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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
Parece hasta ahora hemos ido hablando en común de la perfección que deben tener nuestros hermanos donados. Busquemos ahora los medios con que la han de alcanzar. Bien pudiera scribirlo por actas o constituciones, pero parece ahora mejor scribirlo por consejos y con doctrina, que de esa manera podrá durar muchos años siquiera por escrito, aunque yo no sea prelado, para que de ello se aprovechen cualesquier personas en cualquier tiempo y lugar.
[97v] Lo primero, cuando viene un hermano a pedir el hábito de donado, a mi parecer es necesario mayor examen de su vocación, por ser su officio de mayor trabajo, y ha menester traer grandíssimo fervor, devoción y gana, que son las cosas que facilitan todos los trabajos que se le pueden ofrecer. Puede a estos tales moverlos alguna devoción fingida nacida de andar cansados y aperreados por el mundo, por no tener en él con a qué vivir y pasar. Y éstos, en descansando quince días en la Religión, no quieren tornarse a cansar en ella, sino volverse al siglo.
Puede moverles ser hombres flojos y parecerles que su flojedad podrá tener más apoyo en la Religión. Y éstos, cuando hallan lo contrario y en ella hallan más trabajo, porque al rigor de regla y penitencias ordinarias se les añade el trabajo corporal del servicio del convento, luego se tientan diciendo dentro de sí: No lo decía yo por tanto.
Otros puede haber que les parece (y yo pienso que no permitirá Dios tal pensamiento, pero dígolo porque una vez un seglar lo malició) que en la Religión con aquel hábito serán más honrados y más tenidos. Y como éste es fundamento sobre aire, quiere Dios que en la Religión los mortifiquen y por vía de prueba y mortificación los afrenten. Y éstos tampoco duran ni perseveran, porque, si acaso algún religioso, por probarlos, les ha dicho alguna palabra, van al prelado y se quejan como caso de honra. Habrá quince días que teníamos un hermano de éstos inquieto, y preguntándole la causa de su inquietud, me dijo: Hermano, yo soy Capón y, cuando pienso si después de profeso me han de llamar Capón, me muero y me parece no lo podré sufrir. Y así se fue al siglo, donde no se lo llamarán si no es a boca llena y donde lo vengue.
Otros debe de haber que les parece que por acá se come mejor que con la pobreza que ellos tienen y, cuando hallan unas pobres yerbas y un pedazo de pan y agua, dicen que son hombres y han menester comer más y beber su vino, que ellos no vinieron a morir, sino a vivir. Y en dos días de ayuno ya les parece que agonizan y no tienen vida para el tercero.
Y si en alguno de estos que aquí decimos alguna vez el prelado es engañado, descubren este engaño en que dentro andan variando o quieren capillas o mudanza de conventos.
Diránb los prelados: Pues, hermano, ¿en qué hemos de conocer a aquellos que Diosc trai para que, según eso, por un opuesto conozcamos el otro: de cuál no es vocación cierta? Lo primero, digo, y esta vocación la tendré [98r] por la mejor, cuando un hombre viene buscando a Dios:
-¿Qué pretendéis, hermano?
Y respondiere: -Busco a Dios y quería amarle y servirle.
-Mirad, hermano, que acá hay muchos trabajos.
-No importa, padre, que yo no busco a Dios de balde.
-Mirad, hermano, que el hábito de donado es algo de menos estima ante los ojos de los hombres.
-Mirad, hermano, que se os han de ofrecer muchas ocasiones de trabajo, de inquietud para el cuerpo, con los officios corporales de la casa.
-Dios me librará de todos ellos.
Y decirle d y descubrirle todas las demás tentaciones que hemos, he dicho de aquellos que más se venían a buscar a sí propios que a Cristo
crucificado. Si, con todo eso, dijeren que ellos sólo buscan a Dios descalzo y desnudo y que, a trueco de alcanzar este bien, posponen todo lo demás no pareciéndoles cosa de consideración, [ésta será buena vocación].
