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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
III. DESASIMIENTO DE TODO
La primera condición que debe tener es un verdadero desasimiento de todo para que así se dé a todob a sus súbditos.
1. Necesidad del desasimiento
No me parece que tengo que tratar de esta virtud para el prelado, que bien clara está su necesidad, y esta claridad la muestran razones y millares de lugares de la Scritura que se pudieran traer. Pongan los ojos en los que Dios ha escogido: en un Moisés sacado, como dicen, del muladar, pues lo sacan de las vertientes de un río donde su madre lo había arrojado 1. Como quien dice: Qué bueno es para este officio un hombre arrojado del mundo, que no sólo él no quiera al mundo, sino que tampoco el mundo lo quiera a él. Después, cuando adoptado por hijo del rey faraón 2, le prueban la corona y la arroja. Como quien dice: La que Dios da y ofrece no cai sobre grandezas y majestades, sino sobre un hombre desasido de todo lo de acá; y así, ésta, que no le venía bien entonces, se la da Dios y ofrece en el desierto guardando ovejas. Y aun entonces le mandan quitar las abarcas y que se llegue sin ellas al que se la ha de poner 3.
A Melquisedec nos lo introducen sin padre y madre 4. A los apóstolos y discípulos de Cristo miren para hacerlos prelados las pláticas y sermones que Cristo les hace sobre que se nieguen y renucien todas las cosas de la tierra 5. Y, con todo eso, no hallo de quien pudiese decir que era pastor bueno, hasta que Cristo vino tan pobre que no tuvo dónde reclinar su cabeza 6. Dijo: Yo soy pastor bueno 7; buscadlo de estas calidades, con esta pobreza y desasimiento.
¡Oh buen Dios, y quién pudiera decir de cuánta importancia es que los prelados nada tengan de tierra! ¡Oh, qué terribles desaguaderos son
las cosas de acá para quien ha menester ser entero y mucho para un officio tan grande, para quien tantas cosas se requieren!
Hace Dios [127v] el repartimiento de la tierra de promisión entre los doce tribus. Llega el dec Arón, de donde Dios sacaba sacerdotes y prelados para su tierra, a decirle que cuál era su parte, y respóndenle: Ego pars tua; yo soy tu parte y tu heredad 8. No ha menester otra parte en el mundo el que ha de regir almas más de al mismo Dios. ¡Qué linda doctrina que un prelado no tenga de mirar sino a Dios y luego a los súbditos! Si sus ojos están enseñados a sólo Dios, cuando los vuelva a los súbditos, cualquier cosita, por pequeña que sea, de imperfección le dará pena y la procurará echar de sus súbditos. Los ojos en Dios y luego en los súbditos, es decir, que sólo saque aquellas labores que hay en Dios en los súbditos. Que gana le dará de que todos sean buenos, porque ojos hechos a Dios mal se hallarán mirando hombres imperfectos; y sería grande baja y despeñadero ojos que miran a Dios caer a personas no sanctas. Si Dios es su heredad, su parte y su ración, afrentarse tiene de meter en este mayorazgo cosas bajas y ha de procurar que todo sea del jaez de lo principal, que todo sea endiosado.
Por el contrario, si el prelado tuviera su parte y su hacienda en cosas de la tierra, no habiendo renunciado a sus padres y parientes y habiendo dejado todo lo de acá, todo fuera edificado con la medida y modelo de las cosas del mundo que él amaba. Llano es que, si tuviera su parte y heredad en el amor de los padres y parientes, que cuando llevara los ojos de este obiecto d a sus súbditos, todo lo había de querer registrar por ese amor tan de carne y tan compasivo como es el de los padres. Y así como el que mira el sol, cuando vuelve los ojos a la tierra parece que donde e mira ve soles, así el que mira a padres y tierra, donde quiera que mire verá tierra, porque ojos que están enseñados a mirar cosas bajas y tan bajas como tierra, no reparará en las bajezas de sus súbditos. Y así es bien que todo cuanto en la tierra hubiere lo renuncie y que sólo mire a Dios, quiera y ame a Dios y, por Dios y su querer, quiera y ame los súbditos, haciendo de ellos y en ellos unos verdaderos retratos del mismo Dios.
