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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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VII. LOS QUE BUSCAN SU REGALO

 

 

 

1.  Achaques y desánimos injustificados

 

  De quien yo hablo son unos hombres que, por ser blandos o de melcocha, o por su antojo o porque no se han querido animar, se han quedado a la halda del monte, quiriendo gozar de esenciones y previlegios; y de otros que, antes que asome el achaque por los cerros de Ubeda, están ya prevenidos con el paño de estómago y otro hábito más, tapando agujeros por donde a entra el aire el invierno y el sol el verano; de unos hombres que tantean el aceite que han de echar en las ollas y califican la flema de la cebolla, la sangre de la verdura, la melancolía de la lanteja.

  Líbrenos Dios del diablo y de tales prelados, que no sabréis si son cocineros o refitoleros, dispenseros, enfermeros, o galenos, o prelados. Porque, si pensáis que son prelados, os parecerá que no, porque los hallaréis en la cocina diciendo echen un poco más de aceite en la olla, que es bueno para que ablande y para la digestión. También parecerán los eligieron para sólo cuidar de las cosas del cuerpo, porque no entienden sino en andar solicitando los oficiosb que pertenecen a la conservación del individuo, hechos alguaciles de la peste, como si peste fuere la indisposición [136r] que soñaronc que seríe bien prevenirla. Estos tales ni valen para prelados ni para súbditos, sino para echarlos en la calle y pedir a Dios les luz cómo su bien y perfección consiste en abrazar el rigor y cruz de Cristo y poner la mira y blanco en el alma y no en su antojo.

  Pienso que hasta ahora, por la bondad de Dios, no hay que tratar de éstos, pero avísolo para cuando los haya, y que escarmienten en otras religiones que se han visto en grandíssimos trabajos por no curar con tiempo a estos frailes que, haciéndose ellos médicos, se curan a sí propios con recetas dadas d, firmadas y hechas por su sensualidad. A


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estos tales yo los daría por súbditos -pues contrarios con contrarios se curan- a quien de veras aborreciese el regalo, a unos prelados que, por no conocer la fuerza del spíritu de Dios, los del mundo e llaman homicidas de sí propios, para que lo fuesen de religiosos que con su flaqueza, ternura y regalo pretenden acabar la communidad donde entran; que aquí bien se podría tener confianza que les harían perder el miedo a la muerte pintada y al achaque soñado. Que una vez que otra será Dios servido de abrirles f los ojos para que vean lo que Su Majestad hace con los que, despreciando su vida por amor de Dios, se abrazan con las dificultades de la Religión.

  Que es lo que dice la historia de san Bernardo del otro monje que se hizo médico, estudiando más en Galeno que en el libro de su regla: que, murmurando de la comida que su abad daba a sus frailes, hallando todos los manjares contrarios a su salud, vido un día a la Madre de Dios a la salida del coro con un bote de conserva, dando a cada monje una cucharada. Cuando llegó este fraile, le retiró la mano y dijo: Médico, cúrate a ti mismo 1; anda, que ya tú estudias en Galeno para mirar por tu enfermedad y flaqueza, tú tienes harto cuidado de ti propio, no has menester más regalo; éstos, que no se acuerdan de sí propios, sino que comen lo que les dan, bueno y malo, es necesario que tengan en mí una persona que mire por ellos, los regale y ayude a sobrellevar los malos guisados y potajes que comen.

  Ojalá trujésemos esto delante, que así no sólo en el prelado aborreceríamos la ciencia de praeservatione salutis, sino en el súbdito, para hacer con estos tales lo que hicieron en Roma en tiempos antiguos: que desterraron los médicos y los echaron a los desiertos y despoblados porque no [136v] matasen sanos con recetas de enfermos.

