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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 13 MOTIVOS Y PREPARATIVOS DEL RECURSO A ROMA

 

            Y púsome Dios en la imaginación cuánto mejor sería irme a Roma y procurar fuese adelante mi recoleción, que no irme a Argel. Con estos pensamientos anduve dos días sin decirlos a nadie, procurando primero si podía con él se hiciese en paz y sin trabajo lo que se había de hacer con la ida a Roma.

 

1.         Apoyo del P. Avila y de personas de la nobleza

 

            Sucedió que, como el padre maestro Avila así nos ayudaba, viéndome así afligido, díjome en su a nombre fuese a hacer algunas visitas graves, que él tenía todo lo principal de la corte. Entre otras, fuimos en su nombre a casa de la señora marquesa de Almenara, allí vecina, donde, por estar indispuesta, había en su visita tres o cuatro señoras de título. Yo llevaba un compañero lego, gran siervo de Dios, de quien después habremos de decir largo 1. Yo, como iba afligido y vi tanta devoción en gente tan principal, estuvímonos dende las b tres de la tarde hasta ya noche tratando cosas de Dios y alabanzas del Sanctíssimo Sacramento. Quedamos con todas tan amigos, que cada una nos pedía nos fuésemos un día a su casa a decir missa c.

            Luego el primer día cúpole a la condesa de Cifuentes, pienso se llama doña Blanca. Gustó tanto de nuestro hábito, que quedó concertado hiciésemos un monasterio en un pueblo suyo. Díjele fuese a hablar al comissario por ver si, con semejante mujer y ofrenda, lo aplacaba. Por otra parte, enviaban las otras señoras recados al comissario que les enviase allá los recoletos. Una vez en sus casas, luego otros recados: que no podían dejarnos venir, sino que comiésemos allá. El, de que vido que, por una parte, nos daban casa, por otra parte, andaba la fiesta [56v] de aquella manera, verifica su tentación en decir que do entraba hacía lo que quería y que yo le había de quitar de la silla. De donde no sólo no quiso se tratase la fundación de la condesa, pero me mandó me volviese luego a Valdepeñas.

            La condesa enfadóse de ver y entender algunas cosas, de donde yo me declaré con ella por ver la afición que nos tenía y le di cuenta de lo que hacían con la recoleción y cómo yo tenía pensamientos de irme a Su Sanctidad y pedirle pasase esto adelante y confirmase los hábitos y constituciones que ellos habían hecho, que eran aquellas tan acertadas de quien arriba hago mención. Respondióme d lo pusiese por obra, que ella me ayudaría con lo que pudiese y que, si fuese necesario tomar su manto para me buscar cartas y favores, lo haría. Y lo cumplió honradíssimamente.

           


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Di cuenta al padre maestro Avila en secreto de lo que pensaba hacer. Acuérdome que, paseándonos en el patio y claustro bajo, dándole esta cuenta, con un spíritu que pienso era de Dios y dando e con los pies golpes en el suelo, dijo estas palabras: Vaya, padre, y Dios le ayude, que yo espero en mi Dios que tengo de pisar este suelo con alpargatas. Si fue encarecimiento o si era profecía, Dios lo sabe. Y las cosas no van f hoy muy disparadas, ni el padre maestro Avila, aunque al presente es provincial 2, es tan indevoto destas cosas, que no podría ser.

            Ahora, pues, en aquellos días que estuve en Madrid, negociamos muy buenos recados, cartas de favor; algunas notó el padre maestro Avila y las firmaban ellos. Y nadie se espante g habiendo en esta ocasión ayudado el P. Avila y después, cuando vine de Roma, ser contrario, porque pudo parecerle bien la obra y los medios por donde se guiaba aborrecerlos por no haberle Dios descubierto la conveniencia que en esto había h.

 

2.            Preparativos inmediatos del viaje

 

            Con estos recados, pártome a Valdepeñas a mi convento, [57r] donde secretamente se hizo información en casa del administrador con lo más grave del pueblo de todo lo que el provincial había hecho y digo arriba sucedió en la visita, sin que ningún fraile del convento lo supiese ni jamás entendiesen cosa porque no me atajasen los pasos.

            Para este viaje i apresté tres cosas: papeles, cartas e informaciones que poder allá presentar. Lo 2.º, dineros, que fueron treita ducados que en Madrid me habían dado. Y confieso que, ofreciéndome el hermano Francisco el de Alcalá dineros para el viaje, no los tomé por dos cosas: la primera, porque me parecía, si iba cargado de dineros, era bastante para que no negociara viéndome así cargado de dineros —y si los treita ducados no me dieran aquellas señoras, me acuerdo no era aquello lo que me daba pena y no lo buscara—; lo 2.º, el temer, si me cogían los padres calzados, me habían de tener por propietario y por hombre que lo llevaba hurtado. Y así le respondí al padre maestro Avila no quería dineros, porque salió a darme los que quisiese.

