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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 21 PRUEBAS Y PERSECUCIONES

 

            Puesto yo en mi noviciado, sucedieron cosas que yo quisiera apurarlas de a suerte que sólo se dijera lo necesario para que Dios fuera alabado. Haré todo lo que pudiere para lo abreviar.

 

1.         Amor mutuo entre Fr. Juan Bautista y los carmelitas

 

            Aquí puesto, cobré tanto amor y afición a los religiosos, y ellos a mí, que muchas veces tuve sospecha, según lo que se verá sucedió, no buscase el demonio medios extraordinarios para ligarme y atarme a no salir de allí, coloreándolo con la visión que arriba dije que tuve antes que fuese al monasterio. Porque, si fue voluntad de Dios que yo estuviese en aquella hermandad y junta el tiempo que tuve necesidad para aprender lo que acá nos inportaba, esto hácelo Dios con la suavidad que ordena todas sus cosas, y no con fuerza, violencia ni a palos; y el demonio halló aquel color [97v] para mezclar sus sentimientos y sus


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enredos. Que yo creo que no sabré ahechar y apartar la paja del grano, porque, como quería Dios que estuviese y el demonio quería que estuviese, miren cómo se sabrá hacer diferencia de lo uno y de lo otro. Salvo que Dios quería que estuviese y de nada me acordase sino de Su Majestad, y esto hasta que fuese su voluntad; la del demonio era que estuviese ligado, atado, detenido y sepultado, para que se sepultasen b de todo puncto las obras de Dios.

            Estando en el noviciado, cobráronme tanta afición los novicios, sacerdotes y profesos, y yo a ellos, que ni ellos se hallaban sin mí ni yo sin ellos. Yo nunca, me parece, fui hablador ni tuve particular gracia en el hablar para entretener, pero de tal manera allí, según sus efectos, la tenía, que no se hallaban una hora sin mí, ni en recreación ni fuera de ella, sólo porque dijese algo, fuese de Dios fuese cuento o cualquier cosa no mala, que ni yo la dijera ni ellos la consintieran. Para que esta afición siempre fuese adelante, hubo muchas cosas que la ayudaban. De parte mía, tuve y me dio Dios un notable rendimiento y asentimiento a las cosas del noviciado, acudiendo y tiniéndome por dichosíssimo de hacer las cosas más humildes que allí se hacían y a todo lo que era de trabajo y puntualidad en el coro, aunque algunos ratos me cansaba y me sobrellevaban. Con esto, viendo que en otro hábito acudía con aquella puntualidad, aunque yo no me consideraba como hombre que traía otro hábito, sino el suyo propio, queríanme, amábanme, regalábanme; y este amor y regalo [98r] aumentábame y fomentaba el amor que yo les tenía.

            Y voy diciendo esto para que vean el peligro que tuvo el hacerse, aunque, si Dios lo había de hacer, pudiéralo hacer su Majestad por otro camino. Ibame yo, con este amor de entramas partes, descuidando en el negocio y enfriándome. Contentábame con decir al prior que hablase al papa; y él contentábame con decir que me descuidase y no me acordase de nada de ello, que él negociaría lo que más conviniese. Y yo pienso que de esta manera se pasó más de un año.

 

2.            Primera reacción de los calzados

 

            En este tiempo el demonio no holgó, porque, ya que él veía que no trataba de cosa de la reforma sino antes estaba bien aficionado a los frailes, pero bien echaba él de ver que me traía el hábito todavía y que, así como la simiente de la seda metida en el calor del seno revive, nace y vuela, de esta manera, aunque yo bien tibio en la obra, érale a Dios muy fácil hacer revivieran nuevos fervores, deseos del cumplimiento de la obra; y que, en fin, si aquel noviciado que yo allí guardaba con tanto gusto, si lo guardara y intrudujera en otra nueva religión, le había de venir grandíssimo mal. Y así urdió cosas que, pienso, quien las supiere se asombrará, sólo porque dejase este sancto hábito y que ni hubiese olor ni color de nueva reforma. Y así urdió lo que ahora diré.