También sería bien los tentasen en esto de capillas, a ver qué rostro les hacen. Porque les prometo cierto que es bien necesario probarlos una y muchas veces, porque, como estos hermanos es necesario el cansarse con los trabajos corporales y que no pueden siempre en flaqueza, enfermedad o vejez andar ocupados y divertidos, si no saliesen sanctos, darían en qué entender a su prelado. Y, en fin, es gran cosa saber el prelado que, si el fraile está ocioso o desocupado de lo esterior, lo ha de estar [ocupado] en lo interior tiniendo oración y amando a Dios. Y es necesario con ellos tirar a dos hitos: a que sirvan la casa y traigan continua presencia de Dios. Porque hay unos prelados que, en viendo un hermano donado en la Religión que sirve bien, se dan por pagados y ya les parece e que no hay otra cosa que buscar. Y yo lo conozco ahora en la Religión: que al principio era muy diligente, servicial y amigo de dar gusto, y como no hubo siempre que servir ni en qué dar gusto ni ellos se hallaron con las propias fuerzas, quedáronse con hombres de buena voluntad y en lo interior muy vacíos, flojos y desmayados para las cosas de virtud, digo para las virtudes interiores, que, en faltando esta trabazón f con las esteriores, quedan éstas desasidas para se perder a cada paso.
Todas las buenas vocaciones se reducen a un particular rendimiento a la voluntad de Dios, venga el cumplimiento de ella envuelto en cualesquier medios, altos o bajos, de más o menos trabajos, y en un desasimiento verdadero [98v] de todo lo de acá. Tome el prelado esto por blanco y ordene a estos fines todas las pruebas que quisiere hacer con el novicio, que la que no viniere con esta cuerda y nivel acordada y nivelada no es cierta ni buena vocación.
2. Si falta alguna cosa no esencial
Ahora quiero decir lo que a mí me ha pasado porque respondamos a una dificultad que aquí me podrían preguntar los prelados: si todas las vocaciones han de ser puras, limpias y acendradas o le hemos de dejar a Dios que en el tiempo vaya perficionando algunas que no vienen tales cuales conviene. Digo cierto que muchas veces me he puesto a examinar vocaciones y no hallarlas tales cual convenía y era razón fueran tales, que, si hubiera de seguir mi ditamen y discurso natural, los despidiera; y, con todo eso, verme y hallarme vencido para dejarme llevar de la vocación de aquel tal, sin poder decirle: vaya con Dios, hermano, que no ha lugar. Y, con todo eso, lo he recebido. Y unos
se han ido y otros se han quedado y aprobado muy bien y los tengo por sanctos.
Pues digo una proposición general: que, así como el sacramento de la penitencia de un hombre atrito hace contrito para que vuelva a casa cual conviene, en gracia y amistad de Dios, de esa manera concede Dios este bien, este previlegio, a la Religión y a la comunicación de los siervos de Dios: que no viniendo un hombre tan dispuesto como conviene, acá dentro se encienda, abrase, queme y dispierte. Que no siempre un leño se echa en la lumbre dispuesto para quemar, que los otros tizones y carbones encendidos lo ayudan a disponer, y de algo ha de servir la junta y compañía.
También vemos que por una de dos razones suele un médico dejar alguna sangre no tan pura en los enfermos: lo uno, porque es poca y, si todo lo quisiesen apurar y adelgazar con medicinas, quizá darían con el enfermo en la sepultura; y así, parte curan y parte dejan a la naturaleza que lo purifique. Y lo propio digo yo de las vocaciones: que con buenas razones y medicinas se han de apurar y perficionar, y no todo lo han de querer tan acendrado que, por quererlo todo junto y de un golpe, den con el pretendiente en la calle.
Lo segundo, un médico suele dejar alguna sangre mala en el enfermo porque está muy flaco y apenas tiene alguna [99r] buena; y esa mala ayuda a sustentar y tener en pie al enfermo, que su tiempo vendrá en que toda sea buena. Yo confieso que nuestra sagrada Religión hasta aquí en sus principios estaba tan flaca y tan débil que, para que no cayese y acabase, era necesario consentir alguna sangre no tal, digo algún hermano con no vocación tan conocida por cierta y buena, y disimular con otros, que, por haber pocas fuerzas, se echaba de ver que por entonces la Religión la ayudaban a sustentar. Ya, mis hermanos, no es tiempo de esto. Ya el enfermo flaco ha cobrado fuerzas. Salga toda la sangre mala la que hubiere, pruébese y apruébese el que viniere por mill partes que sea vocación de Dios y, no siéndolo, vuélvase al siglo. Ya tengo dicho: si viniere falto en alguna cosa no esencial, que por no haber tenido maestro que le enseñe con facilidad se reduce, dejarlo a que la Religión, a quien Dios ha dado tal virtud, lo acabe de purificar y perficionar.
