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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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CAPITULO 55 FUNDACIÓN EN SALAMANCA

 

            A cabo de algunos días como se celebró el capítulo en el año de 605, al principio del adviento 1 yo me partí para Salamanca.

            Y también se ha de notar cómo en lo esterior los padres del Paño y nosotros habíemos tenido aquellos días mucha paz y amistad. No yo si después ellos disgustaron de nuestra electión o si mostraron algún disgusto conmigo por lo que acabo de decir de ser sanctos y siervos de Dios que me querían probar.

 

1.         En Medina del Campo. Rechazo del provincial calzado

 

            Yo salí de Valladolid con persuasión que eran mis amigos y que ya me podía aposentar en sus casas y tratar con ellos como con padres y hermanos. Y así, en el camino de Salamanca, luego me fui a posar a su casa a Medina del Campo. [365v] Estaba su provincial entonces en Valladolid, el cual, dentro de pocas horas, salió tras mí. Pudo ser a caso y pudo ser con algún acuerdo, porque, para sospecharlo, hubo muchas ocasiones y indicios.

            En Medina del Campo estaba por ministro un religioso que habíe sido grandíssimo amigo mío en el Paño y condicípulo. El buen fraile, movido de esta amistad y de ver que ya entre todos habíe grande communicación, hospedóme como si yo fuera su provincial y prelado, y enpezó a hacer buscar pescados y cosas con que regalarme. Y yo muy contento, por parecerme ya tendría menos ahogos y más alivios. Era víspera de la gloriosa Catherina 2.

Fuime a vísperas y, estando en ellas, he aquí dónde entra su provincial. Y, sabiendo que yo estaba en su casa, me aguardó su compañero a la puerta del coro con un recado suyo, que decía: «Nuestro padre provincial dice que está espantado que, habiendo hecho las cosas que vuestra reverencia ha a hecho, se atreva a entrar por nuestras puertas; que luego al puncto se salga del convento». Por tener aquello por nuevo, yo me turbé algo, aunque no en la respuesta, porque le dije: «Diga a su paternidad que me pesa de le haber dado disgusto; que no entendía yo haber hecho algunos males contra la Religión, pero que Dios es tan bueno y está esta obra tan a su cargo que, siempre que yo voy descaminado, me encamina y endereza. Y así ha hecho hoy Su Majestad conmigo».

            Y así luego sacamos nuestros pollinillos y nos fuimos a un mesón, donde fue Dios servido hallamos un colegial de los mayores que hay en Salamanca, que se nos ofreció de nos ayudar en la universidad; y allí nos dio qué comer.

 


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2.         En Salamanca

 

            Con este refresco de bien y de mal, nos fuimos a Salamanca a posar a un mesón fuera de la ciudad. Respecto que fuese por prueba o por veras, no me parece estaban los padres carmelitas descalzos como otras veces. Pues, los calzados, ya teníamos carta y libelo de repudio.

            No hubimos entrado en la ciudad cuando nos topamos un hombre honrado y bien puesto que nos preguntó dónde íbamos. Yo dije que a ciertos negocios. Respondió: —Dígolo porque esta ciudad ha más de 15 días tiene nuevas de que vuestra paternidad quiere venir a fundar a ella, y tiene señalados y deputados dos regidores, y yo soy el uno de ellos, para que echemos a vuestra paternidad del pueblo. Por eso no tiene que tratar de fundación, porque hartos religiosos hay acá, sino tornarse, porque de suerte ninguna se le ha de consentir tal cosa.

            Dentro de poco me topé al otro, que cierto, si no fuera proligidad, gustara de scribir lo bien que oró y propuso [366r] las necesidades del pueblo y los trabajos de la ciudad, y la hambre y esterilidad que pasaban los conventos b; el encuentro que a la puerta de su casa hallaba de ordinario de los muchos religiosos que demandaban, aquel no dejarle poner el pan entero en la mesa; lo poco que ya se les daba de sus inportunaciones, remitiendo su hambre a que la fuesen a matar a otros pueblos. Destas cosas y otras muchas trató por muchos ratos que conmigo y nuestro compañero 3 estuvo c. Pero fue Dios servido darme ánimo para oírlo y confianza en Dios, que era el que habíe de remediar nuestras necesidades y matar nuestra hambre.

