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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO 3 DURO GOLPE A LA NACIENTE RECOLECCIÓN
El convento era una ermita de tres tapias en alto viejas, cayéndose, larga y angosta y desproporcionada. Que quien no la ha visto, no podrá saber lo poco y desacommodada que era para el tal ministerio. Metida en un hondo y valle, que el sitio sólo era bastante, cuando el convento y casa fuera muy bueno y acabado, para que se dejara.
No tenía un frontal ni aderezo ninguno de altar. Pienso era suyo un cáliz de harto poco valor 1. Y, como era ermita sin ermitaño, no habíe casa ni colgadizo donde pudiera aposentarse el pobre religioso que solo entonces representaba la voluntad a y querer de Dios. No hubo una manta que darle para que se abrigara; y, cuando la hubiera, era tan siervo de Dios, que no la tomara. Buscáronle unos pellejos, que, por muchos que fueran, tengo por particular providencia de Dios que no [9v] amaneciese cada noche helado, porque era el corazón del invierno, muchas aguas —porque en el camino no podíamos pasar nosotros los arroyos—, la ermita frigidíssima. Y ya que no tenía ventana, de la luz y claridad que entraba por entre las tejas, estaba como en la calle. Por la parte de abajo, donde el buen fraile estaba con sus pellejos, estaba como un páramo del aire y agua que entraba por los agujeros y ventanas que los muchachos habían hecho para subir a tañer todo el año la campana.
Este buen religioso quedó solo en esta ermita con el hábito de recoleto por más de seis meses, con toda esta aspereza de vida. Sólo traía el hábito de jerga sobre sus carnes. Y todo esto lo vi; y hay el día de hoy mill testigos de vista de lo que voy diciendo y diré.
Andaba sin sandalias ni cosa en sus pies. El comer, no comía sino b sólo pan en agua. Que, diciéndole al ministro que iba en mi compañía lo que comía, le advirtió que podía comer, según el rigor de nuestra regla dándoselo por amor de Dios, legumbres o algún pescado, pero no se lo mandó, porque, como digo, no era hombre [que] se le daba nada porque guiase por do quisiese. Y esto debiera de ser guiado por la voluntad de Dios, para que la de Su Majestad hallase a aquel religioso, que por entonces representaba su querer, más desembarazado de obediencias
ajenas. Y como esto quedó a voluntad del buen fraile, él prosiguió su aspereza de vida en su comida, no admitiendo más de su pan y agua. Supe algunas veces cogía él algunos hongos o yerbas, y ponía su pucherillo sin echarle aceite ni otra cosa.
Dormía en su ermita. Levantábase a media noche, tañía su campana a maitines y decíalos delante del Sanctíssimo Sacramento. Y ésta era por entonces toda la fiesta de Dios acerca desta obra: habérselas a solas con un alma sola puesta en celada para hacer Su Majestad la c presa y rociada cuando él fuese servido.
Quedaron con este religioso, aunque no en su compañía de hábito, vida, soledad y aspereza, otros dos religiosos del Paño, hospedados d en casa de un vecino que se llamaba Alonso Martín; cuyo nombre y de los frailes pongo por si quisieren informarse de otras muchas cosas, que, por haber ya no sé si ocho o nueve años e, yo tengo olvidado. [10r] El un fraile se llamaba Fr. Juan de Inestrosa; y el otro, que arriba digo no me acordaba, se llamaba Fr. Steban, un fraile pequeño de cuerpo, que en este tiempo ha vivido muchos años en La Membrilla (lo cual pongo porque del sobrenombre no me acuerdo). Y éstos dirán hartas más cosas, que yo holgara harto saberlas.
