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San Juan Bautista de la Concepción
Obras I - S. Juan B. de la C.

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  • LA LLAGA DE AMOR
      • INTRODUCCION
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INTRODUCCION

 

            1.         Las páginas de La llaga de amor forman originariamente una larga digresión en el volumen VIII (ff.134v-201v), en el que el autor relata la historia de la reforma trinitaria. Su contenido doctrinal y místico nos ha inducido a publicarlas aparte, pero es imprescindible conocer ese encuadre primitivo para interpretarlas con objetividad. Todo el escrito está empalmado, sin señales de separación, con las páginas que el Santo dedica a describir las pruebas que tuvo que afrontar durante los dos últimos meses de estancia en Roma.

 

            El breve de la descalcez trinitaria (20 de agosto de 1599) fue el trofeo de un año largo de lucha contra tenaces insidiadores, encabezados por los trinitarios calzados; contra durísimas tentaciones del demonio, no excluido el daño físico; contra indecibles sufrimientos del espíritu, "abandonado" de Dios en completa aridez y soledad, inmerso en un mar de dudas y tinieblas. El breve pontificio no puso fin al drama del Reformador, ya que, aquejado de "suma flaqueza" (f.134r) y sometido a nuevas pruebas espirituales, se vio obligado a continuar en Roma hasta mediados de octubre. "Dios me tenía doliente de la enfermedad que yo no sabía" (f.132v), dirá refiriéndose a este tiempo. Su tormento se intensificó con la incomprensión de directores y maestros, a los que recurría en demanda de consejo y alivio (cf. f.134v).

 

            Hablando de todas estas penalidades, se desliza sin solución de continuidad en el terreno del escrito, donde reflexiona en torno a la prueba mística de la noche pasiva del espíritu: "Tiene o siente un alma otros trabajos [...]" (f.134v). El alma, interior y exteriormente sola, incomprendida de todos, se halla sumida en un océano de "miedos y temores" (f.135r). Fue ésta cabalmente la situación espiritual del Reformador durante su estancia en Roma.

 

            Algunas frases del texto confirman esa constatación. A propósito de la imposibilidad que acusa el enfermo de amor para meditar en la pasión de Cristo, declara el autor: "Plega a Dios que acierte; que no , si diga, yo estoy algo lastimado de esto y siempre con este temor" (f.171v). En otro lugar, tras lamentar el daño que ciertos directores inexpertos ocasionan a dicho paciente, exclama: "¡Ay, Dios mío, si me valiera a hablar y a decir todo lo que me ha pasado!" (f.135v).

 

            Pero aún hay más. Inmediatamente después de concluir la digresión, escribe sin ningún signo divisorio: "Creo me divertí arriba cuando trataba del avieso que tenían en los consejos que me daban, porque, como digo, lo que yo padecía aún yo propio no lo sabía. Pues ¿qué acierto habían de hacer los médicos, que me curaban enfermedad que, por el propio caso que Dios quería que la padeciera, es cierto el desacierto en sus remedios?" (f.201v).

 

            2.         Es innegable, por lo dicho, el entronque de este escrito con la historia personal de san Juan Bautista de la Concepción. Es una radiografía de su espíritu. El autógrafo no presenta títulos ni apartados, a tono con la confesión del santo autor: "Mi intento no es escribir libro, sino avisar a mis hermanos" (f.141v). Desarrolla unas consideraciones que cree útiles para sus hermanos, sin prefijarse un


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plan lógico y sistemático; y ¡escribe casi 70 folios, bien aprovechados, sin la más mínima división formal! Es la declaración ferviente y copiosa de un corazón cristificado.

