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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 44 CUÁNTA PERFECCIÓN QUERÍA DIOS EN ESTAS CASAS a

 

            Con esto concluyo con estas dos casas de Alcalá y Valdepeñas: que en ellas ha mostrado quiere Dios los religiosos muy perfectos, muy sanctos, muy acabados, muy obedientes y muy iguales, conforme su regla dispone.

 

1.         Tres episodios singulares

 

            En Valdepeñas me sucedió a mí lo que diré: que, tiniendo el convento una olla de lantejas que comer sin otra cosa, yo b no las comía muy bien. Y díjele al cocinero: —Hermano, yo no como bien lantejas, écheme un cogollo de col en la olla. Hízolo así y diómelo en nuestra scudilla, dando sólo a los otros lantejas. Cuando yo vi mi plato particular con el cogollo de col, diome c scrúpulo de comerlo y vínome al pensamiento: Válame Dios, si aquí hubiese alguna cosa mala por particularizarme d yo, ¡qué burlado me hallaría! Tomo el guchillo e y pártolo, y hallo en él un gusano largo, feo, asqueroso. Yo, cuando lo vi, callé, porque [286r] me pareció aquello era castigo para mí, porque me quería particularizar; y que, si lo confesaba públicamente, entonces todos habían de comer, o algunos, la escudilla con scrúpulo y la imaginación hacer


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al caso. Díjelo después y pedí encarecidíssimamente nadie en nuestra Orden se atreviese a pedir ni comer cosa que todos dende el chico hasta el grande no la coman.

            En Alcalá, avisándoles un día cuán grave culpa era beber o comer sin bendición y que, por haber querido yo comer aquella poca de col sin la bendición que Dios echa a las cosas de comunidad, había hallado al demonio en figura de gusano dentro, vino un hermano a mí y me dijo: —Hermano, muchos días ha que ando con una pena y no me he atrevido a manifestarla, y es que claramente, por beber los otros días sin licencia, me dieron las cuartanas que tengo; y más me aflige la imaginación de ver que tuve yo la culpa, que no la cuartana. Pedíle que de allí en adelante no le sucediese otra vez. Este hermano está vivo f.

            Contando en recreación yo, a cabo de pocos días, cuán perfectos nos quería Dios y que en nuestra Orden había un hermano que, por haber bebido un jarro de agua g sin licencia, padecía y padecería mucho tiempo, estándolo actualmente contando, le tentó el demonio a un hermano para ir a beber, y pidió licencia en achaque de que iba a una necesidad. Y yéndome yo tras él h, lo hallé bebiendo en el refectorio, y díjele: —Pues ¿de eso le sirvió el exemplo del hermano?, vaya con Dios y téngase lo que Dios le enviare. Aquel propio día i le dio una recia calentura; y la enfermedad le ha durado más de un año. Y él siempre ha conocido y confesado que claramente fue de beber sin licencia. Este hermano es vivo 1 y lo supo la comunidad.

 

2.         Otro caso revelador del querer de Dios

 

            [286v] Con estas cosas y otras muchas, con que Dios va mostrando la voluntad y deseo que tiene que todos sean sanctos, todos procuran guardar su regla y gran perfección. Y yo contento y parece que satisfecho de que Dios guiaba la danza.

            Una sola cosa diré aquí para honra y gloria de nuestro buen Dios, que bien sabe Su Majestad cuánto siento el decir y escribir esto en tiempo que no si se guardará con el secreto que conviene. Pero, por tocar a ellos y no a mí, me atreveré a decirlo. Aunque me parece se pudiera haber dicho en otra parte; y si no lo dije, pretendí callarlo.

            Cuando j, como digo arriba, el demonio rabiaba de ver que tantos niños allí se criaban, que había de venir tiempo que le habían de sacar el ojo, y hacía tantos enbustes y, entre otros, se le mostró a un religioso con una spada desenvainada que daba sobre mi cabeza 2. ¿La causa?