Este era todo el monesterio y grandeza de la recoleción. ¡Oh buen Dios mío, cómo veo metidos en trapos viejos f, tapias caídas, no se puede decir debajo de pobreza sino debajo de nada, los tesoros desta sagrada Religión! Dente mill alabanzas los ángeles, que tan parecido va esto a tu manifestación en el mundo, en pesebre solo con sola conpañía de ángeles del cielo y de brutos de la tierra. ¿Quién pudiera, señores, sospechar que en aquellos lejos estaban semejantes thesoros? Todos los que lo quisieran escudriñar, se quedarán bien g lejos. Etc. h
Este fraile que digo que traía el hábito de recoleto, era un hombre viejo de hasta sesenta años. Su aspecto y presencia, de un grandíssimo sancto i. Vivió en mi compañía en La Membrilla algunos meses. Cosas en particular de su vida no sabré decir, porque entonces, como yo me ocupaba en predicar, no trataba de vidas ajenas y de la mía bien poco. Lo que sé decir, lo tenía por un gran siervo de Dios por los letreros que en su celda ponía de sentencias de sanctos; y a la puerta de ella, otro en que significaba los bienes que estaban encerrados en su recogimiento y clausura de celda. Su hablar, muy poco, porque jamás me acuerdo verle en corrillo ni recreación o juntas que se suelen hacer. Entre seglares era reverenciado y tenido por sancto; que en el pueblo do entraba, sólo mirarlo era bastante para llevarse los ojos de todos tras sí. Y quien fue que, cuando nada se dijera dél, bastaban las persecuciones que luego se le levantaron, como abajo diré.
Llegamos el ministro y yo a Sevilla. No hallamos ni topamos en el camino al provincial. No me acuerdo si se le enviaron los despachos y hechura del convento o si fue el ministro. Lo que sé es que luego el provincial envió al P. Fr. Miguel de Reina, fraile calzado, en su propio hábito de calzado, para que fuese ministro de la casa y convento, y algunos poquitos frailes que estuviesen con él.
Él llegado, se hicieron dos cosas: la primera, alquilar una casilla que estaba cerca de la ermita, donde se pudiesen meter, aunque sin clausura. Con la ermita compuso este religioso lo mejor que pudo su iglesita y casa alquilada, porque era un religioso muy próvido, cuidadoso y solícito de todo lo temporal de su convento y puntual en j que allí se guardase lo común que se guardaba [10v] en las demás casas de los calzados. Y con este cuidado que así tenía, podía tener y sustentar algunos religiosos que le enviaron. Con el pueblo fue dissimulando acerca de ser recoletos, diciendo que, en viniendo por allí y pasase al Andalucía el k comissario, que estaba a la sazón en Madrid, entonces se había de hacer.
Y, como a los que quieren cumplir les es fácil hallar rodeos y cosas aparentes para ello sin decir mentira, así entonces cumplieron con el pueblo, de suerte que no sólo no se disgustaron sino antes en ayuntamiento les señalaron dos regidores por diputados para que acudiesen a ayudar las cosas del convento. Entonces se juntaron algunas personas graves y en el barrio de junto al convento hicieron mandas, de suerte que pienso llegaron cosa de trecientos o cuatrocientos ducados de mandas, a pagar cuando tener; que, como pocas veces tienen y les sobran a los labradores dineros, pagaron tarde, mal y nunca, como dicen. Pero bastó estar las mandas en papel para que, sobre ellas, se les comprase la casa alquilada y se proveyesen de mantas y otras cosas que tenían necesidad, de que a nosotros nos inporta poco saberlo.
4. Calumnias contra el único recoleto
Vengamos l a nuestro buen fraile que se está en hábito recoleto entre ellos, tan bien satisfecho como el pueblo con las palabras y esperanzas que les habíe dicho y dado el ministro. Y vendremos a la segunda cosa que dijimos habíe hecho el ministro con su venida.
Este buen fraile recoleto fuese sustentando con estas esperanzas de que vendría el comissario y se harían los hábitos de recoletos para los frailes. Y adviértase que ninguno de cuantos allí estaba había venido a eso ni le pasaba por la imaginación. Y como eran speranzas de hombres, engañosas, frívolas y de poca consideración, el tiempo las consumió y
marchitó. Y faltóle al buen fraile el sustento ordinario, que digo eran estas esperanzas colgadas del aire.
