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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
XXXI. LOS AYUNOS EN ORDEN AL "BESO MISTICO"
¡Oh, quién a este propósito pudiese declarar algo de lo que leí estotro día sobre las primeras palabras de los Cantares! Tengo esta falta: que, en el puncto que quiero decir algo de lo que he leído, pierdo lo uno y lo otro. No sé yo lo que se es, dejo por juez al que lo leyere.
1. Beso de la boca y del corazón
En las primeras vistas a que hizo la esposa a su esposo y las primeras palabras que le habló, fue decirle que le diese un beso de su boca, porque tenía mejores pechos que el vino 1. Mill dificultades tiene este lugar. Llano es que, si era beso, que habíe de ser de boca. Digo que hay junta y beso de corazones y, como la esposa se veía inpedida de esta junta por estar aún su corazón envuelto en carne y no descubierto, conténtase con que sea beso de boca. Como quien dice: Hagamos esta prueba, esposo mío, pues no puedo arrancar este corazón y sacar estas entrañas y juntarlas con las tuyas, juntemos boca con boca; que podrá
ser, Señor, que el amor grande que te tengo me derrita el corazón y lo trueque y vomite por la boca; háceme, Señor, esta merced, que juntes tu boca con la mía para que yo te lo dé a beber.
Y aun sin falta podría ser que el desear la esposa su esposo fuese su hermano pequeñito [68v] y puesto a los pechos de su madre, que fuese para eso. Oigan por charidad. ¡Oh inmenso Dios, y qué misterios tienes encerrados en la Sancta Scritura! Digamos las propias palabras que dice la esposab a su esposo: Quis michi det te fratrem meum, ubera sugentem matris meae, ut deosculer te, amplexar te, et nemo me despiciat? 2 Miren, mis hermanos, ¿no han visto una doncella tomar a un niño hermanito suyo, que tiene a los pechos de su madre dándole leche? Como la hermana le ama y es doncella y no le puede dar leche, quítale el niño a su madre y tómale en sus brazosc y masca un poquito de pan o una conserva y junta boca con boca del chiquito y dale a comer lo que ella tiene en la suya. Pues esto debiera de desear la esposa cuando a su esposo le decía: Ea, esposo mío, véate yo niño chiquito a los pechos de mi madre, que yo te tomaré en d los míos; y este corazón que en estas carnes tengo conservado para ti, lo mascaré, derretiré y desleiré e y, puesta boca con boca, te lo daré a beber, ya que no gozo del bien que tú gozas, que es que me rompas las entrañas y abras el costado, como tú tienes abierto el tuyo.
¡Oh Señor, y qué lástima he a este pobrecillo corazón! No tiene otra puerta y respiradero sino la boca. Pongamos boca con boca para que por ella desagüe mis congojas y os las dé a beber, que a nadie se las puedo yo dar mejor que a vos. Dadme, Señor, el resuello de vuestra boca para que respire y resuelle mi corazón, que sin tal aliento él está desalentado y sin tal spíritu él está sin vida. Y pues no puedo hallar otra más cercana que la que vos echáis por la boca, por estar f mi corazón tan escondido en estas carnes, conténtome con esto hasta que me entréis en casa de mi madre.
Y si yo decía denantes que con la boca os quería dar mi corazón desleído y por esto os deseaba niño chiquito, ahora digo al revés: yo, Señor, soy el niño y vos el hombre fuerte; poned vuestra boca con la mía, que fortaleza no tengo yo para mascar lo duro. Vos, Señor, que, puesto en la cruz, mascastes la muerte y los trabajos, dádmelos mascados y desleídos, que de esa manera los podré [69r] tragar. Y por eso dice: osculetur me osculo oris sui.
Otra dificultad tiene. ¿Cómo es esto? ¿En las primeras vistas, pide beso? Paréceme que fuera bien que entrara entreteniéndose con palabras
y pensamientos, que es por do empiezan los amores de quien bien se quieren.
