Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO 2 ALGUNOS FAVORES DE DIOS
He tratado arriba de cuánta consideración sea traer a Dios presente y de las mercedes que hace al alma donde se halla, tomando por ocasión, para tratar de eso, las mercedes que esta sagrada Religión va recibiendo de este gran Dios.
1. Cosas menudas hoy, de consideración mañana
Así no me parece justo dejar de decir algunas cosas, cosas que de las puertas adentro nos pasan, que, ya que ahora lo sean menudas, vendrá tiempo en que se tengan por de mucha consideración. Así como no lo es un celeminillo de trigo que está arrojado al rincón de la cámara o troje del amo, pero, sembrado y nacido en año abundante, es de mucha consideración. Yo confieso que muchas cosas que ahora veo, sé y me dicen las tengo como arrojadas al rincón y de poca consideración, pero vendrá tiempo en que los hermanos siembren a estas cosas y las escondan [497v] en su corazón y allí lleven fructo centéssimo de devoción y deseo de un Dios que tan dende su principio quiso tomar a su cuenta esta sagrada Religión.
También digo suelen ser de mucha consideración en otro tiempo las cosas que ahora lo son de poca. Llamo de poca consideración, no obstante en la casa de Dios nada hay que lo sea, en comparación de lo principal que se pretende, porque el justo debe ser de la condición b
de Dios: que quaerit nos, et non nostra; que busca c al hombre y no sus cosas, no obstante que, cuando no lo puede haber a las manos, procura traerlo a sí echando mano primero de aquellas cosas en que está asido y encadenado. Porque, si está asido, envuelto y desperdiciado en la hacienda d, llévase la hacienda, para que desta manera vaya el codicioso a Dios por ella; y de esa manera halle Dios el perdido. Pues desta manera y condición ha de ser el justo: que ha de buscar a Dios a solas y descalzamente, en cuya consideración todo lo demás es de poca consideración. Pero, si alguna vez le pareciere que no le puede dar un alcance y hallarlo tan inmediatamente, búsquelo en las cosas donde Dios está enbebido y entretenido; búsquelo en el pobre, en la vida activa y en otros ejercicios y consideraciones, y en cosas menudas y livianas, como las que yo diré ahora aquí, las cuales levantan el pensamiento y lo suelen dispertar para cosas mayores. Como el que enciende fuego, primero echa unas pajuelas debajo e y leña menuda y, después, leños recios. Suelen dispertar y levantar a un alma a consideración de grandes f cosas unas pequeñitas. Que yo algunas veces me asombro cuando veo que muchas personas, diciéndoles en secreto algunas cosas que les pasan a los hermanos, gimen, lloran, desean amar y servir a Dios, que con tal cuidado y providencia acude a los que de él se quieren valer; y de ahí toman ocasión para obligar a Dios reciba a las tales personas por siervas y esclavas suyas.
Pues digo que estas cosas suelen ser pequeñas y menudas respecto del tiempo, respecto del sujeto y respecto del lugar. Respecto del tiempo, ya se ve que, en tiempo de [498r] fructa, menos se estima que cuando no la hay y pasó su tiempo. Y, si no, díganme, cuando san Francisco vivía, no se repararíe mucho en remiendos y en mortificaciones, en dichos y hechos de muchas personas que ahora honran, enllenan y apoyan sus corónicas y escritos. Ahora valdrá una libra de guindas dos cuartos; y a quien os las diera por Navidad, le diérades dos reales de a cuatro.
También respecto del sujeto suelen ser pequeñas, por ser mayores las maravillas que Dios obra con la tal persona o con la tal religión, como son las cosas que el esposo dijo de su esposa, alabándole las faciones y partes exteriores, callando y disimulando quod intrinsecus g latet 1. Llano es que, cuando un labrador mide una fanega de trigo, menos es lo que por encima se derrama que lo que en la media fanega queda dentro, porque lo que el rasero por encima saca sólo son unos granillos, que, por ser pocos, no repara que caigan en el suelo y se h desperdicien, con tal que el golpe y medida principal vaya entera en el saco y costal. Así se ha Dios con el justo: que le enllena la medida y por encima siempre sobran y se revierten unos granillos; que, como haya cuenta
que la medida principal se guarde, se tape y encubra allá dentro, no repara Dios en que se reviertan algunos granillos, algunas misericordias, que salgan por de fuera. Que, aunque parecen perdidas, granos son, que, aunque en tierra, están donde les conviene para nacer y dar fructo. Que es lo que digo yo: que es muy ordinario de algunas cosillas que a los justos les pasan y se saben y entienden los seglares, serles de mucha consideración.
Lo tercero, digo que suelen ser de poca consideración, o por mejor decir, menudas respecto del lugar. Es llano que, donde las cosas se hacen o donde la i tierra las lleva, que son de menor monta y cantía que donde se llevan de acarreto. De lo cual no hay que poner exemplo por ser cosa clara. Bien entiendo nuestra sagrada Religión lleva ahora fructo, que querría yo siempre valiese al precio, porque la tierra [498v] lo lleva. Pero, ¡ay, Dios mío!, y si viniese tiempo cuando fuese necesario llevar de acarreto j lo que ahora se usa, porque entonces, de aquí a cien años, ya no, no lo hay, ora sea porque se cansó la tierra que llevaba aquel fructo, o porque los temporales no acudieron; aunque eso no es posible, pues los hombres siempre tienen a Dios propicio y favorable, como ellos se quieran disponer. Que más sería la causa porque los labradores no querrán sembrar; y los que ahora se contentan con vestir gabán, como dicen, sayal y capote de dos faldas, trasnochar y velar porque les salga buena su simencera, vendrán entonces a quererse hacer hidalgos, caballeros, vestir blando y pisar delicado. Entonces, que ya las cosas de ahora se llevarán de acarreto, entonces valdrán.
Y así, para todas esas ocasiones, es bien que se haga caso de las cosas que ahora parecen livianas y de poca consideración respecto del tiempo, del lugar y de los sujetos, y decirlas y escribirlas para otras tierras, para otros lugares, para otros sujetos y para otros tiempos.
2. La acción directa de Dios en los religiosos
Bien pudiera decir ser una singular merced y de particular misericordia la que Dios obra con los sujetos que Dios trai a la Religión: de trocarlos y mudarlos en breve. Lo cual, es claro, manifiesta el estar Dios muy presente a esta su Religión. Y, para decir esto, quisiera que notáramos que, de los que trai Dios del mundo a la Religión, los suele en ella perficionar en varones perfectos para una de dos cosas: unas veces para el trato de la gente y apoyo de la Religión para con seglares; otras veces para con el trato de Dios a solas, habiéndoles dado una singularíssima resignación k y negación de todas las cosas, hasta del más mínimo trato con los seglares.
Esto presupuesto, digo que estotro día venía yo con un padre carmelita descalzo camino y, parlando, ofrecióse a tratar de las religiones. El cual quiso notar la nuestra de dos cosas: la primera, de que tenía
pocos hombres que la apoyasen, tratasen y conservasen, diciendo cómo, a sus principios, les había Dios dado a un Mariano, a un fray Antonio de Jesús, etc.; lo segundo, [499r] nos notó de que crecíamos mucho. A lo cual yo le respondí como Dios me dio a entender, que pienso vendrá a propósito de lo que voy diciendo.
A lo primero, le dije que, sin comparación, era mayor excelencia la que Dios hacía con esta Religión, por obrar lo que en ella se hacía sin sujetos. Llano es que, mientras uno tiene menos criados que sirvan a una mesa de convidados, más obligación y necesidad tendrá el amo l a servir por su persona a los convidados. Y la madre que tiene los hijos chiquitos, a traerlos en brazos. Verdad es que esta Religión carece de hombres y que Dios echa mano de niños, pero hácelo Dios porque él propio quiere servir a la mesa y administrar a los que a ella trai; y, como madre piadosa, pues Su Majestad trai religiosos que no sepan andar, los traiga en sus propios brazos. Que si, como en otra ocasión dije yo 2 que era grandeza de los reyes, antes que los hijos nazcan, buscar amas de leche perfecta que los críen, es inmenso amor que la reina que pare el hijo, darle el pecho; porque, como dicen ser ordinario tomar los niños las costumbres y propiedades de la leche que maman, temiéndose no sean las que las amas les dan en el pecho no tan m nobles y calificadas costumbres como deben ser a hijos de reyes, suelen n las propias madres reinas criar los hijos que paren. Y si es verdad que, en los principios de nuestra sancta reforma, preparó Dios dos amas que recibiesen al niño en sus manos, según lo que va sucediendo, no tanto fue para que le diesen leche como para que lo librasen de peligros. Como la ballena a Jonás, a la cual la preparó Dios para que o en sus entrañas abrigase al propheta de Dios, no se lo tragase la mar airada y enojada, que dentro de poco lo vomitó a la orilla para que hiciese lo que Dios le mandase 3. Y como le sucedió a Moisés, a quien su madre echó en una cestilla enbetunada a las vertientes del río Nilo, no para que lo criasen los peces, sino para que la hija de Faraón lo sacase y lo criase en el regalo de sus brazos 4.
