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San Juan Bautista de la Concepción Obras II – S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
IV PREGUNTA Monjas en la descalcez trinitaria
La cuarta pregunta que en este tratado propusimos fue si en nuestra sagrada Religión convendría haber monjas. A lo cual respondieron personas experimentadas y siervos de Dios, como son los padres carmelitas descalzos, que no. Y ellos eran de ese parecer porque si ellos ahora las hubieran de fundar no las tuvieran; pero como su sancta madre fue el principio, enpezó por monjas.
Lo segundo con que esto persuaden es porque dicen que, cuando sean sanctas, son causa de grande distracción a los religiosos, que eran molestas, pesadas, importunas, y que esto no lo podían escusar y que, puniendo los ojos en estos y otros inconvenientes, los padres de la Compañía de Jesús no las tenían ni habían querido admitir y que al padre fray Pedro de Alcántara, gran sancto y siervo de Dios, le habían rogado se encargase de las monjas descalzas de la emperatriz que están aquí, en Madrid 1, y que no lo había consentido ni admitido.
Pide ahora cierta persona sierva de Dios, que se ve obligada y como compelida en esta Religión de los descalzos de la Sanctíssima Trinidad a tener monjas y a hacer conventos y no querría errar ni ir contra la voluntad de Dios, que le respondan y satisfagan a las razones arriba dichas y le den otras con que se consuele y entienda acierta en esta hechura y propagación de su sagrada Religión y hábito en las sanctas monjas que entiende Dios ha de dar a esta sagrada Religión.
Este es negocio, lo primero, que debe encomendarse mucho a Dios y a personas sanctas y devotas para que Su Majestad a dé luz de lo que más convenga, solución para argumentos tan fuertes y razones que consuelen y animen a lo contrario. Que fío en Su divina Majestad nos ha de ayudar en cosa que tanto importa y conviene para salvación de tantas almas como son interesadas en la buena resolución. [280v] Es certíssimo, evidente e infalible verdad, al parecer de personas devotas y grandes siervos de Dios, que importa, conviene y es necesario haya sanctas monjas debajo de nuestra regla y sancto hábito de descalzos de la Sanctíssima Trinidad. Las razones que probarán y confirmarán esta conclusión se pondrán después, con todos los notables que para ello Dios ofreciere b.
Antes de pasar adelante, convendrá responder a los argumentos puestos por la parte contraria, antes que se olviden y vayan de la memoria, no obstante que parece primero se debía probar la conclusión, pues es muy ordinario de las pruebas y notables que se suelen poner en el cuerpo de la cuestión resultar claridad y resolución para los argumentos.
El primer argumento es que dicen los padres carmelitas descalzos que, con tener tantas monjas sanctas, si ellos las hubieran de fundar ahora, no las tuvieran, pero que como su fundador fue la sancta madre Theresa de Jesús enpezó por monjas. Ningún argumento puedo yo hallar más en mi favor que ése de que es gusto de Dios las tengamos. Porque si, para aquellos que no tienen voluntad de tenerlas ni las tuvieran ahora si ellos lo hubieren de hacer, buscó Dios, con su altíssima sabiduría, una traza tan admirable como fue dar fundador que fuese mujer, que pudiese deshacer el agravio que se pretendía hacer a Dios privándole de tantas almas sanctas por gente desaficionada a esas divinas y celestiales congregaciones; y para que esto se hiciese sin estorbo, ruido, contradicción
ni aun pareceres contrarios, quiso Dios que se fundasen primero y les ganasen por la mano. Pues si estas trazas busca Dios para los que no quieren, bien se deja entender gustará las haya en nuestra sagrada Religión, donde queremos y se puede hacer sin esas trazas.