            Y así, no reparando en eso, fui a hablar al señor obispo 4 y corregidor, a quien llevaba cartas de los señores duques de Lerma y su hijo, duque de Ecea 5. Y fue Dios servido hallase en ellos buena acogida, aunque no ayuda más de disimular y dar lugar para que corriesen los intentos que yo llevaba.

            Fue Dios servido dentro de muy pocos días alquilamos una casa en sesenta ducados, con bien poquitas blancas que entonces teníamos 6. Y, con esto, determiné de enviar por nuestros frailes para la poblar. Habiendo esto sabido los regidores deputados en contrario, siempre que los topaba, aunque no diciendo malas palabras, me requerían, amonestaban y avisaban no fuese aquello adelante, porque no lo habían de consentir. Y, a más no poder, uno de ellos me encareció con hartas palabras no había de consentir pedir un solo mendrugo de pan en la ciudad. Estas cosas, aunque no me daban pena demasiada, dábanme


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cuidado y acobardábanme, de suerte que, no digo yo salir a pedir limosna, pero ni aun salir de casa no me atrevía.

            Recogímonos nuestro compañero y yo y nuestro donado a nuestra casa, bien grande y bien desembarazada y harto fría. Todo nuestro ajuar que a ella llevamos y la ropa que para nuestro abrigo teníamos, eran dos albardas de los dos pollinos y dos mantas que sobre ellos llevamos, de suerte que, repartido esto entre tres, aun no cabía a manta y albarda. Pero confieso —que parece d cosa de risa— que, quiriéndome hacer a mí alguna cortesía por ser provincial, me dieron albarda y manta. Y, como la negra albarda no se habíe hecho a mi medida y no alcanzaba a todo el cuerpo, en toda la noche yo no podía pegar los ojos de frío, del olor de la albarda, de suerte que fue necesario antes de tiempo de renuciar la parte en que fui mejorado y decir a uno [366v] de los otros hermanos que yo le hacía la gracia de aquella parte, que tomase el colchón y echase uno abajo y otro encima, que sin falta no me debiera Dios de querer para aquel puesto.

            Con estas cosas, pasamos con algún contento aquellas noches y otras, aunque lo que por entonces sentí fue alguna soledad que allí se pasó por haber sido necesario enviar al hermano donado a Alcalá por los estudiantes. No faltó un estudiantico que nos compraba nuestros nabos. Y en casa hacíamos nuestro ejercicio tan pobremente como Dios era servido, porque hubo días que tomara yo un pedazo de pan, porque dineros no se alcanzaban. Limosna no pedíamos; si salíamos a hacer alguna visita, no nos atrevíamos a publicar trabajos y necesidad, respecto de las muchas que en cada parte nos publicaban y decían.

            Así nos estábamos como Dios era servido, hasta que de Valladolid nos enviaron ropa y de Alcalá vinieron frailes 7. Y, en fin, todos los duelos con compañía son menos.

            En esto, llegóse la víspera de Navidad. Y yo —nuestra casa cargada de frailes y sin atreverme a que hasta entonces se hubiese pedido limosna en el pueblovime obligado a que se enpezase por los muchos que estábamos. Convidábame el tiempo, acobardábanme los dichos de mi buen regidor, que, aunque en ellos él se burlase, pero yo no tenía obligación a juzgar de su interior. Temíame no me topase mis e frailes demandadores y les sucediese alguna desgracia. Representábaseme que los topaba y les quitaba las alforjas y les daba con ellas y les decía palabras pesadas; y que los donados venían a casa afrentados y quejosos de mí que los ponía en semejantes ocasiones y me quedase yo en casa celebrando las Navidades.

            Estos pensamientos fueron bastantes para echarme fuera de casa y coger yo nuestras alforjas y ofrecerme a los peligros f. Fui con otro


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hermano a la demanda 8. Bien me mortifiqué, porque fue Dios servido que pasé dos o tres calles que debiera de llegar cosa de un cuarto o dos. Pero no sosegué hasta que fui a pedir limosna a casa de nuestro buen regidor. Y, llamando a la puerta y respondiendo él, le dije fuese servido de nos dar limosna para los descalzos de la Sanctíssima Trinidad. Y Dios [367r] lo fue de poner en su corazón nos mandase dar un pan. Con esto g, me pareció todo quedaba allanado y ya no había dificultad en lo que era pedir su limosna.

