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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Estoy muy cierto, mis hermanos, que a mientras en esta sagrada Religión hubiera perfecto amor de Dios esto no cesará ni nos cansaremos, porque el amor todo lo sufre y sustenta, como dijo el glorioso Pablo: Per infamiam et bonam famam a dextris et a sinistris 1. Por donde quiera, Señor, que me lleváredes, tengo de caminar con un propio gusto por infamia y por buena fama, por lo tuerto o derecho, [405v] que al amor nada se le hace dificultoso y por tener grandes hombros este soberano amor lo sustenta todo.
1. La sólida base del amor divino
A este propósito hace aquello que la Scritura dice (3 Regum 7) 2, donde hace mención que en las basas de muchas piezas que había en el templo estaban sculpidos b un buey, un león y un cherubín. Y 3 Regum 6 3 dice que estaba un cherubín y una palma. Donde se notará que no había figura de hombre, porque el hombre es criatura muy flaca para ponerle y pinctarle por basa de las columnas que sustentaban el templo, porque el hombre es muy flojo para llevar y sustentar carga pesada. Sólo dice que había una criatura de aquellas celestiales que están abrasadas en amor divino, dando a entender que para sustentar carga y edificio la criatura humana flaca, que de suyo no puede, ha de estar endiosada y abrasada c con fuego de amor divino de la suerte que aquellas inteligencias y criaturas soberanas. Y si de este amor estuviere lleno, esté cierto será buey que jamás huiga el cuello al yugo y carga pesada y león que no suelte la presa por los gritos y voces de los pastores y ladridos de los perros; será palma d que por mucha carga que le pongan no se agobiará ni inclinará; finalmente, será basa, será columna fuerte que sustente y sufra el peso de el edificio.
¡Qué linda doctrina, mis hermanos! Que si un religioso y siervo de Dios con e amor divino se abrasare y encendiere como los querubines,
será buey que no rehúse el yugo de la ley de Dios, aunque le parezca ser algo pesado y riguroso en la penitencia y sancta mortificación. Será león que, aunque los del mundo como perros ladren y murmuren cruelmente y como pastores den gritos defendiendo sus fueros y leyes, no por eso vuelve f atrás y deja lo comenzado, acobardándose en un tan sancto ejercicio como es el de la mortificación pública. Será palma soberana y divina que no doblegará ni torcerá, aunque sobre las cenizas que lleva sobre su cabeza y cruz sobre sus hombros echen mill pesadumbres, infamias y deshonras. Finalmente, encendidos con este amor y hechos soberanos cherubines, serán buenos para basas del edificio, serán buenos para columnas y primeros sobre quien Dios cargue todo el edificio de su Religión. Pero si este soberano y divino amor les faltare, quedarse han hombres flacos y delicados, no buenos para carga ni acommodados para basas y columnas sobre quien si se fundare ser dará con el edificio en tierra. Y el que me dijere que en su Religión no se hacen porque se murmura y que ya no se usa, diréle que no cargaron sobre basas fuertes, sobre cherubines, [406r] que no son leones, bueyes y palmas, pues dieron con la carga de los principios abajo y se acobardaron al ruido de los murmuradores, se cegaron y cayeron de flacos. Que si ellos estuvieran llenos de amor divino, este soberano amor los abriera y aclarara los ojos para que vieran el bien y provecho que está encerrado en semejantes actos de mortificación.
2. Fortaleza, honestidad y mortificación
El Spíritu Sancto llamó al cuello de la sposa torre de marfil, diciendo: Collum tuum sicut turris eburnea 4; es tu cuello, esposa mía, como una torre de marfil. En llamarla «torre» y «de marfil» quiso dar a entender la firmeza y estabilidad que su sposa tenía en sus obras; porque las torres, como sobre ellas carga tanto peso, cimiéntanlas bien. El güeso de marfil es fortíssimo y tiene otras dos propiedades: la primera, que es muy blanco; la segunda, que con el tiempo se vuelve amarillo, dando a entender por la blancura la pureza y honestidad de su esposa, y por lo amarillo la mortificación. Las cuales dos virtudes han de caer sobre buen cimiento, sobre buenas basas, para que no falten pureza y mortificación, blanco y amarillo; han de estar en torre, y en torre de marfil, que es güeso fuerte. Pues es llano que estas propiedades que tenía la esposa las pedía a las religiones. Las cuales son cuello por donde Dios communica a sus pueblos los favores y bienes de la cabeza y por quien pasan los ruegos de los fieles a su cabeza, Cristo. Pide grande linpieza y mortificación que ha de haber; que eso significa lo blanco y amarillo. Y, para que sean virtudes de dura, es necesario que estén en güeso de
marfil y en torre porque tengan más seguridad de que no cairán ni se acabarán aunque sean combatidas con los tiros y murmuraciones de los maldicientes. Y si porque el otro murmuró retrocedo yo y vuelvo atrás, será blanco y amarillo dibujado y pinctado en papel que, mojándose con la murmuración que el otro g scupía, se rompió y deshizo. Y esto se había de llorar con lágrimas de sangre: que la fortaleza de torre y marfil que tenían las religiones, sobre que se cimentaban las virtudes, se volvió ya de tierra, pues así se desmorona. Y porque el otro desacredite la virtud, ¿tengo yo de dar con ella en tierra?
