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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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XXIV. APLICACION A LAS MONJAS

 

  Parece hemos gastado mucho tiempo en decir y declarar esta parte de la cláusula, sin tratar de nuestras sanctas monjas, que no menos a ellas les cuadran y les es necesario los fines de estos dos pedazos del párrapho 11.

 

 

1.  Más rigor que las otras religiones

 

  Lo primero que aquí tratamos, en el rigor de nuestros ayunos, fue que nuestra regla tuvo por fin que en algo nos adelantásemos y hiciésemos algo que los otros no hacían. Pues, si con alguien puede hablar esta cláusula y tener este fin, es con las monjas. Que esto es muy cierto que, así como cuando dan en malas parece se estrechan, de esa misma manera cuando dan en buenas quieren ser estremadas. Y así es bien tengan regla conforme su natural: que se estreme y particularice en algo del rigor de las demás religiones. Así lo dijo la esposa, tratando con su sposo de la condición de sus compañeras [53r]: adolescentulae dilexerunt te nimis 1; amáronte con estremo. Y aunque es verdad a que no hay ni


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puede haber estremo en el amor, en los actos interiores, que creo los llaman los theólogos actos ilícitos, pero puede haberlo en los elícitos, que son en los actos exteriores nacidos de aquel amor. Pues dice la esposa: Señor, tengo muchas compañeras devotas tuyas que, en todas las cosas que desean hacer por tu amor, se desean particularizar y singularizar de las demás. Y así nuestra sancta regla, oliéndoles el humor, abrió la puerta y hizo la cama para que, dándoles materiales a manob de aspereza y rigor, se particularizasen de las demás monjas en hacer en sus ayunos algo más de lo que ellas hacen.

 

 

2.  Relajar o aumentar los ayunos

 

  También les es muy necesario lo segundo acerca del poder el prelado relajar los ayunos por la edad y otra alguna justa causa, o aumentarlo a las monjas. Lo que es el relajarlo, por tener los naturales más débiles y flacos, porque ordinario son ruines comedoras y tienen necesidad de comer muchas veces, porque de ordinario de unac comen poco. Suelen también dar unos apretones con que suelen demasiado descaecer el natural. Suelen también, por ser su natural más blando y amoroso, alcanzar más presto el fin de los ayunos y alcanzar la victoria de la parte sensitiva que con su brío acocea al alma.

  Que de ordinario con el cuerpo nos habemos como un amo con un mal sclavo: que, para corregirlo, enmendarlo y hacerlo de buena ley, lo ata, aprisiona, azota y enpringa y le da a comer por onzas; pero, si ha alcanzado de él lo que pretende y le halla ya manso, humilde, pacífico, quieto, fiel, liberal, amoroso y cuidadoso de lo que en casa se le manda d, llano es que le aflojan y quitan las penas, aunque no del todo por ser de mal natural; y que entienda que, si enpeora, está cerca el castigo. Regálanlo algo, danle más licencia y libertad, porque saben que no ha de hacer cosa contra la razón e. Trainlo más sustentado, porque saben que las fuerzas las ocupa y enplea en buenos servicios.

  Lo propio digo yo debe hacer la sierva de Dios con su cuerpo: en los principios, que lo aflija, maltrate, riña, castigue, prenda con el grillo, cadena y cilicio, que, a quien nos ha hecho antes desafueros, hurtos, robos y descomedimientos que contra el alma ha tenido, razón será pague algunos y se le a comer por onzas. Pero, si ya lo vemos afligido, flaco, caído, rendido, sujeto, leal y que no quiere más de aquello que fuere gusto del alma, razón será, para que no acabe sino que viva y trabaje, que lo sobrellevemos algo. Se le relaje a este tal [53v] algún día de ayuno. No digo que del todo se le levante la mano, que es bien que traiga delante los ojos la disciplina f; que aquélla es dispensación que sólo ha de durar mientras en él durare la justicia y razón. Como