Lo propio hizo Dios con esta sancta reforma: que, al nacer, preparó Dios una ballena grande, una religión estimada, como era la de los carmelitas descalzos, para que cogiese en sus entrañas este niño chiquito desta sagrada Religión sólo para que la guardase de los peligros y furias [499v] del mar, que en aquella ocasión andaba alborotada y enojada y fuera muy cierto tragarse la Religión un mundo tan enemigo de lo bueno. Y esto para que la defendiese, como digo, y para que, como en cestilla enbetunada, se salvase el Moisés perseguido. Que el criarlo, ése es oficio de la Santíssima Trinidad. Vomite el hijo la ballena, recíbalo cuyo es p y, pues ya ha mostrado Dios su poder en poder darle amas,
muestre ahora su amor en darle el mismo Dios el pecho, para que en él tome las costumbres de la leche que mama, para que en todo salga parecido al rey que lo engendró, tiniendo inclinación a redimir captivos y curar pobres.
Y así, no será inconveniente el no tener hombres en estos principios, pues el hombre de casa es Dios, el que todo lo quiere tomar a su cuenta y hacerlo él todo. Que ésta es la grandeza de nuestra redención: de no haber querido para ella tomar compañía con hombres, antes, cuando lo llegan a prender en el güerto, quiriendo echar mano de los apóstoles y discípulos, dice el mismo Cristo: Sinite hos abire 5; dejad que se vayan, que en vuestras manos queda el hombre que ha de obrar estos altíssimos misterios. Dente, Dios mío, millares de alabanzas los ángeles: que tomas tú nuestra inpresa tan por tuya, que parece dices a todos los hombres del mundo, a los que en lo exterior podían ayudar y favorecer esta tu Religión: Sinite eos abire, váyanse, no perseveren aquellos en quien los hombres podían tener gran confianza que harían grandes cosas; esténse esos hombrazos que a los principios acuden a otras religiones, que en casa se queda el hombre que ha de hacer y obrar q grandes maravillas. Y mosquitos en las manos de Dios son fuertes soldados, que hagan prodigios en Egipto 6; y niños en esta Religión, puestos en las manos de Dios, pueden fundar y poblar religiones.
Lo segundo, respondí a mi buen fraile, que me argüía de falta de hombres, que jamás vienen hechos hombres los que vienen a las religiones, porque ésa es excelencia y grandeza de la religión: hacer en sí y acá dentro hombre al que fuera era carne. Como es ver en cualesquiera que me puedan poner exemplo de cualquier religión: que, antes que adentro entrasen en la reforma, uno sería fraile calzado como los demás, otro sería ermitaño y otro estudiante, pero, después [500r] de haber entrado en la religión, se hacen hombres y al talle y medida según Dios los tiene necesidad. Que es el dicho que dijo el otro obispo: pedía que le confirmasen en Roma un officio del patrón de su iglesia, que él había compuesto. Respondiéronle que todo lo confirmaban y admitían, salvo los ipnos, que éstos no se admitían sino de sanctos. Respondió que los demás ipnos que la Iglesia tenía, cuando los compusieron, sus autores no eran sanctos, que después se hicieron y los canonizaron; y que lo propio aguardaba él haría la misericordia de Dios con él lo propio. Pues digo yo que los hombres en esotras religiones no lo eran cuando entraron, que las religiones los hicieron r Y así está ahora haciendo la nuestra: que está entallando y haciendo hombres.
Dije denantes que la Religión hace los hombres a su talle y medida, conforme los ha menester. Pues digo ahora otra excelencia grandíssima: que nuestra Religión, puesto caso lo que tengo dicho de que la Sanctíssima Trinidad quiere a nuestros frailes traerlos en sus brazos, darles
el pecho y hacerlos a sus costumbres, que la necesidad que tiene de hombres es de que sean niños, porque mal parecería un hombre en brazos. Y así esto va Dios haciendo con nuestra sagrada Religión: que, puesto caso que los hombres de que tiene necesidad han de ser niños, antes, me parece, ha de obrar muy al revés de lo que obra en esotras religiones, donde, trayendo niños, hace hombres; y en ésta, trayendo hombres, ha de hacer niños. Niños que, cerrando los ojos a cualquier prudencia s y sabiduría humana, sólo se rijan y gobiernen por la del cielo, quiriendo en todo y por todo sea Dios el que obre y haga. Que es la perfección que Cristo pidió a sus discípulos, cuando les dijo que, si no fuesen y se tornasen como un niño, no habían de entrar en el reino de los cielos 7.
Diránme: Hermano, eso parece que sería querer tentar a Dios, querer que él se lo haga y no desenvolverse los frailes a negociar y tratar. Digo que el caballero que quisiese que el rey le viniese a dar de vestir y a hacer otras cosas semejantes a ésas, que sería tentación, pero no lo sería para el hijo querido del rey, porque a eso se estiende el amor: que el propio padre rey vaya a la cama y levante al hijo y, si es menester, le dé de vestir y haga otras cosas y officios de siervo t. Alguna diferencia ha de tener esta sagrada Religión de la Sanctíssima Trinidad de las demás: que, aunque son hidalgas y bien nacidas, pero han menester valerse por su pico y buscar hombres, pero [500v] ésta, que es de la Sanctíssima Trinidad, no es tentar a Dios recebir niños y no buscar hombres, porque el mismo Dios, si es menester, los vestirá y levantará de la cama y criará a sus pechos y los hará tales que, si por una parte ellos dijeren que son niños, por otra parte, viéndolos Dios tan conformes a su voluntad, les diga lo que a Jeremías, porque le dijo a Dios que lo obedecería en cuanto le mandase: Noli dicere puer ego sum 8. El que de u veras fuere obediente v, resignado y acudiese w a Dios, no diga que es niño, sino hombre y varón perfecto.
Según esto, digo a lo que arriba propuse: que se muestra muy bien asistir Dios en esta sagrada Religión por ver cuán de repente trueca Dios los que a ella trai y los pone en un estado que si, como digo, por una parte son niños, por otra los hallo varones y gente grande.
¿En qué consiste esta grandeza? Veámoslo en Abrahán, a quien Dios lo saca de su tierra y le ofrece que lo ha de hacer principio de gente grande 9. Veamos x en qué alcanzó esta grandeza. Digo que, en tiempo de Abrahán, de su hijo y de sus nietos, no hubo otra grandeza más que en una puntual y obediencia, en fee y en paciencia. Padre de gente grande, le ofrecen a Abrahán y danle un hijo, no fuerte soldado, no conquistador de mundos, porque aquella grandeza no se había de ganar a puncta de lanza; sino danle un hijo tan obediente que, cargándole
un haz de leña para lo sacrificar, se lo echa a cuestas y no replica al bendarle los ojos, al encender la lumbre, levantar el guchillo 10. Abrahán tuvo dos nietos: Jacob y Esaú. Y porque Esaú z quiso buscar la grandeza del mundo enpleándose en alancear jabalíes y osos y pasear por los campos, lo echan de la grandeza y linaje 11. Y le quita el mayorazgo, grandeza y mayoría Jacob, que guarda la casa y se está a pie quedo en casa de madre 12. Y, niño chiquito allá metido en las entrañas obscuras de Rebeca, lucha con el cazador y lo postra a sus pies 13. Porque esta grandeza no consiste en pasear ni en valentías, sino en clausura y en encerramiento.
Pasemos adelante, veamos la grandeza de este linaje. Isac tuvo doce hijos 14 y, entre ellos, el que a alcanzó mayor grandeza fue Joseph. Y ésta la alcanzó [501r] en una cárcel, sufriendo con paciencia las prisiones injustas y agravios que le hacían, por no haber querido condecender con una b mala mujer 15. De estos doce hijos nacieron la muchedumbre de hebreos que, presos y captivos en c Egipto, se ocupaban en hacer adobes 16, llevando mill agravios e injusticias con paciencia, sin vengarse como hombres, sino llorando y clamando como niños, pues le dice Dios a Moisés que subió su clamor al cielo y que determinó de serles él el varón y el hombre que los ha de librar 17.
Pues, si queremos seguir a este pueblo y mirar en qué tuvo su grandeza, hallaremos que el mismo Dios hizo sus guerras y los sacó a paz y a salvo, sin que ellos enpuñasen espada ni derramasen sangre. A la salida de Egipto baja un d ángel que mate primogénitos 18. En el seguimiento que les hicieron los egipcios, a la entrada del mar Bermejo 19 todas las valentías de esta gente grande, que descendía de Abrahán, pararon en tomar una vara Moisés en la mano y herir el agua; y con esto se libraron. Y así fueron siguiendo esta grandeza en este modo.
