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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
[CAPITULO 13] DEL OFFICIO DEL REFITOLERO
No es este officio de menos cuidado y trabajo que cualquiera de los que dejamos dichos. El trabajo y cuidado del officio se toma de los muchos o pocos con quien trata, más a o menos diferentes en condición, y el refitolero trata con todos los que hay en el convento, chicos y grandes, enfermos y sanos. Y asíb tendremos necesidad de escoger para este officio un hermano fuerte, cuidadoso, sufrido, callado, y también guardado y aprovechado, por quedar a su cuenta las sobras de los religiosos en la comida o bebida, que es la hacienda principal de los pobres. Y así, me parece a mí, lo que por su culpa se perdiese le pediría Dios estrecha cuenta.
Está de ordinario a cargo del refitolero el pan y el vino y el agua, por ser las tres cosas que debe tener más a mano para su officio. Esto podrá ser conforme hubiere en la casa los aposentos o cuevas donde esto lo pueda tener cómmodamente, o como se repartieren los dos officios de dispensero y refitolero. Que, si no hubiere do tener esto sino en la dispensac y fuere diferente religioso el que tuviere aquel officio, poco inporta que por la mañana pida lo que ha menester para mediodía y por la tarde lo que ha menester cada noche. Y en esto de lo que ha de tener a su cargo, no hay en qué reparar, que poco importa, que de las obligaciones en que le pusiéremos juzgarán las cosas que ha menester tener a su cuenta.
Enpecemos por la limpieza, que siempre deseo la haya en todos los officios, pero particularmente le conviene a éste, por ser más ocasionado a estar inmundo y con basura de las cosas que se cain de las mesas, aunque para esta limpieza haremos que le ayuden los religiosos cuando comen -cuando tratemos de ellos- avisándoles no consientan se caiga nada de la mesa o ellos lo echen. El refectorio siempre ha de estar muy barrido, de suerte que, en el puncto que sale la mesa segunda, lo primero d ha de ir cogiendo el agua e que hubiere quedado en las jarras en su cántaro y luego, si hubiere algún vino o pan; luego ha de tomar
su scobilla y ir limpiando las mesas de suerte que nada quede en ellas, puniendo cada cosa en su lugar y advirtiendo no se caigan algunas [50r] migajas en el suelo, que es f irreverencia pisarlas, y luego barra su refectorio con mucha curiosidad. Si le pareciere tiene algún mal olor, de en cuando en cuando puede echar algún sahumerio o quemar alguna pastilla g. Suele causar este mal olor la humedad, que se causa de verter en él agua, porque, como siempre está cerrado y no tiene lugar el aire a entrar y salir, eso basta para que cause cualquier mal olor. Y así, haya grande cuenta de que por ninguna cosa se vierta agua, vino u otra cosa, y procure dejar siempre las ventanas abiertas, salvo algún día en el verano, que será necesario cerrarlas porque esté fresco y no entren moscas.
Procure no haya alguna tela de araña por las paredes. Las mesas estén muy limpias porque, como no usamos manteles, son fáciles de ensuciar. Y así debe una vez cada mes lavarlas y fregarlas con su agua caliente y que una vez cada año se acepillen. Los candiles que se usan el invierno tenga cuidado de quitarlos y fregarlos de en cuando en cuando y de quitarlos para el verano, cuando no son menester, que entonces no sirven sino de llegaderos de moscas. Las tazas, jarras, vinagreras, saleros y guchillos, por lo menos una vez cada mes, vayan a la noria a limpiarse. Procure que las tazas, jarras y vinagreras tengan sus tablillas con que estén tapadas. Las servilletas se muden dos tres veces cada semana, conforme fuere la posibilidad de la casa.
En las fiestas grandes es muy justo derramar flores y buenas yerbas en el refectorio, porque aquellos días en que más y mejor se habrán h preparado y dispuesto los religiosos, se entiende tendrán a Cristo por convidado y a sus sanctos fundadores. Como un día grande vido el padre fray Nicolás Fator, estando convidado en Santo Domingo, que vido sentado entre los religiosos en las mesas a san Francisco y a sancto Domingo. Y entendiendo esto es bien hacerles la fiesta, como si claramente lo supieran, acordándose cómo el glorioso san Gregorio, convidando un día doce pobres, se entró entre ellos un ángel en figura de peregrino 1; [50v] y yo he visto la mesa donde comió 2. ¿Y qué sabemos nosotros si en hábito y figura de algún religioso que nosotros conocemos algún día se entra Cristo, como tantas veces lo hizo con sus apóstoles 3, estando comiendo y disimulando su persona? Y así es bien que esté nuestro refitolero aparejado y apercebido de grande limpieza y curiosidad, particularmente en las fiestas grandes, como queda dicho.