El segundo argumento era que, por sanctas que fuesen, inquietan, perturban y estorban muchas cosas de las necesarias en los conventos de los religiosos. Respondo, lo primero, que quien peces quiere mojarse tiene, y que esa inquietud y perturbación por el bien de tantas almas es muy dichosa y bienaventurada. Un religioso se ocupa ocho días en estudiar un sermón, por ver si entre tantos oyentes hubiese alguno que quisiese mejorar su vida y costumbres, y vemos los trabajos que los sanctos y siervos de Dios han abrazado con gusto por aprovechar las almas; y del bienaventurado Javier se dice haber acompañado un soldado muchos años en todas sus obras buenas y malas, no participando de las malas, sólo por ver si lo podía reducir y enmendar de su mala vida. Esto no pienso hay que probarlo con más razones ni palabras, pues nos constan los trabajos, cansancios y afliciones de Cristo por nuestro bien, el cuidado con que los ángeles buenos son nuestros tutores, procuradores y rabadanes, [281r] y que si fuera lícito a los bienaventurados dejar aquella gloria y cielo por sólo aprovecharnos en el camino de la verdad, lo hicieran.
¡Oh Dios eterno! Y si tú, con tu poder y saber, a todos los que de esto pueden tratar les abrieras los ojos para que consideraran aquel encendidíssimo amor que ardía en los pechos de los fundadores de las religiones cuando con tanto trabajo andaban buscando soldados de Jesucristo con que poder hacer sus c batallas, cómo las molestias y pesadumbres que pueden dar unas sanctas monjas no seríen pesadumbres, sino gustos y bodas, ser causa de que más y con más veras haya quien alabe un tan gran Dios y Señor como todos tenemos, digno de ser alabado y reverenciado incesablemente de gente sin número. Envía Cristo a sus discípulos a predicar la ley evangélica; cuando vuelven diciendo el provecho poquito que aun entonces hacían, aquella sanctíssima alma se enllenó de gozo y regocijo y, puestos los ojos en el cielo, enpezó a dar gracias a su eterno Padre, diciendo: Confiteor tibi Pater 2, etc. Y cuando otra vez le entró a decir san Philipe que allí estaban unos gentiles que le deseaban ver, también se volvió a su Padre dándole infinitas gracias porque lo honraba y clarificaba en la confesión de la nueva gente 3.
¡Oh padres míos, cómo si padecieran juntos todos los trabajos que se pasan en el mundo y llevaran a sus cuestas todas las cruces y molestias que tienen los hombres, cómo no era peso para tan divino contrapeso como Dios les ha dado en darles sanctas monjas! Y porque después hemos de tratar de esto en el cuerpo de la cuestión d, sólo digo
ahora que con ese argumento, como sanctos y siervos de Dios, han querido probar el ánimo, brío y gana que se tenía para cosa tan sancta que, aunque dificultosa, fácil por ser Dios tan interesado en ella. Propio es del mercader que gusta y quiere vender una cosa al que no la conoce, para que la conozca hacer un desgaire y desvío con su ropa, diciendo: Vaya vuestra merced, que esta ropa no es para él e; sepa que no es buena. Y esto para que descubra la gana y pedirle mucho por ella. Pudo ser que estos sanctos padres nos f conociesen por pobres de caudal tan subido como para este trato era necesario y que, para que creciese la gana y subiese el precio al que entendía se lo habíen de dar barato, dijesen que no era officio para nosotros, ni aun para ellos, por ser costoso de trabajo, molestias y pesadumbres.
Quisiera yo, padres míos, consideraran los fructos, provechos temporales y espirituales, que con sus sanctas monjas han tenido, cuando se acuerdan de los cuidados y pesadumbres que les dan. Paréceme están bien pagados, pues lo que de ellas reciben es [281v] espiritual y de lo que se quejan es temporal. Cuando Dios crió a Eva, dice la sagrada Scritura que envió Dios un sueño divino y espiritual con que Adán quedó arrebatado, enajenado y transformado en Dios et tullit unam de costis eius 4; y de allí formó Dios la mujer y volvióse a Adán y entregósela para que la amase y quisiese como pedazo de su propia persona; y así, él el primer requiebro fue llamarla «güeso de mis güesos» 5.