Desta calidad ha de ser la grandeza de nuestros hermanos y de esta suerte la calidad de los hombrazos que ha de haber en esta sagrada Religión. Ha de ser como la de Abrahán, que la ganó por salir de su tierra y dejar sus padres, parientes, amigos y conocidos, y fiar de Dios. Ha de ser como la de su hijo Isac: en saber obedecer con puntualidad sin réplica, discurso ni contradición, aunque los carguen de leña como a borricos, aunque les tapen los ojos para que nada de afuera vean; que, si encendieren fuego y levantaren el guchillo e para los castigar o quitar la vida, que no tengan lengua para lo estorbar. Ha de ser nuestra grandeza ganada como la de Jacob: guardando el rincón de casa y de la celda, que con nuestra escudilla de lantejas ganaremos con mucha certeza el mayorazgo a los que por el mundo andan hechos grandes, cazando antojos, usando de la lanza y espada. Alcanzarla hemos luchando
en la obscuridad y tinieblas f contra propia carne, deseosa de salir a vaguear y pasear. Ha de ser grandeza ganada como la de Joseph: huyendo las ocasiones del mundo, aunque le dejemos la capa y hacienda en las manos; que, si en la cárcel del convento tuviéremos paciencia, más valdrá nuestro dormir que el desvelo de los que andan granjeando y procurando grandezas en el mundo, pues en ese sueño sueña [501v] Joseph un sueño con que gana ser grande en la corte y segundo de la persona del rey Faraón 20. Y así digo yo que vale más el dormir del religioso, pues a su lado g vela Dios, que los osados acometimientos de los que viven en el mundo.
Pasemos adelante con nuestra grandeza. Ha de ser como la que ganaron los hijos de Joseph y de sus hermanos, tiniendo paciencia con el grillo al pie y las manos en la masa del barro para hacer adobes. Es grandeza la nuestra ganada a fregar platos, barrer la casa, labrar la güerta, tener paciencia y clamar a Dios, que buen Dios y Señor tenemos, que sabrá enviar un ángel que haga nuestras guerras y derrame sangre y mate primogénitos si, para que la obra de Dios vaya adelante, fuere menester. Ha de ser h nuestra grandeza tomando las varas y cordeles de las disciplinas, hiriendo esta nuestra carne, que, como mar, está cada momento inquieta y estorbándonos el paso para la celestial Jerusalén.
Ahora, pues, mis charíssimos hermanos, si nuestra grandeza consiste y se ha de ganar como la de Abrahán, ¿para qué quiero yo los hombrazos que el otro buen fraile decía? Para dejar uno el mundo, como Abrahán su tierra, basta ser niño. Para obedecer y que le carguen de mortificaciones y le benden los ojos y saber callar a todo lo que la obediencia dijere, como otro Isac, basta ser niño. Para estar en casa encerrado, como Jacob, basta ser niño. Para dejar la capa en manos de quien le quiere hacer mal, como otro Joseph, y echar a huir, basta ser niño. Para dormir y soñar, como este propio sancto, basta ser niño. Para sufrir, tener paciencia, clamar y quejarse a Dios, como los demás descendientes hacían, propiedades son éstas de niños. Para tomar una disciplina en las manos y herir su cuerpo, basta ser niños. Que acá se dice, cuando a uno lo quieren castigar: que, si es él niño, que lo han de azotar; dando a entender que el azote es para los niños.
Según esto i, la grandeza en las religiones más consiste en ser niños que no hombres, que con dificultad hacen cualquiera de las cosas sobredichas. Y, si no, miradlo: que, entre todos los que hemos contado, sólo hubo un hombre, que fue Abrahán, que lo era cuando Dios le llamó. Y éste, para haber de hacer Dios en él lo que en un niño, fue necesario que le hiciese Dios mill promesas j, las cuales no tuviera necesidad de hacer si Abrahán fuera niño. Díjole lo primero, si se iba [502r] con él, que le haría principio de gente grande. Lo segundo, que
esta gente había de ser tanta en número, que se la comparó a las estrellas del cielo y el polvo de la mar. Y, como los grandes no se dan por contentos de ordinario con mirar al cielo —como Dios le dijo a Abrahán: Respice caelum, et numera multitudinem stellarum 21—, sino que también quieren tierra, y así, subiendo Dios a un monte a Abrahán, le dijo: Toda la tierra que ves, te la daré y a todo tu linaje 22.
En verdad que el propio Abrahán no tuvo necesidad de hacer a su hijo Isac tantas ofertas para sacarlo de casa de su madre, para obra mayor, pues no tiene otra igual dar uno su vida en sacrificio, que era para lo que sacaban a Isac de su casa. Pues ¿qué es la causa que, siendo Abrahán mayor y más dificultosa obra k la que sale a hacer Isac cuando lo llevan a sacrificar, no le ofrece nada su padre y, cuando saca Dios a Abrahán, es necesario que Dios l le haga tantas ofertas? Y más, que quien sacaba a Abrahán de su casa era Dios, el que le llamaba, y quien saca a Isac era Abrahán, hombre, a quien se le podía replicar y mirar el fin y fundamento que podía tener aquel sacrificio, en el cual, como hombre, podía errar. Y, con todo eso, Isac no replica, mandándole hombre; y Abrán, llamándole Dios m, que no puede errar, antes que replique le tapa Dios la boca con decirle que le ha de hacer padre de gente grande, cuyo número ha de ser como las estrellas del cielo, etc., y le ofrece pagos de tierra. La razón de esto es que Abrahán es hombre, cuyo entendimiento ya discurre y es amigo de réplicas y tiene propia voluntad y parecer; y es necesario todos esos sainetes para engañarlo. Pero Isac es niño y los premios se le libran todos para el cielo; no sabe discurrir ni tiene propia voluntad; un hombre que le mande, que le tape los ojos y cargue como a un borrico, eso basta.
¡Oh hermanos míos, y qué experimentada tengo esta verdad! Que han venido a mí algunos grandes a pedir el hábito con tantas n réplicas o, pareceres y antojos, que es necesario que el mismo Dios los asga y a empellones los saque del mundo; o que haga con ellos lo que con p Elías: que venga un carro o carreta de fuego que los coja y aparte del mundo 23. Veréislos que vienen pidiendo la regla, las constituciones, preguntando el cómo se hace esto y estotro, que es necesario hacerles mill promesas para que dejen el mundo. Y plega a Dios no sea necesario decirles lo que a Abrahán: [502v] prometerles ser prelados y padres de gente grande, ofrecerles la dispensación de algo más en la comida y colchoncillo en la tarima. Que valdría más que estos grandes se estuviesen en el mundo, que es harto grande. Que la Religión, que tiene rincones pequeños, bástale gente pequeña. Porque recebir los tales no es otra cosa sino poner en ocasión a Jacob, el encerrado, de luchar, pelear y darse de mojicones con Esaú, el travieso y amigo de pasearse.
Pero un niño es el hombre que Dios ha menester para su Religión, a quien no sea necesario hacerle ofrendas ni réplicas.
Confieso que, cuando estos hermanitos vienen, no les hablo dos palabras ni ellos preguntan nada, porque parece ya Dios los trai bendados los ojos y hechos otros obedientes como Isac. Estos son los grandes que Dios ha menester y con los que Dios hace su Religión.
Verdad es que algunos hallan inconvenientes en que se quiebran la salud, pero, para sufrir y padecer, no la han menester, puesto caso que la parte principal de la grandeza que vamos tratando consiste en el rendimiento de las potencias y sentidos interiores; y todas estas cosas exteriores que en las religiones se hacen, como son ayunar, azotarse, etc., todas ésas van enderezadas a alcanzar victoria de nosotros mismos. Y si el que entra en la Religión de tierna edad, por haberse entregado tan temprano a carga pesada, se le quebró la salud, no inporta, que con esa falta de salud sirve y agrada a Dios en aquel grado q de perfección; y quizá mayor, por haberse dado más priesa, que el otro que se azota y ayuna.
Y sabe Dios diferentes medios traerlos a un propio fin. Y si uno ayuna y otro se azota por amor de Dios, y otro lleva con paciencia y sufre la enfermedad por amor del que se la dio, es muy llano que de los ayunos del uno y de la enfermedad del otro sabrá Dios sacar un varón perfecto y grande. Y cierto que se deben estimar y tener en mucho en los siervos de Dios las enfermedades, porque en ellas todos los momentos del mundo están haciendo actos de paciencia y de amor de Dios. El que ayuna, ya sabe que el ayuno se acaba a la noche y que mañana podrá matar su hambre, que no es día de ayuno; y este tal sólo padece trabajo en la mortificación del apetito, a quien tiene en grillos por aquel día para que no se suelte ni haga y coma [503r] lo que quisiere. Pero díganme de un siervo de Dios que, por su amor y por cargar la mano a la penitencia, enfermó, ¿a éste no lo puso Dios en cadena y en grillos, y los remachó, de suerte que no hay quien se los quite, si no es el que así lo prendió y ató a la enfermedad? En el cual no hay cosa que no trabaje y duela, sin saber cuándo Dios aflojará la mano y soltará el preso. En el cual lo que menos padece [es] el gusto y apetito de comer, no obstante que siempre ayuna; y si una vez come, es sin gusto y contra su voluntad, por sólo obedecer al enfermero. No sé yo qué penitencias se pueden comparar a una continua y larga enfermedad, padecida por amor de Dios y llevada por su amor con mucho gusto y voluntad, puniendo en ella la resignación y gusto que se pone en las demás obras que voluntariamente se ofrecen por el mismo Dios.