El verano ha de procurar, todo lo que fuere posible, tener el agua y el vino, si lo hubiere, frío, o en la cueva o noria donde hubiere
commodidad, por ser más salud para los religiosos y menos costa porque beben menos y, estando caliente, más y les hace más daño. Media hora o una antes que el convento entre a comer, ha de poner en cada sesión su pedazo de pan y, si les hubiere de dar alguna cosa en que enpiecen, algunas bellotas o guindas a su tiempo, advirtiendo que, si fuere cosa que puede ensuciarse o ensuciar la mesa, la ponga en algún plato o escudilla. Cuando entra el convento i, si fuere invierno, ha de estar ya el agua en sus jarras y el vino a un lado del refectorio. Si fuere verano, cuando el convento va al refectorio, los dos servidores han de ir a la noria o a la cueva donde estuviere el agua y el vino y lo han de traer para que esté a puncto para echarlo en dándoles el prelado sónito.
Tengo por acertado que el refitolero coma a mesa primera porque pueda dar recado a los de mesa segunda. Que, en fin, para los primeros ya tiene en sus mesas lo que se les ha de dar y para los de la segunda no hay nada puesto. A la noche, si fuere cena, se ha de aguardar el mismo orden. Si fuere colación -pues hay tan poco que hacer, particularmente j los ayunos de la Iglesia, que sólo se ponen unos pocos de higos o pasas o, en su lugar, un bocado de pan- se puede poner en medio del refectorio en una cesta para que se bendiga y, mientras dan el segundo sónito, es fácil repartirlo; y, en fin, entonces avisa el prelado si hay alguno más flaco a quien poder dar algo más. Si a la colación o para principio k o postre pusiere alguna cosa con [51r] cáscara que haga ruido el partirla, siempre la ha de poner partida, que l no es bien donde ha de haber tanto silencio se haga ruido ni es justo ocasionar al religioso para que la parta con los dientes o con el guchillo. Y si alguna vez, por inadvertencia, se pusiere alguna sin partir y quebrar, guárdese el que come de no partirla, que seríe argumento y muestra de no ser abstinente. Como a mí me ha acontecido, querer probar algún religioso y hacerle poner nueces partidas y por partir, para ver lo que hacía.
En cada sesión, para cada religioso ha de tener una servilleta, una cuchara m, un guchillo y una taza; para cada dos, en medio de dos sesiones, una jarra, una vinagrera y un salero. Tenga cuenta con visitar muy a menudo las vinagreras, porque, como los religiosos no pueden pedir nada y todo lo que se come se guisa a poder de vinagre, podría hacerles falta el no haberlo. Tenga cuenta con que la sal esté de suerte que se puedan aprovechar de ella. Las cosas que repartiere para la communidad sea con tanta igualdad, que siempre que pudiere contar las piezas que pone, las dé y ponga a cada uno por iguales partes: como si pone nueces o castañas y pone seis al prelado, ponga también seis al novicio y al donado. Guárdese de andar con curiosidad escogiendo lo mejor para el mayor y lo peor para el menor. Nunca en nada se ha de n particularizar con el prelado de suerte que, puniéndoles a los demás las cosas sobre las mesas desnudas, se las ponga a él en plato.
Siempre que la cosa que se ha de comer pide vinagre, como lechuga, escarola, se ha también de poner en plato. Si hubiere mendrugos o pedazos de pan que poner a los frailes, enpiece dende el prelado; si no hubiere para todos, repártaselo aunque no les quepa sino como pan bendito. Guárdese de poner a unos pan partido y a otros pan entero. Si se sentare a comer a mesa primera, ha de dejar a un lado del refectorio su cesta con pan, jarro y cántaro con vino y agua y las demás cosas que ha dado a los frailes, para que los servidores las puedan dar a los que de nuevo o entraren antes que él se torne a levantar.
