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II. DEBER
DEL MAESTRO DE ESPIRITU
1. Aliviarla y consolarla
Ahora, pues, el alma de esta manera,
venga el señor y padre que ha de aconsejar. Parécele a él que por conocer algo
de Dios en esta tal alma que es bien venir hecho torbellino, scabroso,
riguroso, pesado, atemorizando y asombrando. ¿De qué piensan que sirve el
torbellino al alma así hecha polvos y partida si no es de desperdiciarla,
atormentarla
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de nuevo,
afligirla despacio? Sirve de lo que sirviera un hombre a que decíamos le dan
tormento de garrucha, que si está colgado en el aire y viniese uno a le
favorecer y se le colgase de los pies, ¡pobre de mí! ¿Qué hacéis al triste
ahorcado? ¿Tirarle de los pies? ¿No veis que más presto se ahogará? [135v] Pues
¿qué se ha de hacer? ¿Qué? Levantarlo en alto para que resuelle y respire y
aflojen los cordeles.
Esto, padres míos, han de hacer cuando
topen un alma de esta manera: no tirarla hacia abajo ni darle ni decirle
palabras de desconfianza, que eso ayuda a caer el corazón; levantarlo en alto,
consolarlo, animarlo, que resuelle y pueda coger huelgo para de nuevo padecer
su tormento que Dios le da. Han de ser un fuego del Spíritu Sancto de amor y
charidad, que derrita y ablande y mezcle y una aquel alma, que antes estaba
hecha polvos y despedazada, dividida con pensamientos de muchas cosas, no
sabiendo en cuál más agradará a su buen Maestro, diciéndole lo que Cristo a
Marta: Porro unum est necesarium1. Díganle: Ea, alma de Jesucristo, no
te aflijas por tener a Cristo por güesped, que con una sola cosa le puedes
servir y tener contento, con que, desembarazada de las cosas de acá, a él sólo
le ames, le quieras, le contemples, le reverencies.
2. Prudencia,
claridad y firmeza en los consejos
Vienen
algunas veces hechos grandes doctores. No acuden estos padres, de quien voy
diciendo, con palabras inmediatas a desatar y aconsejar lo que la tal alma ha menester;
y entran propuniendo parábolas o exemplos, train lugares de la Scritura y, como
la tal alma está tan afligida, su entendimiento partirá un pelo en el aire y a
la parábola danle mill sentidos, si quiere decir esto, si estotro, y déjanla
más afligida y confusa. ¡Ay,
Dios mío, si me valiera a hablar y a decir todo lo que me ha pasado! Sea por amor de Dios.
Lo que
han de hacer es hablar claro, con afecto y entereza, pocas palabras y sienpre
estarse en aquello. Y esto ha de ser habiéndole pedido a Dios luz primero para
ser guía de aquella alma, porque por entonces está como otro san Pablo caído
del caballo que no ve nada, y aun por eso le envían a Ananías, que tiene tan
buenos ojos que in visu noctis, en lo obscuro de la noche ve que entra Pablo y
le pone las manos para que reciba vista2; porque, si estando Pablo
ciego lo enviaran a otro ciego, entramos cayeran en un hoyo.
[136r]
Pues miren qué sería un hombre muy flaco y enfermo arrimarse a un báculo de una
caña verde y delgada que se quiebraa o blandea. Lo propio sería tratar un alma, así tocada
con el dedo de Diosb y doliente de una enfermedad que aún ella no la
conoce, con
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un hombre
poco firme en sus consejos; y habiendo de ser vara lisa, como aquella primera
que vido Esaías que la llamó vara hermosa3c, no fuese esta vara
primera sino la segunda que vido, a quien el Spíritu Sancto llama funiculum
diciendo: alteram vocavi funiculum4; azote llama a aquella segunda
vara. Así entiendo yo que es azote, castigo y pena bien sensible cuando un alma
de esta manera se arrima a un hombre que o no sabe de aquel achaque o, si sabe,
por no tener aquella prudencia que debe, mortifica de nuevo aquella tal alma.