Diránme: Hermano, norabuena, eso será en orden a la persona que padece, pero no en orden a la communidad, en quien es ordinario los enfermos descomponerla, estorbarla y ocuparla. Yo he ido tratando de niños en la Religión en comparación de grandes, de quien una religión
se teme, como de gente amiga de su parecer, que ha de torcer el camino; y es necesario, para su conservación, añedir algo al pan y arrope, con que se contenta el niño y el religioso: que, por haberlo Dios traído de tierna edad a la Religión, está tan contento con pan y guindas como el grande con el pedazo de salmón. Y así digo, supuesto esto, que es sin comparación mejor dar en la Religión a un religioso por enfermo el pedazo de carnero y el regalo, que no al grande, por contentarlo, darle el pedazo de pescado. Y yo he visto en religión reformada honrarse y gloriarse de dar carne al que, siendo siervo de Dios, enfermó, y excluir al que a hurtadas raras veces la comió.
Y siguiendo esta comparación entre estas dos maneras de religiosos, digo que es gran dicha curar a un niño enfermo en una cama, que no refrenar a un grande en una cárcel. Y a seis enfermos cura un enfermero y un fraile preso ha menester seis carceleros. El enfermo edifica con su enfermedad y el otro escandaliza y destruye con su libertad. Y lo que las religiones pretenden y el primer fin que desean, es que los que a ella vinieren se salven en aquella vida. Y si esto se pretende, paréceme a mí que, cuando un siervo de Dios cai en la cama por los rigores de su regla, que podrá decir [503v] que aquél ya lo tiene en sal y como al seguro, pues Dios le echó el grillo para que no se le vaya ni se aparte de su presencia ni se divierta en las cosas esteriores, pues los dolores de la enfermedad le sirven de clamores que lo llaman adentro y lo aperciben para el dar de la cuenta.
¿Tengo de reprobar yo lo que me dicen tanto alababa el glorioso san Bernardo, el cual buscaba lugares para sus fundaciones más acommodados a prender la salud que no a soltar la enfermedad, pues edificaba en valles, en unbríos y lugares bajos, y con coraje reñía a los monjes que buscaban médicos y medicinas 24? Que parece se debiera de gloriar en las enfermedades, como otro Pablo 25, pues no gustaba que viniesen los médicos a soltarle sus presos. ¡Oh glorioso sancto, y qué cuidado debieras de tener de tus frailes!, pues tanto temías el verlos libres en la salud y sueltos en la bonanza, pues sólo parece te prometías seguridad cuando en la enfermedad, como en cárcel, los r veías aprisionados, para que nada hiciesen si no fuese aquello para que Dios les diese licencia, como su carcelero. ¡Ojalá, mis hermanos, me diese Dios sanctos muchos, y estén enhorabuena en las camas!, que la perturbación que a la communidad pueden causar es perturbación sancta, amorosa, en quien se ejercita el prelado y toda la communidad en actos de charidad. Los cuales le son a Dios más agradables que altas contemplaciones, pues la experiencia de lo que a muchos sanctos les ha sucedido nos muestra esto de muchos sanctos: que, siendo enfermeros de religiosos, puestos en oración, ha bajado Cristo y su Madre a entretener y regalar los
tales enfermeros; y, en esta conversación, unos la han dejado por acudir al menester del enfermo, a otros el mismo Cristo les mandaba fuesen a ejercitar su officio, a quien ofrecían singulares premios porque se privaban de su propio gusto y interés por acudir al de el enfermo.
Más, digo que, si en una communidad se ha de agradar Dios más con la salud que con enfermos, poderoso es y bien puede conservarla y darla con cosas contrarias. Y lo que veo es que a muchos médicos he oído decir, viendo lo que comen nuestros hermanos, que viven de milagro, porque todo lo que comen es contra las reglas de la salud, y que viven de milagro. Yo no me espancto, que Dios no está atado a las reglas s de naturaleza [504r] para hacer sus obras. Y a sus discípulos dijo que si mortiferum quid biberint, non eis nocebit 26; que, aunque se bebieran la muerte, no los había de hacer daño.
¡Oh Señor, y a cuántos siervos tuyos han enponzoñado y pretendido borrarlos y arrancarlos de la tierra, et quod nomen eius non memoretur amplius 27, que su nombre no se nombre, echando, como dice Jeremías, leño en el pan que ha de comer 28; y, con todo eso, eso que es muerte, se le vuelve en vida! Vido san Pedro que bajaba una sábana de culebras y sapos del cielo y que le dicen: occide, et comede. San Pedro se turbó y dice: Señor, ¿cómo tengo de comer cosas inmundas? Y respóndenle: Quod Deus sanctificavit, ne dixeris ne comedam, etc. 29 Culebras y sapos benditos sustentan y dan vida al justo; y regalos y delicadezas t, si no llevan esta bendición, matan al peccador.
Yo también veo que ninguno en nuestra sagrada Religión se ha animado a seguir communidad, que no lo vea y halle sano, bueno, recio; y, por el contrario, si en algunas cosas de poca consideración hallo alguno defectuoso, que se aparta de nuestro ordinario, lo hallo con mill ajes y mill destemplanzas. Por eso digo yo que no hay que temer que, por entrar niños en la Religión, les ha de faltar la salud, que bien sabe Dios dársela y, con este rigor y aspereza, curtirlos Dios para pastores y celadores de su ley. Que nosotros no somos de otra naturaleza que los pastores, a quien la necesidad del officio los hizo duros y fuertes con pedazos de pan y charcos de agua u. Y si en la Religión se agradare Dios con que haya enfermos, háyalos mucho de enhorabuena, que eso nos convendrá para los que lo estuvieren ejercitándose en la paciencia y para los que los curaren ejercitándose en la charidad.
Diránme y haránme otra réplica: Hermano, no ha de comparar los enfermos a los grandes inperfectos, sino un religioso enfermo sancto con un hombre grande sancto, que pueda servir y aprovechar a su religión. Respondo que más fácil es hallar doce hombres sanctos enfermos, en el estado que vamos tratando, de aquellos que, por quebrantar la salud
con penitencias, enfermaron, que no v un hombre fuerte, grande, sano y sancto; y más quiero doce que uno.
Digo, lo segundo, que tanto estimaré al enfermo sancto como al sano sancto, porque, si éste con su salud negocia y alcanza victorias, negociando en bien y en provecho de la Religión, podrá ser que haga la mitad con su oración el enfermo [504v] dende su cama. Que si Moisés no podía ir a la guerra, por tener las manos pesadas y tanto que, para levantarlas, era necesario tuviese dos acólitos que, como enfermeros, se las ayudasen a levantar, él era el todo de los vencimientos que hacían los grandes capitanes en la guerra 30. Podrá ser que el gran religioso que trata con seglares negocie bien por la paciencia del enfermo y por la charidad de los que le ayudan en su enfermedad. Y así digo que yo no tengo que escoger unos ni otros, sino traiga Dios los que él fuere servido.
También digo que, puesto caso que las vocaciones son obras tan altas que no las comete Dios a nadie, sino que Su Majestad es el que llama y el que dispierta y saca del mundo y trai a la Religión, no sería cosa justa decir yo «éste quiero y éste no quiero», sino examinarles sus vocaciones y, en siendo ciertas, eso es lo cierto, atendiendo siempre antes a lo que no se ve que a lo que se ve.
Digo que muchas veces nos suele llevar en una vocación lo que nosotros vemos: el buen cuerpo, unas pocas de letras más, el tener buena legítima y otras cosas, que, como son exteriores, suelen faltar muchas veces. Ahora pregunto yo. Si uno fuese a comprar melones y, viendo algunos grandes y escritos por de fuera, echase mano de ellos, y el melonero le dijese: «No lleve vuestra merced esos melones, que, por ser amigo, le quiero dar a vuestra merced cosa de w mi mano», y, echando mano de dos o tres meloncillos chicos, pequeños, se los diese, pregunto yo x: éste que los compraba ¿seríe bien que replicase y dijese: no me deis, señor, ésos, que son pequeños; dadme estos grandes? Este sería muy ignorante, que, si el melón no está maduro, poco sirve que sea grande, que esté scrito y tenga buen parecer; que, al catarlo, echaríe de ver fue dinero malgastado, pues no vale sino para echar a los puercos.
