y como debe a pedirle perdón de sus peccados, su
gracia y amistad, se la dará-, nos lo debe; y debe, siempre que el peccador
acudiere, oírlo y remediarlo. En este caso que el hombre pide lo que le deben,
supuesta esta palabra y promesa y que pide lo que es suyo (y presupuesto lo que
sancto Thomás [71v] dice: que al que hace lo que es en sí Dios no le niega la
gracia6), debe en tal caso llegarse con gran confianza y osadía a
pedir, orar y esperar le darán lo que pide, porque esto lo tiene Dios prometido
sin condición, diciendo que siempre que le pidiéremos algo nos lo concederá7,
en cuya comparación las otras cosas que pedimos no son algo, sino unos pobres
accidentes que cuando los alcancemos de entre las manos se nos deshacen. En este caso, bien dice el que dice no es
eficaz ni cual debe la oración del que pide y no alcanza. El que pide humildad
en su oración, perdón de peccados, y se está en su soberbia y presumción y mala
vida, a ese tal bien se le puede decir que no tiene oración y que no es buena
si la tiene, pues no alcanza lo queq dice desea y Dios le tiene
prometido, pues tan aparejado está para dar y él es el que llama y convida a
beber aquellas celestiales aguas que dan vida8, las cuales, aunque
están depositadas como celestiales thesoros en las manos de Cristo, ésas son
manos rotas y torneadas para derramar en nuestros corazones una y millares de
veces sus gracias y dones; y la llave de estos thesoros la puso Su Majestad en
nuestras manos, en nuestro querer y voluntad, presupuesta su divina gracia, de
la cual, aprovechándonos, con ella y con nuestro querer y solicitud, abriremos
el de Dios para que nos acuda y dé lo que tanto nos inporta.
9. Si
nuestra oración y petición es de las otras dos cosasr últimas, en que
pedimos sólo bienes temporales y corporales, o spirituales y corporales todo
junto, por la parte que lo uno y lo otro tienen de ser nosotros los interesados
en cosas que de suerte ninguna podemos saber lo que las tales cosas nos
convienen, es cierto el justo en la tal oración entra y procede con miedo,
temor y un grandíssimo rendimiento y resignación en la voluntad de Dios. La
cual voluntad, como desea hacer en tanto grado, por cualquier camino que le
sucede cosa en contrario de lo que pide, piensa que por allí ya Dios muestra su
voluntad y desiste con facilidad, de suerte que el desistir en el tal caso y no
alcanzar lo que entonces pretende nace de un sancto miedo y temor de hijo que
tiene de que en aquellas peticiones, por la parte que él es interesable en
cosas que por algún camino él tenga alguna honra o gusto, no desea dar disgusto
a tan buen padre, que para cosas de mayor entidad lo tiene aparejado para le
pedir, recebir y él darle lo que se le pide.
10. Digo más: que en estos tales casos en que
el hombre pide algo en que por algún camino sale con algunos intereses, es una
oración la
- 1074 -
del justo tan indeterminada, [72r] tan resignada, que
deseando el tal siervo de Dios de ordinario más padecer y que se le ofrezcan
mortificaciones, antes es oración negativa de parte del Spíritu, que allá
dentro, secretamente y a lo scondido, obra no obstante que acá fuera el hombre
exterior forme y junte muchas razones de su conveniencia.
11. ¡Oh sancto Dios! Y cómo podría poner
exemplo en la oración de Cristo, cuando en ella dice a su Padre que pase aquel
cálix, acudiendo de presto el Spíritu como a la detención del mismo cáliz y
como a estorbar la eficacia de las primeras palabras, diciendo y descubriendo
la promptitud que el spíritu tenía para todo y pidiendo se hiciese las
voluntad de su eterno Padre, la divina, que era que padeciese, y no la humana,
en que mostraba ser hombre verdadero9. ¡Oh Dios mío, y quién conociera
y pudiera descubrir en cosas semejantes el quiero y no quiero del justo, el
levantar el grito y la voz, pidiendo y haciéndolo el spíritu estorbado y
detenido!
