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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XV. LA SABIDURIA QUE DIOS DA A LOS HUMILDES
Volvámonos de donde salimos, que nos divertimos mucho. Digo, pues, que la razón por qué hay muchos hombres que no se saben desasir de los gustos y sentimientos que por cualquier vía se les pegaron en la oración es porque nunca acabaron de llegar a aprender esta altíssima sabiduría que Dios a los verdaderos humildes communica, en la cual les enseña cuán a solas han de buscar a Cristo y cómo en esta vida lo hemos de buscar crucificado para que en la otra lo gocemos glorioso. Nunca acabaron de echar de ver cuán lejos está la prudencia humana, que busca a Dios con su commodidad, de la sabiduría divina, que busca a Dios por sólo Dios y porque es digno de ser reverenciado.
1. A los humildes y obedientes
Digo que esta sabiduría a y conocimiento lo enseña Dios a los humildes, los cuales siempre se consideran no merecedores de algo bueno. Y así, en cualquier ocasión que esté en su mano o ellos puedan escoger, siempre se apartan de las cosas de gusto, como no merecedores de ellas, y se abrazan con la cruz de Cristo y en ella procuran saber la sciencia que Cristo enseña y de la que san Pablo tanto se preciaba cuando en sólo la cruz de Cristo se gloriaba 1. Pues por el propio caso que uno guste de gustos y a ellos se afierre, y si no los tiene los busque, no sé yo cómo lo canonizaré yo por humilde verdadero el que en sus pensamientos se da por hombre dispuesto o merecedor de ese bien. Y no siéndolo, ha de ser ignorante, pues es verdad que Dios se esconde a los que en sus pensamientos son levantados 2. Por esto pido yo a mis hermanos tan encarecidamente que sean humildes, que sean humildes y humildes mill veces, que tras ésos se le van los ojos a Dios y a ésos les enseña y da luz verdadera.
Parece me da gana de scribir aquí un pedazo de discurso que leí a este propósito, pues no lo será del que vamos hablando, pues es verdad que, dende que enpezamos este discurso, [vamos] tratando de la inportancia que le será a un religioso traer la presencia de Dios y de los fructos que de ella se le siguirán y que entre ellos uno b es conocimiento, luz y sabiduría de aquello que más le conviene para se salvar. Pues, para que esta sabiduría goce de veras, no será fuera de propósito saber qué dispusición ha de tener el que la hubiere de aprender. Digo que humildad, y ésta la alcanza [476r] y la tiene el verdadero obediente. No se me hace dificultoso el decir que el verdadero obediente es verdadero humilde. No creo será necesario tratar cuán a una ande humildad y obediencia. Sólo un testimonio o exemplo quiero traer de
esta verdad. La Virgen dice: Quia respexit Dominus humilitatem ancillae suae: ecce enim ex hoc beatam me dicent omnes generationes 3, por ser humilde, por desestimarse y despreciarse, etc. Pues veamos por qué sancta Elisabet la llama bienaventurada. Ella lo dice: Beata quae credidisti, quoniam perficientur in te 4. Porque creíste, porque obedeciste vos, Señora, obligastes a Dios para tan grande dádiva como fue ser madre suya; por humildad, diciendo de rodillas, cruzando vuestras manos, postrándoos por tierra y diciendo: Ecce ancilla Domini 5. Yo digo, dice sancta Elisabet c, que esa humildad fue propta obediencia, sujetar y rendir vuestro entendimiento a la palabra de Dios. No sé, paréceme que esto lo siento mejor que lo digo: ser humilde es ser sujeto, rendido, entregado, siervo, sclavo. Eso propio es ser obediente d. Pues digo que, así como a los humildes comunica Dios su sabiduría, la communica a aquellos que de veras se rinden y obedecen y están sujetos e y proptos para hacer la voluntad de Dios.