Tuvo necesidad de sustentarse y mantener su alma con otras cosas, bien lejos de lo que él deseaba. Para poderse consolar, para divertirse, ocupábase continuamente en hacer demandas y pedir limosna para que los frailes se sustentasen; y a lo que él más continuaba, eran confesiones. Y como por mucho que se entretuviese, en fin habíe de volver a la noche [a] casa y la cena y plato m que habíe de hallar habíe de ser platillo de su hábito, de su descalcez y pretensiones, que bien se deja entender la triste y afligida vida que podía tener un hombre solo en diferente hábito entre gente que no trataba [11r] ni imaginaba nada de lo que él quería; que, cuando cada uno no le tirara más de una chinilla, lo descalabraran muy bien.
Ahora, pues, como digo, éste no era el sustento que su estómago abrazaba ni su alma quería. Dio el buen fraile en vomitar y descubrir n al pueblo lo que en el convento se decía o acerca de la recoleción y se hacía acerca de costumbres. Que, cuando no fuesen cosas que entrasen en hondo, para seglares que no querían frailes calzados y hacían las partes del pobre recoleto, poco bastó para que el pueblo se amohinase y anduviesen de una parte a otra murmuraciones y chismes, subiéndose cada día en su punto. Y en el pueblo en ello no eran culpables, porque la causa que los movía a murmurar era justa: de que ellos sólo querían recoletos y podían murmurar de sus hábitos y zapatos, aunque el traer todo aquello fuese para los frailes muy justo.
Esta disensión levantada, que lo que en ella Dios pretendió fue dar otro soplo y avivar las cosas exteriores de su recoleción que se iban apagando, los pensamientos de satanás fueron acabar con el triste y afligido fraile recoleto. Dase aviso al comissario y al provincial de Andalucía de cómo estaba allí aquel fraile en hábito de descalzo y que los arrevolvía con el pueblo y que, como tenían delante de sus ojos un espectáculo como aquél, no era posible olvidarse de sus primeros conciertos de que fuesen recoletos y descalzos sus frailes; y que todo se les iba en murmurar de ellos y traerles nuevas quejas; y otras cosas, que quien aquello aborrecía no les faltaríe con qué encarecer y hacer torres aunque fuesen de viento. Vienen cartas y recados del comissario y provincial contra el pobre fraile y en favor del ministro y frailes calzados (que por esto digo arriba no me parecíe posible se hubiese puesto este hábito con licencia del comissario cuando fue a Madrid, según estos recados vinieron contra él y contra su hábito) p. Lo que en ellos venía yo no lo sé; aunque los frailes que después hallé en el convento me lo contaron, no me acuerdo.
Sólo sé el suceso que hubo después de las cartas, que fue que, como el fraile no tenía culpas —que, cuando las tuviera, por ser quien arriba digo no parecieran por tales— ni en los despachos debiera de venir
más de [11v] que lo echasen de allí, con estas alas q que a los frailes les nacieron enpezaron a quitarle al pobre recoleto las que tenía, desplumándolo de tal manera que lo dejaron bien desnudo; y las chinitas, que arriba digo tiraban, se volvieron muy buenas pedradas. Que prometo cierto quisiera estar en un monasterio de frailes calzados donde todo lo que dél se dijo y levantó se sabía (que todo fue tan público que no hubo rincón de la orden que el diablo no llevase nuevas contra el buen recoleto), para que un fraile de los suyos lo scribiera. Que a mí me tiemblan las carnes pensar tengo de scribir lo que de aquel pobre fraile así de repente se dijo y el fuego que contra él se levantó, que palabras no se decían dél que no fuesen sagitae potentis, cum carbonibus desolatoriis 2. Y todo era necesario para que el pueblo r le s diese de mano. Y aun, con todo eso, no pudieron, porque sé cierto siempre le quisieron bien; como t hoy, si se pregunta, se hallará la propia voz.