            Lo tercero que apresté para este viaje fue compañero cual convenía para que, en medio de mis penas y aflicción, me consolase. Este fue un fraile lego que siempre había vivido allí conmigo en Valdepeñas y el que llevé a Madrid; y siempre lo sacaba en mi compañía cuando iba fuera. Fue un fraile del Paño, que, por tener la virtud y presencia de Dios que ahora se verá, en todas las cosas que hubo en Valdepeñas


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en nada se metía, porque se las había a solas con Dios. Y porque ha de ser necesario saber dos cosas que en el viaje hasta la mar me sucedieron con él, ha de ser necesario escribir aquí su vida, aunque siento hacer tan larga digresión. Pero podrá servir este sancto y su vida j, al que esto leyere, de lo que sirve la música y cantar en las comedias mientras sale otra jornada, pues lo había de ser y en la scritura lo será jornada larga el viaje de Roma, lo que el diablo hizo, rabió y se mordió las manos. En el entretanto que no volvemos a proseguir nuestro viaje, ruego a mis charíssimos hermanos oigan la consonancia y suavidad de la música de nuestro buen lego y compañero, la consonancia de sus obras, su altíssima oración, que fue y era un canto que pienso yo más de muchas veces se puso Dios y los ángeles a escucharlo. Oigámoslo nosotros, y a mi cuenta si no se han de quedar saboreando [57v] [y] deseando oír más.

            Y adviertan k cómo, en los edificios más caídos de la casa de Dios, nunca falta un paredón que se quede inhiesto para en él guardarse l del tiro del agua o torbellino. Así fue mi querido lego en este edificio que se nos cayó de Valdepeñas, que para mí sirvió de guarida y reparo del tiro, y de otras muchas cosas como ahora se verá.

            Y porque este religioso sólo vivió conmigo el tiempo que estuvo en la recoleción, porque yo no lo conocí en el Paño, pediré a un religioso que al presente se halla en mi compañía, de quien después al segundo viaje que hice a Roma será necesario hacer mención larga 3; a este siervo de Dios pediré me scriba lo que de él supo el tiempo que con él vivió. Aunque por mucho que diga, se ha de ser todo nada, porque todo lo que en el Paño se sabe, aunque haya mill sanctos, es poco, porque son penitencias y azotes hechas por los camaranchones, tapadas y encubiertas de los que tienen por officio hacer platillo de cosas semejantes; y por nuestros peccados, si las penitencias y virtud es mucha, como la de nuestro hermano lego, que no se pueda hacer sólo en los camaranchones, sino que necesario sale afuera y se ve en el rostro, luego lo canonizan porque es un tonto y bestia, como estuvo muchos años canonizado nuestro charíssimo hermano entre ellos. De manera que lo que allá hizo necesariamente se ha de saber poco de ello, porque o lo hizo en los camaranchones o lo taparon con decir que era un tonto. Y así será poco lo que nuestro hermano podrá decir de él de lo que allá pasaba. Después diré yo lo que hizo y pasó en la sancta reforma.

 

3.            Testimonio sobre Fr. Esteban de la SS. Trinidad

 

            Es m de tanta fuerza la voz de la santa obediencia, hermano charíssimo, que a los más descuidados y dormidos Samueles dispierta y pone con cuidado,


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como con su voz y mandato su charidad conmigo ha echo en mandarme apuntase pensamientos y obras tan durmidas en mí cuanto fuera de pensar supiera poner mano tan puntualmente en la vida y obras que nuestro Señor fue servido dar gracia obrase un siervo de Dios de los de su casa. Tengo por cosa certíssima que el mandarme hiciese esto ha sido particular traza y providencia del cielo para que no fuesen ocultas y enterradas las obras y hazañas deste bienaventurado n siervo suyo. Quisiera yo mi lengua y mano corriera tan a la larga en manifestar y scribir su vida cuanto lo fue este dichoso siervo suyo en su aspereza y penitencia. Mas, pues vuestra charidad no me da más mano de que apunte algunas cosas notables de que yo soy testigo de vista en el tiempo que le traté y conocí, eso haré con la brevedad que su charidad pide.

            Digo, pues, conocí a nuestro hermano Fr. Esteban por tienpo de más de veinte años, parte dellos continuados. Tratéle, comuniquéle y confeséle muchas veces por tenerle particular afición, por conocer dél lo merecía su bondad y virtud de vida.