¿Qué se puede aguardar del que se arrima a báculo semejante sino que caiga? No
digo en mal de culpa donde los malos se quiebran los ojos, porque al justo no
lo permite Dios, quia cum ceciderit, non colidetur, etenin suponit manum
suam5; pónele Dios por colchón y almohadad su mano, para que
por la tal ocasión dando en el suelo de algún trabajo y pena, no dé en ninguna
culpa. ¡Oh Dios de mi alma y bien mío! ¿Qué es esto, que no te entiendo: que, por
una parte, dejas padecer a aquella alma y, por otra parte, en las ocasiones si
consientes padezca trabajos no gustas se ofenda ad lapiden pedem
suume?6 Aunque anda arrastrada por los suelos, te haces en ese
viaje scabroso el aposentador, y le vas quitando las pedrezuelas, para que ni
aun en lo más bajo de la persona, que son los pies, se ofenda ni aun en un
tropezón. Pienso yo debe de ser que, como el alma del justo son los ojos de
Dios -así lo dice él: qui tangit eos, tangit pupilam oculi mei7; quien
os tocare, toca a las niñas de mis ojos-, pues siendo estas almas los ojos de
Dios, los párpagos que las tapan, cubren y defienden son las palmas y manos de
Dios, quia suponit manum suam8. Con tal estrado, con tal almohada sobre
que se eche y recueste el alma, aunque en mal de pena esté echada y tendida,
poco polvo se le pegará de mal de culpa.
Y aunque
eso es verdad, el verse caída en mal de pena le da pena, porque luego se le va
el pensamiento adonde se fue el de los discípulos de Cristo cuando vieron al
ciego y un hombre tan sin ojos que preguntaron a Cristo: "Señor, ¿quién
pecó, éste o sus padres, porque nasció ciego?"9. ¿Quién viera a
san Pablo derribado en aquel suelo, que ni sabe do está ni ve palmo de
tierra10, que no le diera pena, y del mal de pena fuera de presto con
la vista al mal de culpa [136v] y dijera: Señor, qué pecados son éstos de
Pablo, qué tierra le ha caído en los ojos que no ve? No son los que están a la
mira tan discretos que se les alcance que es tierra y lodo con que, tapando
Dios los ojos delf cuerpo, descubre los del alma.
a propia pena e ignorancia tiene a
aquellag alma doliente, que, como se ve derribada del caballo en que le
parecía caminaba a las quince cuando estando con algunos gustos del olor de los
ungüentos de Dios se iba tras su esposo11 y, por otra parte, se ve
ciega y necesitada
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de báculo a
que se arrimar, que es el confesor o letrado de que vamos tratando, que le ha
de servir de nuevos ojos, luz y bracero, luego se le va la consideración, como
digo, del mal de pena al mal de culpa; y enpieza a formar amorosas quejas a su
Dios: ¿Qué he hecho, Señor? ¿En qué te he desagradadoh? ¿Qué
ofensas he cometido? Y
como entonces le faltan los ojos porque gusta Su Majestad de tenerla así, no
discurre, no piensa, no sabe, no ve los defectos que puede tener; que esto no
es de poca pena: parecerle que el estar caída en la pena y dolencia que tiene,
es por parecerle no es posible sino que nace de algún zuño que su querido
esposo tiene con ella, y por otra parte no ver la causa para deshacerla y
quitarla; llano es que esto es aumento de aflicción y nuevos quebrantos. Así,
anda la tal alma hecha beata de confisionario en confisionario, de confesor en
confesor, de letrado en letrado (ahora tratamos de cuando topa este letrado de
letras en guarismo, que, en errando en un cero, agravian a la pobre alma en
muchos talentos).
¡Oh buen Dios eterno de mi vida!
Díganme: si estuviese un enfermo en una cama ¿qué es conocerle la enfermedad?
