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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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X. EL CONOCIMIENTO DE LA PRESENCIA DE DIOS

 

1.         Todos los bienes juntos

 

            Dije denantes cómo, si el hombre entendiese este bien que así está encerrado en esta presencia y compañía de un Dios tan grande y poderoso, cuyo gusto y contento a tiene en estar con los hijos de los hombres 1, que no la perderían ni se apartarían de ella un momento. Porque, como en ella se hallan y tienen todas las cosas, no tienen necesidad jamás de ir a buscar algo que les falte b. Lo cual no se puede alcanzar ni tener en las criaturas, porque cuando vos estáis en presencia de vuestro amigo, en él no halláis lo que queréis y habéis menester dejarlo y apartaros dél por algún tiempo para buscar lo que os falta. Y lo propio digo al casado de la presencia de su mujer, a quien ama y quiere, y en quien tiene representación de mill gustos: no son tantos [458r] que no sean más los que le faltan, y así ha de hacer sus ciertas absencias. Y lo propio es en las demás cosas: que, por mucho que uno ame el dinero, se enfada y cansa en estarlo siempre contando, y la comida harta; y es menester estar variando la presencia de las cosas. De suerte que el sol, si es muy continuo, os enfada y la sombra acongoja; el día, si es largo, es prolijo; la noche corta cansa c, aflige.

            Seas tú, Dios mío, bendito, que para satisfacer d mis deseos y enllenar mis vacíos, basta tu presencia, que sin apartarme de ti y ir a mendigar a las criaturas en ti lo hallo todo junto, sirviendo al gusto y paladar del hombre como el maná, que sabía a lo que cada uno deseaba 2. Y así le podremos decir, Señor, a quien no ha gustado de tu presencia: que mire, que quiera, que despliegue sus deseos y descubra sus gustos y apetitos; que tú, Señor, serás el fin y obiecto deseado de ellos: eres día para los descansados, pues con tu ayuda pueden granjear e, ganar y hacer nuevos enpleos; eres noche para que descanse el cansado; sol para el tibio y sombra para el caluroso: In labore requies, in aestu temperies, in fletu solatium. O lux beatissima, reple cordis intima 3. Enllena, Señor, lo íntimo de nuestros corazones. Y aun por eso digo yo que la presencia


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de las cosas de acá abajo no pueden suplir ni enllenar, porque cuando se tienen y poseen no entran de los dientes adentro, acá fuera se quedan de suerte que, si la tristeza está en el corazón, poco sirven los instrumentos músicos; si la enfermedad en los güesos, poco sirven los dineros; si la fealdad en el rostro, poco hacen los vestidos, porque todo esto no vale sino para componer por de fuera. Pero f la presencia de nuestro Dios enllena lo íntimo más escondido del corazón, que no deja rincón, por a trasmano que esté, que no entre allá a echar fuera a su contrario.

            No me espanto, porque si san Pablo decía: Factus sum omnia omnibus 4; que se hacía a todas las cosas y se guisaba como cada uno lo había menester, ¿qué mucho que lo digamos del mismo Dios, que es fuente de donde todo lo bueno nace5

            Tampoco por lo segundo que decíamos será necesario absentarnos de esta presencia, porque, si fuese común y larga, enfadaría, porque de ella dice el Espíritu Sancto que non habet taedium 6; que jamás cansa ni da, como dicen, en rostro, porque, siendo hartura, siempre da hambre, y si los que esta presencia tienen lo gozan, siempre desean gozarlo; y por ser esta presencia eterna [458v] a los bienaventurados es gloria y bienaventuranza. Lo cual no lo fuera si se hubiera de acabar. Y así veremos que siempre que los sanctos trataron de ella, siempre le añedían un per omnia saecula saeculorum, un non habet finem, porque, así como las cosas de acá tienen el gusto en el fin y variación de unas en otras, así las de Dios lo tienen en no tenerlo.

