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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Cierto que no sé qué se tiene la oración con ejercicio de obras, que no habíe de haber en el mundo nadie que, llegándose por una parte al trato con Dios, por otra [no] se habíe de llegar a ejercitar lo que Dios en la oración le enseñase. Pienso que la obra es el toque de los pensamientos. Porque me temo no haya muchos que, por sólo sus pensamientos, ya les parezca que están en el tercer cielo. Y yo me temo de muchos de éstos no sea cielo de cama que ellos hicieron y entretejieron para sólo reposar en él y huir el cuerpo de otros trabajos corporales.
Yo querría el siervo de Dios, mientras vive, viviese en un cielo como el que tenía y en que estaba Dios cuando lo vido en el monte donde subieron Arón y Moisés, que dice la Sagrada Scritura que estaba sobre un cielo de cristal 1. Y esplicando otra letra estos cristales de qué serían, dice que era cielo de adobes. Gran a cosa es que el religioso que alcanza cielo por su oración, procure, para que sea cielo cierto y verdadero, sea cielo de trabajos, de obras, sea cielo hecho y amasado con las manos; que así se hacen los adobes, de barro que con los pies se amasa y con las manos se forma, y con mucho sudor se hacen. Y si sólo nos dijeran que aquel cielo do estaba Dios era sólo de cristal y vidrio, atento que el vidriob se hace a soplos, entendiera el religioso que sólo a soplos y pensamientos hacía su cielo. Y el cristal, me dice, lo hacen las influencias del cielo, lo congelan, sin trabajo del hombre. Pues es necesario darle a entender al hombre que, aunquec el cielo do se parece Dios es de vidrio y de cristal, es menester que advierta que aquel vidrio y cristal es de la d chalidad del adobe: que, si el sol lo seca y enjuga
y hace fuerte, las manos lo hacen, los pies lo amasan y el agua lo cuaja.
A mi parecer, muy linda doctrina es para los que han de hacer su cielo. Que no piensen que se hace con aire como el vidrio, ni sólo lo congela el cielo como el cristal, sino que, si en el precio y valor es cristal fino y en otras mil diferencias de propiedades, que sepa el religioso y religiosa que ese vidrio y cristal es de casta y naturaleza de adobes, que, con los pies ejercitándose en obras y pasos de virtud [38v] y con manos a la labor y con lágrimas copiosas derramadas, lo ha de hacer labrar y cuajar. Que el cielo y Cristo, sol de justicia, aunque eso que nosotros hacemos sea barro, lo enjugará, fortificará y hará de tanta dura y valor que pueda ser cielo.
Ea, hermanos y hermanas mías, albricias, que el cielo es de adobes e cristalinos; que, si es de valor, precio y estima como el cristal, todos lo pueden hacer, porque es tan fácil y de tan poca costa como el adobe. No hay oficio más fácil y de menos costa que el hacer adobes, porque con tierra, paja y agua y sol se hacen, no es menester otra cosa; y éstas de que se componen los adobes son cosas que Dios las tiene dadas y concedidas a todos los hijos de los hombres. Y no le hay hombre tan pobre y menesteroso que no pueda hacer adobes, porque a todos los hombres les ha dado Dios tierra, materia de que se hacen: Terram autem dedit filiis hominum 2; tiene Dios dada la tierra a los hijos de los hombres. Agua de que se cuajan: qui pluit super justos et injustos 3; da Dios agua, dice Cristo, a los justos y a los malos e injustos. Sol que f seca a los adobes: qui solem oriri facit super bonos et malos 4. Sólo faltan ahora los pies del hombre que los amase, las manos que los formen. Pues de esto hace Dios, mis hermanos, su cielo para que nadie se pueda escusar pareciéndole que él no tiene posibilidad g para buscar o comprar cristal. Que, si es cristal, es de la materia y precio del adobe, que no hay hombre, por pobre que sea, que no pueda hacer adobes. Por eso Faraón, quiriendo oprimir al pueblo de Dios en Egipto h, les dio officio que todos sabían, que era hacer adobes. Ea, mis hermanos, todos podemos labrar y hacer nuestro cielo, pues se hace de cosas fáciles como es