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Porque decía todo aquello que allí se hacía iba errado. Que, aunque yo en particular, como tal persona, hiciese muchos yerros, pero acerca de la communidad deseaba fuese Dios glorificado. Como yo la amenaza del ángel dicha por un fraile que tenía oración, yo afligíme y desconsoléme. No sabía qué hacerme. Parecióme que, si lo creía, yo daba en alguna grande desconfianza. Determiné, por algunas razones que arriba dejo dichas, entender que era el demonio transformado en ángel de luz, que quería perturbar aquel pequeño rebaño. Aunque con esta fee, bien atontado y como enajenado con mis penas ordinarias y las que cada día me sobrevenían.

            Yendo una tarde a visitar al maestro Tapia, cura de Sancti Justi de Alcalá, estaba muy enfermo. Y él me había, o sus hermanas, enviado a decir lo viese. Fui allá y hallélo que me parece claramente él se moría. Yo, como iba con la pena [287r] de lo que el otro me había dicho, de lo del ángel con la espada que me amenazaba porque, siendo yo prelado, iba aquella communidad errada, ofrecióseme (no si fue tentación) de decir entre mí: yo tengo de probar si es verdad lo que aquel fraile ha dicho; yo le quiero ofrecer a este hombre salud en nombre de este convento y harélo encomendar a Dios; y si sanare él, es el diablo k y tengo de dar tras él. Fuime dende allí a visitar el marqués de la Adrada y hállolo con una recia cuartana y afligido. Y como lo que le ofrecía al cura no era a cuenta mía, no me dio pena de hacer lo propio al marqués. Ofrecíle le quitaría Dios las cuartanas si él hacía ciertas devociones, pero siempre tenía la mira de que habían de probar la virtud de mis frailes.

            Yo me vine a casa. Y aquella noche en el refectorio, porque tuviesen más cuidado, yo les dije que mirasen que a dos enfermos había ofrecido la salud en nombre de Dios y en hucia 3 de que aquella noche los habían de encomendar a Dios, que mirasen por mi honra (esto decía yo burlando, sino porque tuviesen más cuidado).

            También me acuerdo que, cuando se lo decía a los hermanos que los encomendasen a Dios a aquellos dos enfermos, se me representaron todas estas cosas juntas: lo 1.º, el parecerme, como tengo dicho, desmentía al diablo; lo 2.º, que parece que haber un prelado l dado palabra así afirmativa de que había Dios de darles salud haciéndolos yo encomendar a Dios en casa, me parece había quedado obligado a que fuese así so pena que me tendrían por hombre que andaba engañando las gentes; lo 3.º, —y esto bien que fue lo que más hizo fuerza en mí— ver nuestra Religión tan necesitada de que Dios la acreditase y abonase, acordándome de las muchas maravillas que en los principios de otras obraba; también se me ofreció lo 4.º, que eran personas que yo quería bien. Todo esto se me ofreció cuando con encarecimiento yo pedí a los hermanos pidiesen a Dios la salud de aquellos dos enfermos.

           


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[287v]            Que me parece quiso Dios darse en alguna manera por obligado de alguna m de estas causas y razones porque se le pedía la salud de aquellos dos enfermos, por si acaso no lo era la que a mí se me ofreció, cuando yo estaba con ellos, de querer probar si el otro era illuso de el demonio en la aparición que le había hecho con la spada desenvainada. Y también, habiendo muchas causas para pedirle a Dios la salud de aquellos enfermos, cuando Su Majestad fuese servido de dársela, no sabría yo cuál le había movido. Y así me quedaría con mis propios temores de el ángel con la espada, para vivir con recato de mi persona y con temor y cuidado de la communidad.

            Ahora, pues, aquella noche se hizo oración por ellos, aunque no muy larga. Yo siempre tenía confianza que habían de sanar. Otro día n yo envié a preguntar por el maestro y cura. Dijéronme que mejor y sin peligro. Del cuartanario no se podía saber hasta otra cuartana. Pasado el día de la cuartana, yo fui a verle. Y me dijo o: ¡Basta, mi padre ministro!, que en mi vida he hecho más disparates que ayer, que era día de cuartana; me harté de leche y cardo y otras cosas harto malas —me parece me dijo—, y me faltó la cuartana; bien se me echan de ver las oraciones de los hermanos.

