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CAPITULO 9a - De lo que un alma debe hacer cuando
de sus ejercicios interiores se viere distraída por obediencia y causas justas.
Y de la grande mortificación que siente y obligación que tiene de acudirle al
cuerpo con lo necesario para que cobre fuerzas de nuevob y pueda servir
a Dios con más brío y ánimo
1. Volvámonos
a nuestra plática de arriba, en que íbamos tratando de los muchos y varios
modos que los hombres tienen para descomponer a un siervo de Dios en el camino
de la perfección cuando el tal estado que la persona tiene no lo conocen o, si
lo conocen, movidos de su pasión o envidia, o instigados del demonio, lo
procuran deshacer y perturbar.
2. Ya
hemos dicho en estos capítulos pasados un remedio que en tal caso tienen los
tales siervos de Dios, que es acudir a Su Majestad a pedirle paciencia y les
trueque el tal estado en otro que tenga más seguridad para entre los hombres,
que es padecer por su amor. Parece éste es remedio meramente espiritual e
interior y que hay obligación de saber lo que en tal caso podría hacer un alma
exteriormente cuando no pudo reparar los daños que le vinieron en el estado de
quietud que tenía cuando sus prelados, padres espirituales, o quien pudo, la
hizo divertir y trocar en otra persona más exterior que interior. Porque
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quedarse entre dos aguas no es posible porque, como
dicen, ni será carne ni pescado, ni será hombre interior ni exterior, ni bien
podrá acudir a lo uno ni a lo otro. Ni hemos de decir que esta persona, a quien
dispertaron al mejor sueño o le quitaron sus arrobos y descompusieron su
persona, que se quede colgada del aire, sino que procure establecer un cierto y
durable estado en su vida.
3. Y me parece que, si las ocasiones
fueron grandes que antes de tiempo y de llegar al estado que deseaba la
descompusieron y la dejaron de suerte que por aquel camino ya no puede ir
adelante en su primer recogimiento, que procure cobrar fuerzas, comer y beber,
pues con la flaqueza y abstinencias primeras no las tiene para volver sobre sí;
gane tierra, no para quedarse en ella ni perpetuarse en la vida ordinaria,
[97r] sin la cual no puede cobrar fuerzas y ánimo para tornar a coger vuelo. Así como el pájaro para volar y levantarse
al cielo aéreo se abate en el suelo, estiende sus alas por la tierra y parece
se quiere coser y meter en ella, de esa misma suerte procure el siervo de Dios
tomar de la tierra todo lo que tuviere necesidad de comida y bebida para ganar
cielo y levantarse con mayores veras al servicio de nuestro Señor.
4. El
hacer lo contrario lo tengo por yerro muy grande y causa de andar siempre de
pie quebrado, sin ser señores de acudir a lo interior ni exterior en cosa de
provecho. Llano es que, si un hombre pretendió de un salto llegar a tal parte y
no pudo por algún estorbo que le pusieron, que no es bien se dé por afrentado y
desmayado, dejando el juego. Torne atrás, coja carrera y torne a
saltarc, que, si acá decimos "a tres va la vencida", en la
casa de Dios nadie se debe dar por vencido hasta la hora de la muerte; siempre,
una y otra vez, puede probar hasta que salga con lo que pretende y desea. Que
si, por algún secreto juicio de Dios, Su Majestad lo quiso humillar de suerte
que él no vea ni conozca su aprovechamiento, cuando menos piensa, se verá tan
adelantado que conozca sólo la poderosa mano de Dios ha andado de por medio
haciendo en él aquel trueco y mudanza, según aquello que David dice: Haec
mutacio dexterae Excelsi1.
5. En
estas ocasiones y en otras que se podrían decir es cuando la necesidad le
conpele a un religioso o siervo de Dios que coma algo más de lo que
acostumbraba para cobrar fuerzas, para más y mejor servir a Dios, para granjear
y ganar por otro camino lo que quizá gente inpertinente le han hecho perder con
sus distracciones y ocasiones en que lo han puesto.