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en casa del buen padre: que azotan al criado g o hijo travieso y le ponen y cuelgan la disciplina donde la vea o no la pierda de vista. Que pienso es lo que Moisés decía a su pueblo en el ... h: Peccatum tuum sit coram te semper 2; tu peccado mira que siempre lo traigas delante los ojos. Claro es que aquí no trataba de la culpa del peccado, sino de la pena que por él merecía. Mándale que traiga delante los ojos el peccado muerto, que es la pena, la culpa ya perdonada, porque estas penas, aunque pasadas las i culpas, son de mucho provecho al cuerpo, aunque sean echadas en escabeche y arrancadas de su nacimiento. Como lo son los cambrones, que nacen en la viña y heredad, arrancadas y puestas por valladar, son de mucha consideración. Lo propio digo yo de las penas, las cuales tienen su nacimiento en las culpas y en ellas son penas vivas que, asidas con las culpas, ahogan y matan al alma, pero, arrancadas estas penas de las culpas, que ya están ahogadas con los remedios que para ello dejó Cristo puestos, no hay dudar sino que son y sirven de admirable valladar que defienden el majuelo y viña que Dios tiene plantado en el alma.

  Y así decía j Moisés a su pueblo que no perdiese de vista estas penas, que le serían de mucho provecho. Y eso digo yo: que, cuando un religioso o religiosa ha alcanzado lo que pretende del cuerpo sujetándolo, amansándolo, etc., que afloje algo, pero que le cuelguen la disciplina do él la vea, como a muchacho travieso que fácil k olvida la corrección. Pero es bien que, cuando está con este conocimiento, subjeciónl proptitud para acudir a todo aquello que el alma le mandare, que, pues hay del palo, haya también del pan y haya algún día para este tal cuerpo así afligido alguna dispensación o relajación.

  Que Cristo redentor nuestro dende el desierto y los ayunos fue convidado a la boda del architiclino, donde mostró gustaba de que sus discípulos gozasen de aquella fiesta, pues Su Majestad favoreció [54r] el convite pues, faltando m vino, Cristo lo proveyó con aquel milagro y primera señal; y su madre intercedió 3. Por cierto, mis charíssimas hermanas, cuando por la razón ya dicha la madre priora dispensare, me parece a mí será dichosa dispensación y de grandíssimo gusto, como lo es a la madre que, después del hijo sangrado y bien purgado, lo regala y da la ración doblada. Bien es que, si en el cuerpo han ya pasado estos términos, esta dieta n, sangrías y evacuaciones, que se acuda con alguna ayuda de costa.

 

 


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3.  Los motivos de la dispensación

 

  Pero advierto las circunstancias con que la regla dice se haga eso: quandoque, algunas veces, por la edad, por el camino o por otra justa causa.

  Ya hemos tratado de la edad en los hombres. Lo propio digo en las mujeres.

  En lo que toca a los caminos, no los han de hacer las monjas. Pero podríase espiritualizar, en la forma que arriba queda dicho, del camino spiritual, el cual tiene tres vías: la purgativa, que es la del rigor de las penitencias, la del dolor y lágrimas. Y ésta suele algunas veces afligir, no digo yo solamente a los flacos, pero a los muy fuertes y no dejarlos para entrar en el segundo camino y vía iluminativa. Y así, llegado a aquel estado, bien es que, como a hombre o mujer cansada, que llegó a la venta necesitada de algún refresco, se le algo de alivio, para que con brío y fuerzas entre y dure en la vida iluminativa adquiriendo muchas virtudes.

  Pues, en la vida unitiva que es la tercera, verdad es, como en muchas partes he dicho, al alma que con perfección llega aquí lo que menos pena le da es el comer y beber, y menos siente su necesidad. Pero hay algunas personas que, puestas en la oración, afligen, cansan y se muelen, que han menester tomar algún manjar o alguna más comida para que con los vapores que suben a la cabeza la humedezcan, y no acaben con el cerebro. Que yo juzgo a estos tales como unos oficiales machacones: [54v] que, si hacen la obra, es a pura fuerza de brazos. Veo yo a unos scribanos que parece no hacen nada según la pluma y mano la llevan con velocidad; y, después de haber scrito muchos pliegos, parece no han hecho nada. Y, por el contrario, hay otros que o aprietan la pluma y los dedos, que haciendo nada quedan molidos y cansados. Y lo propio es casi en todos los officios. En el de predicador: que hay hombres que parece se hallan dichas las palabras y, después de haber predicado una hora, se quedan serenos, quietos y descansados. Otros, que se muelen a sí y muelen los oyentes y parece que se hacen pedazos. A quien parece cuadra el exemplo que el otro predicador puso, habiendo predicado otro un día antes, y dijo: Ayer os predicó p y tuvistes un sermón de un vocinglero, que es como las nubes de verano, que truenan, relampaguean y train torbellinos y al cabo no echan gota de agua; yo seré -dice- hoy como una nubecita de invierno, que sin ruido llueve y fertiliza los campos.