           


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En España, en la orden de los padres calzados, no sabían que ya no tenía afición c a llevar esto adelante y que antes amaba y quería quedarme entre aquellos padres. El mayor seguro que ellos pudieron tener, fue el que el P. Fr. Pedro les daba: que, como él me veía tan aficionado [98v] y tan contento, porque no hiciesen nada contra mí les daba palabra de que, en aquel negocio que yo pretendía, no habría nada, porque yo era novicio en su casa y dejaría el hábito bien presto d.

            Pero, como ellos veían que se pasaba un mes y otro mes y un año y casi dos, y que siempre me estaba de una manera, pienso yo ellos juzgarían los engañaba el fray Pedro y que de secreto se negociaba. No pasándole por la imaginación al Fr. Pedro engañarlos ni negociar nada. Con estos temores, ellos se debían de cartear con los de España.

            Dan orden de acabar con los pocos frailes que habían acá quedado, haciéndolos volver al Paño y haciendo viniesen a tomarlo algunos pocos, que antes habían de dañar e y deshacer que edificar cosa f.

            Envían a Roma un sobrino del P. Guzmán, visitador general. Y envían poder al ministro de Roma, de suerte que ya había contra mi pobre hábito tres procuradores: un seglar y dos frailes 1, dando memoriales al Papa contra mí, que sólo trataba entonces de barrer o fregar y en lo que entiende un pobre y triste novicio.

 

3.         Un memorial contra Fr. Juan Bautista

 

            Estaba entonces Su Sanctidad en Ferrara 2. Y yo allá sin procurador, aunque sí quien me quisiese bien, pero todo callado. Dan un memorial g a Su Sanctidad contra mí, diciendo: me había venido de España fugitivo, sin licencia ni obediencia 3; que había dejado robado el convento, do era ministro, que me había h traído cinco mill ducados; y que bien se echaba de [99r] ver con la parte que había dado al compañero que había enviado a España, que en Zaragoza le habían quitado unos senogiles con docientos escudos; y que, si él llevaba aquello para el camino, que ¿qué me quedaría a mí? Siendo verdad, como arriba dejo dicho, que unos pocos reales que del camino me habían quedado se los había dado a mi primo y él los había gastado en algunas cosas que se habían ofrecido; y yo tan pobre que, para haber de scribir una carta para España, no tenía un cuatrín, y iba a mi maestro de novicios 4 y le


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pedía un pliego i de papel, y me daba medio. Miren qué hurto de cinco mill ducados. Y la casa de Valdepeñas, de do decían los había hurtado, no valía el edificio y muebles y raíces de la casa setecientos ducados, como ahora hay frailes que lo verían cómo estaba cuando la tomamos.

            Decían, junto con esto en este memorial, que con mi huida había dejado alborotada a España, inquietas las provincias; y que, si Su Sanctidad no daba sus letras para que me prendiesen y entregasen y trujesen a España, no faltaba sino haber comunidades y grandes alborotos en toda la Religión.

            Llévanme las nuevas de este memorial y vanme a decir que, según hacen la fuerza con estas cosas a Su Sanctidad, será poco echarme en una galera; y que, a buen librar, daría breve para que fuese preso y entregado. Esto del todo no me descompuso mi persona j, porque decía yo: a correr turbio, en sagrado estoy; con dejarles su hábito, con esto concluyo.

            Decían más en el memorial, que olvidé esta parte: que en todos los recoletos [99v] no había más que trece, y eran frailes perdidos, ignorantes y de poca consideración; y que en esto echaría de ver Su Sanctidad ninguna razón había que me pudiese mover a querer hacer separación y nueva reforma más de mi gusto y ambición de valer y mandar, por ser un fraile de quien no echaban ni habían echado ellos mano para cosa en su religión.