De aquí vino a decir el santo rey David: A mandatis tuis intellexi 6. La cartilla y el libro que me enseñaba y yo entendía eran tus mandamientos. Como si dijera: jamás me sujeté a ellos que no saliese enseñado. Lex Domini immaculata, convertens animas; testimonium fidele, sapientiam praestans parvulis 7. La ley de Dios da cierta y verdadera sabiduría a los pequeñuelos, a los que a ella se sujetan, obedecen y rinden. Si quis voluerit voluntatem eius facere, qui missit me, hic cognoscet de doctrina mea 8. Grande conocimiento le da Dios al que se sujeta, dice Cristo, a hacer la voluntad de mi Padre que me envió. Lo cual quiso dar a entender la esposa por una disimulada manera de hablar, diciendo: Duo ubera tua sicut duo hinnuli gemeli 9, etc. Como si dijera: siempre que miro tus pechos veo colgados de ellos dos cabritillos, de suerte que ellos no parecen sino los cabritos que siempre maman. Parece, como si dijera, que no tienes leche sino f para cabritos, pues siempre los veo colgados a tus pechos. Veamos ahora qué pechos y leche es esta que se mama y quién son estos cabritos hijos de las cabras. Digo que por estos dos pechos entienden muchos sanctos los dos testamentos, viejo y nuevo, que como dos pechos nos están communicando la leche de la sabiduría divina. De ésta hablaba Esaías cuando dijo: Venite, emite absque argento vinum et lac 10, entendiendo por el vino la sabiduría g humana y por la leche la divina. Y de éstas dicen h habló Salamón cuando dijo i: Miscui vinum cum lacte meo 11; mezclé la leche con el vino. [476v] Porque no sólo tuvo sabiduría divina, sino humana, pues trató desde el cedro más alto hasta el hisopo más humilde. También la sabiduría divina, pues nos descubrió con ella tantos secretos divinos. Pero en estas dos j ciencias, una entendida por la leche y otra por el vino, mucho mejor es la que se entiende por la leche, que es la divina, que no la que se entiende por k el vino,
que es la humana, como claramente lo significó la esposa, diciendo: Meliora sunt ubera tua vino 12; mejores son tus pechos que el vino. Las cuales dos cosas significan las propiedades de la una sciencia y de la otra. La leche se da a los niños, a los pequeños, el vino a los grandes. Y así, la sabiduría humana la aprienden y saben los grandes. La leche, que es la sabiduría divina, la l dan a los pequeñitos y humildes. El vino, aunque sustenta, enbriaga, la leche sustenta y da vida, etc. Y así las ciencias humanas levantan y ensalzan y train a los que las saben locos, presuntuosos y levantados y como gente borracha. Pero la sabiduría divina humilla, porque da a conocer quién es Dios y quién soy yo. Los niños, cuando toman la leche, no usan ni ejercitan sus sentidos, sino que veréis a un niño colgado al pecho de su madre los ojos cerrados, apretando la boca, encogiendo los brazos, y todo él está recogidito en unos pobres pañales, cuyos sentidos y potencias todo parece lo tiene suspenso y sólo ocupado en tomar su leche.
¡Oh buen Dios, y qué bien descubre esto las propiedades que ha de tener aquel a quien Dios communicare su eterna y divina sabiduría y diere este divino y soberano pecho y comunicare esta leche! Todo el hombre ha de estar recogido, estrechado, abreviado, que esconda y cierre los ojos, que no vea, que apriete sus labios y prive a sus sentidos del ejercicio que los hombres y grandes tienen, de suerte que el hombre interior y esterior todo él atienda a la disposición de que tiene necesidad, para que Dios le dé y comunique este pecho y leche.
2. La leche de la sabiduría divina
Llano es que un muchacho que ya come y entremete pan y otras cosas, que la madre le da menos leche y tanto puede comer que se lo niegue de todo puncto. El religioso que ya entremete cosas de acá abajo, ya su vista se va tras lo que se le antoja, ya habla y gusta de oír hablar, ténganle por hombre ignorante en esta materia, pues es verdad que el pecho sólo se da a los que, haciéndose niños por amor de Dios, se abstienen de otros manjares que pueden ser causa de la privación de este bien, gustando m de estrecharse como en pañales en estos pobres hábitos. [477r] Y así digo yo que si [se] diferenciara la sabiduría divina de la humana en lo que se diferencia la delicadeza del manjar de los niños a los manjares groseros de los grandes, excederá la leche al vino, como excede lo que tiene vida sensitiva a lo que sola la tiene vegetativa, pues es verdad que la leche nace y sale de las entrañas del animal y el vino de una vid y sarmiento.
Pues esta leche preciosa dice el Spíritu Sancto que se da a dos cabritos, que siempre que [la esposa] miraba aquellos sagrados pechos
los veía y hallaba colgados, mamándolos y tomando su sustento. Que es la excelencia que tiene esta sabiduría: sustentar y dar vida a quien la apriende y recibe, como decía el sancto rey David: In corde meo abscondi eloquia tua, ut non peccem tibi 13; recebí tu leche, maméla y escondíla en mi corazón para con esa sabiduría apartarme de lo malo. Y de decir que la escondió para no peccar, hallo otra divina propiedad de la leche que le conviene a esta sabiduría, diferente que el vino. La leche muy poquito tiempo se puede conservar en un vaso, es necesario comerla luego, aprovecharnos de ella, porque de otra manera se acedaría. Lo cual no tiene el vino, porque se puede añejar en la vasija que se echa. Y así es la sabiduría humana: que se conserva en los entendimientos de los hombres, aunque estén en peccado mortal y aunque no coman o beban esa ciencia puniendo en execución lo que saben. Pero la divina no se puede conservar si luego no se come y convierte en sustancia del que con ella se alimenta, entrándola en el vaso de la voluntad, porque allí se gasta y aprovecha. Que es lo que ahora decía David: In corde abscondi eloquia tua. Porque si solamente la quisiésemos tener en el entendimiento, es llano que luego perderíe su dulzor y delicadeza y se acedaría, porque esta sabiduría no es como las ciencias humanas, que se añejan en los entendimientos de los que las aprienden y ahí se pueden conservar.