 

3.            Paravicino, descalzo por un mes

 

            Yo quisiera escusar aquí de decir la vocación y hábito del padre maestro Hortensio, por los fines y sucesos que en ella hubo. Pero podrá dejarlo si el que después repasare estos papeles no le h pareciere i convenir. Yo que, si fuera Dios servido se saliera con las victorias, había habido en la obra hartas cosas de consideración y que realzaban aquella fundación. No debieran de convenir o nuestros peccados no lo merecieron, pues nuestro Dios permitió semejantes sucesos. Pienso que los trabajos que en la tal obra se padecieron, no se habrán anulado ni envanecido delante los ojos de Dios. Verse ha, demás de esto, lo mucho que rabia satanás en el juego que trai consigo las ganancias conocidas, la fuerza que hace y el lugar que Dios le da, para que en lo demás se viva con cuenta y alerta.

            En aquella sazón j había, entre los padres del Paño, un religioso de cosa de 25 años, llamado Félix Hortensio, maestro por aquella universidad 9. Pienso se graduó de cosa de 22 años 10. Pudiera contar su vida, porque en materia de letras y virtud, sanctas y buenas inclinaciones, pudiera scribir k muchos pliegos de papel. Confieso que en mi vida traté ni vi ni conocí hombre con semejantes partes naturales y sobrenaturales l, porque yo pienso tenía, para todo lo que hacía y decía, al cielo muy favorable y de su parte.

           


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Antes de que yo fuese a Salamanca, había oído decir algo de que tenía voluntad y deseo de nuestro hábito. Aunque yo no lo había visto en mi vida ni conocido, me parece dende que decir su nombre estaba perdido por él; y, siempre que me acordaba de aquella fundación de Salamanca, me prometía este sujeto para bien y ayuda de la Religión. En entrando en Salamanca, fue Dios servido de lo enpezar a labrar para esta obra y a disponerlo, de suerte que en orden a eso, aunque no pidiendo el hábito, nos visitó en el mesón donde estábamos. Después perficionó y acabó su sancta vocación la muerte del padre maestro Estrella, ministro y catredático en la universidad y en su casa 11, de suerte que, dentro de 20 días como allí entramos, él pidió nuestro sancto hábito. Y yo se lo di con particular gozo y contento [367v] mío y estraño sentimiento de su convento y de toda la universidad 12.

            Las diligencias que hicieron para sacarlo no fueron por fuerza, por ser él hombre, pero fueron las más estrañas y esquisitas que yo en mi vida he visto. Porque de parte de sus frailes eran tantas las lágrimas que derramaban m, los requiebros que le decían, que confieso me hicieron llorar muchas veces y a mí me convirtieron, de suerte que no me diera pena que se fuera. Acudieron todos los catredáticos de la universidad y con razones y persuasiones le procuraron combatir, pero, como él tenía un ingenio tan lindo, jamás se daba por concluido. Pedíanle la restitución de su persona a la universidad y a su religión. Poníanle escrúpulo de peccado mortal en ello. Finalmente, de todo se defendió con ayuda de nuestro Señor.

            Conservóse un mes en nuestro hábito, dando prendas de un angélico sancto Thomás en letras y en virtud. Confieso que me parece no vi en mi vida semejante humildad y rendimiento como el hombre mostraba, rigor y aspereza en sus penitencias; y muestras que habíe dado de que a la Religión ayudaría como sancto y siervo de Dios n.

 

4.            Rebelión de algunos frailes

 

            Pero, ya que el demonio por ninguno de aquellos caminos no pudo, determinó de salir a la impresa con todo el infierno junto y él con su propia persona acudir a una cosa que tanto le inportaba. Y así, hizo cosas invisibles, aunque sus efectos se vieron, inauditas. Yo no quiero meter la mano si aquí anduvieron causas segundas, si hubo manos de


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hombres con invocación del demonio o si inmediatamente el mismo demonio quiso estorbar las ganancias.

