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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [1] DEL OFFICIO DEL PORTERO

 

  FRAY DIONISIO: Loado sea Jesucristo, hermano Juan.

  JUAN a: Por siempre, hermano fray Dionisio. ¿Quién le trai a su charidad por acá en semejante ocasión, cuando los hermanos están recogidos y es más hora de silencio que de visita?

  FRAY DIONISIO: Sepa su charidad que de propósito he pedido licencia y escogido esta hora para gozarla y ocuparla en cosas que ha hartos días deseo saber. Porque aunque es verdad que nuestrob hábito y estado y, como cada día nos dicen en los capítulos, nos basta saber a Cristo crucificado, pero algunas veces nos encomiendac algunos officios la obediencia, en que, siendo necesario tratar con seglares que no todos buscan a Cristo crucificado, hemos menester saber algo de sus leyes y tener algunas advertencias -como dice san Pablo, que para ganarlos a todos se acommodaba con el lenguaje de todos 1-. Y yo he sabido que su sancta charidad ha dado a algunos hermanos de casa en otras ocasiones algunos sanctos consejos que, usando de ellos, dicen les ha sucedido bien. Y nuestro officio y persona es la más necesitada de todas cuantas hay. Y pues yo traigo licencia y la hora es acommodada, su charidad lo ha de llevar con paciencia y con las cosas que Dios le ofreciere me ha de aconsejar lo que mejor le pareciere convenir acerca de mi officio.

  JUAN: Y ¿qué officio es el que tiene su charidad?

  FRAY DIONISIO: Portero.

  JUAN: ¡Portero! ¡Pobre de mí, como quien no dice nada! Pues a su charidad le han hecho portero, no pregunte nada, que yo soy un buen hombre y, pues a su charidad lo han eligido por portero, tengo por muy cierto ha de ser de los más sanctos y prudentes del convento. No se postre, hermano fray Dionisio, que no digo yo que es sancto, sino que debe ser muy sancto y prudente para se ocupar en tal ministerio.

  FRAY DIONISIO: Eso es lo que me trai por acá, que, viendo yo que en este officio se había de ocupar un religioso muy siervo de Dios, han puesto un grande peccador. La causa [2v] es: el verse nuestro hermano ministro tan atajado con tantos novicios y pocos profesos le ha hecho echar mano de lo que a ella se halló, fiando más en la misericordia de Dios que desconfiando de mis pocos méritos y virtudes, de suerte que de la necesidad ha venido a hacer ley. Que no se usa ni se debe usar entre nosotros de que en este officio esté hombre tan peccador y malo como yo. Ya que la necesidad obliga a esto, deseo no errar ni dar disgusto a nuestro hermano ministro, porque veo que son tantas las cosas que cada momento se me ofrecen que es bien necesario ande Dios a mi lado supliendo faltas y deshaciendo yerros.

 


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JUAN: Huélgome que de entramas partes está dificultando el officio, de suerte que a ninguna de las partes le parecerá encarecimiento nada de lo que se dijere de este officio, antes tomar ocasión, considerando su grandeza, para pedir a Dios haga grande al que lo tuviere en todas las partes que para él son necesarias.

  No es nuevo oír decir que la Religión es cielo y retrato de la gloria y un paraíso en la tierra, de quien Cristo se llamó puerta: Ego sum ostium; si quis per me introierit, salvabitur2. Y en otro lugar, por el mismo san Juan, dice: Nemo venit ad Patrem, nisi per me 3; que el que hubiere de entrar a su Padre ha de entrar por él. Y siendo esta puerta de tanto bien, Cristo, en la tierra y en el cielo acordó Su Majestad de hacer un portero cual convenía, que fue san Pedro, tantas veces examinado en el amor que le tenía. Porque portero en la casa de Dios ha de ser puro amor d de Dios, no amor ordinario, sino amor encendido y verdadero, que el mismo Dios lo conozca e, examine y por tal, como el propio san Pedro f dice: Tu scis, Domine, quia amo te 4. Y preguntando personas curiosas qué es la causa que, habiendo Cristo g, antes de su muerte, ofrecido las llaves del cielo a san Pedro 5, no se las dio y entregó hasta después de su muerte, responden que, habiéndose de labrar estas llaves en h horno encendido con el fuego de amor que en Cristo ardía cuando estaba en la cruz y con aquellos clavos y martillos, quiso el mismo Cristo, que labraba y hacía estas soberanas llaves, siendo él la puerta ser el primer portero que abría y cerraba y enseñaba al segundo, que era Pedro, la facilidad con que había de abrir a quien llamase. Pues Su Majestad tan presto acude al primer toque del buen ladrón 6 y aun con advertencia se dejó i la puerta abierta de su costado 7 para que [a] río vuelto ganancia [3r] de pescadores y, estando todas las criaturas del universo vueltas y revueltas -pues no quedaban difuntos en sus sepulturas ni piedras en su lugar 8-, los peccadores se pudiesen entrar por aquellas puertas y pescar aquel soberano corazón. Ahora, pues, si la puerta j es Cristo y las llaves desta puerta pasan de la mano de Cristo a la de san Pedro y la Religión es un retrato vivo de este cielo -pues k es l camino cierto y derecho para el Padre- ¿cuál debe ser el portero que se debe señalar de semejantes puertas? Que, si puertas materiales, puertas son de finos cristales y de precio inestimable, como san Juan las vido dibujadas y pintadas en la celestial Jerusalén que bajaba del cielo 9.

  Ya se sabe lo que dice la Sagrada Scritura en el Génesis: que, quiriendo Dios poner un portero en el paraíso que guardase la fructa de un árbor que preservaba de la muerte y conservaba la vida, no puso a un hombre ni a un ángel, sino a un querubín con una spada de


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fuego 10. En quien estaban representadas bien al vivo tres propiedades que debía tener el portero de estos celestiales paraísos, donde y en quien se huye no de la muerte corporal sino del peccado; donde no por comer sino por ayunar y hacer penitencia se conserva la vida, pues dice Cristo: Qui odit animam suam in hoc mundo m, custodit eam 11. Pues digo que el querubín pertenece a la jerarchía donde está la sciencia. Estar con guchillo y espada de fuego fue decir que el portero que guarda este paraíso celestial ha de ser sabio y prudente y ha de ser inflamado de amor y ha de tener spada de rigor para las cosas que se le ofrecieren.

 

 

1.  Sabio y prudente de noche

 

  Lo primero, digo que ha de ser sabio n, prudente y cauto o; que por faltarles estas partes sabemos p de la Sagrada Scritura que han sucedido notables inconvenientes y daños. En el segundo de los Reyes, capítulo 4, por dormirse la ostiaria y portera de Isboset 12, entraron aquellos dos soldados y, hallándolo durmiendo en la cama, le cortaron la cabeza, caso que tanto sintió el gran rey David 13. Y el descuido y seguridad de los porteros de Holofermes dio la victoria a Judic y al pueblo de Israel y desbarató su gargo y presumción 14.

  Bien pudiera contar un caso semejante haber sucedido en nuestros tiempos q, salvo que, aunque tengo acuerdo de lo haber oído, no  r de quién ni de dónde. Finalmente, que un mal hombre, trayendo ojariza con un religioso de cierta orden -pudo ser por cosa de virtud o reprehensión de vicios- llegó s al monasterio donde estaba una noche t y pidió confesión, por venir demasiadamente afligido y necesitado, y que su [3v] confesor era aquel religioso. El portero, movido de compasión y con poco recato, con licencia o sin ella u, mételo en la celda del propio religioso y, entrando arrebozado y disimulado, saca un guchillo v y dale de puñaladas y déjaselo allí tendido. Y a breve rato vase al portero, que lo aguardaba, y dícele: "Abrame, padre, que ya voy consolado y confesado". Y échalo fuera. Y él fue vengado y los pobres frailes quedaron bien lastimados.

