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San Juan Bautista de la Concepción
Obras II – S. Juan B. de la C.

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VIIRESPUESTA A LA SEPTIMA DIFICULTAD

 

 

[304r]                                      Jhs. M.ª

 

            El sétimo cargo: que algunos hermanos no están muy pacíficos y sosegados. Este capítulo y cargo así mirado a carga cerrada, parece descubrir alguna inquietud o perturbación que haya habido en la Religión entre algunos hermanos. Pero, sabido el caso, será Dios servido haya sido para mayor bien de la Religión y para que en ella dende


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sus principios se entable lo que fuere más perfección y honra de nuestro Señor.

 

1.         Las porfías entre siervos de Dios

 

            No es nuevo entre siervos de Dios haber altercaciones y porfías, deseando cada uno por su parte sea Dios más glorificado en lo que es más perfecto. El camino del cielo, aunque es uno, tiene muchas sendas por donde Dios lleva y encamina tanta diversidad de gentes, dándole a cada uno aquella que es más conforme a su condición y natural, el cual no quiere Su Majestad destruir sino perficionar en los medios que él tiene determinados con que cada uno ha de aprovechar en el camino del cielo. Y aunque es verdad que la entrada de estas sendas es angosta y estrecha pues pide a los que entran por ella vengan pobres, desnudos hasta de su propio parecer, pero una vez allá dentro son caminos apacibles y deleitables, donde vistiéndolos Dios de celestiales dones gusta y quiere cada uno tenga su parecer conforme al bien que recibe y al camino por donde ya Dios lo lleva con su particular gusto, no forzado sino de propia voluntad; porque, como digo, aunque pidió nadie la trujese sino que todos viniesen desnudos del viejo Adán, pero, vestidos después de la gracia con que gozan en el estado en que están de unas spirituales y celestiales bodas, mucho se deleita Dios de que sus siervos tengan propia voluntad —pues ya no es humana conforme a las leyes de la carne sino divina conforme a las leyes y fueros del spíritu—, con que cada uno diga cómo le fue en el convite y boda.

            Y si es verdad que en el conocimiento de las cosas naturales vemos cada día tantas altercaciones, quiriendo cada uno alabar y defender, como dicen, sus agujas, informando los unos y los otros de la bondad de las tales cosas según Dios les dio entendimiento para las penetrar y según se conforman con sus condiciones y naturales, ¿por qué hemos de quitar entre los siervos de Dios la altercación y disputa de las cosas sobrenaturales?, de quien Dios muy de ordinario tiene ilustrados sus entendimientos y descubierto [304v] cuán diferentes agujas son las cosas sobrenaturales y espirituales con que zurce Dios y cose cosas tan diferentes como es lo natural y sobrenatural, temporal y espiritual, pues juntan a Dios con el hombre y lo unen de tal manera que, siendo un alma endiosada, parece un vestido aforrado con el mismo Dios; de quien tengo por inposible haya quien deje de porfiar que aquello es lo mejor. Y es así que, como él lo goza y trata con mayor conocimiento por la parte que se le muestra Dios, le parece que es más conveniente camino; y así, en cuanto percibe que los caminos de los otros son diferentes de los suyos, porfiará, si fuere necesario, contra los propios ángeles.

            Y aun pienso eso fue lo que la esposa quiso dar a entender a sus compañeras a cuando, andando a buscar a su esposo, las conjuró que,


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si lo topasen, le diesen suyo un gran recado diciéndole cuán herida estaba de amor. Preguntáronle sus amigas y compañeras b: ¿Quién es tu amado que así nos conjuras? Respondió la esposa descubriendo las partes y hermosura de su esposo; y después de le haber dado apodos y por semejanzas haber descubierto las grandezas de su esposo, dice: Electus ex c millibus, es mi amado escogido entre millares 1. Que fue decir, tomando aquel número d indeterminado por infinito: no hay otro como él. Venid acá, esposa sancta, estas hijas de Jerusalén a quien vos preguntáis ¿pensáis que son ciegas, que se han de haber enamorado de lagañas? Y que siendo hijas de Jerusalén, las llamáis nobles, honradas, principales, discretas y hermosas; y que quien tiene esas propiedades, o tendrán tan buen esposo o podrá ser que sea el propio vuestro, pues todo se usa en los desposorios espirituales, que uno que es infinito sea amado de millares.

            Es lo que vamos diciendo, que un alma humilde jamás piensa que a nadie se le ha descubierto Dios ni entregado con tan admirable hermosura como ella le goza; y que ningunos caminos hay tan apacibles como aquellos por donde Dios la lleva; y que, cuando Dios se particularice con los humildes y en ellos tenga puestos los ojos para los enllenar de celestiales bienes, piensan aquellos, en quien Dios tiene derramado charidad en sus corazones, que nada puede llegar a los derretimientos que en ella el Spíritu derrama. Y así cada uno, en la virtud que Dios puso en él y en que el spíritu se particularizó; no digo que cada una persona se tenga por más sancta, que eso ya fuera soberbia, sino que cada una se tenga por más obligada a los largos y continuos beneficios que de Dios recibe, en cuya comparación, como digo, los que tienen y gozan los ángeles les parecen pequeños; que así entienden por estas hijas de Jerusalén los ángeles del cielo, [305r] a quien los sanctos llaman celestial Jerusalén, o por lo menos serían las almas sanctas e que gozaban de Dios.