            Yo no les dije nada ni ellos hasta hoy saben cosa de mí. El cura estuvo bueno luego. El cuartanario estuvo algunos días sin cuartanas. No me acuerdo si después le volvieron. Yo pienso, aunque a ninguno de ellos se le ha dicho cosa acerca de esto, porque esto se está secreto, que no si en una ocasión yo he dicho algo p a algún hermano. Pero no quiere Dios que, ya que esté secreto, esté sin agradecimiento. Al marqués de la Adrada le quedó tanta fee con los hermanos y con sus oraciones, que me decía muchas veces: ¡Basta, mi padre ministro, que las peticiones de los hermanos son sin enbargo! Y esto me lo decía muchas veces. El cura, antes de su enfermedad, no si lo había visto ir cuales que tres o cuatro días q a nuestra casa. Después acá es tan grande la devoción que ha tomado con el convento y los hermanos, que sus fiestas es estar r con ellos. Y en particular se ha hecho enfermero de nuestros enfermos, de suerte que no si diga le gastamos su hacienda, porque de su casa les train la comida [288r] y los regalos, con que Dios es servido de suplir las faltas que en aquella casa, por su pobreza, podían tener los enfermos. Pues bien sabe Dios que yo no quién le pudo s poner en el corazón tan entrañable amor a un hombre que, aunque siervo de Dios, de casa no conocido. Sino que Su Majestad le debiera de dar la salud por intercesión de aquellos angelitos. Y cuando no fuese por ninguna de las causas que a mí me movía, podía serlo las muchas necesidades que en el convento se pasaban acerca del curar enfermos; y que con aquello dispertaríe Su Majestad a quien las remediase. El las remedia y acude cual la Majestad de Dios se lo pague en bienes eternos.

           


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Otras muchas cosas pudiera decir acerca de esto, pero no parezca alabanza de los que viven. Quédese, que lo de más inportancia es fiar en nuestro buen Dios nos hará tales que nos lleve a su compañía. Yo confieso que, si Dios no me hubiera dado una particular confianza y arrimo en los hermanos, que no qué hubiera sido de mí, porque, viendo quién yo soy y he sido, por sus oraciones y por lo que ellos dicen me deben y dan por obligados para me encomendar a Dios, entiendo o spero me ha de perdonar Dios.

 

3.         Leyes no de hombres, sino de Dios

 

            Aquí quiero decir también otra cosa, pues parece no viene fuera de propósito, pues voy tratando cuán justos y observantes de nuestro primer rigor nos quiere Dios. Y advierto que este rigor Su Majestad por su mano lo ha puesto y lo quiere. Y si alguno ha pretendido menos, Su Majestad no lo ha consentido. ¡Oh buen Dios de mi alma, y qué te debe esta sagrada Religión! Que, aunque no lo conocen todos, no está lejos su conocimiento, si levantasen la cortina y se pusiesen a pensar. Quiere mi Dios que las piedras t que se ponen en esta sagrada Religión, se pongan por su querer y por su voluntad. Y para esto, pone quien entienda en su hechura de quien no se pueda tener celos por su poco saber, y aun el saber y querer ordinario —poco inporta el introducirme yo— ése me ha quitado, de suerte que quien a mí me ve, a ojos cerrados dirá: Ni aun para peón no vales ni para guardar las leyes, cuánto más para ponerlas.

            Cuando fui a Roma, bien se entiende tenía gana y deseo de que se guardase rigor y muchas cosas particulares. Cuando pude dar mi voto en Roma, no quisieron que lo tuviese, pareciéndoles [288v] no ser justo que una u religión que, aun no tiniendo frailes, tuviese leyes dadas y hechas a mi antojo. Después v bien quisiera el demonio que nuestras leyes fueran de hombres y que se guardaran como leyes de hombres. Y porque no faltasen legisladores, púsose en el propio motu que el visitador, con junta de frailes franciscos descalzos y carmelitas y nuestros, hiciesen leyes y constituciones 4. ¡Qué de legisladores para unos pocos de niños que han de guardar las leyes! Callá, dice Dios, que, aunque más haya, yo solo soy el que en esta materia pongo w la mano.

