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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XXI. FACULTAD PARA RELAJAR O AUMENTAR LOS AYUNOS
En esta propia cláusula nuestra sancta regla dice que el ministro podrá relajar algunos destos ayunos con algunos religiosos por la edad, que ya no pueda sufrir ni llevar tanta carga, o por hacer algún camino largo, o otra alguna justa causa; y que también lo podrá aumentar según las fuerzas o causas que para ello hubiere.
1. Diferenciar estados y edades
Acudiendo en esto como soberano médico que mide y tantea la cuantidad y cualidad de las medicinas según las fuerzas del enfermo. Y pues los ayunos y abstinencias son medicinas con que se cura la enfermedad que todos heredamos por la comida de nuestros primeros padres,
bien es que esto se recete de suerte que no alcance de cuenta el vigor y fuerza del enfermo. Que, en fin, como dice san [Pablo]: no da carga mayor que el hombre la puede llevar, pues Dios es el que todo lo hace con peso y medida 1. [44v] Y ésta va dada con la escasez que nuestras fuerzas pueden sufrir. Y así como se compadece del flaco para no apretar la mano, deseoso que el hombre haga su enpleo y gane con todo su caudal, no quiere que nada en él esté desocupado, sino que, subiendo y creciendo las fuerzas, que son nuevas obligaciones, haya nuevo agradecimiento y nueva paga, añidiendo en su persona nuevos rigores, penitencias y aspereza.
Que, como la vida espiritual es una crianza y un aumento muy conforme a lo natural, es bien se haga diferencia de estados y de edades. Como vemos que lo hace la madre con el niño que cría: que primero lo tapa y encubre aun del aire y luz, que le puede ofender la vista tierna; y después le saca los bracillos para que siquiera en el aire los juegue; después le a pone un palo en la mano para que vaya exercitando las pocas fuerzas que le da la naturaleza; y su poco a poco va caminando y obrando hasta tomar una azada en las manos y ganar en su sudor el pan, que con esa pensión se le dio para su sustento por el delito que cometió. De la misma manera, en lo espiritual nace el hombre para trabajar y que le cueste su sudor el ganar el reino de los cielos, porque padeceb fuerza y con violencia y trabajo se ha de llevar 2. Y así, dende que el hombre en esta vida nace, se ha de enpezar a disponer para trabajar conforme le fueren creciendo las fuerzas, de suerte que, si en sus principios, por ser en esta spiritual vida recién nacido, no hace más que el ser y conservarse, que procure, cuando Dios le diere más brío y vigor, abrazarse con cosas de más trabajo, hasta que, llegando a edad más provecta y de más fuerzas, coja la azada y cruz de Cristo para que con ella cultive su cuerpo, tierra tan intratable. Y esté cierto esta perfección y este bien le ha de costar su sudor y trabajo, como dice el sancto rey David: Lacrymae meae fuerunt panes die ac nocte 3; andaba mi sustento, comida y pan tan pegado con las lágrimas, que las propias lágrimas era el precio y dinero con que compraba yo el pan de mi contento y alegría.
Y esto es lo que decía san Pablo: Cum essem parvulus, loquebar ut parvulus; cum autem factus sum vir, evacuavi ea quae erantc parvuli 4. Bien dice el sancto: Sabía yo hacer diferencias de tiempo; cuando era muchacho, contentábame con hablar como muchacho, pero cuando me hice hombre, ya deseché las niñerías de muchacho y hice obras de varón y de hombre. Y aun ése es el [45r] argumento que hizo David para ver si siendo zagal podría entrar en la batalla con el gigante d. Dice David: Parvulus eram ego servus tuus, veniebat et percutiebam eum, etc. 5. Dice: Señor,
cuando yo era muchacho, desquijaraba osos y de la boca del león quitaba yo el corderillo; algo más tengo de hacer ahora que ya soy mancebo; crecido me han de haber las fuerzas, también será razón crezca el ánimo para lo enplear contra este gigante, etc.
¡Seas tú, Dios mío, mill veces bendito! Que doctrina es ésta que reprehende bien a muchos que, con muchas fuerzas y siendo muy hombres, en cosas de virtud se contentan con unas niñerías y poquedades, que ellos propios se habían de afrentar. ¿Quién no se riyera si viéramos a un ganapán en las cosas de su trabajo que no quisiese cargarse más que un costal de paja? A este tal era bien se le quitaran las fuerzas o el officio. Tengo yo por muy cierto que muchas veces debe Dios de quitar las fuerzas a muchos, porque no las quieren enplear en aquello que alcanzan. Y esto lo hace Dios usando de gran misericordia: que les quita el talento para que se desminuiga la obligación. Porque, según el recibo de los talentos, se le ha de pasar censo; y quien menos hubiere recebido, menos deberá de tributo. Pues digo que es compasión ver a unos hombrazos que, cuando tuvieran en la semana muchas disciplinas, ayunos y otras asperezas, fuera cosa de risa, los cuales se contentan con rezar un rosario y, si acaso oyen cada día missa, ya les parece revientan de sanctidad.