  No se les haga largo, mis hermanos w, el x contarles estas cosas, que cierto éstas y otras abren los ojos para enseñar a los porteros cómo han de usar su officio y vivir y tratar con tantas y diferencias de gentes como llegan a una portería.

  De un padre carmelita descalzo supe que el padre fray Domingo de Jesús 15, varón sanctíssimo y muy conocido por sus arrobos y éxtasis


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en estos reinos, estando en Valencia y habiendo convertido a una mujer peccadora, ofendido su rufián pretendió vengar el agravio que z su endimoniada alma había recibido. Y para esto júntase con otro amigo de la liga y van al monasterio a deshora de la noche a pedir confesión para un enfermo y que había de ser el dicho fray Domingo. Movido de piedad, informa con encarecimiento al prelado y dale licencia. Cuando lo tenían en una a calle sola, levanta el uno de los dos una linterna y el otro dispara un pistolete con dos balas, apunctándole al corazón. Y Dios, que era guarda del buen religioso y quería su vida para mayores bienes, sólo el sayal le sirvió de fuerte muralla y en él se quedaron entrapadas las balas y pelotas, sin tocarle al cuerpo, antes gozándose su alma del caso y del hecho, porque, viendo aquellos malos hombres el milagro, se convirtieron y pidieron confesión.

  A mí me sucedió en Alcalá que, entrándome el portero a las diez de la noche en un aposento a que confesase un hombre que decía venía afligido, en entrando que yo entré a scuras, cogió las puertas el penitente y echó el aldaba, de suerte que lo que pareció, ya que no me quiso matar, quísome obligar a la absolución, de donde pudo haber algún peligro de que no fuese la confesión tan pura como convenía. De aquí se echará de ver cómo el religioso [4r] de este officio ha de ser muy prudente y cautob.

  FRAY DIONISIO: Cierto, hermano Juan, que me habéis asombrado con cuentos semejantes y que quedo bien confuso e ignorante en casos semejantes de lo que se ha de hacer. Por amor de Dios, no se canse, sino que diga en casos semejantes lo que será más acertado, porque la fuerza que hace la piedad en los casos sobredichos es grande y mayor el temor que le puede quedar a un religioso si acaso se muriese alguna persona por culpa del pobre portero.

  JUAN: Digo, hermano, que este caso es más de los prelados que de los porteros, los cuales deben mandar que jamás se abran nuestras puertas en verano dende las nueve y en invierno dende las siete. La mayor necesidad que se puede ofrecer es si viene algún religioso de fuerac, el cual, sabiendo que las puertas no se abren aquella hora, traza sus jornadas de suerte que llegue a buena hora. Y esto es muy justo y puesto en razón que no vengan güéspedes a hora que inquieten la communidad, pues para le haber de dar de cenar a aquella hora d, a él y a su pollino, es necesario inquietar la communidad, cocinero, dispensero, refitolero y todos los officios que tienen a su cargo el dar sustento a los religiosos. Cuando vienen a deshora a pedir confesión,


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no hay obligación, porque el precepto dice que habiendo oportunidad, y no la hay entonces; y si la hay, para esas ocasiones deben estar los curas, que tiran sus rentas y conocen quién y para quién los llaman. Si importunaren mucho, ofrézcanles dende adentro que los encomendarán a Dios, si son enfermos. Si son sanos los que piden la confesión, duélanse de sus peccados, que deseando confesarse a la mañana y tiniendo contrición, están en gracia de Dios. Si piden que vayan a ayudar a bien morir, tampoco lo tengo por justo; si el enfermo tiene notable peligro, a prima noche queden apercebidos de personas seculares devotas que acudan a eso. Yo he visto muchas veces, estando el enfermo muriéndose y tratándole unos de su salvación, haber venido muchas mujeres a la visita y mortuorio no a tratar [4v] de muerte, sino de su vida relajada y perdida. Es grande disparate sacar dos religiosos de noche de su casa para la que no conocen; y el prelado debe más cuidar de sus religiosos que están en su casa y a su cargo que no de los de fuera. Y así e, semejantes casos más pertenecen a los prelados que a los porteros. Pero suéleles caber parte, porque suelen ser tantas sus inportunaciones y ruegos que vienen a convertir al prelado, tiniendo por menor mal que el superior les castigue el quebrantamiento de una constitución que no dejar de acudir a sus piedades.

  Adviértase aquel refrán español tan usado: güésped f con sol, ha honor; dando a entender que si es güésped venga temprano. Si no lo es y viene a communicar o tratar bien de su alma, advierta que Cristo, si se llama puerta 16, también se llama luz 17 y pide que apresuremos el paso mientras es de día antes que lleguen las tinieblas 18. Y Dios, que hizo la luz y la dividió de las tinieblas, bendijo la luz y vido que era buena 19. Y de las tinieblas no dice nada, antes de ellas es de quien dice David que tapan y encubren los asaltos y presas que hace el oso, el lobo y el león; y que el día lo hizo Dios para que el hombre saliese a su trabajo 20. Y si no, díganme en qué se puede enplear mejor la noche que se enplea en nuestros conventos, pues todos los religiosos juntos g están dos horas en maitines y en oración y, en particular, toda la noche no faltan cuatro o cinco delante del Sanctíssimo Sacramento. Y si de día se ocupa el religioso algunos ratos con las criaturas, bien es quede la noche horra y entera para ocuparse con el Criador. Que si la noche no es buena para el trato de los hombres, es cual conviene para tener communicación con Dios, porque entonces los sentidos, que son los que muchas veces suelen inpedir el reposo del alma, entonces se aduermen y sin ruido ella se levanta a desear a Dios. De día, que el hombre exterior está más dispierto, sus ratos divididos al seglar, que a todos somos deudores 21.

 

 


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2.  Sabio y discreto de día

 

  FRAY DIONISIO: Ya me parece, hermano Juan, que habéis tratado de h mi officio de portero en la noche, donde bien pocas dificultades se me pueden ofrecer i, según lo que habéis dicho [5r] que se j cumple k en l la noche con cerrar bien las puertas y no abrir a nadie ni ser inportuno con los prelados para que dispensen en alguna ocasión, por grave que sea. Ahora me parece será bien que tratemos del officio para de día, que bien tendremos que pagar la quietud que m hemos n defendido de la noche, pues apenas ha amanecido cuando todo es campanillear. Que yo seguro, si nuestros conventos estuvieran en los desiertos y pudiéramos asemejar los días a las o noches de quien hemos tratado, que no me diera a mí mucha pena tener el officio. Pero puesto caso que ya nos lleva Dios por este camino, bien será saber para de día lo que no hemos menester para de noche.

  JUAN p: No obstante que el officio del portero huelga de noche, ya tengo dicho ha menester ser sabio y prudente para negar con sagacidad lo que de día con discreción se ha de conceder. Y digo con discreción porque, aunque es verdad que la parte principal que a nuestro portero le damos es sanctidad, pero cierto que querría fuese acompañada con mucha discreción y que sepa y advierta con quién trata y habla, por la muchedumbre de gente que a la puerta llega con diferentes intentos. Y pues con exemplos voy descubriendo la necesidad de estas virtudes, pondré algunos que en nuestras casas se han ofrecido en materia semejante, aunque no sean de mucha consideración.

  En esta casa de Madrid entró un conde de Aragón, deseoso de saber nuestro q rigor de vida, la cual pasamos, según nuestra regla manda, con sólo pan y yerbas, por no poder comprar pescado ni vino y no poder comer carne. Llegado mi buen conde a informarse -yo no si fue r algún hermano s dormido t o el demonio que, sabiendo el buen intento que traía el dicho conde, se lo quiso quitar- preguntó qué comíamos. Respondióle el portero y dijo: -Señor, no podemos comer más que dos platos de pescado. Respondió el conde: -Harto tengo yo, si son buenos. Esto me lo contó a mí propio el conde. Miren por charidad qué dicho para quien andaba a buscar unos frailes penitentes para su tierra. Lo cual no fue pequeña mortificación para mí. Que, según esto, conviene que esté allí [5v] un religioso que sepa muy bien qué regla guarda y qué vida hacen y tienen.