En el nuevo mundo que la religión de vuestras reverencias goza, usó Dios de esta misma traza, sacando esa sagrada religión de un principio, salvo que no fue hombre, sino mujer, aunque en la fortaleza más que hombre, a quien el cielo dio tan soberano sueño, tan alto y tan divino, que, transformada en Dios por altíssima contemplación y unión, Su Majestad, de un pedazo de este cielo o mujer divina, sacó Dios los religiosos descalzos para que, viendo que eran pedazos de una sancta mujer, amasen g, quisiesen sus hijas y con amor y charidad llevasen y sufriesen sus molestias y pesadumbres, si las tuviesen, y ellas les pagasen en amor y charidad, considerando que son güesos de sus güesos, que son hechura de su sancta fundadora; y así, juntos con un alma y un spíritu, hiciesen un mundo lleno y cumplido como en el principio del mundo, cuando le pareció a Dios que no era bien estuviese el hombre solo, sino que se le diese compañía para que con ella pudiesen abrazar las cuatro partes del mundo. Y de esa misma suerte y con esta sancta y divina compañía, vuestras reverencias pueblan, enllenan el mundo, pues apenas hay lugar o villa que sea de consideración que, si no la conquistan y avecindan los frailes, las monjas las pueblan y habitan. Esta verdad bien la conocen vuestras reverencias. Pues si la conocen, llano es que se burlan en decir que a nosotros no nos conviene; y si hablan de veras, diré que en vuestras reverencias se cumple el refrán:
una madre para cien hijos y no cien hijos para una madre. Que fuese bastante para tantos hijos una sancta mujer y que tantos hijos no sean para llevar los trabajos y molestias de una madre, que es la sancta congregación de mujeres que vuestras reverencias tienen, no dice bien.
También me parece que vuestras reverencias se burlaban porque, si eso fuera así y no fuera prueba, habíemos de ver en vuestras reverencias enmienda de ese arrepentimiento que tenían de tener monjas con no fundar más monasterios, pero veo que cada año unos pueblan y otros mejoran. Luego es prueba y burla. [282r] Por cierto, mis padres, si no fue burla, tengo de juzgar que como la emulación en cosas de virtud es muy sancta —como san Pablo dijo: Melius est michi magis mori, quam quis evacuet gloriam meam 6; que quisiera más morir que nadie le apocara su corona ni se la disminuyera—, tengo de entender que como en vuestras reverencias hay tanto fervor, tanta charidad y celo, que lo tuvieron de que se levantase otra religión que les disminuyese su gloria y corona, y que para tan sanctas monjas como tienen se les hizo habíe pocas mujeres en el mundo y no nos debieran de querer dar parte de ellas.
Y si sienten tanto los trabajos y molestias que con ellas tienen, podría ser quizá por este celo: que, no acordándose tantas veces como deben que los bienes que gozan los unos y las otras h están mancomunados y en montón, celasen el ver lo mucho que ellas ganan y querrían las ganancias propias y las que parecen ajenas por propias. De Alexandro se dice i que le pesaba a un hijo suyo porque ganaba tanto mundo y dejaba poco que conquistase él, quiriendo las victorias aún más propias que las que se ganan entre padre y hijo. De la misma suerte, estas sanctas monjas conquistan y j van ganando grande parte del mundo, y aunque estas ganancias, por ser de madre, son propias de los hijos, pero con todo eso los propios hijos aún quisieran más propias las coronas.