            Es muy diferente el trato y suertes de las cosas de la tierra que a los hombres cain, según consideran la ventura de cada uno, que por grande y dichosa que sea la que a mí f me cayó, siempre me parece mayor la de mi compañero por pequeña que sea; de donde se vino a decir: Nemo sua sorte contentus est, nadie está contento con su suerte 2. El rey envidia la del caballero por parecerle es sin cuidados, y el caballero la del labrador por sus pocos cumplimientos, y el labrador la del holgazán pareciéndole que es vida con menos afanes g que la que él goza; y ha llegado este descontento que cada uno tiene con la suerte que le cabe que han venido a escribir libros en alabanzas de la vida del ganapán y del pícaro, pareciéndoles aquella vida más dichosa. Y aun


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de aquí nacen todos los disgustos y descontentos del mundo, sus melancolías y angustias por parecerle a la casada que es mejor la vida de la soltera (no trato aquí spiritualmente en grados de perfección, sino en echar juicios de cosas de gustos); la monja quisiera ser casada; la casada, viuda; la viuda, doncella; y todo es llorar cada uno la suerte desgraciada y errada que le cupo. Yo pienso es la razón que, como todos los del mundo buscan gustos, contentos y reposo en la h suerte que poseen, lo cual es inposible acá en la tierra ni hallarle en las cosas que están debajo del sol porque todas están llenas de aflición de spíritu, de aquí les nace este descontento y amargura que tienen con su estado y suerte; de aquí las envidias, las inquietudes y súbitas mudanzas que todos los que viven [en] el mundo tienen, andando siempre como lanzaderas de tejedor, yendo y viniendo con su hebra a ver si en alguna parte hallan reposo. Y no advierten los pobres que, así como esta lanzadera, cuando va y viene y pasa por entre las hebras de lo que se teje, siempre lo tejido y lo mejor es lo que deja atrás tejiéndolo a costa de sus propias entrañas, pues allí las va dejando desenvolviendo la hebra del ovillo y mazorca que lleva dentro de sí, y que lo que está adelante no es otra cosa sino unas hebras sparcidas que para nada valen por estar cada i una de por sí. En esta ceguera andan los hombres yendo y viniendo de un estado a otro estado, de una suerte a otra suerte, de un lugar a otro término, tejiendo y juntando [305v] lugares a costa de su propia vida y entrañas, que siempre se van dejando atrás en la vida y officios pasados. Y que lo que está delante son cosas diferentes y cada una de por sí, de suerte que si se han de juntar ha de ser a puro trabajo e inquietud, ir y venir; y lo peor es que no saben si tienen hebra o vida con que zurcir y juntar las cosas que desean.

            No alarguemos esto más, que materia es bien clara, y para todos los que la leyeren bien probada en la batería de pensamientos que pasa dentro de su corazón cuando le parece la mujer fea de su vecino más hermosa que la suya, y la hacienda y viña del pobre Nabot, de mayor recreación j que los apacibles jardines de los reyes Acab y Jezabel 3, y aun los mendrugos que lleva el pobre en su taliguilla llena de piojos, más sabrosos que su pan floreado, y los sayales del rústico carbonero, mejor que sus sedas. Y aun podría ser acertase en esos juicios, pero desacierta, porque es vicio quien le mueve a la agitación de estos pensamientos.

            Pues esto es fácil su inteligencia, pasemos adelante a la suerte dichosa y bienaventurada de los justos, en quien cada uno halla gusto, contento, reposo, dicha y bienaventuranza. Y de suerte ninguna en él puede caber invidia de pretender otra suerte más de las que Dios les tiene dadas, porque, como son suertes de manos acertadas, a cada uno le cupo aquella que le vino al justo y le cuadró. Y aun podría ser fuese ésta


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la razón por qué las suertes que echaron los apóstoles a Matías y a Joseph del apostolado que habíe perdido Judas, llamaron justo al que no le cupo, puniendo por sobrenombre a Joseph justus, para dar a entender que ésa fue la suerte que le convino y la que le vino al justo, caerle la del apostolado a su compañero 4. Vamos, mis hermanos, al cielo y preguntemos a los bienaventurados, a los menores y mayores, donde hay tantas mansiones y moradas 5, cuál es la mejor. Es cierto que cada uno tiene la suya por suerte con mill mejoros, porque le viene al justo a cada uno lo que tiene. Pregúntenle a un niño si es mejor el vestido grande que tiene un hombre que el que él viste. Dirá que no por cierto, y porfiará todo lo que quisieren, porque el que él viste le viene al justo, le abriga y tiene contento. La razón desto es porque cada uno en la suerte que le cabe halla lo que [306r] busca y desea. Porque, como decíamos denantes, siendo Dios el que reparte estas suertes, a cada uno le tiene medido y conocido su corazón, y sácale el vestido del tamaño y color que gusta. Y como ahí halla un hombre su gusto y contento k, parécele inposible que nadie le tenga tan ajustado y tan a propósito como él le tiene l; y su compañero está de una misma suerte, contento y con los propios pensamientos. Porque el paño de que se cortan estos vestidos diferentes, grandes y pequeños, anchos y angostos, todos son de una tela; sólo se diferencian en el color.

            Consideremos que de un mismo paño veiteidoseno de Segovia se sacaron cuatro partes de paño: una para Pedro, que se tiñó azul por ser él amigo de aquel color; otra para Juan, negro porque aquélla quiso; otra verde para Andrés; y otra colorado para Alonso. Grande yerro fuera porfiar entre éstos o invidiarse las suertes, pareciéndole eran mejor las de su compañero, pues es todo un paño m, una lana, un batán y una tijera. Antes, respecto del contento que cada uno tenía con el buen color que habíe scogido, deseara que su compañero anduviera del color que él vestía. De esa misma suerte a todos los justos, a todos los que tratan con Dios, los viste de una pieza, de una misma tela, de una propia gracia; un mismo sastre es el que cose y corta los vestidos; sólo se diferencian en n los colores diferentes, de suerte que la gracia que éste viste es de color amarillo y de muerte, porque siempre anda por Dios muriendo y luchando con la muerte; en el otro es de negro vistiendo siempre de tristeza y lágrimas por haber ofendido a Dios; en el otro es verde, porque de lo que más se precia es de esperar y confiar en Dios; el otro es colorado, porque lo que ama y más desea es más charidad. Cada uno está contento con su suerte, y tanto que nadie envidia la de su hermano; antes desea que todos tengan la suya, diciendo bien de ella para que todos la amen. Como hacía la esposa cuando a sus compañeras, que se la podían envidiar, les descubría mill perfecciones de su esposo, sin tener celos de que se le enamorasen de o él 6; porque, cuando un alma sancta


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considere que sus compañeras visten un mismo [306v] y propio Dios, no de un mismo p color pues el color que ella goza y viste en su esposo est candidus et rubicundus 7, blanco y colorado, un perfecto encarnado, y de este color le quisiera la esposa para todas sus compañeras.