            [58r] Supe de su misma boca ser natural de Bujalance 4, lugar en el Andalucía o. La causa de venirse a la Religión fue cierta persecución de un hermano suyo, con el cual tuvo algunos encuentros por irle a la mano en algunas cosas contrarias a la bondad deste siervo de Dios. Pidió el hábito en el convento que nuestra orden tiene en la ciudad de Andújar. Diósele en el año de 1579, siendo ministro en aquel convento el P. Fr. Juan Cano. Luego que recebió el hábito, dio p muestra de su santidad y virtud, porque, como vuestra charidad sabe, aunque más oculta y encerrada esté la luz, sienpre no faltan resquicios por donde se eche de ver.

            Desde luego ocuparon a nuestro hermano en officios humildes, como el de la cocina y otros de la comunidad, en los cuales se exercitaba y cumplía alegremente, no faltando por los trabajos dellos a sus exercicios de oración y penitencia. Después de algunos tiempos, conociendo dél ser útil y provechoso para la labor del campo, por ser su arte éste, le mandó la obediencia fuese a una heredad que dicho convento tiene una legua de la ciudad, donde le conocí y traté muchas veces estando con él algunos días; donde me regaló y curó en cierta enfermedad que allí tuve más de dos meses; donde esperimenté más cumplidamente la mucha santidad y charidad dél.

            Su ordinario comer, mientras en aquella heredad estaba, no era más de una vez al día. Su manjar y comida era pan y agua y algunas yerbas de las que, en un jardín que allí estaba, plantaba. Y esto no todas las veces, porque, diciéndole yo: Hermano Fr. Esteban, ¿por qué se trata tan mal, pues su trabajo es tan ordinario y tanto?, la respuesta que daba era con grande alegría y regocijo: Hermano, así se ha de tratar este asnillo para que no tire coces.

           


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Era humildíssimo en sus respuestas y razones. Su vestido interior era continuo cilicio q unas veces de cerdas, otras, que era lo más ordinario, un saco a manera de costal, éste traía pegado a las carnes; sin otros instrumentos de cilicios r como rallos, sogas y pleitas que, ultra del saco de jerga que por túnica s tenía, se ponía en tienpos diferentes. Después de sus ordinarios trabajos del día, que siempre era cavar las cepas de la viña y otros árboles de una güerta o jardín que allí la heredad tiene, tenía prolixa y larga oración en una ermita que está en la dicha heredad, donde tenía sus ordinarias disciplinas con grandíssimo rigor; éstas se daba con unos cordeles doblados, que para este efecto tenía, como azote.

            Nunca se le conoció cama donde reposase después de los largos trabajos de todo el día y las largas vigilias de la noche. Sólo se le conoció un sitio y lugar más apropiado para gallinas que para honbre, que era debajo de la vuelta de una escalera, donde tenía ciertos manojos de gavillas.

            Era devotíssimo de la Madre de Dios, en particular de la fiesta de la Purificación, la cual celebraba con grandíssimo regocijo. Vídele en cierta fiesta destas hacer una cosa digna de memoria, y fue que, faltándole jumento en que poder llevar ciertos manojos de romero [58v] y muerta 5 a la ciudad para solenizar la fiesta y adornar la capilla de Nuestra Señora, hizo el bienaventurado devoto cuatro manojos o haces bien grandes, los cuales en una noche puso sobre sus honbros a la puerta del convento dentro de la ciudad por el orden que diré. Después que los tuvo hechos y ligados, cargóse el uno sobre sus honbros y, llevado una gran parte del camino y dejado, vuelve al lugar donde dejaba los otros y cargóse otro y pasólo otra gran parte del camino delante de donde había dejado el primero; y desta manera, cuando vino el día, tenía todos los cuatro manojos a la puerta de la iglesia del convento. Considere el devoto cristiano lo que pudo hacer la devoción grande que tenía a esta Señora, pues, con estar el lugar y monte donde cargó y hizo los haces más de legua y media de la ciudad, [por] el amor desta Señora, que le habrá bien pagado lo que hizo, andar toda la noche con aquel cuidado y solicitud por sólo solenizar esta t fiesta, en la cual procuraba atraer toda la ciudad. Refería este dicho a todos este día: Señores y hermanos, ninguno ha de tener juicio, todos celebremos la fiesta de la Madre de Dios. En la cual él hacía siempre una confesión general. Y ésta era la mayor que de su parte este día podía hacer.

            Sus confesiones y comuniones eran de ordinario de ocho a ocho días. Y para haberlas de hacer, venía todos los domingos desde la dicha heredad al convento a hacerla y, hecha, se volvía sin más detenerse,


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llevando a sus cuestas el pan y las demás cosas necesarias para labranza de la heredad y sustento suyo, que, como queda dicho, era sólo pan y agua y algunas yerbas.