 

2.         El conocimiento de este bien

 

            Dije denantes que si un hombre conociese los bienes que aquí están encerrados, que no se apartaría de ella g. Es así porque uno de los bienes que consigo trai es conocimiento de su inportancia y un avivar los deseos de siempre estar juntos. Porque si esto lo consideramos de parte del mismo Dios, es summo bien y tanto cuanto una cosa es buena, tanto está deseando communicarse h, darse y repartirse. Y ésa es la razón por qué tantas veces es comparado a aceite derramado 7 y agua vertida 8, porque parece se le están derritiendo sus entrañas para que todos le gocen. Si consideramos estos deseos de parte del hombre, es llano que, conociéndolo, lo hemos de amar y querer, porque la voluntad no sabe amar si no es debajo de razón de bien 9. Luego si tiniendo esta presencia se nos manifiesta y da a conocer este bien, da de consiguiente deseos para que siempre le traigamos presente y que jamás nos apartemos de él: él no de nosotros, porque es Dios bueno, que se communica y da; nosotros tampoco, porque conociendo su bondad


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la hemos de amar. De aquí viene que esta presencia con este particular conocimiento se perpetuará.

            La esposa, después de haber escudriñado quién era su esposo, y el esposo quién era su esposa, vino a decir: Dilectus meus michi, et ego illi 10, él para mí, porque es bueno i, y yo para él, porque anda buscando a quién se dar y comunicar. Lo propio digo yo, mis hermanos, que si conociésemos y abriésemos los ojos hallaríamos que éramos para en uno: para deber andar siempre juntos y unidos, porque si es criador ha de ser de la criatura, y si el hombre es criatura ha de ser del criador; si es j padre, ha de ser de hijos, y si nosotros hijos, hemos de ser de padre, porque son correlativos.

            Digo más, que esta presencia, como es luz soberana y divina, trai y da conocimiento al que la tiene, porque, como dice san Pablo, no tiene ningún parentesco la luz con [459r] las tinieblas 11. Y así, donde él estuviere no hay tinieblas, ofuscación y ignorancia. Todo es claridad y sabiduría. Sabiduría, digo, no de la del mundo, sino de la que dice san Juan, que es k vida eterna l conocer a Dios y al que envió, Jesucristo su Hijo 12.

 

3.         Unica verdad, conocida por vías diversas

 

            A este propósito, se me ofrece una cosa, y confieso que soy tan ignorante en esto que si es acerca de algo que haya tratado o dicho no poner en otra cosa exemplo. Estaba estotro día con el padre general de los carmelitas y, tratando del grande acierto que habíe tenido su religión, me dijo: —Este es el summo bien que tiene esta religión, aquel haber hablado nuestra sancta madre con Dios y saber de su boca tantas cosas como supo en orden a la disposición de las cosas de su religión.

            Parece que interiormente quisiera yo no que Dios me hablara como a ella, pero por lo menos que, como Religión de la Sanctíssima Trinidad, tuviera tantos aciertos que nadie pudiera decir haberlos tenido mayores. Y a este propósito representóseme cuán una era la verdad que los profetas predicaron y la que Cristo enseñó m por su propia boca y la que nosotros creemos. Y aunque diferente en el modo de enseñarla, toda n era una, la misma, toda tenía un nacimiento, una infalibilidad. Así confesamos en el credo: Qui locutus est per prophetas. Y ese Señor, que habló por los profetas, y después por su boca, ahora habla por su Iglesia y enseña las propias verdades, de suerte que si fueron bienaventurados los que lo vieron y oyeron, también lo son los que no lo vieron y lo creyeron 13. Y el día que en estas cosas el que las tratare tuviera una voluntad sujeta, rendida al parecer de personas doctas, no hay que


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buscar que Dios nos hable ni nos revele, sino vivamos con una certíssima confianza de que por este camino a nadie dejará Su Majestad engañar.

