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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XXII. CAUSAS Y REMEDIOS DE ALGUNOS "DESMAYOS"
Digo que esto puede provenir de dos o tres cosas.
La primera, como estos tales han hecho mudanza, que es como al que sangran: que se le alteran los humores y se le sube la cólera a la cabeza y se le quita la vista de los ojos. De esa manera al novicio que toma el hábito, con pequeñas evacuaciones se le alteran los humores y, así alterados, la cólera, como es fuego, sube a la parte más alta y priva [48v] la vista; y la vista turbada, parece que se cai un hombre de su estado; y luego se arroja en el suelo, y le parece que ya no es posible estar de rodillas.
A mí me ha sucedido pasar un río y turbárseme la vista y parecerme iba ya agua abajo. Y [ha sucedido] caerse un hombre; y es que él se arroja y se echa en el agua, que, si se estuviese quedo en su cabalgadura, aquel meneo, turbación y caídas que le parece sólo es ficción de la imaginación y turbación de la vista. Lo propio digo yo de los hombres que en estos principios se turban y se arrojan en los suelos: que es ficción de la imaginación y turbación de la vista, que, si ellos estuviesen quedos en lo comenzado y en su aspereza, no haya miedo que caigan, aunque les parezca van agua abajo. Y eso luego se repara con poner y fijar los ojos, no en las asperezas a que sobre sus fuerzas les parecen, sino en los premios que sobre sus méritos Dios les promete. Yo pienso que la cura de estos tales no está en relajarles los ayunos, sino en desengañarlos de su flaqueza y imaginación, y con buenas razones desengañarlos de que no se mueren ni se acaban y que aquello es cosa muy natural. Yo me acuerdo que, en el hábito de paño, un novicio
que tomó conmigo el hábito dentro de ocho días se desmayaba en maitines y se le quitaba la vista de los ojos. Pues esto bien se deja entender que no era flaqueza, que quizá no comía él tanto en casa de sus padres como en el convento. Quitósele vomitando algunas veces la cólera que se le subía a la cabeza, y estuvo bueno.
2. Aprehensión ante el rigor de vida
Suele también proceder esto de aprehensión y de imaginaciones que aprehenden muchas cosas juntas. Como son hombres y tienen la imaginación más dispuesta para pesar y mirar las dificultades, suelen dejarse llevar de ese pensamiento y dificultad: de cómo a ellos les ha de ser posible poder estar toda la vida encerrados callando, durmiendo sobre una tabla, comiendo yerbas. Y eso los hace desmayar, no el rigor presente, sino todo junto el presente y por [49r] venir. Y a estos tales tampoco hay que relajarles el ayuno, sino, cuando se vean y digan que están imposibilitados a aquel rigor, díganle de esta manera: Su charidad, hermano, ¿podrá sólo un día llevar esta vida? Y llano es que ha de ser muy grande su flaqueza para no poder llevar el rigor de aquel día. Dirá el hermano: Podré hoy, pero no podré mañana. Decirle: Pues llévelo hoy y no mañana. Y verán cómo mañana y cada día responde lo propio, y se le quita la tentación.
Porque en realidad de verdad, cuando ab estos tales se les relaja el ayuno, no se les quita, antesc se les aumenta y quedan confirmados en ella, porque, como ven que se les quitó la tentación no ayunando, piensan que, siempre que les viene, han menester aquella medicina; y de aquí coligen que, no pudiendo ayunar siempre, no pueden llevar el rigor de la Religión, y otro día piden sus vestidos. Y así el mejor remedio que yo hallo es desmentir su imaginación y mostrar que todo aquello que imaginan es falso y que, aunque les parece que se mueren, no se mueren.
Otras veces no hay quien les despincte lo que su imaginación les pincta y dibuja, y parece cosa inposible persuadirles lo contrario, sino que son desmayos y flaqueza y que no están un cantero de real de dar consigo en la sepultura. Tiempo hubo que yo llegué aquí, aunque de causas bien diferentes d. Diré con lo que me curaron, que, si en un hombre hubiere resignación para ello, es muy buena cura. Dijéronme: Venga acá, padre, ¿para qué tomó este hábito y escogió esta vida? ¿No la escogió para morir por amor de Dios y darle y entregarle e la vida a quien dio la suya por su reverencia? Dije que sí. Pues ¿qué mayor bien -respondió el maestro- que alcanzar lo que uno busca? ¿Qué mayor bien que morir por amor de Dios? ¿Qué mayor gloria que despreciar la vida por este buen Señor? Esto y otras cosas me dijo el buen padre de la Compañía de Jesús en Roma. Concluyóme y dime
por vencido y dije: cierto que este padre tiene razón; yo quiero morirme, ¿qué se me da a mí?; ¿no me tengo de morir de aquí a dos o tres años?, yo quiero morirme ogaño. Y no me morí, antes eché de ver que era flaqueza humana nacida de vehemencia de imaginación [49v] y acceleración en los discursos y pensamientos en las cosas por venir. Y esta doctrina me ha servido muchas veces para diferentes ocasiones y peligros para no volver atrás y entender es ficción lo más que en semejantes ocasiones nos dice la imaginación.