Lo propio digo yo en los que en las religiones buscan sujetos, quien les oye decir grandes, grandes letrados y gente escrita: Callá, que no sabéis lo que os decís; tomad los que el melonero os da y dejaos de cuenta, que, aunque sean chiquitos y tengan mal parecer, se están maduros y en sus vocaciones. Esos son los que valen, que esotros grandes y grandes letrados, que parece vienen scritos por de fuera, muy de ordinario es no valer sino para echar en la calle [505r] y, al mejor tiempo, quitarle el hábito. Qué de veces me ha pasado esto en nuestra Religión; y después valer más un chiquillo que Dios envía que mill grandes.
Dicen que Aristóteles fue hombre pequeño y que quiso probar que todo lo pequeño era más perfecto, porque la virtud en ello estaba más unida y recogida 31. Y aun no sé si yo vaya con esa opinión, pues veo una perilla almizcleña ser más preciosa que la pera de dos en libra; y vemos una fuentezuela que nace debajo de una peña ser más dulce que el río caudaloso, que, por haber ya cogido de muchas partes el agua que lleva, va turbia, gorda y medio salobre. Cierto que siempre debe haber estos miedos en los que vienen hombres a las religiones, que su grandeza la train compuesta de muchas costumbres y metales, como la estatua de Nabucdonosor 32; y que es menester mirar lo que se bebe, que es más cierto traer el agua más clara el muchacho que se salió del estudio de gramática y se entró por las puertas del monasterio.
Hágalos Dios tan sanctos como yo deseo, que no quiero detenerme más en esta materia, sino acudir a lo segundo que mi buen fraile me dijo: acerca del crecer apriesa.
3. El rápido crecimiento de la Religión
Pues digo que lo segundo que arriba propuse, de las dos cosas que mi buen fraile en el camino de Toledo me z dijo, fue decir que era de grandíssima importancia irme poco a poco en el crecer y hacer casas y dar hábitos. Y esto apoyólo con decirme que, en Roma, los que decían haberlo ayudado trataban de esto con alguna displicencia, por parecerles iba errado y torcido el edificio, por darnos a tanta priesa. Confirmólo con aquel dicho y exemplo de las viejas, que dicen que la calabaza crece presto y presto se acaba, pero que una palma dura en crecer y llevar fructo cuarenta años y dura mucho.
En realidad de verdad estos exemplos y dichos en esta materia hacen temblar b, porque son fuertes y yo tan flaco, que, si Dios no hubiera dado la priesa que ha dado en la Religión, ya yo me fuera a espacio. Si es tentación el caminar tan apriesa, yo no lo sé. Mírenlo los que están a la mira y deténganlo, si para eso son poderosos, que hartos trabajos he padecido en oír murmuraciones contra esto del crecer c. Yo, a lo menos, diré ahora las razones que para ello Dios me ofreciere; que, cuando acudo a dar priesa, bien pocas tengo. Porque yo pienso que Dios en esta Religión obra con ministros que no es necesario darles razones, [505v] sino mandarles como a esclavos. ¡Oh Dios mío, y si tú abrieses mi entendimiento para que yo pudiese dar razones a los que las buscan y a los que de afuera juzgan!
Lo primero, digo que todas las cosas acá abajo son de menos dura y vida que de antes eran; y así se van en sus acciones accelerando.
Vemos que de antes vivían los hombres novecientos años y más, y han ido bajando hasta dar consigo en setenta; y, lo demás, trabajo y dolor, como dice David 33. Y aun los que vivimos nos acordamos que un hombre no se casaba hasta de 30 años, y ahora de doce o catorce ya tiene hijos y sabe de duelos. Ahora pregunto yo: ¿Por qué lo temporal y corporal se ha de accelerar, por la cortedad de su vida, y no lo espiritual, pues para lo uno y lo otro la vida es una? Y que ha de ser lícito casar un muchacho de doce años, porque vive poco, ¿y no ha de ser lícito entrar niño en la Religión, porque se morirá presto?
Y si los hombres vivieran mucho, no habíe que darse priesa a recebir y dar hábitos, porque el que de 20 años no se recibe se podrá recebir de 40, y el otro de 50 y otro de 60. Pero veo que, si de deciséis a veite y cinco no se reciben, ya el mundo los tiene cansados y enfermos, y que no están para que les echen el yugo de la Religión d. Y que, si han de alcanzar este bien, es necesario los cojan a bandadas e, como tordos en manada, porque, si aguardáis a que se hagan altos cedros, será ése uno y aun, a vuelta de cabeza, no será, como dice David del que vido enpinado en el monte Líbano 34.
Bien entiendo yo que, si se busca honra, estimación y aplauso, que es mejor que haya pocos, porque eso es lo más estimado. Como el otro dijo del tocino: que, para ser estimado, había de volar y que pocos lo alcanzasen. Mirad cuánto mejor es que haya mucho tocino y que coman muchos de él, que no que, por volar, sólo lo alcanzaran los reyes y grandes. Yo ríome mucho de los que dicen: Señor, en nuestra religión recebimos a pocos; damos el hábito después de lo haber mucho deseado, procurado y echado rogadores; los padres descalzos f trinitarios con presteza conceden su hábito y reciben muchos. Padres míos, yo no busco estimación ni honra, sino provecho y que coman muchos lo que mucho vale. Que si su hábito lo alcanzan pocos porque g voló y se subió al cielo, el nuestro se abalanzó y bajó del cielo para que se diese a muchos. [506r] Y así los tales h suelen traer por refrán: «Dimos el hábito a uno que volaba». Plega a Dios no vuele tanto que no lo puedan alcanzar. Que yo he visto muchos de estos que vuelan, habérseles volado de entre las manos a algunas religiones, que pudiera ser que, si lo hubieran dado a otros tantos humildes y pobrecitos, quizá hubieran tenido menos ruido.
Mis hermanos, para esto bajó nuestro hábito del cielo a la tierra, para que lo alcancen los humildes y se vistan dél los desnudos. Que, si fuera para pocos, allá se estuviera o en el aire se quedara para i estos que dicen vuelan, porque tienen alas j, plumas y pelo de hacienda, de letras, cuerpo y talle. Ojalá acabásemos de entender esto y que nuestra sagrada Religión ha de ser otro cielo, donde los bienaventurados son
sin número. Y las visiones que los sanctos han tenido k de estos soberanos cortesanos, nadie los ha podido contar, siendo ejércitos sin número; dándoles, cuando de esto tratan los sanctos, un número finito por infinito: millia millium ministrabant ei, et decies [millies] centena millia assistebant ei 35. Y san Juan dice que vidit turbam magnam, quam dinumerare nemo poterat 36. ¿Por qué tengo yo de ser escaso y detenido en que [en] una Religión, que no es mía ni hombres la fabrican, entren por contadero?
Ojalá viniesen todos los que viven en el mundo y a todos los señalase Dios con su divisa y señal de la Sanctíssima Trinidad, guardando su sancta regla.
4. Crece por ser obra de la SS. Trinidad
Respondamos ahora al exemplo de la calabaza, que crece presto y presto se acaba, y al de la palma, que tarda mucho en crecer.
Lo primero, digo que no quiero yo admitir exemplos naturales para las obras sobrenaturales que Dios hace. Y no hemos de querer sujetar lo sobrenatural a lo natural, sino al revés. Como dice David de Dios: Qui dat nivem sicut lanam 37. Y el fuego, en el horno de los niños de Babilonia 38, los recreó l. Y, cuando Dios hiciere obras extraordinarias que la naturaleza con sus exemplos no las pueda seguir, quédese atrás m, que bien sabe Dios en sus obras dejar la naturaleza aislada, asombrada y detenida, y que se quede maravillada.
Diránme que no quieren admitir que ésta sea obra extraordinaria y sobrenatural. No sé qué me diga. Lo que sé decir es que lo ordinario es que los sanctos funden religiones, pero muy extraordinario que de la nuestra se diga: non a sanctis fabricatus, sed a solo summo Deo 39. Los árbores que plantan los hombres tardan en crecer, pero el [del] paraíso, que lo plantó Dios, en un momento se plantó, creció y dio fruta. Sé que no es de burla llamarnos frailes de la Sanctíssima Trinidad, [506v] sino de veras. Lo cual, si alguno lo contradijese, pues tal título nos tiene dado el cielo y confirmado por los sumos pontífices en la tierra, debía ser castigado.