            Otras cosas muchas y de grande edificación se podrán decir deste siervo de nuestro Señor, de las cuales, por la brevedad del tiempo con que éstas digo tan sucintamente, no me acuerdo. Será Dios servido otro las manifieste y diga, como tan notorias a todos los que le trataron y conocieron. Esto he dicho porque le traté y tuve particular amistad y communicación con él, y él a mí me tuvo por padre de su conciencia algunos tiempos y yo a él por hijo. Y ahora le tengo por uno de los bienaventurados que gozan de los tesoros del cielo, en el cual, por su santa misericordia, nos veamos todos u. Amén v. [Firma] Fray Augustín de los Reyes.

 

4.         Más información sobre Fr. Esteban

 

            [59r] Demás w de lo que nuestro hermano Fr. Agustín ha dicho del hermano Fr. Esteban de la Sanctíssima Trinidad —que el sobrenombre que tenía en el Paño no me acuerdo—, fue lo siguiente.

            Viviendo él en Andújar, en su desierto o cortijo que el convento tenía en el campo, estando en visita el provincial en la casa x, vino él allí y rogóle le diese licencia para ir a ver dos hermanas que tenía en la ciudad de Sevilla. El provincial, como le quería bien, diósela. Fuese a Sevilla, como él solía andar, a pie y descalzo, particularmente en obras como la que ahora hizo. Entró en el convento de los padres calzados y mostró su licencia: cómo le daban licencia no si por nueve días para ver a sus hermanas.

            Hase de suponer que en aquella sancta casa está la cueva y pozo do estuvieron presas las dos hermanas sancta Justa y Rufina, debajo de la iglesia, lugar estrecho y harto húmedo pues está pegado al mismo suelo de la cueva el agua del pozo que se vertió y fue a dar de beber a las dos vírgines, quiriendo el tirano matarlas de sed.

            En el punto que entró mi buen Fr. Esteban, éntrase en la cueva y estáse allí nueve días; que no si me dijeron salía a comer. Tuvo aquel tiempo ocupado en oración tal cual él y y Dios saben. Pasado este tiempo, va a tomar la bendición para volverse a Andújar. Dícenle: Pues, Fr. Esteban, ¿no vais a cumplir la licencia con vuestras hermanas? Respondió: Ya la he cumplido y he estado con ellas, que yo no tengo otras hermanas sino sancta Justa y Rufina; y con esta visita he cumplido mi licencia.

            En la oración de esta cueva le hizo Dios merced de mostrarle una cosa harto notable. Estando puesto z en oración, dice que vido cinco velas que habían estado encendidas; y cuando él las vido, estaban muertas


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y humeando; y en medio de ellas había otra grande muy bien encendida y ardiendo y dando claridad a toda la cueva. Dice: Cuando yo vi aquellas que humeaban, y su humo daba pena, y la otra encendida, fuime a levantar para las querer encender; por mucho que hacía, no querían arder. Dijéronme: No te canses, que no han de arder. Pues, Señor, —dije— ¿qué significa esto? Respondiéronme: Mientras uno no tuviere los cinco sentidos muertos y la charidad muy encendida, no puede ser perfecto.

            En esto, si aquella visión representaba a nuestro hermano, dichoso estado era [59v] el que tenía. Si le quisieron decir lo que le faltaba, que era que humeaban todavía sus sentidos, yo le conocí tan muerto en ellos, como luego se verá. Salióse, pues, de su cueva y el sancto lleno de gozo [va] a los catredáticos de theulugía que entonces había en aquel convento, porque leían las cátredas de la universidad de prima y vísperas, y díceles (si fue a uno o muchos no lo ; cuando a mí me lo dijeron, público era); díceles: Padres theólogos, ¿qué significan cinco velas muertas y una encendida, y la luz de la encendida no quiere communicarla a las cinco que humean? a Cada uno daba su parecer bien lejos del blanco. Respondió: Dense por vencidos, que yo lo diré; ¿saben qué es?: que, si han de ser perfectos, han de morir del todo los sentidos y sola la charidad ha de estar encendida, de suerte que ni aun humo no tenga; y el no dar la charidad su luz a las otras velas que son los sentidos, es porque por ellos no entre aire que apague esta luz.

            Este sancto debiera de comunicar esta visión porque quizá fue para aquellos magnates y para que se echase de ver cómo al ignorante Esteban se le rinden las cátredas b más subidas de las universidades. Y ellos se honraron de ser enseñados del que inmediatamente lo c había sido de Dios; y dende entonces en particular le quedaron devotíssimos, porque, yendo yo a Sevilla, no decían dél menos que llamarlo sancto d, y no tonto pues e se le rindieron con toda su sabiduría. Esto lo de boca de f algunos que allí estaban y con quien él lo trató. Podránse informar, si quisieren, del padre maestro Avila, del padre maestro Escalante y del padre maestro Bastidas, que de algunos de ellos lo supe yo. Y después, en la recoleción, siendo su prelado, entre otras cosas que me dijo, ésa fue una, porque, para consuelo mío, le había mandado me dijese todo lo que le había pasado con Dios.

