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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO 15 MUERTE DE FR. ESTEBAN. REPROCHES A LOS CALZADOS
1. Muerte de Fr. Esteban. Desatención de los calzados
Y porque concluyamos con nuestro fray Esteban, vueltos a Valdepeñas, él no quiso entender más con letras tan gordas como le habían mostrado, y quedóse en este convento en el segundo viaje que yo hice a Roma con otro compañero. Y dende aquí se fue a vivir a Ronda, donde la reforma tenía otro convento, donde murió y acabó felicíssimamente, yendo a que le pagasen sus letras gordas, que bien gordas y claras eran [68r] las que él tenía; y no como las que hoy hay en el mundo, que apenas se acaba de entender y conocer la conciencia de un hombre y su trato.
Lo que hubo en su muerte y lo demás de su vida, no lo sé. En otro lugar podrá ser se diga, habiéndome informado de ello. Con una reprehensión y sancta murmuración que tengo deseo de tener de los padres calzados, debajo de cuya obediencia murió por no haberse puesto en execución las letras de Su Sanctidad, que ya estaban dadas cuando él murió. Y más es nuestro que no suyo, pues, habiendo sido de la recoleción, fueron siempre sus deseos tales; y después de venido de Roma, cuando él lo supo, que estaba en aquel convento que digo, queriéndose venir a mí, como claro consta, le atajaron los pasos. Y pues lo tengo por nuestro, como propia hacienda enajenada, se lo a tengo de procurar quitar, cumpliendo con mi murmuración primero: que, habiendo vivido entre b ellos un varón tan sancto, como queda dicho, entre ellos ni se trata de su vida ni de su muerte, cuerpo ni sepultura.
Luego dicen algunos: —Los padres de la Sanctíssima Trinidad no tienen sanctos. Si este caso hacen de ellos y desta manera los desperdician, ¿qué han de tener?; que en otra religión estuviera este justo, que por lo menos trataran de beatificarlo c. Díganme, ¿cuántos hombres hay muy ricos que no tienen un real en su casa porque todos en ella desperdician y malgastan? Yo para mí tengo y he tenido dende sus principios d aquesta sagrada Religión e por f una de las más ricas que hay en la Iglesia, sino que es Religión donde todos desperdician y
malgastan lo más preciado de ella, que son las obras de los justos y sanctos que tienen en ella, que, como sanctas reliquias, debían ser veneradas.
Bien pudiéramos para con ellos hacer un argumento con que probáramos esta verdad, pero temo detenerme y entrar en pozo hondo. Yo he visto en la casa de Sevilla un pergamino en que el rey, pienso dice don Alonso, les hizo merced de una dehesa que está allí cerca, de gran suma g de dineros de renta; que, aunque lo vi, nada leí, más de lo que me contaron, que era [68v] una dehesa que ahora renta más de h cincuenta mill ducados de renta 1. Pues ¿qué es la causa por qué no goza esa renta? Respondieron: —Padre, no sabemos quién muchos años ha canceró el pergamino y le cortó la firma. Ahora, padres míos, quien trata así los bienes temporales, que son tras quien el día de hoy se van los hombres y aun por nuestros peccados las religiones, ¿qué caso ha de hacer de los sanctos muertos quien aun de sus i obras vivas j no hizo caso, sino que las canceraba y quitaba la firma y sello de Dios, con que Su Majestad las tenía ennoblecidas? Como las que él pedía de la esposa cuando la decía: Pone me ut signaculum super cor tuum et super brachium tuum 2; pensamientos sellados con el sello de Dios y obras, que es el brazo k, firmadas con la firma de Dios. Porque menos no valen las cédulas aunque diga: «Yo el rey l de Castilla». Y si las letras del papa no tienen sello, poco inporta que el otro diga y tenga en un pergamino «Clemente VIII, por la divina misericordia» si no m train el sello piscatorio.