  Yo no me acuerdo haber leído en toda la sagrada Scritura donde haya Dios eligido por prelado gente que para su conservación sea necesario echar un colchón más en la cama, o buscar guindas en conserva por las mañanas, o hacerle un terradito para que se desavahe y salga a coger el aire fresco; antes, por el contrario, unos hombres fuertes, recios, enteros, no cañashejas ni hombres vestidos de holandas, que ésos en casa de los reyes habitan g 2. Pero en la casa de Dios se escogen hombres que, si perseguidos y atribulados, con un pedazo de pan ceniciento y una jarra de agua ponen haldas en cinta y cobran resuello para hasta subir al monte sancto de Dios. Este prelado sólo Dios lo podía escoger, conocerlo y acertar con él. Y para que no entiendan que pan tan polvoriento y agua fría desmayaba a los hombres, le da Dios un brazo tan fuerte que degüella a cientos prophetas y tiene una voz tan clara que rompe los cielos y hace bajar fuego que abrase su sacrificio, en manifestación que el Dios que sustenta con tanto rigor de vida a su propheta, ése es el Dios verdadero, y falso el dios de los


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prophetas que comen manteca de vaca y pastelones en casa de los reyes 3.

 

 

2.  El ejemplo de Jeremías e Isaías

 

  A Jeremías lo quiso eligir por prelado y le dijo el sancto propheta: ¡A, a, a, Domine, quia ecce nescio loqui, et puer ego sum! 4; Señor, mirad que no es para ese officio un niño, y yo soy tan muchacho que apenas hablar; y siendo muchacho, tendré necesidad de algún más regalo, de algunos almuerzos y meriendas, y eso no es para prelados de vuestra casa. Respóndele Dios: Yo te haré una columna de hierro h y una ciudad fuerte y muralla de bronce 5. Como si dijera: Yo echaré un remiendo a esa naturaleza que supla todo eso, porque te haré una columna de hierro, una ciudad bien fortalecida y una muralla i de bronce; que, si es de bronce y la ciudad bien pertrechada, no la aportillarán ni harán agujeros que sea necesario andar tapando.

  Muy linda doctrina esto. La dificultad que puso el propheta para no admitir el officio fue muy buena: el ser muchacho, niño que no sabía hablar. Porque no es bueno para este officio un hombre que como a niño lo hayan de andar paladeando y dando papitas y entreteniéndolo con juguetes, ni muchacho que sea necesario darle almuerzos y meriendas. El remedio que le dio Dios fue cual convenía: hacerlo fuerte como columna de hierro colado, que no blandee con la carga del officio de suerte que sea necesario echarle puntales. [137r] Que así llamo yo a las añediduras que pone en su vida un prelado, al paño de estómago y al escarpín el invierno y colchón el verano. Ciudad lo hacen con grande munición, que se sepa defender de las ocasiones y pensamientos y combates del demonio, que con necesidades fingidas pretenden agujerear y aportillar la muralla, que todo se le vaya al triste prelado en tapar portillos. ¿Qué otra cosa es el comer por esención pescado y beber vino, sino tapar un portillo de su flaqueza? Abrigarse más, es tapar otro de su antojo. Lo cual queda bien remediado con ser ciudad bien guarnecida y muralla de bronce.

  Pues no prueba menos este pensamiento lo de Esaías. Arrebátale Dios y da con él en el cielo, donde vido a Dios y cosas particulares, donde Dios le scogía por su predicador, y el sancto propheta se enpieza a quejar que es hombre de labios enfermos: vir pollutus j labiis ego sum. ¡Oh qué aflicción, Señor, que soy hombre inmundo k de labios! En esto vido que un serafín tomó un ascua con unas tenazas y vino a él y le quemó los labios y le dejó cual convenía 6. Ahora, válame Dios, para el officio de predicador y prelado ¿por qué se queja de hombre sucio l de labios? Y más, que este sancto propheta estaba criado en casa de príncipes y reyes, y pocas veces llevan a sus casas tartamudos y de


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cortas lenguas m. Pues ¿de qué se queja? Y más, ¿qué tiene que hacer quemarle la boca para que hable? Antes suele ser al revés: que a los parleros les queman la boca para que no hablen.