            Estando en esta heredad donde él era casero, había cuatro días que en la casa de Andújar se había muerto un fraile sacerdote. Estando una tarde cavando en su viña, vido cerca de sí a su fraile difunto vivo. Fuese a él [60r] turbado y díjole: —¿Qué es esto? ¿El no es el PFulano?

            Respondió: —Sí.

            —Pues ¿no se murió?

            Dice: —Sí.

            Y el Fr. Esteban le dijo: —Pues ¿dónde está, padre?

           


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Respondió: —En el purgatorio.

            —¿De qué manera es?

            Dijo: —Un pozo muy hondo, la boca es ancha y el suelo estrechí­ssimo y angosto; y somos quemados y caldeados en aquel lugar con las llamas y fuego que sube del infierno; no me preguntes más, ve a Andújar al P. Fulano y dile que los hábitos que le dieron para que me dijese treita missas que ¿por qué no lo hace ni tiene pensamiento de decirlas, que padezco mucho en aquel lugar? Y, con esto, desaparecióle. El FrEsteban fuese a Andújar y, sin saber otra cosa del repartimiento de los hábitos que en el convento habían hecho del difunto, fuese al fraile y dícele: —Venga acá, padre, ¿por qué no tiene pensamiento de cumplir con esta deuda? Respondió: —¿Quién os mete a vos en eso, que sois un tonto? Púsolo muy malo. El Fr. Esteban contóle lo que le había pasado con el difunto, diciéndole cumpliese con él; si no, que vendría por sus hábitos.

            Pudo la Majestad de Dios usar con este difunto desta dispensación lo uno por el bien del propio difunto; lo otro, para que se manifestase la virtud, fortaleza y charidad de nuestro Esteban, no sólo para con vivos sino para con difuntos, como adelante se verá haberla exercitado con todos; lo 3.º, para reprehender el descuido del deudor; lo 4.º, para desengañar a los religiosos que deben missas, que las han de pagar acá u allá siendo caldeados con fuego del infierno. Y esto súpelo de el propio fray Esteban.

            Era castíssimo por estremo. Quien no supiere muy de raíz sus penitencias y asperezas, no podrá entender de la manera que habíe rendido la carne, porque en ella habíe quedado g tan seco y enjuto y curtido del sol, que, si en el tanto tuviera h proporción, lo comparara a un bacallao o abadejo seco. Esta virtud la tenía en el cuerpo y en el alma, de tal manera que un día, yendo algunas mujeres de Andújar a las heredades commarcanas, fueron unas doncellas i ricas y honradas donde Fr. Esteban estaba cabando. Una de ellas, que sabía y conocía la virtud del fraile, díjole llegándose j a él [60v]: —P. Fr. Esteban, déme un abrazo. Mi pobre fraile ya debiera de entender se lo había dado; levanta el palo del azadón y dale en aquellos brazos, de suerte que la maltrató con el golpe y no si le desconcertó el brazo k a la que venía tan desconcertada a tentar el sancto. Y esto lo a algunos frailes.

            En este propio lugar le sucedió otra cosa, con que queda bien mostrada la charidad y cuán encendida l y ardiendo tenía la hacha que allá le mostraron; que he estado pensando si lo diría, que no es para imitar. Ni hasta hoy nadie lo supo ni él lo quiso decir, pero, apremiándole yo a que me dijese lo que allí le había pasado, me contó esto que le sucedió: Que a prima noche se le ofreció a un hombre o casero de aquellas casas, que allí cerca están, llegarse aquella noche a Andújar. Tenía su mujer en días de parir; la pobre mujer no se atrevía a quedar