            Díjome el P. Fr. Pedro que entendía esto no sucedería, bien que diese orden de ir a hablar a monseñor Tarusii 5, que era a quien habían de venir los despachos del papa para contra mí. Fui, y diome audiencia con mucho gusto. Respondí a todas las cláusulas de la petición, diciéndole (que quiero poner las formales palabras que le dije y él respondió): —Mucho me pesa, reverendíssimo señor, que se ofrezca ocasión de que un pobre fraile descalzo vuelva por su honra, pues la honra de los siervos de Dios es ser deshonrados, pero, cuando de la honra de un pobre fraile ha de resultar honra y gloria de Dios y bien a las almas, paréceme el tal no es señor de su honra y no la puede dejar perder, sino obligación a la restitución a las personas que participan o han parte de la tal honra. Así pienso será necesario vuestra reverendíssima me licencia para satisfacer y responder a un memorial que contra mí los padres calzados han dado en Ferrara a Su Sanctidad. En lo que dicen venir fugitivo sin licencia, la causa a que yo venía era contra ellos; mal me dieran licencia. Yo entré en Roma con licencia de Su


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Sanctidad, y así no fugitivo. En lo del hurto, toda la casa y hacienda no valía 700 ducados k. En lo que toca a estar ellos alborotados, sosiéguense, que yo no [he] tratado l contra ellos. Sólo deseo Dios sea glorificado en este hábito áspero y en esta regla rigurosa. En lo que toca a no haber más de trece frailes perdidos en la recoleción, eso hace por mí, que nadie nos puede ganar sino la penitencia y mortificación, que es la que pretendo con los medios que a Su Sanctidad viere más [100 m r] convenir.

            Olvidé que tanbién decían en su petición que ellos ayudaban a la reforma y la deseaban hacer y llevar adelante. Y en confirmación de que decían verdad, mientras yo en Roma, imprimieron unas constituciones para los recoletos y las enviaron con intento de las presentar, las cuales hube yo, que me las dio el procurador para me convencer que n nos ayudaban. En lo que toca a esta cláusula, —dije yo—, reverendíssimo señor, ha sido voluntad o de Dios, con que se descubre su sabiduría para nos ayudar y convencerlo con sus propias palabras. Lea vuestra señoría estas constituciones y verá si del tenor de ellas se colige antes relajar y deshacer, que no edificar. Porque, entre las constituciones inpresas, había una que decía: Mandamos a los ministros y presidentes, so pena de privación de oficio, no consientan ni manden poner por vía de mortificación a ningún religioso en cruz, herirle en el rostro ni hacer mortificaciones semejantes 6. Quien esto veda y manda con pena semejante, ¿qué esperanza podrá haber que ayudarán?, etc.

            Respondió: —No diga más, padre, ningunos recados de Su Sanctidad pueden venir que no vengan a mis manos; y así puede estar seguro no recebirá su persona ningún daño. Y yo responderé a Su Sanctidad. En lo que toca a su persona, ya Su Sanctidad está informado y tiene probado p sus intentos, aunque él no lo sepa ni entienda. Vuélvase a su casa y prosiga con la vida y recogimiento que ha enpezado, que Dios y los hombres le hemos de ayudar. En lo que toca a esos padres que han echado ese memorial, será bien los enviemos a llamar parezcan q a probar semejantes mentiras, a ver con qué atrevimiento ponen en manos de un vicario de Dios cosas que a ojos vistas se ven falsas.

            Esta respuesta a mí me espantó, porque en ella parece me descubrió el papa sabía en la forma que yo estaba allí [100v] y que por orden suya se debieran de hacer algunas pruebas, que yo no sabía ni entendía, para descubrir mi intención. Yo con esto me volví muy consolado y alegre a pasar adelante con mi noviciado y recogimiento. Quedándose bien a la mira el demonio y los contrarios de por dónde o cómo daríen más cierto golpe para que acabase de dejar el hábito, como ahora se verá.

