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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
II. LA MURMURACION AJENA
Estos fructos de la mortificación considero ser grandes y copiosos y de inestimable provecho para las almas, por ver con cuántas veras satanás los procura y ha procurado borrar de la imaginación de los hombres, y aun infamarlos dentro de las religiones, llamando a los que eso hacen: invincioneros, soberbios y presumtuosos.
A mí me sucedió lo que diré, en Alcalá: el día que dos hermanos nuestros habían de profesar, un lego y un corista, el prelado de aquella casa enviólos por las calles con un disfraz de los que vamos diciendo. Salieron dando voces y tañendo una campanilla, diciendo que hiciesen penitencia, que se acababa el mundo. Acertó esto ser en día que el vicario que allí venía iba a tomar posesión de su silla y judicatura, y oyólos. El demonio, que no gustó que en tal ocasión sonase otro juicio diferente del que acá hacen los hombres, porque ésta era ocasión en que el demonio deseaba no tuviese ojos el que en la tal silla se había de sentar, y no hay cosa que más los abra a que el sonido de una campana y voz del juicio, [399v] ni quien así dispierte los dormidos que en tal oficio deben estar bien dispiertos para no hacer borrones, como considerar que en medio de estos dioses de la tierra está Dios juzgando y fulminando otro proceso contra los que sentencian los que acá abajo se hacen b. A todo lo cual incitaban los frailecitos con sus gritos y voces, de lo cual el demonio se dio tan por ofendido que, visitando yo un día al señor vicario de aquel pueblo c, que era el que se había encontrado con la campanilla que el frailecito llevaba como si fuera campana de ahorcado para quien no hace bien su officio, y me dijo: Dígame, padre, ¿qué significa aquello que yo vi el otro día en esta ocasión? Respondíle cómo aquello se acostumbraba en la Religión.
Respondióme con grandíssimo enojo, pudo ser por probarme: ¿Qué sabe un motilón si se acerca el juicio o no? ¿Quién le ha enseñado a un ignorante enseñar por las calles el juicio de Dios y días postreros y otras cosas semejantes? Ahora, padre, remedie este desatino; y si no, avísole que yo lo tengo de remediar. Díjele: Señor, prelados tienen que mirarán lo que les conviene hacer a su hábito y Religión. Respondió: Yo lo soy suyo acá fuera, y si vuestra reverencia en paz no lo quisiere remediar, yo lo remediaré con grandes veras. Entonces, cuando lo vi tan resuelto, le respondí: Mucho de norabuena, señor, que si vuestra merced los echare en la cárcel será mortificación de a dos, y muy de veras, porque saliendo ellos a hacer una mortificación, les da vuestra merced otra. Esto echóse de ver ser solo tentación de satanás, porque luego mandé yo, a cabo de poco, hiciesen otra mortificación y que pasasen por su puerta y no perdiesen tan buena ocasión si los quisiesen echar en la cárcel, y no sólo no tornó a decir nada, sino antes cobró grandíssimo amor a los hermanos y de allí en adelante a ellos y a mí nos acarició con grandes veras, regaló, amparó y defendió en lo que se ofrecía.
En otro pueblo donde muchas veces han salido así los hermanos, era ordinario, sabiendo yo que los enviaba, decir: Aquel hereje de fulano manda esto, y diciendo de mí grandíssimos males porque tal cosa introducía. Palabras que bien se ve son del demonio, que rabia y le pesa que cosa tan olvidada como es la mortificación se dispierte.
