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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
1. Letras para bien y para mal
¡Oh buen Dios y si en las religiones supiesen el bien y el mal que por ahí les puede venir, con qué tiento a procederían en esto! No digo yo tratado, sino muchos libros escribieran deseando luz del cielo para acertar en cosas semejantes. Sólo pondré un exemplo de millares que las letras divinas y humanas están llenas. Pongan los ojos en los estudios acertados del glorioso sancto Thomás, honrada la Iglesia, fecundada su religión 1, luz del mundob, bien y gloria de toda la cristiandad, padre de las escuelas y maestro de todo el mundo. No hay que tratar de los bienes que al cielo y a la tierra le vinieron por los dichosos, gloriosos y acertados estudios de este gran sancto y lucero divino. El otro fue aquel azote, fuego e infierno de Martín Lutero, que por no lo tomar en la boca lo quiero dejar donde está con nuevas penas y miserias accidentales, como cada día se le aumentan, de los muchos que se condenan, habiéndoles él sido piedra de escándalo, tropiezo y quebradero de ojos.
Digan, mis hermanos, ¿qué diera nuestra sancta Iglesia por tener muchos Tomases? Y si tuviera barruntos habíe de alcanzar otro, con una vela encendida se había de andar buscándolo y, después de hallado,
dichoso estudio y bienaventuradas letras las que la Iglesia le diera, aunque se desentrañara. Pero parece que, cuando el cielo nos dio a Tomás, en el nombre parece nos decía que no habíe más que darnos para lo que nos dioc este sancto, que parece fue el non plus ultra. Quiera la Majestad de Dios, ya que hubo de ser uno y singular, tenga muchos que a su luz se descandilen, abran los ojos y se quiten las lagañas, conociendo algunas de las muchas verdades que enseñó, para que de veras [186v] conozcamos a Dios y despreciemos el mundo, y con su exemplo abracen la virtud, mortificación y penitencia.
Díganme, ¿qué hubiera dado nuestra sancta Iglesia porque aquel maldito dragón lo ahogara su desdichada madre y se abriera la tierra y se lo tragara el infierno; y que todas las criaturas a una, maldiciendo el día en que nació y la hora en que fue concebido, el día se volviera tinieblas para que con ojos y sin ellos no viera los libros, pues todos se le volvieron de cuenta estrecha y de alcance eterno con que para siempre jamás alcanzará misericordia? Sólo quise poner este exemplo porque en él se encerrasen los pequeños y grandes bienes, pequeños y grandes males, que el acierto o yerro de escoger los sujetos puede haber.
En lo que es alabar las letras, yo no me meto aquí en eso, porque fuera d eso tratar de componer libros. Hartos hay compuestos y hartos sermones predicados, y cada día la sancta Iglesia nos refresca la memoria con esos libros sapienciales que el Spíritu Sancto ordenó por el sapientíssimo Salamón. Y fuera imposible poder decir ni resumir los bienes que las sanctas letras acarrean y train consigo.
2. Letras proporcionadas al fin de la religión
Sólo quisiera yo tratar de estas letras en orden a tal o tal sujeto, a tal o tal religión, porque Dios reparte de sus bienes y divide sus dones y gracias como él es servido, dando a cada religión los medios más proporcionados a su fin e, el fin más proporcionado para su conservación y perfección. No obstante que para todo son menester letras, que, como son luz y sal, todos los officios, séanse los que se fueren, han menester para obrarlos y exercitarlos luz; y los guisados han menester sal.
Pero digo que hay unos officios que han menester más luz y claridad que otros, como es un pinctor, lector o bordador ha menester más claridad que otro hombre para sacar limosna de la faldiquera o bolsa y darla a pobres, a quien Cristo dice que no vea la una mano lo que hace la otra 2. Un sastre, un cavador u hortelano no ha menester tanta luz; y hay unos guisados que es menester echarles la sal a puñados y otros con un polvillo tienen harta. Así digo yo que hay unas religiones que tienen necesidad de más letras que otras. Llano es que la religión
de sancto Domingo, que profesa predicar, y la de la Compañía de Jesús, que profesa enseñar y confesar, que ha menester más letras que la nuestra f, que profesa ejercitarse en obras de piedad, charidad y misericordia. Aquéllas han menester más letras, y ésta más charidad.
