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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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XIV. VIAJAR EN ASNOS

 

  § 9. El número de los párraphos creo he errado. Ahora me parece se sigue el nono, que trata de cómo han de caminar los religiosos y dice que de ninguna suerte "no a suban en caballos ni los tengan; sólo en jumentos les sea lícito subir, dados o prestados o si acaso se criaron en casa1. Expliquemos esta cláusula en su fuerza para los religiosos, con quien va aquí hablando, que luego veremos si hay en ella algo que moralizar o spiritualizar para las monjas.

 

 

1.  Caminar con pobreza

 

  Lo primero que de esta cláusula saco, que en ella se pretendía era obligar a los religiosos que caminasen a pie y, a no poder más, buscasen un jumentillo prestado o dado, si acaso no se hubiese criado en casa. Y de que sea éste su fin bien fácil es de entender. En Francia, donde la regla se puso en execución y para donde primero se hizo, no hay allá -me dicen- mulas, como tampoco en Italia. Jumentos, no lo , pero sospéchome que muy pocos, porque nunca he visto tantos en cuantas tierras he andado como en Castilla. Sólo hay unos caballejos o cuartagos, en que hacer sus caminos largos o cortos. Ahora, pues, decir nuestra regla que no suban en caballosb, es decirles se vayan a pie, porque ¿quién les ha de prestar o dar un borrico para tantos caminos como a un frailec descalzo se le ofrece y cada día se hacen en los conventos? Y, porque suele haber algunas necesidades, motivos de dispensación con alguna facilidad, tiniendo la ocasión en casa, dice que, no sólo no suban en ellos, pero que ni los tengan en casa.

  Que es lo propio y el mismo rigor que ha dicho arriba tratando de las camas: que sólo "duerman en mantas de lana, de tal manera que colchones ni jergones no tengan en sus propias casas, [26r] si no


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fuere estando enfermos2. Ahora, pues, si no han de tener colchones ni jergones en casa, ¿dónde han de estar estos jergones y colchones para darlos a los que estén enfermos? Cierto que, cuando topo y veo estas cosas tan pocas y tan advertidas en nuestra regla, que a mí me espanta la delicadeza y perfección con que pretendieron criar a nuestros frailes.

  Pues respondo dos cosas. La primera es que en nuestros conventos primitivos habíe hospitales y enfermerías para los seglares y en ellos se tenía ropa para enfermos. Y, por quitar la ocasión de casa del regalo que con pequeña necesidad se podía usar, manda d que usen de ellos para los enfermos y esto sea no tiniéndolos en casa. Digo, lo segundo, que debieran de sacar los religiosos enfermos a curarlos al hospital y enfermería que tuvieran para los seglares. Digo, lo tercero, que se puede entender lo propio que dice de los jumentos: que los busquen enprestados. Y viviendo en tierras de limosna y charidad, era fácil, cuando caía un enfermo en la cama, buscarle jergón y colchón. Todo esto para quitar la ocasión a los sanos de que, con pequeña necesidad, no duerman en regalo.

  Y lo propio digo acerca de los caballos: que no los tengan en casa, dice la regla, porque podría ser, tiniéndolos para otra cosa de trabajo, fingir el demonio alguna necesidad y con ella subir un fraile descalzo a caballo, que es cosa bien indecente a su hábito. Y así, para obligarlos al caminar con pobreza, trabajo y alguna descommodidad del cuerpo, les manda que no puedan caminar sino en jumentos dados o prestados o en casa criados.