  Otra vez, en esta propia casa, era portero el hermano fray Thomás de [la Virgen22 y debiérale de haber dicho su maestro de novicios


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aquel día que no hablase. Aciértanlo a hacer portero. Y vienen dos personas principales a que les muestren la casa y señálanlo a él para que se la muestre. Después de idos, preguntéle qué gente era. Respondió: -Hermano, no he hablado palabra. De suerte que los otros, según eso, llevaron buena relación de lo que vieron y a que vinieron. Bueno es el silencio, pero para el portero mejor es hablar con prudencia y discreción, de suerte que si alguno viniere a ver la casa se la muestre diciéndole lo que es cada cosa con palabras pocas, humildes y modestas, conforme nuestra sancta regla manda 23. Que suele ser muy ordinario alguno a quien Dios le ha tocado para ser religioso ser el primer paso el ver los rincones de una casa donde él pretende encerrarse; y es necesario que le sepan decir, cuando llegan al capítulo y enfermería y otras officinas, lo que se hace allí y los lugares donde se tienen sanctos ejercicios.

  Estando en Valladolid, me contaron algunas cosas de un hermano portero que allí habían puesto bien ridículas. Habíele dado un hermano de un pueblo que le guardase por un rato un vestido que valíe más de sesenta ducados. Metiólo en un aposento junto a la portería. Y luego llega otro hombre y debiérale de pedir, a lo que pareció, licencia para reposar un rato, y él éntralo do estaba el vestido. Y el otro reposa y pónese el vestido ajeno y vase con Dios, y deja al otro pobre dueño desnudo y al convento obligado.

  Otra vez trujeron de limosna a la portería un poco de longaniza y solomo. El no sabía cómo se llamaba aquello para decirlo a la noche en el refectorio para que se encomiende u la limosna. Tomólo de memoria y, cuando fue al refectorio a decir las limosnas, habiéndolo olvidado, dijo: Benedicite, hoy nos han traído un poco de soga de tocino y un poco de sodoma. De suerte que, habiendo de ser ocasión para que los otros se edificasen, fue para que se riyesen. Y otra vez, habiendo traído [6r] un brasero de limosna y unos palominos para los enfermos, dijo que habíe recebido una rueda y dos hijos de palomas. Y cada v noche dicen tenían fiesta con su vocabulario nuevo. Siendo sin duda muy mejor que en aquel lugar esté un religioso que sepa lo que recibe para que lo sepa decir a la noche y los religiosos sepan sus obligaciones para pagar aquella noche lo que Dios les ha dado de día.

 

 

3.  El modo de encomendar las limosnas

 

  Y tenga grande advertencia que en estas ocasiones use el portero, encomendando las limosnas, de pocas palabras y ésas claras y que con distinción manifiesten lo que se ha recebido aquel día.

 


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Y para que en esto nunca falte, ha de procurar estar para aquella hora muy desocupado de suerte que, al fin de la cena o colación, esté aguardando el último sónito del prelado. Entre luego, haga su humillación y hínquese de rodillas en medio el refectorio y ponga la boca en el suelo hasta que le den sónito, mostrando en esto que con lo poco o con lo mucho que ha recebido y trai que dar cuenta viene w cargado sobre sus fuerzas, pues no lo merecía, y que es necesario los demás sus hermanos lo ayuden a llevar y descargar, agradeciendo y pagando la limosna de aquel día. En dándole sónito, se enderece quedándose de rodillas y diga, como denantes decía, con palabras claras y cortas lo que aquel día ha recebido. No lo ha de encarecer él, porque eso pertenece al prelado, ni lo ha de apocar, porque nada es poco de la mano de Dios y quien merece nada cualquier cosa le es mucho.

  Acuérdome que en Alcalá x, diciendo un hermano portero las limosnas, dijo: Hoy no nos han traído y de limosna más que pan. Ya dije que con exemplos habíe de declarar lo que acerca de estos officios sintiese. Acuérdome que esto lo reprehendí por soberbia, presumción y altivez, y querer mostrar que Dios le debía cada día dar ración cumplida, pan y condumio; y que, como si fuera cavador cogido y concertado, le pareció que había sido poco el regalo de aquel día en haberle enviado sólo pan. Que si él considerara que Elías, amigo de Dios y profeta scogido, ocupado sólo en altíssima contemplación, sólo le enviaba con un cuervo pan y le daba agua [6v] de la que corría en el arroyo 24, no se tuviera por menos pagado siendo un pobre frailecillo, que cuando viera delante de sí un pedazo de pan habíe de temblar como hombre no digno de tanto bien. Porque Dios a los suyos, aunque es verdad que algunas veces gusta de los regalar y banquetear, como lo hizo con sus apóstoles cuando los llevó a las bodas 25, y a muchos prophetas suyos quería y permitía que comiesen a la mesa de los príncipes y reyes, pero también gustaba que entiendan que aquello no es deuda, sino dispensación, pues sabemos adónde se alargó la ración de que Cristo usaba mientras estuvo en este mundo. Y que hombres que ya han dejado el mundo y sus pompas, se contenten con lo que dice san Pablo: Habentes alimenta, et quibus tegamur 26; que estemos contentos en tiniendo con qué sustentarnos y con qué cubrirnos. No dijo el glorioso sancto "con qué abrigarnos y con qué regalarnos", sino "con qué cubrirnos y con qué sustentarnos". De manera que si yo tengo suficientemente cubiertas mis carnes y me puedo sustentar con un pedazo de pan y agua, que esté muy contento y que hasta ahí llega mi ración y regalo.

  ¡Bueno fuera que estuviera contento el pastor y el cavador con un pedazo de pan después de su trabajo, a quien le es debida la paga


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-como dice san Pablo 27, alegando lo que Dios mandaba en el Levítico 28: que no le tapasen la boca al buey cuando trillase porque digno es, infiere, el mercenario de su trabajo y paga-, y que, debiendo ser el religioso más humilde, más abstinente y hombre que no trabaja ni sirve, por comer quiera más regalo que los prophetas y sanctos escogidos de Dios! Bien que poco le costaba a Su Majestad alargar la mano y enllenar los senos de sus siervos de los regalos que sobran en casa de los príncipes y reyes. Que, cuando a Su Majestad le pareció, bien supo enviar su ángel que cogiese la olla y merienda que llevaba Habacuc para sus segadores y dar con ella en el lago de los leones, donde estaba su propheta Daniel 29 -donde, a mi parecer, no carece de misterio enviar sólo pan a Elías y olla a Daniel-. Digo que el intento que tuvieron los de Babilonia para martirizar aquel sancto fue matar de hambre a los leones, para que se sustentasen con las carnes del propheta, que es [7r] ése el manjar de aquellas bestias. Pues espera, dice Dios, que no sólo no han de comer las carnes de mi propheta, sino que delante de esos leones tengo yo de dar carnes a mi propheta y ellos le han de estar mirando, sujetos y obedientes como perros domésticos. Y porque entendáis que esto se hace por sólo el querer de Dios y no podáis decir que fue algún encanto que se hubiese hecho de parte del propheta, entren en ese lago carnes ordinarias que coma y con que se regale el propheta.