            Yo y he oído decir que jamás la sancta madre Teresa tuvo revelación que no la trujese a sujetar y rendir a la obediencia y al parecer de los doctores de la Iglesia; y si esto no hiciera, no las tuviera por verdaderas. Luego si las revelaciones se registran al parecer de hombres doctos y ahí se avienen con lo que la fee enseña y tiene ya determinado, todo es uno: sacar el registro de este sancto y acordado parecer que dan los doctores sagrados o traerlo ya hecho y venirle aquí a echar el hierro. En lo que me parece a mí que se diferencia una revelación verdadera de lo que a mí me enseña la Iglesia por sus doctores es que, siendo una misma [459v] agua, se coge más a su principio do sale y nace, advirtiendo una cosa: que, como la verdad es obiecto del entendimiento, no desdice de quien es esta verdad, aunque pase por entendimientos de hombres cuyas voluntades están estragadas y depravadas. El oro que está enterrado en un muladar y el que está guardado en un arca de plata, todo es uno, y una misma luz la que alumbra a los malos y la que alumbra a los buenos 14.

            Ahora, pues, esto presupuesto, si la verdad es la misma la que es obiecto del entendimiento del bueno y del malo, lo propio será, sin que en nada desdiga, la verdad que se coge de boca de los ángeles, que revelan, o de boca de la Iglesia, que enseña. Digámoslo con una palabra: si la verdad católica y lo que nos enseñan y creemos no toma el sabor por do pasa, sino que siempre a la verdad se le queda su mismo precio, valor y estima, por cierto a mí no se me da nada que me lo diga lo que tengo de creer el arcángel san Gabriel que me lo diga un niño. Pongamos exemplo: supongamos que un ángel bajara a enseñar el credo a un hombre o que lo enseñara un rústico. Por cierto que no yo qué más tenía el uno que el otro, ni el vestido que cosió de un mismo o paño y de una manera el sastre mal entallado y feo o el que cosió y hizo un sastre de buen rostro. Así digo que, respecto de la religión, no me parece que el padre general de los carmelitas añidió nada de lo que Dios tiene puesto en la nuestra por decir que le habló y reveló Dios, si nosotros caminamos con el presupuesto que arriba digo.

            Yo no trato ahora de las personas, que llano es que es de más consideración y estima de la persona que le Dios un ángel que le enseñe que no un hombre que le enseñe la misma verdad. Y que ése fue regalo de nuestro Señor y amor particular. Tampoco trato de las cosas libres y contingentes, que en ellas, una vez certificado que es Dios p, muy diferente cosa es que tenga yo un parecer de Dios o que lo tome de un hombre. Y aun en estas cosas pocas es muy cierto las trai Dios todas a un blanco, como si Su Majestad las enseñara, porque el que desea hacer su voluntad y abrazarse con la virtud, con estos


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medios o aquéllos alcanza Dios unos propios fines. Que no está Dios sujeto, para las obras que pretende, a solos unos medios. Y así, poco le inportará que se tuerzan o no se tuerzan. La propia fructa es la que la naturaleza da en el manzano que salió tuerto o en el que salió derecho. Y así digo que ninguno que se ocupare de cosas graves tiene que afligirse viendo que Dios no lo comunica y trata con las revelaciones que trató [460r] a los sanctos, pues por un camino o por otro se viene al cumplimiento de la voluntad de Dios.

            Muchos caminos suele haber para una ciudad, cuál fue una legua más largo, cuál una más corto, cuál unas pocas de piedras o un mal paso, pero al cabo todos llegan y se ven juntos en la ciudad. Y así será en estas cosas contingentes: que sirven de medios para alcanzar unos propios fines de las virtudes. Digo más, que tiene Dios muchos modos de enseñar, como en otras ocasiones tengo dicho. Y lo que enseñó a la sancta Madre hablándole en la forma y manera que ella entendía ser Dios el que la hablaba y enseñaba, puede Su Majestad enseñarlo de otras muchas maneras. Y una de ellas puede ser tirando la piedra y escondiendo la mano, de suerte que sea un propio golpe y acierto el que hizo con el tiro y mano descubierta y el que hizo con su mano escondida q. Va un ciego por un camino y adiéstrale un perrillo, y va otro a quien le enseñan sus ojos. Todo es un camino, salvo que ya Dios determinó de que el uno fuese de aquella manera y el otro lo anduviese de otra.