Ninguna religión, a mi parecer, debe querer tanto a sus monjas ni sufrir ni llevar de mejor gana sus molestias y pesadumbres que estos sanctos padres. Lo uno, por la razón dicha: que ellas son las madres, granjeándoles este título y nombre la sancta Theresa de Jesús, y ellos son los hijos y así sería mal contado. Lo segundo, digo que suele haber entre los hermanos y hermanas algunas cosas de pena y pesadumbre porque, como los hermanos granjean, ganan, trabajan y afanan, y ellas se están en casa sentadas, paréceles molestosa cosa tanto trabajar para sustentarlas y dotarlas. Pero entre vuestras reverencias cesa esta razón de pena, porque los trabajos los tienen muy partidos y, si vuestras reverencias salen a la guerra k y conquistan reinos para que pueblen monjas, ellas hacen lo propio, pues habiendo vuestras reverencias acometido
a Francia l, como yo sé, y no habiendo tenido efecto sus fundaciones, acometieron las sanctas monjas y salieron con la victoria 7, cumpliéndose en ellas lo que estaba profetizado por [Jeremías], que dice que habíe de venir tiempo en que la mujer cercase al varón 8. Y así lo han hecho [282v] estas sanctas mujeres que con sus oraciones, industrias y virtudes cercaron y rondaron las m calles de aquel reino n, lo aficionaron y trujeron a sí, entraron en él y pusieron su bandera en lo más alto de muchos corazones de poderosos y grandes de aquellas provincias.
Paréceme han sido fuertes amazonas, de quien scriben que, cortándose el un pecho porque no las impida para el jugar o las armas, el otro, creciéndoles mucho, se lo echan al hombro y así van a la guerra solas y sin hombre y alcanzan sus victorias y ganan muchas tierras. Por este nombre «pecho» la Scritura sagrada entiende el amor y afición; y de esto hay muchos lugares 9. Los dos pechos son dos aficiones, uno a las cosas de tierra y otro a las cosas del cielo. Pues estas sanctas mujeres, para mejor y más fuertemente pelear, cortáronse el un pecho, quitaron la afición de las cosas de la tierra, desnudáronse de todo interés, que es lo que hace ser aborrecidos a los siervos de Dios, y el p otro pecho, que fue el del amor de Dios, el de la oración y contemplación, creció tanto en ellas que con este amor al hombro q, sobre que se lleva la carga, el peso y las armas, como que sirviera de almohadilla y de relieve, se entraron en reinos estraños a ganar tierras para Jesucristo, entrando en Italia y en Francia, y caminarán a Persia y a otros reinos. Luego si por un parejo ganan y trabajan las monjas como los frailes, ¿por qué han de sentir ellos los trabajos y cuidados que tienen en las cosas que a ellas se les ofrece haberlos menester? Y porque todo vaya bien partido, yo sé han dotado muchos conventos de monjas a otros de frailes [de] dineros y haciendas con que se edifican.
Si es cosa molestosa tener monjas y ésa fuera ocasión bastante para que nosotros no las tuviéramos, la misma razón habíe de correr por todas las religiones, y según eso ninguna orden habíe de tener monjas. Y si no hubiera monjas es cierto que no hubiera habido en el mundo la sancta madre Theresa de Jesús, pues ahí es donde Dios la escogió y sacó para hacer las obras que hizo con ella, y ex consequente no habíe de haber frailes carmelitas descalzos, pues con ese medio determinó Dios hacerlos y edificarlos.
Diránme: Bueno es que las haya, pero que los frailes estén desembarazados de ellas. Pues respondo yo: si los hermanos, los de una religión [283r] y profesión no cuidan de eso, ¿cómo han de acudir los
que son de otro hábito, a quien no le duele ni le va en ello? Y si ellos dicen que tienen monjas porque las fundó su sancta madre, acá las hemos de hacer porque ellas no tienen esa sancta madre que las haga. Y si una vez usó Dios de un medio extraordinario optentoso, no quiere siempre desencajar y desencuadernar las cosas de su vía ordinaria, sino que las mujeres se estén en casa quietas y que los religiosos traten y negocien lo que a los unos y a los otros conviene.
El tercer argumento es que los padres de la Compañía de Jesús no las tenían ni habían querido admitir.