Otras veces se causan, así en los grandes, estos desmayos -que todo esto digo para que se sepa cuándo se ha de relajar el ayuno- de una vehemente tentación del demonio. No como las que hemos dicho f, porque en esas tentaciones aprovéchase el demonio de lo natural, pero otras veces suele el demonio en esta materia afligir y tentar un religioso por vía de sugestión, arrimándosele de suerte que le parece que ya está muerto, que ni siente cabeza, cuerpo ni cosa, sino que le parece cosa de milagro que el alma se detenga ni esté parada o detenida en aquel cuerpo.
Y pienso que de esto cómo sea no se puede poner exemplo ni yo lo sé. Ah, veamos si éste cuadra, no obstante que este adversario tendrá muchas maneras de causar y fingir estos desmayos. Como cuando un sancto se eleva y tiene la voluntad y el entendimiento ocupado, no ve cuál está el cuerpo, porque, si entonces le desasieran estas potencias, pareciérale que era imposible que aquel cuerpo viviera con aquella flaqueza. Pues desta manera el demonio suele arrimarse a algunas personas y causar unos modos de elevaciones, los cuales o en los cuales, como el entendimiento y la voluntad están desasidos y con acuerdo para sentir y considerar su flaqueza, paréceles claramente que se mueren. Y lo que en esto pretende el demonio es fingir flaqueza, para que no se acuda a la oración, para que no esté uno de rodillas, para que quebrante los ayunos, para que le den bocadillos y tragos de vino. También advierto que, pienso yo, podría ser que también esto que este tal pasa fuese bueno y causado de otros actos muy sanctos y continos, en que procuró elevarse y levantarse a Dios, sino que, siéndole necesario la distracción para tratar en otras cosas, fue necesario aplicase el entendimiento y voluntad a otras cosas que por entonces fuesen voluntad de Dios; y quedándose [50r] el cuerpo elevado, el alma quedó suelta y desasida para con sus potencias entender en aquello que Dios le mandaba. Y como entonces siente el hombre así dispuesto esta agilidad del cuerpo pesado, parécele que aquello no puede ser sin morirse luego. Y con esto llama a su confesor y comunícalo. Y como el confesor no sabe cómo puede ser esto, luego le trai bocaditos y dice que no ayune.
Y, en estas ocasiones, lo que es sancto toma el demonio por instrumento y causa de relajar el ayuno. Y en estas ocasiones también ha menester el prelado grande prudencia y discreción para con los tales. No aflojar las penitencias porque no se haga lo que el demonio pretende.
Otras veces le causa el demonio estos desmayos g más grosera y materialmente. ¿Cómo? Finge otras cosas y otros vicios en el cuerpo, alterando los humores o enfriándolos, que quien tiene licencia para encenderlos también tendrá para enfriarlos. Y quien en semejante ocasión ve a un hombre frío, le parece que se muere y que tiene necesidad de conservas y de bocadillos.
Otras veces suele haber unas hambres y desmayos muy naturales. Como lo vemos en algunos que, cuando acaban de comer, les parece que se quedan muertos de hambre y desmayados; y sufriéndose un rato, se hallan contentos y satisfechos. Y luego echaron de ver haber sido aquella hambre tentación y fingimiento de la naturaleza. Y así, sucede esto h muchas veces en los religiosos: que al principio se mueren de hambre y, si se sufren un poco y aguardan y se contentan con su i pan y yerbas, se les pasan los principios de esa hambre y queda el cuerpo bien compuesto y dispuesto para los actos de communidad y para todo lo necesario del cumplimiento de su regla.
Paréceme fuera imposible poder decir de los singulares, necesidades y ficciones que finge el demonio en un hombre y la naturaleza, para conocer cuáles son las verdaderas y dónde el prelado ha de relajar el ayuno o dónde lo ha de aumentar.
Hay otros desmayos muy spirituales. Que, porque [50v] pienso esto lo toqué o traté en cierta ocasión que se ofreció en la fundación de los conventos 1, no creo será necesario tratar ahora de ella. Pero también será necesario tocar algo a este propósito respecto de saber si este desmayo o enfermedad es suficiente causa para relajar el ayuno, porque es muy ordinario el demonio tomar ocasión de una cosa muy sancta para por ahí introducir sus relajaciones.