En estas ocasiones es cuando, por
dos dedos de pan que un siervo de Dios y varón penitente lo han visto comer de
más, dicen que no se ve harto de pan. De suerte que sólo Dios puede a estos tales
taparles la boca para que no murmuren de los tales religiosos. Pues, habiendo yo oído deste tal religioso
que decían esto cuando no comía -que
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¿para qué se hacía hombre [97v] particular?; y porque
no comía sino unas pocas de pasas cada día, decían que si le habían a él de
andar comprando pasas que comiesed, que se fuese con Dios-, ahora que
come por la ocasión dicha, dicen que no se ve harto de pan. Estos tales que así
murmuran, ni tocan la dificultad ni saben en qué consiste el amar y servir a
Dios con unas pocas de veras: que ni está en comer ni en no comer, que menos
comen los demonios y no son sanctos; y otros lo fueron que comieron y dieron a
sus cuerpos lo necesario. Y si
por comer un poco de más pan un religioso no es bueno, harto trabajo corre a
los obispos y grandes del mundo, gente que muy pocas veces pueden volver las
spaldase al regalo y buena comida.
6. Y
es certíssimo, cuando este tal religioso de quien vamos tratando se arrojó a
satisfacerse de pan, fue pan con dolor2 y pan amasado con
lágrimas3 y mezclado con ceniza de penitencia4, quizá por
considerarse, cuando lo come, tan inperfecto y poco aprovechado que cada día y
siempre tenga necesidad de un propio sustento y que su estómago sea tan
executivo que tenga necesidad de pagarle cada día un propio tributo y censo,
sin que un día sólo se quiera o sepa aguardar. De estos tales que ya han
enpezado a gustar de Dios, por cualquier camino que sea, sé decir que poco les
estorba el gusto del pan y comida, sino que antes los está mortificando,
temiendo no hayan sido sus peccadosf causa de que Dios les haya trocado
el gusto spiritual en temporal y corporal. Y harto lejos de ser verdadero
religioso está el que de lo que palpa, toca, ve y gusta no sube con la
consideración a lo que no ve y desea gustar, diciéndole a Dios una y mill veces
en cualquier ocasión: ¡Oh, Señor mío y bien mío, quién pudiera, aunque fuera en
este mundo y a grande costa suya, alcanzar a los ángeles en estar ya del todo desembarazado
y libre destos tributos que pagamos al cuerpo! ¡Quién ya no tuviera necesidad
de no comer ni beber, ni distraerse más con el ejercicio de estos sentidos,
sino que todos ellos recogidos adentro, en la forma que mejor pudieran,
ayudaran al alma a que sólo de ti gustara, que eres summo bien, hartas y
satisfaces dejando siempre hambre! La cual hambre, aunque aflige hasta la
posesión del bien que se desea, entretiene, suspende y como con unos divinos y
soberanos engaños suspende Dios al alma su querida en un campo y desierto de
soledad donde no tiene ni sabe qué buscar otra cosa más que a su Dios.
7. Seas
tú, Dios mío, glorificado mill veces, que misericordia es tuya que [98r] el
alma queg a ti sólo quiere y busca, no se deje morir de hambre como
quien de eso no se acuerda en tiempo que quisiera tener mill potencias, y cada
una tan dispuesta como la del más alto seraphín, para sólo amar a Dios. En esta
ocasión, no sólo me parece no se debe murmurar de estas tales personas, sino
alabarles su prudencia y providencia. Como la del padre de familias que,
tiniendo cosas muy
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graves a que acudir, acude al reparo de las cosas más
mínimas de su casa. Y como la que tenía aquella mujer fuerte de quien dice el
Spíritu Sancto que digiti eius aprehenderunt fusum5; en quien me parece
en esta ocasión es digno de considerar en qué pone el Spíritu Sancto la
fortaleza de la mujer. Lo primero, dice que manum suam missit ad
forcia6, que estendió su mano a cosas fuertes; y luego dice que sus
dedos aprehendieron y tomaron el huso. Y va luego contando otras cosas al
parecer de poco valor, como es acudir a vestir la gente de su casa, hacer
lienzo y ropa que vender y cíngulos que daba y entregaba al cananeo, etc.; y
finalmente dice que no comió el pan ociosamente7.