 

 

2.  Para ahorrar en favor de pobres y cautivos

 

  Lo segundo que se saca de aquí desta cláusula, es la grande charidad que nuestra sagrada regla tiene para con los pobres y captivos: que, porque para ellos se ahorre un real, no consiente que se alquile o compre un pollino, sino que, a trueco de alguna incommodidad de los cuerpos de los religiosos, se ahorre algo para los pobres que en sus conventos se curaban y los captivos que se redimían. Que es lo que dice el Spíritu Sancto: Frange esurienti panem tuum, et egenos vagosque induc in domum tuam 3; parte tu pan con el pobre e. Conténtate con algo menos porque remedies la necesidad de los pobres que están enajenados en tierra de moros. Y en tus caminos vete a pie con alguna necesidad y trabajo porque no lo tenga tan grande el cristiano que está captivo. No sólo quiere que demos de las sobras, sino de lo necesario quiere que quitemos a nuestros cuerpos y nos pasemos con menos, a trueco de que los próximos estraños tengan algo para su remedio.

 


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Dice más el profeta: et egenos vagosque induc [26v] in domum tuam f; cum videris nudum, operi eum, et carnem tuam ne despexeris 4. A los pobres y a los que, por no tener donde reclinar su cabeza, andan vagueando de puerta en puerta, buscando a Dios que los remedie porque otra palabra no oyen, trailos a tu casa g, cúralos y regálalos. Y, para que mejor tengas con qué, no gastes cosas superfluas y aun de lo necesario quita algo, que poco inporta que te vayas a pie con alguna incommodidad tuya porque tenga alguna [comodidad] el pobre que dejas en casa. Porque, si te llevas el dinero para comprar borrico o para alquilarlo, mal podrá el prelado que queda en casa curar los pobres, que el mundo los tiene desechados y menos estimados que jumentos echados al prado a que sin piedad mueran.

  Acuérdense, mis hermanos, lo que dice el sancto Job, unas palabras bien a nuestro propósito y que nos incita h al cumplimiento i de nuestra sagrada regla en esta cláusula. Dice el sancto Job, hablando con Dios y tratando cómo se había con los pobres, dice: "Señor, mirad que he sido ojos j al ciego, pies al cojo5 y báculo al flaco. Espliquémoslo como suena. Señor, cuando topaba un ciego, lo adiestraba 6 y, cuando un flaco, lo arrimaba a mí y yo me hacía su báculo, y al cojo que no podía andar le remediaba o con dineros o cabalgadura o lo cogía a mis cuestas y lo llevaba donde él pretendía.

  Pues yo ahora entiendo estas palabras con más rigor, según el que he declarado de la cláusula de nuestra regla. Fui -dice-, Señor, ojos al ciego, báculo al flaco y pies al cojo. ¿Cómo se puede entender esto con summo rigor: que el sancto Job le diese ojos, ojos verdaderos, al ciego, y fuese báculo y fortaleza para el k flaco quitándose de la que él tenía, y pies al cojo quitándose los suyos? Muy bien, hermanos míos, muy bien pudo hacerlo el sancto Job. Fui -dice-, Señor, ojos para el ciego, etc. Como si dijera: Topaba, Señor, por esas calles l muchos pobres, tan flacos, tan hambrientos, tan sin sustancia que, de hambre y descaecidos, tenían perdida la vista y, de flacos de no se desayunar, se caían en el suelo, que aun pies no tenían para se tener en ellos. Pues ¿qué hacía? Yo iba a mi casa y partía la comida y dábales la mitad de cuanto había en ella. Y de esta manera les reparaba la vista y la fuerza, y cobraban brío para tenerse en pie. Y comiendo ellos la mitad [27r] de lo que yo había de comer, quedo yo con menos vista m, con menos fuerza y brío en mis pies, porque el pobre repare la mucha vista que ha perdido por morir de hambre y tenga algunas fuerzas para se tener sobre sus pies. Que si yo, Señor, llegare a ser tan necesitado, por hacer bien a los pobres, que yo me quede por necesidad y desmayo con flaqueza en la vista, en las fuerzas y en los pies, no inporta, que


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yo gusto de ello para poderte decir que fui ojos al ciego quitándome los míos y báculo al flaco dándole brío a costa de mis fuerzas y pies al cojo a trueco n y cuenta de mi commodidad.