Dice David tratando de los prelados: Imposuisti homines super capita nostra 9; son hombres puestos sobre las cabezas de los hombres. Los prelados son hombres que por paño de pies tienen las cabezas de los hombres, es decir, lo bajo del prelado, que son los pies, ha de ser tan alto como lo más alto y mejor del súbdito. Los pies del prelado han de ser tan perfectos y tan limpios como las cabezas y ojos de los súbditos. Pies que por alfombra y escaño tienen las cabezas de los demás hombres f, limpios deben estar, porque si estuviesen sucios ensuciarían
lo mejor y más perfecto del súbdito, que es su cabeza. [128r] Los pies del prelado, que son sus afectos, han de estar limpios de polvo y paja, que no estén inclinados ni aficionados a cosas de acá, porque en estándolo serán pies sucios que ensuciarán lo mejor, lo más subido del súbdito, que es su cabeza y afición de cosas del cielo.
A dos cosas comparó Cristo al prelado, entre otras: a la sal de la tierra y a la luz del mundo 10, que en entramas a dos cosas nos enseña cuán lejos debe de estar de las cosas de acá. La sal es el sudor de la tierra, lo más puro y acendrado de ella; que parece la estruja Dios y saca su zumo puro y distilado como por alquitara. ¿Quién [no] ve al boticario sacar la quintaesencia de las cosas, que aquellas flores que cogió de la tierra las lava, las limpia del polvo y luego les da fuego para que se distile lo más puro que allá dentro tenía? Lo propio parece que hace Dios con la tierra para hacer y sacar de ella sal: que la limpia, la lava, la purifica y le da fuego y luego saca la sal de quien vamos tratando. Porque esta sal todos cuatro elementos la hacen: la tierra la produce, el aire la limpia y seca, el agua la lava y el fuego la cuece. Mire si después de todo esto si podremos decir que a la sal sólo le quedó el nombre de tierra, que después de hecha sal no tiene que ver con ella. Pues a esta sal compara Dios los prelados: que siendo nacidos de tierra no han de tener más que el nombre de tierra, que muy lejos han de estar de ella. Han de ser lo acendrado y puro de la tierra, han de ser sacados como por alquitara, han de ser la quintaesencia de lo más puro y perfecto de la tierra. Hase de estrujar y distilar todo lo de acá y eso así puro ha de pasar por el aire que lo limpie y el agua que lo lave y el fuego que lo purifique. Y después de todos esos jabones, plega a Dios que no sea sal vana, que si lo fuere no valdrá sino para echarla a la calle.
Esta es la diferencia que hay de las cosas que se hacen para medicinas de enfermos a las cosas que se hacen y guisan para sanos. Todas cuantas tiene un boticario, si no son lo que deben, no hay sino echarlas en la calle, que para nada sirven. Pero, en las cosas de los sanos, lo que no vale para el rico valdrá para el pobre; todo se aprovechó, hasta los zapatos viejos del rico y el vestido desechado nada se pierde, que todo vale. Lo cual no vale en las cosas que se ordenaron para medicinas: que si el ruibarbo no es bueno para el rico tampoco, según razón, lo será para el pobre; y así en los demás simples y compuestos que hay en las boticas: que en perdiendo el puncto que deben tener, no hay sino a la calle con ellas.
[128v] Lo propio digo yo de los prelados, que los compuso Dios y mandó fuesen compuestos de lo más puro y simple de las cosas de acá para medicina g, cura y reparo de los súbditos. En desdiciendo de este ser y perfección, para nada vale sino para echarlo a la calle. Medicina vana, dañada y perdida derrama la redoma y arroja el bote, que quien no es bueno para prelado de religiosos tampoco lo será para seglares. Lo cual no vale en los demás hombres: que si no vale para religioso valdrá para seglar; y seglar si no para continente, para casado, y si no para casado, para soldado. Pero díganme: ¿qué hemos de hacer de un prelado si no es bueno? Verterlo, que no podemos hacer de él un seglar ni un casado ni un soldado. Que eso tiene la sal, que una vez hecha sal nada se puede hacer de ella si no sirve de sal: ni volverse a hacer tierra, ni para el fuego h, ni para el aire, ni para el agua, sino para verterla y echarla a la calle.
