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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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CAPITULO [16] DE LAS MORTIFICACIONES QUE SE ACOSTUMBRAN A HACER MIENTRAS LOS RELIGIOSOS COMEN

 

 

  Mientras los religiosos comen a mesa primera, se acostumbran a hacer en nuestra sagrada Religión muchas diferencias de mortificaciones, bien necesarias en aquella ocasión, con que se agüe el gusto y regalo que por aquel breve rato se le da al cuerpo y hagamos algo de lo que ordinariamente hacía David cuando él dice que su pan lo mezclaba con lágrimas 1; y en otros muchos lugares enseña que la comida y refectión ha de ser con dolor y mezclarse con ceniza 2. Y no hay para qué detenernos en traer exemplos de lo que los sanctos hacían en semejantes ocasiones, pues las ocupaciones nos piden no hacer libro sino dar aviso y enseñar a los hermanos de lo que se hace y debe hacer en la Religión a en semejante ocasión.

  Para este tiempo suele librar el prelado y el maestro de novicios muchas penitencias en disciplinas y mortificaciones extraordinarias. Otras son que los propios religiosos piden licencia para haberlas de hacer. Y otras suelen ser del sancto que les cupo aquel mes. Digamos primero de la diversidad de penitencias y mortificaciones que en aquella ocasión se hacen y luego diremos cómo se han de haber con las que se hacen por defectos y penitencias que sus prelados y maestros les hubieren dado.

  Cualquiera que hubiere de entrar con mortificación ha de aguardar que hayan dado el segundob sónito y, cuando entre con ella, se ha de poner a un lado, donde no haga estorbo a los servidores. Si entrare con disciplina u otra mortificación, ha de estar en ella hasta que le den sónito, que es cuando el prelado da dos golpes; y si es la mortificación por penitencia, ha de poner la boca en el suelo hasta que le den otro sónito y entonces ha de levantar la cabeza y, con mucha humildad, ha de decir con pocas palabras y muy humildes la culpa que ha tenido para que, según su gravedad, le reprehenda el prelado. Si no fuere penitencia, sino que él hubiere pedido licencia para hacer aquella mortificación y manifestar su poco aprovechamiento, levantando la cabeza al segundo sónito, no haga sermón ni diga muchas razones bien ordenadas


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o trabadas, sino pocas y sueltas, [59v] en que descubra el grande dolor de quedarse entre los siervos de Dios hecho oveja atrasada.

  Si hiciere la mortificación sin ninguna destas causas, en dándole el primerc sónito bese el suelo y luego levántese y váyase para donde está su prelado y bésele el scapulario [y] váyase. Y esto propio han de hacer en acabando el prelado de reprehender a los que han entrado con disciplina y mortificación por penitencia. Cuando la mortificación fuere disciplina, en d entrando el convento a comer, se recoge él a la parte más secreta y cercana al refectorio y allí se despoja; y se entra azotando, procurando no darse tan quedo que sólo parezca ceremonia ni tan recio que parezca valentía. Y esta disciplina le ha de durar, como queda dicho, hasta que le den sónito primera o segunda vez, según por lo que se recibe, y luego se levantae, azotándose, se va para el prelado a besarle el scapulario. Y si entonces le dice no se más, lo hace así; y si no le dice nada, se vuelve azotando donde salió y se despojó y allí se torna a vestir, y se vuelve al refectorio a asentar.

  Si la mortificación fuere otra, si es de las ordinarias, como es entrar sin escapulario y capilla a comer en el suelo, lléguese a un lado o debajo las mesas y allí siéntese o estése de rodillas, conforme ha de hacer la mortificación. Allí vendrá el servidor y le preguntará qué ha de comer: si es pan y agua sólo o lo que dan a los demás; y él, con pocas y bajas palabras, responda y luego coma con mucha modestia lo que le dieren. Y en acabando de comer, aguarde sónito y, en dándoselo, va por su escapulario y capilla y vuelve para el dar de las gracias.

  Si la mortificación fuere extraordinaria, se advierta que no entre el religioso en el refectorio tan desnudo que sea desorden y cause fealdad notable ni entre con instrumentos que pueda inpedir a los servidores a hacer su officio. Si entrare con alguna albarda o espuerta de paja a comer en ella y allí le echaren pedazos de pan, no es el intento del prelado que a revueltas del pan coma alguna paja o raspa con que se ahogue, sino que eso se haga de suerte que, haciendo él su mortificación, no reciba daño su salud. Y, por evitar esto, tendría por mejor trujesen su espuerta vacía y en ella les pusiesen la comida o se la echasen en el suelo.

  Otra manera hay de mortificaciones, como es entrar a pedir por amor de Dios y comer sólo lo que los religiosos les dieren, arrimándose con ello a un rincón del refectorio. En esta ocasión, suele entrar el religioso cuando ya están los demás comiendo y va con un plato por las mesas y toma lo que le dan, advirtiendo, como pobre humilde que se contenta con poco, que, si dos le han dado lo que le basta, no pida más, sino con aquello se retire. Si lo que le hubieren dado fuere muy poco, adviértanlo los servidores y pidan licencia [60r] para darles más. Otros hay que entran a sólo comer las sobras de los demás religiosos, y éstos se ponen a un lado del paso y los servidores les van dando lo que llevan sobrado de los demás. Estas son mortificaciones que se hacen al principio de la mesa y comida.