            Demás de esto, aun acá tenemos muchos modos de hablar y dar a entender lo que queremos: unas veces r mostramos con palabras y con ellas significamos nuestros conceptos, otras por señas, otras por representaciones y figuras. Lean el libro de los Cantares y, siendo tan grande el amor que el esposo tenía a su esposa, le habla de mil maneras que fuera largo el contarlas. Y así digo yo que de todas ésas manifiesta Dios su voluntad a sus siervos. Y si el sancto rey David unas veces le pide a Dios que le hable y lleve donde con atención escuche, otras veces le pide señas para por ellas conocer su querer, como él propio dice: Fac mecum signum in bonum 15.

 

4.         Causas de los diversos modos de manifestar Dios su voluntad

 

            Y el hacer Dios estas diferencias de demostraciones y significaciones de su voluntad, suele provenir de diferentes causas. Unas se quedan secretas para Dios, otras que así le conviene a la persona con quien trata, otras respecto de las disposiciones, lugares o estados que tiene la persona que escucha. Llano es que si vos s tratáis con un hombre que


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oye bien y que con pocas palabras y voz baja os entenderá, que gustaréis de decirle vuestro sentimiento por palabras, pero si tratáis t con un hombre que no oye bien, gustaréis de hablarle por señas. Y esto u no dice ni arguye desamor, sino disposición de la persona para percebir de esta o de aquella manera. Desta misma suerte se ha Dios con muchas almas: que trata con ellas y les da conocimiento de su voluntad según la disposición que los v spíritus tienen en la información que hacen a los cuerpos. Porque, estando de tal manera dispuestas que de parte [460v] deste hombre exterior hallen poco inpedimiento, es llano que gustará Dios allá dentro, con un silbo amoroso o habla delicada, regalar a muchas almas; y que las voces que da a todas, estando éstas en los cuerpos así dispuestos como materia transparente, darán lugar a que el alma perciba lo que Dios le dijere. Y otras veces haberles Dios dado a muchos sanctos unos cuerpos pesados, terrestres, que siendo el alma muy agradable a los ojos de Dios sea menester hablarle de otra manera.

            Y aquí podríamos traer en buena parte el exemplo que denantes a otro propósito traíamos: de que hay una tierra tan vaporosa que luego se hunde el agua en ella y va a lo fondo; y otra la retiene encima, que ha menester mucho tiempo para enbeberla en sí. De esta manera, hay hombres en cuyos cuerpos el alma tiene tal disposición que oyen y escuchan con facilidad, lo cual otros no pueden. Y ya digo, viniendo eso de tal o tal disposición w del cuerpo y persona, no arguye más excelencia la una o la otra manera de exprimir 16 Dios su voluntad.

            También esto puede provenir de causas exteriores, como siendo la persona que trata con Dios persona tan ocupada en cosas exteriores, ruidos y trabajos x, que sea necesario hablarle Dios por señas. Como si estuviésedes con vuestro amigo a solas en un aposento o en el campo, lo que le quisiésedes decir decirlo híades por palabras, pero si estuviésedes con él en una plaza o parte donde hubiese mucho estruendo o ruido, es llano que le hablaríades por señas. Tiene Dios puesto algunas veces muchas personas que ama en lugares de tanto struendo y ruido, acudiendo a lo temporal y espiritual de las personas con quien tratan, que ha menester en el mismo trato por figuras, señas o significaciones mostrar su voluntad, porque las cosas en que lo tiene ocupado, no obstante que la voluntad anda movida y dispuesta para con grandes veras amar y servir a su Dios, por quien abraza aquellos trabajos, pero de esas cosas anda tan atronada que con dificultad se despedirá de ellas para ponerse en otro estado de soledad, donde se gozan esas hablas y silbos delicados de Dios.