Ahora, pues, pregunto yo. Cuando un hombre hace un edificio, hácelo a espacio, porque su caudal es corto. Pero, si lo hiciese un rey y un hombre poderoso, en dos días hemos visto edificios levantados que asombran el mundo. Bueno fuera que le dijéramos al rey: A espacio, señor, no demos con todo en tierra. Fuera yerro y necedad. ¡Oh Dios mío, y cómo me sospecho que este edificio es tuyo! Y que lo labra y hace quien tiene caudal; y que, por mucho que enplee en él, no se le ha de gastar ni agotar n. Váyanse a espacio los fundadores de las religiones
y tú, Dios mío, camina al paso que fueres servido, que no es dificultoso de entender que eres amigo de apresurar el paso en las cosas que son de misericordia y hacer bien a bien al hombre. Que es lo que dijo David: Qui sedes super cherubim, manifestare 40, etc; y otras veces le decía que caminaba sobre las o alas de los vientos 41; todo esto para nos hacer bien. Y lo propio será él servido de hacer en esta su Religión: caminar en alas de viento para manifestarse a Benjamín y Manasén 42, para manifestarse a chicos y grandes. Y así, siendo ésta obra de la Sanctíssima Trinidad, no hay que ponerme exemplo en cosas naturales.
Lo segundo, digo que quiero admitir el exemplo y decir que es mejor trato el del hortelano que trata en lechugas, rábanos, calabazas, coles y otras yerbas, que no del que trata en palmas. Pruébolo porque, habiendo en cada pueblo quien siembre estas yerbas, apenas se hallará quien plante palmas, porque p es de más ganancia sacar cada quince días fructa y verdura fresca, que no aguardar 40 años a coger dátiles. Más precio yo darle a Dios cada quince días tres cuatro frailes, que no aguardar que se me críe en el siglo 40 años el letrado y el hombre grande.
Lo segundo [sic], digo que la naturaleza proveyó mucho y hizo q grande aceleración en venir a el estado perfecto en aquellas cosas de que habíe de haber grande gasto. Que dátiles, porque se habíen de gastar pocos, haya pocas palmas y ésas tarden en el crecer, pero lechugas, rábanos, coles y otras yerbas de que habíe de haber grande gasto, es necesario que se plante mucha [507r] y crezca presto. Así, digo yo que, pues Dios trai en tan breve tantos frailes a nuestra Religión, que sin falta quiere cargar para donde se gasten; quizá quiere dar con ellos donde haya muchos mártires y que sea fructa para todos; y que nuestros religiosos sean como otro Pablo, que dice que está patente para todos: factus sum omnia omnibus r 43. Como la lechuga y el rábano, que no hay pobrecita que no haga su cena con semejantes legumbres. Y así, querrá Dios que nuestros hermanos sirvan a todos y sean deudores a todos, como en otro lugar dice san Pablo 44.
Esta es la diferencia que hay de los hornos particulares a los hornos de poya y concegiles: que los s particulares se encienden de cuando en cuando y cuecen su pan de tarde en tarde, pero el de poya ha de estar siempre encendido y siempre aparejado para cocer el pan que le echaren. Que esto del pan no es como los demás manjares: que esotros manjares y viandas no son para todos ni para todo tiempo, pero el pan es para todos, chicos y grandes; y en todo tiempo ha de haber pan y ser nuestro y cotidiano. Si tengo de conceder con lo que otros religiosos dicen de sus religiones, y lo que vamos diciendo de que su
hábito no es para todos ni para todo tiempo, porque dicen los hacen aguardar y que esperen, diré que esas religiones son hornos particulares, que cuecen y amasan de cuando en cuando; y que es fructa, manjar y vianda que no la hay en todo tiempo ni es para todos. Pero nuestra sagrada Religión ha de ser como horno de poya, cuyo dueño es la Sanctíssima Trinidad, a cuyo cargo está el dar a los hombres el pan cotidiano 45. Ha de estar este horno siempre encendido de fuego y charidad, para cocer los que Dios trujere amasados con lágrimas y devoción 46. Y que sirva para todos y para todo tiempo, porque en ella está la Sanctíssima Trinidad los brazos abiertos para recebir los que a ella vinieren.
¿Por qué, piensan, nos hace Dios frailes baratos, que nuestro vestido sea sólo un poco de sayal, sin lienzo ni estameña, y nuestra comida pan y yerbas? Todo esto es para que no vendamos caro. Que los que visten blando, dice Cristo, en las casas de los reyes viven 47. Y de ésos hay pocos, porque el mundo no puede vestir muchos t de seda, que es pobre, ni tiene regalos para muchos, porque es corto. Pero quien ha de vestir un poco de sayal del u color que lo dan las ovejas y comer legumbres como las dan las güertas, vengan tantos que se enllenen los campos [507v] y hagamos de los despoblados poblados cielos. Que eso es lo que Dios quiere: que haya muchos que le amen y sirvan.
5. Preferencia por los despoblados
Dije que haya tantos que enllenen los campos, no los poblados. Que por eso nos da Dios vestido y comida de pastores, para que no andemos tras los hombres por los poblados inportunándolos y buscando otras comidas. Ojalá, Dios mío, nunca viéramos hombres y de veras y en todo imitáramos al pastor: que, estándose siempre en el campo, tiene un zagal que de ocho a ocho días le vaya por aceite y pan para hacer migas. ¡Oh qué estimados serían nuestros frailes! ¡Oh qué aprovechados! ¡Oh qué de bienes harían cuando entrasen en los pueblos a cabo del mes! ¡Qué bien oirían nuestro predicador, que sólo lo oyesen hablar en el púlpito, y no pasear por las calles ni parlar por las casas! ¡Oh qué linda, qué suelta y libre sería la doctrina del confesor, que no ha menester el penitente más de para que se enmiende! ¡Oh qué alta la oración del religioso que orase en el abrigo de los árbores de los campos y en compañía de los pajarillos que alaban a Dios en los desiertos! ¡Oh cómo estos tales sólo buscarían a Dios, por los pocos estorbos que se les ofrecería de los que ya tienen por officio irse a entretener y parlar a los monasterios! Todos los animales fuertes y bravos son aquellos que se crían donde no se ven hombres. Pues, si a un león le quita su fuerza
y brío el trato de los hombres, ¿qué será a otro hombre, que es tan pegajoso que, apenas han visto cosa sus ojos, que ya no la hayan codiciado? v
Por esto, y por otras muchas cosas que ya quedan dichas tratando de la presencia de Dios y de sus estorbos, deseo nuestros conventos se edifiquen en lo escondido y retirado. Bien es verdad que la alforja de los sujetos y religiosos se ha de hacer en el poblado, que no es posible menos, y que para esto se han de tener algunas casas que atraigan y busquen quien quiera seguir a Dios, pero ha de ser de suerte que luego diesen con ellos en la soledad. Y en esto se han de haber como el hortelano: que, en lugar regalado y guardado de las inclemencias del cielo, siembra la semilla espesa, pero después, cuando ya está nacida, la arranca y coge y traspone en lugar ancho y apartado, temiéndola menos y dejándosela al cielo y a la tierra para que le den su incremento. Así digo yo que, cuando cerca de poblados se tuviesen algunas casas donde, como en eras, se sembrase y recibiesen sujetos de ocho en ocho, donde por unos pocos de días los guardasen, según su flaqueza, de las [508r] inclemencias que en los principios les pueden ser causa de se helar, marchitar y no pasar adelante, pero después, a cabo de algunos días, trasponerlo, alejarlo.
Como dice David que hacía: Elongavi fugiens; et mansi in solitudine 48; alejéme huyendo y quedéme en la soledad. Miren que dice «alejéme huyendo», porque hay algunos que se alejan del mundo y se apartan dél tan poco a poco que es más paseo que huida, de suerte que, como se alejan poco a poco, los alcanzan con facilidad sus padres, amigos y aun cuidados y los tornan a meter en el poblado. Así, yo no tengo por vocación tan perfecta la de algunos que dicen: —Padre, yo quiero ser religioso, pero he menester disponer de algunas cosillas, irme a despedir de mi padre y de mi madre. Estos se w quieren alejar del mundo, pero no huyendo. Pregunto yo: Si uno pasase por en medio de una calle que estuviese llena de ascuas y carbones encendidos, llano es que pasaríe de priesa por en medio de ellos x, porque el irse a espacio sería para más quemarse y abrasarse los pies. El que viene a la Religión y se aparta del mundo, considere que pasa por en medio de un fuego, que le enciende el demonio para le poner estorbos. Así lo dice David: Transivimus per ignem et aquam, eduxisti nos in refrigerium 49. Que, para pasar a la soledad, donde Dios está recreando un alma, pasa por llamas. En las cuales, si se va a espacio, es llano que le han de abrasar y quemar los pies, que son los afectos que tiene a la Religión.
¿Por qué piensan que los ángeles dieron tanta priesa a Lot y su gente que huyesen al monte? Porque querían pegar fuego a aquellas ciudades y, si tantico se detuvieran, en verdad que pudiera ser que, si no se quemaran, salieran caldeados y ahumados. Y, en materia de fuga
de fuego, ha de ser con acceleración y presteza, que ni aun mirar atrás es lícito, pues también lo pagó su mujer por volver la cabeza atrás, volviéndose en estatua de sal, que es la cosa más pesada que hay 50. Mostrando y Dios en esto la pesadumbre con que huía y lo tarda que era en el marchar a puerto seguro. ¡Oh mis hermanos, y si supiésemos los que pretendemos salir del mundo, cómo se abrasa de fuego, de concupiciencias, iras, cóleras y enojos! ¡Y cómo en nuestras huidas correríemos, porque el detenernos no serviría más que de salir dél ahumados o sollamados! Y aun esto puede también servir para que se vea de cuánta inportancia sea para recebir los niños y que con presteza huyen, antes que, por la afición que tienen a las cosas de la tierra, ya que salgan del mundo, sea volviendo la cabeza atrás, mostrando cuán por fuerza y pesadumbre llevan el apartarse del mundo.