Si alguna vez diere ensalada a las noches, advierta [51v] que sólo le ha de echar aceite -si lo hay-, no sal ni vinagre, porque eso queda a cuenta del que lo ha de comer. Si pusiere algo que pida limpiarlo, como cardo y otras cosas semejantes, no las ha de poner de suerte que las limpien los religiosos con las servilletas; ya ha de ir allí muy limpio. Cualquier fructa que se trai de la plaza que no pida mondarse, como son uvas, guindas, ciruelas, se han de poner en las sesiones limpias y lavadas. Si lo que pusiere es cosa que se puede rodar, póngalo sobre la servilleta. Si es cosa que se puede ensuciar dende que lo pone hasta que entre la comunidad -particularmente en tiempo de verano, que hay moscas p-, procure tender la servilletaq y echar la media encima. Las sesiones no las ponga tan juntas ni tan apretadas que no pueda estar cada religioso holgadamente y sin apretura r.
Suelen los convalecientes y algunos enfermos que comen carne bajar al refectorio. Pluviera a Dios nunca la comieran, que algún día se lo dará Dios a entender, pues yo jamás he visto [52r] en nuestra Religión convalecer ni acabar de sanar hombre con carne, hasta que se vuelve a sus coles y ordinario que tiene la Sanctíssima Trinidad sanctificado. Pero vamos con esa flaqueza y miseria que se usa.
Estos que comen carne, han de estar en una mesa de por sí acá abajo y, si es posible, hecha alguna división de las demás mesas. Sus sesiones y limpieza ha de estar a cuenta del refitolero, sin ponerles más que pan; lo demás ha de estar a cuenta del enfermero. Ha de tener cuenta el refitolero con que nada se mezcle de los enfermos con los sanos, por el mal olor de la carne que comen. De ellos y del enfermero diremos en su lugar.
Los que por necesidad o enfermedad se desayunan por la mañana están también a cuenta del refitolero. No consienta que ninguno se siente a comer lo que ya tiene puesto en las sesiones para mediodía, séase el prelado o quien quisiere; siéntese acá abajo donde no tornen de nuevo a ensuciar el refectorio y allí les dé lo que tuviere o lo que le hubiere dado el dispensero. Y como estos que se desayunan o almuerzan no suelen ser los más perfectos, es menester tener cuenta con lo que les dan o con lo que comen porque, como entonces no está presente el prelado, pueden tener algún descuido en el comer o en la
prolijidad o en hablar alguna palabra. Por entonces su prelado y sobrestante es s el refitolero, para avisarles en t cualquier cosa que pida enmienda. Y no obstante que les haya avisado, ha de ir luego al hermano ministro y dar cuenta de la más mínima falta que allí hayan hecho. En comiendo aquel bocado de que han tenido necesidad, no los consienta estar allí. Nunca es lícito consentir entrar a nadie al refectorio ni dejarlo sentar, pues tan vedado está en nuestra sancta regla el hablar en aquel lugar.
Otros hermanos hay que entran tarde y a deshora a comer, como son los hermanos que demandan, los que se han detenido en algún negocio del convento y los que vienen camino. Procure darles siempre lo propio que a los de mesa primera, sin que les falte cosa, particularmente a los que vienen camino, a quien mandan nuestras constituciones regalar algo más por el trabajo y necesidad que trairán. Si acaso [52v] tuviere ya el refectorio limpio y compuesto, asiéntelos a todos juntos en alguna mesa de las de acá abajo, tiniendo cuenta con presteza de tornar a componer esa parte. Suele venir gente a ver la casa y es notable falta a deshora hallar el refectorio sucio y descompuesto. Jamás que falte del refectorio, se deje abierto, porque alguien que no sabe de esto podría llevarle algo que le hiciese falta. Jamás ha de dejar sacar cosa del refectorio ni dar la llave a nadie u. El enfermero y cada uno tenga lo que ha menester para su officio. El tenga alguna jarra sobrada o taza, para si fuere necesario alguna vez dar o sacar de beber a algún trabajador o persona forastera. Si de lo que ha menester para los religiosos fuere necesario sacar algo, no lo eche en olvido, sino que luego vaya por ello y lo torne a su lugar v.