2. La murmuración ayuda a la virtud
Yo cierto me admiro y asombro, acordándome de cuántas fueron las mortificaciones de los sanctos antiguos y fundadores de las religiones, y ver ahora que no hay cosa más olvidada entre los hijos [400r] herederos. Que en eso no se descubre pequeña rabia de satanás contra un acto de humildad de tanta consideración, como es en lo público despreciar y renuciar las ponpas de satanás, pues vemos que en las religiones que eso tomaron por fundamento de otras muchas virtudes y victorias que cada día alcanzaban, ya el día de hoy no sólo se olvida, sino que quiera Dios no sean religiosos los primeros que eso murmuran y les parece mal. Que yo para mí no acabo de entender cómo puede ser esto: que escriban y tengan por gloria particular los remiendos de san Francisco y las heroicas mortificaciones que entonces hicieron, y que ahora no sean buenas.
Debe ser la causa que para que sean buenas las que ahora se hacen y del jaez de las pasadas es necesario que ellos murmuren y que así sean mortificaciones muy de veras y sentidas, porque aunque es verdad que yo me mortifico con la pena y afrenta que yo me tomo, mucho más con la que el estraño me da. Y tengo por muy cierto ésta es una virtud de tanta consideración y provecho que para que no haga mal o desvanezca, viendo el que la hace la victoria que en ella alcanza de sí,
que es necesario prepararla con las murmuraciones de los estraños y palabras pesadas que contra los tales se dicen. Las cuales yo debo tomarlas y recebirlas como hacía David cuando salió en mortificación huyendo de los agravios que le hacía su hijo Absalón (vide): que tirándole piedras Semeí de un monte, le pidieron sus amigos que se le diese castigo a un hombre tan deslenguado como aquel traidor vasallo, y respondió: Dejadlo, que Dios se lo manda, etc. 1
Con esta misma paciencia se han de recibir y llevar los oprobios d que en semejante ocasión se ofrecieren, considerando que Dios lo permite para bien y provecho del que hace la mortificación. Pongo exemplo: si un hermano pide licencia para tomar una disciplina en el refectorio o entrar con una mortificación, lo ordinario es decirle el prelado y los demás frailes en aquella ocasión sus culpas y peccados, llamándolo de soberbio, presumtuoso, sin Dios, sin charidad y recogimiento, y otras cosas semejantes a éstas. Y éste es el camino derecho y cierto de aprovechar los prelados a sus súbditos: cuando ellos muestran sus llagas, curárselas con el ungüento más saludable, aunque scuezga. Pues si esto es necesario en la mortificación secreta y fuera desatino al tal fraile alabarle su virtud, ¿por qué en la mortificación pública hemos de querer y desear menos, pues es de más valor? Pues como en esta mortificación falta el prelado que les diga sus culpas a los e que las hacen, provee Dios de otros muchos que hagan [400v] su officio murmurando de sus mortificaciones, como quien les hace capítulo de culpas, llamándolos invincioneros, soberbios y engañadores, y aun el mismo Dios vemos que de ordinario hace este officio, porque mientras uno es más bueno más le va Dios encareciendo y afeando sus pecados, como quien agua lo puro de la virtud del tal sancto y siervo suyo con f el agua del propio conocimiento para que, si la virtud le levanta y sirve de pluma, el conocimiento de sus peccados lo humilla para que no se lo lleve el aire. De lo propio digo yo que sirven los que en semejante ocasión murmuran de quien hace semejante acto: que parece salió a volar y, para que no le lleve el viento de semejante obra, es necesario atarle un hilo, como a liviano pajarillo que con pequeña ocasión o agujero sale y se va y no torna, lo cual remedia la murmuración y dichos en contrario del secular.
3. La rebelión de los mundanos
Otra razón puede haber que sea causa muy principal de la murmuración de los tales, y es que ven a sus ojos despreciar y aborrecer lo que ellos aman y adoran. Llano es que si un hombre estuviese diciendo bien de una cosa y entrase otro y dijese mal de ella, que era
desmentirlo y afrentarlo y que habíe de procurar la venganza. Lo propio sucede en la mortificación pública del siervo de Dios: sale por esas calles y halla que todos los hombres buscan sus gustos y se procuran coronar con rosas y flores cogidas en el jardín de la vanidad, puniendo su bienaventuranza en las cosas de la carne. Sale, pues, el justo despreciando eso, pisando esas flores que vos amáis y esa honra de que os vestís y esa gloria de que os coronáis, sale levantando y puniendo sobre su cabeza la ceniza y tierra que vos pisáis, estimando la g desnudez h que aborrecéis. Llano es que si os va desmintiendo por esas calles y plazas, que habéis de procurar venganza y volver por vuestra mentira y acreditar vuestro engaño y decir en lo que es de vuestra parte que los tales son los engañadores y burladores.
