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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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V. LA HUMILDAD EN LOS PRELADOS

 

1.            Maneras de humildad

 

            Aunque yo pienso en estos tales prelados puede haber muchas maneras de humildad, digo causadas de cosas diferentes.

            Unas veces, considerando en común los bienes que de Dios ha recebido, el ser y el tal ser. Y de aquí le proviene que, si Dios es el que lo hizo y él no se hizo a sí propio, que siendo ajeno y no suyo, también serán ajenas las obras que hiciere, digo de aquel que le crió y le hizo; y considerando que son ajenas, nadie se ensoberbecerá de la hacienda ajena. Otras veces se causa esta humildad considerando los bienes en particular que de Dios recibe, ya inmediatamente, ya mediante a las criaturas. Inmediatamente, que si Dios no estuviera con él, no tenía de su cosecha caudal para decir «Jesús» ni pensar algo bueno como de nosotros propios, como dice san Pablo 1, y que Dios es el que está concurriendo con todas sus acciones, su ser y tal ser, y que si un instante se apartase, no sería; y que también le está haciendo bien en particular este gran Dios mediante las criaturas: que el sol le alumbra,


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el aire le enfría, la tierra le sustenta, el fuego le calienta; y que no ve cosa que no la haya Dios criado para su ayuda y provecho.

            Este tal, en todas sus obras es humilde porque de tanta ayuda y tan particular como tiene de Dios, conoce muy en particular b el poco caudal que de su parte pone y que hacia donde quiera que da el paso, allí halla quien le execute por lo que le debe y que, por mucho que tenga y ponga de su parte, más es lo que debe, pues es deudor de todas las criaturas, como dijo san Pablo: Omnibus debitores sumus 2, para que procuremos no vivir [435v] según la carne, pues a ella le debemos poco. Ve que es deudor del mismo Dios, a quien siempre c, en sus acciones y pensamientos, trai delante, que le está pidiendo lo que es suyo y no dándole lugar para que se lo defraude; como el que, habiendo puesto compañía con otro, al tiempo del partir las ganancias, se hallase delante para no padecer ningún género de engaño. Así hace Dios con algunos siervos suyos que muy en particular le train presente: que no les da lugar a que haya fraude en el partir, sino que quiere y sólo da lugar el desengaño que con su presencia la tal persona tiene a que se lleve el provecho, dejando la honra y la gloria para sólo Dios.

            Este grado de humildad d lo suelen declarar con este exemplo común de un hombre que tiene muchos acreedores y que por dondequiera que sale o va se topa con las personas a quien debe. Este tal gusta de estarse en su rincón y apenas se atreve a salir a la plaza y calle, porque sabe que por doquiera que fuere se ha de topar con quien le execute. Así, este tal hombre de quien vamos diciendo, viendo que a todas las criaturas debe y el poco caudal que de su parte tiene para pagarlas, se acobarda, encoge e y arrincona como el otro publicano que non audebat oculos in caelum levare 3; que no se atrevía a poner los ojos en el cielo porque sabía cuánto le debía y lo poco que de su parte tenía para pagar tantas y tan grandes deudas.

            Díganme: si esto pensase un prelado, que está subido y levantado en la dignidad y officio, que en esa obra que hace tiene parte el sol que le alumbra y la tierra que pisa y el aire que resuella y Dios que, por de dentro y de fuera, le está ayudando f y favoreciéndole, dándole ser y tal ser para que acuda aquella obra, ¿qué camino tiene para se poder ensoberbecer? Cierto, ninguno.

 

2.         La base sólida de la humildad

 

            Y esta humildad es más perfecta por los grandes favores y cosas particulares que en la consideración y pensamiento la están ayudando. Porque la consideración y presencia de cosas tan particulares están guardando la humildad no se vaya de casa. Y yo pienso a este propósito


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son aquellas palabras que dijo David: Qui coronat te in misericordia et miserationibus 4; hace Dios un cerco y corona de las misericordias y mercedes que nos hace para que por todas partes nos rodeen de suerte que no haya portillo por donde este tal se pueda [436r] escapar ni huir de pensar, considerar y ver las obligaciones que tiene.