  Veamos n de qué se queja el propheta y el remedio que le dan. Digo, sujetándome en todo a cualquier corrección sobre este pensamiento, confesando lo que los sanctos explican, y digo que este propheta había estado en casa de reyes, donde se comen muchos platos y guisados, potajes y sainetes, y cuando vido lo que pasaba, que le querían eligir por propheta, predicador y prelado, se queja de lo que más le podía inpedir para aquel officio, que era no haber circumcidado su gusto en el comer y beber. Como si dijera: ¡Ah, Señor, y qué impedimento tengo tan terrible, que es ser hombre enseñado a muchos platos, a manjares de gusto! Y por esto se queja del paladar, que ahí tiene el hombre el gusto de la comida o. Pues miren qué bien viene el remedio: que le queman la boca por goloso, para que no coma [137v] más manjares que le pueden ensuciar.

  El propheta dice aquí: Vir pollutus labiis ego sum; sucio de labios. No hay cosa que más ensucie a un hombre que la comida superflua y abundancia de manjares. Y una de las cosas que más se requiere para ser prelado, propheta p y predicador es ser hombre abstinente. Y esto es lo que más limpia a un alma y un cuerpo. Y esto es de lo que se queja el sancto: Señor, que estoy enseñado a regalo; Señor, que acostumbro a comer plato de rey y vivo en casa de rey, donde comen tantas veces que casi siempre train sucia la boca; ¿qué haré yo para negar este gusto, este apetito y deseo de comer y regalarme? En esto baja un ángel con un carbón encendido y caldéale los labios. ¡Oh, qué medicina q tan soberana para enfermedad tan trabajosa! En fin, la aplica el que en sus curas no puede errar, el que sabe la calidad de la enfermedad y propiedad de la medicina.

  Pues advierta cómo le dan medicina para boca sucia y hombre que ha comido muchos platos, para dejársela limpia. He visto yo en casas de los labradores allá en La Mancha que el miércoles de ceniza, como hasta allí han comido carne y entra otro manjar, que lavan y purifican todo el vedriado y platos de servicio, haciendo unas calderas de lejía y cernadas con ceniza, ascuas y carbones encendidos; y con aquéllos quitan la grasa de aquellos platos, para comer en ellos de allí adelante de cuaresma. ¿Qué decís, propheta, que tenéis sucios los labios de carne r, y que, habiendo de tener officio de propheta y prelado, los habéis menester hacer a abstinencia y pobres yerbas? No os pena, baje un seraphín y tome un aschua y carbón encendido y con él en vuestra boca, que con el demasiado jugo de ella s y el ascua hará una muy buena cernada con que os purifique los labios y los deje de cuaresma y abstinencia. Que muy bien decís que no vale para prelado hombre de boca sucia, hombre amigo de muchos platos y comida.

 


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Y esto propio lo he visto yo hacer para limpiar y purificar un vaso de vidrio: que le echan un aschua dentro y, vuelto boca abajo, con aquel humo y vapor se purifica y queda nuevo. Y esto propio hacen en este sancto propheta que se confiesa por sucio de boca: que, siendo vaso en que Dios había de poner y depositar tantos y tan altos misterios, le echan un aschua en la boca para que con aquel humo quede bien purificada [138r] y, estando hacia abajo, vomite lo que boca arriba había comido.

  También lo purifican con fuego, porque fuego había sido el que, guisando potajes y aderezando comidas, lo habíe ensuciado; y que entiendan que todas las cosas que Dios tiene criadas no son más de lo que se quieren aprovechar de ellas, que pueden para el bien y para el mal.