  Que, yéndome yo a pie y gastando con el pobre el dinero que había de echar en comprar caballos o alquilar mula o jumento, más quería dárselo al pobre para que se pudiese tener en pie, comiendo y reparándose, que ir yo a caballo; y con irme yo a pie, el otro se podía tener en los suyos.

  Ven aquí, mis charíssimos hermanos, más de dos cláusulas de nuestra regla entendidas. Dice nuestra regla que partamos lo que nos dieren con los pobres y captivos 7. Que es decirnos hagamos lo que el sancto Job hacía, que poco inporta que, por mal comer, perdamos la vista de los ojos, que de desmayo está el pobre sin ninguna; y que, por falta de regalo, pierda el brío el cuerpo, porque recupere algo el menesteroso que está caído por esos muladares por no se haber desayunado. No inporta, mis hermanos, que no nos vamos a pie por esos caminos a trueco de que pueda andar el enfermo y el que no se puede tener en los suyos. Que de esta manera muy en rigor y a la letra, haciéndolo, se podrá decir de nosotros que a los ciegos dimos nuestros ojos y a los flacos nuestras fuerzas y a los cojos nuestros pies, pues, pudiendo ir en un jumentillo, gustamos de nos ir a pie y cansar nuestros pies y enflaquecerlos porque el pobre tuviese algún brío para poder andar.

  Ven aquí, mis hermanos, el intento que nuestra sancta regla tiene en estrecharnos, de suerte que, no sólo quiere que demos las sobras, sino de lo necesario, partiendo con los pobres nuestro pan y comida, para que de veras seamos ojos, fuerza y pies de pobres. Y así manda la regla en esta cláusula que en los caminos vamos pobres y no gastemos, por ir con nuestra commodidad, en comprar o alquilar pollinos.

 

 

3.  Caminar con humildad

 

  Lo tercero que desta cláusula entiendo, es la humildad con que quiere nuestra regla que caminemos. Porque llano es que, si un prelado o cualquier religioso [27v] camina en un jumento, que no parecerá bien llevar antepuesto ni otra cabalgadura para llevar comida o regalo, ni aun alforjas, porque, si se camina en pollino o, harto será que pueda llevar un fraile sin alforjas. Pues ¿qué si es enprestado? Que, por no lo maltratar ni cansar ni enojar su dueño, que le hizo charidad de él, ha menester irse a pie la mitad del camino, porque otro día no se lo prestará y se habrá de ir todo.

 


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Y en esto nuestra sancta regla debiera de tener delante los ojos, cuando hizo este párrafo, la vida y los caminos de Cristo: que caminaba a pie cansado y fatigado y con el sol por el bien de las almas. Y si un día convino que subiese en pies ajenos, envió a dos de sus discípulos que fuesen a un castillo que allí cerca estaba por un asna y pollino manso enprestado. Y les manda que, si alguien les hablare y quisiere estorbar, que le digan que el querer ir en aquella asna aquellos pocos pasos, que no es vicio sino necesidad: Dicite quia Dominus his p opus habet 8; decilde que el Señor tiene de esto necesidad.

  Muy lindo exemplo es esto, mis hermanos, para que nos animemos al cumplimiento de nuestra sancta regla: que, por el bien de nuestros prócximos, nos cansemos q y fatiguemos a pie en nuestros caminos; y que, si alguna vez hubiere necesidad, que busquemos enprestado, que Dios moverá el corazón de los dueños para que acuda al remedio de nuestra necesidad.