 

            Con todo, La llaga de amor no carece de unidad interna y de un cierto orden expositivo. El tema está claramente definido: "El principal intento que aquí empezamos a tratar [...] fue de la enfermedad y dolencia espiritual del alma cuando le da Dios una cruz interior, que ni ella sabe qué se tiene ni nadie le conoce su aflicción; y hay sospechas que, habiendo Dios venido a ella, la dejó herida y llagada [...]" (f.166v). Ahora bien, para poder mostrar, siquiera con aproximación, la hondura y la extensión de tal dolencia, el autor la compara con el estado de unión. Nos brinda así un cuadro completo de la experiencia mística de la unión transformante -tal como la ha vivido él mismo-, con sus claroscuros, sus antinomias, su gozo y su dolor. Al final enumera él mismo las principales cuestiones examinadas:

 

            "la enfermedad del alma interior llagada de su querido esposo; de sus amorosas quejas; de sus tiernos sentimientos; de las altíssimas causas de donde procedía; de la antigua salud que tenía cuando favorecida de Dios sentía o tenía barruntos de ser escogida de tal Señor por esposa entre millares, por cuya absencia se sintió herida de una llaga que, sin haber ojos que la vean aunque sean de lince, se siente aunque sea un topo; de los bienes que en salud posee; de las penas que en su absencia goza; del conocimiento que en la una ocasión tiene; de las tinieblas que en la otra posee; de las sobras que por toda ella y sus potencias y sentidos se derraman cuando se siente favorecida; de los menesteres que tiene cuando a deshora se le escondió su esposo; de la satisfacción que en el un tiempo tiene; de la hambre que en el otro padece [...]" (f.200v).

 

            3.         La enfermedad o llaga que lacera en lo más íntimo el alma coincide con las purificaciones pasivas en el estado de desposorio espiritual. El sentimiento de la ausencia del Esposo divino, con el que el alma ha vivido un apasionado abrazo unitivo -con un conocimiento experiencial extraordinario, endiosada "de pies a cabeza"-, es su raíz y ámbito. El alma "hace sus desposorios con su buen esposo Cristo. Dale él por arras y dote cosas de mucho valor [...]; dáselo allá ascondido en lo fondo del alma. El alma dale por presente su corazón y sus entrañas. Después de las primeras vistas y primeros amores, abséntase su esposo y arráncale el corazón que le dio y sácale las entrañas y hace que se absenta. Aquí está el pleito, aquí está la enfermedad [...]. Aquí son las cuitas, los sollozos, los suspiros" (f.147rv). Los apelativos que el autor aplica a ese estado dejan pálidas todas las ponderaciones que nosotros podamos hacer. El alma, en efecto, está "despedazada, partida, pensativa, congojada, afligida"; está "hecha polvos y despedazada"; "con sólo el pensamiento se aflige y descoyunta". Dios "tiénela colgada y levantada con tormento de garrucha", es decir, con la angustia de quien, suspendido de una cuerda y sin apoyaturas, siente descoyuntarse su cuerpo sin remedio. "Se sustenta con dolencias y vive con enfermedades, muertes y cuchillos atravesados".

 

            Es una "llaga hecha con el toque de Dios" (f.188r). Es "algo positivo" que punza y que enardece el ansia del alma por el retorno del esposo divino1.

 

            En páginas de gran interés para la fenomenología mística, describe el autor el mecanismo psicológico que lleva al alma a barruntar primero y descubrir después el


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fondo o centro de sí misma, que es el santuario divino inalcanzable a las potencias. "Porque de esta absencia que hace Dios es de donde nace a las personas contemplativas saber que el alma tiene fondo" (f.152v).

 

            Otros puntos de singular espesor espiritual, implicados en el "mal de amores", y que el autor desarrolla de forma expresa y original, son: la imposibilidad ocasional de meditar en la humanidad de Cristo, la curación de la llaga, la dirección espiritual de tales almas2.

