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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XIII. EL SIGNIFICADO DE LOS TRES COLORES PARA LAS MONJAS
[24v] ¡Sea Dios mill veces bendito! Y cómo me he divertido en tratar de la cruz de nuestro sancto hábito. Yo confieso que, como esto lo empecé a escribir para sólo declarar la regla, o por mejor decir, ponerla en romance a la letra para que nuestras sanctas monjas la pudiesen leer y entender, no sé qué se ha sido que, olvidado del primer intento, me he dejado llevar de los amorosos celos de nuestro sancto hábito con su cruz.
Debe de ser la causa porque se descubran algunos sanctos sainetes de su perfección celestial; y que a las monjas, como son mujeres, se les diga algo conforme su naturaleza, con que se engolosinen y enamoren dél. Y cierto que los tres colores a que hemos tratado, pienso que son más conforme al gusto y natural de las mujeres que otros ningunos, ora se tomen por lo que ellos son, ora por lo que en sí representan
de todos cuantos hay: blanco y azul y colorado. Que parece son tres colores que se hicieron para mujeres, pues en hombres pocas o ningunas veces se ven. Y muy de ordinario vemos vestidas mujeres de blanco, de colorado y azul.
También por lo que representa en ellas se halla en grado más eminente. Lo blanco, que es inocencia, puridad, linpieza, honestidad, castidad y blancura en el cuerpo y en el alma, ya se sabe con cuántas veras una mujer lo procura y estima, que toda su honra y ser tiene puesta en que la tengan por sencilla, llana, honesta y casta. Y cualquier cosa que de eso desdice, queda afeada a vista de todos, como la mancha sobre lo blanco. Pues lo colorado, que son amores, ellas se llevan el nombre en tratando de eso, porque, cuando aman, aman y no de burlas, sino de veras. Lo azul, que son celos y pasión, ya se ve.
Pues pongamos algún exemplo. Fuera inposible poder tratar delb número de las almas que con pureza han amado a su Dios y celado su ley, que, siendo más blancas que la nieve, han derramado su sangre por celo de Dios. Y si por de fuera no vistieron estos groseros sayales en la forma que nosotros traemos, por de dentro vistieron los tres colores de blanco, azul y colorado. Y pues decimos que el hábito no hace al monje en comparación de los dones celestiales que en su alma tiene Dios puestos, por lo menos o por lo más todos en quien se hallaron aquesas tres virtudes, significadas por los tres colores, habrán sido religiosos de la Sanctíssima Trinidad. ¡Qué de monjas puras e inocentes, enamoradas y apasionadas por su esposo las darán en la otra vida por perpetuas monjas de la Sanctíssima Trinidad! Y frailes también, ¡qué de religiosos y frailes de la Sanctíssima Trinidad en la otra vida los darán por no frailes de esta orden, porque mancharon lo blanco de la inocencia y menoscabaron lo colorado del amor y faltaron en [25r] el padecer!
Ahora, pues, darles a nuestras sanctas monjas hábitos tan misteriosos y tan llenos de soberanas significaciones, no es otra cosa sino decirles a nuestras monjas nuestro buen Dios: Ea, almas sanctas, bien conozco el natural donde os lleva y el paño que vestís; eso es lo quec yo quiero, concertados estamos. Lo que vosotras deseáis y yo quiero, todo es uno: vosotras sois devotas de la pureza, blanco es lo que en mi casa se viste; gente que trata de amores, eso es lo que se usa y la moneda que corre, por quien se compran d bienes eternos; celosas sois, celos me quitaron a mí la vida. Y en razón de que os cumpliré la palabra de guardaros esos tres fueros, os vestiré de estas tres colores, blanco, azul y colorado.
Que parece se ha Dios con ellas como captivo y enamorado y deseoso y ganoso de que haya muchas monjas de la Sanctíssima Trinidad, pues les está diciendo que se vayan tras él, que él las vestirá a su gusto de blanco, azul y colorado, del color y paño que ellas visten, que no deshará ni destruirá su natural, sino lo perficionará. Que, si son
devotas y amigas de blanco en el cuerpo, será blanco en el alma; y sus amores se volverán a lo divino y sus celos celestiales.
2. La hermosura interior simbolizada por la exterior
Por cierto, a mi parecer, cuando el ser monjas de la Sanctíssima Trinidad no tuviera otra cosa particular de las otras monjas más que la hermosura del hábito, eso bastaba para que, enamoradas dél, dejaran el que visten a lo humano, vistiendo hábito hermoso a lo divino. Porque, como yo veo que las mujeres son amigas de lo galano y veo este sancto hábito tanto que no sólo aficiona y roba los corazones a los que lo traen, pero a los que no lo visten sino sólo lo miran dende lejos. Y son muchas personas a quien una y millares de veces he oído decir: Cierto, padre, que no sé qué se tiene este hábito, que por sólo verlo me sucede muchas veces ponerme por do sé que pasan frailes. Y parece que en sólo mirarlo aficiona el alma y la levanta a deseos de Dios, porque si, como dice san Pablo, por lo visible venimos en conocimiento de lo invisible 1, y de los colores visibles estos tres son los más perfectos, los más naturales, los que más nos aficionan, los que más misterios en sí encierran, ¡qué mucho que, viendo este sancto hábito y estos divinos colores, podamos decir que dum visibilium Deum cognoscimus, per hunc et invisibilium amorem rapiamur 2! Si los que siguen el Cordero visten blanco y blanco lavado y blanqueado con sangre -como dice san Juan: hi sunt, qui laverunt stolas suas in sanguine Agni 3 - será blanco con señal de colorado, y estae junta se hace en el cielo, ¡qué mucho que, cuando se ve un religioso nuestro en la tierra vestido de blanco con señal colorada en la cruz y brazo azul, que representa cielo, que luego se nos vaya la imaginación a los que viven y habitan en el cielo!
Ea, sanctas mujeres, que, para ser perfectamente enamoradas, sois amigas de que os den, haced cuenta que, cuando f entráredes monjas nuestras, la Sanctíssima Trinidad [25v] os da una dádiva celestial. Daos que vistáis de vuestro enamorado Cristo, que es pureza, sangre derramada y celos de crecer cada día en más amarlo y reverenciarlo. Y si a nuestra sancta Inés vistió y adornó de inestimables margaritas 4, y a su esposa le dio unas arracadas de oro plateadas por de fuera 5, a nuestras sanctas monjas las viste de pies a cabeza con hábito que cosió la Sanctíssima Trinidad y lo bajó un ángel por primeras preseas a los nuevos enamorados. Y porque más pareciese a las arracadas de su esposa, que siendo de oro por de dentro son plateadas por de fuera 6,
estando llenas de charidad allá dentro, baje hábito blanco que las platee por de fuera. Que bien es tengan alas plateadas, como almas que duermen en medio de dos estremos, que, si no están en el cielo, tampoco están en la tierra. Tomando están reposo para volar y no cansarse hasta que las pongan entre aquellas compañías que sin número siguen y acompañan a su criador.
Su Majestad lo haga por quien él es y nos dé a sí propio con grandes veras. Y esto que decimos del hábito esterior nos asga y cosga lo que representa en el alma con su cruz, para que después llevemos los fructos de ella.