12. Acuérdome que, estando a la muerte,
acabando ya, nuestro charíssimo hermano fray Clemente10, pareciéndome a
mí que, según la necesidad que entonces la Religión tenía de sujetos y de
personas que le ayudasen, que si con veras y deseando este sólo fin de que en
esta Religión Dios fuese más glorificado, que si le pidierant su vida
pudiera muy bien acudir Su Majestad a ello, díjeselo yo: hermano, pídale a Dios
con veras que le dé vida para que nos ayude. Considerando él que en aquella
petición era interesable, habiendo preguntado una o dos veces si aquello seríe
lícito hacerlo, puesto caso que ya los médicos le decían que se moría, empezó a
pedirlo; y, pidiéndolo, yo presente, en medio de la petición se detenía y ponía
paréntesis en que, si por una parte quería, por otra no quería sino padecer de
buena gana la enfermedad y pasar la muerte por haberle ya dicho que aquella era
voluntad de Dios, y así decía muchas veces: Si tú quieres, Señor, si así
conviene, yo no quiero vivir, sino hacer tu voluntad.
13. Esta
es muy buena oración, porque en ella sólo descubre el justo su oración,
desembarazado para que en él obre Dios lo que fuere servido; y ése es el camino
cierto para con mayor certidumbre alcanzar lo que se pretende. Y cuando el
hombre de su parte salga despedido porque temió o entendió ser la voluntad de
Dios lo contrario de lo que pedía, cuando esté más seguro y más descuidado
entrará por su casa un cumplimiento de bienes temporales, spirituales y
corporales con que el alma y el cuerpo queden satisfechos, honrados y
prosperados, y aun en el tal acaecimiento sin ningún género de miedo ni temor
en el poseerlos, pues ve que [72v] con sus pocas y cortas diligencias le dio
Dios lo que él, con miedo y temor, no se atrevía a pedirlo con eficacia y
osadía. Y éste es un grande bien de esta oración: alcanzar las cosas
- 1075 -
con una
grande confianza de que aquello es voluntad de Dios. Porque, como dice san
Agustín11, muchas veces, inportunado, Dios concede algunas cosas
enojado que no las concediera aplacado. Y suele ser castigo muchas veces el
cumplimiento en los peccadores de sus grandes deseos, como lo vemos en aquel
pueblo hebreo, mal contentadizo, que cada día pedía antojos, nuevos platos,
comidas y guisados según su gusto estragado y con ellos en la boca bajaba la
ira de Dios12. Por hurtar el cuerpo, el justo, en casos semejantes,
pide, quiere y no quiere, pide y con facilidad desiste de sus peticiones, las
cuales, siendo informadas con grande oración, no se puede decir que la oración
no es buena, por las razones dichas.
14. También quiero que advirtamos, porque
esto quede suficientemente entendido, queu entre las condiciones de la perfecta
oración se cuentan dos muy esenciales. La primera es que sea oración confiada,
según aquello de la primera epístola de san Juan, capítulo 3: Si fiduciam
habemus apud Deum, quidquid petimus, accipiemus13; el que llega con
confianza recebirá lo que pide. Por eso, diciéndonos Cristo que pidiésemos nos
puso delante a Dios como a Padre, diciendo: Si quid petieritis
Patrem14, porque quiere que lleguemos con confianza de hijos, pues no
hay padre, dice Cristo, por malo que sea, que pidiéndole elv hijo algo
no se lo dé, estándole bien el recebirlo. Si le pide pan, ¿darle ha una piedra? Y si un güevo, ¿darle ha un
scorpión?15 La otra condición es perseverancia en la oración, que es la
que vence y quita cuantas dificultades suelen estorbar el no recebir lo que se
pide.
15. Si
esto es así, ¿cómo decimos que el justo en sus peticiones quiere y no quiere,
pide y con facilidad desiste? Que parece eso es contra esas dos condiciones de
la perfecta y verdadera oración. Digo que, en materia de confianza y
perseverancia en la oración, se ha de advertir que también eso puede dar en
estremo y en arrogancia, pensando que todo cuanto yo pidiere me lo han de dar
según yo lo pidiere y pintare, lo cual ya fuera presumción. Y así digo que es menester
en esto mucho tiento y advirtir que el un estremo y el otro son viciosos:
desconfianza es el uno y arrogancia y presumción es el otro. Ha de llegar a
pedir entre confianza y recelo, amor y temor; amor de Dios como de padre tan
bueno y temor de mí como de hijo tan malo; confianza de Dios como de tan
liberal, recelo de mí como de hijo tan [73r] malo y que tan mal merece lo que
pide.
