- 1094 -
CAPITULO
4a - En qué casos el padre spiritual ha de mortificar la inclinación
que el discípulo tiene en el obrar, aun en las cosas de virtud. La obligación
que el tal padre spiritual tiene de se conformar con el natural del discípulo y
de lo ayudar para que siempre crezca en la virtud y sanctidad
1. Hame dicho un religioso que en algunas
religiones reformadas se pratica el mortificar los novicios no sólo en las inclinaciones
torcidas y en las que son indiferentes, pero aun también en las que son buenas
o, como arriba las llamamos, sobrenaturales (por ser obras que se entienden
proceden de la gracia que a los tales Dios les tiene dado). Y porque esto lo
dejemos absuelto según lo que alcanzáramos, digo que si las inclinaciones que
el novicio trai, aunque sean buenas cuanto quisieren, son contra lo que se
prophesa en la religión, o echa por otro camino de contra la comunidad, que es
bien hecho, y aun quitarle el hábito y echarlo fuera, porque siempre ha de ser
antepuesta la comunidad a los particulares. Y si Dios le dio gracia al tal novicio o religioso cuando era
persona secular y sin respectob a comunidad para hacer tales y tales
obras singulares, bien sabrá Dios dar otra graciac pidiéndosela con
voluntad y deseo de acertar para que se conforme con los demás.
2. Digo más, que hay personas que entran
en religión que en el siglo adquirieron virtudes a su modo, como son beatas y
beatos que no entran en casa, que es bien deshacer estos naturales e
inclinaciones, aunqued por mill partes parezcan y tengan color de bien.
3. Digo lo 3º, que la obra buena que llamo
sobrenatural, [sea] hecha con particular inclinacióne.
Podríamosf a algún [88r] amor propiog, tapado y encubierto,
inclinaciónh o apetito, llamarlo o tenerlo por inclinacióni
sobrenatural y, en tal caso, es bien mirarlo y, si es eso, mortificarlo.
- 1095 -
4. Digo lo 4ºj, que éste no sea
del todo amor propio, sino una inclinación adquirida con muchosk
hábitos de la tal virtud que obramos y que, aunque es verdad quel este
apetito mira por una parte a sólo Dios, pero por la otra podría mirar gustos y
intereses particulares. Y, en tal caso, tanbién es bien mortificar este apetito
por esta parte, para que del todo pase desnudo y descalzo a sus operaciones por
sólo Dios, según aquello que el Spíritu Sancto dice: Transite ad me, qui
concupicitis me1; esa concupiciencia, deseo y apetito que tenéis de mí,
pasadlom adelante, no se quede en vosotros, en vuestro gusto e interés,
sino puramente por mi bondad y por quien yo soy. En san Pedro podríamos poner
exemplo: que, aficionado ya de Cristo, de sus palabras y obras, en él la divina
gracia habíe hecho tal operación que le habíe hecho dejar las redes; y por la
parte que miraba a sí aún no estaba el apetito del todo mortificado, pues
quería premios y decía: Ecce nos reliquimus omnia, quid ergo erit
nobis?2; ya hemos dejado todas las cosas, ¿qué nos habéis, Señor, de
dar?
5. Yo no hallo otros casos en que haber de
mortificar el apetito e inclinación en las cosas de virtud. Y si de ahí pasase
el padre spiritual o maestro, diría yo que quería enmendar las obras de la gracian
y lo que Dios obra y hace en un alma puniendo en cada una las gracias y dones
que él es servido, según a cada uno le dio su inclinación y naturaleza
acommodada para las tales cosas, como arriba hemos dicho. Y créanme, mis
hermanos, que hemos visto muchas virtudes marchitarse, o por lo menos apocarse
y desdecir de lo que debían, por ponerse en personas en quien nada ayuda el
natural e inclinación; y, por el contrario, ser perpetuas las virtudes que
hallaron alguna trabazón y semejanza con quien casarse.
Vemoso en los injertos cada día
esto propio: que prevalecen cuando la púa que se ingiere es de su mismo género
o specie. Que es la regla general que dan los hortelanos: que pepita con pepita
y güeso con güeso. Y si un durazno o melocotón lo ingieren en un manzano o
camueso, no prevalece; y si un peral en un albaricoque, tampoco. Pues si esto vemos
hizo el autor de la naturaleza en los árbores, ¿por qué hemos nosotros de
querer en hombres, cuyos naturales e inclinaciones contradicen tales y tales
obras, ingerirlas y que en ellos produzcan y lleven fructo como si fueran [88v]
aquellas a que ellos estaban inclinados?
Yo
pienso esta doctrina es fácil y clara, y que, si en los principios en las
religiones cuando reciben un novicio le buscan de natural acommodado, que
después su maestro no ha de querer destruir la bondad e inclinación que primero
buscaba, salvo perficionarla en las tales obras a que el tal novicio tiene
inclinación.
6. Siempre que los padres spirituales
pudieren ayudar a un alma para que en la virtud y perfeción crezca, lo deben
hacer y usar de
- 1096 -
cualesquier medios, por dificultosos que sean. Como lo vemos hace el buen hortelano con
sus arbolillos, que no todo el crecer está en la virtud interior del árbor.
Está ahí y lo principal y sin ésa poco servirían los medios exteriores. Pero
vemos la grande ayuda que tienen los tales árbores con el riego, con abrirles
la tierra y otras veces llegársela; unas veces que les dé el sol y otras
quitárselo. Hasta el aire tiene su lugar y tiempo necesario para el aumento y
provecho de los tales árbores. ¿Qué otra cosa es el hombre sino, como dice
Aristóteles3, árboresp puestos al revésq, siendo las
raíces los cabellos y la cabeza donde están los pensamientos? Las cuales raíces
las puso Dios en la parte superior porque r la virtud principal le
viene a este árbor, para que crezca y dé fructa, de arriba, de lo que en él
influye el cielo. Pero hemos de advertir que este árbor tiene necesidad de
muchas cosas exteriores que le pueden ayudar, como son los riegoss,
acudiéndole a sus necesidades, unas veces arrimándole tierra, que es su propio
interés, otra quitándose y desnudándolo del todo de suerte que sólo Dios sea su
blanco y fin de lo que obrare y hiciere; unas veces el calor y abrigo de sus
padres spirituales y amigos con quienes siente favor. No hay que decir más de
que hasta el aire muchas veces ayuda, pues virtus laudata crescit, que es
necesario alabar la virtud para que en ella y en su dificultad no desmaye ni
descaezca el que la busca. Y si estas cosas son necesariast para que la
virtud se aumente, ¿qué mucho que digamos sea bien necesario el natural e
inclinación particular que se tiene a las tales obras?
[f.89r]
|