3. Ante el santísimo Sacramento
En tomando el hábito, lo primero que debe hacer es presentarse ante el sanctíssimo Sacramento. No porque los hermanos donados no toman el hábito para el coro y para rezar, sino su officio principal que es para trabajar y servir, que es el officio de Marta, ha de ser el primer escalón el azadón o otra cosa esterior y de manos. Acuérdome yo que una vez di un hábito a un hermano donado y, en acabándoselo de dar, díjele que se fuese a presentar delante el sanctíssimo Sacramento. Topólo otro superior y preguntó do iba; y como le respondió que iba
delante el sanctíssimo Sacramento, respondió que se fuese con Dios a la güerta, que aquél había de ser su officio.
Ven aquí dos opiniones diferentes. Bien entiendo fue bueno y suficiente el fundamento que para ello tuvo, que, como aquel prelado era sancto, ya debiera de entender lo venía hecho estotro y que era bien dende luego enpezase a tomar posesión de su officio. Este tiene un inconveniente: que, si al principio que uno viene no se le ayuda a fomentar la devoción y buenos propósitos, podrían acabársele presto. Y es bien que los primeros días sólo vaque a Dios y que, por ser su officio el azadón, él lo desee y en la propia oración Dios le enseñe que lo quiere y lo trai a la Religión para eso; y que de la mano del mismo Dios vaya al trabajo. Y para haber de enpezar algunos meses por esa quietud y reposo, me parece que la primera piedra y escalón [99v] sea visitar el sanctíssimo Sacramento, que allí delante ha de hacer los primeros entriegos y los primeros conciertos con Dios. Allí son las primeras peticiones y las primeras ofertas de Dios.
Sale huyendo Jacob de casa de su padre Isac, que su hermano Esaú g le acechaba la vida, le perseguía y le quiríe matar. Sale huyendo y en medio de un desierto arrójase en el suelo con un canto o piedra por cabecera h. Apenas se hubo dormido o adormido cuando vido una scalera que llegaba al cielo y estribaba en la tierra, y en lo alto Dios y en medio muchos ángeles que subían y bajaban con recados de Dios a Jacob. Jacob le descubre su corazón, su huida, su fatiga y su necesidad. Dios le dice y promete que se quiere ir con él y favorecerle en aquel viaje siéndole padre y madre y todo su remedio. Jacob le pide sólo un poco de pan y en i agradecimiento le ofrece servirle todos los días de su vida. Que eso tiene quien es agradecido, que bástale un pedazo de pan para quedar hecho sclavo de quien se lo da. Y así dice el sancto Jacob: Si dederit michi Dominus panem ad vescendum, serviam illi omnibus diebus vitae meae 1. De suerte que le podríamos decir a Jacob: ¡Dichosa huida, dichoso concierto y misterioso pedazo de pan, que deja obligado al sancto para que sirva a Dios todos los días de su vida!
Lo propio le ha de suceder a nuestro hermano donado, que viene huyendo del mundo j y sale de casa de su padre, donde nadie había en el mundo ni en casa de padre que no fuese su enemigo y le procurase quitar la vida. Luego al punto que entra en la Religión, que es el desierto por do se camina para el cielo, preséntese ante el sanctíssimo Sacramento, donde está Dios k real y verdaderamente; manifiéstele a Dios allí el camino que viene a hacer, cómo sale huyendo del mundo descalzo y desnudo de todo lo criado. Dígale cómo se contenta con un pedazo de pan, que es el que de regla se come en la Religión, y que en pago de eso le quiere servir todos los días de su vida; y que con
eso será y estará contento, porque en fin es pan sin dolor, pan verdadero el que él da al alma, pan que suficientemente sustenta al cuerpo el que da la Religión. Allí verá cómo en aquellas primeras vistas se le está Dios dando y entregando [100r] por padre, madre y todo su remedio. De allí sale con nuevo brío y ánimo, con nuevo consuelo y con grande contento por ver tan dichosos conciertos: él de que siempre ha de servir a Dios, Dios de que siempre le ha de ayudar.
4. Seis/ocho meses de recogimiento
Después de esto lo han de llevar a la celda, donde es bien guarde algunos días recogimiento, que le sirva de abrigo y reposo a sus sanctos y buenos deseos; que, en fin, el que quiere correr primero coge huelgo y resuello porque ve y sabe que el conato y fuerza que en la l carrera m ha de poner se lo suspenderá e inpidirá. Y así tengo yo por muy acertado que, antes que él enpiece el camino de las cosas esteriores que ha de hacer, primero se repose y sosiegue y coja fuerzas, espíritu y anhélito para hacerle.