  Pues Dios, que sabe hacer esto, cuando él es servido y por lo que es su voluntad, gusta que sus siervos anden tan medidos que vivan y estén contentos con un pedazo de pan. Que si repara en lo poco o mucho del regalo del cuerpo, conviene así para que ese propio cuerpo más lugar a la hartura del alma en que, ni por imaginación, anda Dios escaso, sino muy largo, repartido y revertido. Pues, mirando en el banquete que hizo en el desierto en dar el pan partido y hecho pedazos y mandando coger los mendrugos que sobraban 30 -como si allí se acabara su providencia y poder y tuviera necesidad de aquellas sobras para el sustento ordinario de otro día-, repartiendo después y dando lo que era sustento y verdadero remedio del alma, no reparó, sino que en su pasión recibe los azotes sin cuenta y derrama su sangre sin medida y perdona peccados sin tasa. Que parece que nos está dando licencia que no nos contentemos con poco en materia de bienes spirituales, pero que en cosas del cuerpo entendamos que nos basta pan y ése partido, y que las sobras no son nuestras.

  Pues a este propósito se me ha ofrecido qué seríe la causa por qué a san Antonio y a el propheta Elías, de quien decíamos ahora, le enviaba la ración y el pan con un cuervo, habiendo otros animales y pájaros de más consideración para poderlos hacer pajes y criados de tal recado y ministerio. Al propósito que vamos tratando, se me ha ofrecido esta razón, y es que si Dios enviara este pan con una paloma o con otro pájaro que fuera de comer, quizá algún glotón entendiera


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que se quedaba el pájaro en casa con el pan para ser el ave condumio y regalo con el pan. Pues para que sepan que para z mis siervos no hay más que pan, llévelo cuervo, pájaro feo, insulso y no de comer.

  FRAY DIONISIO: Muy bien reprehendido queda mi pobre portero. Yo seguro que él mire cómo encomienda otro día las limosnas y que él entre contento con nada, como si llevara mucho. Y yo, hermano Juan, [7v] procuraré tomar para mí esta doctrina en el modo de encomendar las limosnas. Volvámonos, si a su charidad le parece, a nuestra portería y a nuestras llaves.

  JUAN: Mucho de norabuena, porque yo tengo qué hacer y hemos menester resumirlo a.

 

 

4.  Recibir con amabilidad al que llega

 

  Digo, pues, que luego como empieza a amanecer el porterob ha de ir a la celda de nuestro hermano ministro, donde a prima noche se pusieron, como en depósito y dueño principal del convento, las llaves. Tomarlas ha recibiendo su bendición. Irá y abrirá la primera puerta y luego tomará su caldero y escoba y la barrerá de suerte que quede muy linpia, suelo y techo, de cualquier basura y telas de arañas. Y cuando esto esté hecho abrirá la segunda puerta. Y haciendo esto diga algunos salmos o versos, pues es verdad que el hombre no puede hacer acción yc obra para que no tenga en la Sagrada Scritura versos y psalmos acommodados. Y así, puede decir aquellos versos: "Abrid, príncipes, vuestras puertas, para que entre el Rey de la gloria 31, que tiene muchos mandados y recados que enviar hoy a sus siervos". A esta hora d ya el portero e ha de haber oído missa y tenido su hora de oración, como está dicho en el tratado de los donados 32.

  Ahora me parece que habremos menester decir en qué se ha de ocupar todo el día, respecto que no siempre ha de estar abriendo y cerrando. Digo que en todos nuestros conventos se ha de usar tener allí junto un aposentico, que llaman del portero, donde ha de tener su limosna para los pobres y su tinaja de agua. En este propio lugar ha de tener las cosas en que se hubiere de ocupar: si es sacerdote, sus summas de casos de conciencia o cordel de hacer disciplinas f, y si no lo es, el officio que en la Religión se le hubiere dado o aprendido, tiniendo cuenta que gaste, pues puede, muchos ratos en oración delante del Sanctíssimo Sacramento.

 


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Las llaves jamás se las ha de dejar en la puerta, ni la ha de tener abierta, aunque sea por un breve rato, que esto entre nosotros es grave culpa y en nuestras constituciones tiene señalada pena; traerlas ha en la cinta, porque en otra cualquier parte que las ponga o las deje se las pueden hurtar o las puede olvidar, de suerte que llamando a la puerta tenga necesidad de buscar las llaves.

  No tengo por acertado ni por gravedad ni más religión hacer aguardar al que viene a la puerta, sino que acuda con presteza y le recado con amor. [8r] Si el que viniere fuere sacerdote regular o secular, que luego se conoce, recíbale hincado de rodillas y hasta que le diga que se levante esté así recibiendo el recado que se le da. En nuestra sagrada Religión se usa que, cuando entran o salen dos religiosos, el portero y los que salen o entran se reciben o despiden de rodillas; y es una ceremonia muy sancta. A todos los demás que vienen se han de recebir con un rostro muy agradable y risueño, como holgándose de que vengan a la casa de Dios. Que alguna diferencia ha de haber de las puertas de los seglares, donde de ordinario tienen en ellas un perro mastín o alano que está guardando la entrada y defendiendo la hacienda que hay dentro. De donde pienso ha nacido en las casas de los grandes, donde ya no tienen estos perros, para que no se pierda y borre esta antigüedad, hacerlos esculpir de piedra, ora sean perros o leones, con una g cadena en la boca. No quiero detenerme en explicar la significación de esto. Sólo digo que en nuestras puertas no ha de ser perro el que las ha de guardar, sino un manso cordero que, con su cordura y alegría, ha de estar convidando a todos que entren dentro y que lleven de la hacienda y bienes spirituales que hay dentro. Que no hay a la entrada y salida perros ni leones que los defiendan, sino antes grillos y cadenas de amor para, si quisieren quedarse entre los demás hermanos, que los detengan y prendan.

 

 

5.  Indagar con prudencia el motivo de la visita

 

  No, tanpoco por esto quiero decir que el portero no sepa y entienda quién entra y sale haciéndole las preguntas necesarias, porque ya ha sucedido hurtar muchas cosas gente que entra desmandada y que no los trai Dios a buscar bienes spirituales, sino los envía el demonio a robar y hurtar la pobreza temporal h. Y podría a este propósito contar un dicho que en nuestra tierra dijo una mujer muy rica. Estándole dando la estrema unción, cuando vido cercada la cama de tanta gente, volvióse a un hijo clérigo que tenía y díjole: Hijo, mirad que no todos vienen al olio i. Dándole a entender mirase por la casa y hacienda. En realidad de verdad, como nosotros tenemos las celdas sin llaves, aunque todas nuestras riquezas son dos libros y un breviario, es necesario que el portero abra los ojos y advierta que no todos vienen al olio, que no todos vienen a confesar.

 


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[8v] Pues digo que esta inquisición se haga cuando uno entra, sabiendo qué es lo que quiere y a quién busca, que si esto no se advierte a la entrada, me parece no es justo, cuando debajo de la capa llevase lo que quisiese y hubiesen sospechas, decirle nada. Que fue la prudencia de que usó aquel sancto fray Juan de la Miseria 33, cuando en Sevilla vido que un hombre entraba por las tapias y llevó hurtados j unos calderos que tenían de servicio de la casa. Buscándolos después los frailes, dijo el siervo de Dios: -No los busquen, que un hermanito entró por aquellas tapias y los habíe menester y se los llevó. Preguntáronle: -Pues ¿qué le dijo su charidad? Respondió: -Nada, antes me escondí porque él no dejase de acudir a su necesidad. Tengo por muy cierto que no gusta Dios que en semejantes casos afrentemos a nadie, que en fin Dios es escudriñador de los corazones de los hombres y sabe mejor que yo adónde llega la culpa que aquel tal comete, que tal puede ser su necesidad que quede bien escusado.

