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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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XXXIV. NECESIDAD DE PEDIR Y AGRADECER A DIOS

 

1.  Otras razones

 

  [81r] Otra razón hay porque quiera nuestra regla que nosotros no compremos lo que hubiéremos de comer, a lo menos las cosas que pertenecen a regalo, como es carne para los domingos y pescado para entre semana. Sabe Dios cuán amigos somos de fiestas y cosas de gusto y de regalo. Y quería Dios que en nuestros hermanos fuesen muy medidas nuestras fiestas y recreaciones, y éstas pasadas y contadas por sus manos, que son tan medidas que no nos dejará pasar el pie de la mano más de lo que conviene. Porque, si alguna cosa a nuestro mal natural le hace descomponer y tirar cosas, es el regalo y, estando en su mano, le irá a la mano para que ni en burlas ni en veras se descomponga.

  Otra razón puede haber y es que quiere que los frailes de este hábito tengan de muchas cosas necesidad porque tengan a Dios muchas cosas que pedirle y Su Majestad mucho que darnos. Porque, si todo lo tuviéramos, fuéramos como la otra marquesa: que, no tiniendo necesidad de nada, tenía una grande amiga que podía mucho y deseaba mostrar lo mucho que la amaba. Llegando un día a pedirle esta marquesa que nos ayudase en Valladolid a aquella fundación, respondió la duquesa: ¡Bendito sea Dios, marquesa, que habéis hallado qué pedirme, y yo qué hacer por vos! ¡Seas tú, Dios mío, mill veces bendito, que nos amas de suerte que, para mostrar el amor que nos tienes en darnos y nosotros en pedirte, quieres que todo nos venga de fuera, que cada día tengamos necesidad de ti para nuestro sustento y comida a! Porque siempre que


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le pedimos, es él bendito, porque siempre está mostrando esta gana que tiene en el darnos.

  Quiere también siempre obligarnos con las nuevas ocasiones de dádivas para que, por una parte y por otra, por el cuerpo y por el ánima, siempre le estemos debiendo, para que, mostrándonos siempre con Su Majestad agradecidos, siempre leb estemosc pagando.

  Quiere con esto mostrar Dios que los que viven en esta sagrada Religión son hidalgos, que han de comer del pecho y tributo que les han de dar los del siglo, que, como gente más metida en el mundo d y ocupados acerca de cosas más bajas, los tiene Dios por rústicos villanos, a quien manda so graves penas tengan cuidado de acudir con la ración que Su Majestad tiene señalada para el que, estando en la Religión, vive en el reino de los cielos y quiere Dios que enpiece ya a gozar e, comer el pan sin dolor y comer la carne sin güeso. [81v] Que, en fin, en aquella celestial patria, a los bienaventurados todo lo que han menester para enllenar sus senos y les esté cumplido según sus deseos, todo se lo administran y dan guisado.

  Que es lo que dijo el otro gran padre de familias cuando envió a convidar para su cena grande: que les dijesen a los convidados que una de las grandezas que habíe en aquel convite era que todo estaba aparejado 1, que no tenían los convidados en qué se ocupar más que en gozar de la fiesta y de la mesa. ¡Oh buen Dios, y qué deseo tienes de arrojarnos esos cielos, que parece f estás detenido y coartado! Y para mostrar tu gana que tienes de que le tengamos y gocemos, nos lo estás pinctando y dibujando cada momento en las cosas de acá, y particularmente en esta sagrada Religión, donde tú quieres que nos asemejemos a los bienaventurados en la abstinencia y en los ayunos y también en las comidas que hubiéremos de tener, que no quieres que nosotros hagamos la costa, sino hacérnosla Dios y administrarnos Su Majestad eso poco o mucho que hubiéremos de comer de carne o de pescado. Que es decir a los que él convida para este sancto hábito: Venid a mi convite, que en él no tenéis que hacer sino sentaros a la mesa; que no tenéis que buscar ni que solicitar ni comprar; yo os tengo aparejado aquello que fuere mi agrado que comáis. Porque fácil le es a Dios subito honestare pauperem 2; fácil le es a Dios de repente, de presto enriquecer al pobre y hartar al hambriento. Que es lo que acá solemos decir: en casa llena presto se guisa la cena. Tiénenos Dios por sus convidados. ¡Qué de veces sucede, qué de ordinario, qué contino, digo, estar la casa con 40 frailes sin qué comer ni cenar ni aun tras qué parar y, sin pensar, de repente, sin saber cómo, nos da Dios lo necesario! Que, si no regalos, mayor merced, que con unas pocas de yerbas nos tiene Dios contentos, satisfechos y regalados.