 

 

3.  El ejemplo de Moisés

 

  Podía probar también este pensamiento lo que le pasó a Moisés con Dios en el desierto, cuando lo hizo caudillo de su pueblo: que, llamándole Dios dende una zarza que se ardía y no se quemaba, y enviándole a Faraón que dejase salir su pueblo al desierto para que le sacrificase, respondió Moisés: Mitte, Domine, quem missurus es 7, quia vir pollutus labiis ego sum 8. Claro es que aquí quiso decir que era tartamudo, bocal o tardo de la lengua 9. Pero, junto con eso, pudo abrazar, a nuestro propósito, el decir: Mirad, Señor, que me criaron y paladearon en casa de rey y fui adoptado t por hijo en casa de ese mismo rey; y, aunque ahora calzo abarca y como el pedazo de pan duro y agua del torrente de los arroyos, comida cierta de los pastores, avísoos que incircumcisus labiis ego sum, que aún no he acabado de purificar mis labios y limpiar mi boca. Como si dijera: Señor, verdad es que guardo abstinencia, pero aún los labios no están del todo circuncidados, alguna vez pedirán algún plato y regalo que no convenga al officio y estado del capitán y prelado. Y más, que me hacéis prelado de unos hombres que por la crueldad de Faraón están bien enseñados a penitencias, porque están en clausura encerrados, captivos, aherrojados con grillo al pie, y tan abstinentes u que su comida es bien de fraile descalzo: pepinos v, cohombros y cebollas. Y para ser prelado de gente semejante ya había de haber muchos años, o dende su nacimiento habíe de estar criado en lo propio. Y no yo, que, siendo criado con regalo en casa de la hija de Faraón, donde me adoptaron por hijo, aún no estoy del todo circuncidado de labios. Como si dijera: aún me tengo entre los dientes las raspas de los pescados cos­tosos y las hebras y briznas de los faisanes, pavos y gigotes, y aún w los labios se tienen algún resabio de aquello a que sabía eso. Y así, Señor, voy en grande peligro.

 


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Ea, Moisés, abrid los ojos, que tratáis [138v] con un Dios que os conoce los pensamientos y, antes que vos manifestéis vuestra enfermedad, os pondrá delante los ojos el remedio. Veisme aquí en una zarza que se abrasa y no se quema 10, porque para vuestra enfermedad habéis menester zarza con espinas y fuego; espinas con que os mondéis los dientes, si acaso entre ellos hubiere quedado algo, y fuego que os purifique la boca, limpie y haga perder cualquier gusto y sabor de los bocadillos de palacio.

  Y así, de esta junta y conversación le quedó [a] este sancto este apetito tan mortificado que el primer plato que después le hace el cielo, con buen seguro de que no le sabrá mal, es un plato de lechugas agrestes y amargas, que le mandan tomar a la salida del pueblo de Egipto, y pan sin levadura 11. Como quien dice: Este es viaje y camino que se ha de hacer con cualquier cosa, sin reparar en lo dulce o amargo, en lo sabroso o desabrido x. Y tomó tan bien el sancto esta lición que quien le iba contra ella quería tomar particular venganza. Y así se amohinó tanto cuando se acordaba su pueblo de las ollas de Egipto 12, cuando les dio y en rostro el maná y obligaron a Dios les diese otro plato estraordinario 13.

  ¡Qué linda lición para el que ha de ser prelado de religiosos descalzos de la Sanctíssima Trinidad, gente encerrada, penitente, enseñada a comer yerbas! Que sea un prelado que no sólo tenga su gusto hecho al rigor de la comida, pero que ni sabor ni olor no lo quede de otro ningún manjar, sino que lave, purifique y friegue muy bien la boca y haga cernadas con que la estriegue y monde muy bien sus dientes de lo pasado, no quede cosa que le pueda servir de acuerdo y memoria de otros sabores, antes quede tan mortificado que con brío y osadía se amohíne contra el que se acordare de ollas y potajes del siglo o de cosas estraordinarias, aunque sean de tan poco valor y estima como pepinos y cebollas, de que se acordaban los hebreos en el desierto 14.

  Y con esto me parece queda suficientemente probado con estos lugares que no conviene prelado a quien por necesidad o flojedad z quiere a regalo y platos estraordinarios o algo más de lo que dan a los súbditos.