Acuérdense sus maestros que Cristo, con ser Dios verdadero, en cuyas obras no pudo haber yerro porque todas ellas salían ciertas, ajustadas con la misma razón y justicia, antes que hubiese de salir por el mundo a predicar y a tratar las obras de la redención, se fue primero al desierto 2 a de nuevo trazarlas, mirarlas, recorrerlas; y esto sólo para enseñar al hombre n que, si Dios, en quien no puede haber defecto ni falta, hace esto, cuánta más obligación tendrá el hombre o de ajustar sus obras antes que las haga, pensarlas, premeditarlas, registrarlas, ajustarlas, que salgan cual convienen para que Dios las mire.
No hay zapatero de p viejo que, antes que le entrieguen un remiendo de un zapato, no lo estudie primero y entre con un maestro. Cuánta mayor obligación y razón hay para que los hermanos, cuando vienen a la Religión, los recojan a premeditar y a enseñar, que su officio, aunque es viejo, que es salvarse, que lo tratan dende que tienen uso de razón, no ha de ser remiendo de viejo, sino de nuevo, desnudándose q del viejo Adán y vistiéndose del nuevo Cristo 3 para que en él se haga cielo nuevo y tierra nueva 4; y como ropa y paño nuevo que r es de valor, ha menester mirar que no ha de ir zurcido, sino bien cosido y esas puntadas bien dadas.
No sean como el mal herrero, que dan una en el clavo y dos en la herradura. Han de ser todas sus obras acertadas. Y este acierto ha menester que primero en la celda y recogimiento se afirme y apunte para que acierte, que todo lo demás seríe fabricar sobre arena y llevar bisoños a la guerra, que a la primera treta del enemigo caigan en tierra.
[100v] Aun los pajarillos cuando crían dejan a sus hijuelos en el nido, que no se atreven a sacarlos a volar mientras les dura el pelo malo, sino que aguardan que tenga plumas suficientes para ello; y los pajarillos menores los dejan algunos días más, porque después, apartados de sus padres, no se vean en algún peligro, que, faltándoles fuerzas para volar, queden donde perezcan. Y el águila a sus hijos, antes que salgan de debajo de sus alas, los cogen y ponen en lugar donde primero puedan mirar al sol de hito en hito.
Bien enseñan estas cosas a los prelados y maestros de los novicios el orden que han de tener con los hermanos donados: que, primero que salgan a volar, pierdan el pelo malo que les dio el mundo, cobren fuerzas y pluma para que vuelen y no se cansen; y cuando salgan hagan lo que los pajarillos: que los primeros días s acompañan a sus hijuelos, les ayudan a buscar la comida, a subir en el árbor y a bajar a la tierra. Así habíe de hacer el buen prelado: que los primeros días había de salir a acompañar al donado en su demanda y irle avisando cómo ha de bajar los ojos, cómo ha de hablar, etc. Porque, aunque es verdad que en los capítulos se lo habrá dicho, no sé qué se tiene este enseñar por exemplos vivos, que de una parece quedan inpresos en el corazón. Que es el exemplo vivo como la imprenta, que de una saca estampada toda una plana, muchas razones y ringlones.
Así me parece que sería cuando el prelado le dijese al hermano donado: Tome, hermano, esas alforjas y vamos a pedir. De una vez que el donado mira a su prelado, parece que le quedan inpresas muchas cosas en el alma: la humildad que debe tener, pues su prelado, cuya profesión no es ésa, sólo por lo enseñar quiere hacer su officio; ve de una vez su modestia, su silencio, su compostura, su mesura en el andar; conoce la igualdad, el amor que todos se tienen y el gran deseo de que él sea aprovechado, aprendiendo como conviene las cosas necesarias a su officio.
Pero el enseñar por palabras es como quien escribe cada letra de por sí, que, aunque así por sucesión se escriben, quedan las letras menos claras, no todas iguales, y de ordinario [101r] la letra no es tan legible. Y así vemos que los súbditos menos se aprovechan de los capítulos y pláticas que de las cosas que ven obrar. Y por eso digo yo que se hayan como el pajarillo que a sus hijuelos los acompaña los primeros días, y como el ayo y padrino con su ahijado; y como decíamos del águila, que primero que vuelen mira muy bien al sol. Y entiendan que toman el hábito para eso, para andar ante los ojos de Dios, de quien dice el Eclesiástico 23 que multo plus lucidiores sunt super solem 5, etc. Y quien en el retrete, en la celda y en el recogimiento no pone [los ojos] y mira al sol de hito en hito, mal lo hará cuando vaya por las calles solo y con menos recogimiento.