 

 

4.  Para mortificar el brío

 

  Y confieso r que para mí pudo tener otro fin, demás de los dichos, de mandarme caminar en jumentos enprestados y no en otra cabalgadura, y es el tener paciencia y sufrimiento en nuestras obras y caminos, y mortificar el brío y cólera del religioso. Yo ahora hablo conmigo, que quizá también en otros alcanzará este fin. Cuando yo era fraile del Paño, decía, algunas veces que me veía obligado a ir en pollino, que, si fuera rey, había de mandar no hubiese pollinos en mi reino, porque era tan grande la mohína que tenía de verlos espaciosos y no caminar, que no lo sufría mi cólera. Y ésta era tan grande que, cierto, me acuerdo que, yendo a predicar a un pueblo en una pollina, venía, digo, de predicar cansado y con mal tiempo tercer día de paschua de Navidad. No quería menearse la pollina conmigo. Yo vime obligado a apearme y venirme algún rato a pie. Cuando la pollina se vido vacía, dio [28r] en correr y irse y arrojarme en el lodo las alforjas y el hato que llevaba; y que yo lo llevase a cuestas. Fue Dios servido que, andada más de una legua, la cogí. La jumenta s, cuando fui a subir, dame dos coces muy bien pegadas; y si algo habíe quedado sobre la albarda, déjalo y huye. Yo confieso que mi sufrimiento y paciencia era tan poco que deseé tener con qué matarla.

  Ahora, pues, díganme por charidad, si un pollino, en que un hombre camina un camino largo, es de esta manera y tiene estas propiedades y otras muchas semejantes a éstas, bien se deja entender pretende nuestra regla que, en los caminos cuando camináremos, seamos muy sufridos, pacientes y cual conviene para adquirir grande mansedumbre con grande


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mortificación; y que, no sólo con las mortificaciones en los conventos suframos, sino también con las incommodidades en los caminos; y que tengamos paciencia y sufrimiento, acommodándonos con las pocas fuerzas y brío que lleva nuestro compañero jumento.

  Algunas veces, no habiendo yo acabado de curar mi cólera, deseando andar mucho y pareciéndome que yo andaría más y así llegaría más presto, apearme del jumento y alzarme las t haldas y enpezar a caminar y no andar la mitad de lo que andaba el jumento; y echar de ver que era tentación. Pues, para vencer estas tentaciones, estas cóleras, y enseñarnos a tener paciencia y sufrimiento, quiere nuestra sagrada regla nuestros pies sean los lerdos de un jumento. Y si yo hubiera de contar las ocasiones que los señores jumentos me han dado de paciencia, yo que gastara harto papel. Basta u decir que más de dos veces me han dejado en lodazales, que, si no hubiera quien me sacara, pudiera perecer en ellos.

  Y éstos son los sanctos fines que nuestra regla tiene de que sólo caminemos en jumentos.

 

 

5.  En relación con las monjas

 

  Pues veamos ahora qué podemos sacar de esta cláusula para nuestras charíssimas hermanas las monjas. Digo que muy bien, dentro de sus propias casas, pueden con otros medios procurar estos sanctos fines que arriba quedan dichos. Lo primero, que no busquemos nuestras commodidades, sino que gusten nuestras hermanas, a trueco de más agradar a Dios, algunos trabajos corporales; y, allá en su celda y en su retrete, piensen que, si para sus caminos largos, pesados y molestosos [28v] quitan a los religiosos descalzos el andar en caballos y mulas y acaso ha de ser jumento que sea prestado, piensen cuán acertado les ha sido el haber dejado los chapines que tanto las levantaba del suelo y subía en el aire, puniéndolas a mayor peligro de caer que si por el suelo anduvieran.

  Consideren que esas pobrecitas alpargatas que train son enprestadas, pues han de estar tan pobres que aun ésas no han de ser suyas; y que, si ésas les faltare, con mucho gusto han de estar dispuestas para traer el pie por el suelo. Que, si la huella de la esposa fue hermosa y conocida de su sposo, hecha con jervilla o zapatillo, mostrando en esto la llaneza y pobreza voluntaria de su esposa por v su esposo -que no usaba de las invinciones que ahora usan las mujeres: en sillas, en hombros de hombres, en coches, carrozas, literas o andas, en señal de que van muertas y pies no tienen para andar por el camino de la virtud-, y así viendo el mor de su esposa, que no aguarda literas ni sillas ni aun toma chapines, que con el zapato grosero se contenta para más alargar el paso, y así, mirando la hermosura de estas huellas, el esposo