 

            4.         Para san Juan Bautista de la Concepción, la unión mística consiste en la experiencia fruitiva de la presencia de Dios en el fondo (centro) del alma. "El alma goza y siente a Dios dentro de sí" (f.164r); "conoce y siente a este buen Señor en su casa y dentro de sí por particular presencia" (f.183v). Concibe dicha gracia como una donación y comunicación especial de Dios al hombre; realidad insondable que se traduce y vive en una profunda comunión amorosa de índole nupcial entre ambos. Tal experiencia la ilustra, de forma originalmente atinada, con la imagen del camueso. Este arbusto "se aprovecha de la tierra y en ella echa raices, que parece convierte en sí y chupa a la misma tierra". De forma semejante, en el alma "entra Dios; en ella, si así se puede decir, se extiende y echa sus raices, la abraza con ellas, la une, la pega, la liga, la mezcla, que de tierra se ve hecha cielo [...]; y esta liga y atadura de parte del árbol no tiene remedio de desasirse" (f.155v). Dios y el alma quedan sublimemente compenetrados con _                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             stificante. He ahí otra de las vertientes interesantes de la obra. El místico trinitario, aleccionado por la propia experiencia, ensaya una interpretación novedosa de la acción donal del Espíritu. Subraya con fuerza la procedencia y finalidad teologal de los dones: el alma los percibe en el mismo Dios, como se percibe el fruto en el árbol, y los emplea para aferrarse con todo su ser al mismo Dios. Son parte integrante del Don Fontal, que es el Espíritu, y tienen como función principal mantener al alma totalmente polarizada e incorporada en Dios (cf. ff.159-160). La embestida de la contemplación infusa consiste, sobre todo, en "la afluencia del don de sabiduría. El conocimiento que nuestro santo llama práctico y de cosa propia, y que de manera plástica compara a besos y abrazos, conversación y tacto, no quiere significar otra cosa que la fruición sapiencial. Aunque el sujeto receptor inmediato es el entendimiento, se bañan en su dulcedumbre la voluntad, la memoria y hasta los mismos sentidos"3.


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            En un estudio analítico del contenido del libro4 expuse con detalle estas y otras cuestiones que, según el autor, configuran la experiencia de la unión esponsal con Cristo.

 

            5.         Porque comunica sus propias vivencias, nuestro autor apenas busca asideros doctrinales e ilustrativos en otros escritores. Sólo cuando refiere el hallazgo del centro o fondo del alma, alude a santa Teresa de Jesús, su madre y maestra espiritual5. La Escritura, eso sí, constituye la plataforma y la red de engarce de sus reflexiones. Y, como es de esperar, es el idilio místico del Cantar de los Cantares el que le sirve mayormente de molde y vehículo expresivo, a pesar de que le resulta inadecuado para desvelar los secretos de la unión espiritual. A este respecto, en opinión de B. Jiménez Duque, el presente texto es un "tratadito místico delicioso, verdaderamente delicioso, sobre el Cantar de los Cantares"6.

 

            Siendo la primera exposición doctrinal de las vivencias y actitudes espirituales que conforman sus relaciones con Cristo Esposo, nuestro santo anticipa en La llaga de amor muchas de las ideas que desarrollará en escritos posteriores. La presencia y la ausencia de Dios, los grados de unión con él, los modos de iluminación sobrenatural, las purificaciones pasivas, la asimilación a Cristo paciente, la vida activa y contemplativa, la humildad, el discernimiento de espíritus son temas que retornarán a su pluma, particularmente en los tratados que publicamos en este primer volumen7.

 

            6.         El núcleo central de la exposición versa sobre "el mal de amores" que atormenta al "alma llagada" por toques sustanciales de Dios. De ahí el atinado título La llaga de amor, acuñado por Jesús A. López Casuso, O.SS.T., en una reciente edición de la obra8.

 

            Por algunas alusiones internas llegamos a determinar el lugar y tiempo en que fue redactado el texto. "Estos treinta y cinco pliegos últimos -nos dice el autor en el f.176r del tomo VIII- scribí en Madrid en algunos ratos de ocho días". Entre dichos pliegos (ff.105r-176r) van incluidos 20 de nuestro tratado, es decir, los ocho primeros capítulos en los que lo hemos estructurado. El tiempo, por su parte, puede ser fijado en abril de 1606: éste es el resultado de los cálculos seguros hechos por el P. Nicolás de la Asunción9. El resto de la obra debe ser situado, de acuerdo