16. Y puesto caso que la oración tiene otra
condición, que es ser humilde, esta humildad le nace al que pide de este recelo
y de este
- 1076 -
temor que tiene, considerando lo poco que merece y
cuántos son sus peccados, las cuales dos consideraciones le hacen, como arriba
dijimos, en la oración querer y no querer, pedir y desistir con facilidad de
sus peticiones. Quiere porque en la oración conoce la bondad de Dios y su
liberalidad, no quiere porque nada merece. Pide porque pide a padre, desiste
porque se considera por mal hijo. Y así esto no es contra las condiciones de la
verdadera oración, quedándose siempre en los tales corazones que piden y
desisten una confianza verdadera dew que, por los caminos que ellos no
saben, Dios, como padre verdadero, le dará lo que más le conviniere. Y aunque
es de hijos confiados inportunar al padre que les dé, también es de hijos amorosos
entender que, propuniendo la necesidad delante de los ojos a su padre, como tal
la ha de tener siempre delante.
17. Digo
más: que no se puede juzgar por no buena oración la que no alcanza luego lo que
pide en los dos géneros de peticiones que hemos dicho, pidiendo meramente cosas
corporales y temporales, o pidiendo temporal y espiritual todo junto. Y de esto
puede haber muchas razones: lo uno, porque entonces no le conviene al que tal
cosa pide, porque no es de menos consideración el cuándo y el cómo una cosa se
concede que la misma cosa que se concede; darle a un niño un cuchillo cuando lo
pide, es amor negárselo y darle una spada cuando grande es discreción el
concedérsela. Digo lo segundo: que no todas las cosas son buenas para todos. Las riquezas muchos
se salvan con ellas y otros se condenan. En tiempo de bonanza el lastre asegura
el navío y el peso y riquezas que lleva; y en tiempo de borrasca y tempestad es
necesario echarlas a la mar. Siendo, pues, el hombre tan ignorante en no saber
lo que más y mejor le conviene enx las cosas que pide, debe pedir con
humildad y resignación, aguardando que Dios le dé lo que más le conviniere cómo
y cuándo a Su Majestad le agradare. De suerte que muchas veces la oración en
algunos será más perfecta cuando las cosas les niegan porque así les conviene,
que no a otros que les dan y conceden lo que pretenden.
18. Digo más: que aquel querer y no querer,
pedir y no perseverar en sus peticiones el justo, puede provenir de que
pidiendo algunas cosas [73v] especulativamente las tiene por más meritorias,
aunque de mayor trabajo y mortificación que las que al presente, cuando pide,
goza. De suerte
que dejándose llevar de la voluntad, según lo que al presente posee, con eso
propio contradice lo que especulativamente conoce por más meritorio.
19. En cosas temporales podríamos poner un
exemplo, que es de aquel mancebo que fue a Cristo a que le dijese qué haría
para ser perfecto. Aquella
fue petición. Díjoselo Cristo que estaba el serlo en vender lo que tuviese, darlo
a los pobres y seguirlo. El conocimiento de esta verdad fue
especulación a la cual contradijo el amor que tenía a sus bienes y hacienda, el
estar asido y pegado a ellos, de suerte que,
- 1077 -
quiriendo
ser perfecto, quería y no quería, pedía y desistía de su petición16. Pero podríamos poner
un exemplo en meras cosas spirituales. Supongamos que un alma, hecha a su
rincón y acostumbrada a su oración y quietud, le pide a Dios convierta un mundo
y que le diga en qué está aquella conversión, y que le dice que está en que él
deje su recogimiento y su quietud y que vaya a predicar de pueblo en pueblo. Este tal no quiere dejar, por una parte,
lo que posee y, por otra, quiere lo que pide. Esto es querer y no querer, pedir
y desistir, las cuales peticiones guarda Dios el cumplimiento de ellas para
cuando esta persona no sólo esté desasida de las cosas temporales, sino también
de los gustos spirituales, en los cuales pide a Dios con eficacia y confianza,
puniendo los ojos en los fines buenos que contempla y considera, y no en los
medios trabajosos que la ejecución de su petición pide. Esta oración será del
todo perfecta y perseverante cuando estemos con Dios en el cielo, porque
entonces un alma puede pedir lo que quisiere y perseverar en ello y alcanzar lo
que entiende y conoce en Dios conveniry sin ningún género de privación
del bien que tiene y posee.
20. Tanbién
quiero que advirtamos (aunque es verdad esto lo he tratado o tocado en muchas
partes y ser dotrina común entre siervos de Dios, pero con todo eso diré dos
palabras) dos maneras considero de oración. Entre otras, una es de quietud y
ésta la ofrece Dios cuando todo el hombre interior y esterior está puesto en
silencio, siendo toda ella sobrenatural, dada y enviada de la mano de Dios, después
de haber pasado grandes disposiciones de parte del sujeto, que es como si en un
aposento scuro abriese el que en él vive puerta [74r] y ventanaz y
saliese el sol entrando a bañar de luz y claridad toda su alma y sus potencias.