            Que es lo que dijo el demonio a Dios del sancto Job. Dícele Dios: «¿Consideraste mi siervo Job, que no g haya otro semejante?» 5. Respondió el demonio: Nonne tu vallasti eum? 6 Pocos a gracias. A él tenéisle vos cercado de beneficios, ¿por dónde le tengo yo de entrar ni él se ha de salir, pues tal barbacana le tenéis hecha con tantos acuerdos y beneficios como de vos recibe h? Anda, dice Dios, yo te doy licencia que derribes ese cerco y quites esa hacienda, etc.: Verumtamen animam eius serva 7. Dio el demonio contra el sancto. Quítale la hacienda, los hijos, la salud, etc. Ya parece que por de fuera no tenía quien le defendiese; recógese a la cerca de adentro y dice: Nonne pelle et carnibus vestisti me; ossibus et nervis compegisti me. Vitam et misericordiam tribuisti michi, et visitatio tua custodivit spiritum meum? 8 Ea, Señor, que si me han derribado la barbacana y terrepleno de las mercedes que vos me hacíades y los años llenos que me enviábades, recójome acá dentro y hallo otro cerco que es de carne, piel, güesos y nervios: no hallo por do salirme a negaros lo que es vuestro i; como vuestro digo que vos lo distes y lo quitastes. Que sea vuestro nombre bendito. Y si vuestro todo, Señor, cuando lo tengo no me ensoberbezco y cuando lo quitáis no desconfío ni desespero porque viene su dueño por lo que es suyo. Y, aunque me dejáis tan pobre que ni tengo casa en que vivir, sino un muladar, ni un trapo con que linpiarme la lepra, sino una teja, con todo eso, me confieso por vuestro deudor, porque pelle et carnibus vestisti me; confieso que esta carne me la distes vos, y estos güesos y nervios, y si contra éstos acometiere satanás y me hiriere, como lo ha hecho, vos allá j dentro, en un lugar secreto que yo no , os entráis y cercáis mi spíritu de suerte que visitatio tua custodivit spiritum meum.

            ¡Qué bien guardado y qué bien seguro este sancto! Primero, confiesa el demonio que lo guardan las cosas esteriores que Dios le da y los beneficios con que le corona; y ésos quitados, dice el sancto que aquel pellejo que le cerca y rodea le sirve de otro cerco que no le deja tener presunción ni soberbia, sino que confiesa que Dios es el que se lo dio y que, si aquél le faltare y se lo aportillare con llagas el demonio, allá dentro, en lugar secreto, hace Dios otra visita con que guarda su espíritu.

            ¡Oh Dios eterno, de quien todas las cosas manan y tienen ser, si tú dieses conocimiento a todos mis hermanos, cómo por todas partes los tienes cogidos para que [436v] sean humildes y no se ensoberbezcan considerando que, si los bienes son esteriores, ésos los das tú, Señor, para que por terrepleno y antemural los guarde para que no entre


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polilla de presunción y soberbia y para que de ahí no salgan a pasearse por lo vedado y ajeno, codiciando más de lo que Dios les ha dado dentro de sus propios límites! Y si esta corona y cerco faltare, se recoja un siervo de Dios más dentro de sí y considere que esa carne y esos güesos no son suyos, sino que Dios lo cercó con ellos para que el alma no se pueda salir por los ojos, pues no son suyos, ni por ninguno de los demás sentidos. Y si ésos los tuviere afligidos y enfermos, entre allá dentro y considere que allá está Dios en lo profundo de su alma haciendo una visita rigurosa y pidiendo lo que es suyo. Que en materia de usurparle los bienes que pertenecen a su corona y gloria no lo lleva bien; y así gusta de hallarse en la partición de bienes más secreta que en el hombre se puede hallar, no sólo en las cosas exteriores, sino en las cosas dentro del propio hombre y en lo más secreto del corazón, donde se dividen y parten los pensamientos más sutiles. Y esta visita digo que es la que guarda el spíritu en humildad y conocimiento de lo k poco que nosotros somos.

 

3.            Humildad segura

 

            Y esta humildad la tengo por más segura y perfecta que la primera, porque el que se humilla por considerar en común que su todo es de Dios parece que, como cosas comunes y universales, estos pensamientos sólo están per operationem l intellectus y que ellos se van y ellos se vienen y que, para que sean de dura, es necesario tengan, como dicen los artistas, su fundamento en sus individuos. Y es gran cosa, si yo m considero qué debo a Dios, considerar en qué debo.

            Llano es que si un hombre debiese a otro lo que tiene y esto lo considerase que es así, que es bueno; pero mejor sería considerar todas las cosas particulares que debe y tener y hacer memoria de ellas. ¿No dicen que pidiendo el otro dineros prestados recibiólos y no los quería contar al llevarlos? Entonces, el que los prestaba quitóselos y dijo: Dinero que no se cuenta, gran peligro tiene en pagarse. Así digo yo que los del siglo bien conocen que todo lo que son y tienen es de Dios, pero no cuentan ni suman ni multiplican, etc., los bienes que en particular reciben, y así está esa deuda en peligro de que [437r] se levanten con ella. Pero el siervo de Dios no se contenta con pensar y considerar que todo lo que tiene lo debe a Dios, sino que cada día entra en cuenta, multiplica y summa las mercedes que de Dios recibe. Y así, esta humildad está más segura y estos tales procuran con grandes veras asemejarse a Dios. El cual el bien que nos hace no nos lo cuenta y los pensamientos que nosotros tenemos los tiene pesados y contados. Pues dice que no perecerá un cabello de nuestra cabeza 9; y el día del juicio


