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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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VII. DESPUES DE LA PROBACION

 

  En lo que toca a los segundos hermanos, que ya han pasado estos meses de recogimiento y aprobación y salen ya a sus limosnas o se ocupan en trabajar dentro de casa, será bien ponerles el repartimiento del día enpezando de por la mañana.

 

 

1.  Repartimiento del día

 

  Estos hermanos que así trabajan es bien que no se levanten a maitines el tiempo que actualmente están en el trabajo, que Dios se da por muy contento con que descansen y reposen, para que otro día


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puedan acudir a las tareas que por la obediencia les fuere mandado. Y pues no van a maitines será bien madruguen una hora antes que la comunidad se levanta, que es de cuatro a cinco; y esta hora la podrán tener de oración mental. De cinco a seis, pueden oír missa y rezar sus devociones, y parte de sus obligaciones. De seis a siete, almuerzan o comen un bocado y aderezan su herramienta o disponen aquello en que se han de ocupar. Y luego acudir cada uno al officio en que la obediencia les tiene a ocupado, hasta que el convento salga de comer la mesa primera, que unas veces suele ser a las once, otras a las doce; que, pues ellos han ya comido un bocado, bien podrán aguardarse un poco más.

  Después de comer, si es verano, pueden descansar hasta las dos de la tarde y luego tornarse a su officio lo demás del día, que no siendo gente atareada no han de trabajar en su officio con aquel afán que los que vienen atareados y alquilados del siglo. Así bien podrán quedar a la tarde para poder tener alguna oración delante del sanctíssimo Sacramento, tanta cuanta les diere lugar el mucho o poco trabajo que aquel día hubieren tenido. Y, cuando no puedan más, por lo menos visiten el sanctíssimo Sacramento, los altares y [hagan] sus devociones y examen de conciencia y rematen sus cuentas aquel día con Dios.

 

 

2.  Silencio y presencia de Dios

 

  [107r] Dos o tres cosas hay que encargar a estos segundos hermanos, que son los que ya trabajan y han salido del recogimiento. Lo primero es el silencio; que, como siempre andan entre seglares, que son muy amigos de parlar y hablar, que es el pan con que sus duelos son menos y es una particular desdicha entre ellos, que suelen, para entretener su trabajo, menoscabar muchas honras murmurando y hablando palabras ociosas. Y quien mucho habla mucho ha de errar; y uno de sus continuos yerros es jurar el sanctíssimo nombre de Jesús, de que nosotros hemos de ser muy devotos.

  Asíb encargo a nuestros hermanos que se hallaren en semejantes ocasiones reprehendan, avisen y amonesten a los tales trabajadores de fuera no hablen cosa, por pequeña que sea, con que Dios sea offendido, sino que guarden silencio, pues han de dar estrecha cuenta de la más mínima palabra ociosa 1, particularmente estando en casa de religiosos, donde Dios tiene cuenta tan particular para que todo sea muy justo. Si los oyeren jurar, besen el suelo con grandíssima devoción, como arriba queda dicho tratando de nuestras fundaciones 2. Y si les preguntaren para qué besa el suelo, respóndanle que porque él arrojó a Jesucristo en el suelo y estiércol, se le fueron a él los ojos tras un Dios


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tan bueno y sufrido que, pudiéndolo a él acabar en un instante, no quiso, sino sufrió la afrenta tomando el suelo por su tabernáculo, do él con su torpe y sucia lengua le escupe; y que, estando su Dios allí abajo, él se avergonzó y quiso estar donde su Señor estaba, hallándose por indigno de tener ojos y boca donde Dios estaba. Si con esto no prestare, orden con la obediencia lo echen fuera de casa a aquel tal seglar.

  Pero nuestros hermanos, este tiempo que estos pobres trabajadores así están tentados por hablar, han de procurar ellos traer su presencia de Dios, acordándose de los muchos trabajos que nuestros peccados dieron a Dios y cuánto le hicieron trabajar. Acuérdense cómo este buen Dios, por nuestro bien solo, no perdonó al día ni a la noche, al invierno ni al verano, al frío y al calor; para que nosotros gozásemos de descanso, él solo quiso entrar en el lagar y pisar las uvas, cuyo mosto nos había de enbriagar en su amor. Acuérdense cómo después de su muerte se apareció a la Magdalena hecho hortelano y con una azada en las manos 3. Como quien dice: Ya la Iglesia queda plantada y bien arada con mi cruzc, y esto ha sido necesario yo solo lo haya hecho por mill razones, que fuera largo el contarlas, porque veáis que de buena gana abrazo vuestros trabajos sin echarlos a puertas ajenas; y no porque son muchos [107v] me enfadan, pues no busco quien me los ayude a llevar. Sólo, porque sólo quiere el agradecimiento; sólo porque era negocio de su honra y a solas quiere ser honrado; sólo porque sólo fue él ofendido y sólo ha de ser desagraviado. Sólo trabaja Dios por solo el hombre porque el hombre solo no se canse de servir a solo Dios. Pero si en sus trabajos quiso ser solo, en los que ahora nosotros tenemos quiere ser acompañado del hombre o en ellos acompañar él al hombre.