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dice: Quam pulcra sunt gressus tui, filia principis, in calceamentis 9; muy lindos pasos, hija del príncipe, tienes en zapatos, no en coches, etc. Pues, si tanto le agradan a este buen esposo los w pasos de su dama en zapatos, ¡cuánto más le agradarán los pasos de las siervas de Jesucristo, no en zapatos sino en pobres alpargatas prestadas, gustando y quiriendo en esto no llevar cosa que las estorbe a alargar el paso y a hacer cierta y hermosa huella, gustosa para su esposo, que, como anda tras ella y en su búsqueda, ahí tiene puestas sus señas ciertas del conocimiento que tiene la esposa que le ama, que con incommodidades y trabajos y a pies descalza le busca! Porque bien sabe cuán diferente es el camino de la virtud a los caminos materiales de acá de la tierra: que éstos se andan y caminan más presto en pies ajenos y los de la virtud no se andan si no es por nuestros propios pies, por nuestro querer y voluntad, con nuestros afectos y ayudándonos nosotros. Porque, como el camino de la virtud es estrecho, y la virtud subida y enpinada, no puede subir allá coche ni caballo; y un x hombre a pie por do quiera sale, por más camino que haya. Pues ¿qué si va descalzo? No habrá breñas por do no se encarame y suba. Por esto digo yo que le serán a su esposo, hermanas nuestras, muy agradables sus pisadas por ser pasos y huellas de mujeres descalzas. [29r] Que, como el camino del cielo está tan lleno de espinas, yendo ellas descalzas y hincándose espinas, sangre dejarán para que su esposo y que las busca las halle por el rastro de la sangre.

  Piensen en esta pobreza de esta cláusula, las mercedes que Dios les ha hecho de quitar las del cumplimiento del mundo, buscando alguna de las muchas invinciones que las mujeres usan para que las lleven engastadas, como si fueran imágines o reliquias de sanctos, y a mucha pobreza arrimadas en hombros de escuderos. Bien pudiera yo decir que estas tales caminan en asnos enprestados y las otras en caballos comprados, que al mejor tiempo las dejarán a pie. Pero sus charidades, amantíssimas hermanas, caminando a pies descalzos, caminan sobre alas de querubines a la posta y de dura.

  Crianza es, cuando uno sube encima de un trono rico de brocado, si trai los pies y zapatos lodosos, quitárselos para subir y ponerse en aquel trono. Bien hacen, mis hermanas, en descalzarse, que los zapatos del mundo mucho lodo cogen el tiempo que por él andan. Y, cuando entran en esta sagrada Religión -trono es de gloria, pues Dios la ha honrado con tantos títulos y nombres gloriosos-, descálcense, que les da Dios alas de querubines sobre que caminen y anden 10. Que, quien por Dios deja chapines y literas, bien es, pues Dios es tan agradecido que en precio y valor ofrece ciento por uno, que los chapines se truequen en alas de serafines, y quien bajó seis o siete corchas de chapín, suba muchos quilates de grandeza ante los ojos de Dios.

 


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Pueden pensar en esta cláusula en que mandan a nuestros religiosos no compren ni caminen en alquilado porque sólo ahorren algo para los captivos y para los pobres. Piensen cuán agradable le habrá sido a Dios el haber ellas en el siglo dejado y repartido su hacienda a pobres. Y, por el bien de ellos, ella, como esposa de Jesucristo, se quiere ir a pie y descalza. Asemejándose en eso al otro samaritano que topó al otro que bajaba de Jerusalén a Jericó y en el camino lo habían maltratado ladrones y lo habían dejado medio muerto a guchilladas; y él compadecido de su trabajo y miseria, se apeó de su jumento y lo subió encima, lo llevó a poblado y le curó sus llagas y dejó dineros al mesonero para que lo regalasen. Este, dice Cristo, es mi prócximo y éste cumple con la obligación que tiene a la charidad 11.