  Cierto que en esta nuestra casa de Madrid faltaban algunas cosask un día, a tiempo que no habíe frailes en sus celdas, vi que un hombre andaba de celda en celda; y que en esta materia l creo soy demasiado de celoso y que en el punto que lo vi, habiendo grande ocasión para la sospecha por lo pasado y por lo presente, que me puso Dios con una suspensión de pensamientos y de mi propia persona que, sin dar paso adelante con el cuerpo ni con el entendimiento haciendo ningún género de discurso, me estuve quedo hasta que se fue y salió de casa. De suerte que, cuando yo fui señor de mí, ya mi hombre no estaba en casa. Y para no venir a esto, digo yo que es bien que el portero sepa y entienda quién entra y a quién busca.

 

 

6.  Modo de tratar a los visitantes

 

  En viniendo alguna persona a casa, mientras lleva el recado al m hermano ministro, procure dejar al güésped delante del Sanctíssimo Sacramento u ocupado en leer en alguno de los libros que ha de haber en la portería. Si acaso pidiere confesión, avísele y déle lugar donde se pueda recoger a pensar sus peccados. Y pues esto es lo más ordinario que se trata en los conventos de religiosos descalzos, [9r] entre los libros que allí se han de tener, puede ser uno que hay de Examen de conciencia para todos los estados 34.

  Si acaso el que viene fuere a hablar o tratar con algún religioso, mientras baja n el tal religioso no le tenga plática ni haga plato el


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hermano portero, porque estos que en semejantes ocasiones quieren parlar fuera de la intención que train, suelen ser inpertinencias o vana curiosidad, y es inposible que un pobre portero tenga plática con todos sin que se le desvanezca la cabeza.

  Si la persona que viniere o sólo quisiere tratar bien de su alma o de mudanza de vida, el portero no tiene lugar para cosas tan largas y podrá ser que ni ciencia p y ni experiencia. Avise luego al hermano ministro para que le un religioso tal cual conviene. Si fuere algún hermano de los que nos reciben y hacen charidad en los pueblos, recíbale con grande alegría y gusto, guarde y ponga a recado el hato o ropa que trujere; acarícielo con palabras q, preguntándole cómo viene y diciéndole cómo en el convento le desean salud y vida para que más sirva r a Dios. Póngale luego con el hermano ministro o, con licencia, con el religioso que más veces ha acudido a aquel pueblo. Que es bien seamos agradecidos, par­ticularmente con las personas que nos reciben en sus casas y hacen charidad, y yo tengo por muy justo se regalen. No trato yo aquí de algunos que tienen por flor, como yo vi en Alcalá, irse y venirse a tercer día a inquietar los religiosos, que en semejantes ocasiones mejor es que el religioso en aquel pueblo se hospede en el hospital o vaya al mesón.

  Si acaso fuere -digamos en esta Corte- la persona que viene a casa algún grande, conde o duque, procure darle recado con cuidado y diligencia. Y, mientras estos señores están librando o tratando sus negocios con el prelado o religioso que buscaban, el hermano portero recoja a sus pajes y criados, y no consientan anden vagueando por la casa. Diré lo que me pasa scribiendo estos pliegos: que, viniendo un personaje a oír missa a casa, asoméme a la ventana y vi que sus pajes estaban en el jardín jugando al ramplón o raya 35, que dicen, de suerte que me obligaron a que por la propia ventana les dijese que se fuesen a la calle o a el campo a hacer aquel juego. Ahora que nuestras casas no están tan acommodadas, donde en los claustros bajos se puede estar esta gente sin perturbar ni inquietar a los religiosos, poco inporta que con algún inperio [9v] les diga el portero que se vayan delante el Sanctíssimo Sacramento o se estén recogidos en la portería leyendo, que no es bien, mientras sus amos están haciendo sus negocios, les sirvan nuestros conventos de zaguanes o antesalas donde acostumbran ellos a jugar a la pelota y hacer otras cosas que se les antojan. No se les consienta scribir ni tiznar las paredes. Háganlos estar con mucho juicio; si no lo tuvieren, échenlos fuera.

  Adviértase la calidad de la persona que viene, el negocio que trai, para la brevedad del despacho, que si es persona que viene a confesarse, a pedir el hábito o a tratar cosas semejantes, no me parece inconveniente aguarde un rato, pues por bien apercebido que venga tendrá necesidad de tornar a repasar sus cuentas.

 


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Si es persona honrada y viene a algún negocio preciso, procuren despacharlo con brevedad, que ni tengo por religión ni gravedad hacerlo aguardar y detener grande rato. Miren los religiosos, cuando van a sus casas, qué molestosamente llevan que los hagan aguardar a las puertas o zaguanes. Que aunque es verdad que hay diferencia -porque en nuestras casas aguardan, cuando se detienen, entretenidos con el Sanctíssimo Sacramento, con un libro o en otra cosa que les puede ser de edificación y, cuando nosotros aguardamos en sus casas, el entretenimiento que nos tienen es que leamos mill suciedades que sus pajes y porteros han pinctado y escrito-, pero en fin todos somos hombres y podría el que viene no tener gana de rezar s ni entretenerse en otra cosa más de en su negocio preciso, y todo lo demás que espera está gruñendo o murmurando. Particularmente si es religioso de otra religión, que estos tales, como siempre tienen en sus casas los propios entretenimientos que nosotros en las nuestras, no gustan de que los entretengan ni detengan. Y es cierto que en estos tales he visto sobre esto notables disgustos y desabrimientos.

  Advierta nuestro portero que, cuando va a llevar el recado al prelado, si acertare a estar con el religioso que piden a la puerta, que se lo diga en silencio, porque pueda tener más libertad y menos empacho para negar la tal licencia si no conviniere. Entre nosotros es gravíssima culpa que el portero, antes de haberlo dicho al prelado, diga al religioso que buscan [10r] cosa alguna, porque si acierta a no convenir que salga a librar con el seglar, sólo aquello sirve de inquietar y desasosegar. Y lo propio es cuando el portero recibiere cartas para algún religioso: que las al prelado sin dar cuenta a la persona para quien vienen, so pena que el que en algo de esto delinquiere sea muy bien castigado.

 

 

7.  Si son mujeres

 

  Si la persona que a nuestra puerta viniere fuere mujer, de cualquier condición que fuere, tenga con ella pocas palabras, humildes y muy modestas, sin atreverse en semejante ocasión a mirarlas o levantar los ojos, porque es muy cierto con más liviana ocasión, a los que están encerrados, pretender el demonio hacerles mayor guerra y procurarlos perturbar.

  En esta casa de Madrid sucedió que una mujer moza pidió por un religioso para que la encomendase a Dios, porque habíe oído estaba en buena reputación, y ella venía muy afligida y temerosa con la barriga a la boca. Mi fraile, cuando salió, hizo su protesta de no levantar los ojos ni mirarla, pero no los pudo bajar tanto -respecto que dice que la mujer se le llegó- que no le viese la preñez y barriga. Este t religioso me afirmó que en más de dos días anduvo el demonio fatigándole y afligiéndole con la preñez y negra barriga de la otra mujer. Que pudiera


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ser, si junto con aquello hubiera alzado los ojos, fuera otro David en la vista de Bersabé 36.

  Y así tengo por muy acertado que nuestro portero baje muy bien sus ojos en semejantes ocasiones. Sepa qué es lo que quiere y despáchela presto a la iglesia, que éste es más officio del sacristán que de otra ninguna persona. Si fuere madre o hermanas de algún religioso que con facilidad no puedan ir a su casa, sáquelo el prelado por la iglesia y allí hable cuatro palabras. De suerte ninguna no tengo por justo que los religiosos traten con ningún género de u mujeres a la portería. Tampoco tengo por lícito que por los confisionarios hablen con madre y hermanas v. Suele la madre en un confisionario con su hijo decirle de vos y palabras tiernas y amorosas, lícitas a las madres, que quien las oyere y no supiere que es su madre, podrá juzgar mal. Suelen también, por gozar aquel breve rato de su hijo, embanastarse en un confisionario madre y hijo, como yo he visto; y como a la madre le está bien cualquier cosa que con su hijo hable [10v] o diga, no repara en las palabras, que la malicia del más cercano repara y sentencia con el color de su malicia. Y así por mejor tengo, como yo lo he hecho, dar licencia al tal religioso para que vaya a casa de su madre y allá la hable, que no en los conventos por porterías ni confisionarios.