 

 


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2.  "Comprad sin dineros"

 

  ¡Ojalá, Dios mío, yo te supiese agradecer la merced que nos haces! Que, en fin, como tú, Señor, eres el autor de la naturaleza y el que le das el ser y el tal ser, sus sabores, efectos y propiedades, cuando tú quieres, dejas al capón de leche desabrido y amargo, no entrándole en provecho al rico y próspero, y lo das y pones ese sabor, ese regalo y gusto a unas pobres yerbas sancochadas. Débote la merced que me haces en darme ese regalo y débote el dármelo tan barato que no cuesta sino lo que cuestan unas pobres yerbas. Y esto todo porque más se parezca a tu cielo, donde las cosas tienen un gusto y un sabor inmenso, pues todas saben a Dios; y también porque allá nada se [82r] compra, todo se da: venite et emite absque argento 3; comprad y sin dineros. Si compro, ¿cómo sin dineros? Yo lo declararé con lo que voy diciendo.

  Va un fraile nuestro y dale licencia nuestra sagrada regla que compre habas, lantejas y yerbas. Estas, cuando las come, le saben a capones, sírvenle de regalo y gusto inmenso. Aquí este fraile compró y no compró. Compró las legumbres g, habas, yerbas, pero no compró el gusto h, sabor y regalo que en ellas puso Dios, como si fueran faisanes. Y así compró, digo, las legumbres y no la carne a que saben. Lo propio digo yo de los bienaventurados: que, por mucho caudal que ellos alcancen acá, no tienen para comprar legumbres de allá, pero a esa poquedad nuestra, si compra se puede llamar, dale Dios un ser levantado de punto, de tal manera que lo hace Dios y da sabor, ser y regalo de gloria. Y, si no, digamos que el decir i allí que compremos sin dineros, es lo que nuestra regla dice: comprad legumbres, y carne y pescado sin dineros, que eso yo os lo tengo de dar y regalaros con eso. Así los justos compran lo que es poco, de poco valor, de poca estima, porque todo nuestro caudal es pobreza, pero la gloria, aquel ver a Dios, eso sin dineros, que la mano liberal de Dios es la que acude con eso que es costoso de precio y de valor.

 

 

3.  Por hacer más penitencia

 

  Hay otra razón por qué nuestra sancta regla no quiere que compremos carne los domingos ni pescado entre semana. Y esta razón es muy literal, y es porque no lo comamos y hagamos más penitencia, contentándonos con las yerbas. De donde claramente se ve va contra la regla el que con demasiada solicitud busca el pescado y la carne. Y que sea lo que pretende esto la regla, de que seamos muy templados en el comer y que quiere que nos falte el pescado y la carne los domingos, fácil se prueba, porque, si quisiera y pretendiera que siempre lo tuviéramos, no lo dejara a que lo dieran los de fuera; que eso más


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costoso es y más inquietud y más daños acarrea -haber de andar cada día un fraile buscándolo- que comprándolo; y tengo yo por cierto en semejante ocasión mandara que se comprara. Sino que ella advirtió que la charidad estaba resfriada y los religiosos recogidos, no habríe quien para cada día les enviase el pescado, y así serían más abstinentes y templados y siervos de Dios.