21. Según
se compadece con la fee, la memoria se enllena de sabiduría, el entendimiento
de luz, la voluntad se inflama con llamas de amor y toda el alma recibe un
rocío celestial que la baña y alegra toda y una unción divina que toda la
conforta, siendo levantada a un particular grado de unión con Dios, en quien
recibe tan divino y particular gozo que, por no perderlo, se dejara hacer mill
veces zañicos y pedazosa. Aquí es donde las injurias ya no se sienten,
las afrentas no llegan a lo vivo, porque por esa parte ya el alma de todo está
muerta; aquí es donde, por no apartar la vista de este bien que se goza en esta
quietud y sosiego, aunque con más gritos y voces la llamen no volverá la
cabeza, siendo como las vacas que llevaban el arca de los hebreos, que aunque
más voces y balidos daban los hijos, y aunque más obligadas se veían por
naturaleza a les dar leche, jamás tornaban o paraban17. De esa misma
suerte, un alma a quien Dios cargó de tales dones y beneficios,
olvidadab del todo en la tal ocasión dec las obligaciones
naturales, a quien en otros tiempos con particular gusto
- 1078 -
acudía sólo por no se divertir y apartar un instante
de ese bien, el cual, aunque es verdad que muchas veces lo da Dios y communica
en el puesto y ocupación que él es servido, pero el alma, considerando su
flaqueza y con cuánta facilidad es estorbada, teme y no consiente, ni querría
en lo que es de su parte le quitasen el pezónd y pecho de la boca. Aquí es donde se
desprecian honras, dignidades, mandos y officios, en cuantoe la misma
persona de ellos se ve interesada, porque no quiere otro mayor interés que el
que entonces goza, porque éste es el mayor que se puede imaginar, no obstante
que, por la parte que ve y conoce que podría hacer en los tales officios algún
servicio agradable a Dios, quiere. Pero como no puede desatarse por sí (en el sentido dicho), si no
es dándole Dios lugar a ello o dispertándola de aquel sueño, no quiere. De las
cuales diferencias no disgusta Dios, porque sabe desea hacer su voluntad la tal
alma y quef, dándole Su Majestad lugar para ello, escogerá no sólo lo
de mayor gusto, sino [74v] lo de mayor trabajo.
22. Digo
más: que esta alma no sólo cuando actualmente está gozando está con esta
privación de voluntades para nog querer más de lo que posee, sino
también en los dejos con que quedó, porque la golosina de lo pasado y la miel
que le quedó en los labios ésa es bastante para que otra cosa diferente de ésa
le sepa amargo y desabrido.
23. Otra
oración hay más libre, que es la ordinaria y la que un alma suele tener
levantando el corazón a Dios en medio de los trabajos y tribulaciones. Cuando
los propios trabajos lah desasen y desaficionan de las cosas de la
tierra, por una parte y por otra le dan a gustar de Dios con un desasimiento de
su propio gusto y interés, que con grandíssima facilidad aplica la oración y la
endereza según su efecto y operaciones que causa en lo interiori sin
ningún género de contradición de parte suya.
24. No
parezca dificultoso de entender que, en esta oración de quietud que digo,
proponga el entendimiento las cosas que arriba digo que se abrazan o se
repugnan, porque les parezca que eso no se puede hacer sin muchos discursos y
tiempo en que el entendimiento proponga. Yo quisiera haber gustado este manjar
y oración para poder hablar muy propiamente de ello. Pero digo que me parece
que, acudiéndole Dios a los deseos y movimientos anagógicos que entre día ha
tenido de agradar mucho a Dios en obras y cosas de trabajo, suele darle una luz
sobrenatural que pasa en un momento, en que Su Majestad le pone delante muchas
cosas, como en una mesa muchos manjares, los cuales la voluntad por entonces, y
aun después, con la golosina de lo presente puede contradecir; y puede también
proponerlos Dios como cosa de mayor mérito y el entendimiento avisarlo a la
voluntad, la cual por entonces quiere más el bien que goza, por ser más
interesada en el bien presente de que gusta, que no en el asente y venidero,
aunque entiendaj serk mayor especulativamente, por ser
desabrido y amargo.
|