8. Lo que aquí hallo que notar es si,
cuando dice el Spíritu Sancto que esta mujer fuerte estendió su mano a cosas
fuertes, si lo que después dice es splicación de la fortaleza a que estendió la
mano, o dejando esa fortaleza aparte fue contando luego otras semejantes, como
eran tomar el huso en las manos, etc. Este lugar no tiene tantas letras cuantas
explicaciones le dan cada día, que parece este lugar de la Scritura a una mujer
fuerte que siempre pare hijos nuevos. Pero digo, al propósito queh
vamos hablando, que lo que aquí quiso decir el Spíritu Sancto es que, siendo
esta mujer fuerte en cosas muy graves y de grande consideración, con todo eso
no olvidaba su officio y trato común de mujer, que es hilar y hacer los otros
officios de casa que a los hombres parecen de poca consideración. Como acá
solemos alabar a una reina o señora grande: que, no obstante que por ser reina
podía holgar o divertirla la majestad y grandeza que tiene de otras cosas de
poca consideración, es tan prudente y discreta que acude, como si no fuera
reina, a hilar, coser o labrar y hacer cosas comunes al estado de mujer pobre.
Y en esto parece quiso allí el Spíritu Sancto poner esta alabanza en esta mujer
fuerte, la cual ocupándose en cosas de grandíssima consideración -que eso
quiere decir missit manum suam ad forcia8-, no por eso olvidó el
officio de los dedos, que es cosa de menos consideración, y de acudir a vestir
sus criados. Y esto era
de tal suerte que no comía pan estando ociosa, que es decir que no toda entera
se entregaba a la comida, sino que, dándole al cuerpo lo que le debía, [98v]
entretenía el alma con particulares consideraciones; y si en efecto comía, con
el afecto alababa a Dios. Y no es pequeña fortaleza la que un alma tiene: en
medio de sus acuerdos divinos y cuando toda ella está deseando a Dios, dar
lugar a la prudencia a que acuda a las necesidades corporales. Y ésta es la
alabanza que podremos decir del que es verdaderamente siervo de Dios: de que
come de suerte que, pensando quizá el que de lejos mira que come por su gusto,
quizá come comida que le es más mortificación y que acude a ese ejercicio como
quien hace un acto de grandíssima fortaleza.
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9. A este propósito se me ofrece un lugar
de los Cantares que me parece confirma muy bien lo que vamos diciendo. Un día
deseaba mucho la esposa verse con su sposo y gozar de su presencia y compañía y
de unos amores tan divinos y espirituales como entre los dos se trataban; y así
le dijo: Indica michi, ubi pascas, ubi cubes in meridie, etc.9 Dice:
Sposo mío, decidme dónde os hallaré yo recostado al mediodía comiendo y
apacentándoos. Y puesto
caso que estos amores eran tan spirituales, no deseaba la visita esta esposa de
su esposo al mediodía para que le diese de comer y regalase el cuerpo, sino
para que le entretuviese el alma, que ésa es la comida que Dios busca:
entretenerse con un alma sancta, y en ella come y se recuesta. Y en esta
petición también se echa de ver cuán olvidada estaba esta esposa y alma sancta
de dar la comida necesaria a su cuerpo, pues, cuando se le ha de dar la comida
y el reposo de mediodía, se olvida de sí propia, y acordándose de sólo su
esposo en esta hora lo busca, desea y quiere para que le entretenga el alma.
