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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 5 POR FIN, RECOLETOS EN VALDEPEÑAS

 

1.         Hecho extraordinario el día de santa Inés

 

            Llegado a ya el tiempo en que Dios tenía determinado dar otro paso más adelante en su sancta reforma, y que no era bien aquellos sanctos hábitos b estuviesen mucho [23r] tiempo en percha, sino que ellos lo fuesen y sirviesen de celestiales redes y perchas para coger c nuevas almas para Dios, ordenó el d dueño y señor desta obra saliese el comissario general de Madrid a la visita del Andalucía. Llegó a La Membrilla, do hay e un convento de religiosos de la misma orden, donde visitó.

            Habiendo de salir desta casa para la de Valdepeñas día de sancta Inés segundo, 28 de enero, día en que se fundó nuestra sagrada Religión y hizo Dios aquella señaladíssima merced de mostrar su agrado y voluntad en esta obra a Inocencio III con aquella alta revelación de el ángel vestido con los captivos que trocaba 1; habiéndose de partir este


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soberano día f de sancta Inés segundo, para hacer segunda maravilla, a mi parecer, no menor, pues no es g menos sino antes más levantar lo caído que hacer de nuevo, y dar nuevo principio, nuevo ser y nueva vida a lo que los siglos habían envejecido. Y si eso no quieren que diga, sea día de sancta Inés h segundo en que había Dios de hacer segundos cielos i, segunda gloria y nuevo retrato del paraíso en esta sancta reforma. Llegado este dichosíssimo día que se había de partir el comissario a Valdepeñas j, no a vestir los hábitos a los frailes porque él llevaba eso bien olvidado —y así convenía para que la traza de Dios tuviese menos estorbos—, llama el comissario a un fraile llamado Fr. Matheo Rojo, fraile viejo muy puntual y obediente, y dice el comissario: Vaya, padre, a Valdepeñas y diga al ministro y frailes que me aguarden mañana a las dos de k la tarde, y que les aviso que no se pongan los hábitos de recoletos, que yo iré y lo trataré con el pueblo. Va mi buen fraile con su enbajada y díceles: Padres, que dice nuestro padre [23v] que él estará aquí a las dos mañana, que todos se pongan sus hábitos de recoletos y lo salgan a recebir. Trocando todas las palabras.

            Escudriñemos esta maravilla y nuevo milagro obrado del soberano Spíritu. Es cierto, este fraile no pretendió ni tuvo malicia l en trocar el recado que le habían dado, ni él se atreviera a hacer una desobediencia semejante. Y él se descarga y disculpa con que el comissario se lo dijo y que aquél fue el recado que le dio. También es cierto que el comissario no le dio tal recado, porque, si él lo diera, no castigara al fraile, como luego en continente por el hecho lo envió penitenciado a otra casa; ni hiciera m las lástimas y cuitas que el comissario hizo del dicho del fraile. Pues ¿qué hemos de entender? Que el Spíritu de Dios en el aire trocó las palabras y quiso que este segundo día de sancta Inés tuviese correspondencia con el primero; y que, si en el primero fue ángel el que inspiró, en éste fuese el propio Spíritu Sancto el que obraba; y que, si en el primero se vistieron solos dos, en éste se vistan doce. Ya se sabe que, cuando el sol llega al punto en que llegó antaño, hace las mismas operaciones que antaño. Así aquel soberano sol de justicia Cristo, llegando a este soberano día en que se fundó ahora ha 400 y tantos años esta sancta Religión milagrosamente, quiso hacer los mismos efectos, milagros y operaciones, trocándole a este fraile las palabras, que lo tengo por cosa certíssima. Lo cual, pudiéndolo hacer Su Majestad con tanta facilidad, no habíe de permitir el otro mintiese. Y de que el caso sucedió


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de esta manera, lo firmará aquí un gran religioso y siervo de Dios, a quien le consta n esta verdad por boca de los propios frailes.