            De aquí es que, vistiendo de este mismo paño los apóstoles de Cristo y de color negro de tribulación y trabajos, estaban con él tan contentos que dice san Lucas en los Actos de los Apóstoles que iban gaudentes a conspectu concilii, quoniam digni habiti sunt 8, etc.; que salían regucijados de los concilios de los phariseos, donde salían azotados, maltratados y afrentados. De aquí es que el glorioso Pablo dice que no se quiere gloriar del vestido que le dieron cuando lo subieron al tercer cielo, de color de cielo, de sus revelaciones y favores, sino de sus cadenas y trabajos, cárceles y azotes, porque ésa es la suerte que le cupo y la que le viene al justo y el color que él desea ut inhabitet in me virtus Christi 9; con eso vive en mí la gracia de Cristo, y no tengo que desear otra cosa. De aquí nacía aquel gusto y contento con que san Pablo avisaba tan continuamente de sus trabajos a todos sus hijos y discípulos, para que se aficionasen y amasen vestir del color que él vestía. Como bien se echa de ver en aquello que escribe a los corintios (1 Corinthii 4): Laboramus operantes manibus nostris, etc.; trabajamos q con nuestras propias manos; a todos bendecimos, y todos nos maldicen; padecemos mill persecuciones, sufrímoslas; blaspheman de nosotros, y rogamos por ellos; finalmente, no hay estiércol por los suelos ni suelas de zapatos ni cortezas de fructa arrojadas que anden más arrastrados que nosotros; pero advertid que no os cuento esto para os confundir ni que en vosotros la tristeza o pena sobrepuje el ánimo que tenéis, sed ut filios meos charissimos moneo; en fin, sois mis hijos, y cuando tengáis diez mill pedagogos y ayudantes, yo por el evangelio os engendré y soy vuestro padre que vuestro bien desea 10. Que no era otra cosa sino decirles y amonestarles como padre vistiesen del color que él viste, que es de tribulaciones y trabajos, porque en ellos siente tanta alegría y contento, que no sólo no envidia la suerte de su hermano, pero con entrañas de padre amonesta a que todos vistan la suya; y así, cuando le decían de las tribulaciones y trabajos de sus hermanos, en ellas se regucijaba, [307r] no porque estuviesen tristes ni pesarosos, sino porque le parecíe aquel color más agradable porque inducía a penitencia: Non me poenitet quia contristavi vos in epistola; nunc gaudeo, non quia contristati estis, sed quia contristati estis ad poenitentiam 11. Es muy lindo color, como si dijera san Pablo, el color triste porque causa penitencia; y así me huelgo de mis tribulaciones y de las vuestras.

            Vamos a san Juan y leamos sus epístolas y sus palabras. Todo es persuadir charidad y amor. ¿Qué es esto? Digo que es entre los sanctos una sancta porfía y altercación, persuadiendo cada uno a la virtud de


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que Dios lo vistió, pareciéndole que no hay otra suerte tan dichosa como la que a él le cupo. Y que, como cada uno de los justos tiene unas entrañas llenas de amor y charidad para con sus hermanos, desea que el bien que él goza, lo tenga y goce el otro justo; y que, pues él descubre tesoros y halla tierra firme por aquel camino, todos echen por el mismo, deseando que, así como él halló lo que pretendía por echar por allí, halle también su hermano lo que desea yendo el propio sendero y por los mismos pasos, que dieron con él en una plenitud de gozo y contento que tiene y posee.

 

2.         Ciertas porfías entre los trinitarios descalzos

 

 

Jhs. M.ª r

 

            Parece que los que leyeren este primer capítulo, se les hará tarde venir a entender las inquietudes y desasosiegos que nuestro cargo pone a algunos religiosos que hay s en nuestra Religión en la ocasión presente. Aunque, si bien se advierte, creo los fundamentos quedan ya descubiertos. Pero, porque hablemos más en particular y mejor nos entendamos, quiero poner el caso en propios términos; que será Dios servido aprovechen nuestras conclusiones a los que pasaren por este camino, si Dios fuere servido las saquemos en limpio.

            Nuestra regla está tan preñada de cosas que no sólo abraza una virtud sino muchas; no es el paño [307v] de un color sino de muchos. Y aun una soberana y divina mezcla que en ella puso aquel soberano Artífice que, enviando dende el cielo hábito de tres colores como tiene éste nuestro, en lo blanco del hábito, azul y colorado de la cruz gustó y quiso tuviese correspondencia la regla al hábito, de suerte que, siendo el hábito de colores diferentes y como el arco del cielo puesto en las nubes, fuese la regla de mezcla y de colores diferentes, de suerte que en la tela hubiese charidad para el pobre llagado y enfermo y fuese curado en nuestros propios hospitales, y misericordia derramada para los captivos, penitencia rigurosa para los de casa. Y que esta Religión fuese como aquella mujer fuerte de quien dice Salamón que hiló con sus propios dedos y vistió a sus criados de vestiduras dobladas 12; que se deja entender el vestido t seríe a cada uno conforme su tamaño y gusto. Pues siendo nuestra regla como una pieza de paño con diversos colores en diferentes partes, y como un divino injerto —que lleva u por unas ramas naranjas agrias, por otras dulces, por una limones y por otra hermosas sidras—, cada uno de los que en estos principios han llegado a coger fructa del árbor ha informado según el gusto percibe de la fructa que come y a que es inclinado para que, no invidiando


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la suerte de su hermano sino movido de charidad, abrace la que él tiene y la que él abraza. Ha habido en la Religión estos días altercaciones, porfías, cuestiones y diferentes pareceres sobre cuáles ramas han de ser deste árbor las principales y las que han de hacer guía. Unos dicen, aficionados al recogimiento y oración, que la clausura, que es gran cosa, que en ella se tiene a Dios; otros dicen, movidos de la charidad, que pobres y hospitales; otros, amando las persecuciones y trabajos y apeteciendo la ocasión del martirio, que redimir captivos; cada uno porfía y procura persuadir a su hermano las cosas de que él tanto gusta y en que le parece hallará grandíssimo aprovechamiento; y lo propio hace el otro hermano.