2. Ayunos acomodados a las fuerzas
Pero nuestra regla sancta, deseando en nosotros todo venga al justo de suerte que nada falte ni sobre, quiere que, si al religioso le faltan las fuerzas, se le desminuya el ayuno y, si le crecieren, lo aumente. Que, en fin, Dios es de quien dice David que es dulce y recto 6: dulce con los enfermos y con los inposibilitados; recto y justo, que mide y da medida cabal conforme las fuerzas de cada uno. Justus et patiens le llamó en otro lugar 7, que es sufrido con quien no puede pagar, que le aguarda a que pueda y a que le crezcan las fuerzas, y que, con el que las tiene, le pide que pague lo que debe. Como se vido en la parábola que Cristo puso de aquel hombre que debía aquellos cien talentos 8: que, diciéndole [45v]: Patientiam habe in me, compadécete, señor, de mi poco poder, luego misertus est y lo aguardó, compadeciéndose de sus trabajos y poco poder. Pero el ingrato y desconocido, saliendo acá fuera, topando él a un su deudor, le echó mano y le dijo: Paga lo que debes. Y quiriéndose valer de las palabras que para e él habían sido de tanto valor, las decía y repetía diciendo: patientiam habe in me, et omnia reddam tibi; aguárdame, súfrete un poco, que será Dios servido mi poco valor ahora se trueque f en más poder y g llegue presto tiempo en que
te satisfaga. Ipse vero suffocabat eum, no quiso, sino enpezólo a sufocar, a ahogar y no lo dejar resollar, apretándolo y ultrajándolo h, etc.
Qué bien se echa de ver en esto la diferencia de Dios a los hombres: que, si Dios mide las fuerzas y el poder con que un hombre ha de tener su correspondencia, los hombres mendaces in stateris suis 9, son mentirosos y engañadores en sus pesos. Que ponen, dice Cristo, sobre las espaldas de los hombres onera importabilia, y tan inconportable que ellos, dice el mismo Cristo, no se atreven a tocarla con el dedo 10. Pero nuestra sancta regla, como enseñada del que a todas las cosas les puso su límite y término 11, quiere que nuestros ayunos lo tengan y se midan con el vaso y tanteo de las fuerzas del súbdito, de suerte que, si fuere flaco, el prelado advierta que le da licencia para que le pueda relaxar algunos ayunos; y que, si la naturaleza tuviere brío y pudiere adelantarse, que le dé cuerda y alargue la mano para que él la pueda alargar en la obra, aumentando algunos ayunos.
Aunque aquí se puede ofrecer una dificultad y no pequeña para quien trata de perfección, que es el conocimiento de las fuerzas y vigor de cada uno, para por ellas darle la carga y aplicarle los ayunos. Porque, esto conocido, pienso yo que esotro es fácil, porque, por la bondad de Dios, como en las religiones se profesa tanto amor y charidad, con facilidad se compadece el prelado del súbdito necesitado de fuerzas. Y como hay tanto deseo de siempre más obrar y agradar a Dios, siempre el prelado está deseando en los súbditos la fortaleza para guardársela a Dios y dársela enpleada en cosas de consideración; y así tiene siempre buen cuidado que no haya rincón en los súbditos que no se enllene. [46r] Que, pues Dios y la naturaleza nada hacen en vano, razón será que el súbdito a quien Dios da y aumenta las fuerzas, no estén en él ociosas y en vano, sino que trabajen y se enpleen en i servicio de el que se las dio. Porque, cuando están ociosas, pienso que son como los perros: que, cuando no tienen en qué entender, se muerden unos a otros. Y las fuerzas baldías y ociosas, esto es cierto que se han de morder entre sí, ya destruyendo al alma y perdiendo el cuerpo. Y como gente viciosa y desocupada, han de producir yerbas y cosas que destruigan el spíritu.
Y así es bien, dice nuestra sancta regla, que j nada quede baldío ni desocupado. Que, pues la naturaleza, según dice Aristóteles k, proveyó l de que nada hubiese vacío 12 porque fuera grandíssima inperfección, no será razón que lo estén las fuerzas naturales, que son de tanta consideración que valen más m enpleadas en Dios que cuantos thesoros hay
en el mundo. Que, en fin, como dice el Spíritu Sancto, ¿qué provecho puede haber en el thesoro escondido y la sciencia no vista? 13 No es bien que nadie esconda sus fuerzas, sino que las saque a plaza y ciña espada conforme Dios se las dio. No sea como el otro miserable: que, habiéndole dado un talento, fue y hizo un hoyo y lo escondió en él 14. Fuerzas baldías no exercitadas téngolo por talento escondido, de que Dios les ha de pedir cuenta estrecha del principal y corrido, que nadie sabe lo que es.