No le inporta menos que la vida o alargarle por lo menos sus dolores. Y [si]
trayéndole el médico, el enfermo no pudiese decir qué es lo que tiene
yi entiende porque para él es enfermedad encubierta, y el médico fuese
de los que dicen en sus recetas: Dios te la depare buena; que, dando una en el
clavo, para más lo encarnizar y encojar la cabalgadura que hierran, diesen
cuatro en la herradura, ¿qué sentiría aquel tal enfermo, que por una parte no
puede descubrir su pena, por otra ve que le yerran la curaj? ¿Qué puede hacer? No le queda sino levantar los ojos al
cielo. Lo propio digo yo de nuestro enfermo spiritual de la dolencia, que todos
tuvieran pluviera a Dios, que es muy cierto en aquel estado el no poder decir
dónde le duele; y que lo han de curar, remediar y consolar según las letras,
saber y prudencia de su padre spiritual. ¿Y si acierta a ser de estos que vamos
hablando, [137r] que si una dan en el clavo es para más atormentarla, que los
demás golpes allá van en la herradura, digo por el aire, donde a nadie aprovechan,
deseando [a] la tal alma que Dios le depare una buena receta?
Pues, díganme por amor de Dios: si a
este báculo en que pretende arrimarse esta alma lo llama el Spíritu Sancto
azote12 y estos azotes se dan sobre llagas y en alma lastimada, ¿qué
sentirá al descargar el golpe del consejo bien contrario del que ha menester? Paréceme a
mík... Veamos si bien se entiende por este exemplo. Está un pobre a la puerta de la iglesia
llagado, aguardando que pase alguien que le dé algún buen remedio. Llega otro
pobre como él cargado de moscas, las cuales se le van a las llagas del que
aguardaba remedio. Tapada queda la llaga, pero con moscas que le pican y sacan
las entrañas. Viene otro hombre
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lleno de
amor y charidad, buen zurujano, aunque no aguchillado, y envíalo a la botica do
a su cuenta le den blandos y amorosos ungüentos y aceites saludables, que si
del todo no lo sanan, por lo menos quitan el dolor y la enfermedad la hacen más
llevadera. Así digo yo de esta alma llagada: que topa algunas veces con algunas
personas cuyas razones son peores que moscas, que más pican, más atormentan y
dejan a la tal alma enplastada con razones y palabras quel hacen mayor
la llaga y avivan la calentura. Pero si Dios le hace merced de que tope con una
persona docta, un hombre prudente y buen zurujano que, aunque no aguchillado,
en aquella materia ya tiene él sus reglas generales por donde conoce y aplica,
entonces dice la tal persona unas razones amorosas, tiernas, compasivas,
blandas que sirven de ungüentos refrigerativos, que, si del todo no sanan,
alivian, consuelan, entretienen al desconsolado enfermo. Es en partem.
¡Oh padres míos, los
que de este officio tratan! Pídoles por las entrañas de este buen Dios tengan
mucho cuidado de ser grandes sanctos y pedir a Dios luz del cielo para saber
esta medicina; que en esto que voy diciendo esn muy semejante a la de
acá corporal, que dicen que le ha enseñado la experiencia; y así se tiene por
mejor médico el más esperimentado. Y la poca esperiencia que debe de haber de
esto es lo que hace hacer [sic] a los tales en algunos yerros. Y no es el peor el que queda dicho, [137v]
que en fin en eso poca ganancia lleva el demonio.
Otros intereses puede pretender el
demonio de esos yerros, y son que, como la tal persona está tan delicada que,
en fin, como enferma cualquier cosita que le sobreviene a la enfermedad, que le
ha cogido de pies a cabeza, basta para la ahogar; y eso pretende el demonio,
como entonces la ve con sus penas interiores hartas, medida bien colmada y
revertida, dándole buena parte al cuerpo, a este corriente si le sobreviene
algún turbión o avenida de la lluvia esterior, podríao ser de tal
suerte (permitiéndolo así Dios) que la ahogasen y diesen con ella en lo fondo
de alguna desesperación o desconfianza de la mucha carga, como las bestias que
no la pueden llevar quedan mancas y no son más de provecho.
