Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText
San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

IntraText CT - Texto
Anterior - Siguiente

Pulse aquí para desactivar los vínculos a las concordancias

- 687 -


XIII. LA IMITACION DE CRISTO

 

            Acá, los labradores, para haber de domar una bestia, la doman con cosas pesadas, éntranla en un yugo para que tire un carro que va cargado con muchas arrobas de peso; porque si en los principios lo quisiesen domar con cosas delicadas, como es una carga de vidrio, ninguna [469r] seguridad llevaría, sino que sería fácil y muy cierto dar con todo en el suelo. Los hombres de condición y natural somos cerriles, indómitos, que así muchas veces nos llama Dios por sus prophetas 1. Es necesario en los principios de la vida perfecta domarnos con cosas pesadas, uncirnos en el yugo que Cristoa los suyos ofrece, que, aunque liviano al spíritu, pesado a la carne, y ahí uncidos, en compañía del mismo Jesucristo, tiremos la carga pesada que Su Majestad tiró en su pasión y muerte. Que eso es lo que a esta carne cerril ha de domar: su imitación en los trabajos, ayunos, humildad: «Aprended de mí, que soy manso y humilde» 2. Que ésa es la verdadera puerta por donde se ha de entrar. Y no queramos enpezar por donde otros acaban, porque si en los principios ante todas cosas, sin estar aprovechado en acciones, quisiésemos cargar de cosas delicadas, que las de la contemplación lo son más que el vidrio, como quien primero no aprendió a mortificar su voluntad y sus pasiones, cuando más seguros estén darán con la carga en el suelo.

 

1.         Tres edades de la vida de perfección

 

            En confirmación de esto nos viene bien a propósito lo que yo he dicho ahora a unos hermanos nuevos en un capítulo que les b he hecho. Comparo la vida de perfección a la vida humana, que tiene diferentes estados: de niñez, mocedad y vejez. Que no quiero poner exemplo más que en esos tres, si fuese Dios servido que de nuestra vida pudiésemos decir algo en otros tres estados. El primero es de la niñez y de éste diremos, en orden a la perfección y enseñanza, que sus padres y maestros hacen con él lo primero aficionarlo a la escuela c y ante todas cosas lo acarician como a niño con almuerzos y meriendas; luego le ponen la cartilla en la mano y le enseñan d el Christus y las letras del e abc, luego a juntarlas, luego a deletrear, a decorar y luego a leer y escribir en corrido, a aprender otras lenguas y a saber otras ciencias, hasta que es graduado y hombre perfecto que por sí solo puede valerse, digo sin maestro. Esto propio pretendemos de cualquiera que viene a nuestra sagrada Religión: sacar un hombre perfectíssimo y acabado que pueda parecer ante los ojos de Dios, que sepa y entienda que lo pueda escuchar el mismo Dios y los cortesanos del cielo, que bien lo sabe Su divina


- 688 -


Majestad hacer, si la lición es cual conviene y él nos la enseña, como lo hizo con san Esteban por haberla aprendido de la boca del mismo Cristo la lición más perfecta y de mayor gusto que Su Majestad leyó puesto en la cátreda de la cruz. Así cuando la vido y oyó en la boca de su siervo Esteban, corrió las cortinas del cielo y, mostrando [469v] el afecto que a ella tenía, se puso en pie 3 y, cuando Esteban vido que así lición tenía tan buen oyente que le prestaba tal atención, puso su rostro tan encendido de caridad para con sus prócximos que le apedreaban y de humildad para el que le oía, que dice el texto que se le apareció el rostro como rostro de un ángel que estaba entre los otros 4. Y yo no me espanto, pues ya habíe pasado los rudimentos de niño y habíe llegado a estado perfecto, semejante al que los ángeles gozan.

 

2.            Empezar y acabar por Cristo

 

            Pues pretendemos sacar a un siervo de Dios docto en todas las sciencias que en la casa de Dios se leen, enpecemos por lo primero que a los niños se suele enseñar, pues nuestros hermanos en los principios tanbién lo son. Lo primero dijimos que era aficionarlos con regalos a la escuela. Esto propio ha hecho Dios con sus charidades, que con muchos gustos y promesas que les habrá hecho los trai aficionados a su casa y ya con deseo que los maestros que en ella tiene puestos los enseñen. Sea mill veces enhorabuena; tomen mis hermanos, lo primero, las cartillas en las manos, que es la ley evangélica, donde están todas las letras de que se compone cuanta sciencia hay en el cielo y en la tierra. De esta cartilla y abecé, lo primero con que toparemos es el Christus. ¡Oh Señor mío, y qué buen principio tiene esta cartilla! Esto es lo primero que hemos de tomar en la boca en la scuela de los descalzos de la Sanctíssima Trinidad.