 


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4.            Quietud exterior e interior

 

            En muchos meses hízome Dios merced de darme mucha quietud y olvido de cosas, sólo atendiendo y deseando desasirme de todo lo que no era Dios. Abracé con grandes ansias la soledad de mi celda. Acudía a la oración y actos de communidad. Salíaseme el alma de deseo de más agradar a Dios. Dios, que lo quería —y pienso que el demonio no lo estorbaba, por parecerle que por allí me haría hacer dejación y renunciación de lo que él pretendía—, confieso r que de lo que me pasó acerca desta materia de quietud y sosiego no cupiera en un libro. Pero no pretendo decir s aquí más de aquello que hace [a] la Religión y descubre la rabia de satanás.

            Estando yo, pues, bien olvidado de todo lo que habíe en el mundo, no lo debiera de estar el demonio de que dejase el hábito, porque le debiera de ofender grandemente la vista sólo el color del sayal. Porque yo bien olvidado estaba de frailes descalzos de la Sanctíssima Trinidad, respecto de el gusto particular que yo tenía en la buena conpañía, el parecerme yo aprovechaba algo en lo que deseaba, que era apartarme del trato de las gentes; y también viendo las nuevas que me daban de que en España lo que yo había dejado estaba bien acabado, y al PFrPedro. Bien podría ser que él lo ayudase y desease, pero yo no lo veía ni aún lo mostraba. Que también podía ser que el demonio, que por tantas vías negociaba t, negociase también por aquélla.

 

5.            Pruebas por comisión

 

            [101r] Viéndome el demonio en aquella quietud, causada de tantas cosas, como digo —y si todas las dijera, me parece fuera necesario nuevo tratado de eso—, ya le pareció al demonio sería tiempo de ladrar un poco y levantar alguna polvareda, con que me acabase de cegar y quitar la afición de aquel pobre hábito, que tan solo había quedado. Para esto, arma y urde tantas telas, que quiera Dios yo las sepa desenredar para que las puedan entender los hermanos que las leyeren.

            Lo primero, debió de persuadir alguna persona que muy de dentro me trataba que, pues tanta entereza tenía en dejar el hábito, con tantas cosas como para ello me obligaban, que no era posible sino que en ello habíe algún fingimiento; y que, sin falta, en lo del dinero que los otros decían, debiera de ser algo verdad, porque no era posible fraile tan pobre aguardar negocio tan grande y con tan pocos pasos y solicitud que yo ponía, porque sólo entendía en lo que dejo dicho. Dan orden por varios modos de tentarme u y probarme 7, que confieso que, a no


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proceder con verdad y llaneza, me parece fuera inposible dejarme de coger una y muchas veces.

            Vino a mí un personaje grave haciéndoseme amigo y muy familiar, y deseoso de que yo negociase por el grande bien que le parecía se seguía. Y que él sabía un grande daño y mal que se urdía contra mí y contra el negocio; y el remedio de él estaba en su mano, si yo quería. Díjele que se lo agradecía y que Dios le debiera de mover a ello. —Ahora, pues, padre, el negocio es que el procurador contrario envía grandes despachos e informaciones contra vuestra reverencia a España, los cuales despachos están en casa del correo; y con cuatro escudos que me deis, yo los cogeré y os los trairé. [101v] Lo cual es lícito, pues con esto redimís vuestra vejación y descubrís los enredos de vuestros contrarios.

            Yo le respondí con verdad y llaneza que yo entendía aquello no ser lícito; y que, cuando lo fuera, no lo hiciera, porque yo no era señor de tener dineros para un pliego de papel. Y que ésta no era obra mía, sino de Dios; y así yo no hacía ningunas diligencias más de estarme quieto en aquella sancta casa, que, por donde yo no sabía v, Dios tendría cuidado de favorecer, hacer y acabar su obra.

            Yo a esto no entendí nada, sino que llano lo entendí y con llaneza respondí. Pero fue luego fácil descubrir haber sido prueba y tiento. Y, así descubierto, no me hartaba de llorar y dar gracias a Dios que por mí habíe respondido palabras que, cuando yo le hubiera conocido su corazón, no pudieran venir más al justo.