Díganme, ¿no ha sucedido acostarse
una madre con su niño en los pechos, para dárselo a deshora cuando el chiquillo
llore o tenga hambre, y en lugar de darle el pecho tener tan mal sueño la madre
que, rodando por la cama, se echó encima y lo ahogó? Sí, por cierto, que de ahí
nació el pleito de las otras dos madresp que pasó ante el rey
Salamón13. Pues esto pretende satanás con estos consejeros, que estando
el alma tan delicada en aquella ocasión -como dice Santiago (creo): quasi modo
geniti infantes, lac concupiscite14, está como un niño tierno recín
engendrado
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que desea
tomar leche-, tópase con una madre que, en lugar de darle el pecho, se echa
encima con mil inpertinencias y consejos bien contrarios a lo que ha menester.
¿Qué se puede aguardar de este tal sino que ahogue a la tal alma? Dénos Dios
luz para enseñar y fortaleza a quien lo padece para lo sufrir.
3. Ser luz: necesidad de alternar el
trabajo con el descanso
Y pluviese a Dios
entendiesen los que así dan este consejo y tratan de esta cura, que son luces,
que así los llama Cristo15; que sólo diré esta palabra para que vean y
sientan su obligación. La luz, entre otras cosas que tiene, es ella por quien
se miden los tiempos, rigen y gobiernan los años; es el relox del mundo, que
descompuestos cuantos hay, este es perdurable, infalible y cierto. La luzq,
que es el sol, es la que aparta las tinieblas de sí, la que hace diferencias de
tiempos, invierno y verano, la que enseña el tiempo cuándo se ha de sembrar y
cuándo escardar y coger; ella es la que sirve de relox para cuando os habéis
[138r] de acostar, cuando levantar, cuando reposar y cuando comer y cuando
trabajar.
Luego, según esto, este tal padre que a su
cuenta reciba a esta alma para la enseñar, so pena de no ser luz, le ha de
apartar las tinieblas, ha de ser regla que le mida y divida los tiempos, que le
enseñe cuándo ha de hacer su simenterar, cuándo ha de scardar defectos,
cuándo ha de coger virtudes, cuándo se ha de procurar unir con Dios, cuándo se
ha de acostar, reposar y descansar (entiéndanlo corporal o spiritualmente, que
de todas maneras lo ha menester saber que a todo es menester acudir en aquella
ocasión, al cuerpo y al alma), comer y tomar algún alivio y refresco. Así lo
dice el Spíritu Sancto: tempus amplecxandi et tempus longe fieri ab
anplecxibus16; tiempo de abrazar y tiempo de apartarse de los abrazos;
tiempo de holgar y tiempo de tomar el azadón. Porque, si estos
tiempos se trocasen al revés, fuera confusión y perdición de los que se
hubieran de aprovechar de los tales tiempos así trocados.
Ea,
almas que tratáis de Dios y padres míos, que son luces, reglas, relojes y
gobiernos de las almas, miren no se descomponga la luz; que si el relox se
yerra y anda desconpuesto, los pobres trabajadores en la viña de Dios daremos
al traste con ellos. Miren que hay tiempo en que el alma ha de reposar, que es
cuando así está enferma de la dolencia que voy diciendo. El mismo Dios,
conociéndole esta necesidad, dice de él David: universum stratum eius versasti
in infirmitate eius17; cuando a tu querida alma, Señor, la ves enferma
(quizá diremos luego algo de esta enfermedad si Dios lo diere), le haces y
mulles toda la cama, colchón, jergón y almohada: eso quiere decir universum
estratum eius. Tú
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regalas y
pones almohada donde descanse la cabeza, que son consideraciones amorosas en
que descansa el entendimiento; un colchón blando donde la voluntad se recree; y
un jergón de paja blanda y caliente para que entre en calor el cuerpo frío que,
por habérsela absentado el alma y subido al cielo por algún rato, quedó
desamparado y yerto.