            Pero quiero, mis hermanos, que entiendan que, así como Cristo es principio, es tanbién fin. Así lo dice él mismo: Ego sum alpha et omega, id est, principium et finis 5; soy la primera y postrera letra del abc, soy el principio y el fin, es decir, que por Cristo se ha de enpezar y por Cristo se ha de acabar. El es el que da principio a todas nuestras obras, acciones, méritos, y el mismo Cristo es fin de todas ellas. Veamos, pues, primero cómo es la primera letra y el principio de nuestra lección y después veremos cómo es fin. Digo, mis hermanos, que a Cristo lo consideramos de dos maneras: como principio en su vida, muerte y pasión; como fin, glorioso en el cielo. Como principio lo hemos de aprender imitándole f en su vida y pasión, y como fin, contemplándole, gozándole perfectamente en la bienaventuranza.

           


- 689 -


Pues ahora somos niños y principiantes, abramos los ojos y conozcámosle por el Christus que está ante todas cosas de nuestro soberano y divino abc, y digamos que lo primero que debe hacer un religioso o persona que desea ser aprovechada en esta vida perfecta es poner los ojos en la vida de Cristo, que es y fue el principio de nuestro bien, de nuestros méritos: su pasión, [470r] vida y muerte. Seas tú, Dios mío, mill veces bendito, que si tú no te hicieras hombre y padecieras por mí, nunca yo enpezara en ti. Y así será bien pedirte gracia y favor para conocerte g en cuanto eres principio de todo mi bien. Conocerte por verdadera imitación de tu vida y trabajos para que después pueda yo pasar más adelante, hasta tenerte y gozarte por fin y blanco de todos mis deseos.

 

3.         Imitar la vida de Cristo

 

            Pues digo, mis hermanos, que lo primero que hemos de hacer, habiéndonos puesto la cartilla de la ley evangélica, que es la que hemos de aprender, en nuestras manos h, es poner los ojos en Cristo y mirar por dónde enpezó su vida. Lo primero en el instante de su concepción, aquella sanctíssima alma a quien clara y vivamente le representaron lo mucho que habíe de padecer por los hombres y lo poco que se lo habían de agradecer, etc. Todo lo ofreció a su eterno Padre por la salud y vida spiritual del hombre. Luego vino su nacimiento en un pesebre, el enpezar a derramar sangre a los ocho días, el ayunar en el desierto, el andar a pies descalzos, el predicar y enseñar las almas, el padecer muerte y pasión por ellas, el resucitar, subir a los cielos i y estar sentado a la diestra de Dios Padre. ¡Oh, qué doctrina! ¡Oh, qué exemplo y lición tan cierta y verdadera por los principios que conviene!

            Lo primero en entrando en la Religión j, pues hemos de imitar a Cristo en cuanto principio de nuestro abecé, es ofrecerle a Dios una proptíssima k voluntad con que de buena gana padecerán todos los trabajos que se les ofrecieren en la Religión: ofrecer muerte y pasión l mill veces antes que ofender a un tan gran Dios. Todo junto y de una vez, hacer un epílogo de todos los ayunos y mortificaciones y martirios que se pueden imaginar. Y que si para todos diese este buen Señor fuerzas, todo se pasaría con grande y propta voluntad.

            Y luego discurra por la misma vida de Cristo, que es el que ha de aprender. El nacimiento en un pesebre. Procure y desee luego como entra en la Religión la celda más desechada, la más pobre, la más desacommodada y más parecida al pobrecito portal de Belén, donde no tendrían reparo las inclemencias del cielo, sino que allí de noche se entraríe el frío, el agua, hielo y sereno, y de día el sol y el aire. Pida luego y desee una tarima y cama angosta, como lo era aquel estrecho


- 690 -


pesebre; conténtese con poca ropa, pues la que Cristo pudo tener para su abrigo, en tiempo de tanta necesidad, fueron unos pobres pañales.

            Tras eso viene la circuncisión y el derramar sangre. Lo cual lo ha de hacer luego tomando su disciplina. Luego entran en la Religión los ayunos del desierto, [470v] la soledad de la celda y apartamiento de los hombres. Luego, en lugar de la predicación de Cristo, unos pensamientos sanctos, fervorosos y encendidos de que todo el mundo se salve y a todos los convierta y perdone nuestro buen Dios.