  De donde colijo que mal hacen los que se quejan que no comen pescado, que no se lo envían. [82v] Para eso, hermano, tu regla te dejó la renta del pescado en cosa tan incierta como es la voluntad ajena, fría de charidad. Que, si quisiera y pretendiera tu regalo, ella te dejara esa renta sobre tus viñas, que permitía las tuvieses, o sobre otros juros. Bien vido lo que acá solemos decir: cuanto a mano tanto a daño. Y así tu pobre pescado lo puso en la mano ajena, que está apartada y es j encogida, olvidadiza y corta, para k que tú las cosas de tu regalo las ates cortas y en ellas te midas con limitación y cortedad.

  Según esto, bien escusados l quedan los prelados de no andar solicitando y hechos corredores buscando quien les pescado ni quien les carne para los domingos; sino que, pudiendo buenamente y con su modestia y recogimiento debido pudieren obligar las voluntades de quien lo han de dar, lo hagan; y si no, pasen sin ello, que no hay juro ni renta tan bien sentada que no quiebre y desdiga, cuánto más la que está puesta sobre el acuerdo libre del vecino.

 

 

4.  Ser ricos y pobres

 

  Bien pudiéramos dar otra razón sacada desta y es que el sujetarnos a voluntad ajena para comer un poco de pescado, es decirnos que procuremos estar tan resignados en la voluntad de Dios y negados de la nuestra que no tengamos querer ni voluntad ni libertad para comprar una cosa tan poca como es un poco de bacallao o otro pescado. Que ésta es summa perfección y sólo lo ha Dios hecho con los grandes sanctos: que, estando en los desiertos, les tapaba y cerraba los caminos para que ni aun un poco de pan no comiesen cuando ellos quisiesen, pues se lo traía un cuervo. De esa manera este pequeño regalo del pescado no lo has de gozar cuando tú quisieres, que ni aun para eso no has de tener voluntad, sino cuando libremente el otro te lo quisiere enviar.

  Díganme, ¿no es inmensa felicidad ser rico y ser pobre? Sí, porque goza de los bienes de las riquezas y con ellas atesora bienes para el cielo y granjea, como dice Cristo, amigos de mammona iniquitatis, ut recipiant illos in aeterna tabernacula 4. Por otra parte, son pobres de espíritu y absolutamente pobres, porque de esas riquezas no usan para su regalo; y


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así se llevan y tienen los bienes encerrados en la pobreza. Tienen los bienes que consigo trai el tener y no tener; y ansí por entramas partes ganan. Lo propio quiso hacer nuestra sancta regla con nosotros: que tuviésemos para dar a los pobres, para curarlos, para redimir captivos y para hacer y granjear muchos amigos, y que tengamos en el cielo muchos tabernáculos. Y para que no entiendan sólo allá en la otra vida [83r] hemos de ser ricos de hacienda o con hacienda ajena, quiere que seamos tan pobres que no seamos señores de comprar un poco de pescado, para que también seamos ricos m con propias riquezas, pues, siendo pobres, será nuestro el reino de los cielos. Y así no sólo seremos ricos porque los pobres nos recibirán en el cielo en sus tabernáculos, sino también seremos ricos porque, habiendo sido pobres verdaderos, tendremos n tabernáculos propios donde poder o recebir a otros. Y así alcanzaremos acá dos bienaventuranzas: que recebimos como pobres, pues lo somos tanto que un poco de pescado no alcanzamos, y damos como ricos, pues curamos pobres y redimimos captivos. Y las propias bienaventuranzas tendremos en la otra vida: que recebiremos de los pobres a quien aquí dimos y hecimos bien y daremos como pobres a quien nos dio pescado, etc.

 

 

5.  Tener riquezas y no usarlas para sí

 

  Otra razón se me ofrece que puede pretender la regla en que tengamos dineros y no podamos comprar pescado, que es mortificarnos y hacer que padezcamos por amor de Dios. Uno de los mayores males que el Spíritu Sancto cuenta en [el Eclesiastés5 del rico, es que tenga riquezas y no use de ellas ni se aproveche de ellas. Pues ese grande mal de pena que el rico lo pasa y sufre por su maldad, yo quiero que mis frailes lo lleven y sufran por amor de Dios. Yo quiero que tengan riquezas y no se aprovechen de ellas ni aun para un poquito de pescado o vino o carne los domingos.