            [2m.] Digo ser verdad la cláusula de haber trocado las palabras como se contienen. Yo firmo de mi nombre. [firma] Fray Augustín de los Reyes.

 

2.            Vestición y aprobación de los hábitos recoletos

 

            [24r] Llega nuestro comissario a Valdepeñas. Sálenle todos a recebir con su cruz y nuevos hábitos. Despuéblase el lugar a ver sus nuevos frailes y recoletos y a ver sus deseos cumplidos. Ahora adviertan por charidad qué sentiría el pobre comissario cuando viese lo contrario hecho de lo que él había mandado y que los frailes sólo se ponían el hábito en público para lo recebir a él, que tampoco les pasaba por la imaginación, aunque pienso habíe dos convertidos, y que ya el caso era público. Y que al comissario no se le podía encubrir el ser aquél milagro y voluntad de Dios. ¡Qué fuertes grillos le echó Dios o, que por parte ninguna se le podía ir! Por los hombres, ya no era posible p, porque ya todos estaban persuadidos él lo había mandado, querido y ordenado. Y ya estaba hecho, para Dios, pues, como digo, había visto la inocencia del fraile que no tenía culpa y que, en él y por él, había Dios hecho su obra.

            Con esto, el comissario no sólo no les quitó el hábito, sino les rogó y encareció con palabras de grande amor no se lo quitasen, que él propio buscaría y enviaría por todos los conventos si había quien quisiese ponerse aquel hábito, ser recoleto y descalzo. Y que mirasen, que en ello iba su honra y la de la Religión, que ya sabían era público en Madrid y ahora lo seríe más con aquella campanada; y que, si aquello no fuese adelante, que el mundo los apedrearía. Con estas y otras cosas que les dijo, los entretuvo al ministro y frailes con el hábito hasta que después vinieron otros, como adelante se verá q.

            Pártese el comissario a su visita, y envía dos religiosos por todos los conventos del Andalucía con el hábito de recoletos para que el que quisiere serlo, lo firmase y se lo enviasen a decir. Y el convento se quedó así. Y por algún espacio no volveremos a tratar r [24v] hasta que veamos otras muchas cosas que en ese propio tiempo y día de sancta Inés segundo Dios obró y hizo en otros conventos.

 

3.            Sermón del P. Juan Bautista en Sevilla

 

            A la sazón s yo me hallé en Sevilla. Como arriba dije, me habían llevado por predicador de aquel convento cuando pasé por Valdepeñas


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y dije la primera missa en la casa y fundación nueva. En t este convento de Sevilla yo estaba, donde sucesivamente iban las nuevas de todo lo que pasaba en Madrid y Valdepeñas, aunque no como ello era: cuándo decían más, cuándo menos. Finalmente, iban cada día nuevas de la recoleción. Y se trataba algo, aunque no cosa de consideración por estar tan lejos y nada haber cierto ni que se supiese que persona particular lo tratase, más de cosas a bulto: ya hacen constituciones para la reforma, ya hacen hábitos; pero no decían: ya hay un recoleto u, porque no lo había para poderlo decir.

            Sucedió v que el mismo día que los frailes en Valdepeñas tomaban el hábito —como dejo dicho, el fraile trocó las palabras día de santa Inés segundo—, por ser la fundación de la Religión y caer en domingo 2, cúpome en Sevilla aquel sermón que predicar. Nunca este día se acostumbra a hacer fiesta en la orden ni haber sermón, aunque se reza como fiesta duplex. A mí diome gana de estudiar de la fiesta y fundación, aunque poco y mal concertado como siempre lo hacía w. La mañana que había de predicar preguntóme el P. Fr. Joseph de Valencia, que ahora es maestro y entonces era grande predicador, preguntóme de quién había de predicar. Díjele que de la fundación. El diablo, que sabía lo que en Valdepeñas pasaba —cómo aquel día se vestían el hábito—, no quisiera que fuera fiesta con sermón. Y así estuvo [25r] grandíssimo rato persuadiéndome que no lo predicase. Y, con ser contra su hábito, decía cosas que ahora me espanto, porque es un hombre muy celoso de la honra de su Religión. Con todo eso, me decía que no habíe que predicar y que qué podía decir, que se reirían de mí, que predicase el evangelio del domingo lo que supiese o pudiese. Con todo, él no pudo, porque mis pocas x o muchas razones ya las llevaba concertadas.