Respondo que, en las primeras palabras de estos divinos amores, pone el fin de ellos y lo que pretende esta esposa porque después no se espanten los que la vieren hacer estremos y todo lo que más pasa en aquel tratado. Como si claramente dijera: Lo que yo pretendo en estos amores es que osculetur me osculo oris sui, que me dé un beso, que juntemos nuestras bocas; pretendo que yo le dé mi corazón desleído y derretido y que, tomándolo él, lo junte con el suyo. Pretendo el anhélito, el resuello de su boca; pretendo su aspiración, que es g el que dio nueva vida a nuestros primeros padres 3, para que, desnudándome yo de la vieja, la viva nueva que secundum Deum creatus est 4. Pretendo comunicarle mis congojas h que por la boca se derraman, y por ahí se desagua el corazón, y que él me comunique sus entretenimientos. Y juntamente, siendo yo niña tierna para sufrir trabajos, querría que, puesta su boca con la mía, como hace el padre y madre con sus pajarillos, me los dé mascados y deshechos, porque, recibiéndolos yo de esa manera, no habrá cáliz amargo que yo no pueda beber; y siendo ellos i de sí vaso de purga amarga, se vuelvan bote de conserva, pues en sólo Dios crucificado, su cruz, azotes y trabajos deseo conservar mi vida. Y, como otro Bernardo 5, siendo todo eso hacecillo de mirra amarga, haré cuenta que es posesión y junta de mi esposo, pues sus trabajos son los que nos juntan.
Ahora, pues, si lo que yo pretendo en este beso es tanto bien y en un bien infinidad de bienes recogidos y recupilados, nadie se espante cuando en el discurso de mis amores oiga decir palabras tiernas y hacer obras stremadas, si mirando yo a mi sposo le diere nombres y epítetos de dulzura, de precio y valor; si en su absencia hiciere cuitas y por su busca buscare estremos y me pusiere en peligro de mill peligros, donde me tope gente perdida que, tiniéndome a mí por tal, quieran robar y perder mi vida. Nadie se espante, que son soberanos fines los que pretendo; son incomparables thesoros los que busco. Y pudiera ser si la primera palabra que hablaba yo no fuera este beso, fin de mis amores, pudiera ser que los que después me oyeran o me vieran j, me tuvieran por loca y desatinada.
Y aun pudo ser que las otras damas, a quien esta reina de ellas preguntó con particulares ansias por su esposo, que les causase aquella admiración k [69v] que tuvieron de no saber lo que pretendía de aquel que con tantas ansias buscaba. Y quizá fundadas en esta ignorancia, le dijeron: Quis est dilectus tuus ex dilecto, o pulcherrima inter mulieres? 6 Por vuestra vida, señora, nos soltéis de una duda: ¿qué amado es este que
buscáis, siendo vos la más hermosa entre las mujeres? Como si dijeran: Por cierto lo ha menester ser mucho el que buscáis para que merezca tales cuidados de la que es más hermosa que las mujeres. Decidnos, ¿quién es o qué bien (como si dijeran) os puede hacer? Y así responde luego, soltando la duda: Dilectus meus candidus, rubicundus, electus ex millibus 7; no hay otro tal entre millares, es blanco y colorado. ¿Qué puede -como si dijera- pretender un alma en lo criado de más valor y estima que blanco, que es pureza, inocencia y linpieza de corazón, y colorado, que es amor y charidad y bondad? Pues eso tiene mi esposo, eso busco. ¿Qué puede procurar una mujer para mujer de más estima que blanco y colorado, que pureza y charidad? Pues eso tiene. Y así, damas hermosas, no os espantéis de mis estremos.
3. Aplicación a las monjas
Ea, pues, apliquemos, charíssimas hermanas, a nuestro propósito. Díganme ¿qué pretenden en esa clausura, en ese retiramiento, en esa soledad? Pregunto yo ¿no pretenden todo lo que aquí queda dicho de este dichoso beso de paz que deseaba la esposa de su esposo? Sí por cierto. Pretenden unirse con quien tanto es y tanto vale. Pretenden el resuello de Dios, con que vivan vida nueva, vida de ángeles. Pretenden darle y entregarle ese su corazoncillo que ahí tienen encarcelado. Pretenden, como a su hermano pequeñito, darle su vida mascada y desleída, y recebir otros mill e infinitos bienes.