 


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Otras mortificaciones ordinarias [hay] que se hacen al cabo por los religiosos que van acabando de comer, y éstas son de dos o tres maneras. Para cualquiera que uno haya de hacer, ha de guardar este orden: en comiendo y doblando la servilleta, se levanta y va al prelado y se le hinca de rodillas delante y dice: "Benedicite para hacer una mortificación". Entonces el prelado le manda hacer una de dos o tres, que son las más ordinarias que en aquella ocasión acostumbramos, como son f besar los pies a los demás religiosos, pedir un bofetón o ponerse en cruz. Si es besar los pies a los demás religiosos, en diciéndole el prelado: "Bese los pies", se ha de bajar y pedirle el pie al prelado y besarlo. Si fuere tiempo en que el que hace la mortificación tuviere capa, vaya y quítesela y álcese el scapulario y vuelva al religioso que está asentado g el primero en la primera mesa, y dende allí vaya prosiguiendo besándoles a todos los pies; y en acabando aquel lado, vuelva por el otro; y haga lo mis­mo h a los que sirven y andan en pie en el refectorio. Acabado, se hinca de rodillas en medio el refectorio y aguarda sónito y luego va a besar el scapulario y tomar la bendición del prelado.

  Si la mortificación fuere que le den algún bofetón, va por las mesas de rodillas puniendo su rostro de suerte que lo mortifiquen y le puedan dar; y en acabando, hace lo propio que el que besaba los pies.

  Si por mortificación el prelado le mandare ponerse en cruz, va en medio el refectorio y, puniendo su cuerpo derecho, sus pies juntos, su cabeza inclinada o derecha, según tuviere la fortaleza, y levanta los i brazos en alto lo más que puede y está de aquella manera hasta que el prelado le da sónito. En dándoselo, muy poco a poco torna a bajar los brazos y híncase de rodillas a que le den otro sónito j en señal de que le perdonan las faltas que hizo en aquella mortificación.

  Otras mortificaciones se suelen mandar hacer, según el fervor y devoción de los súbditos y prelados. No hay que tratar aquí de más, sino que, si las hicieren, procuren reducirlas a esta prática.

  [60v] Cualquier religioso que se levantare de la mesa a cualquier cosa, en acabándola de hacer, si el convento no hubiere acabado de comer, procure no quedarse en pie, sino sentarse a un lado, donde no haga estorbo. Algunos destos hermanos, que se levantan por haber comido presto o por se haber mortificado en la comida, suele el prelado mandarles que sirvan en lugar de alguno de los que hasta allí lo han hecho y no han comido, o que vayan a leer; y entonces se han de ir para uno de los que sirven y hincarse de rodillas y decirle k: "Siéntese, hermano"; y darle de comer. Si va a leer, ir al púlpito, do está el lector, y pedirle el libro, prosiguiendo donde le señaló que iba en la lectura.

  Adviértase por charidad, en los que se levantan a hacer estas mortificaciones, que en habiéndose levantado dos o tres no se levanten más, porque se suelen estorbar unos a otros y a los servidores inpedirlos. Y


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si así se levantaren dos y les dieren que hagan una propia mortificación, como es besar los pies, cada uno enpiece por su lado de la mesa diferente l y, habiendo aquellos dos acabado de hacer su mortificación se pueden levantar otros dos o tres, si para ello hubiere lugar.

  Otro género de mortificación se suele hacer, y es que los que comen suelen pedir licencia para echar un poco de ceniza en lo que comen. Y esta licencia la pide, en nombre del que come, habiéndoselo así dicho, el servidor. Y dándola el prelado, va y llévele el plato de ceniza que está en la mesa traviesa m y con una cucharilla echa en el manjar y comida lo que Dios le da a entender. Confieso que para esta mortificación no he dado licencia de buena gana, porque esto suele ser enfermo por ser cosa muy fuerte la ceniza y poderle en la garganta hacer alguna llaga o en las tripas. Pueden usar de otras en lugar de ésta, como es no comer vinagre ni sal en tantos días o pedir licencia para destemplar y quitar el gusto al manjar con una poca de agua fría.

  Para el refectorio paréceme bastan estas mortificaciones, sin hacer en éstas o en otras semejantes ningún género de estremo. Algunas veces se ha hecho en nuestro refectorio y fuera de él una mortificación de darse con un canto en los pechos, y ésta me parece muy justo que no se consienta más, por el daño que puede hacer a la tal persona; y los que lo ven no se edifican, sino reciben pena y notable disgusto.

  Algunas veces, por las causas dichas en nuestras constituciones, suele comer algún seglar en el refectorio, o por curiosidad ponerse a las puertas algunas personas graves a ver los ejercicios [61r] de los religiosos. No se haga por aquella ocasión otra ninguna cosa de lo que siempre se acostumbra a hacer, ni en lo que se hiciere haya estremo, sino con n simplicidad y llaneza procedan y hagan lo que tienen de costumbre o.

 

 

[61v]     Jhs. M.ª

 

 




1 Cf. Sal 79,6.



2 Cf. Sal 102,10; 126,2.



a  sigue s tach.



b sobre lín., en lín. primer tach.



c  sobre lín., en lín. segundo tach.



d sigue lo tach.



e sigue ado tach.



f  sigue s tach.



g sigue en tach.



h sigue y lo propio tach.



i sigue p tach.



j sigue en tach.



k corr. de decirles



l  sigue y aquellos tach.



m que-traviesa tach.



n sobre lín.



o sigue el resto de la pág. (34 líneas) en blanco.






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