Quien ha visto panares de las colmenas, echará de ver esta similitud que digo. El panar, cuando está sellado, se puede comer con su cera y todo, pero, cuando no, es señal tiene pollos y sarro, ni se puede comer ni presentar n; y las abejas aguardan a sellarlo cuando están las casillas llenas. Así son las obras de los hombres: que, si están selladas de Dios, son de summo valor, puédense presentar a Dios, y Dios y los hombres comerlas, honrarlas y alabarlas. Y ese sello de Dios nunca se echa hasta que esas o obras están llenas, porque no sella Dios p obras menguadas, faltas y defectuosas. Y si no están selladas, es señal que, tiniendo esta falta, están enpolladas, con su querer y voluntad, que se buscó a sí propio en ellas, y no se pueden comer. Y esto es lo que pedía el esposo a su esposa: obras limpias, obras llenas, cuando las pedía selladas.
Nunca jamás verán firmas en blanco ni donde hay corrales que enllenar, porque es fácil hacer una falsedad. [69r] Así Dios nunca firma q
blancos vacíos ni corrales por enllenar. Echase el sello piscatorio r, que llaman s, del papa cuando la bula está llena y escrita y mirada. Y cuadra el nombre del sello en llamarlo piscatorio, pues con su cumplimiento de la tal bula pesca en la tierra y en el cielo y en el purgatorio, como red de san Pedro que se echa en lo hondo del mar y saca peces que ha menester ayuda para tirarlos 3. Un alma, cuando es sancta y sellada con el sello de Dios, como red echada en hondo, pesca a Dios y a los hombres, alzándose con premios y alabanzas, etc.
Ahora, pues, a propósito de nuestro sancto, todo lo que de él arriba tengo dicho o lo más, y más mucho que vuestras paternidades saben, es verdad, pues aquéllas no fueron obras mancas ni defectuosas, ni en ellas se echa de ver se buscaba a sí propio, ni tuvo corrales t o blancos por enllenar, pues su vida fue tan continuada en lo que fue penitencia y que sobre todas sus obras andaba Dios; como su espíritu u super aquas que dice el Génesis 4, así las de nuestro hermano Esteban vivificadas y selladas con el sello de Dios.
Pues, díganme, si esto es así, ¿qué es la causa que nuestro Sancto no pesca honra v, gloria y estima para su muerte y vida? Padres míos, mucho me temo que canceran y cortan las firmas del rey, de las bulas, de los sanctos. Quiero decir que las quieren introducir por defectuosas y mancas, como w ahora me cuentan de nuestro Fr. Esteban: que, quiriéndose un día mortificar, dende El Pino, que era la heredad do él estaba, se desnudó y metió en un costal haciendo por do sacar las manos y la cabeza; tomando sus hábitos a cuestas, se fue por en medio el pueblo de Andújar hasta el convento de los padres calzados; y luego que lo vieron, lo enpezaron a hartar de tonto. Y otra vez, tiniendo güéspedes de frailes en su alquería, echando ceniza y tierra a lo que guisaba por sólo mortificarlos, su nombre era «jumento» y «necio». ¿Qué es esto [69v] sino cancerar y cortar las firmas de las obras de Dios para que no se cobre la renta de lo que reza el pergamino?
Ya pedí licencia arriba para hacer esta murmuración; y esto nadie lo ha de leer sino nuestro padre, el cual podrá quitarlo dándole gusto. Que, si es sabroso, como dicen, murmurar, más lo será murmurar de cosa tan justa. Y nadie hay en el mundo que no guste que murmuren de él a trueco de que alaben a su abolorio y padres. De donde, según me contaron de el rey don Felipe el 2.º, que, riñendo don Juan de Austria con don Carlos, hijo de Phelipo 2.º, le dijo: —A lo menos soy hijo de mejor padre que vuestra alteza. Quejándose don Carlos a su padre del dicho, respondió x: —Bien dice, que mi padre mejor fue que yo. Según esto, padres míos, si por decir bien de nuestros pasados les alcanzare parte de la murmuración, llévenlo en paciencia, que en fin nuestros padres mejores fueron que nosotros.