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sola en su alquería; y aquella hora no era bien llevar una mujer tan pesada a el pueblo. Fue el marido y rogóle a fray Esteban gustase de que en algún rincón de su casa se quedase su mujer aquella noche. El sancto no lo quiso consentir, pero consintió que en la iglesia que tenían allí los padres calzados quedase, conque la mujer había de cerrar por de dentro y el fraile por de fuera. Hecho esto, mi hombre vase a Andújar y mi fraile recógese. Y a las once de la noche oye que mi mujer está dando grandíssimos gritos y alaridos, con que se obligó a ir allá a ver qué tenía. Va y hállala con dolores vehementíssimos de parto. Mi mujer ya ven en aquella hora cuál estaría sola en una iglesia, sin mujer que la ayude, sin hombre, sino sola con un fraile de aquella manera, que la atrancaba y cerraba. Pues miren mi pobre fraile cuál estaría: —Si la ayudo, podrá ser traza de satanás, y no es lícito un religioso llegarse tanto a mujeres, etc.; si no la ayudo, podrán peligrar dos vidas, la de la madre y la del hijo. Mi buen fraile, después de haber tenido oración, determínase y concierta de traerla a cuestas hasta Andújar, porque no tenía cabalgadura la una ni la otra; y llévala a cuestas todo aquel camino, que me dicen hay cerca de dos leguas. Cierto, esto no lo podía hacer sin inspiración del cielo, porque, a mi [61r] parecer, ni es para hacer otro que él —por ser quien era y mandárselo Dios, lo pudo hacer— ni para scribir, pero, como esto lo ha de ver nuestro Padre, podrá borrarlo si le pareciere.

            Estando, pues, en esta heredad, él pidió licencia para se venir a la recoleción. Diéronsela, y vino a la casa de Valdepeñas, do estuvo, pienso, más de un año m. En él, a mi parecer, según lo que de él diré, él debiera de alcanzar un altíssimo grado de unión con Dios y presencia continua suya. Andaba tan enbebido en Dios, que apenas se n acordaba de las cosas del cuerpo, de manera que muchas veces salíe de la celda vestido de manera que, a quien no sabía de qué procedía aquel descuido, le era motivo de risa: unas veces venía con los o medios hábitos vestidos, olvidándose los demás; otras veces entraba en el coro a la oración como quien va a cavar, con sus haldas alzadas yendo a la oración; otras veces vestido al revés. Y éste no es lugar de decir encarecimientos, sino decir verdades muy medidas. Y digo que era tan continuo el no acordarse de otra cosa más del acuerdo interior que tenía de Dios y aquel enbebecimiento, que, habiéndole enviado un agosto a Sancta Cruz 6 a pedir el p trigo de limosna, habiéndose estado allá muchos días, díjole la hermana y güéspeda que tenía que fuese a la güerta de casa q a Valdepeñas por unas coles. El madruga y llega a nuestro convento y entra en casa y, sin hablar a nadie r, vase a la güerta y toma su carga de coles y tórnase a salir. Yo acerté a estar por allí y vile que salía de casa su jumento cargado. Llamélo: —Pues ¿qué es esto, Fr. Esteban?


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¿y no hay más bendición ni licencia? Llega a mí y, sin hablar palabra, besa el scapulario y vuélveme las spaldas. Pésese semejante enbebecimiento. No hay que sospechar esto fuese malicia ni atrevimiento querer sin licencia hacer aquello, ni decir se usaba hacerlo, porque había entonces, por fuerza o por grado, summo rigor; ni decir era tan ignorante que no supiese [que] a entrada y salida se toma la bendición del prelado, por más relajada que esté la Religión, cuánto más para dar una carga de hortaliza a seglares. Lo que siento es que él vino transformado en Dios y anejado 7 de sí; y con eso ni sabía do entraba ni do salía, ni se acordó de bendición ni de dar cuenta cómo le iba ni preguntar cómo estaban los de casa. Dirá alguno: —Pues dígame, [61v] su charidad, ¿cómo acertó al convento y coger las coles y tornarse a salir? Respondo que ya sucede estar un hombre durmiendo y levantarse y hacer cosa tan acertada como si estuviera dispierto; y así no hay que espantar que este hermano, en el sueño espiritual que tenía, sin dar parte a los sentidos, hiciese esto s.

            Otra vez le hallé en la güerta con un librito en que de ordinario leía —que nunca tenía más de al padre Alcántara De oración 8 y un t Contemptus mundi 9— y sus antojos puestos y en lo que actualmente estaba cavando u; halléle fuera de sí, de suerte que no me vido, ni yo quise dispertarlo acordándome de aquello que el Spíritu Sancto dice: Ne suscitetis, neque evigilare faciatis dilectam, donec ipsa velit v 10. Otra vez, siendo cocinero, fregando los platos después de comer, se debiera de subir con Dios al cielo a que allá le diesen el postre. Lo hallé entre los platos fuera de sí; y tampoco lo divertí ni llamé. Y fui a cabo de rato otras dos veces y procuré hacer ruido, y no volvió. Tenía en esta ocasión w una postura que, a mi parecer, ni dispierto ni dormido nadie la podía tener, porque se quedó ni sentado ni en pie ni de rodillas, sino doblado el cuerpo, que no cómo pudo estar un instante.