[187r] Vean todo aquello a que se va enderezando nuestra sancta regla y verán cómo con una sciencia moderada se puede pasar y conservar muy bien: redimir captivos, curar pobres, tener oración, guardar recogimiento, estrecha pobreza, summo rigor en la penitencia. No quiero decir que la sciencia no sea de inmenso valor y de gran consideración para chicos y grandes, pero quiero decir que non oportet plus sapere quam sapere ad sobrietatem 3. Que cada uno sepa g lo necesario para la conservación de su officio; y el labrador sepa como labrador y el caballero como caballero y el legista conforme le pide su officio, y el catredático como catredático.
Bueno fuera que el labrador, no habiendo de ser más que labrador, dejara perder los sembrados y tomara el arte del Antonio y se fuera a estudiar los nominativos, y el pinctor y platero a arrevolver los bártulos. De esa misma manera, digo yo que fuera bueno que en nuestra sagrada Religión, que se va entablando recogimiento y oración, que nos persuadiera el diablo que en profesando el frailecito le pusiéramos unas súmulas en las manos, que nos quebrara la cabeza con omnis homo est animal, Petrus est homo, ergo Petrus est animal; y que de ocho conventos los medios sean estudios, donde ni recen ni guarden recogimiento, ni tengan oración ni guarden su regla por hurtar el spíritu de la ajena, con el cual habíe de ser inposible dejar estaca en pared de todo lo que se pretende guardar. Porque las letras hacen los hombres de mantequillas y les vuelven las cabezas de yemas de güevos y de sustancia de aves, lo cual es muy lindo para una regla que manda que no compren un poco de bacallao ni un poco de vino.
Juntarme recogimiento con un andar los frailes hechos lanzaderas de tejedores: helos, van y vienen a las scuelas. Júntenme curar pobres, lavar llagas y andar entre malos olores con cabezas delicadas y entrapujadas, que antes que asome la noche ya están prevenidos con una espuerta de trapos para arropar su cabeza.
Para redimir captivos, ¿qué han menester? ¿Letras para tratar con infieles? No han de ir todos a rescatar, para dos que han de ir a cabo
de cuando Dios dará por dos dos docenas. Y también quiero decir que para este officio es menester más charidad, que es la que se profesa, penitencia y mortificación, oración y verdadera resignación, que letras. Porque [187v] el que va h a redimir captivos entre infieles, más cerca está de morir mártir que no de predicar y enseñar theulogía. Y cuando en esa necesidad se vea, la más acertada y provechosa en aquella ocasión es la que san Pablo predicaba, que era a Cristo crucificado 4 y desprecio del mundo, aborrecimiento del peccado y amor de Dios, que son cosas que muy bien las enseña Dios en el retrete, en el recogimiento y en la oración. Y esto mejor se enseña con obras y i exemplo que con palabras. Y con esta sabiduría se fue el glorioso Francisco 5, sin buscar otra, a buscar ocasión de un buen empleo de su vida, descubriendo a los infieles el camino verdadero de su salvación que, aunque lleno de espinas, cruz y clavos, es eficaz grito y voz el andarlo primero para enseñar con la mano lo que muchos no quieren tocar con el dedo.
Mis queridos hermanos, lean mill veces nuestra sancta regla y vean cómo aquel Spíritu divino que la enseñó enseñó j en ella charidad, tantas veces en ella repetida y enseñada, que es en quien se encierra todo el cumplimiento de la ley 6 y la que pare obras perfectíssimas y acabadas para pobres y k captivos, y es la que enseña una sciencia que nunca los más doctos la enseñaron ni en las scuelas se aprendió, sino solos aquellos la saben en l quien este soberano y divino Spíritu vierte y derrama estos soberanos dones.
Díganme, mis hermanos, si tratamos de letras en orden a los captivos, ¿cuál será de más importancia para aquella ocasión: un silogismo bien hecho con Mahoma y sus secuaces, que dicen que no se pongan a argumentar con nadie, sino que defiendan su ley con armas? Digan: para las armas ¿cuál es mejor defensa, la que se aprendió en las escuelas haciendo silogismos m o la paciencia y sufrimiento que se aprendió en el retrete y recogimiento? ¡Oh, si Dios nos abriese los ojos para los que se han de ocupar en obras semejantes! Que vean que lo que han menester para aquellas ocasiones es paciencia, humildad, charidad, entrañas amorosas y compasión derramada sobre los que allí están padeciendo tantos géneros de desconsuelos.