            Vino otro [con] otra mayor y algo más entricada. Este era un canónigo y theólogo y nombre de doctor. Hízose mi amigo, diciendo deseaba acabase con bien aquellos negocios, porque se había aficionado a nuestra regla y hábito y lo deseaba tomar; que en el entretanto lo tuviese por amigo. Y éste pretendió cogerme no de ignorancia, sino pareciéndole que llanamente cairía y que, para mejor tener su intento, era necesario fuese con malicia y sabiéndolo. Púsome un día un caso y hízome saber un propio motu que había contra los que directe o indirecte daban dineros o otras cosas a cualquier género de gente en la curia romana, y cómo el papa los descomulgaba 8, etc. A cabo de algunos días vino a mí y díjome: —Padre, con el gran deseo que tengo que esto se acabe, yo me he hecho amigo del fraile procurador contrario; y está enojado [102r] con los de España. Animaos, señor w, que, con algún dinero que le demos, de todo puncto desistirá; y con una simple petición que echemos, saldrá nuestro negocio como lo pidiéremos, no habiendo contrario que lo contradiga.

            Quería Dios que nada de esto me entraba de los dientes adentro, porque sólo hacía en todo este negocio callar y estarme quedo, deseando hacer la voluntad de Dios y acudiendo a mi oración y exercicio de


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novicios. Así le respondí: —Si hubiera de salir nuestro negocio por dar dos reales, me quedara sin él; y así, acerca de eso no hay que tratarme vuestra merced más. Y, sin entender el fin que él tenía, por entonces nos despedimos.

            A cabo de pocos días x viene un personaje a la puerta del propio monasterio a pedir por mí, cuyas señas, si él es vivo, yo ; si no es que fue el demonio en su figura, que enredo fue para poderlo juzgar. Pidió por mí y yo bajé. Sentado conmigo, dijo que quería tratar ciertas cosas de su conciencia. Finalmente, él me dijo toda mi vida puesta en la suya y. Me descubrió mis pecados y díjome cosas como de quien venían todas enderezadas a desesperación, preguntándome qué haría en aquello, procurando concluir de suerte que me convenía quedarme en Roma.

            Esta fue una de las mayores tentaciones que yo padecí, porque, en apartándome de allí, no le faltó al demonio sino ahogarme diciendo qué yo era y que me convenía dejar el hábito y acabar. Todo era llorar y pedirle a Dios hiciese de mí lo que él quisiese.

            Aprieta estos enredos satanás de suerte que, según tuve evidentes premissas y supe, se revistió y puso en alguna o algunas personas tenidas y estimadas por z siervas de Dios: profetizaban de mí de suerte que, si me quedaba en Roma, era poco [102v] ser poderoso y grande en la corte romana y aun, a pocas tretas, hacerme cardenal y papa. Así, de parte de esta persona me dijeron que me dispusiese para grandes bienes y que me desasiese de todo, porque me quería Dios para grandes cosas en aquellas partes.

            Yo confieso que, aunque así me parecía aquello, en el puncto que me decían que dejase el hábito, lo tenía por el demonio. Y así respondía a la persona que me lo decía, pareciéndome cargarlo sobre su conciencia: ­—Padre, dígame vuestra reverencia o paternidad que lo haga y puedo hacer con buena conciencia, que yo lo haré luego, pero no de otra manera.

            Y a todo esto, digo que de todo el negocio no había más de traer yo el hábito, porque puntada no se daba ni se había dado, más que sólo cumplir conmigo de palabra.