Lo primero con que dieron u en infamarlo, fue decir dél era parlero, chismoso (yendo por sus puntos, como si fueran de canto llano, subiendo), fraile de mala lengua v, deslenguado, murmurador; todo, asiéndose y fundándose en lo que habíe dicho y descubierto al pueblo de que no tenían pensamientos de que hubiese recoletos. Fue subiendo el fuego y calentándoseles las lenguas. Y tras llamarlo deslenguado, inferían que nadie se podía confesar con él w. De donde, cuando estas nuevas iban a los demás conventos, ya llevaban remiendos y retazos añedidos, diciendo que descubría confesiones, que infamaba gente honrada. Este fue el primero falso testimonio, el cual no dudo serlo porque cosa tan grave no se quedara en solas las lenguas de los frailes ni cabía en una vida tan penitente y despreciada; que, según lo que yo vi, como dejo dicho, aun una pequeña falta de peccado venial no me acuerdo vérsela hacer. Y en las demás cosas que le levantaron se echará de ver lo que eso era.
Viendo que con esto no lo pudieron echar del pueblo, porque en fin x eran cosas que en el pueblo constaba su falsedad, subieron otro punto más y dieron en levantarle que era casado y que tenía mujer viva y hijos [12r] y que, tiniéndola, se habíe entrado fraile, sin otro orden más de ser variable. Esta mentira corrió y se aumentó de tal manera que, cuando llegó al convento que yo estaba, ya decían que era casado tres veces y que tenía las mujeres vivas. De aquí salían los explicadores y commentadores diciendo que, en el viaje de Roma, cuando se le antojaba, se quitaba el hábito y se casaba. Miren por amor de nuestro Señor qué necio es el demonio, qué mayores disparates y locuras pudo pensar. Y así confieso que esta murmuración no la oí en persona de consideración, sino en gente que no se levantaba del suelo con el pensamiento. Y aun ésos o los más decían: Esto le levantan a
Fulano, esto dicen de él. Que todo o cualquier cosa, por ser tan feos y malos los dichos, era harta lástima decirlo de un siervo de Dios.
Pero nadie se espantará, pues de la misma inocencia, Cristo Jesús, decían que era indimoniado y comedor 3, etc., todo de envidia de que solo entre los hebreos era el que alanzaba demonios y hacía tan claros, manifiestos y gloriosos milagros, dando vista a ciegos, etc. Y siendo el mismo demonio el que aquí perseguía a este buen fraile y los mismos motivos o barruntos se tenía de esta obra, que habíe de ser un grande y glorioso milagro que en esta obra habíe de hacer Dios, como se irá manifestando, en la cual habíen de alcanzar vista tantos ciegos y salud y espiritual tantos enfermos, como por la obra se va viendo, así no hay que espantar el diablo aquí anduviese tan borracho y desatinado.
Los que acerca deste falso testimonio que le habían levantado querían disimular algo desto, volvían por él diciendo otra cosa que tanto o más lo infamaba, sirviendo de tercer falso testimonio. Decían que no, sino que él en el siglo habíe cometido delitos y que, viniéndose huyendo de la justicia, se había entrado religioso. Hubo acerca desto tantas cosas, tantos dichos, que fuera largo el quererlo contar. Bien se deja entender por las cosas z y lástimas que hoy pasan en el mundo acerca desto a.
5. Fin y elogio del primer recoleto
El pobre fraile, como se vido solo, perseguido y con cosas tan graves como [12v] le pretendieron afrentar y que, para lo que pretendía, no tenía reparo ni por dónde, dejó el convento y fuese a La Membrilla b, al convento que allí tiene la propia orden, do estuvo algunos días. Ya, como absente de Valdepeñas, más a sus anchuras se decía lo que a cada uno se le antojaba. Y las cosas eran más aparentes donde él estaba, por ser más apartado de donde se levantaban c. Fuele forzoso desamparar la tierra y absentarse.