            Yo, por dar vado a cosas, me fui con el maestro Hortensio —que, ya acá, se llamaba Fr. Félix de san Juan— por ocho días a la Bienparada. Y esto contra toda razón, y después, como pareció, fue fina tentación por dejar el convento tan solo y desabrigado en poder de doce o trece frailecitos, que el mayor tenía 24 años. Mientras yo allá, revístenseles o mill demonios, de suerte que, sin saber qué fundamento p para ello tuvieron —que otro no se supo más de decir que, pues yo recebía aquel fraile calzado, sería cierto recebiría otros muchos y a ellos les daría de mano—, altéranse con esto y dan en decir que no son profesos, alegando para esto dos mentiras o enbelecos, y que yo no soy su provincial ni soy prelado, y que les [368r] sería fácil el quitarme el officio acudiendo al nuncio. Estos y otros semejantes conjuros tenían hechos cuatro niños q. Que, si fueran hombres, no se atrevieran a semejantes pensamientos porque no se dejaran persuadir a ello. Esto lo tenía el demonio tan puesto en esos r corazoncillos de los niños que, para hacer el ruido [y] hechizo que hizo, bastó s.

            Venimos de la Bienparada, y luego se descubrió la hilaza que el demonio había hecho. Y viene a mí el que el demonio había tomado por caudillo y dice que él no es fraile; y dame a entender que en la Religión había muy pocos profesos y que se habían de ir. Procuré, lo mejor que pude, apaciguarlos, pero el demonio, que no holgaba, él hizo luego, la noche siguiente, tantas entradas y salidas que confieso, si hubiera de escribir lo que aquella noche hubo, me tenblaran las carnes de sólo decirlo. El demonio debiera de dar hartas vueltas y revueltas por la casa, porque yo oía hablar y, saliendo a buscar quién, no hallaba a nadie. Y aun, bien saben los propios hermanos, una vez se alteraron, estando a un braserillo todos juntos, de oír hablar y, saliendo a buscar quién o cómo, no se halló nadie.

A la mañana, yo los junté a capítulo y procuré hacer una plática, que, deseando Dios acudir a tiempo de tanta necesidad, pienso que Su Majestad habló en mí, porque, por espacio de una t hora y más, con harto grande ternura yo les persuadí a lo que habían profesado y a la vida que habían vivido. Después de todas estas amonestaciones, levantóse u el que entre ellos era caudillo y dijo que yo los traía engañados, que ellos no eran frailes ni yo su prelado. Estuvo tan ciego que se levantó a mí y con grande enojo me asió de la capa, etc.

            De todo esto está hecho proceso. Vean lo que yo podía sentir en semejante ocasión: Unos frailecitos, que los tenía en posesión de ángeles, recín entrados en la universidad, donde cualquier cosa que de aquéllas


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se supiera bastaba para echarnos a perder y destruirnos, y yo solo entre todos los que se habían conjurado.

            El buen maestro Hortensio a la mira de todo eso. Y a él, que no lo habría dejado holgar el demonio, que pienso yo, si por él el demonio habíe hecho [368v] aquella fiesta, buena colación le habría cabido. El fin a que tiraba en esto el demonio, bien se vido luego, porque el que tomó por principal satanás de toda esta fiesta, metiéndole en una celda con un par de grillos, le afligió de tal manera que, diciendo muchas cosas que veía y sentía, dice que toda la noche le estaban dando una soga con que se ahorcase.

            El buen Hortensio, que con tantas cosas juntas se habíe de ver bien afligido, dio entrada a pensamientos de volver atrás. Y ya digo que me parece lo puedo bien escusar, por haberse juntado en él tantas cosas: los ruegos y lágrimas de los frailes, las razones y persuasiones de los catredáticos, el mal exemplo que se le había dado de aquellos en quien él tenía puesto los ojos para aprender; y, lo que más debiera de haber, lo que Dios daríe lugar por mis peccados que el demonio obrase y hiciese en su persona.