            Venido a España, pidióme el visitador apuntase leyes y constituciones, y puso papel y tinta en mis manos. El y otros testigos que se quedó hecho la cruz y el Jesús María, sin scribir letra. Y con estar yo tan


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preñado de cosas, ninguna dije ni escribí. En cinco años que ha que tenemos al visitador, cada día se hacen y nunca se empiezan.

            En el capítulo que ahora tuvimos, se quisieron enpezar y no se hizo nada. Ahora, por cartas, después de hecho el capítulo, el visitador alega que ha de hacer constituciones y leyes con otros muchos frailes x. Haga norabuena, que todo es cansarse, porque Dios ha tomado la mano en todo y él lo ha de hacer. Dirá alguno: Luego queremos vivir sin leyes; y el que vive sin ley, sin ley perecerá. No me pasa por la imaginación, sino querer encubrir el querer y prudencia humana y querer descubrir la sabiduría divina. Y, sin saber por dónde ni cómo, me voy hallando en mi Religión lo que muchos sanctos con grande fuerza y conato procuraron introducir en sus religiones. Y confieso haberme sucedido querer una cosa que se introduzca en la Religión y muchas y, por el propio caso que las quiero, no se conciertan; y cuando aquel querer se acabó y resignó, hallarla hecha y puesta. Mostrando se hace no porque nosotros lo queremos, sino porque Dios lo quiere. Y esta grandeza tengo de confesar de mi sagrada Religión: que se hacen leyes de lo que se guarda y, que es más perfección que guardar lo que se guarda por ser ley z. Como lo son las reglas de los sanctos: que se hicieron de lo que guardaron, y después acá los hombres las guardan porque son leyes.

            Dirá alguno: Pues, hermano, un librillo de actas que a tuvimos al principio, que nos dio el visitador, ¿no son leyes? Respondo. Y acuérdense de lo que dije al principio desta historia 5, si así se puede llamar: que los padres del Paño, [289r] cuando esto se enpezó, digo que no ellos sino el Spíritu Sancto en ellos, nos dieron obra de treita o cuarenta constituciones que entonces guardamos 6; y que las que después nos dio fray Elías, visitador, fueron sacadas de allí sin añedir ni quitar. Y que las hiciesen los padres del Paño aquéllas, no tuvo celos el Spíritu Sancto, porque hacían y escribían lo que ellos no guardaban. Y era fácil de entender que aquello lo había hecho otro que ellos.

            Y así, ahora que soy prelado, si me viene gana de hacer una ley, primero me da gana de que se obre que no que se haga. Porque el parlar y ordenar es fácil de los hombres, pero el obrar es de Dios; y b en esta Religión todo ha de ser de Dios; y el que tantico se desviare, aunque sea a beber una jarra de agua, lo ha de pagar. Como también se verá en lo que ahora diré.

 

4.         Dios quiere más rigor que el prescrito por los hombres

 

            En las actas se mandaba y permitía que c tuviésemos jergones en las camas de paja o esparto. No es bueno que, con haber gente tan delicada, tantos niños, tantos flacos, no haya un jergón en toda la Religión. Y


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que no pararon hasta que de las actas lo borraron. Dice más: Que puedan traer medias calcetas. Hase introducido que nadie las trai, pues no es bueno, que, por lo que ahora se verá, aunque sea ley de permisión de parte de los hombres, por ser ley positiva, de parte de Dios no las consiente Su Majestad traer. Lo primero lo pruebo con que nadie hasta ahora las trai.