Esto confirma aquello que le sucedió a Moisés con Faraón. Pídele licencia de parte de Dios para salir al desierto a sacrificar a su Dios. No se la quiso dar. Después de vencido con tantos castigos y atemorizado, dice que sale a hacer un concierto, y es que hagan aquellos sacrificios allí, en Egipto, y en la corte, pero que no tiene remedio [401r] el salir fuera. Responde Moisés: Non enim posssumus in Egipto sacrificare, quia sacrificare debemus abominationes Aegyptiorum 2; no podemos, dice, porque hemos de sacrificar las abominaciones de los egiptos. De donde se ha de notar que aquí llama abominación a los i dioses de los egiptos, porque adoraban al carnero y al cordero, al becerro y otros animales. Pues —dice Moisés— nosotros hemos de sacrificar a nuestro Dios los dioses que vosotros adoráis, que es el cordero y el carnero, éstos los hemos de degollar y quemar, etc. Llano es que si en Egipto hacemos este sacrificio y a vuestros ojos ponemos así el dios que adoráis, que habéis de salir a la causa y volver por j vuestros dioses, y por defenderlos a ellos habéis de perseguir a nosotros, y por guardar la vida al carnero la habéis de quitar al hebreo. Y si el hebreo en su sacrificio descubre la poquedad y miseria de vuestros dioses degollándolos, quemándolos, que es daros un bofetón y que habéis de tomar venganza con guchillada. Y así, temerosos de estos agravios que nos podíades hacer, haciendo nosotros ante vuestros ojos tal matanza y desengaño de vuestro engaño, nos conviene poner tierra en medio y salir a ofrecer nuestros sacrificios al desierto.
Nuestros hermanos, para que no nos espantemos de las murmuraciones de la gente del mundo, cuando un religioso sale en mortificación, pregunto yo: ¿cuáles son las abominaciones de las que en el siglo viven, cuáles los dioses que adoran? Pregunto yo k: ¿no son la honra, la majestad, la grandeza, el rico vestido y buen puesto, los ámbares l y pebetes? ¿No son las ricas comidas y bebidas? Pues si el frailecillo m sale por en medio de Egipto y de esa Babilonia abrasando vuestros dioses, degollando
vuestras honras, pissando vuestras sedas, despreciando vuestros intereses, ¿dónde se n sufría que hiciese tal estrago el justo de lo precioso del mundo y que del mismo mundo no saque las manos sobre la cabeza; y que a un mentís que dice tan claro al hombre viejo y perdido, no se le diga un: mentís vos más?
Sale Jacob de casa de su suegro Labán con sus mujeres. Húrtanle los idolillos que tenía y adoraba y escóndenlos sus mujeres debajo de los pies y faldas. Sale Labán con un enojo rabioso tras Jacob a quitarle y defender sus dioses 3. No me espancto, mis hermanos, [401v] cuando salen a hacer la mortificación que como gente que sale y se ha absentado del mundo, que es peor que casa de Labán, casa de idólatras o, y se llevan hurtados los dioses que ellos adoran y los ponen debajo de sus pies y esconden debajo de esos tristes remiendos, que estos propios idólatras p han de ir en su seguimiento a vengar semejante agravio.