Y para que mejor se vea qué fortaleza ha de ser ésta desta torre, dice en otro capítulo del mismo libro de los Cantares el Spíritu Sancto: Collum tuum sicut turris David, quae aedificata est cum propugnaculis h; mille clypei pendent ex ea 5; ha de ser fortaleza de la torre de David llena de escudos i. David fue torre fuerte y la fortaleza que tuvo con que venció fue con paciencia, con hacer bien a quien le perseguía, rogar por quien le murmuraba; adargábase con los preceptos y mandamientos de Dios, trayendo su ley siempre en la consideración 6. Esta es la fortaleza [406v] que ha de tener un religioso para conservar y llevar adelante lo que ha empezado: que sea fortaleza de la torre de David, fortaleza de mansedumbre, de compasión que han de tener de los que andan errados, fortaleza de mill scudos con que se han de adargar para semejantes golpes: uno de paciencia, sufriendo y padeciendo por quien tantas penas llevó por nosotros, otro de mansedumbre. Otro scudo sea su Regla, que les manda echar por aquel camino, y no es razón que por las voces de los maldicientes lo tuerza yo a dextris nec a j sinistris. Otro escudo k sea las constituciones y sanctas costumbres de su Religión, ninguna de las cuales es bien se quiebre por mill mundos. Otro escudo l sea la vida y exemplo que sus sanctos padres y fundadores dejaron, los cuales fueron innumerables los trabajos que pasaron, las detracciones que de ellos el mundo tuvo haciendo plato y guisado de sus remiendos, de su desprecio y abatimiento; y, con todo eso, no fue parte para que ellos por ese camino no llegasen a lo alto de la perfección y para que no nos dejasen exemplos de virtud y sanctidad para que sigamos sus pisadas, y en particular de las dos virtudes que vamos diciendo, que son limpieza y mortificación.
Notemos por charidad que, en acabando de decir el Spíritu Sancto que el cuello de la esposa es como torre de marfil, en quien se hallan los dos colores y dos virtudes por ellos significadas que quedan dichas, dice luego el mismo Spíritu: Oculi tui sicut piscinae in Hesebon 7; son tus
ojos como dos piscinas. Ya se sabe la virtud que tenían estas piscinas de que usaban los hebreos, que las tenían para salud de sus enfermos y remedio de sus males. Pues habernos dicho el Spíritu Sancto que el cuello de la sposa es blanco y amarillo, que está vestido de m honestidad y mortificación, y luego decir que sus dos ojos son dos piscinas in Hesebon es decirnos que aquellas dos virtudes de limpieza y mortificación son dos piscinas, dos estanques y lagunas donde los del mundo y sus seguidores se lavan y linpian y donde hallan el remedio de sus males.
El exemplo de estas dos virtudes refrena la desenvoltura de los malos. ¿Qué torpe y deshonesto hay que, viendo tanta pureza como hay en los siervos de Dios, no se confunde? ¿Qué loco y vano hay que, viendo un religioso cargado de remiendos, vestido de cenizas por esas calles, no ponga él en brete y pretina su desenvoltura y libertad?