            Y a mí me sucediótestigos más de doce religiosos— que yo llegué una noche a Madrid más de una hora anochecido, que pasaba para Toledo. Y como tan cansado, flaco y de pocas carnes, y en medio el invierno y unos hábitos bien sin pelo, y yo harto helado y aun medio cojeando de una pierna de helada, pareciéronme d tantas causas que alguna e de ellas o todas juntas seríen bastantes para hacer unas medias calzas, que son las que se usan entre frailes descalzos, del tobillo arriba. Díjelo a aquella hora, cuando ya era a mi parecer inposible salir ningún religioso fuera. Y cuando aquella hora hubieran de salir, a mí, por ser prelado, me habían de pedir la licencia. Así, hubo buen seguro de que aquella noche no se negociaron de parte de casa. Pues a la mañana, entre dos luces, ven aquí do viene una buena vieja a casa pidiendo [289v] por mí. Yo salí, y díceme: —Sea vuestra paternidad muy bienvenido. Y háceme algunas preguntas de mi salud. Yo sin reparar quién le podía haber dicho aquella noche que yo era venido. Dice luego: —Padre, habrá en qué f ocupar unas calzas que traigo aquí. Yo entendí que eran algunas solladas destas de grandes, que se podrían vender por mucho. Díjela: —Hermana, si no es para venderlas y hacer algún frontal, no hay en casa para qué sean g. Con esto despedíme de ella, sin hacer más caso. Llama luego un hermano donado y dale tres calzas conforme yo las había menester y había dicho a prima noche. Yo, cuando las vi, sin reparar más por qué eran tres que dos o cuatro, ni quién te lo dijo vieja, y otras cosas, que me pudieran causar alguna nota, quítome de ruidos y póngome mis calzas blancas de sayal y voyme con ellas a Toledo. Si no lo han por enojo, enpiézanseme a enllenar las piernas de lepra y de llagas, de suerte que, no reparando al principio, trayéndolas algunos días, cosa de 15, ya me iba creciendo y subiendo el cuerpo arriba. Hasta que, cayendo en que procedía de las calzas, las hice arrojar. Y fue Dios servido que, aunque pasé algún trabajo, se fueron secando las llagas y estuve bueno.

            De donde saco algunas cosas. Lo primero, que el diablo se debiera de holgar h bien que, contra nuestra loable costumbre, yo trujera calcetas, pues tan presto tuvo compasión de mí y envió la vieja con tres calzas, quedándose con la cuarta quizá para levantar figura. Lo segundo, que quiso Dios mostrar no era su voluntad, pues permitió en tan breve tiempo hiciesen tan grande operación. Y que, si fuera voluntad de Dios traer más abrigo, más siervos tiene Dios que el demonio que pudieran trocar i las manos y enviar calzas que abrigaran y dieran salud. Pues


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me dicen que, cuando los estudiantes de Socuéllamos, se puso uno estas propias calzas, y al instante le dio frío y calentura. Sabe esto fray Diego de san Francisco j.

            Todo esto he dicho para que se vea con cuán particular providencia Dios acude a esta sagrada Religión a la enderezar y encaminar en particular rigor, sin consentir cosa, aunque sea la más pequeña de cuantas se puede imaginar, que luego con el dedo no muestra su querer.

 

5.         Dios castiga las faltas más livianas

 

            Otra cosa diré aquí que, por ser pequeña, parecerá ridícula, pero porque viene en confirmación desto. Un día nos fuimos a holgar a Sancta Madalena y llevamos de merendar. En la merienda, uno de aquellos frailecillos chicos hurtó un güevo cocido y fue y escondiólo en [290r] una caballeriza. Acabada la merienda, por tener él más que comer, va por su güevo. En tomándolo en las manos, sale dando voces: —¡Hermanos de mi vida, que no qué se me ha entrado en estas espaldas; hermanos, una culebra k! Eran tantos los estremos que hacía, que no todos se atrevían a llegar a él: unos huían, otros llegaban atemorizados l de verle perdido el color m. Preguntándole qué tenía, decía: —Hermanos, hurté un güevo y, yendo por él do lo tenía escondido, no qué se me ha entrado en el cuerpo. Enpezámoslo a desnudar, y hallamos que tenía metido en las espaldas un ratón, sin saber por dónde le podía haber entrado. Decían los otros sus compañeros: —Hurtá güevo, y veréis lo que pasa. Aunque fue ratón, yo creo que a él ni a ellos les sucederá más, porque, aunque es cosa de risa un ratón, pero es de consideración el tiempo que se le entró y la operación que hizo y el asombro que nos dio. Y a culpa liviana, con cosa liviana lo castiga Dios; y n muestra ser su voluntad que aun en las cosas más pequeñas haya rigor.

