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I. DESORIENTACION DEL ALMA LLAGADA
Tienea o siente un alma
otros trabajos, que como es principiante en la casa de Dios [135r] y el amo aún
no le ha enpezado a mostrarb el amor que a los demás, con los temores
de que deseac se agrade de sus servicios y de se quedar en casa, llena
de miedos y temores, está hecha polvos, despedazada la pobre alma, pensando: si
agradaré en esto, si agradaré en aquello, si hago esto, si le daré enojo; si
estoy queda en casa, entenderá que vine a su servicio por comer, gozar y
holgarme; si salgo fuera, no me olvide apartándome de sus ojos (al parecer del
que sale fuera). Si digo que quiero, dirá que tengo voluntad; si digo que no
quiero, dirá: ¡Sal de mi casa!, como amenazó a san Pedro cuando le dijo: Non
lavabis michi pedes1. Después, cuando quiere enmendar el avieso y
responde san Pedro: "Señor, no lo digo, por tanto lavad pies y
cabeza", le responden: "Tanpoco eso, que no hay más necesidad de
lavar los pies"2. Con estos pensamientos medrosa está un alma,
despedazada, partida, pensativa, congojada, afligida: ¿qué haré?; Dios mío,
enséñame tus caminos3.
Tiénela colgada y levantada con
tormento de garrucha4, que si quiere levantarse hacia arriba, no puede,
que es cuerpo pesado; si hacia abajo, como no puede llegar donde descansen los
pies, más se descoyunta. Así el alma, si se quiere levantar a conocer la
voluntad de Dios inmediatamented, no es en su mano porque eso es sobre
sus fuerzas; si bajar a cosas de la tierra do descanse el cuerpo, no la dejan llegar
a ellas, sino con sólo el pensamiento se aflige y descoyunta el alma.
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