  Del otro fingen allá que pidió una merced a su dios y fue que todo lo que tocase fuese oro. Concediósela. Y como todo lo que tocaba era oro, vino a morir de hambre y a padecer un terrible martirio, nacido de su codicia. Pues este martirio quiere nuestra sancta regla que nosotros lo padezcamos, nacido de charidad, porque concede Dios a nuestros frailes que sean ricos, que tengan oro para remediar los pobres y captivos, y que ellos, por este buen Dios, mueran de hambre, porque, si el oro no pueden cambiar por comida, mal comerán el oro. Y así morirán ricos y pobres: ricos para los pobres y pobres para los ricos, pues de ellos tienen necesidad para que les den un poco de pescado.

 


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¡Qué larga fue María Magdalena derramando ungüentos a los pies de Cristo! ¡Qué corta para consigo p, pues, valiendo el ungüento que derramaba 300 reales o ducados a los pies de Cristo que estaba cenando con Lázaro, no se lee que ella cenase o comiese 6! Y esta propiedad siempre la han tenido los sanctos y siervos de Dios: [83v] cortos para consigo y largos para con los pobres, gustando ellos de andar desnudos, cargados de cilicios y muertos de hambre, y traer los pobres contentos, satisfechos y bien vestidos. Y así quiere sean nuestros frailes: que cuiden del regalo de sus pobres y captivos y descuiden de sus personas.

  Como aquel que el príncipe y rey da por ayo a sus hijos, que sólo tiene cuenta de q los niños olvidando su persona, que ésa queda a cuenta y cargo del mismo rey. Los pobres a nuestra cuenta y nuestras personas a cuenta de Dios. Que así ha de ser para ser al contrario de aquel miserable rico avariento, de quien dice el evangelio que induebatur purpura et bysso, et epulabatur quotidie splendide 7; vestía de púrpura y cada día comía espléndidamente. Y el pobre Lázaro a la puerta desnudo, que aun de las migajas que caían de la mesa del rico no se hartaba. Pues tan mal le fue a este miserable y tan bien se le trocaron las suertes en la otra vida 8, hagamos una receta -dice nuestra sagrada Religión- para nuestros frailes bien en contrario: hagamos que vistan a los pobres y captivos de púrpura y viso y que les den de comer cada día, y ellos anden desnudos y deseen hartarse de las migajas que se cain de las mesas de los ricos, aguardando a que ellos se compadezcan a les enviar un poco de carne para los domingos y un poco de pescado, etc.

  Por grandíssima excelencia dijo san Pablo de los pobres de Cristo: nichil habentes et omnia possidentes 9. Y fuera merced doblada si también pudiéramos decir: omnia habentes et nichil possidentes. Que de tal manera tuviéramos las cosas que, poseyéndolo todo, nada tuviéramos para nuestro regalo, sino que vivamos como los muy pobres y menesterosos.

  Y quiero que advirtamos que querer nuestra sancta regla a nuestros frailes que sean ricos para con los pobres y para con sus personas pobres, es esta pobreza subida de puncto a cuanta r pobreza se puede imaginar: tener riquezas y que seamos pobres para con nosotros aguardando que de fuera nos den lo necesario. Pregunto yo ¿quién le ha de dar al que tiene?, ¿quién le ha de dar al rico?, ¿quién le ha de dar al que da? Sólo Dios, que sabe cómo uno puede ser rico y pobre, pues dice: Date, et dabitur vobis mensuram bonam 10. Pero el hombre, que tiene ojos de topo, ¿cómo ha de poder ver que en las riquezas haya pobreza? Al contrario, fácil es de saber, que Cristo lo enseña 11, que en la hambre está la hartura y en la pobreza la riqueza. Pero que, en sentido apostólico en la riqueza pobreza, que uno [84r] sea rico para con los pobres y pobre para consigo, no hay quien lo vea eso. Y así será muy ordinario