Procurando informarme de la verdad, unos me decían se había ido a Roma a negociar fuese aquello adelante; otros decían se había ido a otras provincias de otros reinos, donde lo dejasen vivir en una celda; otra persona me dijo que d en Roma habíe informado a Su Sanctidad de lo que le levantaban y el porqué y que le habíe dado licencia para dejar el hábito, y que se había recogido a hacer grave penitencia donde estaba informado había muerto; otros decían otras cosas diferentes. Finalmente, nadie convenía con lo que otro decía, ni jamás hasta hoy se ha tenido nuevas deste buen religioso ni sabido cosa alguna. Tengo por cosa muy cierta la Majestad de Dios sólo le quiso para esto que queda dicho que hizo y, últimamente, por su amor, por su hábito y recoleción, fuese martirizado con semejantes testimonios y afrentas e y asemejado a
Cristo en el padecer, llevarlo a que se asemejase a él en la gloria, como dice el glorioso Pablo: Cum apparuerit, similes ei erimus 4. Así, espero en la Majestad de Dios está gozando de los fructos de la cruz, pues en la tierra gozó de ella y gustó la hiel y vinagre que da Dios a gustar a los que mucho ama.
Sólo quisiera que fraile que tal hizo y con tanta osadía y tal padeció, poder haber o pinctar aquí su retrato, para que en sólo su aspecto y rostro se viera dibujado un rostro debajo de quien sólo podía caber virtud y sanctidad f; y que de sólo mirarlo se le podía decir g: buena cara tienes, buenos hechos harás. Y que, quien lo viera, dijera traía en el rostro escrito lo bueno y mucho más que yo escribo en este pobre papel.
6. Interpretación de los hechos
Juzgo a este gran varón y sancto religioso h, en todo lo que hizo, [13r] solicitó y procuró i y lo que después sucedió, lo que suele suceder a los que buscan o hallan thesoros. Veréis que está un pobre cristiano captivo en Berbería o tierra de cualesquier infieles. Ve que su amo tiene en una lámina o plancha de plomo scritos tres o cuatro ringlones que rezan así: «En España en tal provincia tal pueblo tal parte a tantos pies hay un tesoro, gran suma de dineros; que, cabando a tantos estados, se hallarán tales señas y debajo está». El moro tiene este escrito no para él, porque es viejo y no es posible tomar aquel trabajo, pero guárdalo para enriquecer sus hijos con él. El captivo ve dónde lo pone y lo guarda. Va una noche y quítase de ruido, húrtale su lámina y escrito. Viénese a España y por las señas busca su tesoro. Al tiempo de cabar el pobre captivo, llegan otros muchos y pónenselo a pleito, ya porque el solar es ajeno de donde lo saca, ya porque le levantan que por vía de encanto y del demonio lo sabe y lo busca. En esta porfía entremétese la justicia de por medio, confíscase por el rey. Manda su majestad que el tesoro sea para pobres y necesitados y que el captivo, que lo ha trabajado, quede a su cuenta el premiarlo.