Tanbién en estos primeros días en que un hermano está recogido, lo que del todo no se pudo ver y conocer al principio de su vocación, después por esperiencia el tiempo lo descubre. Conócenle el natural, la inclinación, para según ella ocuparlo después. Porque, si en este tiempo conocen que en el siglo fue hombre que en las ocasiones era flaco y que su natural es flaco y que por eso vino huyendo a la Religión, este tal, hasta que sea más fuerte y haya perdido aquellas pincturas y representaciones con que el demonio lo perseguía, es bien meterlo en una cocina o que aprienda officio para dentro de casa.
Si le conocen el natural flaco y de pocas fuerzas, que en los trabajos desfallecerá t -y estos tales naturales es muy ordinario dar en u oración, devociones, ternuras, etc.-, a estos tales puédenlos ocupar en que acompañen al sacristán, que ayuden en la cocina o que tengan otros officios así acommodados a su natural. Si fueran hombres fuertes, briosos, darles una güerta, ocuparlos en la obra de casa. Si tienen natural devoto, modesto, recogido, exemplar, pueden salir a los menesteres de casa. Finalmente, en este tiempo conocen para apartar la pala del grano, mirando y remirando quien como paja se lo llevará el viento en la ocasión para no aguardarle a que él se vaya, sino con tiempo, como buen labrador, coger la horca y avelarlo; y que quede el grano puro, limpio de polvo y paja. A los que quedan en casa, conócenlos para darle a cada uno su medida conforme su talento. Que, en fin, en la casa de Dios hay muchas sesiones diferentes y cada una de ellas se ha de alcanzar según la diferencia de officios que cada uno tiene.
Después de este recogimiento pasado -que puede ser conforme la commodidad de la casa o la necesidad de la Religión, que hasta ahora, por ser poca, los hermanos han tenido poco recogimiento- pues, después del que hubieren tenido de seis meses o ocho, antes que les pongan el azadón en la mano [101v] o los echen en la calle, es bien que les hagan un capítulo o plática larga, en que, como ya más esperimentados, saben los peligros y estorbos que se les pueden ofrecer v fuera de casa, dándoles para cada peligro su remedio.
Allá fingen una fábula de una rata que, habiendo sacado una cama de ratoncillos, antes que saliesen del agujero les hizo una plática y les advirtió cómo tenían una grandíssima enemiga, que era la gata de Pero García. Avisóles lo mejor que pudo de las señas de la ratonera y cómo con cebo y un bocadillo de queso w les pretendían quitar la vida. Los ratoncillos no percibieron bien el capítulo o no tomaron bien las señas. Salieron a dar una vista por el corral donde estaban y vieron al gallo. Tornáronse dando voces que habían visto a su enemiga, dijeron las
señas: cómo x era un animal enpinado, cuellierguido, enplumado. Conoció que era el gallo y díjoles que no le tuviesen miedo, que antes aquél era buen amigo, que escarbaba en el muladar y descubría para que todos comiesen. Tornaron a salir otra vez y vieron cerca del agujero a la gata muy mesuradita, y vuelven muy contentos diciendo que habían visto un y animalito tan bonito, tan devoto, tan mesurado, que si le parece se vayan a entretener con él. Respondió: No, hijos míos, ni por piensos, que ésa es la gata de Pero García y, cuando más seguros estéis, os echará uñada y os tragará 6.
No quisiera traer aquí fábulas ridículas, pero esto que aquí es risa y burla, sea veras cuando salgan nuestros hermanos las primeras veces: que les enseñen quién pueden ser enemigos de la virtud y recogimiento que profesan, de sus puros y castos pensamientos, y adviertan que, no porque ven al seglar cuellierguido y con plumas y contornearse, ése es su enemigo, porque ésos antes muchas veces son buenos compañeros, ésos dan la limosna, ésos gustan de tratar cosas de Dios y acompañarlos en sus devociones. De quien se han de guardar es de la ratonera, de no entrar en casa vedada, de no comer un solo bocado, de unas mujeres que son peores que la gata de Pero García, que muestran devociones y son amigas de pláticas, de conversaciones, y en achaque de que las digan de Dios, descubre en ellas el demonio la uña para le quitar la vida con el mal pensamiento o palabra ociosa o obra injusta. Y así es bien que de estas niñerías y otras les avisen para que con más seguro puedan salir y tornar a su casa con los provechos que Dios les diere.