 

 

8.  Si son pobres

 

  Si fueren pobres los que vienen a la puerta, que esto es lo más ordinario y de quien hay que hacer más diferencia de personas, porque unos son los que vienen entre día y otros a la limosna ordinaria de mediodía.

  Tratemos primero de estos que vienen al mediodía, a quien se les da la limosna ordinaria señalada por la obediencia. Y prometo cierto que, como este officio de pedir limosna está tan estragado y corrompido, con mucha gente perdida, que apenas cómo tengo de tratar esto, si no es que el portero cierre los ojos y, sin escudriñar nada, haga su officio con grande charidad, considerando que aquéllos son pobres de Jesucristo y que están representando necesidad; y que no es de mi officio ni yo puedo saber a qué pobre la limosna sea más acepta o tenga más necesidad, quién me engaña o quién como verdadero pobre me pide. Porque, si quiere venir en algún género de conocimiento por palabras o preguntas que haga a los tales, la misma duda le puede quedar después de esas preguntas, porque llano es que el que quiere engañar con la representación y vista de su persona mejor engañará con las palabras. Y, ya digo, hay tantas cosas acerca de esto que fuera nunca acabar querer hacer el repartimiento de la limosna por el conocimiento


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en particular de las personas, pues hay muchos que pueden trabajar y ganar de comer y, si les decís les daréis un real porque hagan una cosa de trabajo, no lo estiman.

  Estotro día estaba un muchacho a nuestra puerta aguardando dos horas a que le diesen un pedazo de pan, y le dábamos medio real porque sacase del pueblo un jumento, y no quiso. Y dos días ha que me presentaron w un caso de una mujer que tenía un buen zurrón de reales y escudos y andaba de puerta en puerta pidiendo por amor de Dios. Dije yo que por qué no gastaba aquello. Dicen respondió que lo guardaba para alguna necesidad grande que se le ofreciese. ¡Mujer desatinada, que fía de Dios las [11r] necesidades ordinarias de cada día y no las extraordinarias!

  Es imaginación querernos poner a tratar de condición y calidad de pobres, que fuera scribir un libro. Nuestro portero no ha de scudriñar nada de eso, y más siendo nuestras limosnas tan tenues y flacas x. Compadézcase de todos los que viere, que no perderá el mérito, séase quien se fuere. Muchas personas se disimularon y pretendieron engañar a Juan de Dios el de Granada y al hermano Francisco el de Alcalá y religioso carmelita; y dejándose engañar, permitía Dios que fuesen engaños muy a lo divino y con grande provecho de esotros pobres. Y si gustara Dios que el que daba la limosna conociera la y calidad de la persona a quien la da z cuando la distribuye, estoy muy cierto que, cuando Cristo se dissimuló muchas veces en figura de pobre necesitado, que él se descubriera y manifestara. Pero no convenía por entonces, sino que el que la da se persuada la da a un pobre ordinario, que representa la persona de Jesucristo, que ahí está el mérito: en que vos hagáis ese bien por sólo Cristo, sin mirar otra cosa. Porque, si al que le da la limosna le constara que la persona a quien la da era persona perdida y se la negara, ya no dando limosna no mereciera de aquello que no da; si conociera su extrema necesidad, ya parece se dejaba llevar más de la compasión natural que se debe tener a todos los que están en estrema necesidad que de la charidad que sólo se debe hacer por Cristo. Si el que pide la limosna es Cristo a y lo conociéramos por tal y ser su propia persona, en verdad que no fuera tan alabada la media capa que dio san Martín, ni el faldellín que le dio sancta Catarina, porque, sin ser yo sanb Martín y lo conociera, le diera todos mis hábitos, aunque yo me cubriera con hojas de higuera. Y así es bien que estas cosas no se escudriñen, sino que, cerrando los ojos y abstrayendo de cualquier género y estado de personas, nuestro portero su limosna con grande amor y charidad.

 

 


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9.  La limosna de mediodía

 

  Para dar limosna de mediodía, esté advertido que de un día antes tenga apercebida y aparejada la limosna. Quiero decir que, pues lo que se da a esta hora es lo que ha quedado del convento, que lo que se diere hoy sea de las sobras y la olla que quedó de ayer. Yo no trato ahora del convento que tiene posibilidad [11v] para hacer olla de por sí para los pobres, sino de los conventos que nuestro poco o mucho lo partimos con ellos. Pues esta parte que se les ha de dar, sea la que quedó ayer, porque pueda a buena hora dársela. Y juzgo ser buena hora una hora antes que coma la comunidad, porque a tiempo pueda haber acabado para cerrar sus puertas a hora de silencio y para que él y la persona que le ayuda se puedan ir a comer.

  Pues digo que llegada esta hora, junto con el religioso que estuviere señalado para dar esta limosna, tome su olla y sus pedazos de pan y váyase a la puerta y, juntos sus pobres, hágalos hincar de rodillas o en pie y diga con ellos la doctrina cristiana o parte de ella -lo que viere tiene lugar o, por lo menos, las oraciones- y luego repártales lo que llevare, deseando lo multiplique Dios y le mucho para poder remediar y contentarlos a todosc. Mientras comen, puede hacer algún acto de mortificación, como es besarles los pies. Después de haber comido, den gracias con las palabras u oración que mejor les pareciere y luego dígales allí dos palabras, advirtiéndoles cómo son retratos de Cristo pobre y que han menester asemejarse a su original; persuádanles a que no juren y a que se contenten con lo que les dan y que, por grave que sea su necesidad, no se atrevan a tomar lo que no fuere suyo y que procuren andar todos en gracia de Dios para que todos les hagan bien. Convídelos con el sacramento de la penitencia viniendo a tiempo debido, que muy ordinario es en nuestros conventos haber algunos religiosos que gustan más de confesar un pobre que dos ricos; y tienen razón, porque train menos dificultades. Con esto los puede despedir; y procurar barrer y limpiar la puerta donde han comido por quitar el mal olor que allí pueden dejar.

  En lo que toca a los pobres que vienen entre día, no qué responder, porque como nuestros conventos son tan pobres y los que vienen en estas ocasiones dicen son pobres vergonzantes y quieren algo más que la limosna ordinaria, no habiendo qué darles procure despedirlos con buenas palabras, diciéndoles no tiene aquel convento más posibilidad que para [12r] dar la limosna de mediodía. Procure el prelado señalarle al portero la limosna que ha de dar cada día, particularmente de pan, que es de lo que nuestros conventos padecen más necesidad y lo que a los hermanos les cuesta más trabajo el juntarlo. Si de esto que la obediencia les da pueden librar o guardar algo para estos tales pobres que vienen entre día, repártaselo, que muchas veces los pobres de mediodía


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se suelen contentar con la olla por traer ellos proveídos sus zurrones.

