- 123 -
INTRODUCCION
1. Las páginas de La llaga de amor forman
originariamente una larga digresión en el volumen VIII (ff.134v-201v), en el
que el autor relata la historia de la reforma trinitaria. Su contenido doctrinal y místico nos ha
inducido a publicarlas aparte, pero es imprescindible conocer ese encuadre
primitivo para interpretarlas con objetividad. Todo el escrito está empalmado,
sin señales de separación, con las páginas que el Santo dedica a describir las
pruebas que tuvo que afrontar durante los dos últimos meses de estancia en
Roma.
El breve de la descalcez trinitaria
(20 de agosto de 1599) fue el trofeo de un año largo de lucha contra tenaces
insidiadores, encabezados por los trinitarios calzados; contra durísimas
tentaciones del demonio, no excluido el daño físico; contra indecibles sufrimientos
del espíritu, "abandonado" de Dios en completa aridez y soledad,
inmerso en un mar de dudas y tinieblas. El breve pontificio no puso fin al
drama del Reformador, ya que, aquejado de "suma flaqueza" (f.134r) y
sometido a nuevas pruebas espirituales, se vio obligado a continuar en Roma
hasta mediados de octubre. "Dios me tenía doliente de la enfermedad que yo
no sabía" (f.132v), dirá refiriéndose a este tiempo. Su tormento se
intensificó con la incomprensión de directores y maestros, a los que recurría
en demanda de consejo y alivio (cf. f.134v).
Hablando de todas estas penalidades,
se desliza sin solución de continuidad en el terreno del escrito, donde
reflexiona en torno a la prueba mística de la noche pasiva del espíritu:
"Tiene o siente un alma otros trabajos [...]" (f.134v). El alma,
interior y exteriormente sola, incomprendida de todos, se halla sumida en un
océano de "miedos y temores" (f.135r). Fue ésta cabalmente la
situación espiritual del Reformador durante su estancia en Roma.
Algunas frases del texto confirman
esa constatación. A propósito de la imposibilidad que acusa el enfermo de amor
para meditar en la pasión de Cristo, declara el autor: "Plega a Dios que
acierte; que no sé, si diga, yo estoy algo lastimado de esto y siempre con este
temor" (f.171v). En otro lugar, tras lamentar el daño que ciertos
directores inexpertos ocasionan a dicho paciente, exclama: "¡Ay, Dios mío,
si me valiera a hablar y a decir todo lo que me ha pasado!" (f.135v).
Pero aún hay más. Inmediatamente
después de concluir la digresión, escribe sin ningún signo divisorio:
"Creo me divertí arriba cuando trataba del avieso que tenían en los
consejos que me daban, porque, como digo, lo que yo padecía aún yo propio no lo
sabía. Pues ¿qué acierto habían de hacer los médicos, que me curaban enfermedad
que, por el propio caso que Dios quería que la padeciera, es cierto el
desacierto en sus remedios?" (f.201v).
2. Es
innegable, por lo dicho, el entronque de este escrito con la historia personal
de san Juan Bautista de la Concepción. Es una radiografía de su espíritu. El
autógrafo no presenta títulos ni apartados, a tono con la confesión del santo
autor: "Mi intento no es escribir libro, sino avisar a mis hermanos"
(f.141v). Desarrolla unas consideraciones que cree útiles para sus hermanos,
sin prefijarse un
- 124 -
plan lógico
y sistemático; y ¡escribe casi 70 folios, bien aprovechados, sin la más mínima
división formal! Es la declaración ferviente y copiosa de un corazón
cristificado.
Con todo, La llaga de amor no carece
de unidad interna y de un cierto orden expositivo. El tema está claramente
definido: "El principal intento que aquí empezamos a tratar [...] fue de
la enfermedad y dolencia espiritual del alma cuando le da Dios una cruz
interior, que ni ella sabe qué se tiene ni nadie le conoce su aflicción; y hay
sospechas que, habiendo Dios venido a ella, la dejó herida y llagada
[...]" (f.166v). Ahora bien, para poder mostrar, siquiera con
aproximación, la hondura y la extensión de tal dolencia, el autor la compara con
el estado de unión. Nos brinda así un cuadro completo de la experiencia mística
de la unión transformante -tal como la ha vivido él mismo-, con sus
claroscuros, sus antinomias, su gozo y su dolor. Al final enumera él
mismo las principales cuestiones examinadas:
"la
enfermedad del alma interior llagada de su querido esposo; de sus amorosas
quejas; de sus tiernos sentimientos; de las altíssimas causas de donde
procedía; de la antigua salud que tenía cuando favorecida de Dios sentía o tenía
barruntos de ser escogida de tal Señor por esposa entre millares, por cuya
absencia se sintió herida de una llaga que, sin haber ojos que la vean aunque
sean de lince, se siente aunque sea un topo; de los bienes que en salud posee;
de las penas que en su absencia goza; del conocimiento que en la una ocasión
tiene; de las tinieblas que en la otra posee; de las sobras que por toda ella y
sus potencias y sentidos se derraman cuando se siente favorecida; de los
menesteres que tiene cuando a deshora se le escondió su esposo; de la
satisfacción que en el un tiempo tiene; de la hambre que en el otro padece
[...]" (f.200v).
