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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
[139v] En lo que toca a la condición que debe tener, yo no sabré ponerle en forma el temple según las mistiones de los humores, pero podrá ser demos en él por negaciones.
Y, según lo que hemos dicho, que no es bueno que sea colérico, repentino, alterado, que con facilidad se enoje, riña y descomponga. Porque el buen zurujano, cuando lo llaman a curar una llaga, de poco
le pueden servir sus voces ni riñas, antes pone manos a la labor, saca sus ungüentos, aclara la llaga y pone su medicina. Que, aunque es verdad que san Pablo dice: Argue, obsecra, increpa in omni patientia et doctrina 1. Por cierto que a aquellas dos palabras: argue et increpa, que les arrimó dos mitigantes, que, cuando fueran picantes cuanto quisieran, los habían bien de templar. Al argue le arrimó obsecra; al increpa le arrima in omni patientia et doctrina. Argue a, que parece tomar el cielo con las manos, que quiere decir arguye, concluye, resume, convence, persuade, etc. Pero advierte que todo eso que parece dice cólera y brío, lo has de mezclar con esta palabra: obsecra, que es palabra de benignidadb, clemencia y piedad; esa cólera y brío mezclada con ruego, caricias, blandura, ternura y suavidad. Esta palabra increpa, que quiere decir que riñas y que te enojes, hasla de mezclar con dos palabras que la templen, que son con paciencia y doctrina, con sufrimiento, paciencia, benignidad y mansedumbre. Eso quiere decir paciencia y doctrina; quiere decir discreción y prudencia.
Parecec san Pablo a un médico que esta mañana ordenaba un jarabe de agraz: que a una parte de agraz le mandó echar dos de agua y una de azúcar para que templase el picante, diciendo que el agraz era mordaz, que tenía necesidad de todo aquello. Ven aquí dónde vamos ya compuniendo un prelado: un poco de cólera mezclada con dos partes de blandura, un poco de rigor mezclado con dos partes de paciencia y discreción. Que eso dio a entender cuando a la paciencia le añidió aquella palabra in omni, habiendo dicho de la cólera increpa a secas. De suerte que el prelado debe tener una parte de cólera y dos de flema.
Por eso uncieron en aquel carro de Eczechiel el buey con el león y el hombre con el águila 2. Que es decir: brío de león, pero hase de templar con la mansedumbre de hombre; ligereza como el águila, pero sufrimiento y espera del buey. Que parece en ningún simple [140r] hallaba Dios lo que tenía necesidad para en él sacar un dechado del que ha de ser prelado. Y así determinó hacerlo de compuestos, quitándole a cada cosa lo bueno que tenía.
Así vemos que, siempre d que trataba de ellos, no se contentaba con poner una comparación, sino tres o cuatro, para que la una sirva de lo que le falta a la otra: a la sal, a la luz, a la ciudad 3, etc.; al águila, hombre, león y buey; a la vela encendida que tiene por candelero la mano del hombre: Et lucernae ardentes in manibus vestris 4; vela encendida en la mano, que parece le pone mil cosas. Que es decir que se tenga gran cuenta no se apague, no humee, no se corra y derrita. Que todo eso quiere decir vela en la mano: que la una sirva de candelero y la otra de despabiladera que la aclare para que dé luz; que sea el candelero la mano, que e es candelero de tornillo, que suba y baje conforme la necesidad que hay de ella.
Mucho es lo que se requiere para ser quien debe el prelado. Y así no lo podemos hacer de sola cólera y es necesario la flema.
2. Ni juguetón ni melancólico
Vamos a los otros dos humores. Y pues caminamos por negaciones, digo que conviene que no sea juguetón, risueño, chocarrero, hablador, amigo de fiestas y entretenimientos ni, por el contrario, melancólico, ceñudo, cerrado, triste, afligido, encapotado, gruñón, hocicudo. Porque, si sólo tuviera lo f primero, que era alegre así a solas, que es ser sanguino, con facilidad relajara la communidad; y si sólo tuviera lo segundo, la acabara. Así conviene que hagamos otra mezcla de un poco de sangre con un poco de melancolía. Un poco de sangre, que sepa alegrar sus frailes, darles su poco de recreación y entretenimiento, que traiga el rostro alegre, claro, contento, que solo mirarlo alegre los frailes; y que esa alegría y recreación se acompañe con clausura, recogimiento, modestia, cordura, que son efectos de la melancolía.
Que por eso los comparó Cristo a la sal de la tierra y a la luz del cielo 5, que ni ha de ser todo tierra ni todo cielo, sino cielo y tierra. Hemos de acudir a nuestra flaqueza, que somos tierra, y a nuestra estimación, que somos cielo. La tierra de suyo es triste y melancólica, y así lo será la sal de ella. El cielo es alegre, apacible, solo mirarlo quita mill pesares, y eso tiene la luz. Pues siendo el prelado sal y luz, será decir que sea sanguino y melancólico, que tenga de todo, [140v] como en botica, pues tal ha de ser para curar sus súbditos: que sea alegría del triste y afligido, y del alegre y juguetón sea melancolía.