 

6.         Otra calumnia de los calzados

 

            En este tiempo a, los contrarios hicieron una cosa con que amainaron mucho. Y fue que, estando yo algo indispuesto de tantas penas, convidando el señor cardenal Sfrondato 9 a Fr. Pedro a su viña por algunos


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días, parecióle llevarme por su compañero. Como los contrarios me echaron menos en el salir a decir missa, que era donde ellos me espiaban, parecióles debiera de haber mudado posada, cansado de tanto recogimiento y penitencia como en aquella sancta casa había. Dan un memorial b contra mí, diciendo c no estaba ya en los carmelitas y que me habían topado por los mesones y tabernas y lugares indecentes de la ciudad, que Su Sanctidad me mandase recoger. Con esto, pidiéndoles a los padres carmelitas cuenta de mí, fueles necesario volver por su honra, atestiguando con personaje tan calificado [103r] como era el cardenal, en cuya compañía había estado y comido aquellos días que yo había faltado. Con esto se desacreditaron y amainaron ellos y el demonio. Y echaron por otra parte harto peor, como ahora se verá; que, en fin, es incansable y su soberbia cada día sube y nunca se quiere dar por vencido.

            En aquella recreación que estuve, el cardenal se aficionó de tal manera a mí, que le dijo al P. Fr. Pedro diese orden de que yo me quedase en su compañía, que le había dado gusto mi condición y que, habiéndole informado bien de mí, le podía ayudar a sus fundaciones. Todo esto según me dijo el padre prior, que era el Fr. Pedro. Yo respondí que se encargase su illustríssima señoría de reformar y enderezar la orden de la Sanctíssima Trinidad en España y fuese su protector, y que yo luego me pondría un hábito de donado.

 

7.            Insidias diabólicas

 

            Víneme a casa. Y viendo d tanto como el demonio hacía y procuraba, debíase ya de llegar la hora de Dios. Y enpecé yo a apretar a que el negocio se hiciese; y el demonio enpezó a dar orden de querer acabar conmigo. Perseguíame fuertemente, unas veces por bien y otras por mal. De noche en sueños y fuera de sueño, en echándome en la tarima, me enbelesaba y como arrobaba. Ofrecíame grandes cosas. Otras [veces] me atemorizaba mostrándome los miserables lugares donde él habita. Que no me puedo detener en prolongar esto como ello fue. Si en otra ocasión pudiere, lo haré, aunque al hermano Fr. Gabriel 10 lo he dicho, como a mi confesor.

            De lo que el demonio hacía personalmente conmigo, no cómo vivía, porque no siempre le entendía. Traíame [103v] perdido y enbelesado, haciendo ofrecimientos de la tierra y del cielo sobre que dejase el hábito y me entrase religioso en aquella casa.

 


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8.         A punto de vestir el hábito carmelita

 

            Con tantas cosas, con tantos contrastes e inquietudes y con ver que mi negocio no estaba enpezado, di en pedir me diesen el hábito con grandes veras; y de acabar ya con cosas. Túvelo ya para recebir muchas veces, y tan a puncto que no faltaba sino echármelo a cuestas. Pero al pie de la obra tenía Dios puesto quien me lo inpidiese: una vez, un camarero del papa que el mismo día me vino a ver; otra unos padres agustinos descalzos; otras veces, cuando no había quién, de los propios frailes descalzos carmelitas, como bien sabe el P. Fr. Juan de san Jerónimo 11. Decíanme era muy humilde en mis pensamientos; representábanme los sentimientos de los que en España traían mi hábito y me aguardaban ya negociado. Decíanme no haber exemplo semejante entre los sanctos; ser cobardía buscarme a mí propio. Y estas cosas y otras semejantes bastantes eran a me hacer detener y divertir; y así, luego, daba desvíos al recebirlo.

 

9.            Extraño mal de apariencia mortal

 

            Viendo los hombres que estaban a la mira de mi mudanza y que la aguardaban y no la hacía, y el demonio que la procuraba y no la alcanzaba. Yo no por qué vía o cómo, Dios sea bendito, no quiero juzgar, sino contar con llaneza todo lo que pasó, apurando lo que entiendo tuvo parte el demonio. Viendo que siempre me estaba en mis trece y con mi hábito y perseverancia en guardar el fin de aquel negocio, llamóme cierta persona e, a quien yo pude temer [104r] cualquier cosa que me dijese. Díjome: —Avísole que se desasga y acabe, ya que no le inporta más f ni menos que la vida. Yo respondí: —A nada estoy asido si no es a frailes carmelitas descalzos g, que los amo y quiero entrañablemente, y de ellos he menester desasirme para acudir a las cosas de Dios. Respondió: —Pues vaya y, como digamos, téngase lo que le viniere.