            Paréceme esta porfía bien parecida a la de los otros v cuatro ermitaños que, juntos un día de fiesta, trataron, sobre su pan y agua con que la habíen celebrado, de qué virtud cada uno [308r] más se preciaba. Dijo uno que él más se preciaba y deseaba ejercitar era en la paciencia, y así deseaba padecer por Cristo grandes enfermedades y disgustos; dijo el segundo que él de perdonar injurias, y así deseaba ser siempre injuriado por Cristo, que tanto lo fue por los hombres; dijo el tercero que él de hablar y tratar siempre cosas de Dios, y así deseaba ocasiones para que, junto con sus hermanos, siempre w estuviesen alabando y bendiciendo al que los ángeles están glorificando y sin fin diciendo: Sancto, sancto, sancto; dijo el cuarto que él de lo que más se preciaba era de oración, y así siempre buscaba la soledad. Cada uno de estos sanctos ermitaños procuró persuadir su virtud a sus hermanos y que cada uno se aficionase con la virtud que él estaba casado. Estando en esta altercación y porfía sancta y bien agradable a los ojos de Dios, oyeron un grito en que les dijo en suma lo que dejamos philosophado en el capítulo pasado, que decía así: el primero me halla, el segundo me tiene, el tercero me liga y ata y el cuarto me lleva. Que fue decir: todas son buenas suertes, en todas está Dios, todas son de un paño, aunque de diferente color; cada uno tiene la que ha menester, la que le viene bien y da gusto; todos van acertados y conforme a mi voluntad y querer.

            ¡Oh buen Dios eterno, y si x siempre en la Religión celebrásemos de esta manera nuestras fiestas! Si de esto y sobre esto fuesen nuestras cuestiones, a mi parecer serían como las de los dos ángeles que porfiaban sobre si habíe de salir el pueblo de Dios de Babilonia o se habíe de quedar captivo por más tiempo 13. A mi parecer, el un ángel debiera de tener puestos los ojos en los trabajos y persecuciones que aquel pueblo tenía, la paciencia con que las llevaba, los méritos y bienes que de allí le venían; el otro ángel debiera de mirar la grandeza de los sacrificios que en Jerusalén habíen de ofrecer, la paz, quietud y sosiego de su templo, la gloria que en él Dios tenía; y así, cada uno porfía.


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Porfías en que cada uno desea la mayor gloria de Dios y el provecho de su hermano; porfía para que mi hermano goce y coma lo que a mí bien me sabe; porfías y altercaciones que la voz del cielo los pone en paz y alaba todas las suertes: dichosa es tal altercación y porfía.

            Porfía y lucha [308v] hecha entre Jacob y un ángel. El ángel porfía que lo deje Jacob. Jacob porfía que no se le vaya el ángel. El ángel se quiere tornar de donde salió. Jacob porfía que le bendiga el ángel 14. El ángel, que es enviado, Jacob, que quiere decir el que ve a Dios, luchen y porfíen mucho de norabuena, que yo me holgara siquiera mirar la lucha y la porfía, en que cada uno salió mejorado, en que cada uno descubrió sus admirables fines e intentos. Destas porfías y querría yo hubiese muchas en nuestra sagrada Religión: porfías sobre alcanzar la bendición de Dios; porfía por ir y tornarse z presto a Dios, a la oración y recogimiento de que cada uno está aficionado; porfía por estar junto el bueno con el justo; porfía entre el que trata con Dios y en la oración y contemplación es un Jacob y el que en la obediencia es un ángel. Porfíen, que lucha es sancta; ellos saldrán de ella mejorados. Y si el uno parece queda cojo, queda bendito; y si el ángel parece va vencido, al cielo se torna. Y si por una parte parece la suerte de mi hermano coja, por otra está bendita y llena de mill bienes; y si, por una está la del contrario que porfía vencida, por otra está en compañía de Dios.

 

3.         Las malas porfías

 

            No son estas porfías y luchas como las de Esaú a y Jacob en el vientre de su madre 15. Que, si Jacob luchaba por la parte de Dios y de los justos, Esaú pretendía suplantarlo y vencerlo haciendo la parte de los malos malos. Porfía y pleito que siempre tuvieron: Jacob por conservar el mayorazgo que le venía y Dios le daba y la bendición del padre que heredaba; Esaú b por quitarle c a Jacob lo que no era de Esaú 16. Porfía y altercación injusta, donde el malo persigue y el justo injustamente es perseguido. Porfía por lo ajeno y con medios ilícitos es porfía abominable; porfías como las del mundo, por el mundo y por quien ha de salir honrado y quien ha de quedar vencido; altercación donde se busca honra y gloria a costa de la que mi hermano tiene y padece. Porfía como la de Farez y Zaran sobre quién ha de nacer primero para ser mayor en la casa del mundo 17, es porfía digna de ser aborrecida y condenada; porque [309r] en ella persigue el inobediente Saúl al humilde David y le quiere quitar la gloria debida que le dan las doncellas de Jerusalén, diciendo: Saúl mató d mill y David diez mill 18.