Pues digo que esta leche dice el Spíritu Sancto que se da a dos cabritos. Veamos quién son estos cabritos. Digo, al propósito que esto enpezamos, que por estos cabritos son entendidos los obedientes. Para cuya inteligencia hemos de notar que, según dicen graves autores, estos animalillos son de grande oído, y tanto que quieren decir que respiran por ellos, y junto con eso en los pies tanta ligereza que más parecen volar que correr. Dos propiedades para el n que ha de obedecer necesaríssimas: que tenga pies ligeros y oído agudo, lo uno para oír y escuchar lo que le mandan, lo otro para ponerlo en execución. Por eso mandaba Dios que el siervo que quería [quedar] en casa del primer amo por esclavo, le barrenasen las orejas a la puerta de su casa 14. El barrenarle las orejas, para darle a entender que el que hubiere de ser sclavo ha de tener [477v] mejores orejas y más agudas que otro para oír lo que se le manda. El ponerle a la puerta de casa, para darle a entender que poco había de parar en ella y tener descanso el que siempre había de estar en la calle y en los pies, para con ligereza hacer lo que le mandasen.
Ahora, pues, se entenderá o lo que el Spíritu Sancto quiso dar a entender cuando dijo que de estos divinos pechos estaban colgados siempre dos cabritos. Que fue decir que los verdaderos obedientes y rendidos a la voluntad de Dios y de su prelado, ésos son los que se sustentan con esta leche y sabiduría. Y cuanto más obedientes, más
ligeros para hacer la voluntad de Dios, más sabrán y entenderán de esta sabiduría, como divinamente lo notó el glorioso san Gregorio Nacianceno (In psalmum 118 et Job, cap. 28): Intellectus bonus non praedicantibus, sed facientibus eum 15. Ecce timor Domini, ipsa est sapientia, et recedere a malo, intelligentia 16. Obrar, hacer, obedecer, temer, apartarse de lo malo, en esto está la inteligencia y la sabiduría 17. Y a los que en obras semejantes se ejercitan, a ésos se communica y se da este soberano pecho.
3. Si faltan humildad y obediencia
Ahora pues, volviéndonos de donde salimos, de los que tienen o buscan gustos interiores o de ellos no se saben desasir, dijimos que esto provenía de falta de saber y de no tener aquel conocimiento que debían para buscar a Dios en Dios y por sólo Dios, y no a Dios en el gusto por su entretenimiento y gusto. Luego si es falta de sabiduría, será en los tales falta de humildad y de obediencia. Téngolo por sin duda, porque, si ellos fuesen humildes, tenerse hían por hombres no merecedores de aquel gusto, sino por muy dichosos porque Cristo los quisiese admitir a su cruz y trabajos, pues de eso es de lo que todos los sanctos se han preciado: un Bernardo 18, que de todos los trabajos de Cristo y su pasión hacía, como la esposa, hacecillo de mirra 19, sin andar buscando otros gustos. Y de esos trabajos estuvo llena p la vida de Cristo. Y si un rato gustó en la transfiguración, tan desasido de estos gustos, que allí estaba tratando de lo que por los hombres había de padecer 20. Y de esto ha estado y está llena la vida de los sanctos: de cruz y trabajos q, y gusta Dios de dárselos porque gustan ellos de recebirlos. Pues que también sea falta de obediencia y rendimiento interior es llano, porque nuestra voluntad es muy amiga de que pasen los trabajos y vengan muy de asiento los gustos. Y así, el que los tiene, tiene lo que quisiere, su gusto y su voluntad. Y como en ellos están aferrados, de ellos no se saben menear ni tener pies para hacer mudanza a otras cosas que les sean de disgusto, que es una de las propiedades que debe tener [478r] el verdadero obediente: buenos y ligeros pies y estar a la puerta la calle para con proptitud obedecer y dejar, si fuere menester, el gusto que tienen y reciben de estar dentro de casa y en el rincón, pues es verdad que la perfección consiste en ser verdaderos obedientes y executores del gusto y voluntad de Dios.