tierra, sol y agua i, cosas que a todos son concedidas. No hay sino manos a la labor. Y no queramos sacudirnos de lo que es el trabajo, quiriendo labrar nuestro cielo, como decíamos, con el aire, como el vidrio, o que todo se lo haga el cielo, como el cristal. Sino que, después de haber tenido alta y profunda oración, los religiosos salgan a los hospitales, donde están los pobres más despreciados que la tierra de que se hacen los adobes. De buen contento son, no han menester ni quieren colchones de pluma ni sábanas de holanda. Contentos están con unos pobres jergones de paja, que es con que se mezcla la tierra del adobe para que se trabe y no se desmorone. Derramemos lágrimas
de compasión, que con ésa se amasa el adobe, que el cielo y nuestro Cristo, como sol de justicia, lo enjugará, sanará y [39r] fortificará, de suerte que el que en las calles estaba caído como barro ya está tieso, fuerte y recio con tales medios como esta sagrada Religión debe poner para que j pueda servir de adobe en la fábrica del cielo que vamos haciendo k. Que, aunque a nuestros ojos y acá en la tierra son estos pobres adobes de tierra, pero, subidos donde está Dios, se vuelven de cristal de grande precio y valor, tanto que ellos allá puestos son los que interceden, ruegan y nos dan lugar en sus tabernáculos 5.
Paréceme a mí que ésta es doctrina que descubre de cuánta estima y valor es esta cláusula y las demás que tratan de esto de nuestra sagrada regla para nuestras monjas y frailes: que, por encerrados y retirados que estén en lo más ascondido, deben dar mill gracias a Dios, porque nos ha hecho tanta merced que nos ha dado regla que, si pide que a los pies de Cristo arrojados seamos Marías, pide que seamos Martas recibiendo, curando y administrando a los pobres 6; y que, si en el retrete estamos enamorados de la hermosa Raquel, que es la oración alta que se tiene con Dios, que no despreciemos sino que amemos y abracemos a Lía la lagañosa, que, si con lagañas, es fecunda y pare 7. Y es muy cierto que estos pobres que por la calle topamos l llenos de lagañas, son los que tienen, dan y reparten el cielo, porque suyo dice Cristo por san Matheo que es 8.
Y que nuestras sanctas monjas sean en todo, sin les faltar nada, como aquella mujer fuerte: que, si al rincón hilaba y sus dedos aprehendieron y torcieron el huso y hilaron delgado, en lo público abrieron su mano al pobre y vistieron el cananeo 9. Yo confieso, mis hermanas, que, allá recogidas puestas con Dios, hacen buena y delgada trama, pero créanme de verdad que esa trama, tejida, tramada y urdida con el pie, que son los pobres, hará una sábana soberana divina que puedan dar y entregar a Cristo Jesús.
¡Oh qué mezcla, mis hermanos y hermanas, tan divina: Dios y el pobre; contemplar en Dios al m pobre y en el pobre a Dios! No puedo entender sino que, cuando la esposa deseaba a su esposo que fuese su hermano y hermano pequeñito, y que lo hallase fuera de su casa para que ella le diese mill besos y así nadie la despreciase, sino que deseaba
lo que a nuestras monjas y frailes ofrece nuestra sagrada regla. Veamos cómo cuadra a los pobres esto. Estaba la esposa con Dios en su retrete contemplándole, gozándole, regalándose con él. Por muchos y sanctos fines dícele: Ea, Señor, véate yo en el pobre, que el pobre es mi hermano y hermano pequeñito, y bien pequeño [39v] pues bien despreciado; y véate yo así pobrecito a los pechos de mi madre n, que es la Religión de la Sanctíssima Trinidad, para que te bese y abrace, para que dé mill besos en esas llagas y abrace obra de tanta charidad 10. Y haciendo yo esto, nadie me despreciará diciendo que no guardo mi instituto, antes todos me honrarán como a desposada que, tiniendo por su esposo al mismo Dios y a toda la Sanctíssima Trinidad, tiene por su hermano al pobre. Y así será religión llena y honrada y favorecida, porque tiene a Dios por esposo y marido y tiene a los pobres por hermanos. Llegaos a la agraviar y veréis lo que pasa, si faltará quien tome a su cuenta sus pendencias y vuelva por su honra.