Esto ha de aprender el buen padre:
que, llegado este tiempo, le mulla la cama y la acommode para que repose y
descanse. No inporta que entonces no ayune, no se azote, no rece. Repose, que tiempo
hay en que ha de abrazarse con amorosas lazadas con su querido sposo, y tiempo
ens que se ha de apartar [138v] y abstenerse det esos abrazos.
No es malo, ni por imaginación, que una recín desposada quiera mucho a su
marido, pero muchas veces, cuando aquel amor se vuelve enfermedad, es necesario
apartarle cama y absentarla, y aun dar traza con su marido que le muestre zuño
y hable con aspereza.
Cuando
el amor de un alma sancta a su Dios se le volvió enfermedad, de suerte que ya
está coja de la lucha como otro Jacob18, es necesario que se aparte de
aquellos abrazos; que eso debe de ser el longe fieri ab anplecxibus. Y queu le diga su padre de consejo
lo que el ángel a Jacob cuando lo vido cojo: dimite me, ascendit
aurora19; déjame, que ya ha llegado el día. Lo propio ha de decir a
esta alma su padre de consejo: Ea, alma sancta, toda la noche habéis estado
abrazada con vuestro sposo en esa sancta lucha y contienda, di que os eche la
bendición; mirad que estáv ya la naturaleza coja, ya ha llegado la luz
que es otro tiempo, y es menester que, pues ha llegado el día y la luz, que os
levantéis de esa cama y salgáis de ese sueño y os divirtáis algo saliendo al
campo y pasando por las calles.
4. Se prueba
y explica por los Cantares
¡Oh buen
Dios de mi alma, cómo hallo en los Cantares con qué probar esta verdad enseñada
por lo que tú heciste con tu sposa! Cuando la sentiste enferma, te scondiste
para que se abstuviese de vuestros abrazos y no quedase tan coja que perdiese
la vida, y para que, en achaque de te salir a buscar, se desenfadase por las
calles y divirtiese y cobrase algunas fuerzas gozando de los aires del campo. Así lo confiesa ella a sus compañeras:
Decilde, amigas mías, si lo topáredes, que estoy enferma, que dónde anda y se
ha ido20. Y aun porque estáis enferma de amores se ha absentado, que si
amores es vuestra enfermedad, claro es que enw el gusto de su presencia
crecerá la enfermedad de suerte que, habiéndose resuelto los accidentes mediantex
los cuales el alma está informando al cuerpo, ¿qué diría, qué, el alma? Que no
puede
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estar allí, y moriríades. Y para que se estorbe esta
muerte corporal, es menester, esposa sancta, que apartéis cama y os absentéis;
y porque vos no sois libre para hacer eso, es [139r] menester lo haga vuestro
sposo y que se absente, no porque le hayáis dado algún enojo, sino porque así
conviene a vuestra salud y a que viváis muchos años en servicio de este buen
sposo. Y que advirtáis que ese cuerpo es vuestro compañero y, por ser animal,
no goza de los abrazos del almay; es necesario le deis algún alivio y
salgáis por esas calles y cantones y prados, aunque no sea sino en achaque de
buscar a vuestro esposo21, que con particular acuerdo se escondió. Que,
en fin, como es Dios, es "luz verdadera que enseña a todo hombre que viene
al mundo"22; y entre otras cosas que enseña esa luz, es que cuando
sale se trabaje y cuando se esconde se descanse. No parezca me contradigo, que
no hablo eiusden de eoden; que, cuando digo que en la noche se trabaja y
huelga, trato del alma, cuyo trabajar es holgar; y cuando trato de la luz,
trato del cuerpo, cuyo trabajar es holgarz. No sé si digo bien, que voy
ya algo cansado y no sé si tengo yo también necesidad de descansar.
En fin,
este buen esposo es luz que divide los tiempos mientras acá vivimos. Esa es la
causa que hizo hermanas en esta vida a la vida activa y contemplativa, porque
ha de haber de todo y variar manjares; dejar resollar al alma de cuando en
cuandoa, divirtiéndose un poco en algo de actividad. Y no ha de ser
siempre activo, que ha de haber tiempo señalado en que María a los pies de
Cristo oiga su palabra y voz suave23.