Estas dos virtudes, mis charíssimos hermanos, son los dos ojos de nuestra sagrada Religión, que mientras durare el guardarlas con rigor estará hermoseada, mirará y verá lo que le conviene; y en faltándole, [407r] dará de ojos, quedará ciega y cairá en el hoyo, ni valdrá para sí ni para ser guía de otros. No consintamos ni seamos tan flacos que nos los dejemos quebrar con ocasión tan liviana como es la murmuración del maldiciente, sino que los adarguemos y guardemos como ojos con los mill scudos que quedan dichos, que si parece impropiedad llamar ojos de la Religión la ceniza que el frailecito lleva sobre su cabeza y los güesos y calaveras de las manos, no lo es, pues Cristo al ciego de natividad se los dio muy claros, para que lo viese y conociese, con un poco de lodo, haciendo n esa poca de tierra amasada con su saliva dos milagros, uno en el cuerpo, dándole vista de lo de acá fuera, y otro en el alma, dándole luz de lo de allá dentro 8. Estos dos milagros hace esa tierra y mortificación: que hace ver lo que el hombre es por acá fuera: polvo, tierra y ceniza, y da luz allá dentro para conocer a Dios y amarle sobre todas las cosas. Y así, ceniza, güesos, calaveras y soga que saca el religioso por adorno de su persona en la mortificación no se deben despreciar, sino estimar, pues son luz, vista y ojos de tanta consideración como las piscinas de Hesebón.
¡Oh buen Dios!, y qué ajustada con estos pensamientos debiera de andar la esposa cuando, convidando a las demás sus compañeras para que viesen su esposo, dice: Venite et videte regem Salamonem diademate coronatum, quo coronavit eum mater sua in die solemnitatis et laetitiae 9. Estaba levantada en spíritu y vido a su buen Jesús vestido de púrpura con o cruz a cuestas, con corona de espinas y cardenales en su sancto cuerpo, y dice que lo salgan a ver que sale adornado, hermoseado y cargado de dijes, como desposado que sale a celebrar sus bodas en día de grande fiesta con una corona en su cabeza como rey. Ahora, esposa, ¿qué es esto? ¿Son buenos adornos, joyas, preseas, dijes, estos que Cristo lleva?
Llevar corona de espinas ¿es ser rey? Ir azotado ¿es ser desposado? Día de muerte ¿es día de fiesta y regocijo? Parece que os habéis querido pagar porque, entre los requiebros que vuestro sposo denantes decía, fue p apodar vuestro cuello al güeso del marfil, vestido de blanco y amarillo. Virtudes que para las haber de conservar es necesario paséis por las navajas que dicen de sancta Chathalina 10: la una es de castidad, con quien vos perpetuamente habéis de pelear q y luchar; y para salir con la victoria ha de ser necesario que muchas veces os arrojéis en las brasas, os revolquéis sobre zarzas como un Francisco 11. La otra, que es la mortificación, para la alcanzar habéis de [407v] pasar por en medio del fuego que encienden los murmuradores y por medio de las piedras que tiran los maldicientes; y que éstas son dos virtudes como dos rosas entre millares de espinas, y que para que se vista de ellas es necesario que sobre ella carguen las piedras y rompan sus carnes las spinas. Pues ¿virtudes amasadas con tantos trabajos llamáis ojos y piscinas en Hesebón de vuestra sposa? Esperad, que ella os pagará en la propia moneda; y cuando vos salgáis a hacer vuestra pública mortificación y salgáis con vuestra cruz a cuestas vestido de escarnio, adornado con azotes y hecho ojos de los que os ofenden para dárselos que vean su maldad y hecho piscina y remedio de nuestros males, yo diré a mis amigas que os salgan a ver, llamándoos rey y desposado que sale a vista en día solene y de grande fiesta.
Muy bien decís, esposa sancta y bien hacéis en pagaros en la propia moneda, que la misma corre en casa de vuestro esposo que dentro de r vuestros límites y términos, pues entramos guardáis unas mismas leyes y ceremonias. Y si la mortificación en casa de la sposa es torre hermosa, cuello levantado y marfil hermoso, ojos claros, piscinas saludables, en casa del sposo la corona de espinas es reinar, la cruz es joyel, los cardenales son jacinctos y diamantes, la púrpura es toga inperial. Y quien sale con tal adorno a celebrar bodas y a juntar a sí almas, justo es que todo el mundo lo vea para que aprienda a seguir sus pisadas y a que entienda el religioso que le sigue que ha de pasar por ese camino si en la otra vida quiere corona de gloria, reino, cetro y día de fiesta y boda, y que nada ha de ser bastante a hacerle volver atrás de lo comenzado, porque al fin es cuando se da la joya y alcanza la victoria. Como espero yo en Dios mis charíssimos hermanos la alcanzarán con su perseverancia en cosa que a ellos, a la Religión y a quien los ve es de tanto provecho.