            Decía le daba mucha pena las muchas obligaciones que tenía de avemarías y paternostres x, y todo era porque sentía molestia de divertirse del recogimiento interior. También nacía de aquí que, aunque comía una comida con gana, que pienso aquello era más engullir que comer, como hacen los que están al cabo para pasar a la otra vida y; aquel comer, digo, pienso era más engullir que comer, como quien estaba ya tan de paso para otra vida. De aquí nacía que, como z a él le diesen su comida, jamás reparó en que fuese la cosa más mala y baja que se pudiese imaginar, como yo le vi una vez enllenar de hojas de rábanos la comida principal, como si fueran cosas regaladíssimas.

            Otra vez, saliendo él y yo de Herencia a en medio el verano, pidióme licencia para se ir delante. Por amor de su oración, dísela. Y él iba


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tan olvidado de sí, que se perdió y fue a dar donde un ciego no fuera, porque [62r] más iba atrás que adelante; fue a dar a Villaharta y Arenas 11. Y Dios, que quería que a b su siervo no le faltase la refección, quiso que yo y el carretero con quien venía nos perdiésemos, en una tierra que los carreteros la tienen medida a palmos, y fuimos a dar a una venta que está entre Arenas y Manzanares, donde fue fuerza descansasen las mulas y hiciésemos tiempo para que llegase el justo que andaba perdido. Cuando yo lo vi, se me salía el alma de contento.

            Preguntéle: —¿Dónde ha andado, hermano Fr. Esteban, que yo me he perdido?

            Respondió: —No , hermano, por ahí he ido a dar a un pueblo o dos.

            Díjele: —Venga, hermano, y comeremos.

            Respondióme: —Déjeme, hermano, por amor de Dios; si su charidad quiere, déme pan y un poco de vinagre aguado.

            Diome pena no me quisiese hacer compañía, porque yo traía necesidad de más. Tomó su pan y vinagre y, sin hablar más palabra, váseme detrás de la venta, do se estuvo hasta que nos partimos.

            Desta oración tan alta y presencia de Dios le nacía una sabiduría celestial, que ninguno que le oyera hablar pudiera dejar de conocer que hablaba Dios en aquel pedazo de barro mal compuesto para el mundo. Como sus palabras eran tan llenas de Dios, para pasar el trabajo del camino, de ordinario lo traía conmigo y le preguntaba cosas que después las tenía por admirables sentencias para predicar, como en dos comparaciones que trujo en cierta conversación, como ahora diré, se podrá ver.

            Este fraile había alcanzado tan grande paz y quietud interior, que cosa no le daba pena y apenas se riía; siempre, siempre de un color. Viniendo un día de Almagro, díjele: —Hermano Fr. Esteban, dígame por amor de Dios, ¿qué hizo para alcanzar ese sosiego y paz? Después de se haber escusado, mandéle me lo dijese. Respondió: —Pues me lo manda, hermano, como a mi confesor y prelado lo diré. En el tiempo que estuve en Andújar en aquella heredad del campo, en nueve años vestí un vestido justo de cerdas orilla las carnes, el cual le traía tan justo que apenas me dejaba trabajar; y la mayor pena c y penitencia [62v] que tenía era ir a cavar con él a la viña; traía en los muslos rallos. Anduve estos nueve años tras Dios como el perro tras la liebre: que lo verá su charidad que aquí la güele, allí le da el viento, allí la descubre, allí se le esconde y el perro con mill ansias, la boca abierta, no deja mata que no salta, ya corre, ya se lleva los ojos saltando tras ella, todo esto hasta que la tiene y la coge. En aquellos nueve años anduve yo tras Dios desta manera: aquí lo güelo, aquí me da su aire, allí lo veo, aquí se me esconde; con estas ansias, la boca abierta,


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hermano, daba mill saltos haciendo cada día penitencias nuevas y nuevas carreras; y así nada me satisfacía de todas mis penitencias, todo me parecía poco por no me entregar y coger a Dios que tanto corría, hasta que, a cabo de estos nueve años, fue Dios servido. Y no dijo más. Díjele: —¿Qué fue Dios servido? Respondió: —Hermano, no me lo mande por amor de Dios, que conviene que no lo diga, que es el demonio muy sutil y me dará pena descubrirlo. Díjele: —Pues dígame la causa de hacer tantos años a esta fiesta de la Purificación de la Madre de Dios. Respondió: —Todo es uno, hermano, pues me ha dado licencia para callar lo uno, me la ha dado para que no diga esto. Y, como vi le había de dar pena, lo dejé.