Respondo, lo primero, que antiguamente mandaba Dios que no fuesen a la guerra los recín casados 10 y los que tuviesen recín plantado algún majuelo 11; que parece para la guerra quería Dios gente desembarazada y no estorbada con la afición de la mujer y de los hijos y con la labor r y fructo temprano de su heredad. Pues digo que, habiendo nuestro gran Dios de cometer gran parte de la conquista del mundo, donde no creían en un solo Dios verdadero ni habían recebido el sancto Evangelio, a los padres de la Compañía de Jesús, los quiso desembarazados, sin esos desposorios y casamientos spirituales y sin que tengan esa heredad divina y congregación de sanctas mujeres, para que, en cualquier tiempo que por orden de Su Majestad les vengan las missiones de veinte en veite, nada tengan que los enbarace, sino que con grande osadía y libertad entren en esas Indias orientales y occidentales, en ese Japón y en esa Persia y en todas las partes del mundo predicando el sancto Evangelio y derramando de muy buena gana la sangre por Cristo, sin que haya amor propio que la detenga en sus venas, sino desprecio de todas las cosas de acá, que con facilidad la entriegue por lo que tanto vale.
Respondo, lo segundo, que los padres de la Compañía de Jesús tienen más monjas que todas las religiones juntas por el modo más admirable que se puede imaginar en el mundo, modo que nadie lo pudo inventar ni hallar sino la sabiduría de Dios, que fue servido aprovecharse de estos sanctos padres para obra tan admirable que sobrepuja a todo saber humano. Digo, pues, que estos sanctos padres tienen más mujeres recogidas, que con particular cuidado tratan de Dios, que todas las religiones juntas. Pruébolo. No hay casa principal y de consideración [283v] donde no tengan una o dos monjas que, si no cercadas con esas tapias y murallas, tienen otras de grande consideración que las tienen encerradas y detenidas en particular recogimiento, que es la obediencia que tienen dada cada una s a sus confesores, la virtud que tienen granjeada en tal communicación y compañía.
¡Oh, cómo se pudieran scribir muchos libros de la muchedumbre de sanctas mujeres que tienen estos sanctos padres por esos rincones, lugares públicos y secretos! En los secretos, grandes penitentes; en los
estrados y grandezas, heroicas virtudes tapadas y escondidas en lo secreto de su corazón. Bien pocos días ha que topé yo cierta persona murmurando de una mujer que le habíe hallado un scrito lleno de oraciones jaculatorias de un padre de la Compañía de Jesús. Tal sea mi vida como son los tales scritos.
Digo más: que para hacer a una mujer monja son menester ya tantas cosas que son muy pocas en las personas que se hallen las condiciones que para eso se requieren: que sea moza, joven que dicen, porque si es vieja no la quieren para el convento, que no sea casada, que tenga dote. Pero, pregunto yo: ¿cuántas casas hay llenas de todo género de gente que, sin reparar en condiciones, por doctrina y enseñanza de estos sanctos padres, sirven a Dios con grandíssimo cuidado y perfección? ¡Qué de niñas, viejas, mozas, doncellas, casadas y viudas que, sin ser para estas sanctas congregaciones, sin t dotes o riquezas, encerradas en sus casas con un pedazo de pan, están ocupadas en continua oración, acudiendo a menudo a dar cuenta de su aprovechamiento! Según esto, si bien se quiere considerar, tienen más gente recogida que trata de Dios que monjas hay en tantos conventos. Más, que tienen y gozan este bien sin las molestias y trabajos que tienen esotras religiones, las cuales, tiniendo a su cargo las monjas, son obligados a hacerles sus negocios, salir a sus pleitos y tomar a su cuenta sus cuidados. Pero en este nuevo modo de conquistar almas y apartarlas del mundo para Dios, no tienen necesidad los padres de la Compañía de esos trabajos y cuidados, porque en u este modo nuevo de tener siervas de Dios, está la doncella a cargo de su padre, la casada a cuenta de su marido, la pobre a cuenta del rico, la viuda a cuenta del pariente y cuñado, y todas ellas juntas tienen cuidado de estos sanctos padres. Miren si el modo es nuevo, admirable, de honra y provecho 12.