Pues díganlo, publiquen l al principio de todas sus obras este fin de sus dichosos amores, para que los del mundo no se espanten cuando vean unas niñas de ocho años hablar palabras ansiosas y hacer obras estremadas: dejar sus padres, buscar a Dios, dejar el mundo y abrazarse con la cruz de Cristo. Sepa todo el mundo lo que pretenden y quién es su querido esposo y los bienes que en él tienen, porque nadie se espante de su tabla, de su desnudez y retiramiento, de su mortificación y penitencia; finalmente, para que nadie se espante de ver que facultate inspecta, que, creciendo las fuerzas, crezcan los ayunos, la abstinencia [70r] y sobriedad.
Y quien pretende beso, que es junta spiritual m, ayuna ha de ir de las cosas de acá. Que no es bien regüelde a cosas que mal olor pueden causar a su esposo, que es la linpieza del mundo, que n ordinario es, si se aguarda alguna visita, prevenirse hasta en los manjares que se han de comer. De mí confieso que, como después que estamos en esta 8 casa, acuden tantos grandes que, puniéndonos una cebolla para hacer colación o para la mayor parte de nuestra cena, que no me he atrevido a comerla por no causar enfado a las personas con quien hablare. Pues
mucho peor güelen los manjares, la hartura y repleción de las cosas de acá para con Dios que la vil y baja cebolla, razón será que quien tanto bien pretende como la esposa y alma sancta, como es beso de la boca de Dios, que se prevenga con tiempo de manjares convenientes al gusto y olfato de su querido esposo. Estos pienso yo que son o abstinencia, ayuno y sobriedad, de que nos previene nuestra sancta regla.
De manera que la causa por qué enpezó sus amores por beso, que es el fin de ellos, es, como hemos dicho, porque, sabiendo lo que ella pretendía, que era esta amigable junta y unión de esposo y esposa, no se espantase nadie ni tuviesen por encarecimiento lo que después hablaba y hacía.
4. El ardor interior de la esposa
Lo segundo, digo p que, cuando esta esposa vino a echar estas palabras por su boca, hartas ansias, deseos y fatigas interiores le habían pasado, las cuales, aunque no eran manifiestas a los hombres -causa de murmuración de que se atrevía a mucho por ser amor tan al principio-, no estaban escondidas a su Dios. Y quien beso pide en público, abrazo ha habido en secreto. Y así esta esposa lo debiera de haber recebido de este celestial esposo. Sino que, como este bien que este Dios comunica en lo secreto siempre crece y es inposible esconderle, como dice el Spíritu Sancto 9, en el seno, habiéndole dado abrazo en lo secreto, quedó herida, creció el fuego y no se pudo disimular; y como calentura que abrasa las entrañas, que la mejor señal que tiene de ser grande, ardiente y cierta y de que algo le hizo mal es el salir a la boca. Y aun acá, cuando vemos que un hombre tiene algunas costras o úlceras q en la boca, decimos: noranegra sea, que algo habéis comido. Pues el pedir la esposa beso, que es enfermedad de boca, el haber salido sus amores a la boca, es cierta su enfermedad y dolencia spiritual y que es calentura divina y ardiente; y que hubo algo en lo secreto que la puso de aquella manera. No hay que decirme a mí nada, que basta ver un alma que habla [70v] y dice semejantes palabras para que yo le diga: enhorabuena, señora esposa, algo habéis comido sin que lo veamos, pues a la boca sale y beso r pedís.