Notemos otra cosa en estas dos comparaciones que Cristo hace del prelado: llámalos sal de la tierra primero i y luego luz del mundo. Por cierto, si sal, yo no sé cómo luz, porque si decimos que sal de la tierra es lo más bajo y luego luz es lo más alto. Por cierto que, si la sal ha de venir a ser luz, que tiene bien que subir, que caminar y hartas dificultades que pasar de lo bajo de la tierra, que es ser sal, a lo alto del cielo, que es ser luz. Y más, que tiene hartos peligros la señora sal que pasar para subir a ser luz: ha de pasar por el agua, que tiene propiedad de deshacer j -y aun acá decimos de un hombre k aniquilado "deshecho como la sal en el agua"-; luego ha de pasar al aire, que, cogiendo a la sal hecha polvos -que l así estará cuando salga del agua, no digo hecha polvos, sino hecha humo y vapor-, ¿cuál la pondrá el aire? Pues suba, que luego topará con el fuego y veréis cómo le va a la sal en el fuego: que la despide, ablienta y la hace fuego como de alquitrán. Por cierto, que sal que sube a ser luz m, cuando llegue, que ha de llegar tan deshecha que llamándose luz del mundo ya no se pueda decir de ella nada de tierra.
¡Oh buen Dios, y si cuando a un hombre lo hacen prelado sacándolo de la tierra viese y considerase que lo sacan y eligen de lo más bajo para que suba a ser lo más alto! Pues ¡si considerase lo que tiene que subir y lo que tiene que levantarse y las dificultades que pasar! Ha de pasar, como dice David, por fuego y agua 11; [129r] ha de llegar a ser luz y pasar por cosas que lo deshagan y apuren, de suerte que siendo sacado de la tierra, cuando llegue a lo que debe ser, que es luz, nada tenga de ella, sino que todo sea n cielo, todo sea Dios.
Miren la luz, que no tiene ni admite composición de cosa ninguna. Así ha de ser simplicísimo el prelado: no ha de tener ningún género de composición de tierra, de padres, de parientes, etc. Quae conventio lucis ad tenebras? 12 ¿Qué vecindad o conveniencia pueden tener las tinieblas con la luz? Las tinieblas son capa y sombra de la tierra, la luz son los ojos del cielo. Y así no hay que juntar cosas tan distantes y apartadas entre sí, como son prelado y tinieblas, que son imperfecciones y faltas.
Ahora, pues, otra cosa hallo en la luz que no sé si alguien la habrá topado. Y es que, cuando Dios crió todas las cosas, fue criando unas y de aquéllas sacando otras 13, como crió la tierra y de la tierra el hombre, del hombre la mujer, de la mujer la propagación del mundo. A las aguas manda que produzgan pescados y de ellas saca los peces de la mar y las aves del cielo; a la tierra que produzga yerbas, etc. Y la luz inmediatamente el mismo Dios la crió: Fiat lux 14, de manera que el padre y la madre de la luz es Dios y no conoce otros parientes o. El prelado es y ha de ser luz, que sólo ha de conocer a Dios por padre y madre y no ha de tener otro abolorio ni otra descendencia. Su padre inmediato [es] Dios, para que de Dios baje sus ojos a sus súbditos produciendo y formando en p cada uno de ellos un Dios vivo.
Vamos con esto: con que un prelado ha de ser deshecho de todo lo de acá y hecho a lo del cielo. Esta es la diferencia que hay de las cosas deshechas, desleídas y derretidas a las que no lo son: que las que no lo son están en sí y las deshechas no pueden estar en sí, es necesario buscarles en quién estén, como la cera derretida o la plata tiene necesidad para estar de otra cosa. El prelado deshecho no puede estar en sí, sino en Dios, que es su parte, y en los súbditos, que es su heredad. Y así el prelado no deshecho ni está en Dios ni en los súbditos, sino en sí, y así todo lo endereza a sí y para su provecho.
Esta es la primera propiedad que el prelado debe tener. Que pienso es en balde el cansarme acerca de esto por las muchas cosas que pienso hay scritas de las muchas propiedades que el prelado ha de tener, pero, con el deseo que tengo de que entre nosotros haya más pureza, me hace scribir lo que deseo.
Hase de procurar que este officio sólo lo haga por sólo Dios y en él tenga resignado su gusto, su interés, su honra y su regalo y nada de esto busque en el officio, sino en Dios por quien lo hace.