Pues, si a esta sagrada Religión le ha Dios concedido lo que la o otra p esposa q tanto deseaba, ¿por qué, mis hermanos, no nos hemos de preciar de este officio? Y, por retiradas que estén r y encerradas tratando a solas con su esposo, no digo yo que salgan acá fuera a buscarle hecho hermano en el pobre, sino que, por los medios ya dichos, lo busquen por medio s de hermanas donadas o tiniendo unas t tres o cuatro mujeres enfermas en el cuarto del hermano vicario, que él se puede ir a su convento; y si eso no, cada día que hagan su olla para los pobres y, mientras las hermanas acá fuera lo reparten, ellas allá dentro estén repartiendo el corazón, que a buen amo y señor lo reparten y dan, que se lo volverá bien mejorado. Y el corazón no se debe dar ni repartir a otra ninguna persona, sino al mismo Dios y a quien viene representando su persona.
Miren qué lindo trueco el de nuestras monjas: que los devotos que las otras monjas tienen, por quien se desvelan y por quien se enpeñan -que, cuando por ellos están bien desempeñadas u, quedan bien enpeñadas sus almas-, pero nuestras sanctas monjas sus devotos han de ser los pobres. Por ellos se han de desvelar. Para ellos se han de enpeñar, que Dios tendrá harto cuidado de acudir al enpeño. Cuánto más que, si la prenda del enpeño se da a Dios, dichoso enpeño. Y quédese de muy buena gana con la prenda y él quiera que jamás la vuelva, que, como es tan rico y tan largo, no mirará al poco valor de la prenda para ir dando sobre ella mucho más sin comparación de lo que vale. Enpeñémosle el corazón y sobre él pidámosle al pobre [40r]
y para el pobre todo lo que hubiere menester. Y tomemos este consejo: que nunca le quitemos la prenda ni se la desenpeñemos, que bien guardada nos la tendrá.
¡Oh santo Dios mío!, ámete yo mucho y quiera mucho a tus pobres, que, aunque yo no merezco entrar en tal compañía, tú, que eres misericordioso y gustas que v tus obras sean perfectas y acabadas, gustarás de que entre porque sea trinidad -Dios, el pobre de bienes temporales y yo, pobre de los espirituales-, para que, siendo trinidad perfecta, que consiste en unidad de esencia y trinidad de personas, siendo tú, Señor, y el pobre y yo tres personas, haciéndonos tú una misma cosa, seamos unos con una unidad y unión perfecta como tú la obras en las almas que tú amas y quieres. Y así será éste hacecillo de a tres dificultoso de romper: no por la parte de Dios, pues él es defensa y fuerte muralla; no por la del pobre, porque es cielo w cristalino, aunque de tierra; sí por la mía. ¡Ay flaqueza! Bien sabes tú, Señor, que tú eres en quien todo lo puede el hombre. Y así, Señor, ahora te suplico me des que, por tan singular merced como haces a esta tu Religión en darle leyes y cláusulas de tanta estima y valor, que yo siempre te ame, quiera y reverencie por tan singulares mercedes y beneficios.
5. Valor ascético de los ayunos
Todo esto hemos sacado de la cláusula de los ayunos de nuestra sagrada regla, no obstante que en otras cláusulas va hablando con más claridad de los pobres. Pero, como todas sus cláusulas van enderezadas x a muchos y ahorros para remediar las muchas necesidades de los pobres, no me ha parecido a mí contra razón declarar aquí esta cláusula en este sentido, demás de los particulares fines que en nuestras monjas podrán tener, conforme arriba queda declarado.