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morir de hambre y padecer pobreza subida de puncto a cualquier género de pobreza. Porque al pobre todos le dan, del que ven necesitado todos se compadecen, pero si nuestros frailes por razón de los pobres han de ser ricos, ¿quién de ellos ha de tener compasión, si ven que tienen lo necesario y que son tan largos para con los captivos y pobres? ¿Quién ha de ver y conocer una philosophía tan alta como es ser ricos y pobres y que, tiniendo riquezas, mueren de hambre?

  Pues aun acá vemos que, si un pobre llega a una puerta bien vestido y tratado, no halla quien le limosna, porque no hay quien se quiera persuadir a que es verdaderamente pobre; y así de veras y más que si fuera pobre, le hacen padecer necesidad. Eso, digo yo, quiere nuestra sancta regla para que de veras nuestros frailes padezcan necesidad: que quiere que parezcan ricos y sean pobres, y tanto que no coman sino yerbas si no les dieren de fuera algún pescado s.

  Colígese de aquí también cómo quiere Dios a nuestros hermanos sean siervos fieles en las cosas pocas de acá para que en la otra vida entren en la casa del regocijo. Ahora, pues, dame razón de dudar por qué Cristo al siervo fiel, a quien le entregó aquellos poquitos talentos, después de la buena cuenta que dio, le dan por paga que entre en la casa del contento 12 y no le ofrecen otra cosa. Que parece pudiera decir: Alégrate, siervo fiel, que, si fuiste siervo fiel en cosas pocas, recibe cosas grandes o entra en casa rica, abundante, etc. Sino en la casa del gozo. Digo que uno de los mayores bienes y premios que puede tener un fiel mayordomo, después de haber dado sus buenas cuentas, es tener contento, que parece revienta de alegría; que haya t estado la hacienda de su amo a su cargo y libre dispusición y que no se la haya comido y vestido y disperdiciado, es suma felicidad y contento. Y así dice Cristo: Ven, siervo fiel, que, pues no se te hace alcance ni has disperdiciado mis talentos, toma por paga la que se debe a quien tan bien trai justificadas sus cuentas, recibe casa de contento y de placer.

  Pues, sabiendo nuestra sancta regla cuán grande es este premio y cuán debido es este contento a los siervos fieles, quiere que nuestros frailes lo sean, de suerte que, tiniendo riquezas y bienes, no sólo no las desperdicien, pero que ni aun las gasten en lo necesario de su sustento, sino que lo busquen por otra parte, [84v] para que, cuando den las cuentas, las den tan buenas que les paguen con entrarlos en la casa de contento. Que quien así ahorró siendo escaso con sus personas, no podrá dejar en las cuentas de hallar muchas sobras y creces para que así las tengan en el regocijo y contento.

 

 




a  ms. comidad



b  sobre lín., en lín. nos tach.



c corr. de este



d sigue los tach.



e sigue y tach.



1 Cf. Lc 14,17.



f ms. querace



2 Eclo 11,23.



3 Is 55,1.



g  sigue y tach.



h sigue y tach.



i sigue ay tach.



j  sigue olvid tach.



k sobre lín.



l sigue and tach.



4 Lc 16,9.



m  sigue de tach.



n ms. tendres



o sigue hacer tach.



5 Ecl 6,2.



p  sigue casti tach.



6 Cf. Jn 12,1-5.



q sobre lín., en lín. que tach.



7 Lc 16,19.



8 Cf. Lc 16,19-31.



9 2 Cor 6,10.



r corr. de cuantas



10  Lc 6,38.



11  Cf. Lc 6,20.



s  sigue letra tach.



12 Le viene a la mente la palabra domus en vez de domini: "...intra in gaudium domini tui" (cf. Mt 25,21-23).



t corr.






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