            Otra vez, estando en La Membrilla en una visita, hice del ojo a que le hablasen unas mujeres casadas que allí estaban. Entre otras, una que estaba cargada de niños díjole: —Hermano, encomiéndeme a Dios, que tengo una carga tan pesada que no me puedo menear con ella, tantos hijos, tantos menesteres y trabajos que no falta sino acabar. Respondió: —Ahora mire lo que hace Dios con vuestra merced; si vuestra merced le dijese a ese niño chiquito que tiene ahí: «Niño, dame aquella silla que está allí», bien desproporcionada cosa de las fuerzas del niño, al que no supiese el amor y traza de la madre, le parecería era disparate mandarlo a quien no puede d; va el chiquillo y enpieza a menear la silla y a hacer que la quiere traer; como ve la pobre [madre] cual anda el niño y que ya ha hecho su deber, levántase y toma la silla con una mano y el niño debajo de la otra y háceselo todo. Así Dios hale dado hijos [63r] y trabajos; no quiere Dios que lleve tanta carga, que bien sabe que no puede, sino que con buena gana menee la silla y haga que quiere cargar con mucho gusto sobre sus honbros todo eso que Dios le ha dicho y puesto a su cargo, que luego vendrá Dios, como madre, y en una mano tomará los hijos y los trabajos y, debajo de la otra, llevará a vuestra merced, de manera que todo se quede a cuenta de Dios.

            Otras muchas cosas muy particulares, que entonces lo eran, se pudieran decir de este varón sancto, pero, como ahora por la bondad de Dios en esta sagrada Religión se han hecho comunes e en tantos ángeles, no se dirá más. Sólo he dicho lo de arriba para que se vea el fundamento que tuve de llevarlo conmigo en un viaje como el de Roma, para que ayudase, como él dice, a menear carga tan pesada que f sólo Dios sobre sus hombros la había g de llevar, y a nosotros también. Lo 2.º h, porque se sepa en orden a la reforma dos cosas que en este viaje hasta la mar que me acompañó le sucedieron i.

 

 




a            sigue noe tach.



1         Fr. Esteban de la SS. Trinidad, de quien habla unas líneas más adelante.



b            sigue dos de la tach.



c            ms. missas



d            al marg. Capítulo XXVIII. Favorece la condesa de Cifuentes los intentos de ir a Roma N.V.P.; y cómo partió a Roma de 2m.

 



e            sigue una tach.



f             sigue no tach.



2         Fue provincial de Andalucía de mayo de 1602 a mayo de 1605.



g            sigue en e tach.



h            sigue p tach.



i            al marg. ojo de 2m.

 



j             sigue de lo que sirve la musi tach.



k            al marg. ojo de 2m.



l            corr.



3         Fr. Agustín de los Reyes (Castilla), que le acompañará a Roma.



m           al marg. Capítulo XIX [sic]. Vida de el ho lego Fr.Estevan de 2m.; vida de un sto lego fr.Estevan de la sma Trind de 3m.

 



n            sigue santo tach.



4         Municipio de la provincia de Córdoba.



o            al marg. siervo de Dios 1.º de 2m.



p            rep.

 



q            ms. silicio



r            ms. silicios



s            sigue Andújar tach.



5         Por: almorta, una planta española de la familia de las papilionáceas, con tallo herbáceo y ramoso, y flores de color morado y blancas (Academia de la Lengua).



t            rep.

 



u            sigue en el tach.



v            Es de tanta fuerzaAmén (todo el párrafo 3) de 2m.



w           en el marg. superior Jhs Ma para el quarto quaderno



x            al marg. ojo de 2m.



y            sigue se sabe tach.



z            al marg. revelación de 2m.

 



a            sigue ni tach.



b            sigue de tach.



c            sigue era tach.



d            sigue pues tach.



e            sigue les tach.



f             sigue vínose tach.

 



g            sigue hecho tach.



h            sigue pro tach.



i            sigue don tach.



j            sigue a él tach.



k            ms. bazo



l            sigue ten tach.

 



m           sigue el tach.



n            sigue le d tach.



o            sigue ábitos tach.



6         Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real), partido de Valdepeñas.



p            sigue vi tach.



q            sigue por unas coles tach.



r            ms. naide

 



7         Por: enajenado.



s            sigue traía tach.



8           SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, Tratado de la oración, Lisboa 1556 y muchas ediciones posteriores.



t            sigue contes tach.



9         La imitación de Cristo, de Tomás de Kempis.



u            sigue fue tach.



v            nevelit subr.



10        Cant 2,7.



w sigue que tach.



x            al marg. ojo de 2m.



y            sigue que tach.



z            sigue él tach.



a  sigue pidióme tach.

 



11        Villarta de San Juan y Arenas de San Juan (Ciudad Real).



b            sobre lín.



c            sigue que tach.

 



d            ms. puedre



e            sigue no tach.



f             sigue Dios tach.



g            la había corr. de la podía



h lo 2.º sobre lín.



i            sigue a f.67 de 2m.

 






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