Confieso lo que a mí me sucedió, en confirmación de esta verdad: que en Salamanca, habiendo tomado nuestro hábito el maestro Hortensio, hombre de grandes partes y muy querido en la universidad 4, salimos él y yo al mercado en cuerpo q a traer dos costales de carbón a cuestas y dos espuertas de coles. Pasando por en medio de las escuelas, nos venimos con presteza a casa y al cabo de rato vino a mí el padre Miguel Vázquez, de la Compañía de Jesús y catredático en la propia universidad 5, y me dijo: No tornen a salir de suerte ninguna, porque les certifico que si tardaran un poco, que me dicen que ciertas personas, interesadas o agraviadas en el hábito que habíe dejado y tomado el propio Hortensio, habíen salido a darles de palos 6. Por cierto, yo no me espantara cuando nos los dieran, porque si un maestro por la universidad, que de ordinario va cargado y acompañado con dotores, con su borla en la cabeza, lo ven por las calles cercado de muchachos, como si fuera loco, y un costal de carbón en la cabeza, como si fuera ganapán, llano es que el mundo habíe de salir dando voces que se le pierde su honra y se le desacredita su majestad y grandeza y le pisan su gloria. Y así yo no me espancto de que saliesen a darnos de palos, más me espancto de que no nos los diesen.
Estando Moisés arriba en lo alto del monte Sinaí, no tiniendo así persona de respecto que acá abajo refrenase los desatinos de aquel pueblo ciego, determinan de juntar muchas joyas y entrarlas en un horno y hacer un becerro y adorarlo. Cuando Moisés bajó y vido la ceguedad, no se contentó con menos de tornar a abrasar el becerro y hacerlo cenizas y dárselo a beber, mostrando en lo que pudo el sentimiento del desatino quebrando y dando en aquel suelo con las dos
tablas de la ley que bajaba scritas con el deseo de Dios. Pero, a mi parecer, no seríe pequeño el sentimiento [402r] de los hebreos cuando viesen quemar r su dios, que no les habíe costado menos que descomponerse de sus joyas, dijes y adorno de sus hijas y mujeres, y que lo estimase s Moisés en tan poco que se lo hiciese beber 7, porque t quid intrat per os in secessum vadit 8, dice Cristo u; que dentro de veite y cuatro horas habíen de ver su dios echado en una secreta. Llano es que lo habían de sentir.
¡Oh Señor, Dios sancto!, y qué al pie de la letra pasa esto en el mundo, donde a los que profesan sus leyes en absencia del justo que, metido en su rincón como otro Moisés en el monte, está hablando con Dios, viendo que no hay quien le vaya a la mano a sus desatinos, juntan sus joyas y dijes y de todas ellas hacen un becerro, un toro furioso que, vuelto contra ellos, les quita mill vidas que tuvieran; de todo lo que en el mundo puede haber sacan y hacen un dios, a quien ellos llaman honra, estima y grandeza, para le dar por trono y asiento lo escondido de su corazón y allí dentro y acá fuera lo adoran. Pero el justo, cuando sale de su retrete y ve semejante abominación, no le sufre el corazón, sino que con enojo estas dos tablas que son su cuerpo y alma, en quien Dios en lo retirado del monte y escondido de su celda ha escrito su ley y mandamientos, de lástima y sentimientos los quiebra y da con ellos en esos suelos, derramando lágrimas y arrastrando su cuerpo. Y en este acto heroico de mortificación hace una obra muy agradable a Dios, porque en ella abrasa y quema el dios v que han formado y hecho los del mundo; y así deshecho por esas calles y plazas, les dan a tragar este desengaño y les dan a beber en polvos de ceniza su estimación y honra.