En la
otra vida no hay más de un tiempo; no se esconde la luz, porque esta luz es el
Cordero24 de quien las almas bienaventuradasb gozan siempre y
nunca le pierden de ojos, quia semper videntc faciem25. Y así
allá ni viene la noche ni es necesario que reposen, sino que siempre estén
abrazadasd con un abrazoe y ñudo tan indisoluble que non
auferetur ab ea26. Y la razón es porque allá no sube ningún flaco;
todos son fuertes; no se puede allí encojar la naturaleza, porque la tiene Dios
fortificada con aquel soberano lumbre de gloria que llama sancto
Tomás27.
Pero acá
vamos tratando a los padres que aconsejan y son luces, cómo han de guiar, regir
y gobernar según lasf diferencias de tiempos de que ellos propios han
de ser regla y medida; y que tengan gran cuenta que sepan dividir las horas del
día: por la mañana es muy bueno trabajar; al mediodía, comer y sestear,
descansar y parar, porque, [139v] si al mediodía tomase el segador la hoz, y el
peón el azadón, se ahogaríe. Que esta verdad y diferencia de tiempos la esposa
que denantes decíamos con su golosina de sus abrazos no sabía hacer diferencia
de tiempos; ya más fortificada su pierna coja, ya los conoce y
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echa de ver que, en tiempo semejante de mediodía y calor,
que es menester descansar y reposar para no se ahogar, y que es bien vivir para
que sucesivamente vengan muchas mañanas. Que, en fin, muchos pocos hacen un
mucho, y no es razón que, por ganar y granjear y trabajar una siesta, acabemos
con la vida y cortemos el hilo a muchas mañanas. Y conociendo ya esto, así, algo apartadag de su esposo
donde pueda ser más señora de su libertad; digo "más señora" porque,
pegada a su esposo, siente aquella amorosa fuerza de quien ella dice: trahe me
pos te et curremus28; y como persona que va cuesta abajo, va libre
corriendo, pero siente una fuerza notable para no parar. Y en este sentido,
digo que en aquella ocasión no me parece tan señora de su libertad; pero, un
poco apartada, es más libre. A ver si me entiendo por este exemploh,
que creo lo he dicho otras veces.
El que está en una torre cuando
tañen las campanas, es uno libre en sus palabras que habla, pero no se entiende
ni lo entienden, y esi por ser sensibile supra sensum non facit sensacionem29.
Pero, un poco más apartada, la tal persona percibe las campanadas, se oye y la
entienden. Así digo yo que la esposa, pegada a su sposo, no era tan libre ni se
entendía en lo que arriba queda dicho, porque quisiera ella siempre gozar, aunque
allí se le acabaran mill vidas; pero, apartada de su sposo un poco, ya se pone
más en la razón y quiere hacer diferencia de tiempos, y sabe que hay mañana
para trabajar y mediodía para reposar. Y así, salida al campo, da voces a su
sposo y le dice: Ea, sposo mío, decidme ubi pascas, ubi cubes in meridie, ne
vagare incipiam30; ea, sposo mío, mirad que hace mucho calor para tomar
yo la hoz en la mano ni el azadón; decidme dónde coméis y sesteáis al mediodía.
5. Diferencia entre viadores y
bienaventurados
Veamos qué le responde, para que
veamos la doctrina toda que arriba queda dicha, de que el descansarj y
cesar a ratos de obra ha de ser sólo [140r] acá en la tierra, que en el cielo
no hay sestear, que todo es allá gozar y nunca desasirse de aquellos abrazos.
Respóndele su esposo: O pulquerrima inter mulieres, si ignoras te, egredere, et
abi post vestigia gregum tuorum, et pasce edos tuos justa tabernacula pastorum
31. ¡Oh buen Jesús, dame gracia para que me sepa dar a entender!