2. Olvido de los santos pasados
Religión tan tenida, reverenciada, estimada, enriquecida y de los reyes, de los papas y del mismo Dios, no se puede entender es renta ésa que se cobra sobre nuestras inperfeciones que ahora tenemos y por tantos tibios y flojos como ahora hay en la Religión, sino que son bienes hechos y dados por sanctos que ahora están gozando de Dios. Si esto es verdad, díganme, ¿dónde está este catálogo de los sanctos? Diránme: —Hermano, sepultados en el olvido. Guardáronlo en la memoria, acabaron los antiguos, acabó la memoria y acuerdo.
Que lo primero sea verdad, de que han sido favorecidos de los reyes y papas, para su confirmación sólo diré una cosa, y es que en Roma está un pedazo de casa, que fue la primera que hubo en la religión, con un hospital 5, que hoy en día se conoce tiene treita y tantos mill ducados de renta; y esta casa y hacienda la tiene un casero criando gallinas dentro. Pregunto yo, edificios y rentas semejantes ¿diose para echar de comer a gallinas? ¿Diose por un casero? Diose a sanctos y por sanctos. Que el día de hoy lo veo, que, para dar por amor de Dios cuatro reales de limosna, es menester ponerles veite veces a Cristo crucificado; y al cabo os llevaréis un «remiéndeos Dios». Luego, si los reyes y papas tanto dieron, sin falta z se vieron obligados con muchos religiosos que al vivo representaban a Cristo crucificado.
Más, cuando san Sisto era papa 6, ¿a quién hace [70r] su tesorero, limosnero y repartidor? —Señor, a un san Lorencio, que él propio lo dice: Quia thesauros tuos jam expendi 7. Y yo seguro que los thesoros no fueron muchos, porque la Iglesia no estaba tan rica como ahora y los desaguaderos que habíe hecho la encendida a charidad que habíe en aquellos sanctos summos pontífices eran muchos; y así los thesoros del depósito serían menos. Y para ese menos se busca una charidad como la de un Lorencio, que fue su fuego tan grande que no se procuró b matar con agua sino con otro fuego y al cabo lo dejaron más encendido 8. Díganme, cuando en manos de nuestros sanctos padres se ponían tan copiosos thesoros, ¿hase de entender c papas tan sanctos los daban a quien no tuviese aquel fuego, aquella charidad que era necesario para ser limosneros y thesoreros suyos? Pues ¿es bien que lo que ellos ganaron, nosotros lo desperdiciemos, para que podamos decir que no hay un real en casa porque todos gastan?
Y así, como a gente pobre y menesterosa, nuestro muy sancto padre Sisto V, de felice recordación, ofreció a la Religión una cosa gravíssima y muy bien barata, según supe dentro de Roma y de frailes suyos; y, entre las personas que me lo dijeron, uno fue el P. Lara: que acudieron los padres de la orden de Portugal a pedir licencia para rezar de nuestros padres Fundadores, y que les dijo aquel sancto padre, como quien hacíe d obras tan señaladas: —Traedme, padres, información cómo de 40 años a esta parte están estos sanctos en los altares pinctados y con diademas, ante quien e hace oración el pueblo. Dándoles a entender que por aquello les daríe lo que pedían. Pues en verdad que se les hizo mucho f lo que pedían y no sé si pensaron g ser poco lo que les daban, que no llevaron la tal información, con que ha mill siglos que están en los altares venerados y tenidos por tales, si no es que, por habérsenos a nosotros acabado la devoción, se acabó su veneración h.
3. La reforma en busca de santos
Y así, no se espanten que con tantas veras se procure hacer la reforma y llevar adelante la regla primitiva, que queremos descubrir aquellos cimientos hondos y grandes edificios que están metidos debajo de tierra. Y pues vuestras reverencias se han quedado con llegar y juntar lo perdido y lo mostrenco para rescate de captivos, es bien que, pues los sanctos sin [70v] comparación son de mayor estima, haya esta sancta reforma, en la cual se busquen los sanctos perdidos y desperdiciados; que no puedo juzgar sino que lo somos tanto que muchos sanctos que en el calendario topo i sin dueño y cuyo, que deben de ser como perdidos y mostrencos de nuestra sagrada Religión.