Pues díganme por charidad: ¿no es llano que estos amadores del siglo han de sentir w ver su dios deshecho, arrojado por los suelos, bebido y tragado por sus bocas y echado en las necesarias, que allá va lo que tan claro se bebe? Si acaso vos estuviéredes comiendo un guisado con mucho gusto y llegase un criado y os arrojase un puñado de ceniza en él, ¿no lo habíades de sentir y darle con el plato en los hocicos? Llano es. Pues esto propio hace el religioso que sale cubierto de ceniza, cargado de güesos: que estando vos a la mesa del mundo comiendo [402v] vuestros potajes y salsas que con tanto trabajo habéis procurado, sale él y os arroja sus cenizas en vuestro guisado y os enturbia el agua clara en que, como otro Narciso, estábades mirando vuestra gentileza y aficionándoos de vuestra vanidad. Quien tal sobresalto da al mundano y tal desaguisado hace, por cierto que merece que le den con el plato en los hocicos y saque las manos en la cabeza.
4. Llamada para las conciencias
Y aun de aquí podríamos sacar otro fructo de la mortificación pública. Y es que como los del mundo están tan ciegos y sordos a los gritos y voces que Dios les da, es necesario hablarles por señas, como a los ignorantes: que no entendiendo las palabras, usamos pinturas y x dibujos. Ahora, pues, hombres del mundo que no acabáis de entender vuestra locura y vanidad, cuando viérades un fraile por esas calles cargado y pinctado con el desprecio del mundo, entended por señas lo que no queréis escuchar por palabras, y que no es otra cosa aquella ceniza que lleva sobre y su cabeza sino un decirte que más valiera que estuvieras hecho polvo y ceniza antes que adorando dios falso y que fuera para ti de más provecho estar sepultado y metido muchos estados debajo la tierra antes que sobre ella seguir tus desatinos, y aun sepultado en el infierno antes que ofendiendo a Dios cada día. No es otra cosa sino decirte: ves aquí el fin y paradero de tus locuras, conócete; que si piensas que estás vivo, vives engañado, que muerto estás en tu peccado y tu estatua hecha polvos en z el infierno. Ves aquí las señas y parte de ellos; estos güesos y calaveras que trai en sus manos no es otra cosa sino pedir ayuda y favor a los muertos para que hablen, que ya están los hombres roncos de te dispertar, y que no bastando los vivos, se hagan a una con los muertos para que, multiplicando tú tus peccados, se multipliquen tus perseguidores y pregoneros a. Quieren decir esos güesos que los tuyos los tienes secos por callar y disimular tu maldad. Esa soga a la garganta es decirte que, pues eres escandaloso, que fuera mejor que en ti se cumpliera lo que Cristo dice: que te echaran una soga de molino a tu cuello y te despeñaran en el profundo de la mar y no sirvieras de tropiezo para otros 9. Estas cruces descubren tu ingratitud [403r] y maldad, pues habiéndose Cristo puesto en una por tu redención, tú, en cuanto es de tu parte, siempre que peccas lo pones en otras muchas. Hablen estas señas, Señor mío, y enseñen tantos yerros como b se ven cada día en el mundo.
Es muy cierto ser los hombres tan amadores de sí propios que en sí todo les parece bueno y nada malo. Y es la razón lo que dice Aristóteles: que lo sensible sobre el sentido no hace sensación 10, como los ojos no ven los párpagos porque están muy pegados a sí y la oreja no juzga del sonido sobre la oreja; es necesario que los obiectos tengan igual proporción a sus potencias para que se puedan servir de ellos. De aquí es que como los peccadores tienen tan pegada su maldad, no saben juzgar de ella ni reparan en su vanidad ni en la descompostura de su persona, aunque esté (como dice Dios de su pueblo por Oseas: Vide ubi nunc postrata sis 11) postrada, desnuda y echada en esos cienos;
y por otra parte juzgarán de su vecino y prócximo los átomos que entran en su casa o pasan por su imaginación.