Ahora, pues, suele muchas veces desmayarse el cuerpo o mostrarse desmayado j cuando un hombre alcanza un grande desasimiento de las cosas de la tierra. Y como el cuerpo es de tierra y terreno, cuando se aparta de aquello que a él le es tan vecino y natural, y cosas en que él tenía su abrigo y calor, queda frío y como desmayado, sin serle de consideración las fomentaciones, regalos y comidas que le dan. Y con estos tales no hay que dispensar, porque, así desasidos de las cosas de acá, su ser le tiene de aquella forma y chalidad. Y es inposible entrar
más en calor, aunque le apliquen la ropa o lumbre que quisieren ni le den los regalos que les parecieren. Antes les harán daño, porque en estos tales el calor natural se va adelgazando y, siendo menos, mientras más lo ocuparen y distrayeren, es muy cierto el irlo apocando cada día más; y para haber de acudir k a cocer aquella comida que le dan, ha de dejar desamparadas las otras partes del cuerpo y padecer mayores desmayos.
Otros desmayos hay así espirituales que casi son causados de estos propios principios; y casi son todos unos. Estos son causados de un despego particular del alma con el cuerpo, que parece hace cada día mill asomos a que se quiere salir de aquella casa. Y estos movimientos interiores cáusanse de muchos actos en que cada momento el siervo de Dios se está negando cosas de su gusto. Y tantas negaciones vino a hacer y a tener que casi le vienen a faltar los accidentes positivos mediante los cuales el alma estaba ligada con el cuerpo. Y como el [51r] alma, que es la que da vida al cuerpo, está así de levante y hace tan poca amistad a su compañero, siendo ella la que le da vida, calor y abrigo, hállase el cuerpo desamparado, solo, frío, que parece que se muere. Y como esta frialdad o desmayo le viene del alma, no se remedia con que quebrante los ayunos ni le relajen las penitencias, porque el alma, como ya hizo curso, casi se halla de una manera comiendo y no comiendo. Antes, como creo decía denantes, el cuerpo así solo está con menos dispusición para cocer la comida y recebir mantenimiento.
5. Distracción del espíritu
Otras veces se causan hambres y desmayos en un religioso de la distracción del spíritu, de no tener oración ni recogimiento ni presencia de Dios, estando y siendo todos enteros corporales, aplicando toda su imaginación en sí a sólo mirar las necesidades del cuerpo. Y esto basta para que el cuerpo dispierte y pida muchas veces de comer. Bien sucede estar uno olvidado de una cosa y, por atender a él y mirarlo con atención, le incitan a que busque qué pedir. Lo propio digo yo del cuerpo: que, si no atendiésemos tanto a él ni lo mirásemos, que él no se acordaría de muchos almuerzos que nos pide sólo porque nos ve tener atención a él y a sus cosas. Y así es bien no mostrarnos con él con demasiado afecto, acuerdo y atención, que, en fin, viéndonos de esa manera, una vez se olvidará, otra temerá y otra tendrá vergüenza de pedirnos cosa que él sabe no gustamos ni tenemos la mira puesta en ésa.
Ahora, pues, pregúntase si a estos tales, que así tienen hambre por tener esta atención al cuerpo y a sus necesidades, si se les ha de relajar el ayuno o, por lo menos, cuando representan esta necesidad, si se les ha de dar algo más. Respondo que me parece que el remedio que
éstos tienen para les curar esta hambre y necesidad, es ex oposito procurar traigan presencia de Dios, tengan oración, ocupen la imaginación en cosas elevadas y levantadas al cuerpo l. Digo más, que a estos tales no se les ha de privar de todo punto de lo que desean y apetecen, sino que es necesario darles algo más y acudir alguna vez con alguna relajación m de algún ayuno, porque, si del todo lo quisiesen trocar en hombre abstinente, en realidad de verdad eso se haría con gran violencia, se inquietaría [51v] y se daría por hombre inposibilitado a llevar esta vida. Y seríe bastante a aquella hambre darle que coma hasta que esté suspensa. Porque, mientras dura, si no le dan que coma, ha de comer de las carnes y enflaquecer el sujeto.
Contaba yo estotro día haber oído decir en nuestro pueblo que a un hombre se le entró un lagarto o culebra en el cuerpo pequeñuela. Esta fue creciendo de suerte que todo lo que el hombre comía, se comía el lagarto; y cuando no comía, el hombre sentía que le quería comer las tripas. Y así los médicos le mandaban comer mucho y muchas veces, hasta que le dieron medicinas con que reventó allá dentro en el cuerpo y murió, quedando el hombre libre y sin necesidad de comer tanto. De esa misma manera hay algunos hombres que, como si tuvieran una cosa viva en el vientre que les estuviera pidiendo de comer cada momento, así quieren cada hora comer; y padecen grande trabajo si un día tienen abstinencia. Y aquella hambre, si no le dan con que la maten, come de sus propias entrañas y se viene un hombre a enflaquecer. Y a estos tales es necesario darles comida hasta que les curen la hambre y muera, dejando el hombre vivo. Que, una vez quitada aquella hambre falsa, nacida y engendrada de la imaginación y atención que la tal persona tiene a las cosas del cuerpo, que entonces el hombre vivo de esta mala sabandija menos n necesidad tendrá de comer y de acudir a esa necesidad.