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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [25] DE LA RECREACIÓN QUE SE DEBE DAR A LOS RELIGIOSOS EN EL CAMPO
1. Normas que hay que observar
Solíamos a tener otras recreaciones, deb tres a tres meses, o de seis a seis, en que los prelados llevaban sus súbditos por una tarde o por un día al campo, donde se desenfadasen, alegrasen, tomasen el sol o cogiesen el fresco, según el tiempo era. Ahora se ha quedado a la voluntad del prelado superior para que, tiniendo un ministro necesidad de espaciar sus religiosos, pida licencia para lo haber de hacer y que
en la tal recreación guarde las condiciones que en la licencia se lec diere. Que de ordinario son las que yo aquí diré: que de suerte ninguna jamás, so pena de grave culpa, se consienta hacer noche fuera de casa; pero si fuere verano, podrán madrugar. Que no se consienta que en estas recreaciones coma un religioso cuando quisiere, tomando ni menoscabando lo que llevan para la communidad. Que no se puedan apartar dos solos a parlar, jugar, cantar, burlar ni otra cosa. Que si hubiere río no se consienta entrar a nadar; pero si hubiere necesidad de bañarse, se podrá entrar en parte segura, donde el agua dé a la cinta; y el que a más se atreviere sea castigado. Que no puedan entrar dos juntos, donde el uno se pueda ver al otro desnudo, ni se puedan echar agua o hacer otra burla o juego de manos, como queda dicho.
Llevaránlos sus prelados a estas recreaciones, si fueren lejos, con commodidad, como en un carro o pollinos; ya que les dan la recreación, no sea más cansancio y molimiento que entretenimiento. Llevarles han, según el posible de la casa, qué coman, [88v] que tampoco es razón los lleven a que guarden la abstinencia que en casa. Si fueren a alguna güerta ajena, no hagan daño sin licencia del dueño o concertarlo primero. No se les consienta comer fructa a su libre albedrío, que les suele hacer mal; y hay algunos que piensan, porque llevan la bendición de la obediencia, que aunque se coman media güerta no les ha de hacer estorbo; siendo lo contrario, porque lo necesario sólo está bendito y para eso sólo tiene poder de bendecir la obediencia, y no lo superfluo y lo que me ha de hacer mal. No se suban a los árbores como gorriones, donde quiebren las ramas y se descalabren.
El día lo pueden gastar en andar por los campos, decir alabanzas a Dios, tirar una piedra, jugar a quién más cerca da de un hito o pone más cerca su canto y apostar avemarías y responsos por las ánimas de purgatorio; regucijarse de ver tantas cosas como Dios tiene criadas para el bien y recreación del hombre.
No aguarden a venirse muy noche.
No es lícito que en estas recreaciones vaya todo el convento junto si hay mucho número de frailes, porque en casa se quede quien cumpla con el coro y con los seglares que vinieren. Podrán ir otro día los que se quedaren.
En las casas de noviciado no vayan novicios y sacerdotes juntos. Váyase el maestro de novicios con sus novicios de por sí y enséñeles una modesta y sancta recreación, dándoles lugar que por aquel día, según el orden que se les hubiere dado, haga cada uno lo que quisiere. Los sacerdotes tienen un poco más de libertad y no es bien que de ellos apriendan y tomen exemplo los novicios; que, como nuevos y gente que menos sabe, es menester tengan menos libertad hasta que la tengan bien regida y sujeta a la razón y lo justo.