            Con esto, determinó de salirse 13, con un disimulo y modo honrado que él y los padres del Paño hicieron. Y, con esto, quedó la casa más quieta y sosegada. Y los frailes se escusaron con el que se había hecho cabeza; y la cabeza se escusó con el demonio, que dijo que no había estado en sí ni sabía lo que se había hecho y que no entendió sino que el demonio se le revistió aquella mañana, porque él se habíe levantado con pensamientos bien contrarios a lo que había hecho.

 

5.         Una dolencia física de Fr. Juan Bautista

 

            En este tiempo sucedió una cosa, que casi me da vergüenza el decirla. Y fue que yo siempre he vivido con cautela, viendo que siempre he tenido tantos enemigos. Y confieso que este temor me ha ayudado a ser de veras pobre, porque jamás me he atrevido a traer ninguna ropa ni hábito para remudar, sino que al convento donde iba lo pedía v y de lo que traían los frailes me aprovechaba, no obstante que esto me convenía y yo lo había deseado todos los días de mi vida. Y así, en Salamanca, yo no traía más de la poca ropa que traía puesta. Y, cuando alguien w me quisiera hacer mal, no lo tenía por posible, porque no me parecía había en qué.

            Yo me fui una noche a la disciplina, la cual solamente la tenía colgada a nuestra cabecera con nuestro Cristo. Y hase de advertir que yo, por mi tibieza, no me azoto tan recio que sienta jamás sacarme sangre o hacerme algún particular daño; y esto es de algunos años que


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he padecido grandes enfermedades de una cadera x y luego me [369r] siento de ella. Pues, a cabo de pocos ratos como yo me azoté con nuestra disciplina, me puse y hallé tal que, en más de un mes, yo no fui señor de poderme asentar, porque aquella parte la tuve tan abrasada y con tantas costras que me y vi harto afligido.

            Fue Dios servido que con algunos ungüentos vine a estar bueno; y sosegar cosas y dejar aquella casa con su presidente 14 en la forma que ahora está. Que, aunque, en lo material, está en casa enprestada 15, fío de Dios ha de ayudar Su Majestad y los hermanos le han de obligar y el demonio ha de quedar vencido y acorralado y para quien es. Y si no nos dejó lograr aquel gran sujeto, lo será en su religión 16 y allá aprovechará y granjeará muchas almas para Dios z. Y acá nos enviará los que la Religión tuviere necesidad, que poderoso es Dios para enviar dos por uno que se salga; y, si no los hubiere en el mundo, hacer que nazcan, como dijo al glorioso Francisco 17.

            Y porque todo esto, para los tiempos venideros y a los hermanos, les sea fácil y claro, diré lo que luego tras esto sucedió, que en la fundación de Madrid queda ya escrito 18. Yo me vine luego a Valladolid y a Madrid, donde se efetuó y hizo aquella casa que el señor duque de Lerma da y hace a la Religión, pegada a sus jardines, con tanto apoyo, honra y abono de la Religión, animando a los flacos a que sigan la virtud, pues así la honra Dios en la tierra y se aguarda la paga en el cielo.

 

 




1         El primer domingo de adviento de 1605 cayó el 27 de noviembre.



2         Santa Catalina de Alejandría, 25 de noviembre.



a            sigue hech tach.

 



b            sigue en tach.



3         Fr. Ambrosio de Jesús, según propia declaración en PAT, 488.



c            al marg. Salamanca tach.

 



4         Don Luis Fernández de Córdoba (16031614). Cf. VICENTE BAJO, J. A., Episcopologio Salmantino, Salamanca 1901, 149152.



5         Don Cristóbal († 31V1624), hijo primogénito de Lerma, duque de Cea, luego duque de Uceda.



6         Era una casa de la plazuela de San Juan de Alcázar. Cf. Ramillete, 130r; Crónica III, 34.



d            corr. de parese



7         Fueron unos 10, la mitad de los cuales se matricularon en los cursos universitarios de teología. Cf. MANUEL DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO, Los colegios trinitarios de Salamanca en el Siglo de Oro: ETrin. n.2 (1964) 139.



e            ms. mi



f             al marg. ojo tach.

