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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XXVII. MOTIVOS PARA AUMENTAR EL AYUNO
Facultate inspecta, etiam augmentare; que pueda también aumentarlo. Pues veamos ahora en qué causas podrán aumentarlo con las monjas.
1. ¿Por qué la regla no especifica las causas?
Que parece la regla aquí quedó corta, porque, si en la relajación pone causas como es la edad y el camino, parece que también las habíe de poner en las veces que el prelado lo habíe de aumentar.
Digo que las causas por donde se ha de relajar son pocas y ésas naturales, pero las causas por que se ha de aumentar son muchas y no todas que procedan del brío a, fuerza o vigor de la naturaleza, que esa causa ya está claro. Pero hay muchas causas por que se haya de aumentar nacidas de muchos desórdenes de los apetitos sensuales, que eso es bien dejarlo a la discreción del prelado, que con ella mirará los soberanos fructos de esta virtud y lo mucho que de ella dicen los sanctos.
Bien se ve que la mucha agua suele ser grande inpedimento a los trigos, los aguaza, losb ahoga, los enferma y aun los hace enllenar de yerba. Pues todo eso hace el demasiado manjar: que suele traer ahogada el alma y aguazada, enferma y aun enllenar de vicios este nuestro cuerpo. Y así es necesario, facultate inspecta, etiam augmentare; que haya gran cuenta para lo aumentar cuando juzgaren ser necesario el quitar la comida.
2. Exceso en comer el pan y las hierbas
[59v] Ya he dicho que esto de aumentar los ayunos más se puede quedar a la discreción del prelado el juzgar las causas necesarias. Porque, si un fraile viene a él y le dice: "Hermano, yo no tengo oración", ha menester saber de qué proviene esta causa. Podría provenir de la relajación del cuerpo y del mucho sueño; y éstas son cosas que se podrían remediar con los ayunos y abstinencias. Como decía el otro siervo de Dios: que el verdadero religioso, cuando se va a dormir, ha de ir tan alcanzado de hambre que no duerma yc, cuando va a comer, tan alcanzado de sueño que no coma. Y habiendo de dormir y no dormir y habiendo de comer y no comer, vendrá a tener necesariamente en todo tiempo oración. Porque ya se sabe que un contrario en presencia del otro contrario está alerta y no admite descuido. El contrario del sueño es la hambre; pues, donde hubiere hambre, el sueño ha de tener a raya; y al contrario. Diránme lo que yo decía denantes: ¿Qué?, ¿le hemos de aumentar de ayunos a un religioso que su comida ordinaria es pan y yerbas? Respondo (yo no sé si lo scribí ahora poco ha) 1 que, aunque sea pan y yerbas, acostumbrados ya a ese manjar y siéndoles suficiente, se ha de quitar de la cuantidad, porque, siendo más de la que puede llevar la flaqueza del stómago d, puede causar los defectos que causan los muchos manjares preciosos.
Yo vi en Roma a un hermano que los más días comía pan y agua, y siempre estaba bien gordo. Que la demasía en esto en frailes descalzos no lo tengo por buena, sino que se busquen remedios con que adelgazar la persona, que consigo trai mill bienes. Los cuales considerados bien de aquel gran varón de Dios el padre Borja, general de los Padres de la Compañía de Jesús, buscó medios con que puso su persona tan enjuta, siendo de antes muy gordo, que con el estómago o vientre e, como si fuera un pedazo de paño superfluo, le daba un pedazo f de vuelta y lo cogía a un lado, como si fuera vestido mayor que la persona lo había menester. Y así era: que, cuando era duque, habíe menester grande estómago para que en él cupiera lo mucho que habíe que echarle, pero, siendo religioso sancto como fue, bastábale un rinconcillo del estómago que en el siglo tenía, y lo que sobraba lo revolvía al cuerpo como cosa superflua. Y esta delgadez que en el cuerpo tenía no sólo lo fue adquiriendo con los manjares de poca consideración, pues entre ellos hubo día de ser su plato de axenxios amargos, sino con lo poco, como en su vida dice 2. Ahora, pues, yo vi mi buen g hermano en Roma que de ordinario ayunaba a pan y agua, y siempre estaba gordo y tan entero como siempre. Servía yo un día en el refectorio,
comiendo él a mesa segunda, y no hacía sino darle panecillos y él comerlos, de suerte que metió de pan lo que dejaba de vianda. Y aun podría ser que más, porque, con el pensamiento [60r] de decir pan y agua, como se abren más las ganas y es natural cosa, con el miedo que la naturaleza tiene de que no le falte lo necesario, aguzar las ganas y dispertar el apetito. Y a estos tales hallo yo que también se les ha de aumentar el ayuno en la cuantidad, que, aunque sean pan y yerbas, dejen del pan, que no coman tanto.