            También esta diferencia puede provenir de que lo que Dios enseña por palabras a una persona, a otra se lo puede ya haber dado por sciencia infusa. Como hay unos labradores que saben y que tal tierra es


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buena para sembrar por tener tal y tal condición y propiedad, y que sembrando en ella dará buen fructo. Y éste sabe y tiene sciencia de las cosas de su officio. Otros hay que, no sabiendo eso, preguntan y dicen si sembrarán en tal tierra. El otro les habla y dice que sí, que es buena, que puede en ella sembrar con seguridad. Y así, el uno supo [461r] sin que le hablasen lo que el otro para saberlo tuvo necesidad de preguntarlo y que se lo dijesen. Llano es que a los apóstoles no les anda Dios hablando cada hora z lo que habíen de hacer, que ya se les habíe dado sciencia y gracia para todo lo que habían de hacer. Y así, este conocimiento que algunas personas tienen de hablas a no arguye más perfección, como no lo sería el estarse un padre entreteniendo y hablando con un niño chiquito, no dando tanto lugar a un hijo grande, a quien con una sola palabra le tiene mostrada su voluntad.

            Parece se me ofrecen ahora otros medios de dar Dios luz a un alma (y al cabo creo que es todo uno y que nada digo, sino lo una vez dicho, diferenciándolo en palabras). Y es que sería summa perfección de un hombre dar a entender su voluntad a un su amigo para que hiciese algo de su gusto sin hacer demostraciones de señas ni de palabras. Y véolo yo por experiencia, con las personas graves que trato, como con el excelentíssimo duque de Lerma o otro príncipe, que quiriendo o gustando de la cosa, gustan y quieren, si así se puede decir, que les entiendan los pensamientos. Y cuando este conocimiento lo hallan en un criado, lo estiman y tienen en mucho, y por excelencia se dice de un buen criado: entiende los pensamientos. Y dicen y piensan bien los que esto estiman, porque en la manera que se pudiera comparar lo que es nada a lo que es mucho, podemos comparar este modo de inteligencia a la que en el cielo tienen los bienaventurados, donde conocen y saben la voluntad de Dios sin que les hablen ni digan con expresas palabras. Y así digo yo que muchas veces da Dios a conocer a sus siervos su gusto y voluntad en las obras que train entre manos, sin que tenga necesidad de hablarles ni usar de extraordinarias apariciones o locuciones.

            Yo pienso que la fuente de esta luz y rayos que Dios envía a un alma, mediante la cual luz esta alma desea y procura hacer su voluntad, es la unión de que goza en la presencia de este Dios, más o menos, según los grados que padece. Y como de esta unión suele un alma gozar según diferentes disposiciones de este hombre exterior, a quien el alma está informando, de ahí vienen b los diferentes sentimientos que tiene de las cosas que conoce.

 

5.         A propósito del espíritu extático

 

            Yo pienso que hay muchas personas que llegan a tener y gozar de una altíssima quietud y a tener un spíritu que llaman, los que de esto


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saben, extático, y otros que, sin tenerlo, deben de tener mayor gracia y ser almas muy agradables a los ojos de Dios. Sino que hallando la gracia que a los tales Dios les comunicó tales dispusiciones, puso su espíritu de suerte [461v] que quedó hecho espíritu extático y en ese estado vino a gozar de los dones y privilegios que tienen los tales, ya en el conocimiento y luz de que gozan, ya en las c otras cosas de que Dios les hace singularíssimas mercedes.