            Subíme al púlpito. Y confieso lo que en mi vida, me parece, me ha sucedido: que, como los hábitos que se daban en Valdepeñas era por orden del Spíritu Sancto, el sermón que a esas fiestas se predicó en Sevilla fue por ese mismo orden. Porque dende y que me subí en el púlpito hasta que me bajé, yo no fui mío ni cómo hablaba ni quién hablaba ni quién me decía las cosas que predicaba: todo un sermón de excelencias del propio hábito, de su institución y principio, de las excelencias de sancta Inés en orden a la Religión, diez o doce explicaciones del título y nombre de la Sanctíssima Trinidad. Que, si no fuera proligidad, para que esto se viera más claro, había de procurar juntar el sermón, aunque me parece imposible por no tener papeles y tener bien poco escrito de lo que allí dije, para que mejor se vieran las obras de Dios y cómo un mismo Spíritu, aunque en diferentes lugares, hace unas mismas obras. En acabando el sermón, como yo


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estaba así atontado y no si algo fuera de mí, bien inadvertidamente de lo que era hablar con acuerdo mío, dije estas palabras: Encárgoles, por amor de nuestro Señor, tres veces el paternóster con el avemaría por el estado de nuestra sagrada Religión, que no puedo entender sino que hoy le está haciendo señaladíssimas mercedes y obrando grandes misericordias con ella.

            Confieso que, en bajando del púlpito, me hallé corrido, lo uno por los muchos paternostres que les encargué, que no se suele pedir más de uno; lo otro porque los frailes me habían de correr [25v] sobre el decir que Dios estaba obrando misericordias con la Religión, que parece quise decir algunas nuevas y particulares más de las que Su Majestad de ordinario obra.

            El sermón movió de tal manera que todo aquel día no se trataba ni se trató en ninguna celda cosa que no fuese de regla primera y de descalzos y recoletos, tiniendo llenas las almas de ansias y fatigas por ver una regla y Religión tan sancta y que no hubiese quien apelidase más perfección y más rigor z.

            El P. Fr. Joseph de Valencia, que era el que me había persuadido a que no predicase, decía, según me dijeron muchas veces: El es gran sermón; él ha sido gran predicador. Todo esto digo porque se conozca Dios. Porque él no solía decir de mí tal, porque era gran religioso y hombre de verdad y no lo dijera porque en mí no lo habíe el serlo. Todo aquel día me dieron en llamar «el recoleto» y «el descalzo». Y adviertan a que jamás me pasó por la imaginación pensarlo con algún discurso particular, más de la continua afición que yo me tenía a cosas semejantes b. Y esto digo para que se entienda debiera de ser Dios el que echaba las suertes, pues yo no era el que metía la mano en el cántaro.

            Entramos aquella tarde en una celda a ver un enfermo y, en larga conversación que allí hubo, todo fue tratar del sermón y de la reforma, haciéndome a mí primer recoleto. Y saboreábanse tanto en tratarlo que ya no me afrentaba yo que me lo dijesen. Lo cual hasta entonces lo era, pues del que tal se sospechaba, hacían plato y burla. Respondió el padre presentado Bastidas 3, que ahora es maestro, gran religioso siervo de Dios y singularíssimo letrado y hombre que puede muy bien dar su voto en cualquier cosa de las que le he puesto c, dijo a la conversación d: —Buen recoleto hiciera el P. Fr. Juan; y muy buen sermón ha hecho, sino que ha tenido una gran falta. Dije yo: —Dígamelo, padre, porque me enmiende. [26r] Y dije esto con algún cuidado porque, como yo sabía él era tan gran letrado y yo saber tan poco, temí no hubiese dicho alguna necedad. Dijo: —No, padre, sino que en