¡Qué confusión será para el pecador cuando le digan que dé cuenta de las fuerzas y salud que le dieron, y luego de lo corrido y renta que había de dar! Y esto será certíssimo, porque, si Dios es tan justo y toma cuenta tan estrecha que para ello, como quien tiene papel y tinta, dice que está contando los cabellos de la cabeza 15, que son los más mínimos pensamientos, para los pagar y agradecer, mire qué hará cuando llegue a dar cuenta quien ha tenido salud y fuerzas de un gayán y ha obrado y hecho como si fuera mosca, y se ha asombrado de un ayuno quince días antes que llegue.
4. El asombro de algunos ante nuestras privaciones
Que yo admírome y me espanto cuando veo algunos hombres venir a ver nuestra casa y hacer milagros, porque ven unas tarimas de dos pies en ancho con una pobre manta. Y si les dicen que los religiosos se sustentan [46v] y comen solas yerbas, ahí es el hacer milagros y el parecerles n que la naturaleza se queda como asombrada de ver que sobre ella y sobre sus fuerzas haya hombres que se levanten. Y no es milagro, sino que querría yo ahora hablar muy según lo natural. Los cuales hombres que así se admiran de estas cosas, si se llegaran cerca y las tomaran con la mano y las palparan, no se asombraran como los niños de las tablillas de san Antón que hacen ruido, ni del escarabajo que pasó junto a él, ni de los gigantes del Corpus Christi, que, aunque parecen tan altos que se tragan los muchachos, son unos hombres pequeños que están metidos dentro, siendo lo demás una armadura de paja y unos paramentos viejos. Lo propio digo yo de los que se asombran de las penitencias y mortificaciones de la o Religión: que, si ellos se llegasen cerca y los abrazasen, verían cuán suave es Dios en todas sus obras 16, y con qué facilidad llevarían lo uno y lo otro.
No sin particular consideración y acuerdo mandaba Dios que, cuando estuviesen juntos para dar ya la batalla, pregonasen y en voz alta avisasen si allí estuviese algún recín casado, alguno que hubiese plantado viña nueva, etc., que se volviese si quisiese, etc. p 17. Ahora ¿no fuera mejor dar este pregón antes que llegaran a aquellos términos, antes que salieran
de poblado, antes que se vieran a vista del campo? Terrible cosa haberle sacado de su casa, de su regalo y ya puesto a puncto de dar la batalla, cuando enpiezan a tocar las cajas, a sonar los pífanos, a relinchar los caballos, a levantar los gatillos de los arcabuces. No, señores, que gran sabiduría fue de Dios, que, cuando un hombre está en su casa, en su regalo y a la sombra, cualquier ocasión le parecerá dificultosa y sobre sus fuerzas y no querrá abrazarla. Salga de ese regalo primero, apártese de su casa y, antes que le digan si se quiere volver, vea por sus ojos a sus enemigos, que son hombres flacos como él, que si él tiene un poco de brío le será fácil el vencerlos q. Vea por sus ojos que quien va y acude a aquella guerra es su amigo, su vecino y conocido, y hombre es tan flaco y más que él. Oiga las cajas, los píphanos y otros instrumentos que ponen brío [47r] para el acometimiento. Y entonces, cuando tienen toda esta ayuda de costa, léase el cartapel de los que se han de volver, que yo no dudo que en semejante ocasión sean menos.
Esto propio digo yo de los que se asombran de las penitencias de las religiones: que si ellos se llegasen un poquito más cerca, si saliesen de sus casas y se apartasen un poco de su regalo, si enpuñasen la disciplina, si abriesen los ojos y viesen que los soldados que hacen estas batallas son hombres de carne como ellos, son unos hombres que o han r sido sus vecinos, amigos o parientes, y que la gente contra quien han de pelear, si nosotros queremos mostrar y tener un poco de brío, son tan flacos que con un solo querer irán vencidos. ¿Quién no vido a Moisés cuando echó la vara en el suelo y se volvió serpiente, cuán atemorizado quedó? No huigas, Moisés, llégate y tómala s y cógela por la cola. Hízolo así y halló que era una vara o palo que él traía en la mano 18. Esto es cierto que, si el que se asombra de nuestras dos tablas, de nuestras yerbas y ayunos se llegase cerca, que echaríe de ver que no es culebra, sino vara en que se sustenta. Eso es el ayuno y la abstinencia: báculo del alma, porque con ellos ella cobra brío, aunque desfallece el cuerpo t. Y así el prelado, como esto lo trata y manijea, no le es dificultoso facultate inspecta ieiunium augmentare 19; cuando ve las fuerzas en el súbdito, cargarle la mano y aumentarle los ayunos.