            Este es un spíritu muy delicado, y tanto que me parece llanamente no compadecerse con ningún género de d distraimiento en el cual la tal persona tenga necesidad de aprovecharse demasiadamente de las phantasmas y abstracciones de las cosas de acá abajo, donde los sentidos tienen su exercicio, officio y parte principal. La razón de ello es (perdónenme si dijere necedades, que esto verlo ha quien, si lo fueren, lo puede borrar), digo, pues, que la razón del spíritu extático debe de ser una elevación, enajenamiento más o menos, o precisión total, o en mayor o menor parte de todas las cosas de acá abajo. Y en decir «en parte» o «más o menos» estos términos no si me contradigo para lo que voy diciendo, podría ser que no. Porque, aunque para este estado es necesario total enajenamiento de la potencia que es elevada a tal estado, siéndolo el entendimiento, bien podría la voluntad ser más o menos apartada de las cosas de acá abajo, y mientras la voluntad está más desasida el entendimiento estará más elevado, porque tendrá menos estorbos que le detengan. Como el ave que tiniendo alas ligeras no tiene el cuerpo muy pesado que le estorbe e, volará mejor que quien tiniendo poca pluma y cuerpo pesado. Y así podríase entender f aquel más o menos despego de la voluntad g o de los afectos que se tienen a las cosas de acá abajo, siendo el entendimiento in totum elevado a este estado en que vamos diciendo goza este bien de estabilidad o firmeza en la unión o conocimiento de las cosas superiores.

            Pues doy la razón por qué este estado quiere enajenación total de las cosas de acá en aquella potencia que así es elevada. Yo no trato aquí si la una potencia puede caminar h sin la otra, o de qué manera están subordinadas. Ahora trato del conocimiento particular de que goza esta alma así unida y que ha llegado a este estado, atendiendo a la fuerza de las palabras con que los sanctos i difinen la oración, que es decir que es una elevación del entendimiento a Dios 17. Y si ésta es según total enajenamiento de las cosas de acá abajo y aprehensión en las de arriba con estabilidad y firmeza en ellas, será oración extática. Ahora pues, como j este estado tiene su cosecha y le entra por arriba, [462r] que es por esa unión que tiene y padece la tal mente con el


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mismo Dios, para haber de entender y conocer las cosas a nuestro modo, es necesario bajar ese conocimiento y ponerlo de suerte que por otra puerta k bien diferente y más baja, que es la de los sentidos, le entre el tal conocimiento. Y es llano que para tratar, entender y conocer acá a nuestro modo, es necesario que el entendimiento posible lugar al agente, y el agente tome de los sentidos la representación de las cosas. Y para esto es menester mirar abajo. Pues llano es que, para mirar abajo, es necesario volver y bajar los ojos de arriba. Pongamos un exemplo. Para coger una vasija del agua que cai del cielo, es menester que esté derecha. Y si con ella queremos coger del agua de acá abajo, es necesario que se incline. Y por el propio caso que se inclina, no ha de coger de el agua de arriba. Lo propio digo yo que el entendimiento que así es elevado y en ese estado coge el agua de arriba, de esa elevación y unión que tiene con Dios es llano que ha de dejar y perder ese estado, inclinándole al conocimiento l y trato de las cosas de acá abajo, más o menos, según fuere la detración. Y a este espíritu llámolo yo muy delicado. En él consiste grandíssima perfección de las almas que le gozan, pero no se ha de afligir un hombre si Dios no lo llevare por ese camino.

            Hay algunos prelados que, ya que ahí no han llegado, pero tienen algunos barruntos de él, y como ni aun a tocallo no pueden con las ocupaciones ordinarias que padecen, como si no hubiera otros grados y estados de perfección admirables, se afligen y desconsuelan, gimen y de sí propios murmuran de que no tienen oración y que nada hacen bueno. Los cuales yerran en sus desconsuelos, porque deben estar muy alegres por haberles dado Dios, si la quieren conocer, muy alta oración en la conformidad m que tienen y desean tener en hacer la voluntad de Dios y acudir a lo que fuere su gusto; y en aquellas obras que train entre manos, hacen muchos actos de amor de Dios y encienden el espíritu para que con mayor fuego y voluntad encendida le agraden. Y dando a los primeros la luz y conocimiento en sí propio, gustó de darlo a los segundos en las cosas que obran y en los sucesos de ellas.