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dice el evangelista que hará alarde de los mendrugos y pedazos de pan que los justos dieron a sus pobres, las jarras de agua y los zapatos viejos 10. Que es lo que Séneca dijo: Haec enim beneficii n inter duos lex est: qui dedit beneficium taceat; narret qui accepit 11; ésta es la ley de los beneficios: que el que los hace los olvide y los cuente el que los recibe.

            Así, Dios los beneficios que hace a los hombres parece que en el punto que los hace los olvida, como se vido después de la resurrección de Cristo, cuando, yendo aquellos dos discípulos suyos que iban a Emaús contando su pasión, les preguntó qué era la conversación. Y diciéndole iban tratando de lo que Jesús poderoso habíe padecido aquellos días en Jerusalén, como hombre que eso ya parece que lo tenía echado tras de las espaldas, como dice san Pablo ad Philipenses 3 o: Quae retro sunt obliviscens, ad ea quae sunt priora, extendens meipsum 12; que lo pasado lo olvida y lo por venir sólo tiene ante los ojos. Así parece que después de haber muerto Cristo habíe olvidado lo pasado, acordándose de lo que de allí en adelante habíe de hacer por los hombres. Y así les preguntó a sus discípulos: Quae? ¿Qué es lo que ha padecido? Y no contando lo que Su Majestad hace por el hombre, el mismo Dios está contando los pasos que el hombre está dando por el mismo Dios 13.

            Esta ley guarda el justo que olvida lo que él hace y trai siempre ante los ojos el bien que de Dios recibe. Que es lo que el glorioso sancto Thomás dice (opúsculo De dilectione Dei): Operari magna et reputare parva, operari multa et reputare pauca, operari diu et reputare breve 14; obrar grandes cosas y considerarlas por pequeñas, hacer mucho y tenerlo p por poco, obrar siempre y reputarlo por breve. Pero en los recibos ha de ser otra cosa: que se han de considerar y desmenuzar, como dice el propheta: Consideravi opera tua, et expiavi 15; quedé atónito y asombrado en considerar vuestras obras, Señor.

            Ahora, pues, díganme (sin nos alargar más en esta doctrina): [437v] si el siervo de Dios no piensa lo que hace y cuenta lo que recibe, ¿de qué se ha de ensoberbecer? Si deshace y anichila lo que obra, pesa y estima lo que le dan, llano es que siempre se considerará de su parte por nada y de la de Dios por mucho. Pues ésta es la humildad la cual siempre tendrá el prelado que considerare, como arriba se dice, que en sus obras tiene Dios la mayor y más principal parte, pues Su Majestad es el que en todo le está ayudando y favoreciendo.

 


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4.         Una humildad aún más segura

 

            Pues digo que sin ésta me parece hay otra humildad, y pienso que es mayor y más segura. No yo si tengo de acertar a decir en qué consiste, diré lo que supiere. Esta humildad nace de un conocimiento y continua presencia de Dios. De suerte que el otro que era humilde por conocer los beneficios de Dios y en las dádivas conocer al que las da, éste digo que será humilde por conocer en el mismo Dios todos sus bienes y mercedes que le hace. Quizá por exemplos me daré a entender. Está un hombre en su casa, cercado de bienes que ha recebido, confiésalos y conócelos; pero mayor conocimiento sería si este que le ha hecho estos beneficios lo tuviese delante y lo trujese a su lado, cuya presencia no daba lugar a ningún género de ingratitud. Sea otro exemplo. Bien conozco yo que el sol es el que nos alumbra q y que confieso que esta luz que tengo se la debo; pero mayor conocimiento sería si yo me pusiese a mirar el sol, porque los propios rayos y fuerza de su resplandor me hace bajar los ojos y reconocer que aquella luz es suya y que se la debo, y que parece es en alguna manera fuerza para que conozca que es suya, y tan suya que no quiere que por entonces la mire, sino que, bajando los ojos al suelo r con la fuerza de sus rayos, con humildad la conozca y confiese.

            Lo propio digo yo. Verdad es que yo conozco que el bien que tengo son unos rayos y resplandores que nacen de Dios. Pero si Dios me hiciese a mí esta tan singular merced que me diese conocimiento particular de este sol y de este Señor de quien nace todo este bien, ¿quién duda sino que seríe causa que me obligaba, mientras este conocimiento me duraba, a bajar los ojos y con sumisión y humildad confesar que todo lo bueno baja y desciende de estas largas y dadivosas manos16 Pongamos otro exemplo para que viendo [438r] la grandeza de esta humildad todos la procuremos como virtud más estable, permaneciente y de dura.