            En el propio Alcalá, tiniendo los enfermos cierto regalo, se lo comieron sin saber quién. Y estando todos juntos en maitines a prima noche, un novicio, que era su enfermero, lo vomitó; y lo conocieron. Y después se le quitó el hábito. Esto dice el hermano fray Ambrosio sucedió mientras el capítulo o.

            Otro hermano, en Valdepeñas, que me dicen se llamaba fray Juan de la Resurrección p —que será bueno ponerles los nombres, por si lo quisieren comprobar— se levantó una noche y sin licencia comió en la güerta un pepino; y le hizo de tal manera mal que fue necesario expelerlo de la Religión. Y pareciendo lo echaban por la enfermedad, no era sino porque comió sin licencia el pepino.

           


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Otro hermano se levantó otra noche y entró en la güerta y metió [sic] ciruelas. A la mañana estaba muy malo, y no sabían lo que tenía hasta que vomitó y se echó de ver que habíe comido ciruelas sin licencia. Y ya que no lo pudieron expeler, por ser profeso, estuvo muy malo. Llamábase fray Bernardo de sancto Domingo q.

            Otro hermano se le antojó a mortificarse sin licencia de su prelado y, entrando en la güerta, tomó r una mata de ajenjos s y comióla. Entendieron que se muriera de grandes vómitos. Que aun en cosas que de suyo son buenas, por ser comer sin licencia los castiga Dios. Luego llamábase fray Junípero de san Francisco t. Que ellos propios se holgarán conozcan sus nombres, porque Dios en sus obras sea glorificado.

            En la casa de Alcalá tomaron sin licencia otros dos hermanos cierta cosa [290v] y, por ser en tiempo de paschuas, no hicieron caso de comerlo sin licencia. Y, a la mañana, no sabiendo quién lo había hecho, hallaron que lo habían vomitado los que lo habían comido.

            Dos días ha que recibí una carta de Valladolid, que dice el maestro de novicios estas palabras: «Quiere Dios que en esta Religión todos seamos sanctos y que no haya cosa, por liviana que sea, que no se sepa. El hermano fray Fulano (que era sacerdote y novicio) tenía una parte muy secreta, donde algunas veces comía sin licencia. Vímoslo y quitámosle el hábito. Y fue a dar gracias a Dios a su casa».

            Confieso que u muchas veces he estado durmiendo v y me han recordado para ver algunos defectos y faltas de algunos religiosos. Y que, communicándolo con nuestro visitador y diciéndole yo que no podía entender sino que lo hacía el demonio, porque, cuando veía algunas faltas, causaban en mí alguna desconfianza, pareciéndome que, pues no éramos muy sanctos, no debiera ésta de ser obra de Dios y que yo andaba engañado, me consoló y respondió diciendo: La desconfianza es causada de satanás; el dispertar en semejantes ocasiones es de Dios para que vea los defectos que hay y los remedie.

            De donde infiero de todo lo dicho, sin me alargar más, —que todo esto scribo de lo que yo sólo , que sólo dos niñerías destas me ha dicho un hermano, que, si anduviéramos a preguntar, fuera scribir libro desta materia— pues digo que infiero nos quiere Dios muy observantes de su regla y Religión; y que las leyes que él es servido, Su Majestad las va introduciendo porque él quiere, preciándose en esta sagrada Religión de sólo su querer.

 

6.            Sujeción al querer de Dios

 

            Concluigo esto con una cosa, y es que siempre en esta Religión se han deseado introducir dos leyes para la mayor observancia: acerca de los que se reciben y acerca de los que han de ser prelados. Que por esto sólo me


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entenderán. Y estos deseos han sido acompañados de una vehemencia para hacer las leyes y que se pusiese en execución. Y no ha sido posible hacerlas. Y veo, a mi corto entendimiento, es voluntad de Dios que se consiga aquello que se pretende w. Ahora, pues, ¿por qué no se hacen? Hallo por mi cuenta que lo quiere Dios hacer, como ello se verá. La causa debe de ser que Dios hace y introduce sus leyes, ordenaciones y obras con gran suavidad. Y si la ley tiene algo de rigor, por quitarle al hombre aquel daño que le puede venir de tenerlo por riguroso, lo hace. Como si acá viésemos que un niño lleva una cosa rastrando y como con fuerza y violencia. [291r] Vos, si sois hombre de fuerza, daos pena y quitáisela de la mano y hacéisla x o lleváisla con facilidad.