Lo que a la letra le sucedió a David, que había quitado a Urías la vida y su mujer y habíe cometido los delitos y peccados que de ahí se siguieron; y en nada reparaba ni los miraba o juzgaba, etc. Llega el propheta Natán y aparta de él su delito y pínctalo en un hombre rico que habíe quitado la oveja de la pobre viuda para hacer el convite a su convidado, y entonces salta como si él no tuviera un retrato c vivo en su alma de lo que hablaba el propheta, y dice con estraña cólera y enojo: Vive el Señor que es digno de la muerte quien tal ha hecho. Pues esperad, David, dice el propheta, que vos sois éste, sino que como os amáis y queréis d, ha sido necesario hacer esta tropelía y antojo en casa ajena, etc. Entonces dio voces [y] derramando lágrimas dice: Peccavi, Domine, etc. 12 ¡Oh buen Dios!, y ¿quién no ve esta lástima, que ordinaria es en el mundo? Todos se tienen por justos, sanctos y buenos, no conocen su desnudez y cuán dignos son de penas por sus muchas culpas. Salgan los religiosos llenos de penas, de penitencias y castigos, que cuando pasen por esas calles delante de los grandes y poderosos del mundo, allá dentro en sus conciencias está Dios hecho otro propheta Natán y les está diciendo: Tú eres el malhechor, tú el que me ofendes, tú el que me quitas la honra e y hurtas la mujer ajena, el que mata a su prócximo con murmuraciones. Esto que ves en estos frailecillos es pinctura, es dibujo, es parábola y semejanza; [403v] tú eres el desnudo de virtudes y gracia, tú eres el hecho ceniza y polvos en el infierno, el que tus maldades te pusieron en los güesos; cuánto f mejor estuviera empleado en ti aquel saco, arrepintiéndote de tus delitos antes que la justicia tome castigo de ellos.
No dudo g sino que, siendo Dios fiel amigo a los hombres, mirando ellos por de fuera esos obiectos proporcionados a sus potencias con suficiente pinctura que declara las miserias secretas de los peccadores, y Dios por de dentro aplicando medicinas, sino que serán grandes los provechos que estas sanctas mortificaciones harán allá dentro y que habrá muchos que así asombrados, en el rincón h de su casa conocidos, derramen lágrimas y digan una y muchas veces: Pequé, Señor. Que, en fin, la conciencia es fiel amigo que siempre scarba y su i gusano siempre roe. El cual lo juzgo yo como el de la seda: que revive y cobra fuerzas y vida cuando el tiempo enpieza a calentar. Así digo yo que cuando los peccadores, investigados con estas cosas esteriores al recogimiento interior j, que así complicados y recogidos con este conocimiento entran en calor, de suerte que su gusano y conciencia k parece que cobra nueva vida y da nuevos golpes a su conciencia para que de nuevo sacuda el polvo que en ella hay.
Y así, cuando de estas mortificaciones murmuraren algunos, hemos de decir: apelo l para vuestra conciencia, que como recto juez dará a cada uno lo que es suyo. No creo en vuestras palabras; que, en fin, como hijos de los hombres, sois mentirosos en los pesos, diciendo a lo bueno malo y a lo malo bueno. Apelo para el peso de Dios, que es fiel y verdadero, en el cual sólo se pesa la humildad, la mortificación y la penitencia, y es tan delicado que en él se pesa un cabello de la cabeza del justo, pero vuestros peccados pesan tanto que no hay peso ni romana que los pueda pesar ni romanar si no es el de la cruz, donde por contrapeso se puso el propio Dios. Pero vos no sabéis ni podéis pesar lo que pesa una ofensa contra Dios y así yo no quiero creer en vuestros pesos, porque juzgáis en ellos lo bueno malo y lo malo bueno.