Prometo cierto que en Roma me pasó lo que diré: que, estando visitando a la señora condesa de la Sumaria 9 y a su hija la marquesa de..., tratóse conversación de la antigüedad de las religiones j. Dijo nuestro compañero: —Más antigua es la nuestra que no la de sancto Domingo y san Francisco. La otra buena señora debiera de ser más devota de san Francisco que de la Trinidad. Respondió: —Pues tan antiguos son, ¿qué sanctos tienen? Yo me hallé atajado de repente. Respondí: —Tras eso andamos, señora, y para eso venimos a Roma y tratamos de que se haga la reforma, que agua pasada no muele molino; y para mi salvación, si yo no soy bueno, poco vale la hidalguía y nobleza de mis pasados; como dijo el otro, a quien, por verlo tan caído k, preguntándole cuyo hijo, respondió: —De oidor muerto. Finalmente, satisfice allí con esas pocas palabras, con que se riyeron y se mudó la plática. Pero aquellas palabras que así de repente dije «tras eso andamos»,
hánseme acordado muchas veces para cumplirlas: que en esta reforma se tome por officio l buscar sanctos que en esta sancta Religión se han perdido; y en el entretanto que parecen, procuremos nosotros serlo muy de veras. Que es grande afrenta oír decir ¿qué sanctos tienen? y no tenerlos. ¡O serlo o procurar serlo!, que con cualquiera de esas cosas se puede responder al que lo preguntare.
4. Otra murmuración
Pase adelante la murmuración. Y díganme, padres, si las disciplinas y penitencias se hacen por los camaranchones, como arriba dijimos, y cuando mucho, si salen afuera, como si algunos perdidos fueran papas del diablo, las canonizan luego y, al pobre fraile que las hace, por jumento, tonto, etc., y las tapan y encubren de esa manera, ¿cómo ha de saber el seglar si tienen o no tienen sanctos? Que, aunque los seglares andan por sus casas y sus rincones, como no es crianza subirlos a los desvanes y camaranchones, [71r] no les constará m.
Pondráme una réplica el seglar n y otra el padre calzado. Dirá el seglar: —Padre hermano, Cristo dice que lo que se hace en el rincón, lo publicará él por los techos, y lo que se hace en tinieblas, saldrá a la luz 10; y que, si allí hubiera sanctos, por secretos que estuvieran, ya los hubiera Dios publicado o. Respondo lo que arriba dejo p dicho: que al hijo disperdiciado y perdido, esconderle la bolsa donde no la halle para que no arroje lo que tanto vale; y por peccados nuestros q, porque r no estimamos las obras de los justos, privarnos de la luz para verlas, escondiéndonoslas en las tinieblas s.
Diráme el padre calzado: —Padre, no tenéis razón de decir que se azotan en los camaranchones t, etc. —Menos la tiene vuestra reverencia, responderé yo, porque eso es contra sí negarlo y contra lo que yo he visto; que sé yo de un pobre religioso que, de noche en su casa, andaba hecho trasgo porque no le topasen oyendo la pobre sordilla con que se azotaba; y siendo cosa natural a los hombres u tener miedo de las tinieblas y fortaleza a la luz, era tan grande el que tenía del qué dirán, que trocaba el miedo dándolo a los hombres y la fortaleza a las tinieblas, buscando por los cimenterios v la compañía de los difuntos y por los desvanes las w de los duendes y trasgos; pues ya vuestras reverencias ven que ni los difuntos ni los trasgos han de venir a publicar que tienen sanctos.
Olvidado he lo que arriba enpezé a probar. Y, con todo eso, lo quiero dejar, porque ha sido larga la digresión. Y esto se habrá de quitar de aquí, porque, amando yo tanto aquellos sanctos padres, no
quiero que alguno entienda, en esto que he dicho, en algo los desprecio; que sólo acerca desta materia me parece quisiera hacer un tratado, pero esto poco podrá servir para disculparme con nuestro padre 11 sobre haber tratado tan largo de nuestro Fr. Esteban; que, aun con cuanto he dicho, me temo, por volver por su descuido, no quieran deshacer el x cuidado que yo he tenido de decir de la virtud deste siervo de Dios.