  Advierto a nuestros porteros que no tengo por lícito tomar sin licencia de la obediencia pan y otras cosas para darlas por amor de Dios a su libre albedrío. Que hay algunos que han leído y oído decir de la charidad del sancto fray Diego y los milagros que Dios hacía con los pobres por su intercesión y piensan que su imitación está en d tomar el pan del convento y darlo sin licencia. Y viven muy engañados y lejos de los medios que han de buscar para que por su intercesión haga Dios otro tanto. Lo que han de hacer, si quieren ser tan buenos porteros y que por ellos obre Dios semejantes maravillas, ha de ser imitarle en su oración e, penitencia y mortificación y desasimiento de todas las cosas del mundo, en grande amor de Dios, que es llano que, tiniendo grande amistad con Dios, que todo lo puede y es Señor tan poderoso y rico, es llano que no sólo le dará para sus amigos los pobres, pero lo dará con tanto colmo que haya para sus hermanos los religiosos. Pero si, estándose nuestro portero parlando u ocupando el tiempo en lo que a él le parece, quiere dar limosna a cuantos van y vienen de lo que el convento ha de comer y de lo que los pobrecitos donados han llegado con mucho trabajo y desasosiego, no tengo yo éstos por buenos milagros ni buena la charidad la de este portero, porque no es bien ordenada, pues primero se ha de acudir al religioso que de noche y de día se está encerrado alabando a Dios, y no lo ha de salir a buscar por las calles, como esotros pobres que pueden y es ése su propio officio. A este portero que sin licencia hiciese esto, yo lo enviaría en mortificación otro día a que fuese por las calles [12v] buscando para todos, o le daría una muy buena penitencia.

 

 

10. Otras advertencias

 

  No tengo por justo que nuestros porteros molesten ni pidan a nadie f de los que vinieren a nuestras casas g que les den dineros y otras cosas para dar en la portería a los pobres, salvo si el portero acierta ya a ser tan conocido de todos que ellos se lo den o la grande y encendida charidad que tiene para con los pobres obliga al prelado para que le licencia para que lo haga -como vemos la tenía el sancto Francisco en los padres carmelitas descalzos, y yo también la he dado en nuestra Orden-, que en tales casos los propios seglares se huelgan de hacer sus limosnas acertadas por manos de siervos de Dios y sanctos religiosos.

  En nuestros padres del Paño tienen los porteros una costumbre muy antigua, y es que el portero siempre se entra a comer a primera mesa y las llaves las lleva y pone en la mesa traviesa al lado del prelado. Y si llaman en aquella ocasión, suele el tal prelado decir a uno de los que sirven: -Lleve las llaves a un hermano h sacerdote y vaya a responder.


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Sospéchome que de esto debe de ser la causa que, como en aquella hora está la casa más sola por estar en el refectorio todos los religiosos, es bien haya más cuenta en aquella ocasión con la puerta que en otra ninguna, como se hace de noche cuando los religiosos duermen. Entre nosotros, si eso fuere posible, se haga, que me parece una costumbre muy sancta. Pienso tiene algún inconveniente, a lo menos aquí en la Corte: que como a aquella hora vienen tantos a missa postrera, pienso que es cuando más tiene que hacer el portero. Y si i aquí no se puede guardar, pienso seríe acertadíssimo se hiciese en esotros conventos, pues no habrá este inconveniente.

  Es culpa gravíssima otro cualquier religioso que no sea portero llegarse a la portería a ver quién llama, quién entra o sale, o preguntar al seglar a quién busca, porque ése es officio ajeno y en él sería vana curiosidad, digna de ser castigada.

  Después de comer los religiosos, se suele cerrar la puerta hasta [13r] las dos, y no abrirse en este tiempo, por serlo de silencio y cuando los religiosos están recogidos. Y puesto caso que el tiempo lo traemos tan contado y repartido que más por necesidad que por regalo un religioso se recoge aquel rato, cuando al prelado no se le ha de dar recado ni llamar a ningún religioso para que entonces libre, tendré por acertado que a nadie en aquella ocasión se abra ni responda. Y el religioso que viniere j de fuera, sepa que ha de venir antes o después, cuando no perturbe esta hora.

  No tengo por lícito que los pajes ni otras personas suban, ni el portero los lleve a dar los recados a las celdas de los frailes, ni consientan que ellos los busquen, porque sería ésta culpa en el portero y se le debía castigar. En nuestras porterías ha de haber uno o dos aposentos o lugares secretos, donde el religioso se entre a hablar con la persona que lo busca, porque tampoco k es lícito llevar los seglares a nuestras celdas o a las officinas del convento. Mientras no hay tanta commodidad, puédense retirar al oratorio o alguna parte que ni sea nota ni estorbo.

  Siempre he entendido no ser conforme a nuestro sancto hábito pasearnos por el claustro o güerta con las personas que nos buscan. Lícito es con la tal persona dar una vuelta a la güerta, donde siempre ha de haber dos o tres lugares donde se puedan sentar un rato con la persona que tratan.

  Procure el portero saber siempre en qué está ocupado el prelado para [que] cuando lo busquen sepa dar cuenta y decirlo. Y no parezca después mala crianza, siendo muy forzosa la ocupación, despedir a la persona que lo busca, porque, como el officio está tan sujeto a continuas ocupaciones, una vez que otra ha de ser fuerza el despedir o detener a la persona que lo busca; y esto aun entre los seglares se usa. Habrá dos días, yo estaba ocupado tratando un negocio con un conde, y llega un clérigo a buscarme y trainme el recado (que en semejante ocasión debía el portero decir la ocupación que tenía). Respondí que me perdonase


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o se aguardase. Mi buen clérigo vuelve las espaldas enojado y vase diciendo que duques y reyes le hablan a él. Y todo esto pudo estorbar el hermano portero.

  Si a la portería trujeren alguna limosna para sanos o para enfermos y gustaren de darla en propias manos al prelado, procure ponerlo con él. Si fuere limosna que viniere en nombre de algún religioso en particular, no tengo por inconveniente [13v] que el tal religioso lo sepa y lo vea y que, junto con el prelado o con el portero, den las gracias y muestren quedar obligados al agradecimiento; y luego tome el portero lo que trujeron y llévelo a las oficinas de la communidad, huyendo de que nadie tenga dominio particular sobre lo que train, aunque haya venido en su nombre.

  En tiempo que en nuestras iglesias hay alguna fiesta particular o sermón -que siendo las iglesias pequeñas es fuerza que se franquee más la portería-, advierta en esta ocasión que si por algún rato dejare entrar la gente de golpe y fuere necesario l dejar la puerta abierta, que acuda luego a la puerta más cercana de la communidad, que entonces aquélla será la puerta de la clausura, y tenga con ella grande cuenta para que nadie se suba a los dormitorios sin licencia. Si no pudiere acudir solo a esto, pida para aquella ocasión un hermano que le ayude, y aun dos si para ello fuere menester, y el prelado se los , porque en semejantes ocasiones se suelen hacer algunos yerros o faltas.

 

 

11. Oraciones para la salida y la entrada

 

  En las porterías de los conventos reformados en Italia, en los rincones más recogidos de la portería, tienen donde los religiosos, cuando salen m, se hincan de rodillas y dirigen los pasos, salida o pensamientos de aquel viaje, diciendo algunos versos y oraciones que para esto se imprimen en n unos papeles. Y cuando vienen dan gracias porque los ha tornado Su Majestad a puerto seguro. Esto se hizo en Valdepeñas, primer convento nuestro. Por la poca commodidad, no se debe de haber llevado adelante. Téngolo por una cosa muy loable y religiosa y que, mientras no se hace o acommoda lugar para eso, tengan gran cuenta de hacerlo delante el Sanctíssimo Sacramento. Y porque no me acuerdo de los versos y oraciones que se dicen, dejaré aquí en blanco donde se pongan cuando se hallaren, o se compongan y acommoden otras.

  Los versos y oraciones son los siguientes:

  Para la salida de casa o, [los religiosos tomarán la bendición del Santísimo Sacramento diciendo el psalmo 66, Deus misereatur nostri, etc., o: Vias tuas Domine, demonstra mihi, et semitas tuas edoce me 37; gressus meos dirige secundum eloquium tuum et non dominetur mei omnis iniustitia 38. Perfice


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gressus meos in semitis tuis, ut non moveantur vestigia mea 39. O otra cosa semejante. Y al salir de la portería, agua bendita diciendo: Asperges me, etc., y la oración Exaudi nos, Domine40.