Cuando de cosas semejantes oyéremos murmurar, apelar para Cristo, que ofrece premios inmensos para los que despreciaren su vida y acocearen el mundo. No queramos poner cosa de tanto valor en m jueces tan ciegos que no valen sino para caer en un n hoyo ellos y a los que con sus juicios adiestraren 13. En obras y cosas semejantes, hagamos consultores a aquellos sanctos de los yermos, cuyas carnes las cubrían con hojas de palmas y otras veces las curaba el sol para que ellas hiciesen el officio de ropa y vestido para no sentir [404r] el frío del invierno ni calor del verano. Tomemos parecer con aquellos sanctos de quien scribe libro entero san Juan Clímaco, cuya vida es más asombro que posible de imitar. Salgan fuera las consultas de la carne, los pareceres de los parientes, los decretos de los del mundo. No sin falta dijo Cristo: Lo que hiciere tu mano diestra no lo sepa la siniestra 14. ¡Válame Dios, no dijera al revés: lo que hiciere la izquierda no lo sepa la derecha, sino al contrario!
¡Oh buen Dios!, y cómo en esto nos enseñas y declaras los aciertos de tus obras cuando tú ayudas, favoreces y das luz a un alma, que son obras de mano derecha, derechas, acertadas, cuales suelen ser las que vos hacéis con la mano derecha. Pues eso que hicieres así derecho con esa mano, no lo sepa la gente del mundo, no lo consultes con los peccadores, cuyas obras son más torcidas y tuertas que si se hicieran con la mano izquierda. Antes, dice Cristo: Entra en lo secreto de tu aposento y consúltalo o en lo secreto con tu Padre eterno 15. No sin falta nos mandó el mismo Cristo que negásemos a nuestro padre, madre, amigos y parientes 16. Que fue decir que en estas p obras de desprecio y mortificación, que neguemos sus dichos y consultas y pareceres y,
tomando nuestra cruz, sigamos el parecer de Cristo, que dice: Dichosos los pobres, los que lloran y los despreciados 17.
¡Oh mis hermanos, si hubiésemos de atender a dichos, y qué de veces dejaríamos lo comenzado q! Acuérdome haber oído decir en nuestro pueblo, de donde fue natural el santo maestro Juan de Avila, fue hijo de padres ricos y fue solo. Y Dios, que lo tenía para sancto, diole empezase dende niño este camino cierto de la mortificación, no tratando su persona conforme la calidad de sus padres. Oí decir muchas veces que tiniendo sus padres por desdicha tener un solo hijo que no miraba por sí según las leyes del mundo, decían de ordinario: Un güevo y ése güero. Llamábanle la desdicha del mundo y otros términos y vocablos de desprecio 18. He visto este propio lenguaje y modo de hablar que lo ha ido introduciendo el mismo demonio casi (y aun no sé si lo ponga en duda, díganse verdades) en las propias religiones. Las cuales, si considerasen que estas mortificaciones en sus principios les sirvieron de red para coger y ganar honra, crédito, ser y aumento de su religión; pero como no debiera pretender más que eso, sirvióles como rebanada de pan que, en alcanzando lo que pretendían, ya no hubo más mortificación, ya usan y quieren usar de cuchara de plata, comer lo que buscan a lo pulido, a lo honrado, pareciéndoles que el granjeo de su Religión está en el [404v] hábito r de veitedoseno, en el título y nombre de maestro y presentado, en la mula y criado. Cuando, por el contrario, ven algún pobre religioso en su casa que busca a Dios pobre y desnudo, inventan nombres de desgaire y de desestima, pareciéndoles hipocresía y vanidad. Que cierto, a los que tal hablan y dicen, los habían de atar por locos y como hombres que no tienen juicio, pues juzgan por virtud su abrigo, su comer y beber y pasearse, y por vanidad el rezar y ayunar. Abra la majestad de Dios los ojos a los unos y a los otros: a ellos para que conozcan la verdad, a nosotros para que no sean sus dichos parte s para retroceder en lo que hemos enpezado. Que sería harta miseria si, porque los tales murmuran y dicen del tal religioso palabras de afrenta e ignominia, lo dejasen.