3. La
enfermedad o llaga que lacera en lo más íntimo el alma coincide con las
purificaciones pasivas en el estado de desposorio espiritual. El sentimiento de
la ausencia del Esposo divino, con el que el alma ha vivido un apasionado
abrazo unitivo -con un conocimiento experiencial extraordinario, endiosada
"de pies a cabeza"-, es su raíz y ámbito. El alma "hace sus
desposorios con su buen esposo Cristo. Dale él por arras y dote cosas de mucho
valor [...]; dáselo allá ascondido en lo fondo del alma. El alma dale por
presente su corazón y sus entrañas. Después de las primeras vistas y primeros
amores, abséntase su esposo y arráncale el corazón que le dio y sácale las
entrañas y hace que se absenta. Aquí está el pleito, aquí está la enfermedad
[...]. Aquí son las cuitas, los sollozos, los suspiros" (f.147rv). Los
apelativos que el autor aplica a ese estado dejan pálidas todas las ponderaciones
que nosotros podamos hacer. El
alma, en efecto, está "despedazada, partida, pensativa, congojada,
afligida"; está "hecha polvos y despedazada"; "con sólo el
pensamiento se aflige y descoyunta". Dios "tiénela colgada y
levantada con tormento de garrucha", es decir, con la angustia de quien,
suspendido de una cuerda y sin apoyaturas, siente descoyuntarse su cuerpo sin
remedio. "Se sustenta con dolencias y vive con enfermedades, muertes y
cuchillos atravesados".
Es una "llaga hecha con el toque de
Dios" (f.188r). Es "algo positivo" que punza y que enardece el
ansia del alma por el retorno del esposo divino1.
En páginas de gran interés para la
fenomenología mística, describe el autor el mecanismo psicológico que lleva al
alma a barruntar primero y descubrir después el
- 125 -
fondo o
centro de sí misma, que es el santuario divino inalcanzable a las potencias. "Porque de esta
absencia que hace Dios es de donde nace a las personas contemplativas saber que
el alma tiene fondo" (f.152v).
Otros
puntos de singular espesor espiritual, implicados en el "mal de
amores", y que el autor desarrolla de forma expresa y original, son: la
imposibilidad ocasional de meditar en la humanidad de Cristo, la curación de la
llaga, la dirección espiritual de tales almas2.
4. Para
san Juan Bautista de la Concepción, la unión mística consiste en la experiencia
fruitiva de la presencia de Dios en el fondo (centro) del alma. "El alma
goza y siente a Dios dentro de sí" (f.164r); "conoce y siente a este
buen Señor en su casa y dentro de sí por particular presencia" (f.183v).
Concibe dicha gracia como una donación y comunicación especial de Dios al
hombre; realidad insondable que se traduce y vive en una profunda comunión
amorosa de índole nupcial entre ambos. Tal experiencia la ilustra, de forma
originalmente atinada, con la imagen del camueso. Este arbusto "se
aprovecha de la tierra y en ella echa raices, que parece convierte en sí y
chupa a la misma tierra". De forma semejante, en el alma "entra Dios;
en ella, si así se puede decir, se extiende y echa sus raices, la abraza con
ellas, la une, la pega, la liga, la mezcla, que de tierra se ve hecha cielo
[...]; y esta liga y atadura de parte del árbol no tiene remedio de
desasirse" (f.155v). Dios
y el alma quedan sublimemente compenetrados con _
stificante. He ahí otra de las
vertientes interesantes de la obra. El místico trinitario, aleccionado por la propia experiencia,
ensaya una interpretación novedosa de la acción donal del Espíritu. Subraya con
fuerza la procedencia y finalidad teologal de los dones: el alma los percibe en
el mismo Dios, como se percibe el fruto en el árbol, y los emplea para
aferrarse con todo su ser al mismo Dios. Son parte integrante del Don Fontal,
que es el Espíritu, y tienen como función principal mantener al alma totalmente
polarizada e incorporada en Dios (cf. ff.159-160). La embestida de la
contemplación infusa consiste, sobre todo, en "la afluencia del don de
sabiduría. El conocimiento que nuestro santo llama práctico y de cosa propia, y
que de manera plástica compara a besos y abrazos, conversación y tacto, no
quiere significar otra cosa que la fruición sapiencial. Aunque el sujeto
receptor inmediato es el entendimiento, se bañan en su dulcedumbre la voluntad,
la memoria y hasta los mismos sentidos"3.