  Por eso la cruz pesada después de su muerte se vuelve azada, porque habiendo ya muerto ya pasaron sus trabajos a los hombres; la cruz en forma de azada, que es más casera, llevadera y manual. Para la cruz son menester hombros y manos; para la azada manos, que son obras; éstas nos está Dios pidiendo con nuestro trabajo. A este propósito pudiéramos traer aquello que el propheta Esaías predica del tiempo de paz: que habíen de venir unos tiempos tan floridos y dichosos en que de las spadas y lanzas se habían de hacer d rejas con que arar y azadones con que cavar, etc4.

  ¡Oh buen Jesús de mi alma!, y quien te llegara a preguntar, cuando te apareciste a la Magdalena con esa azada, que de qué hierro la hecistes, ¿quién duda que respondiera: Juntado he el hierro de mis clavos, martillo y lanza y he hecho esta azada. Cuando yo morí era tiempo de guerra y ahora, que es de paz, ya los clavos, la espada y lanza es tiempo que hagamos azadones de ellas para que el hombre se vuelva hortelano, escarde la mala yerba que en su alma estuviere, riegue, que buen estanque queda hecho a costa de mi sangre?

 


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Diga, pues, el hermano donado cuando trabajare: Seas tú, Dios mío, mill veces bendito, que e lo que en ti fue espada, clavos, lanza y martillo, en mí es azada; en ti herían los clavos y la lanza y yo hiero con la azada la tierra. ¡Qué diferencia tan grande herir en Dios o cavar en la tierra! Acuérdense que nadie ha ido al cielo que no haya sido por trabajos, y que a él no se lo f da Dios más caro g el cielo que a su propia madre y a sus apóstoles, sus mayores amigos. Acuérdese cuánto endulza Dios nuestro trabajo con mill entretenimientos y premios, cuán sin medida y término trabajan los del infierno. No nos detengamos en eso, que sería nunca acabar.

  Sólo digo que en el discurso del día, en medio de su trabajo, puede traer presencia de Dios, que le limpie el sudor y le alivie su pena; y el tiempo que el seglar se ocupa [107r bis] en parlar, él se ocupa y entretiene con su Dios. Lo segundo que me parece tienen que remediar o vencer tentación es acerca de la templanza: que como se cansan piensan que el alivio de su trabajo está en beber y comer, y así todo se les va en tratar de eso. Pero nuestros hermanos han de vencer esa tentación acordándose cuán grande fue la sed del Hijo de Dios cuando puesto en la cruz acudió primero a su tarea rogando por los pecadores 5, consolando a su madre y al discípulo que amaba 6 y al buen ladrón 7, y luego determina de consultar su sed con su Padre 8 y los judíos querer matarla con hiel y vinagre 9, y que no será mucho que ellos sufran un rato acudiendo a lo que la obediencia les tiene mandado.

  Suelen también los seglares con el trabajo y con el calor descomponer sus personas, ya desnudándose, ya echándose, cosa muy indecente a un siervo de Dios. Y así dicen que fue una pena inmensa la que Cristo recibió cuando le pusieron desnudo en un madero. Recíbanla también ellos de ponerse en semejante ocasión.

 




a  sigue ma tach.



b sigue mando tach.



1 Cf. Mt 12,36.



2 Cf. Memoria de los orígenes de la descalcez trinitaria, 17,4 (II, 158-162).



3 Cf. Jn 20,14-15.



c  sigue aora es necesario tach.



d al marg. vide locum



4 Cf. Is 2,4.



e  sigue en tach.



f corr. de los



g corr. de caros, sigue que tach.



5 Cf. Lc 23,34.



6  Cf. Jn 19,26-27.



7  Cf. Lc 23,42-43.



8  Cf. Mt 27,46.



9 CfJn 19,28-30; Mt 27,34.48.






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