            Tras eso entra toda la pasión de Cristo. La cual cada uno la ha de imitar según sus fuerzas, yendo por cada partecica de por sí. Y lo que no pudiere hacer e imitar por su flaqueza y miseria, ofrezca a Dios el deseo y la voluntad hasta hacer compañía a Cristo en la cruz, abrazándose con ella, expirando m y muriendo en ella. Que vida será bien guardada, pues ahí conservó el mismo Hijo de Dios la suya para estárnosla dando y communicando cada día. Tras esa muerte viene la sepultura y entierro de Cristo. Que ha de desear y procurar el religioso estar enterrado y sepultado para que nadie en este mundo le halle y a nadie responda, como hombre muerto ya al mundo.

            Tras estas penitencias y negaciones n de sí propio viene luego la resurrección, en cuya imitación, tras estas penitencias y mortificaciones que digo, viene la renovación de nuestro religioso, que habiéndose sepultado en los principios como grano de trigo, después nazca y salga florido en una vida muy perfecta y llena de virtudes, que son las que en los tales florecen. Tras esto viene la subida a los cielos. Y así viene bien, tras las penitencias y todo lo que hemos dicho de nuestro religioso, después de su muerte al mundo y sepultura y enajenamiento a los cuidados de acá y resurrección en nueva vida, le viene muy bien y a pelo subirse con Cristo al cielo a lo contemplar y, junto con Su Majestad, con el deseo, pensamiento, consideración y contemplación, se siente allí juntico a Su Majestad como otra Madalena sentada a los pies de Cristo 6. Allí le asga y prenda por el pie para que no se le vaya.

            Este es nuestro principio y nuestro fin, éste es el discurso verdadero o donde nuestros hermanos han de discurrir y el camino cierto por donde han de caminar para no errar. Y no quiera el religioso, antes de aprender esta lición y saber este Christus, no quiera deletrear ni quiera leer de corrido, que lo quedará él harto al mejor tiempo, no enpezando por do le conviene; ni quiera, sin saber este primer principio, aprender lenguas y ciencias infusas, que cuando Dios las da las comunica por sola su bondad y misericordia después de haber pasado estos principios. Y si yo las hallase en alguno antes de esto que voy diciendo, [471r] temerme hía no las hubiese enseñado el demonio, el cual quiso gozar sin merecer ni entrar por la puerta p que Dios le había puesto.

           


- 691 -


Acuérdense de aquello que a este propósito habrán oído muchas veces de cuando q Jacob se quiso casar con Raquel: que a cabo de tantos años de servicio, pensando que ya gozaba de ella, halló a su lado a Lía la lagañosa, y quejándose el buen patriarca de cómo se había usado aquel engaño con él, respóndenle que no lo habíe sido, porque en aquella tierra así se usaba r: que s primero se pusiese en estado la t primera hija y luego la segunda 7. Este propio uso hay en la casa de Dios. Que, aunque es verdad que la vida contemplativa es más perfecta, más noble y más hermosa, pero estotra es primero en el orden de la execución, y quien quisiere usar de la hermosura y gracia de la contemplación ha de abrazar y desposarse primero con las lagañas, con las lágrimas, penitencia y mortificación, etc.

            Componía yo estotro día a unos hermanos que habíen tomado nuestro sancto hábito, como una madrina compone una novia: que antes que la vista y aderece, ante todas cosas le dice que tome un caldero de agua y se lave de pies a cabeza para que después, sobre la linpieza, caiga bien color del rostro y las demás cosas con que se ha de adornar; y después de eso hecho, se encierran u en un aposento a solas y allí se las han con sus mudas, afeites y trinchados.

 

 

 

           




1         Cf. Ex 32,9; Deut 9,6; Eclo 16,11; Bar 2,30.33.



a            sigue s tach.



2         Mt 11,29.



b            sigue e dicho tach.



c            corr.



d            ms. enseña



e            sigue abecé tach.

 



3         Cf. He 7,5556.



4         Cf. He 6,15.



5         Ap 1,8.



f             sigue imi tach.

 



g            sigue y tach.



h         sigue lo primero tach.



i          al marg. de 2m.



j          sigue es tach.



k         sigue humildad tach.



l             sigue an tach.

 



m           ms. espirando



n            sigue luego tach.



6         Cf. Lc 7,3738.



o            sigue nuestros tach.



p            sigue por do tach.

 



q            sigue Raquel tach.



r            al marg.Vide locum



s            al marg. Genes. 29, v. 26 de 2m.



t sigue mayor tach.



7         Cf. Gén 29,1626.



u            ms. entierran

 






Anterior - Siguiente

Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText

IntraText® (V89) Copyright 1996-2007 EuloTech SRL