           


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Pues, como el mundo no sabe de otras porfías ni altercaciones sino éstas, que son injustas con medios injustos y fines perversos y causas abominables —pues quien mueve es invidia, lo que se pretende es soberbia, con lo que se busca es engaño y mentira—, piensan, pues, los del mundo, que no saben sino de esto, cuando ven entre los justos y siervos de Dios que altercan y porfían e, que riñen, piensan que anda por allí la envidia, la soberbia y el engaño. Miran con los ojos de afuera, ven voces y porfías, están ciegos, en los de dentro no conocen los sanctos fines. Ven por de fuera, como decíamos denantes, que de la lucha queda Jacob cojo y el ángel va como f vencido; quien no mirare más que esto, ¿qué ha de decir de la lucha sino murmurar y decir que es gente inquieta la que porfía y alterca? Pero el que pasa adelante y ve que es lucha entre Jacob y ángel, déjalos; y si él no tiene ojos para conocer los altos fines que tiene la lucha y porfía, remíteselos g a Dios, que es el que los puso en el puesto y palenque para que se diesen de las astas.

 

4.            Utilidad de la disputa y de la porfía

 

            Quiero decir aquí un cuento que le sucedió a un siervo de Dios de nuestros padres del Paño, arguyendo en un pueblo con un religioso de otra orden, que pienso ningún exemplo mejor nos declarará lo que vamos diciendo. El argumento era de theulugía, y delante estaba una buena vieja. Nuestro fraile del Paño era tenido por un sancto. En el argumento altercaba y porfiaba nuestro fraile con voces y razones. La buena vieja, cuando lo vido porfiar, fue a él y díjole: ¡Ay, padre mío! ¿Cómo porfía tanto? Dése por vencido, que es más humildad, pues vuestra paternidad es un sancto. Pasando adelante el argumento, dijo nuestro fraile al otro padre que, sin responder, todo era darle doctrina: no me dotrina, padre, sino responda. Ya la vieja no lo pudo sufrir; vase a él y dícele: ¡Ay, [309v] padre mío! ¿Qué ha dicho, que me ha escandalizado? Todos hemos menester doctrina, ¡óigale y calle!

            De suerte que los que oyen las voces y las altercaciones, en lo que no saben ni entienden, juzgan de esta manera a los sanctos, y a los h que con virtud y justicia arguyen, los llaman porfiados; y si pasan adelante, por hombres sin doctrina, incorregibles e insufribles i. Y si esto fuera culpa y vicio, mayor lo fuera el de las escuelas, donde nada se estudia y apriende que no se proponga por cuestiones y se defienda por conclusiones públicas, llamándose el que las defiende sustentante, como el que sustenta y defiende un puesto o ciudad contra todos los que la j quieren acometer. Y aunque entre los siervos de Dios cuando arguyen no usan de malas palabras k y términos injustos, pero esas palabras suelen ser de tanto brío y cólera para defender cada uno su partido, que parecerá se matan o se abrasa la casa.

           


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Y esto no sólo se acostumbra a hacer entre personas diferentes, pero los propios sanctos cuando scriben en su propia persona fingen y disimulan dos: una que arguye y otra que sustenta; y ellos consigo propios porfían y en sus escritos parecen dar voces y ser dos contrarios que se quieren sacar los ojos. Que, para tenerlos tan claros cual conviene de la verdad de las cosas, es todo menester, y que, si es entre muchos, cada uno diga su sentimiento y su parecer, para que de las conclusiones que se sacaren vaya desterrado el amor propio, el engaño y culpa que se pudo disimular en lo secreto de lo que se pretendía entablar.

            ¿Quién ve a Cristo entre los scribas y fariseos poner en disputa la inocencia de su vida, siendo Dios verdadero ante cuya potencia e inocencia los ángeles más puros tienen qué reprobar? Y así convino para que fuese vida aprobada de amigos y de enemigos y ejecutoria conocida de que era verdadero Dios por los siglos de los siglos.

            Y si no es bueno disputar y altercar, pregunto yo si, cuando el demonio le propuso a Eva aquellas conclusiones de que era bueno saber lo bueno y lo malo, ser como Dios y comer del árbor 19, le dijera al demonio: «Aguarde, señor demonio, iré a llamar mi marido, y vos sustentaréis las conclusiones que nos habéis propuesto y [310r] nosotros argüiremos, y que veremos quién vence y sale con la suya; con esto se apurará la verdad de lo que me propone, y eso haremos», yo seguro que, con sólo decir lo quería Eva volver cuestión y duda, que con eso el demonio huyera y el campo quedara por quien antes fue vencida l; y con esa porfía nos librara de tantas miserias, males y trabajos m en que nos dejó metidos. Lo propio digo de todos los que peccan y ofenden a Dios: que si cuando su sensualidad les propone una cosa de su gusto y el demonio una tentación, los hiciesen a entramos sustentantes de lo que proponen, que ellos quedaríen corridos y afrentados para no volver otra vez con semejantes disparates n; si llamasen a la razón para que ponga su argumento y diga su parecer, que siendo la razón es llano que la tendrá para concluir, debía también llamar a los diez mandamientos de la ley de Dios y que se vea contra cuál de ellos propone la sensualidad o el demonio su conclusión, y dar lugar para que el mandamiento agraviado arguyese y los otros replicasen; que harta razón tendrían y harta parte les va porque, quebrantado uno, luego han de quebrantar los demás, y barbacana desportillada, muralla en peligro. Y esto de ofender a Dios es como quien quita un punto de la calza de aguja; y así deben los demás puntos salir a la defensa y guarda del primero. Y así digo que a todos los mandamientos les iba en destruir la tal conclusión puesta por satanás o por mi amor propio.