De dos cosas nota allí el esposo a
su sposa: la primera es en alabanza: o pulquerrima; como si dijera: mucho gusto
me dais oyendo vuestra discreta razón, bien parece que tenéis pulquérrimo
entendimiento pues ya tratáis de diferencias de tiempos, de comer y sestear,
que todo lo habéis menester para vuestra flaqueza. Lo segundo de que la nota
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es de ignorante: si ignoras te; aunque tienes buen
entendimiento y sabes hacer diferencias de tiempos, no te lo sabes todo: eso quiere
decir si ignoras te. Verdad es que sabes y conoces tu flaqueza y que tienes
necesidad de comer al mediodía y sestear, y que entonces no es tiempo de
caminar ni vaguear porque el caminar es riguroso en tal tiempo, perok
no habéis de medirme a mí por vos, que yo no tengo necesidad de comer a
mediodía ni reposar cuando hace calor, que yo no estoy sujeto a los tiempos que
vos. Yo os daré un buen remedio para que gocéis de mí según vuestra flaqueza, y
que no sea menester que atendáis siempre a la vela como yo que nunca paro.
Salidl de vuestra casa: pasce edos tuos iusta tabernacula pastorum;
apacentá vuestro ganado junto a las tiendas y chozas de los pastores. Que
podréis con esto hacer dos cosas: la primera, podrá comer vuestro ganado y apacentarse
vuestros sentidos y potencias en los prados fértiles de vuestro mayoral; y lo
segundo, tendréis vos algún descanso, que estando iusta tabernacula pastorum os
entraréis en sus chozas al tiempo del mediodía y podréis descansar y tomar
algún refrescom.
Estas
dos cosas y diferencias de tiempos de que nosotros gozamos y gozan los
bienaventurados, que el de acá es variable y el del cielo es estable y
permaneciente, es aquel concepto que los predicadores levantan cuando Cristo,
después de su muerte y resurrectión, se apareció a sus discípulos in litore
maris32, en la ribera, habiéndoseles aparecido antes en la
mar33, etc. Que por la ribera se demuestra la vida estable que tienen
los bienaventurados después de la muerte, y por la mar se entiende [140v] esta
vida, que tiene sus altos y bajos, bonanzas y tormentas, tiempo en que se
camina y rema y tiempo en que en el puerto se invierna.
Y así el padre que da consejo ha de ser
buen piloto, no saque el barquillo flaco con riguroso invierno a que navegue,
particularmente si ha poco que padeció tormenta, y ha menester despalmarlo y
hacerle carenan. Así digo yo que al alma, en el estado que arriba queda
dicho, así enferma y delicada, que la dejen ivernar, descansar, reforzar; que
caliente el sol y entre el veranoo, que hará buen tiempo para salir a
hacer lo demás de su navegación.
Quiero poner otra diferencia entre
nosotros y los bienaventurados, por si acaso no queda bien entendida esta
nuestra necesidad de estos tiempos diferentes de que hemos de hacer diferencia
según nuestra flaqueza. Paréceme a mí que los sanctos, que ya están en el cielo
gozando de su gran Dios, que son como los navíos de alto borde, que para ellos
no hay tiempo malo; con borrasca y sin borrasca caminan en invierno y en
verano; nada temen; ellos se arrojan en mar altap, seguros; van bien
pertrechadosq, etc. Así son los bienaventurados: ellos,
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como navíos de alto borde, ya varones perfectos,
fuertes y bien pertrechados, para ellos no hay diferencias de tiempos; con
nuestra bonanza y con nuestra borrasca, ellos allá engolfados en aquel gran
Dios, caminan y caminarán con gran seguro aquel viaje, que él se es camino,
verdad y vida34. El,
con ser camino, es el fin y el paradero de todos sus deseos; con desearle ver,
le ven; con tener hambre, comen y están satisfechos. ¡Oh buen Dios mío y
dichosos sanctos!, doleos de estos pobres barquillos, que somos r como
galeras, que por fuerza han de ir tierra a tierra; no les conviene perderla de
vista, no se les levante alguna borrasca grande en mar alta y no tengan puerto
donde aferrar y asegurarse. Han menester no perderla de ojo también porque no
llevan provisión sino para pocos días y han menester llegarse a tomar mantenimiento,
a hacer agua. Caminan a vela y remo; éntrales el agua con facilidad, porque los
costados no los tienen tan altos.
