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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
1. El lector tiene delante la primera sección del tomo VI autógrafo de san Juan Bautista de la Concepción, concretamente los ff. 1r-86r, donde desarrolla un comentario parcial de la regla primitiva trinitaria. Una breve resunta y recopilación de ese texto institucional es lo que, según sus palabras iniciales, se propone escribir para uso y guía de las futuras monjas trinitarias descalzas. En realidad, aplica también, explícitamente, a los religiosos la mayor parte de sus consideraciones.
2. Nuestro Santo comenzó a acariciar la idea de fundar monjas trinitarias descalzas ya durante los primeros meses de su entrega a la vida recoleta en Valdepeñas (1596). Con el presente escrito -que se remonta a la primavera de 1606-, redactado "para cuando las hubiese", revela su deseo firme de que cuanto antes se realice tal proyecto. Da a entender que compartía sus ansias con otras personas. Contó a este respecto con el estímulo de algunas mujeres, incluso religiosas, dispuestas a vestir dicho hábito. Es el caso de una monja jerónima, a la que se refiere el siguiente párrafo de la misma época: "Y son tantas las ansias que esta sancta monja tiene de nuestro sancto hábito, según lo que Dios le ha revelado y descubierto del amor que le tiene y misericordias que ha de usar con los que lo trujeren, que muere y revienta por ver monjas, para escoger entre ellas ser sierva y pobre cocinera de las que tanbién han de ser pobres de Jesucristo en este monasterio" 1.
En Cinco cuestiones sobre la reforma, escrito en agosto de 1609, volviendo sobre el tema de la existencia de monjas en la descalcez, rebate con fuerza las objeciones de algunos carmelitas descalzos por él consultados y confiesa que se siente "obligado y compelido" a fundar monasterios de descalzas de la Santísima Trinidad. Con varios argumentos históricos y teológicos demuestra "que es gusto de Dios de que las tengamos" 2. Pero sólo tres años más tarde, en el verano de 1612, se le presentará la ocasión providencial para favorecer la creación del primer monasterio 3.
3. A lo largo de su obra literaria comenta una treintena de los 40 artículos en que se divide la Regla 4. Privilegia las cláusulas relativas a la vida espiritual, fraterna y apostólica de los religiosos, descuidando, salvo alguna excepción, las concernientes al gobierno y a la administración económica. Recalca así todos los rasgos que, en su conjunto, configuran la identidad del trinitario: el seguimiento de Cristo mediante la profesión de los tres consejos evangélicos, la especial vinculación con el misterio de la Santísima Trinidad, el compromiso de la redención y de la hospitalidad, el deber de la tertia pars o destinación de un tercio de los ingresos
para el rescate de cautivos y de otra parte para los pobres, el estilo peculiar de vida fraterna en espíritu de servicio y de igualdad, el talante y la conducta del hermano ministro, etc.
La lectura, o relectura, que hace de la Regla 5 tiene como telón de fondo su fe en la autoría divina del texto y, como hilo conductor, por eso mismo, la indagación, en cada párrafo, de la voluntad de Dios Trinidad para con aquellos que ha constituido en la Iglesia sus "hijos" particulares, portadores de su propio nombre. Además, puesto que la Regla es un modo de seguir a Cristo, trata de descubrir la inspiración evangélica de cada una de sus cláusulas, rastreando en especial su relación con el comportamiento de Jesús.
Se esfuerza por ahondar en los fines y objetivos de las diversas normas, percibidas en su ensamblaje interno cual único programa de santificación y de misión eclesial para los trinitarios. De ahí que se pregunte por el engarce de cada artículo con el instituto o misión característica de la Orden. Original respecto a la tradición anterior y anticipador de tiempos posteriores resulta su inequívoca reflexión en torno a los ayunos como gestos de ahorro y de solidaridad para servir mejor a los cautivos y a los pobres. Para él, todas las cláusulas son valiosas, en cuanto concurren a conformar el tipo de religioso querido por Dios en la Orden Trinitaria. Frente a las "altercaciones, porfías, cuestiones y diferentes pareceres" acerca de las ramas-guía o rasgo principal de la identidad del trinitario que se daban en sus conventos (para unos la oración, para otros el servicio a los pobres y para otros aún la redención de cautivos) 6, nos ofrece una visión objetiva y equilibrada, en la que encajan perfectamente los diversos aspectos (oración, pobres y cautivos, vida sacrificada).
4. Llama la atención la prolijidad con la que se detiene a tratar de dos puntos que hoy se nos antojan un tanto secundarios: el hábito - sobre todo, la cruz rojiazul del escapulario- y los ayunos. Se siente fuertemente atraído por el simbolismo teológico y moral del tricolor del hábito, de la forma de la cruz y de su colocación en medio del pecho.