Veamos, pues, lo que el sposo le
responde: O pulquerrima inter mulieres, si ignoras te, abi post vestigia
gregumi tuorum, pasce edos tuos justa tabernacula pastorum. Equitatui meo
asimilavi te.10 Si no te conoces, esposa mía, sal de ti y vuelve tus
ojos tras las pisadas de tus ganados, apacienta tus cabritosj, porque
te digo de verdad que eres semejante a la caballería ligera de Faraón. Que, a mi parecer y al propósito que vamos
tratando, no fue otra cosa que decirle el sposo que aquella hora era debida
para el cuerpo, para sustentar y pagar al ganado hambriento de casa lo que se
le debe, para matar la hambre, darle sustento al stómago, sustancia a todas las
partes del cuerpo, fortalecer la cabeza, cobrar fuerzas, que todo lo que hay en
el hombre son manadas de cabritosk que balan y dan voces porque [99r]
los acudan y den lo necesario. Y para que esta esposa eche de ver la necesidad
que tiene de acudir a pagar estos tributos, le dice el esposo: Si ignoras te, o
pulquerrima inter mulieres, si no conoces tu flaqueza y la necesidad que tienes
de acudir a las cosas del cuerpo, egredere, et abi post vestigia gregum tuorum.
Que fue decir: inclina la oreja, atiende a las voces y gritos que te da la
gente que dentro de tu casa tienes, pues el calor natural que consume está
pidiendo, como el fuego, leña, y el estómago lo propio, etc. O si no, digamos
quiso decir que mirase las pissadas de sus ganados. Que fue decir que mirase
cuán de mala gana trabajaba el cuerpo y los sentidos cuando flacos y muertos de
hambre. Y luego dice que la compara y asemeja a la caballería de Faraón; que en
esto no quiso hacer otra cosa más de facilitarla a lo que le persuadía, porque
pudiera esta esposa, temerosa de perder tiempo y quedarse atrasada en las cosas
que eran del servicio de nuestro Señor, escusarse del comer, beber y del acudir
a éstas y otras necesidades. Y por eso, a esa réplica que le pudiera hacer la
esposa, le responde
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el sposo diciendo: No repares, esposa mía, en detenerte y
ocuparte en acudir al cuerpo a sus necesidades, que con mi gracia y amistad
eres ligera como la caballería de Faraón; y después fácil te será, como si
dijera, a tornar a ganar tierra, adelantarte en los officios y ejercicios
meramente spirituales.
10. De
aquí se verá cuánto padece un siervo de Dios acudiendo a las necesidades y
cosas del cuerpo, a quien se ve obligado por muchas razones. Y demás de las dichas
aquí y en otras partes, no es pequeña el sosegar y quietar el cuerpo para que
después, en los ejercicios spirituales, dé lugar y deje libre al alma. Vemos, cuando a alguna persona se le come
alguna parte del cuerpo de cáncer o de alguna cosa mala, que le ponen allí
carne de fuera, como un pedazo de carnero o de vaca para que, comiendo aquello,
no coma la carne de la propia persona. De esa misma suerte, cuando al estómago
no se le da lo necesario, ha de buscar qué comer, aunque sea a sí propio
gastándose y consumiéndose y haciendo mal y daño en cosas que después muy sin
pensar el hombre lo echa menos. Y aun podría tambiénl haber querido el
sposo decir esto propio a su esposa en las palabras arriba referidas, como si
le dijera: no debes de conocer, esposa mía, la gente de tu casa, pues al
mediodía me buscas, cuando todos tus sentidos y partes de tu cuerpo han de dar
gritos y voces a que les des lo necesario y el mantenimiento acostumbrado;
apacienta tu ganado cercam de los [99v] tabernáculos de los pastores,
que es como en los mesones o casas donde eso se vende y se da, que después es
fácil el buscarme; que bien es vengas desembarazada de todas las cosas de
afuera y, como acá se dice, por dar paja y cebada, no se pierde jornada.
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