Ven aquí, padres míos, lo que somos
mientras vivimos: [141r] unas galeras, que unas veces caminamos a vela, viento
en popa del Spíritu Sancto, y junto con ir a vela vamos a remo, como forzados,
por ser nuestro natural terrestre y por el peccado torcido, y vueltos los ojos
a tierra; somos de los costados bajos, hijos de padres bajos, que a pequeña
tormenta entra el agua, como dice David, in interiora eius35; más,
flacos para nuestra defensa. Es necesario, junto con caminar, no perder la
tierra de vista, que en fin en ella resuellan los tristes y trabajados
forzados, se hace agua y toma refresco. Porque, en fin, como galeras a quien el
mantenimiento dura poco porque hacens su flete de pan tierno, es
necesario volver a ciertos tiempos a tierra y tornar a comer y a beber y a
despalmar, que poco a poco y tierra a tierra se llegará al puerto deseado.
6. El caso excepcional de la Virgen
En esto que voy diciendo parece
quiso diferenciar el Spíritu Sancto a nuestra Señora, cuando de ella dijo:
facta est quasi navis institoris, de longe portans panem suum36. Dos cosas dice de
ella, que no se dicen de las galeras, sino de las naves: que viene de lejos y
que de lejos trai su mercaduría. Es nave que se puede engolfar sin peligro. No
inporta que pierda la tierra de vista, que, por borrascas que se le levanten,
siempre una, siempre estable, pues a la mayor que se puede imaginar, que fue la
muerte de su precioso hijo, estabat justa crucen Jesu Maria mater
eius37. Que, con ser una tormenta tan grande que desencajaba las
piedras y daban unas con otras, y se parten las velas del templo, con que
caminaba viento en popa aquel pueblo judaico, y se enturbió el mundo sacando de
lo escondido de los sepulcros los muertos, y el sol y la luna parecen
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están
anegados porque, llegando arriba la tormenta, los scurecieron38; y esta
soberana Virgen, asida al árbor de la cruz, no zahonda sino que siempre está,
pues dice san Juan que stabat. Bien puede su cabeza teñirse de sangre de la que
baja de aquellos arroyos y fuentest abiertas del abismo de
misericordias, Cristo, y caer mucha de esta lluvia que deciende de las
aberturas y cataratas rotas de aquel paraíso celestial y cuerpo
sagradou, que con todo eso, no hayáis miedo que haga agua, zahonde o
zaborde o pierda estribo, que, como navío de alto borde, está bien aferrada a
su Dios y Señor.
Lo segundo, dice que este navío
traía pan de lejos. Llano es que, para traer pan amasado de lejos, que es
menester venga bizcochado [141v] porque el pan fresco no puede venir de lejos.
Y en esto nos dio a entender que esta bendita Señora, pues lleva provisión de
dura, no tenía necesidad, como nosotros, cada día de llegar a tierrav,
despalmar ni tomar otros refrescos; que el que traía en su alma y cuerpo era
provisión de dura, porque era pan bizcochado, dos veces cocido, dos veces
concebido: conceperat mente et corpore39, etc.; habíele concebido en el
alma y en el cuerpo.
Pero nosotros, natura
fragilesw, es menester que los pilotos que son los letrados, se
conpadezcan de en cuando en cuando y dejen llegar a tierra, y hagan diferencias
de tiempos, pues son luces y relojes que miden los tiempos a los trabajadores,
porque, de otra manera, acabaríemos con todo.
Quédese esto aquí. No nos alarguemos
más, pues mi intento no es scribir libro, sino avisar a mis hermanos.
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