¡Dios de mi alma, y cómo parece cuadrar esta similitud en todo lo que hasta ahora ha pasado! Los padres calzados en el capítulo de Valladolid, como en lámina y plancha de plomo j, escribieron en el libro de su acuerdo la acta desta sancta recoleción; pocos ringlones, pero en ellos estaba scrito que habíe regla primitiva rigurosa estrecha y que era bien guardarse, y que hijos de la propia Religión serían ricos si en tal y tal parte cabasen hasta descubrir cosa tan tapada y encubierta k. Esta acta l y escrito lo guardaban, viéndose ellos inposibilitados de descubrir este thesoro, ya porque eran viejos aunque muy siervos de
Dios, ya por estar cargados de officios de la propia Religión, ya porque no trataban de eso. Este buen fraile, de quien dejamos arriba dicho, acertó a hallarse captivo entre ellos, pues captivo se puede llamar un religioso y éste en particular por tener captivos sus pensamientos y deseos de más agradar a Dios. Este captivo, como supo y le constó m [13v] del scrito, calla y a hurtadas cógese. Con la relación dél, éntrase en Valdepeñas, donde enpezó a cabar con su desnudez y pies descalzos y aspereza de vida. Como lo vieron los padres calzados que en tierra y destricto ajeno sacaba tesoros, pónenselo a pleito con los falsos testimonios que arriba digo, ya llamándolo invincionero, enbaucador, engañador y que tenía demonio. Y esto fue verdad que así lo llamaban, que arriba lo olvidé, que éstos eran los nombres y términos más comunes con que lo bautizaban, que de esto fui yo testigo de vista. Viendo la justicia del cielo los pleitos, discordias y disensiones que andaban, métese de por medio y manda que sea hacienda y thesoro confiscado por hacienda suya; y que los padres calzados que entonces allí estaban se queden con el premio del perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer; y que el buen fraile, que por su buena diligencia descubrió o mostró el thesoro o enpezó a cabar en él, se quede a cuenta de Su Majestad el premiarlo en el cielo; y que el tesoro se n acabe de sacar para los pobrecitos que vienen del siglo rotos, pobres y menesterosos y adeudados para que, con las riquezas desta regla y desta Religión, paguen con penitencias lo que deben a Dios por sus culpas y queden vestidos y remediados, como por la obra se va viendo que sucede.
¡Oh sancta y bendita Religión!, si lo que de ti o y de tu regla sancta siento hubiera de decir, no pareciera mucho haberla comparado a thesoro abscondido p, pues se ve de la manera que hoy va enriqueciendo a los que allá vienen y cada día va descubriendo nuevos thesoros y bienes, siendo regla la suya tan larga, tan sentenciosa y aun misteriosa, que cada día, como los que interpretan la Sagrada Scritura hallan nuevos sentidos y interpretaciones santos y cathólicos, de esa manera cada día hallamos cláusulas en nuestra sagrada regla a quien se le dan nuevas interpretaciones de humildad y penitencia y mortificación q. Que cada sentencia de ella parece r doblón de a cuatro o tejuelo [14r] de oro que, trocado en menudas piezas, queda uno remediado. Y es thesoro que hay para s muchos y moneda que es para todos, pues vemos de la manera que en ella va Dios procediendo, vistiendo con tan sancto vestido de gloria a chicos y grandes, pues hoy se ven niños de trece años perseverar con summo rigor en las cosas de penitencia y otros grandes haberse vuelto niños en la humildad y mortificación, de que está tan llena esta sancta regla. No quiero desto decir más, pues aún no hemos llegado a que siquiera haya una casa, según lo que se va escribiendo, sino sólo para mostrar fue tesoro rapartido t y confiscado para pobres.
Volvamos al estado en que quedaron las cosas, ya absente nuestro buen fraile por los falsos testimonios que le habían levantado.
Y, ante todas cosas, quiero satisfacer a una pregunta que me están haciendo tácitamente. La causa por qué no pongo el nombre deste u sancto religioso, de que aquí hago v tanta mención, es porque los enojos que contra él hubo fueron tan grandes y la rabia que tomaron, que podrían, si estos papeles pareciesen tan presto, ya que no pueden en la persona, en el nombre y en los papeles que está scrito ejecutar algunos de sus enojos, habiéndose todavía personas vivas de las que entonces anduvieron así encontrados. Lo segundo, porque espero en la Majestad de Dios antes que me muera dejar un librito de apuntamientos para el bien y consuelo de mis hermanos de muchas cosas muy particulares acerca de nuestra Religión y de personas particulares; y en él pondré el nombre, que es digno de que quede scrito, porque en el nombre y sobrenombre puso Dios harta conveniencia con la gracia w y dicha que tuvo en enpezar cosa tan alta y tan dificultosa, haciéndose dueño x del thesoro que digo escondido 5. También disimulo el nombre por no haber certidumbre de su muerte ni qué se hizo después de tantos trabajos y persecuciones.