  No tenía necesidad de traer tantos exemplos, que bien entendido queda que hay unas personas en la oración tan ágiles, prestas y liberales que, haciendo su obra con grande descanso, son como el buen scribano, de quien dice David que su lengua por las alabanzas de Dios corriese como una pluma bien cortada, que corre con velocidad sin dejar borrón 4.


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Y son como una nube fecunda, que apenas se han hincado de rodillas cuando ya llueve en su alma q mill bendiciones. Pero, por el contrario, hay otros como los oficiales broncos, pesados, cargados que muelen y cansan la imaginación. Como si esto fuera officio que se había de hacer a fuerza de brazos, quedan cansados, afligidos, apretando, como el mal scribano, la cabeza, como si estrujando lo material hubieran de sacar algún jugo espiritual, quedándose con el ruido y sin la lluvia. A estos tales en este camino [55r] es necesario dispensar con ellos en algunos ayunos para que, como digo, humedezcan la cabeza con el jugo que sacaren del manjar, ya que no sacaron ninguno de la oración.

 

 

4.  La licencia de la regla

 

  Fue acuerdo particular de nuestra sancta regla dejar esta licencia a los prelados por el summo rigor de la regla acerca de las comidas que son tan débiles y flacas, como son unas pocas de yerbas, que necesariamente habían de enflaquecer los sujetos y alcanzarlos, como dicen, de cuenta. Y aunque es verdad que la misma necesidad abre la puerta y da licencia para que el prelado benigno y con entrañas de charidad acuda a la necesidad y flaqueza del súbdito, pero es bien que esa puerta la tenga prevenida antes el Spíritu Sancto; y entiendan que es un mismo Spíritu el que a los fuertes añade y multiplica ayunos y el que a los flacos los relaja.

  Y en eso acudió también a quitar scrúpulos de algunos prelados, que en estos principios pudieran hilar tan delgado que, arrimados a la letra, adelgazaran sin reparo los sujetos hasta dar con ellos en la sepultura. Y quien tiene regla tan estrecha bien es que, en tiempo de flaqueza y necesidad, afloje la cuerda.

  Y ¿sabido para qué la alarga? Dice que puedan comprar un poco de pescado para los enfermos o para los flacos. Que estos enfermos entiendo yo de los que arriba digo que, por haber con el rigor alcanzado de cuenta la naturaleza, es necesario tener cuenta con ella, porque no la lleven a la sepultura antes de tiempo. Ahora, pues r, adviertan por charidad a lo que se alarga nuestra regla cuando manda al prelado que, algunas veces con discreción, pueda relajar los ayunos. Si el ayuno en rigor es pan y yerbas y, por dispensación para los flacos y alcanzados, dice que les relajen en el ayuno y que, para estos tales, les puedan comprar un poco de pescado, bien se colige que, cuando abre la mano y relaja el ayuno, sólo llega a regalar a nuestros frailes con el ayuno que hacen los demás, que es dar un poco de pescado. Y así, cuando relajados, los quiere tan rigurosos y penitentes como los demás cuando con rigor ayunan; y con su rigor los regala. Y así es que, como ya


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estamos enseñados a nuestros potajes, cuando viene un poco de bacallao, lo tenemos por fiesta y regalo.

 

 




1 Cant 1,2. Nimis es un añadido.



a  ms. verdar



b  sigue se tach.



c sigue y tach.



d corr. de mandan



e sigue re tach.



f la disciplina sobre lín.



g  sigue of tach.



h ms. espacio de una palabra en blanco.



2 - Referencia inexacta. Parece reminiscencia de Sal 50,5 (et peccatum meum contra me est semper); para la expresión "sit semper coram te", cf. 2 Sam 7,29 (sit in sempiternum coram te); Esd 9,15; 1 Re 10,8; 1 Crón 17,27.



i sigue cus tach.



j sigue Dios a tach.



k ms. falcil



l sigue do tach.



m corr. de faltándolo



3 Cf. Jn 2,1-11.



n sigue y tach.



o  sigue y tach.



p sigue y tubis tach.



4 Cf. Sal 44,2: "Lingua mea calamus scribae velociter scribentis".



q  sigue letra tach.



r sigue si tach.






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