            Pues ¿qué, si fuesen conclusiones largas y diesen lugar a que arguyesen los ángeles del cielo y presidiese Cristo? Allí seríen los argumentos fuertes: unos suficientíssimos y, si un poquito se ayudaba el caído, otros eficacíssimos


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para que el demonio vaya para quien es, y quede con la palma y victoria la razón. ¿De dónde tantos disparates y desatinos en el mundo, tantos vicios y peccados, tantas desastradas caídas sino que a ciegas callan y consienten lo bueno y lo malo, sin mirar qué eligen y qué desechan? Sin querer preguntar, quieren hacer autor de la verdad al padre de la mentira. Y así, todo lo que se concluye es engaño y destructión de vidas, almas y conciencias. [310v] Pero entre los siervos de Dios no sólo lo dudoso lo ventilan y lo porfían, pero lo que es sancto, para sacar lo que de eso es más perfecto y agradable a los ojos de Dios. Desto sirven las cuestiones y porfías, las inquietudes y desasosiegos o (si así se pueden llamar) entre siervos de Dios: con esto apuran y acrisolan verdades, ahechan virtudes y apartan el grano de la paja. Y, si no, miren lo que Cristo responde a sus discípulos, cuando propuso a tanta gente la parábola del sembrador; que llegando ellos a preguntarle y decirle: «Señor, decláranos esta parábola y doctrina que has propuesto y predicado», les respondió unas palabras muy favorables, diciendo: Vobis datum est nosse mysterium regni Dei, caeteris autem in parabolis: ut videntes non videant, et audientes non intelligant 20; parece que en esa pregunta que hacéis descubrís que es vuestro el reino de los cielos, saber y conocer sus p misterios; a vosotros es bien dar en grano y de por sí la doctrina celestial; a los demás, envuelta en paja de parábolas y semejanzas, para que, viendo con los ojos del cuerpo, no entiendan con los del alma de que están ciegos u obstinados. Y así vemos que muchas veces los sanctos q apóstolos iban a Cristo con sus dudas, y él los escuchaba y, como amoroso padre y maestro, se las desataba, para que siempre escogiesen lo mejor y más perfecto, o por lo menos quedasen satisfechos de las verdades y conclusiones que r Cristo les proponía. Y si a san Pedro s no le responden a lo que pide y pregunta, es por lo que el evangelista dice: «que no sabía lo que se hablaba» 21. Pues, estando ya tan enseñado en el colegio apostólico que la cruz y trabajos era el camino más cierto y seguro y en ésos estaba en este mundo la gloria de Dios y premio de los hombres, no habíe de querer escoger aquella poquita de gloria que allí veía.

            Estas son y deben ser las cuestiones de los siervos de Dios, sobre buscar su gloria y saber dónde más cierta y al seguro se hallará en esta vida, para que no perdamos la que Dios da a los escogidos en la otra.

 

5.         Una cuestión discutida en la reforma: la selección de prelados

 

            Otra cuestión y porfía ha habido en nuestra sancta reforma, en quien pienso no será necesario detenernos porque de ella tengo yo scrito un tratadito 22, y es: si, habiendo en estas [311r] religiones reformadas


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algunos religiosos y padres de los que han venido del Paño y otros que han entrado del siglo, ¿con quién de estos religiosos se ha de entablar?, ¿cuáles se han de eligir por padres y prelados? La cuestión que puede tener más color de vicio es ésta, porque en fin es altercación por cosa que, mirada con ojos esteriores y de la manera que estiman el mandar y gobernar los del mundo, es cierto que ha de parecer ser culpa gravíssima entre gente que busca y pretende perfección y viene desnudo a sólo buscar a Cristo en el rincón.

            Pues digo que a esto tengo respondido muy a lo largo en propio lugar. Sólo quiero ahora satisfacer a los que miran esta porfía e inquietud, si por tal se ha juzgado, con una distinción, diciendo que yo hallo dos maneras de prelacías y gobiernos en la Iglesia de Dios: unos que están, como en reinos ya ganados, quietos, pacíficos y con sus rentas y casas señaladas; otros que no tienen más del nombre, como obispo de anillo, a quien le dan a las obligaciones que tocan a su persona y oficio siendo quien debe conforme el estado t en que es consagrado, pero ni tiene las rentas, los criados, majestad y tenencia que el propio officio y título pide. Desta suerte hallo yo en las religiones estas dos maneras de officios: unos en religiones ya hechas y perficionadas, en quien parece un prelado no es obligado a más de conservar las cosas como se las dan y gozar de su quietud y paz y regalo que la religión le ofrece. Y apetecer estos officios en esta forma y con estos fines, pues son buenos, no yo por dónde sea malo, guardando para ello las demás condiciones que se requieren. Pero, sin ser esto malo, parece malo en quien lo mira; y entienden es pleito formado por sólo la honra que el officio trai consigo, por la gravedad, por ser servido y reverenciado, por la comida y regalo. Pues juzgando de esta manera entre los demás prelados, cuando ven en las religiones reformadas porfías acerca desto, piensan que en ellas hay las mismas ganancias y ayudas de costa para el cuerpo [311v] y que los prelados de las religiones que enpiezan son como los que ya gozan y tienen.

            Que, si ellos considerasen cuán parecidos son estos prelados a los de la Iglesia primitiva, no juzgaríen eso. Si considerasen la rabia que trai satanás contra esta pequeña manada que enpieza, y que el pastor que guarda y el perro que defiende y la red que cerca y el zagalejo que sirve y busca es sólo el prelado que rige y gobierna, yo que le habrían antes lástima que no juzgar por inperfeción su porfía. O le tendrían envidia, si Dios les descubriese los grandes premios que Su Majestad tiene encerrados en el officio de prelado u, que siendo el mayor, ha menester ser el menor, ejercitando los menores y más bajos officios de la communidad, no sólo para exemplo y doctrina, sino para enseñar lo material y formal de los tales officios. Porque, si en alguna ocasión el prelado se puede llamar pastor respecto de la gente que guarda, es el prelado de estas religiones que enpiezan, porque los súbditos todos


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son simples corderillos que es necesario, como dicen, entrarles el pan en la boca.