            Lo segundo, por la estimación que arriba digo de las obras: que se hacen non quia ego volo, sed quia tu vis 7. Y en tal tiempo se puede hacer una cosa, que se entienda ser invinción de los hombres. Que, haciéndose por otro camino y en otro tiempo y, se ve claro ser ordenación de Dios. Y así, pienso yo que Dios, para estas ocasiones y principios de religión, no quiere Dios hombres muy accelerados, resueltos, sino que den espacio y lugar a que Dios obre.

            Bien sabía Cristo que había de padecer por los hombres y en la cena lo supo y vido ya tan cercana su muerte, y pudo salir de allí y entrarse por casa de los scribas y fariseos. No hizo eso, sino vase al güerto y allí suda gotas de sangre. Allí dice: Si vis, transeat a me calix iste. Y en aquella larga y prolija oración, bajó el ángel confortans eum 8. Y se manifestó la voluntad del Padre eterno, que era que su Hijo padeciese porque él lo quería.

            Yo confieso que, por muchos meses en Roma, deseaba mi venida a España y que me sentía con tal brío, que por locura o encarecimiento decía yo que asombraría a mis enemigos con un stornudo z. Y no quiso Dios que entonces viniese, sino cuando yo no quería y él quería, por sólo communicar esta nobleza a esta su obra: que se hace porque él es servido. Y ésta pienso yo que es doctrina muy ordinaria y que la guardó el mismo Dios en las obras de mayor peso que ha habido ni hecho. Dende que Dios crió el mundo hasta que nació, qué de sanctos, qué de prophetas y patriarcas que pedían, que clamaban su venida, que se quejaban como enfermos de su enfermedad deseando el dichoso día. ¡Qué de suspiros en tan larga noche de cinco mill años! Y aguarda a nacer cuando en el mundo nadie se acuerda, nadie lo pide ni llama, nadie lo recibe ni abriga a, porque se entienda que esta obra no era obra b del querer del hombre, sino del querer solo de Dios. Que es lo que dijo san Pablo: Propter nimiam charitatem, qua dilecxit nos Deus 9, etc. Y después, al tiempo del morir, qué de veces le quisieron echar mano y se les absentaba; y quiriendo y deseándolo [291v] poner en un madero


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con particular rabia, per medium illorum ibat 10, sin que nadie se atreviese a le asir, diciéndoles el mismo Cristo: Porque vosotros queréis ahora, yo no quiero. Y después que quiere, se les sale al camino en el güerto diciendo: Ego c sum. Y para que entendiesen que no moría forzado llevándolo atado con una soga —que parece se pudiera entender de un hombre que le llevan de aquella manerada primero con ellos en tierra diciendo: Ego sum 11. Como quien dice: No muero forzado, aunque atado; que bien pudiera, si quisiera, desatarme, pues con tanta facilidad con un ego sum puedo desatar vuestras vidas y dar con ellas en tierra. Y ésta es la razón que dan porque Su Majestad, cuando murió y expiró, inclinó y bajó su cabeza, mirándose a sí propio y su costado 12. Como si dijera: Muero por el amor encendido que está en este d corazón y por las entrañas de piedad que tengo a los hombres; y miradlo bien, que en todo este campo no hay quien obligue a este querer, porque todos son malhechores, etc. Mi madre y san Juan bien atravesados tienen sus corazones de verme padecer. Luego muero porque quiero y es llegada la hora en que yo quiero y mi Padre tiene determinado.

            No hay que cansarnos en esto ni hay que darle prisa a Dios, que las cosas que están a su cargo él tiene cuidado y sabe cuándo las ha de hacer.

            Aquí querría se pusiese una carta de dos pliegos que sobre esto scribí al hermano ministro de Alcalá. Si la pusiere aquí, advierta el que la trasladare mire adonde está aquélla y diga así: Atento que en esta carta se ofreció tratar la propia materia, me ha parecido ponerla aquí e.