[508v] Pues nuestro David, para mostrar qué poco tenía apegado el corazón a estas cosas y cuán desembarazado salía, y lejos de volver la cabeza atrás y de que lo vuelvan en estatua de sal, dice: Adviertan que me alejo del mundo huyendo. Y estas cosas deben de ser en semejante ocasión de tanta consideración que, para dar esta carrera David y hacer esta huida, usa al principio de este adverbio ecce, que siempre quiere decir ¡atención! Y pide cuenta y advertencia a los circunstantes para lo que se quiere hacer, pues dice David: Ecce elongavi fugiens 51, etc. ¡Atención, señores!, dice David, que quiero hacer z una huida; ¡atención!, que pienso, en esta huida, hacer tan buena y ligera carrera que, si no están atentos ojos que me ven salir del mundo, no me verán correr: ecce elongavi fugiens. ¿No ven acá cuando un hombre ha entrado en una güerta y, con licencia del hortelano, ha comido lo que ha tenido necesidad, pero no llevó licencia para sacar nada afuera, al tiempo del salir de la güerta, llama al hortelano y dice: ¡Atención, señor!, miradme las manos y faldiqueras, que nada saco de vuestra güerta? Lo propio parece que hace David. Habíe estado en el mundo gozando de su fructa. Quiere salir de él. Llama a los hortelanos y a los que cultivan y son señores del mundo, y díceles: ¡Atención, señores!, que me salgo del mundo y me voy a la soledad; y porque a esta salida la tengo de hacer huyendo, porque nadie piense que me llevo algo hurtado, mírenme a las manos, que las llevo vacías, y voy bien desembarazado b.
¡Oh Dios mío, y qué poco se mira ya esto en muchos que vienen a tomar el hábito! Lo uno, su salida del mundo no es huida, pues vienen cargados con sus padres y hacen ese viaje tan a espacio, que lo viene siguiendo su madre derramando lágrimas. Y más, que, si los miráis a las manos, se las hallaréis llenas de papeles de negocios o de propiedades. ¡Oh Señor, y qué lástima que hay quien se entra monja y religioso y reparten su hacienda, y dejan para sus necesidades docientos
ducados de renta! ¿Cómo ha de huir este tal cargado y enbarazado con dineros y regalos? Paréceme esto a lo que, dicen, hacen los gentiles en los entierros de quien bien quieren: que los entierran y en la sepultura les echan una bolsa de dineros y les llevan que comer y beber. A quien les podríamos decir: Venid acá, bárbaros, si éste está muerto, ¿para qué quiere el dinero y la comida? Si vivo, ¿para qué lo enterráis y metéis en esa cueva? Dejadlo que gaste su dinero y coma sus regalos en el mundo.
Padres míos, los que dejan el mundo y se amortajan con un hábito y se entierran en un convento estrecho, ¿cómo reservan y guardan dineros para sí, regalos y comidas? No son gentiles, sino cristianos, que deben creer que, en el puncto que se les pone [509r] ese hábito, están muertos al mundo, sepultados y enterrados para sólo Dios. Si muertos, no han menester dineros ni regalos. Si vivos, vuélvanse al mundo a gastar su dinero y comer sus regalos. Que, para un muerto, bástale una mortaja, sin tener cuidado de nada; porque, si lo tuviese, no estaría en soledad, pues ya se acompañaba de cuidados. Si fuese cargado, ya no huiría.
Por todas estas razones, es bien que nuestros conventos estén en la soledad y que no se repare en recebir niños, que aún no han tenido lugar de hacer faldiqueras y su providencia para el cuerpo no llega a más de hasta comer lo necesario, sin acordarse de mañana, de suerte que obligan a las madres traigan las mangas y arremangos cargados de pedazos de pan. Así ha de ser el buen religioso: que ha de vivir hoy como si no hubiese mañana para cuidar de su persona, que el prelado que Dios le diere tendrá cuidado de tener senos con lo necesario para remediar sus necesidades. Y no piensen que es de poca consideración salir así c, libres y desembarazados del mundo, que no les inporta menos que la libertad y que el mundo los deje ir y salir en paz.
El símil que decíamos del hortelano, ¿no es llano que, si sabe que le sacáis la fructa de su güerta, ha de ir tras vos en vuestro seguimiento, inquietándoos, perturbándoos y haciéndoos mil molestias? ¿De dónde vino que, en la huida que hizo Jacob de casa de Labán, salió su suegro tras él en su seguimiento, sino de que le llevaba sus idolillos de oro? Y, a no esconderlos tan bien d debajo de las haldas de sus mujeres 52, se los quitaran, no obstante que era lícito el llevar lo que él llevaba, por llevar a su cargo mujeres que sustentar. Y, en significación de eso, hizo la defensa debajo de las haldas de las mujeres, dando a entender que el que las tiene ha menester, para vestirlas y sustentarlas, oro y plata. Pero el religioso, que del mundo sale libre y horro y no tiene qué sustentar ni dónde tapar y encubrir lo que del mundo saca, no. Es llano que, llevando algo, que, por poco que sea, es el ídolo que el mundo adora, es llano que el propio mundo ha de ir en su seguimiento a lo inquietar y perturbar.
Y, si no, díganme: las pobres monjas que tienen sus rentillas y obra de manos para sus menesteres, las molestias que tienen de sus parientes y conocidos, las inquietudes de amigos, todo por sacarles el regalo de los bizcochos y mazapanes. Dígame el religioso que reservó para su regalo cuatro maravedís, cuáles andan tras ellos los milanos y buitres, que, al olor de la carne que del siglo sacaron, les quieren sacar los ojos.
Con grande quietud y sosiego salieron los hijos de Jacob de Egipto para su tierra y, cuando más seguros están, oyen voces de mucha gente que venía tras ellos, diciendo: ¡A los ladrones!, ¡a los ladrones! No me espanto, que va en el saco de Benjamín una taza de oro, en que bebe el visorrey de Egipto 53. ¡Oh mis hermanos, y de cuánta inportancia es sacar del mundo nuestros sacos y sayales vacíos, sin llevar nada [509v] hurtado del mundo!, que es muy cierto, por poco que sea lo que de él sacáremos, nos ha de perseguir, gritar e inquietar hasta que se lo volvamos.
Ahora, pues, si en esta sagrada Religión los que vienen los queremos horros, libres, desenbarazados y vacíos de las cosas que el mundo tiene apretadas en sus manos, y nuestra vivienda debe ser en lo retirado de la soledad, nuestro vestido barato, nuestra comida poco costosa, pregunto yo ¿para qué tengo yo de regatear nuestro hábito al que lo viene a pedir? Poblados faltan donde vivan hombres, que desiertos sobran para los que los quisieren. Yerbas nacen en los campos que, por no haber quien las coja, se pierden. Nuestros sacos y hábitos se renuevan con remiendos. Según esto, no hay que abreviar la mano de Dios, que con tan larga ha proveído y provee todos estos menesteres de nuestra sagrada Religión.
Acuérdense, mis hermanos, de cuando los hombres se contentaban con lo que yo digo, las capitanías que varones sanctos hacían y ordenaban en los desiertos para, con su exemplo, abstinencia y desprecio del mundo, combatiesen a los que seguían el mismo mundo, pues es verdad que, en los desiertos de Egipto, había abad que tenía tantos mill monjes debajo de una campanilla. Pongan los ojos en aquella dichosa injambre que a su cargo tuvo sancta Ursula: que, por no caber en el poblado, hizo corcho y vasija do labrasen la dulce miel de la alta contemplación en los desiertos y despoblados. ¿De dónde piensan que nace ahora el estar lleno el monasterio de monjas con catorce y deciséis? De que asientan real junto a los palacios de los reyes y quieren sustentarse y regalarse con la conserva y mazapán.
Oí yo decir de cierto convento de religiosos, que tenía más de catorce mill ducados de renta, que estaba empeñado en gran summa de dineros y que no se atrevían a recebir religiosos. Cierto que no sé qué me diga. En fin, saben más ellos en su casa que los que somos en ella ajenos. Sé decir que, mientras se hicieren edificios pobres y se comiere barato, que sin renta sobrará todo; y no será necesario detener los que vienen a pedir el hábito, sino que quepan todos. Y se ensanche
la Religión, que, por ser de la Sanctíssima Trinidad, no le tengo yo de poner puertas, pues es campo para todos aquellos que Dios trujere y llamare. Que en algo se ha de diferenciar esta Religión de esotras: que, siendo las demás jardín cerrado, ésta sea campo lleno de rosas y flores, en medio de quien está plantado el mismo Cristo, que de sí propio dice: [510r] Ego flos campi 54. Y así, no creo que hay que echarnos culpa al crecer e y multiplicar.