De ciertos animales he oído decir que conciben por las orejas y paren por la boca s. Y Esaías dice así de la concepción spiritual: que fides ex auditu, auditus autem per verbum Dei 10; que concibe por la oreja. Y así no hay que espantar para por la boca. Y si Dios la había ya hablado a la oreja, como él mismo dice cuando la habla: Audi, filia, et vide et inclina aurem tuam; et obliviscere populum tuum et domum patris tui. Et concupiscet rex speciem tuam 11. La oreja le pide que atienda, que oiga, que,
si eso hace, ella parirá un desprecio grande de todas las cosas de acá, hasta lo natural que es su pueblo y a los padres que la engendraron. Y con tal concepción y parto quedará tan hermosa como la madre queda con su hijo y niño colgado a los brazos. Y luego el rey, que es su esposo, codiciará tal hermosura. Lo propio digo yo que habíe pasado ya cuando la esposa parió por la boca palabras tan preñadas: el haberlo estado ella de las que su esposo le había dicho en el retrete. Y bien debiera también de estar ella bien satisfecha de que su esposo le estaba aficionado y codiciando t su hermosura, que es causa de tal concepción y parto, pues ella se atreve a pedir beso de su boca.
Otra explicación hay con que la esposa queda suficientemente descargada de parecer atrevida en esta palabra, que, por ser la primera, parece causa admiración que en las primeras vistas pida lo que hay que pedir [al final], que es este beso de paz, esta junta y unión, comunicación y liga que hace y causa la junta de estos labios y boca de esposo y esposa. La escusa de este atrevimiento ella lo da luego; en acabando de decir esas palabras, da la razón por qué pide beso y dice que lo pide quia meliora sunt ubera tua vino 12; porque tienes, esposo mío, mejores pechos que el vino. ¿Qué razón es ésta, sposa sancta? Entiéndaos Dios. Pues, si atendemos y con la consideración reparamos, hallaremos que da una razón y causa admirable.
¿Qué officio tienen los pechos? Unos buenos pechos llamamos a los que tienen mucha leche, a los que dan, engordan y crían muy bien al chiquillo que se cuelga de los pechos. Pechos [71r] que se desentrañan y enflaquecen por traer bien sustentado al niño que crían. Y esto tienen los pechos de Dios, que así lo dice la esposa que son mejores que el vino. El vino saca a un hombre de sí. Pues mejores son tus pechos, esposo mío, que eres tan amigo de darte, de communicarte a las criaturas que este amor, mejor que el vino a quien lo bebe, te saca de ti y te trai a mí. Tienes unos pechos muy lindos, esposo sancto, que, por traer gordos y bien criados los hombres que, colgados a tus pechos, buscan su ser y conservación, andas tú flaco y consumido. Finalmente, por mi bien, provecho y amor que me tienes, te veo con esa cruz, abiertos los pechos y rompido ese costado. Pues quien tiene tales pechos, quien es tan amigo de darse y desentrañarse, no es mucho que yo le pida beso.
Llano u es que, si no conociésemos la condición de un hombre, sus entrañas y deseo de dar y hacer a todos bien, y llegásemos a pedirle v sin más prevención mill ducados, que parecería atrevimiento. Pero, si supiésemos que aquel a quien se le hace esta demanda es un hombre
que se desentraña para dar y busca ocasiones de dar y desea que todos le pidan, y que le engorda el pedirle, llano es que no nos espantaría ver a una persona que llega de repente y le dice que le dé mill ducados. Pues la esposa, para que nadie se espante de una petición tan grande y la tengan por atrevida, dice que en lo que se funda para pedir semejante merced es por conocer que su esposo tiene mejores pechos que el vino, un amor que le está sacando de sí y rompiendo el pecho para engordar los hombres, que da su vida para que el hombre la tenga cumplida 13.
Y pues ahora hablamos con nuestras hermanas las monjas, esposas de este buen Señor, que ya tan de atrás tienen y deben tener tomado el pulso a este buen Señor, conocida su largueza que lo es más en el dar que nosotros en el pedir y recebir, ruégoles que se alarguen en el trato y communicación con él, que no se contenten en deseos ni palabras, que no quieran menos que beso de paz, hacer de dos vidas, de dos corazones, suyo y de su esposo, una vida, un ser, de suerte que quien a ella la mirare, mire a Dios, y en Dios mire a ella. [71v] No se acobarde nadie pareciéndole pide mucho, que petición es a quien sabe dar mucho. Petición es hecha a quien tiene pechos de amorosa madre, que, mientras más la maman, más corren. Tiene un amor mejor que el vino, que lo saca de sí para vivir en ti.