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el sermón mostró alguna soberbia y presunción. Y declaróse esto lo decía porque, estando yo predicando y diciendo algunas cosas que me daban allí tan de balde, dije: «No qué se es esto, que ni lo he leído ni estudiado, sino que me lo da Dios en alabanza deste sancto hábito». Yo desculpéme con el buen presentado por el conocimiento que Dios me había dado para entender que aquel sermón no era mío y, de lo que es ajeno y conocido por tal, ese mismo conocimiento es el que es contrario a la soberbia. Y harta más tuve yo en el desculparme y pesarme de que el fraile me tuviese por tal, según las palabras con que entiendo lo procuré satisfacer.

            Deste principio por muchos días quedó en la casa de Sevilla entablada la conversación y plática de la descalcez y recoleción e. Y, cosa admirable, que se trataba entre chicos y grandes sin que hubiese quien diese vaya, murmurase o hablase mal de ella; y esto en público y en secreto, chicos y grandes. Porque luego vino allí el padre maestro Zafra, que era el provincial, y dio cuenta de lo que el padre f comissario le habíe scrito, dándole cuenta de todo lo que habíe pasado en Madrid. Y vinieron cartas de lo que últimamente pasó en Valdepeñas. Y así, se trataba en su celda muy de ordinario con mucho amor, celo y devoción, porque g, aunque quisieran murmurar de alguien, no habíe de quien, porque fueron nuevas [que] todos los recoletos eran enprestados y que el comissario andaba a buscar quien se quisiese poner los hábitos de veras.

 

 

 

           




a            al marg. Capítulo XIV. Va el comissario a Valdepeñas y sálenle a recibir en hábitos de recoletos los frayles día de Sta Inés 2.º 1596 de 2m.



b            sigue ábitos tach.



c            ms. goger



d         ms. e



e corr. de avía

 



1         Según antigua tradición, san Juan de Mata recibió la inspiración para fundar la Orden Trinitaria durante su primera misa, celebrada en París el 28 de enero (fiesta de santa Inés «secundo») de 1193: «vio» a Cristo sentado (el «pantocrator»), asiendo de las manos a dos cautivos, uno blanco y el otro negro. Idéntica visión se cree que tuvo Inocencio III el 28 de enero de 1198, en virtud de la cual habría decidido aprobar la fundación con regla propia (17XII1198). Luego, se generalizó la creencia de que, en ambos casos, en vez de Cristo, había aparecido un ángel vestido de trinitario. Por todo ello, santa Inés es patrona de la Orden. Cf. ANTONIN DE L'ASSOMPTION, Les origines de l'Ordre de la Très Sainte Trinité d'après les documents, Roma 1925.



f             sigue que tenía Dios guar tach.



g         corr. de en



h         sigue la tach.



i          ms. cielo



j al marg. nótese esto de 2m. 



k            dos de corr. de donde 



l            sigue porque el comissario tach.



m ms. hiera

 



n            ms. costa



o            sigue pa tach.



p            sigue para con tach.



q            sigue pártese el comis tach.



r         sigue de los su tach.



s            sigue ábit tach.



t             corr. de a



u            sigue como tach.



v            al marg. ojo de 2m.



2         Domingo 28 de enero de 1596.



w           sigue el tach.



x            porque mis pocas subr.



y            subr.

 



z            sigue en tach.



a         ms. advierta



b         sigue entramos en tach.



3         El padre presentado Fr. Bernardo de la Bastida, a la sazón teólogo lector del convento: Liber Provintiae Beticae O.SS.T. de Redemptione Captivorum pro Capitulis Provincialibus: AHN, Códices, libro 280B, 3v.



c         sigue no tach.



d            sigue muy tach.

 



e            ms. recolegión



f             sigue Guz tach.



g            sigue nin tach.

 






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