Una vez leí en un librillo de tropelías que, ayudando con los elementos en más fuerza, en menos tiempo crecerían lo que sembrasen, de suerte que, en muy poquito tiempo, dicen, nacería el perejil y otras yerbas si, habiéndolo sembrado en algún lebrillo o tiesto, le diesen lumbre por abajo y le fuesen echando agua y haciéndole aire. Ahora, pues, si, ayudando a estas semillas con estos elementos en más fuerza que las otras yerbas los tienen y gozan, crecen antes, ¿por qué, si Dios quiere ayudar con su gracia, con su calor f, rocío y viento del Spíritu Sancto, no tengo yo de tener confianza de que esto crezca en menos tiempo?
Hacen a esto una réplica y dan un inconveniente, diciendo: Señor, deseando crecer, recíbense muchos; no en todos se acierta. Yo digo que es verdad esto: que, recibiendo muchos, no en todos se acierta. Pero ¿cuántos hábitos se dan que, siendo errados en sus principios, son acertadíssimos en sus fines? ¿No han oído decir del otro que se entró religioso por robar una sacristía? Y después pudo con él tanto el buen exemplo de los demás religiosos, que lo vinieron a hacer de ladrón de oro y plata ladrón del reino de los cielos. Pregunto yo, ¿no fue sabiduría de Dios la que escogió a un Judas y con él mostró su misericordia y justificó su causa? Sí. Pues ¿qué inconveniente hay que, por los propios fines, entren en la Religión algunos aviesos y torcidos, siendo los que los escogen sólo hombres e ignorantes? Dicen más a esta réplica: —Padre, que no perseveran, que se van y salen dentro de un mes. Pregunto yo ¿qué me llevan cuando se vayan? ¿No se han azotado tres veces cada semana, tenido tres horas de oración cada día, dormido en el suelo, ayunado g a pan y yerbas? La Iglesia ¿no tiene una cuaresma para buenos y malos, en que por cierto tiempo ayunan y maceran su carne? Si éstos se salieren, poco inporta; sírvales por codicilio, si no fuere testamento; sírvales de cuaresma. Que, en fin, cuando se vuelvan al mundo, allí les estará dando sobresaltos el corazón y la conciencia los estará remordiendo, y lo pasado les servirá de freno para muchas cosas que no se atreverán a hacer; y la dentera de lo pasado no les dejará comer, como dicen, a dos carrillos las cosas del siglo.
Y así me parece queda concluido que a nuestra Religión no hay que argüirle por esta parte, pues por tantas aguarda a recebir mercedes de la mano de Dios, a cuyo cargo están pocos o muchos los que en la Religión estuvieren.
6. Más sobre la recepción de «niños»
[510v] Cierto que me parece no acierto a salir de esta materia, porque confieso que, en cosas tocantes a la disposición de nuestra Religión, soy temerosíssimo; y quien h, conociendo cuán colérico soy y tardo en el obrar cualquier cosa que se nos ofrece, echará de ver con los medios que yo procedo, aguardando o que Dios lo enseñe u otro lo haga, y yo no yerre. Y así, cuando me dicen que recebimos muchos niños y que crecemos mucho, yo tiemblo y temo y pienso que ya todo va perdido. Y de la aflición que de cosas semejantes recibo, vengo a scudriñar y a escribir esto, como quien vuelve por su partido y desea saber si hay razones que me convenzan a proceder en esta forma. Y estas que digo, ellas son caídas y no premeditadas ni consideradas. Los que las leyeren, las miren y enmienden el avieso de lo que en mí fuere errado.
Sé decir que, si niños se reciben, que no los atraemos con confites i, sino con canelones de disciplinas j que de ordinario reciben. Pues digan por charidad, ¿quién más teme los azotes que un niño, que, por huirlos, se sale de casa de su padre y gusta de perder el regalo que allí tiene, porque el padre no lo azote? Pues vuelvan esto al revés, y digan que estos niños que aquí se reciben, porque los azoten, dejan el k regalo y se salen de casa de sus padres, donde por momentos traían el pan en la mano, y se entran donde ni hay almuerzos ni meriendas, sino continua abstinencia.
Y el ser muchos los que vienen, es pronóstico de buen l año. Y el que hace la simencera debe de tener esperanzas de coger bien. Pues aun acá vemos labradores que, si han leído en el reportorio que el año viene bueno, gustan de pasar necesidad a trueco de que se siembre todo el trigo que hay en la troje y no quede nada. Pues ¿por qué hemos de tachar a Dios, que no tiene necesidad de pronósticos ni reportorios para saber cuándo se ha de coger, de que siembre mucho y que guste y quiera que no huelgue ningún rincón de esta su Religión? Aunque ahora se pase algún trabajo y necesidad, de que no haya mantas ni tablas para todos, cogerá nuestro amo y remediarse ha todo.
Y si la semilla que siembra parece menuda, por ser muy niños los que trai a la Religión, adviertan que Cristo compara el reino de los cielos a un grano de mostaza, que entre las semillas es la menor y, sembrado y crecido, viene a ser árbor en que las aves del cielo hacen sus nidos 55. Si la naturaleza obra esto con un granillo de mostaza, ¿por qué la gracia no obrará lo propio con un niño sembrado m de la mano de Dios en la Religión? A quien David llama tierra derecha, diciendo: Spiritus bonus deducet me in terram rectam 56. Llámale tierra derecha, porque
no tuerce lo que n siembran en ella o, como otras, [511r] que, si sembráis en ellas trigo, cogeréis centeno o mijo.
Y más, que esta semilla de la mostaza, aunque es pequeña, tiene en sí recogida virtud p que otras más grandes no tienen, de suerte que, si la coméis sin tiento, os hará estornudar mill veces. Ahora, pues, si un niño tiene la viveza y corazón que a muchos grandes les falta, de quien se ha de temer su flojedad y tibieza por ser hombres descorazonados, ¿qué? ¿Hay que dificultar el recebirlos, si Dios les tiene dado fuego y calor del Spíritu Sancto, con cuyo exemplo y confusión hagan dar a los grandes mundanos mill arcadas y estornudos, descubriendo su frialdad y tibieza?
El elefante q dicen que su contrario es el ratón r, el cual se le mete por la ventana que tiene en la trompa y lo derriba. Pues no es cosa misteriosa que un ratoncillo derribe en tierra a un elefante, animal tan grande y de tanta presunción que le llaman señor don Pedro, don Diego, etc., qué mucho que unos frailecitos, como ratoncillos, sean contrarios de la grandeza del mundo, y el exemplo de ver un niño descalzo y desnudo se le entre en las entrañas al que en el mundo se llama don Pedro, don Diego y señoría, y dé con él en tierra, digo en una grande consideración que su majestad y grandeza ha de dar en tierra y en polvo y en ceniza.
Pregunto yo, ¿no fue una chinilla sin manos, que salió de un monte, la que derribó s la estatua de Nabucdonosor, cuya cabeza era de oro, pechos de plata y vientre de bronce y pies de barro? Salió y hizo su golpe en la parte baja, que eran los pies, y deshizo aquella máquina 57. ¿Por qué no hemos de entender hará Dios lo propio con uno de estos niños que trai a la Religión, cortados del monte del mundo y de la naturaleza humana tan sin tiempo que, a no ser la mano de Dios la que los cortaba de ahí y los sacaba, apenas pudiéramos decir ellos aun las tenían para obrar, por ser su edad tan tierna, y con estos tales niños derribar la máquina del mundo y sus grandezas, y tantas estatuas como por esas calles veo tan soberbias y levantadas, que quieren combatir con los cielos? Bastan, a mi parecer, para esta obra niños y chinillas, que, si la cabeza es de oro y los pechos de plata, los pies son de tierra. Y para desmoronar un terrón t, basta una china.
Ahora, pues, para aquella estatua que decimos, salió una pedrezuela; que, si muchas hubiera, muchas salieran. ¿Quién no ve que en el mundo no sólo hay una estatua, sino millares de ellas? Y así son menester millares de chinillas y millares de niños, que confundan [511v] tanta vanidad y soberbia. Díganme por charidad, ¿a cuántas señoras fuertes habrá confundido el exemplo y vida de la niña Inés, que de trece años confundió la soberbia del mundo y salió con inmensas victorias? Supuesto
esto, digan a los que hacen estos argumentos: Sinite parvulos venire ad me 58, que dice Cristo; dejen pasar los niños a Dios, que, si se ha visto condenarse niño de siete años, bien es que dende esa edad se ponga en seguro y mire por sí.