6. Estímulo para las mortificaciones
No quiero admitir alguna razón que suelen dar algunos religiosos, porque esto no se debe hacer, el decir que estas mortificaciones se murmuran mucho y que muchos seglares hacen entremeses de ellas, porque por ese propio caso se han de abrazar y hacer con más gana y gusto. Y así es propiedad del justo en las cosas desabridas y afrentosas
tener más gana y hacerlas con mayor amor, y donde hay mayor contradición mostrar más fuerza. Y no es razón que el siervo de Dios sólo lo pretenda ser en lo fácil y gustoso. Quien quiera en la celda, coro t, refectorio y dormitorio será sancto. En el fuego es donde Dios prueba a los suyos, en lo desabrido y espinoso. Bueno fuera que si vos fuésedes camino y topásedes un prado y campo fresco, ameno, spacioso y muy lleno de flores y lo caminásedes con gusto y recreación, cuando descubriésedes una sierra o cuesta fragosa desmayásedes y dijésedes que no queríades pasar adelante; fuera desatino. Quamdiu sumus in corpore, peregrinamur a Domino 19, dice san Pablo; que somos peregrinos y caminantes. Si es fácil el camino en la celda y en el coro y otros actos de communidad, no es razón que cuando u topemos un poco de cuesta arriba que desmayemos; no es razón que porque el otro se pone en medio del camino atravesado con su mala lengua deje yo de pasar adelante con mi mortificación y desprecio público del mundo.
Muchas veces consideró el sancto rey David los caminos de Dios que a la carne le eran duros y pesados y con todo eso dice: Viam mandatorum tuorum cucurri 20; procuré caminar por todos tus caminos, los fáciles y dificultosos. A este propósito, hace lo que aquellos sanctos niños de Babilonia respondieron al rey v. Díjoles que si no adoraban sus dioses que los había de abrasar y quemar [405r] en un horno. Responden ellos: Potens est Deus noster, quem colimus, liberare nos de camino ignis. Quod si noluerit, scito, o rex, quod deos tuos non colimus 21; si tú nos metieres en un horno w de fuego, poderoso es nuestro Dios de librarnos de esos tormentos; también te avisamos que si no quisiere librarnos estés cierto que tampoco honraremos tus dioses. ¡Qué lindo dicho! Poderoso es nuestro Dios para nos librar de tu horno, pero si no nos librare, no por eso hemos de descaecer, que aunque allí acabemos abrasados y hechos cenizas, tus dioses se quedarán sin honrar: Scito quod deos tuos non colimus. Como si dijeran: no somos nosotros jornaleros en la casa de Dios. Si él nos quisiere por este servicio que le hacemos de despreciar tus dioses librarnos, poderoso es y nosotros lo estimaremos; pero si no quisiere, no por eso desmayaremos, que siempre tendremos fuerte, haciendo siempre una confesión en que a tus dioses ni los queremos honrar.
¡Qué linda doctrina, mis hermanos, para el propósito! Quiere el mundano que hasta los religiosos adoren su vanidad, su locura, su regalo, su presunción y honra; y que si esto no hacen, que en medio de el camino que llevan les encenderán un horno de fuego, que son sus bocas en quien sus lenguas abrasan y queman más que las llamas y que con ellas los abrasarán y quemarán con injurias y afrentas, llamándolos envainadores, locos, engañadores, hipócritas, etc. Pero el siervo de Dios, que no sirve a Su Majestad por jornal ni premio, por alabanza y honra, por aplauso x y crédito, ha de responder: Potens est Dominus eripere nos de
camino ignis; poderoso es Dios de librarnos de sus lenguas. Quod si noluerit, scito quod deos tuos non colimus; y si no quisiere librarnos, estén desengañados, que no queremos honrar sus dioses y que se quedarán desacreditados como siempre. Que no es razón que el que sirve a Dios desmaye, porque en un acto tan heroico como es una mortificación pública, porque hay un poco de cuesta arriba y el camino algo fragoso y espinoso, vuelva atrás y deje un camino tan derecho y cierto para el cielo como es despreciarse públicamente a sí propio.