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con algunas indicaciones del autor10, fuera de Madrid -probablemente en Alcalá de Henares- en los días sucesivos a la Pascua de 1606: "Estos treinta y cinco pliegos últimos scribí en Madrid [...] Y ahora yo me veo con los ejercicios esteriores de esta semana sancta y de estas paschuas tan otro en el cuerpo y en el alma que tengo necesidad de scribirlo aquí"11. Aludiendo a este pasaje, escribe poco después: "Por quien todo esto se levantó fue, si no estoy trascordado, cuatro o cinco pliegos antes, tratando de nuestra venida de Madrid y descomposición del cuerpo con dos o tres calenturas [en] semana sancta y paschua"12.

 

            Ya hemos señalado que estamos ante un bloque compacto sin divisiones ni títulos. A nosotros se debe, por tanto, la distribución actual, con todos los títulos y subtítulos que hallará el lector. Hecha esta advertencia, no creemos necesario aislar los epígrafes con los corchetes.


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            L A  L L A G A  D E  A M O R




1 Nada más comenzar la lectura del presente tratado, se intuye el interés doctrinal de un estudio comparativo con los Doctores del Carmelo, en particular con la Noche oscura de san Juan de la Cruz.



2 Véase un examen detallado del texto en PUJANA, J., "La llaga de amor" según san Juan Bta. de la Concepción: Teología Espiritual 21 (1977) 65-92. También MANUEL DEL SS. SACRAMENTO, La noche pasiva del espíritu en la doctrina del Bto. Juan Bta. de la Concepción: Estudios Trinitarios 1, Córdoba 1963, 123-150 (sobre todo, pp.130-149: "La esposa enferma de amor").



3 MANUEL DEL SS. SACRAMENTO, Art. c., 133. Cf. JESÚS DE LA VIRGEN DEL CARMEN, O.SS.T., Los dones del Espíritu Santo en el Bto. Juan Bta. de la Concepción, en Corrientes espirituales de la España del siglo XVI, Barcelona 1963, 417-450; PUJANA, J., Trinidad y experiencia mística en san Juan Bta. de la Concepción, Salamanca 1982, 65-92.



4 La unión mística en el primer escrito espiritual de san Juan Bta. de la Concepción: Teología Espiritual 20 (1976) 7-32; "La llaga de amor" según san Juan Bta. de la Concepción: Ibid., 21 (1977) 65-92.



5 Cf. PUJANA, J., Presencia de santa Teresa de Jesús en la obra de san Juan Bta. de la Concepción: Monte Carmelo 89 (1981) 255-299.



6 En torno al Bto. Juan Bautista de la Concepción: Revista de Espiritualidad 15 (1956) 408. "Su sello personal -del santo trinitario- y su capacidad creadora aparecen en la aguda y delicada paráfrasis al Cantar de los Cantares, hebra con que va entretejiendo el drama de la esposa en la búsqueda doliente del Amado. Las imágenes y ejemplos, el mismo lenguaje a veces, consiguen un lirismo insuperable. Es aquí donde deja al descubierto su reciedumbre escolástica y su olfato de psicólogo": MANUEL DEL SS. SACRAMENTO, Art. c., 149.



7 Jesús A. López Casuso fue el primero en señalar esas "conexiones doctrinales del Tratado de la llaga de amor con las restantes obras" del Santo: Introducción a la ed. de La llaga de amor, Salamanca 1972, 27-38.



8 Bto. JUAN BAUTISTA DE LA CONCEPCIÓN, La llaga de amor. Presentación y notas de Fr. Jesús A. López Casuso, Salamanca, Secretariado Trinitario, 1972.



9 Apuntes críticos al tomo VIII: ActaOSST V/10-11 (1958) 373-374.



10           Una explicación más detallada en NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, l.c., 375-377.



11           IX, 1, f.176r.



12           IX, 8, f.185v. Cuatro o cinco pliegos antes encontramos los ff.176-177, donde precisamente describe la debilidad corporal y la sequedad espiritual de que estaba aquejado a raíz de la semana santa de 1606 (19-26 de marzo).






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