  [29v] Pues si consideramos, mis hermanas, lo que resulta de haber tomado nuestro sancto hábito, de andar descalzas, de haber dejado su hacienda y dádola a pobres, es lo propio que hizo el samaritano. Quién son los pobres sino gente que camina de Jerusalén a Jericó, que van peregrinando por este triste mundo, a quien ladrones maltratan y roban, porque, en z siendo uno pobre, no se tiene por buen soldado el que a moro muerto no da buena lanzada. Porque, como los del mundo ven a los pobres muertos, que no se atreven a hablar, pegan y dan en ellos y los maltratan. Pues dejar sus charidades sus haciendas y darlas para pobres, es curarles sus llagas, que, por no tener con qué, tienen muchas, como son hambre y desnudez, etc. El quedar sus charidades por ese respecto descalzas y privarse de sus coches y escuderos, es apearse de su jumento y cabalgadura, por subir en ella al pobre y ponerlo donde, con sus rentas y remanentes de hacienda, lo puedan regalar. Alégrense, considerando que ésta es obra grande, obra muy sancta, obra que Dios ha movido a la hagan para que lleven el fructob que se da al que ama a su prócximo como a sí propio.

  Consideren también que, así como a los religiosos manda nuestra regla vayan en pobres jumentos o a pie, para enseñarlesc sufrimiento y paciencia, y que reenfrenen d la cólera caminando poco a poco, que a sus charidades las tiene ahí encerradas y descalzas para que pierdan el brío, que muy de ordinario tiene la mujer de andar y ver; y que ya de todo esto ha querido Dios se prive, pues la ha metido en unas pobres paredes y la ha puesto descalza donde le inporta andar poco, porque es mujer y profesa grande honestidad; y que, andando, por lo menos una vez que otra sus compañeras le han de ver el pie, cosa indecente al recato de una sancta religiosa.

  Y con esto, me parece, les alcanza parte a nuestras hermanas las monjas de esta cláusula, no obstante que no vayan caminos ni tengan necesidad de subir a caballo e. Que, si el corazón y el fin alcanzan de


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lo que allí pretendieron nuestros sanctos padres, bien se entiende han alcanzado lo que los religiosos hacen.

 

 




a  sigue tengan cavallo tach.



1 "Equos non ascendant nec etiam habeant, sed asinos tantum liceat ascendere datos vel accomodatos vel de propriis nutrituris susceptos" (Regla, art.9).



b sigue y quan tach.



c ms. frailes



2"Iaceant in laneis, ita quod plumea fulcra vel culcitras, nisi in aegritudine laborantes, in domibus propriis minime habeant" (Regla, art.7).



d  corr.



3 Is 58,7.



e sigue y tach.



f  sigue et tach.



4 Ibid.



g sigue y p tach.



h sigue a esto tach.



i ms. Cumlimiento



j sigue al pobre tach.



5 Job 29,15: "Oculus fui caeco, et pes claudo".



6 Adestrar o adiestrar, "guiar a alguno, llevándole de la diestra, o porque es ciego o porque va por lugar escuro que él no ha andado" (Covarrubias).



k siguep tach.



l sigue y tach.



m sigue pa tach.



n  sigue de tach.



7 Cf. Regla, art.2, donde se prescribe el deber de un tercio de los ingresos para el rescate de cautivos y los otros dos para las obras de misericordia y el moderado sustento de los hermanos.



o sigue enprestado tach.



p  sigue h tach.



8 Mt 21,3.



q sigue aun tach.



r corr.



s La jumenta sobre lín.



t  sigue hal tach.



u ms. pasta



v corr.



9 Cant 7,1.



w  sobre lín.



x sigue ju tach.



y sigue los ha tach.



10  Resonancia de Sal 17,11.



11 Cf. Lc 10,30-37.



z  sobre lín.



a corr.



b sigue de tach.



c ms. enseñales



d en sobre lín.



e corr.






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