Y pues los ayunos son ordenados a enfrenar los apetitos desordenados y a mayor linpieza interior y esterior, bien se sabe que ésta en las mujeres reluce, campea y es de inmenso valor el tenerla y guardarla, particularmente a las que han dejado el mundo y se han recogido a ser esposas del Cordero sin mancilla 11, cuyas bodas se celebran con abstinencia de cosas temporales y grande adorno de cosas spirituales. Que, no sin grande causa, aquellas diez vírgines, que aguardaban al desposado con sus lámparas encendidas, oyeron el ruido a la media noche que ya venía z 12. Que es cuando ni es tiempo de comer ni cenar ni almorzar, porque aquella hora más es hora de abstinencia y de estar desnudos y despojados [40v] de todo lo esterior que de otra cosa. Y más, como lo principal que aquel soberano y divino sposo quiere y pretende de un alma, que es que se eche en
su lecho a reposar con él, es la hora más acommodada para bajar a buscar sus damas; y así, a la media noche es cuando se oye el ruido que viene en su busca.
Según esto, mis hermanas, acertada anda nuestra sagrada regla en tener muchos ayunos y ésos rigurosos para nuestras monjas, deseando que siempre sea tiempo acommodado para a recebir a su esposo. Desea y procura nuestra sancta regla que nunca sea tiempo de almorzar, comer ni cenar, sino que siempre sea media noche, cuando sus charidades estén bien ayunas y despojadas de todo lo de la tierra, tiempo más acommodado para que un alma se ponga a reposar a lo divino en el lecho donde está Salamón guardado con setentab hombres fuertes, que todos tienen enpuñada la espada sobre su muslo 13. Que bien pudiera yo decir que estos hombres fuertes que guardan este lecho donde reposa este divino Salamón con su esposa el alma, son los sentidos interiores y esteriores, los cuales, cuando ayunos, hambrientos y desmayados, están más fuertes. Que es lo que dice san Pablo: Cum infirmor, fortior fio 14; cuando de hambre y de desmayo me caigo por esos suelos, entonces soy y estoy más fuerte. Veamos en qué consiste esta fortaleza, porque dice que aquellos varones fuertes tenían la espada y guchillo sobre el muslo. Digo que la generación se figura y significa en el muslo. Así Abrahán, quiriendo hacer un juramento por Cristo que de su linaje habíe de nacer, hizo el juramento puniendo la mano Eleacer su criado sobre su musloc, sobre el muslo 15. Pues digo que, cuando el hombre está ayuno, los sentidos, cuya fortaleza y espada es la abstinencia, tienen la espada sobre el muslo, porque tienen menos incentivos y movimientos para la generación. Y así ellos son los que a la media noche, digo cuando no se come, cena ni almuerza, están ellos más dispiertos, más fuertes y sirven d de guarda, tiniendo entonces la abstinencia por espada sobre el muslo, que con ella cortan cualesquier desordenados movimientos de la carne. Y estando el alma así rodeada de estos varones fuertes, no se atreven a llegar a ella, como dice el Spíritu Sancto, los temores de la noche 16, que son de quien dice y canta la Iglesia: Procul recedant somnia, et noctium phantasmata e; hostemque nostrum comprime, ne polluantur corpora 17. No hay quien mejor guarde de noche a un alma f, que no se ensucie, que los sentidos g y el cuerpo ayuno y abstinente, porque la abstinencia es la que a aquella hora comprime y ata a nuestro enemigo. Y así se queda en paz y reposo el celestial Salamón con su esposa [41r] el alma.
Y con esto, pienso, quedan descubiertos los admirables fines que nuestra sancta regla tiene en sembrar y derramar ayunos por los religiosos y religiosas de su sagrada Religión. Dénoslos Dios, por quien Su
Majestad es h, para que así i estemos más dispuestos para le conocer y amar j.