 



8         Le acompañó Fr. Ambrosio de Jesús, que da su versión del episodio en los procesos: PAT, 488r.



g            sigue p tach.



h            sobre lín.



i            ms. pareciendo



j            al marg. toma el maestro Félix Ortensio el hábito y déjalo después de 2m.



9         Fray Félix Hortensio Paravicino (15801633), a la sazón uno de los catedráticos más jóvenes y admirados de Salamanca. Aplaudido predicador real desde 1617 hasta su muerte. Dos veces provincial de Castilla (161821, 162730). Uno de los oradores sagrados más estudiados de la época del barroco. La edición más completa de sus sermones es Oraciones evangélicas o discursos panegíricos y morales del M. Fr. Hortensio Féllix Paravicino, 6 vols., Madrid, por Joaquín Ibarra, 1766. Cf. CERDÁN, F., Paravicino y Arteaga, H. F.: Dictionnaire de Spiritualité XII (1984) 295207; ID., Catálogo general de los sermones de Fray Hortensio Paravicino, Toulouse, Ed. Hélios, 1990.



10        El 20XII1602 recibió por la universidad de Salamanca el grado de licenciado en teología; el 2I1603, en acto solemne celebrado en la catedral nueva, el de maestro en la misma ciencia, entrando a formar parte del claustro de profesores. En ambas circunstancias actuó como padrino el maestro Fr. Juan de la Estrella, trinitario. Las actas correspondientes, en Universidad de Salamanca, Archivo, Libros de Grados, vol. 722 [15951604], ff.213v220r.



k            sigue un p tach.



l            Confiesosobrenaturales subr.

 



11        Fr. Juan de la Estrella, catedrático de filosofía natural en la universidad salmantina desde 1604 (lo era de Artes desde 1598), falleció el 28XII1605. En 1601 había conseguido allí los grados de licenciado (5 de junio) y maestro en Artes (14 de junio). Cf. MANUEL DEL SS. SACRAMENTO, Los colegios trinitarios de Salamanca en el Siglo de Oro: ETrin. 2 (1964) 144145; VEGA Y TORAYA, F., Crónica de la provincia de Castilla del Orden de la SS. Trinidad, II, Madrid 1923, 509.



12        Se conoce la fecha en que pasó a la descalcez. HALEY, G. (ed.), Diario de un estudiante de Salamanca. La crónica inédita de G. da Sommaia (16031607), Salamanca 1977, 445: «Hieri [30XII1605] entrò recolletto trinitario il Maestro Hortensio Parauicino».



m           corr.



n            ConfiesoDios subr.

 



o            ms. revístensele



p            sin‑fundamento subr.



q            y dan en decirniños subr.



r            ms. elos sigue coraço tach.



s            al marg. hízonos profesar a todos por este tiempo y hacer el 4.º voto. Y el que levantó la caza, quizá por castigo de Dios, es clérigo seglar. No le nombro porque todos le conocen de 2m.



t            sigue síl. tach.



u            al marg. ojo tach.

 



13        «Maestro Hortensio Parauicino tornò a la Trinità hier l'altro [1II1606]»: HALEY, G. (ed.), Diario de un estudiante de Salamanca, 459.



v            a ser‑pedía subr.



w           ms. alguie

 



x            al marg. ojo de 2m.



y            sigue fui tach.



14        Francisco de la Cruz. Cf. ANTONINO DE LA ASUNCIÓN, Datos para la historia de la Provincia de la Inmaculada Concepción, Roma 1916, 239.



15        El segundo año, los frailes se trasladaron a una casa de la calle Serranos, propiedad de los agustinos, y más tarde (1609) les fue otorgada la iglesia de San Miguel, extramuros del núcleo urbano. Cf. ANTONINO DE LA ASUNCIÓN, O.c., 231.



16        Previsión confirmada por los hechos. El 14II1606 Paravicino asistió de nuevo al claustro pleno de la universidad. En abril acudió al capítulo provincial de Madrid y salió elegido definidor provincial. Cf. DOMINGO DE LA ASUNCIÓN, N. B. Reformador y el P. Paravicino: EST 102 (1922) 59.



z            Y si no‑Dios tach.

 



17        Cf. p.120.



18        Cf. c.49.






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