            En esto yo no meto la mano qué le movió a esta persona decir esto: si sabía lo que me había de venir por revelación; si se lo habían dicho; si él lo había entendido; si se lo sospechaba de la ira y enojo de los contrarios; o por qué yo.

            Yo lo temí y anduve con nuevos miedos. Y, ya como firme en el propósito de haber de pasar adelante con lo comenzado y no dejar el hábito, dentro de ocho días pusieron manos en mí, de suerte que yo vi clara y llanamente a mí me quitaban la vida y me la acababan con gran presteza. Vime morir sin saber lo que tenía. Conocíanlo los que me miraban. Díjome el P. Fr. Francisco de sancta Ana, fraile en la


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propia casa: —Un médico vido denantes dende lejos a vuestra reverencia y dijo: «aquel fraile se va muriendo». Respondí yo: —Verdad dice, no yo si duraré esta noche. Pues ¿qué tiene?, me decían. —No , estoy como una vela encendida que ya acaba; ¿no me ven, padres, que me muero, que me quitan la vida? Estuve desta manera cosa de ocho días, pero Dios no dio lugar a que el demonio saliese con lo que pretendía. Acabóse la furia del mal que me hacían.

 

10.            Nuevas acometidas del demonio

 

            Y el demonio, que en el interior no pudo acabar conmigo, [104v] exteriormente puso las manos en mí, atormentándome de pies a cabeza, enderezando todos los golpes a que dejase el hábito, etc. Cuando apretaba la cuerda h, me hacíe dar gritos y echar juramentos que no vendría a España, que yo lo dejaba y dejaría. En haciendo esto o alguna diligencia para que nada se hiciese, luego cesaba y me dejaba descansar. Pero era poco rato, porque las noches, que parece tiene él alguna más ayuda con las tinieblas, etc., apretaba más conmigo.

            En el puncto que me cercaba para el silencio de la noche i, traía un tropel en la celda, que pienso más lo echaban de ver los frailes que yo, por la mayor dispusición que tenían j. Dígolo porque algunas noches bajaba el P. Fr. Juan de san Jerónimo, procurador de España de la propia orden del Carmen. Bajaba k con una scudilla de agua bendita a nuestra celda y derramábala sobre mí. Y en ella decíame: —¿Qué tiene, padre Fr. Juan? Respondía: —No , padre, toda la noche me están ahogando y anda aquí un tropel, que no qué me diga. Animábame y decía: —No tenga miedo, padre Fr. Juan, que, si quiere, yo me quedaré aquí de noche con vuestra reverencia.

            Estuve de esta manera cosa de seis meses. Que decir las cosas particulares que en ellos sucedieron, no cómo tengo de poder por el poco lugar.

            Hoy me he dado priesa a escribir seis pliegos de papel, entendiendo l dar fin a todo lo que pasó en [105r] Roma, por haberme de partir mañana camino largo. Y sabe Dios cuándo tornaré a proseguirlo; que, en otros dos días que scribiera como hoy, pudiera ser lo acabara, que hasta entrar en España lo deseo grandemente 12.

 

 




a            sigue su tach.

 



b            ms. sepultase

 



c            ms. afion sigue a lo tach.



d            al marg. está N. V. P. casi dos años en el dicho nobiciado de 2m.



e            sigue que tach.



f             corr. de cosas



1         Es probable que uno de los frailes fuera Cristóbal de Gaona y el seglar, el duque de Sesa.



2  Clemente VIII, con toda su corte, se había transferido a Ferrara (8V1598), con objeto de tomar posesión de aquel ducado, y no regresaría al Vaticano hasta casi ocho meses después (22XII1598). Cf. PASTOR, L., Storia dei Papi, XI, Roma 1942, 154 y ss.



g            al marg. Nota I memorial dado a su sand contra el S.D.D. de 2m.