            Y en verdad que si se quiere guiar un río por donde no caminó, que no se hace bien con solas palabras, sino con el azadón en la mano haciéndole madre por donde pase. Y esto propio hizo el mismo Cristo con la cruz en las manos cuando quiso dar corriente a la humildad por los corazones de los príncipes y reyes; y eso propio hicieron los apóstoles. Y en las religiones donde esos ríos ya corren, el officio de los prelados tiene gran parte en mirar y holgarse alabando a Dios de ver las caídas y corrientes que llevan los tales ríos por sus comunidades y súbditos. Pero en las religiones que enpiezan, donde un hombre ha de guiar la charidad que hay en la otra religión, la humildad de otra y así de las demás virtudes, en verdad que le ha de costar [312r] trabajo traerlas y darles paso por los corazones de los nuevos, que aunque es verdad que train deseos de obrar y acertar, pero no saben en qué forma esas virtudes corren y en qué obras cada una tiene su asiento. Finalmente, es officio de anillo, y no de dineros; por el anillo se da a significar, siendo como eslabón de cadena, aquella con que el prelado debe estar atado y obligado a millares de cosas, sin premio ni paga en este mundo. Que por eso la Scritura sagrada compara los prelados a dos maneras de luces: a las velas puestas sobre candeleros v, como se ve en san [Matheo] 23, y a estrellas del cielo en la mano de Cristo, como las vido san Juan en el Apocalipsi, capítulo [1] 24. Pues ¿en qué se diferencian w estas luces? Diferéncianse en que las velas tienen su asiento en los candeleros de plata y oro, y el cebo lo toman del trabajo de las abejas. Pero las estrellas nada toman de la tierra y su asiento sólo lo tienen en el cielo. Así, hay dos maneras de prelados en la Iglesia de Dios: unos, que ya tienen sus comunidades hechas y su religión entablada y sus conventos edificados; y en ellos y en sus religiones están los prelados subidos como en candeleros dando luz a sus súbditos y tomando de ellos el cebo necesario para su sustento corporal y espiritual. Pero los prelados de las religiones que se reforman y enpiezan del no ser al ser, es necesario sean estrellas que tengan su asiento sólo en el cielo y en la mano de Cristo, de quien les vengan las fuerzas x, el ánimo y las letras, porque, si para eso quieren buscar en la tierra quien los y ayude, no hallarán sino quien los desayude y ayude a caer; y no hay dudar sino que lo hicieran si su asiento no lo tuvieran tan alto donde ellos no alcanzaran, que en fin allá no suben ladrones ni salteadores 25. El ánimo y espíritu es necesario también les venga del cielo, porque en la tierra no tienen en qué hacer pie.

            Las nubes se hacen de las nieblas que suben de la tierra; y después ellas pagan el bien que de la misma tierra recibieron, enviándoles [312v] copiosas lluvias. Y si hubiera una tierra tan sin jugo que esas nieblas


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de que se hacen las nubes no pudiera dar sino que hubiera de llover de milagro y con el cielo raso, fuera caso muy dificultoso y pena el aguardar acontecimiento tan extraordinario. Bien veo que hay prelados cuyo cuerpo, salud, fuerzas y espíritu se enpreña y fecunda de las nieblas y ayudas de costa que tienen en sus religiosos y sanctos súbditos; y que el bien que esos prelados reciben de su religión y religiosos, se lo pagan con lluvia abundante de sancta doctrina y exemplos admirables. Pero en las religiones que enpiezan a ser o a reformarse, que no tienen los prelados de ellas tierra de donde les suba esa niebla, esa ayuda de costa, sino que en el cielo raso y sin nubes ha de poner spíritu, fuerzas y ánimo, es estraña cosa, grande confianza [es] necesaria.

            De aquí es que a los sanctos z que en este mundo han a ido por este camino y entre los hombres no han tenido sino persecuciones y afrentas, la Iglesia los llama b estrellas y luceros en eternas c duraciones 26, porque allá habíe de estar en el cielo su asiento, de d allá les habíe de venir el spíritu, la ciencia y las letras. Pues sabemos que enpezaron con tanta pobreza los sanctos, que era harto alcanzasen un breviario en que rezar, y lo demás que Dios se sabe en orden a pobreza.

            Pues ¿qué, si miramos y ponemos los ojos en los trabajos corporales, en las persecuciones y afrentas que les llueven a cuestas? Que, si ellos no estuviesen en la mano de Dios para que esa propia con su poder los defienda y levante a que no los alcance la malicia humana, ya hubieran acabado una y millares de veces. Pues ¿qué, si se mirasen las tentaciones y acometimientos que hace el infierno contra ellos, las tentaciones, los enredos y marañas que les buscan para detenerles los pasos? ¿Qué, si la hambre y sed que disimulan en sus personas, unas veces forzosa e por no tener, otras [313r] voluntaria por enseñar lo que debe? No hay que detenernos en esto, que en otra parte lo tengo tratado largo. Sólo digo que, si tantico de lo mucho que los tales prelados padecen en los principios de estas reformas lo pesasen o supiesen, que cuando se tratase o supiese que entre ellos hay altercaciones y porfías sobre quién ha de ser prelado, que entenderíen cada uno se peleaba por la cruz de Cristo y por quién le habíe de caber más parte de su pobreza, de sus injurias y afrentas; quién habíe de ser el que habíe de estar más en la vanguardia y en el encuentro de los contrarios; que era porfía y altercación sobre quién habíe de ser blanco y terrero, broquel y adarga, que en los f acometimientos guarda y en los peligros libra y en las ocasiones defiende.