 

 

12. Ultimos avisos

 

  [14v] Tenga el portero grande cuenta con el religioso p o religiosos que salen fuera para que sepa dar cuenta dél cuando se lo preguntaren o algún religioso de casa que no sabe que está fuera lo buscare; y de la misma manera cuando volviere. Y pues el portero es obligado a dar cuenta de esta salida o entrada, será culpa muy notable en los religiosos que salen salir q o entrar por otra parte más que por la portería. Digo por otra parte, porque en aquella ocasión podría estar abierta la puerta reglar, por donde entran los pollinos.

  Y también advierto que es grande indecencia entrar o salir por la iglesia ni por delante el Sanctíssimo Sacramento, pues sabemos que el templo sólo es para orar, y no para hacer dél portería, tránsito o calle. Y que debe el religioso que sale o viene, aunque entrando a hacer oración halle por donde entrar o salir r con mayor commodidad, debe irse a la portería a registrarse al portero y que sepa que ya está en casa. Esta falta la he notado en los hermanos donados, y es bien azotarlos si van contra esto porque, entrando por allí, si después los han menester para alguna cosa, como el portero sabe que no están en casa, están así con secreto más escondidos y holgando donde ellos se suelen recoger.

  En las horas de silencio, particularmente de noche, si por algún caso grave fuere necesario salir a responder a la puerta, nunca vaya un religioso solo, sino que el prelado envíe dos de quien tuviere satisfación, pues, como queda dicho arriba, la noche trai miedos y temores consigo s.

 

 

[21r]     Jhs. M.ª

 

 




a  ms. después de hermano fray Dionisio



b sigue officio tach.



c corr. de encomiendan



1 Cf. 1 Cor 9,19-23.



2 Jn 10,9.



3 Jn 14,6.



d  sigue a tach.



e sigue y tach.



f san Pedro sobre lín.



4 Cf. Jn 21,15-17.



g sigue en tach.



5 Cf. Mt 16,19.



h sigue el tach.



6 Cf. Lc 23,42-43.



i ms. dedejó



7 Cf. Jn 19,34.



8 Cf. Mt 27,51-52.



j corr. de puertas



k sigue para tach.



l sigue a tach.



9 Cf. Ap 21,10-14.



10 Cf. Gén 3,24.



m  sigue perdet tach.



11  Jn 12,25.



n sobre lín.



o ms. capto



p sigue que tach.



12  Tal y como le llama la Vulgata: Isboseth. Se suele traducir al español por Isbaal.



13 Corresponde a 2 Sam 4,5-12.



14  Cf. Jdt 10-13.



q ms. tiempo



r sigue qu tach.



s sigue aun tach.



t una noche sobre lín.



u sigue p tach.



v sobre lín., en lín. puñal tach.



w No-hermanos subr., sigue fr. Dionisio tach.



x corr. de en



y ms. tanta



15  Ven. Domingo de Jesús María (Ruzola), a quien nuestro autor había conocido en el convento de San Hermenegildo, de Madrid, en diciembre de 1599. Desde 1574 hasta 1589 fue carmelita calzado, período en que se sitúa su primera estancia en Valencia, antes y después de su ordenación sacerdotal (1584). Una segunda estancia en la ciudad, más breve (1594-1598), corresponde a sus años de descalzo. Cf. GIORDANO, S., Domenico di Gesù Maria, Ruzola (1559-1630). Un carmelitano scalzo tra politica e riforma nella chiesa postridentina, Roma 1991.



z  sigue en tach.



a sigue v tach.



b ms. capto



c de fuera sobre lín.



d sigue es necesario tach.



e  sigue en tach.



f sigue con tach.



16 Cf. Jn 10,7.9.



17  Cf. Jn 8,12; 9,5.



18  Cf. Jn 12,35.



19  Cf. Gén 1,17-18.



20 Cf. Sal 104,20-23.



g sigue están tach.



21  Cf. Rom 1,14.



h  corr. de del



i Fray-ofrecer subr., al marg. orig. ya emos tratado del officio de portero en la noche, donde pocas dificultades se ofrecen.



j sobre lín.



k sigue q tach.



l corr. de con



m sigue Su Majestad tach.



n sigue a tach.



o sigue d tach.



p ms. tach.



q sigue vida tach.



r sigue su cd tach.



s sigue fr. Dionisio o su cd



t sigue o trocado tach.



22 Ven. Tomás de la Virgen (1587-1647), sobrino de santo Tomás de Villanueva. Ya aludió a él, destacando su amor al silencio, en Asistencia de Dios a la descalcez trinitaria, 4,3 (II, 786-787).



23 "De necessariis tamen liceat loqui in aliis locis, temporibus aptis et remissa voce, humiliter et honeste" (Regla, art.19).



u  corr. de encomienden



v ca sobre lín.



w  sigue g tach.



x sigue en com tach.



y sigue más tach.



24 Cf. 1 Re 17,4-6.



25  Cf. Jn 2,1-2.



26  1 Tim 6,8.



27 Cf. 1 Tim 5,18.



28  Cf. Deut 25,4.



29  Cf. Dan 14,33-37.



30  Cf. Jn 6,5-13.



z  sobre lín.



a el autor ha tach. ligeramente algunas palabras y añadido otras, modificando el texto así: Con esto bien reprehendido queda el portero, para que él mire cómo encomienda otro día las limosnas y que él entre contento con nada, como si llevara mucho. Y cada uno procurare tomar para sí esta doctrina en el modo de encomendar las limosnas. Volvámonos a nuestra portería y a nuestras llaves. La forma primera se ajusta mejor al ritmo del diálogo.



b sobre lín., en lín. su cd



c sigue ni tach.



31 Cf. Sal 23,7-10.



d ms. aora



e sobre lín., en lín. su cd tach.



32  Cf. arriba Un breve tratado para los hermanos donados, 7,1.



f sigue tie tach.



g  sobre lín., en lín. dos tach.



h sobre lín., en lín. corporal



i sigue lop tach.



33 Fraile lego carmelita descalzo, que, también en Sevilla, el 2-VI-1576 hizo del vivo el famoso retrato de santa Teresa de Jesús. Cf. EFRÉN DE LA M. DE DIOS-O. STEGGINK, Santa Teresa y su tiempo, Salamanca 1984, I, 80-81; II, 500-502.



j  ms. hurtado



k sigue que tach.



l sigue qu tach.



m sigue mi tach.



34  Del beato Alonso de Orozco, OSA, publicado por primera vez en Sevilla en 1551.



n sigue pro tach.



o  sigue fu tach.



p sigue y ex tach.



q sigue dicien tach.



r ms. sirvan



35 "Tres en raya, juego de muchachos" (Covarrubias).



s  corr.



t sigue m tach.



36 Cf. 2 Sam 11,2-5.



u  sigue personas tach.



v sigue en esta casa de Madrid tach.



w  ms. preguntaron



x corr.



y sigue pr tach.



z sigue estoy m tach.



a sigue y no tach.



b sigue p tach.



c  sigue después de tach.



d  sigue hurtar el tach.



e sigue y tach.



f sigue en nombre tach.



g sigue para tach.



h corr.



i  corr. de ansí



j sigue se tach.



k corr.



l  sigue por algún rato tach.



m sigue fuera se o viniere de fuera tach.



n sobre lín.



o sigue fol. y medio en blanco.



37 Sal 24,4.



38 Sal 118,133.



39 Sal 16,5.



40 Cf. Ceremonial de los religiosos descalzos de la Orden de la Santíssima Trinidad Redempción de cautivos, Madrid 1645, III Parte, c.V, 3. No se dispone de una fuente más antigua.



p  sigue que sale tach.



q sigue por tach.



r ms. salid



s los folios 15-20 se hallan en blanco.






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