            Verdad es que haberles Dios dado conocimientos y deseos de vacar de todas las cosas y sólo ocuparse en este divino y soberano amor y haberles Dios dado a oler este estado perfectíssimo, [462v] de n que gozan las almas que con stabilidad no pierden de ojo este bien, del cual, como queda dicho, sólo se goza con limpieza de corazón hasta de las cosas más menudas, sólo es para que, ocupándolos en las cosas de acá abajo, en ellas no asgan el corazón ni se peguen, sino que de tal manera en ellas pongan las manos que los deseos los tengan fijos en esta quietud y reposo que se da a los que están ocupados acerca de una sola cosa, que es contemplar y amar a Dios.

            Pongamos un exemplo. Habéis estado presente a una comida grande de alguna persona, vístola y olídola. Vais a vuestra casa a comer una olla de yerbas. Sólo os sirve lo que vistes y olistes de haberos estragado


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el gusto y, aunque o coméis lo que tenéis en vuestra casa, pero sin gana ni gusto. Pues digo que muy de ordinario, a los que están en este p estado ocupados en cosas exteriores, muchas veces les da Dios muestras de los que están en el otro estado y les da a oler lo que gozan y tienen los que sólo vacan a Dios, para que, acudiendo después de esa luz a las cosas de su officio, no pongan su gusto y afectos en estas cosas, sino que, haciéndolas y obrándolas porque sólo es gusto de Dios, tengan sus deseos muy despegados y puestos en amar y querer a solas al mismo Dios. Y así debe estar muy contento, por cualquier estado en que Dios le pusiere, y entender que si en él está por el gusto y voluntad de Dios, en él le ha de dar luz y conocimiento necesario, ora le hable o no le hable Dios. Quiera Su Majestad que yo haga su voluntad y siquiera sea perpetuo cocinero u hortelano. Que si no tuviere espíritu extático, trazas tiene Dios por donde se comunicar como él quisiere en todos los estados.

 

 

 

           




a            sigue está tach.



1         Cf. Prov 8,31.



b         ms. fate



c         ms. can



d         sobre lín., en lín. enllenar tach.



2         Cf. Sab 16,20.



e         sigue y tach.

 



3         Sequentia de Pentecostés.



f             sigue est tach.



4         1 Cor 9,22.



5         Cf. Sant 1,17.



6         Sab 8,16.



g            sigue por tach.



h            sigue y tach.



7         Cf. Cant 1,2.



8         Cf. Sal 21,15.



9         Cf. ARISTÓTELES, Etica I,1; STO. TOMÁS, Sum. Th., 1, q.80 a.1 y a.2.



10        Cant 2,16.



i          sigue y tach.



j            ms. el



11        Cf. 2 Cor 6,14.



k            sobre lín.



l            corr., sigue conoç tach.



12        Cf. 1 Jn 5,20.



m           sigue y la tach.



n         sigue una tach.

 



13        Cf. Jn 20,29.



14        Cf. Mt 4,45.



o            corr.



p            sigue de tach.

 



q            corr. de escondiga



r            sigue habla tach.



15        Sal 85,17.



s            sigue habláis tach.

 



t             ms. trais



u            sigue de tach.



v            sigue alm tach.



w           sigue no a tach.



16          italianismo, por expresar.



x            sigue e inquietudes tach.



y            que saben sobre lín.

 



z            corr. de ahora



a  de hablas sobre lín.



b            ms. viene

 



c            sigue de tach.



d            sigue de raçón ni tach.



e            al marg. ojo de 2m.



f             al marg. es menester communicarlo



g         sigue siendo el tach.



h         sigue con las tach.



i         ms. Sancto



17        Cf. EVAGRIO, De la oración, 35: MG 79,1173; JUAN DAMASCENO, De fide orthodoxa III,24 (MG 94,1089), citado por STO. TOMÁS, Sum. Th., 22, q.83 a.1; 3, q.21 a.1: «Oratio est ascensus intellectus in Deum».



j  sigue goçando de tach.

 



k            corr. de buerta



l            sigue de tach.



m           muy‑conformidad subr.



n            sigue las tach.

 



o            sigue lo tach.



p            sigue pri tach.

 






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