 

7.         Dos cosas pendientes

 

            Dos cosas me afligen y han afligido en nuestra Religión por no se haber enpezado, por ser de regla, y cada día me acuerdo mil veces y me lo acuerdan, que es el acudir a los pobres y a los captivos. Y a esto no qué responder más de lo que el otro día respondí a un siervo de Dios, que me decía que por qué no enpezábamos a curar pobres, que nos diera el Consejo Real la administración de todos los hospitales generales de España; y que era la cosa más honrosa para nosotros y provechosa para la república que habíe en el mundo. Y después de me haber dicho muchas cosas acerca desto, sólo se me ofreció que responderle que la obra más honrosa que hubo para f [292r] Dios y provechosa para los hombres fue la encarnación y muerte del Hijo de Dios, y Su Majestad la dilató 5.000 años, aguardando el punto y la hora cuando él fue servido. Así digo; y en estas cosas que nosotros seamos sanctos y quien debemos, que la hora se llegará cuando Dios manifieste su querer y honre nuestra Religión con mostrar su voluntad, etc.

 

 




a            orig. al marg.



b            sigue le tach.



c            corr.



d            corr. de marticularizarme



e            al marg. ojo de 2m.

 



f             al marg. ojo tach.



g         sigue padecía la tach.



h         sigue n tach.



i          sigue di tach.



1         Fr. Gaspar de los Reyes, según propia declaración en el Proc. inform. de Granada, ASC, ms. 28, 32. Vistió el hábito el 24III1603 y profesó el 4IV1604: Breve noticia, p.4.



j          sigue el tach.

 



2         Fr. Juan de la Magdalena, lego.



k            al marg. ojo de 2m.



3         confianza.



l            sigue pala tach.

 



m           corr.



n            sigue p tach.



o            al marg. ojo de 2m.



p            al marg. díjolo en un capítulo de 2m.



q            sigue a ca tach.



r            sigue síl. tach.



s            corr. de puso

 



t             sigue de esta tach.



u            a sobre lín.



v            sigue bien tach.



4         «Nuntius cum consilio praedicti visitatoris, ac aliorum piorum et eruditorum virorum dictorum ordinum Discalceatorum Carmelitarum aut sancti Francisci, et etiam ex ipsismet Reformatis Sanctissimae Trinitatis, statuta et constitutiones ... auctoritate nostra faciat et observari mandet». Cf. Carisma y misión, 731.



w           corr.

 



x            sigue ga tach.



y         sigue y no tach.



z         al marg. ojo de 2m.



a         sigue and tach.



5         Cf. pp.33, 109110.



6         Pueden leerse en Carisma y misión, 717722.



b         sigue es tach.



c            sigue truj tach.

 



d            ms. parciéronme sigue ta tach.



e            ms. auguna



f             sigue u tach.



g            al marg. ojo de 2m.



h            sigue bien tach.



i            corr.

 



j             Pues‑Francisco al marg., sigue fue el mismo a quien le sucedió de 2m.



k         corr.



l          ms. atemorizado



m         ms. calor



n         sigue no tach.



o         En el propiocapítulo al marg.



p         corr. de Encarnación

 



q            Bernardo de sancto Domingo subr. de 2m., al marg. ya está expelido por difinitorio año de 1613 por el mes de julio de 2m.



r            sigue unos tach.



s            ms. asencios



t            al marg.Fr. Junípero de 2m. ojo de 3m.



u            sigue las co tach.



v            al marg. ojo de 2m.

 



w           que‑pretende sobre lín.



x            ms. haceila



7         Mt 26,39: «...non sicut ego volo, sed sicut tu».



y            y en otro tiempo sobre lín.



8         Lc 22,4144.



z            con un stornudo al marg.



a  ms. abriega



b            sigue de solo tach.

 



9         Ef 2,4.



10        Lc 4,30.



c            sigue sum tach.



11        Jn 18,56.



12        Cf. Jn 19,30.

 



d            sigue q tach.



e            Aquí querría‑aquí al marg. con algunas palabras cortadas por el borde de la hoja.



f             al marg. váyase a esta señal + de 2m.






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