3 Los recoletos de Valdepeñas le habían declarado fugitivo y, en su lugar, habían reconocido como nuevo ministro al vicario Fr. Miguel de Soria: Protocolo del convento de Valdepeñas, ASC, ms. 457, 5v.



h            corr. de habían



4  Francisco del Santísimo Sacramento (Casero), que era también subprior del convento. Había sido ya maestro de novicios en Pastrana. Posteriormente, fue prior de Génova (1601) y de Nápoles (1603), lector de teología en Génova y definidor general. Murió con fama de santidad en Nápoles el 7VII1608. Cf. Historia generalis, I, 128130; su vida en II, 426466.



i         sigue y tach.



j            mi persona sobre lín.

 



5         Mons. Sallustio Tarugi, de la Congregación de Obispos y Regulares (el secretario, Bernardino Morra, se hallaba en Ferrara), sobrino del card. Francesco Maria Tarugi. Había sido secretario hasta febrero de 1595. Nombrado obispo de Montepulciano el 10I1600. Luego obispo de Pisa, donde murió el 10VIII1613. Cf. NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, l.c., 515516. Era íntimo amigo y bienhechor del prior de Santa Maria della Scala (Historia generalis, I, 7880).



k            ms. ducadas



l            ms. tratato



m           corr. de 200



n            sigue no tach.



o            voluntad sobre lín., en lín. permisión tach.



6         «Iten que no puedan los prelados hacer ni mandar hacer nuevas postraciones y ceremonias y ponerse en cruz y besar el suelo [...] Y el prelado que intentare novedades, sea al punto privado del oficio, pues las tales novedades no edifican sino inquietan»: Constituciones de la recolección, art. 25, en Carisma y misión, 721.



p            ya‑probado subr. de 2m.



q            corr.

 



r            subr. de 2m.



s            corr.



t            corr. de negociase



u            de tentarme subr. de 2m.

 



7         Sobre tales «pruebas», véase Carisma y misión, 182186.



v            yo no sabía subr. de 2m.



8         Motu proprio Ab ipso pontificatus de Gregorio XIII (5XI1574), en BullRom VIII, 105.



w           sobre lín.

 



x            al marg. ojo de 2m.



y            al marg. nota de 2m.



z            sigue sanc tach.



a  al marg. ojo de 2m.

 



9         Paolo Emilio Sfrondato, milanés, sobrino de Gregorio XIV, quien le hizo cardenal (19XII1590) y su secretario de Estado. Titular de Santa Cecilia. Gobernó más tarde las diócesis de Cremona y Albano. Murió en Roma el 14XII1618. Cf. L. PASTOR, Storia dei Papi, X, 537543, 556571; XI, 696 y ss.



b            al marg. memorial que se dio contra N. V. P. de 2m.



c            sigue me avía tach.



d            al marg. ojo de 2m.

 



10        Fray Gabriel de la Asunción, a la sazón (1605) ministro de la casa de Alcalá. Será el primer ministro general de la descalcez.



11        Era el procurador general de la congregación española de carmelitas descalzos.



e            al marg. ojo de 2m.



f             sigue que tach.



g            ms. descalçosas

 



h            al marg. ojo de 2m.



i         al marg. tormentos que le dio el demonio de 2m.



j            al marg. estando en el nobiciado de los PP. Carmelitas Descalzos en Roma de 2m.



k         corr.



l          rep.

 



12        Con las alusiones que va haciendo, se puede calcular que desde el folio 72v hasta aquí ha escrito en febrero/marzo de 1605. El «camino» o viaje largo que emprende es a Valladolid y a Buenache de Alarcón (Cuenca) con la esperanza de fundar la octava casa. Cf. NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, Apuntes críticos al tomo VIII: ActaOSST V/1011 (1958) 218220.






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