            Ahora consideremos una fuente que mana y corre. Diferente está el agua de esta fuente por donde corre que donde nace; que por donde corre va de paso y no se detiene: cuando pasa por la tierra la humedece, si pasa por un suelo duro lo moja, si por piedra nada se le pega sino que toda la despide y allá va que aun apenas podemos decir por donde pasa moja, pues algunos lugares por do pasa el agua, apenas ha pasado, cuando ya están enjutos; pero el agua en la fuente está de asiento, no da lugar a que se seque la humedad, estáse aquel agua, siempre se está empapando y communicando los efectos de la propia agua. Pues lo propio digo yo a nuestro propósito. Consideremos que Dios es fuente de donde nacen todos los bienes 17, los cuales s corren y pasan por las criaturas. Así lo dijo la otra mujer a David: Omnes sicut acqua dilabimur 18.


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Y todos los sanctos no hay ninguno que no considere cuán de paso va todo lo que no es Dios, pues dice el Spíritu Sancto: Omnia sicut vestimentum veterascent, et mutabuntur; tu autem idem ipse es, etc19 Todo va de paso, sólo Dios, que es fuente do todo nasce, es el que es de dura y permanece. Pues consideremos que estos bienes que nacen de esta fuente, que es Dios, corren por los hombres: unos los detienen en la consideración y con ellos la remojan y humedecen, por otros van como de paso que apenas mojan, etc., no dando lugar a la consideración a que se aproveche de ellos para los agradecer a quien los envía. Pero hay otros donde está esta fuente y este Dios, que parece los está enpapando en la consideración y presencia de este Señor de donde todo nace, cuya presencia no da lugar a olvido, y así vive con más seguro de este conocimiento. El cual mientras durare, conocerá lo poco que él es y lo mucho que de Dios recibe y cómo este Dios lo tiene cogido de pies a cabeza por de dentro y por de fuera, no deja portillo ni da lugar a que entre ningún género de soberbia ni presunción, porque es muy llano, alma que está así enpapada y unida con Dios, que donde quiera que mire mira y halla a Dios, halla un «no yo, sino vive en mí Cristo» 20. Pues si no él, sino Cristo, ¿de qué se ha de ensoberbecer, sino antes humillarse y postrarse por tierra?

            De aquí se podría considerar la profunda t humildad u de la Virgen, pues tuvo y concibió en sus entrañas al Hijo de Dios y en el entendimiento y en la voluntad; [438v] que, como quien lo tenía con grado más heroico y con más altíssimo conocimiento, sería más profunda su humildad, según lo que hemos dicho.

 

 

 

           




a            ms. inmediante

 



1         Cf. 1 Cor 12,3.



b            sigue el o tach.



2         Cf. Rom 1,14.



c            ms. siembre



d            sigue so tach.



e            corr.



3         Lc 18,13.



f             sigue dam tach.

 



4         Sal 102,4.



g            ms. yo



5         Job 2,3.



6         Job 1,10.



h            corr. de reciben



7         Job 2,6.



8         Job 10,1112.



i            corr. de vuestros



j            ms. alá

 



k            sigue p tach.



l            ms. operacion



m           si yo sobre lín.

 



9         Lc 21,18.



10        Cf. Mt 25,35.



n            sigue lex est tach.



11        De Beneficiis, II, 10.



o            ad Philipenses 3 al marg.



12        Flp 3,13.



13        Cf. Lc 24,13ss.



14 HELVIC VON GERMAR (Helvius Teutonicus), De dilectione Dei et proximi, «De decem gradibus amoris, secundum Bernardum», tertius gradus: «Super hunc gradum anima proprie pedem ponit tripliciter, cum operatur magna et reputat parva; operatur multa et reputat pauca; operatur diu et reputat breve: et videntur ei pauci dies prae amoris magnitudine». Atribuido antes a Sto. Tomás, puede leerse en Sancti Thomae Aquinatis... Opera omnia, XVII [Opusculum LIV], Parmae 1864, p.255.



p            ms. terlo

 



15        Textualmente la frase no se halla en la Vulgata; para la idea, cf. Is 5,12.



q            sigue pero tach.



r            sigue con tach.



16        Cf. Sant 1,17.



17        Cf. Sant 1,17.



s            ms. cualem

 



18        2 Sam 14,14.



19        Sal 101,27.



20        Gál 2,20.



t             corr. de profundidad



u            sobre lín.

 






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