Como en todas las reformas postridentinas, san Juan Bautista de la Concepción impuso en la suya un hábito más austero y estrecho que el usual de los calzados. Durante su larga estancia en Roma (marzo 1598-octubre 1599), examinó atentamente el mosaico cosmatesco de Santo Tomás in Formis (1210 ca.) 7, observando en particular dos tipos de cruces: dentro del medallón, sobre el asta del cautivo blanco, una ligeramente triangulada en sus extremos; encima del medallón, una mucho mayor de brazos rectangulares iguales. Dedujo que la forma triangulada que usaban los trinitarios calzados se inspiraba en la primera. Y decidió adoptar para la descalcez la forma rectangular, contemplada en lugar preferente y reputada, por eso mismo, como la primitiva. Nos ha dejado dos breves descripciones de lo que vio. La primera se puede leer en su Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria 8. La segunda, en el texto que presentamos y dice así: Del primitivo monasterio de
Roma "no ha quedado más de un frontispicio antiquíssimo a la puerta con las insignias que diré. Está a la puerta un arco muy grande de piedra, muy costoso, en quien no se reparó hacer algún gasto respecto de que en él se habían de esculpir las insignias de la Sanctíssima Trinidad. Encima de este arco está un escudo grande de piedra y en él, hecho a lo mosaico, un Salvador. Y en las dos manos tiene el trueco de los captivos. Está a un lado un ángel 9 con un estandarte y encima de él una cruz, como tienen todos los guiones que sacan acá en España. Y aquélla es de esta manera . Hay otra cruz en lo alto del escudo y parte más principal, que es la que nosotros traemos, de esta manera ". Puede notarse que, en el primer dibujo, no pone más ancho el extremo inferior del brazo vertical, pero ése es un detalle imperceptible para un espectador que, como él, contempla el mosaico desde el nivel de la calle. Sí cayó en la cuenta, sin embargo, de que la cruz pequeña tenía los brazos rectangulares excepto en sus extremos, es decir, que tenía "aquellos lados sacados y estirados" 10.
El cambio de cruz acarreó al Reformador duras críticas de sus hermanos calzados y un pleito en la nunciatura de Valladolid. Los calzados sostenían que su forma de cruz, por hallarse en grabados y pinturas de más de 200 años de antigüedad, era la genuina; y protestaban no reconocer en los descalzos a "frailes de la SS. Trinidad". Fr. Juan Bautista esgrimió a su favor, entre otros, los siguientes argumentos: El mosaico romano de Sto. Tomás in Formis exhibe en lugar preferente la cruz descalza, como lo saben bien los calzados que han tenido ocasión de verlo; la práctica de los dos últimos siglos no arguye contra la descalcez, que per sigue la observancia primitiva; en todo caso, la modificación del hábito implica el cambio de cruz. El nuncio Mons. Domenico Ginnasio dejó zanjada la controversia con sentencia favorable al Reformador 11. La reforma del hábito y, en particular, de la forma de la cruz, seguida del contencioso aludido explican la variedad y prolijidad de las reflexiones de nuestro Santo en esta materia. Quería defender y justificar con un potente arsenal de argumentos morales y espirituales -no sólo por motivos histórico-contingentes- la validez de su elección, tanto más que la cruz se presentaba como el elemento distintivo puntero del hábito de los nuevos frailes trinitarios. A ello se une la peculiar sensibilidad de nuestro escritor barroco de cara al mundo de la simbología religiosa.
5. Respecto a los ayunos y, en general, las privaciones culinarias, podemos señalar tres motivaciones basilares que detienen tan morosamente su pluma: en primer lugar, el hecho de que la Regla, escueta en otros puntos, prescriba en tres largos artículos (11, 12 y 13) una normativa severa y minuciosa sobre ayunos, abstinencia de carnes, uso de pescado y de vino; luego, el deseo de apuntalar bien una de las columnas del edificio de la reforma, es decir, el rigor de una vida sobria y mortificada; por último, la necesidad de ilustrar con amplitud y detalle una materia determinante para informar de espíritu reformado la vida de clausura de las futuras monjas trinitarias descalzas.
De mayor interés y actualidad es el enfoque y el método que sigue, intencionado a descubrir los fines particulares de las citadas prescripciones. Así, explora ese campo a la luz de la Regla misma -no a la luz de los principios generales de la ascética cristiana- descubriendo "ser esta cláusula de nuestros ayunos muy acertada y de grande estima" en el plan de vida del trinitario. Es una cláusula que, no menos que las demás, cuenta con "la asistencia del Espíritu Santo". Si se mandan tantos ayunos y otras privaciones, lo correcto es, como lo hace él: primero, indagar el porqué y para qué de esas prescripciones; segundo, asociar tales cláusulas con el resto de la Regla, en la que aparecen como elementos imbricados y conjuntados orgánicamente al servicio de un propositum evangélico; tercero, descubrir sobre todo la relación que enlaza a los ayunos y las abstinencias con el instituto o misión apostólica propia de la Orden.
6. El examen y confrontación de las pocas referencias cronológicas y geográficas diseminadas en todo el tomo VI, que incluye nuestro texto, lleva a la conclusión de que su redacción se remonta a "los meses que van de la primavera a septiembre de 1606", período en que el santo autor residió en Madrid. Más en concreto, las páginas actuales, dedicadas a la Regla, salieron de la pluma del reformador trinitario en Madrid por los meses de abril o mayo del citado año 12. Ya no queda más que informar a los lectores que, para la presente edición, hemos acotado y titulado nosotros las diversas secciones del texto.
LA REGLA DE LA ORDEN DE LA SANTISIMA TRINIDAD
UNA BREVE RESUNTA Y RECOPILACIÓN DE LA REGLA DE LOS DESCALZOS DE LA SANCTÍSSIMA TRINIDAD 1, PARA SABER LO QUE HAN DE HACER Y GUARDAR LAS MONJAS QUE DIOS LES DIERE, DIRIGIENDO A ELLAS LAS CLÁUSULAS DE NUESTRA SAGRADA REGLA.