5. Dificultad en conocer las fuerzas del súbdito
Ahora, pues, si la dificultad no está en el relajar cuando hay pocas fuerzas, ni en el aumentarlo cuando las ven y conocen, ¿en qué está? Digo que la dificultad, y no pequeña, está en el conocer estas fuerzas del súbdito, no se engañe y trueque las suertes juzgando al flaco por fuerte y al fuerte por flaco. Y digo que, para este conocimiento, a mi parecer, ha menester grande oración y luz del cielo, particularmente en
religiones reformadas, donde cada día se esperimentan nuevas dificultades y cosas bien al contrario de los juicios de los hombres, porque unas veces vemos unos niños que en medio del horno ardiendo de penitencias cantan [47v] y componen hypnos y salmos 20, y vemos otros hombrazos que caminan por prados floridos y lloran. Vemos unas veces que el demonio, que tan de ordinario acude a tentar, perseguir y estorbar el camino de la perfeción, se hace y finge zorra mortecina y hace parecer a un hombre que se puede llevar una casa a cuestas que no puede tragar una guinda; y si el prelado le conociese las mañas, se podría tragar un camello con su carga. Y para pervertir este orden de la providencia que el prelado debe tener para aplicar el rigor, otras veces en los muy flacos finge fuerzas, poder grande para que, abrazando cosas sobre ellas, se queden atancados en medio el camino y caídos, sin poder u ellos pasar delante; antes, como cabalgadura que cayó en medio el camino y senda, sirve de estorbo, haciendo muestras de v que, si aquel que mostró poder cayó con la carga, mejor cairá él. Y así finge nuevas dificultades: al que puede, mostrando en él flaqueza; y al que no puede, mostrando poder para que, enpezando a edificar y no pudiendo acabar, sirva de risa y mofa 21.
Para esto tiene el prelado necesidad, como digo, de grande oración y luz del cielo. Y que advierta que no todos los que dan voces y dicen: domine, domine, entran 22 y pueden entrar en la batalla. Bueno fuera que, porque el hortelano, cuando planta un arbolillo y dentro de ocho días lo ve echar hoja y flor, que ya entendiese estaba presto w y lo podía tratar con el rigor que trata los que ha ya años que están en la güerta. Es menester advirtir que aquellos x cogolluelos que echó entiendan que son de la virtud que en ellos venía communicada del árbor y do se cortaron; y que es necesario regarlos, regalarlos hasta [que] se asgan y cobren virtud propia de la propia tierra. Así es necesario que los prelados de esta sagrada Religión, como jardineros de la Sanctíssima Trinidad, cuando en este su jardín [48r] se traspusiere algún sarmiento y arbolillo y viere en los principios unas llamaradas y deseos grandes de hacer mucho, a estos tales váyase con ellos a espacio; y entiendan que ese verdor es muy superficial y que dentro de pocos días es muy cierto el faltar, porque fue virtud asida en los pensamientos y aprehensiones primeras que hizo en el siglo. Es necesario a ese tal, junto con algún rigor, aplicarle regalo y riegos hasta que asga en las costumbres y nueva vida de la Religión. Que es el demonio taimado y desea afligirlo y cansarlo para que se eche con la carga y sirva de nuevos estorbos.
Y, por el contrario, es necesario gran cuenta con otros que, siendo hombres, los hace parecer inposibilitados de las cosas que los muy niños hacen. No ha ocho días que vino a mí un hermano novicio, hombre
y de muchas fuerzas, y aún no habíe quince días que había tomado el hábito. Digo que vino a mí su maestro de novicios, y luego vino él a mí. Y me dijo que se le quitaba la vista de los ojos y que se andaba cayendo y que apenas podía estar de rodillas. Yo confieso que le di remedio de principiante, que, en fin, a ellos no se les ha de decir todo, que no tienen disposición para entenderlo y es necesario condecender con algo. ¿Quién no ve es engaño grande que, en ocho días que un hombre hizo un poco de penitencia y comió menos, ya se muere, ya no puede pasar adelante, y que dentro de ocho días sea ya necesario relajarle los ayunos, darle tragos de vino y hacerle sentaditas en la oración? Este es engaño manifiesto.
Y aquí es donde yo digo que uno tiene z necesidad de luz particular.