- 126 -
En un estudio analítico del contenido del
libro4 expuse con detalle estas y otras cuestiones que, según el autor,
configuran la experiencia de la unión esponsal con Cristo.
5. Porque
comunica sus propias vivencias, nuestro autor apenas busca asideros doctrinales
e ilustrativos en otros escritores. Sólo cuando refiere el hallazgo del centro
o fondo del alma, alude a santa Teresa de Jesús, su madre y maestra
espiritual5. La Escritura, eso sí, constituye la plataforma y la red
de engarce de sus reflexiones. Y, como es de esperar, es el idilio místico del
Cantar de los Cantares el que le sirve mayormente de molde y vehículo
expresivo, a pesar de que le resulta inadecuado para desvelar los secretos de
la unión espiritual. A
este respecto, en opinión de B. Jiménez Duque, el presente texto es un
"tratadito místico delicioso, verdaderamente delicioso, sobre el Cantar de
los Cantares"6.
Siendo la primera
exposición doctrinal de las vivencias y actitudes espirituales que conforman
sus relaciones con Cristo Esposo, nuestro santo anticipa en La llaga de amor
muchas de las ideas que desarrollará en escritos posteriores. La presencia y la
ausencia de Dios, los grados de unión con él, los modos de iluminación sobrenatural,
las purificaciones pasivas, la asimilación a Cristo paciente, la vida activa y
contemplativa, la humildad, el discernimiento de espíritus son temas que
retornarán a su pluma, particularmente en los tratados que publicamos en este
primer volumen7.
6. El núcleo central de la exposición
versa sobre "el mal de amores" que atormenta al "alma
llagada" por toques sustanciales de Dios. De ahí el atinado título La
llaga de amor, acuñado por Jesús A. López Casuso, O.SS.T., en una reciente edición
de la obra8.
Por
algunas alusiones internas llegamos a determinar el lugar y tiempo en que fue
redactado el texto. "Estos treinta y cinco pliegos últimos -nos dice el
autor en el f.176r del tomo VIII- scribí en Madrid en algunos ratos de ocho
días". Entre dichos pliegos (ff.105r-176r) van incluidos 20 de nuestro
tratado, es decir, los ocho primeros capítulos en los que lo hemos
estructurado. El tiempo, por su parte, puede ser fijado en abril de 1606: éste
es el resultado de los cálculos seguros hechos por el P. Nicolás de la
Asunción9. El
resto de la obra debe ser situado, de acuerdo
- 127 -
con algunas indicaciones del autor10, fuera de
Madrid -probablemente en Alcalá de Henares- en los días sucesivos a la Pascua
de 1606: "Estos treinta y cinco pliegos últimos scribí en Madrid [...] Y
ahora yo me veo con los ejercicios esteriores de esta semana sancta y de estas
paschuas tan otro en el cuerpo y en el alma que tengo necesidad de scribirlo
aquí"11. Aludiendo
a este pasaje, escribe poco después: "Por quien todo esto se levantó fue,
si no estoy trascordado, cuatro o cinco pliegos antes, tratando de nuestra
venida de Madrid y descomposición del cuerpo con dos o tres calenturas [en]
semana sancta y paschua"12.
Ya hemos señalado que
estamos ante un bloque compacto sin divisiones ni títulos. A nosotros se debe,
por tanto, la distribución actual, con todos los títulos y subtítulos que
hallará el lector. Hecha esta advertencia, no creemos necesario aislar los
epígrafes con los corchetes.
- 128 -
[Página
blanca]
- 129 -
L A L L A G A D E A M O R
|