3. Cuando el cuerpo pide muy poco
Hay otros también bien acomplesionados, los humores bien templados, que con menos tienen harto. Y estos tales no hay que tener cuidado de que no coman tanto como los otros, antes, comiendo otros mucho, éstos es necesario coman menos y se les dé larga para que ayunen algo más. Y éstos, comiendo algo más que los otros, suelen destemplarse, como decíamos denantes del estómago que, por estar bien concertado, está en fil. Como peso, que un grano de trigo que pongan más lo hace correr a aquella parte y que no esté en el fil que la justicia pide que estén todas las cosas. Y en ninguna parte esto tanto se echa de ver como en los religiosos, porque sus estómagos son delicados, como pesos de plateros, que pesan oro molido y un nada lo hace volver. Y yo veo muy de ordinario a algunos hermanos que, no pudiendo comer carne más de los domingos, dándola por amor de Dios, esa pequeñita ración los descompone, y es necesario que no la coman, sino que en esa balanza tengan cuidado de poner lo poco que acostumbran. Y en semejantes ocasiones y a semejantes estómagos es necesario aumentarles el ayuno.
4. Cuando el cuerpo pide demasiado
Verdad es que hay otros estómagos y éstos son de ordinario los del siglo, que son h como pesos de carbón o de leña, que dos leños más o menos no los tuerce. Y así hallo yo los del siglo, que no los descompondrá añedir a una comida una gallina i, una libra de carnero y otras cosas. Porque j éstos son como molino, que, si mucho trigo derrama la tolva, mucho muele la piedra, porque siempre anda picado el molino y tiene bien en que entender el pobre molinero en cebar la tolva no falte cibera. Lo propio digo yo de esta gente: que, hechos molineros, están cebando los dientes, que, hechos tolva, están derramando manjar al estómago, que, hecha piedra picada, todo lo gasta: que no es gente que repara mucho en que la harina salga blanda o gruesa. Pero el siervo de Dios, que su mira la tiene en hacer un pan floreado en lo espiritual y en las consideraciones del alma no quiere esta flor de harina
mezclarla con los salvados groseros y pan de cebada que gasta el estómago corporal, sino que, sustentándolo con lo moderado y ayunos que cada día aumenta, deja los sentidos [60v] más claros, dispiertos y desenbarazados para que entre al alma las especies de lo de acá, retratos, dibujos y imágines que nos representan lo del cielo.
De aquí es que los del mundo no oyen las voces que dan las cosas criadas, porque tienen tapados y ofuscados con la abundancia de los manjares las vías ordinarias, de que el alma tiene necesidad de se aprovechar. Que, en fin, donde echan mucha leña al fuego, mucho humo ha de haber en la cocina y tanto puede haber que no os veáis, antes os ahoguéis. Y ¡qué de ellos, por enllenar de manjares, sube tanto humo de ellos al k cerebro que lo train con continuos vahídos l de cabeza, turbia y añublada m, obscurecida y llena de tinieblas, inposibilitada el alma para se aprovechar de ella para sus ejercicios sanctos!
Llano es que el vapor que sube de la tierra al aire lo espesa. Y cuando estos vapores son muchos, se hacen y vuelven ñublados que tapan la luz del sol y vuelven el día obscuro; y se vuelven ellos agua que riega la tierra para que nazcan sus sembrados. De esa manera del estómago del glotón suben vapores al cerebro, que escurece el día del alma y tapa las vías ordinarias por do entra la luz, claridad y conocimiento de las cosas; y aun estos humores así espesos se vuelven agua que fertilizan y riegan la tierra del cuerpo para que brote lo que de su cosecha suele.
Y así es bien que el religioso que se ve en alguna manera inpedido o estorbado en la oración, pruebe su maestro aumentarle los ayunos, no proceda de alguna abundancia de manjares, que, habiendo engrosado los sentidos n, sirven de estorbo para la oración, habiendo de servir de ayuda estando bien dispuestos.