Y pues la primera y principal petición que ha de tener ha de ser este soberano y misterioso beso, procure de su parte disponerse para lo recebir, como arriba queda dicho, adelgazando sus sentidos. Que dama que tanto bien desea, razón será que hile delgado y que sea dama delicada y recogida. Que, como tratamos de la disposición de los sentidos w, le será para esto de gran consideración el poco hablar, menos mirar y escuchar, y ser muy moderada en el comer, procurando que, como crecen las fuerzas, crezcan los trabajos y ayunos. Que ése es el intento que nuestra sancta regla tiene con sus abstinencias y recogimiento tan continuo, y tantas advertencias y lugares donde todo ha de ser silencio.
6. "Me he alargado mucho en esta cláusula"
Bien entiendo me he alargado mucho en esta cláusula, pero, como sólo escribo esto para mi entretenimiento y para si algún día quisiere Dios x esto esté de suerte que mis hermanos lo lean, no me parece será largo, porque bien gustarán de tener un rato de sancto entretenimiento sabiendo lo que su regla y religión pretende, guiando sus frailes y monjas por medios al parecer tan estremados. Servirles ha de parecerles todo lo que hacen poco, pues pretende con esas cosas sacar un religioso perfectíssimo cual
conviene para que sea hombre endiosado. Puédenle servir el abrazar los trabajos con mayor gusto considerando que, si en esta cláusula pide que un religioso ande hambriento, es hambre que espera hartura, pues pretende matarla con beso de paz, que es comerse y unirse con su Dios y Señor, sposo verdadero del alma que de veras le busca.
Quédese aquí, que parece siento salirme de este párrapho y cláusula, que, como es de ayuno, ayuno parece me quedo de no haber dicho otra infinidad de bienes que ahí debe de haber encerrados. Quédense, que yo espero en Dios los comunicará Su Majestad al religioso [72r] que de veras se dispusiere para entender lo que nunca acertó este carnal hombre, que, como bestia, no querría apartarse un momento de los prados verdes donde, revolcándose con todos sus sentidos, nunca acaba de satisfacer el gusto gustando de añedir manjares y comidas cada día.
Como mi intento no fue más de volver la regla en romance, parece se me hace de mal de responder a las dificultades que aquí se pueden ofrecer o dudas que en ellas se pueden ofrecer. Y es que yo ando hurtando el cuerpo de scribir cosa que no sea para todos. Y si en las cosas dudosas respondo con rigor, necesariamente a los que no quieren tanto será causa la esplicación de sola una cláusula para que todo lo scrito güela mal a sus narices. Y si la declaro alargando la mano, necesariamente se han de quejar la mayor parte, que se desean summo rigor y estrechura. Y así pienso será mejor proseguir con este intento y esplicarla literalmente, contentándome con sólo volverla en romance, que, al cabo, después [de] haberme informado de todas sus dificultades, se puede responder.
Pongamos exemplo en dos que acerca de esta cláusula se pueden ofrecer. Dice que en siete meses del año ayunen cuatro días en la semana, si no fuere que viniere en aquel día alguna fiesta solene. ¿Cuál se haya de entender esta fiesta solene: si sólo han de ser las de primera clase o también las de segunda? También hay otra dificultad sobre decir que el prelado pueda dispensar en los ayunos por la edad o por hacer algún camino o por alguna justa causa: si podrá el prelado dispensar, por alguna razón justa que le parezca, con toda la communidad y si seríe justa causa una missa nueva o una profesión o un hábito. Ya digo, a estas dificultades no quiero responder por mí solo ni entremeterlas aquí, donde todo querría fuese muy spiritual.