 

 

4.  Conclusión: que sea sano y fuerte

 

  [139r] Dijimos también que lo habíamos de probar con razones. Y en esto no será necesario detenernos, que bien claro está y en razón no cabe que el prelado, que lleva la bandera y en todo va delante, vaya atrás en la abstinencia, penitencia y mortificación y delante en el regalo. En verdad que labios incircuncisos del regalo y gusto que no


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hablen muy bien de la abstinencia y yerbas desabridas, de la tabla dura y cuerpo desnudo.

  Concluyamos con esta dificultad diciendo que es bien y muy necesario que el prelado sea fuerte, sano, recio, robusto. Yo gusto mucho de unos hombres que se quedan donde les coge la noche, unas veces delante el sanctísimo sacramento, otras en un rincón; que, cuando coman cantos, no les hagan mal; hombres que parece los han esentado de las inclemencias e influencias del cielo, que ni el aire los arromadiza ni el sol los acatarra y, juntob con ser hombres de fuerzas, no sean ni tengan ningún melindre, que les parezca tan bien la alpargata rota como la sana, el remiendo del hábito como el sayal nuevo; que no conozcan si la olla tiene o no tiene sal, que no sepan hacer diferencia entre el troncho cocido o crudo, sino que sean como los ángeles de Dios: invariables, estables y permanecientes.

  Así ha de ser el prelado: que nada los ha de alterar, particularmente estas niñerías y cosas de poca consideración que pertenecen al cuerpo. Han de ser, como dice (según entiendo) Aristóteles de las sustancias, que no las mudan las alteraciones de los accidentes, antes al revés los accidentes se mudan con la corrupción de la sustancia 15. El prelado no ha de ser como accidente sin ser y existencia de poco tomo y consideración, que por cada cosita se altere, antes al revés: que, alterándose todo, ellos estén firmes como columnas de hierro.

  No digo yo que no tenga muchoc cuidado del regalo de sus súbditos y que, si los ve flacos, delicados y desganados, no les procure remediar su necesidad, que muy sancta cosa es que se acuda al regalo del enfermo. Lo que digo es que no se acuda al regalo de los frailes sin necesidad por disimular el regalo del prelado y que, por ser él blando, tierno y delicado, se nos vuelva la comunidad de melcocha o de manteca. Que, siendo el prelado fuerte, es cierto que ha de hacer los hijos fuertes y que se han de animar y ir poco a poco perdiendo su flaqueza.

 




a  sigue est tach.



b corr.



c corr.



d sigue y tach.



e  los del mundo sobre lín.



f ms. abriles



1 Cf. Lc 4,23.



g ms. habitas



2 Cf. Mt 11,8.



3 Cf. 1 Re 17-19.



4 Jer 1,6.



h  sobre lín., en lín. bronce tach.



5 Cf. Jer 1,18.



i sobre lín., en lín columna tach.



j ms. inpolutus sobre lín., en lín. incircumcisus tach.



k corr. de incircumciso



6 Is 6,5-7.



l corr. de incircumciso



m  de cortas lenguas sobre lín.



n sigue qu tach.



o corr.



p corr.



q ms. bedicina



r de carne sobre lín.



s sigue hará tach.



7 Ex 4,13. Cf. Ibid., 3.



8 Is 6,5.



9 Cf. Ex 4,10: "Obsecro, Domine, non sum loquens ab heri..., impeditioris et tardioris linguae sum".



t  ms. adobtado



u ms. abstinente



v sigue y tach.



w sigue de tach.



10 Cf. Ex 3,2.



11  Cf. Ex 12,8.



x  sigue y después tach.



12  Cf. Ex 16,3-4.



y sigue el tach.



13  Cf. Núm 11,4-31.



14 Cf. Núm 11,5.



z sigue tiene tach.



a corr. de necesidad de



b  sigue q tach.



15 Cf. De generatione et corruptione, 1,1 y 3.



c corr.






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