            Y cuando después de las cuestiones y porfías viesen que por uno habíe salido la suerte, todos le habíen de dar voces y decir lo que los niños en Jerusalén a Cristo le cantaron diciendo: Hosanna filio David! 27


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Dios te victoria y buenos sucesos, pues no acometes menos que contra la malicia de los hombres y de todo el infierno, ni para tu defensa llevas más que un cuerpo desnudo cargado con la cruz y clavos de Cristo. Y no sólo le habíen de encomendar a Dios, pero dende luego alabarle su ánimo que a tal se atreve. Como g fue h alabado i el de Juan y Diego cuando, propuniéndoles Cristo que sus sillas estaban puestas en su cruz y cáliz, dijeron con un ánimo fuerte y osado que bien lo podrían beber 28. No creo que hablo cosas que no son fáciles de entender y cosas que todos ven y palpan con las manos. Y el que estuviere lejos, ruégole se entre por esos conventicos pobres reformados; pregunte de las camas, comidas, regalos, sueño, descanso y reposo que se tiene en estos principios; y pienso por la bondad de Dios verán un retrato de la Iglesia primitiva, donde al que le cai la suerte de apóstol j, como a un Matías 29, es para morir apedreado o en cruz, y al que [313v] le cabe el officio de prelado en la ocasión presente de que tratamos, es para ser mártir. Séalo norabuena y déle Dios fuerzas para que salga con las victorias.

            Y nosotros, los que dende afuera miramos sus altercaciones y porfías, no las juzguemos por inquietud y desasosiego; que, si el salir con la prebenda lo es del cuerpo, es reposo y quietud eterna del alma, la cual tiene puesto su gusto en reposar en la cruz de Cristo y en sus espinas; y ésas estima y tiene por cama de rosas en que se regala. No se juzguen semejantes cuestiones por porfías injustas, por ramo de soberbia. Pues, a mi parecer, en esta ocasión a aquel le tendría yo por soberbio que hurtase el cuerpo al trabajo y el hombro a la carga, y a aquel por humilde que en semejante ocasión desea por sus hermanos ser anathema 30, el perseguido y trabajado, ser un celestial pelícano que con su propia sangre está alimentando a sus súbditos.

            Estos son los officios que se deben apetecer, las cargas de quien dijo san Pablo 31 que, el que la desea, desea obra buena; los oficios que en la otra vida k y en ésta paga Dios: en ésta, haciendo menor y más humilde al que es mayor, y en la otra, haciendo mayor el que aquí es menor, digo al l que aquí es más desechado y humillado, allá sea más ensalzado 32 y premiado con gloria eterna; quam michi et vobis. Etc.

 

 


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[Página blanca]

 




a            ms. compañera

 



b            ms. compañera



c            sigue p tach.



1         Cf. Cant 5,816; v.10: «Electus ex millibus».



d            sigue s tach.



e            sigue de tach.



f             sigue compañero tach.



2         Cf. S. BERNARDO, Epistola 385, Ad monachos ecclesiae Santi Bertini, 2: ML 182,588.



g            sigue de tach.

 



h            ms. las



i            sigue cos tach.



j            al marg.Vide

 



3         Cf. 1 Re 21,17.



4         Cf. He 1,2326.



5         Cf. Jn 14,2.



k            sigue es in tach.



l            sigue de tach.



m           sigue solo tach.



n            sigue que tach.



o            sigue el tach.

 



6         Cf. Cant 5,1016.



p            corr. de mismos



7         Cant 5,10.



8         He 5,41.



9         2 Cor 12,29; v.9: «ut inhabitet in me virtus Christi».



q            ms. labajamos

 



10        1 Cor 4,12ss.



11        2 Cor 7,8.



r            sigue espacio de 7 lín. en blanco



s            sigue avi tach.



12        Cf. Prov 31,13.1921.



t            ms. estido



u            corr. de llevando

 



v            ms. otro



w           sigue lo tach.



x            sigue si tach.

 



13        Cf. Zac 2,117.



14        Cf. Gén 32,2530.



y            ms. porfía



z            ms. tornase



a  corr. de Saul



15        Cf. Gén 25,22.



b            sobre lín., en lín. Jacob tach.



c sigue la que tach.



16        Cf. Gén 27,1ss.



17        Cf. Gén 38,2730.



d            ms. pato

 



18        Cf. 1 Sam 18,7.



e            sigue piensan tach.



f             sobre lín.



g            sobre lín., en lín. déjaselos tach.



h            a los sobre lín.



i            corr.



j            sigue a tach.



k            ms. malabras

 



19        Cf. Gén 3,5.



l             sigue y lo propio des tach.



m           sigue como tach.



n            sigue si le fal tach.

 



o            sigue entre sier tach.



20        Lc 8,10.



p         corr. de los



q         sigue iban tach.



r         sigue Dios tach.



s         ms.Padro

 



21        Mc 9,5.



22        VII, ff.158v180r: Acerca de recibir padres del Paño en nuestra sagrada Religión. Texto que saldrá en el volumen III de la presente edición.



t             sigue para tach.



u            sigue abatido tach.

 



v            sigue y a las strellas tach.



23        Cf. Mt 5,15.



24        Cf. Ap 1,16.



w           ms. diferencias



x            sigue y tach.



y            rep.

 



25        Cf. Mt 6,20.



z            sigue fundadores tach.



a         ms. ay



b         al marg. vide



c         sigue perpetuidades



26        Breviario romano, Común de apóstoles, Antífona al Magnificat: «Lux perpetua lucebit sanctis tuis, Domine, et aeternitas temporum».



d         sobre lín.



e            sigue otras volun tach.



f             sigue peligros tach.

 



27        Mt 21,9.15.



g            corr. de conmo



h            corr. de fueron



i            corr. de alabados, sigue los de tach.



28        Cf. Mt 20,22.



j            al marg. vide



29        Cf. He 1,26.



30        Cf. Rom 9,3.



31        Cf. Gál 6,25.



k            sigue para tach.



l            ms. a



32 Cf. Mt 23,12.

 

 






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