2. Descanso adecuado después de la recreación
Estas recreaciones siempre cansan, porque, aunque es verdad que en ellas se regocijan y alegran, como estas cosas de gusto entran por los sentidos, que son corpóreos y cansables, es muy cierto que se fatigan y el cuerpo se d aflige [89r] y a la noche vienen todos hechos pedazos y hartos de recreación. Y aun suele servir muchas veces de un abrir los ojos y de un verdadero conocimiento de la vida cansada que train los seglares, gastándola toda y siempre en estas fiestas. Pues siendo tan tarde y tan a deseo en el religioso tienen por fin enfado y cansancio, ¿qué serán en casa del seglar, donde están tan continuo que antes les falta tiempo que ocasiones de fiestas y de recreaciones, de suerte que me parece no tienen cuándo descansar de ellas? Pero en nuestros hermanos, a quien se las damos por medicina e de algunas melancolías o tristezas que el recogimiento y clausura haya engendrado en este cuerpo animal, será bien se le dé lugar a la medicina para que haga su operación. Y digo que, viniendo cansados de esta recreación, que es bien que en casa los dejen descansar de ella. No digo que se les dé otra en casa, sino que en la celda los dejen por aquella noche recogidos y no quieran hacerles pagar la fiesta luego, llevándolos a unos largos maitines y prolijo capítulo. Que por eso digo que, pues se da por medicina, no se quite antes de hacer su operación. Como el que después de haber puesto ungüento sobre una llaga lo tornase a quitar y a poner otro, sería causa la brevedad con que cada uno estuvo aplicado para que ni el uno ni el otro no hiciesen su operación y con cada uno de ellos se alcanzase lo que se pretende. Y por esto digo yo que ni en capítulos se ha de tratar de recreaciones ni en las recreaciones de capítulos, sino dar lugar para que cada cosa se digiera sin detener la decogción de lo uno con la crudeza de lo otro.
A mí me ha sucedido -y lo he visto claramente- haber hecho un capítulo y tratado cosas de mucho aprovechamiento y cosas de aspereza y de rigor, particularmente en la despedida de algunas casas, y, por no dejarlos tristes y melancólicos y que entendiesen que yo iba enojado, tener necesidad de decir algunas palabras con que los alegrase y dejase contentos, y echar a perder todo el capítulo pasado. Porque si es verdad, como dice san Pablo, que la tristeza que es según Dios obra salud 1, habíesele de dar término para que la obrase antes que la echásemos de casa puniendo en su lugar el alegría y contento. Y lo propio digo yo de la recreación y contento que se le ha dado a un religioso sacándolo al campo: que se le ha de dar lugar para que obre y no se lo hemos de querer mezclar tan presto con otras cosas tristes o melancólicas, [89v] sino que, por lo menos aquella noche y parte de otro día, se le dé lugar para que descanse y rumie el bien o mal que
está en lo pasado. Digo mal el estorbo de esas cosas exteriores para el bien que se pretende del spíritu. Que, a mi ver, estas recreaciones y entretenimientos del cuerpo son tan diferentes de las interiores y de las que busca el alma que, sin que el prelado las aparte a palos ni con f capítulos, ellas se tendrán cuidado de dividirse y apartarse. Como lo tiene el aceite del agua, que no hay quien lo haga mezclar; ni es posible g hacer que el verdadero siervo de Dios h junte y amase lo temporal y espiritual i para de lo uno y lo otro j hacer un vestido al alma, que con tantas veras procura ande desnuda de las cosas de afuera y abrigada con las cosas del spíritu. Y pues estas fiestas, pasada su hora, ellas tienen cuidado de irse y dejar al corazón desembarazado, no hay para qué los prelados apresuren el tiempo para echarlas con capítulos k.
También hay otros que parece se quieren vengar si acaso comieron algo más en la recreación, no tiniendo la cuenta que deben otro día para darles su ordinario, diciendo: ya comieron ayer, ya se holgaron, etc. Si aquella recreación se les diera de sobra, superflua y por demás, como las que tienen los del siglo, bien es que las pagaran con nuevos ayunos, pero danse al siervo de Dios y religioso para que cobre fuerzas, resuelle y ocupe algunos de los muchos vacíos que con sus continuas abstinencias ha hecho, para que no dé en el suelo con l este pobre edificio de barro, que, aunque pobre, con él vistió Dios el alma y puso el tesoro del spíritu como en un vaso quebradizo 2. Y así, de en cuando en cuando, es necesario soldarle esas quebraduras con cosas de su propio jaez, que son estas cosas visibles y temporales, que ya sabemos, según lo que Aristóteles dice, que todo agente hace en su semejante 3. Llano es que si a un soldado a quien acostumbra el rey darle por su sueldo ordinario cada mes treita ducados y después, a cabo de un año, por sus buenos servicios y corto sueldo, le da de ayuda de costa cien ducados, que no ha de querer después quitarlos ni descontarlos de la paga ordinaria, porque fuera villanía y no merced hecha a sus buenos servicios.
Lo propio [90r] digo yo. Cuando el prelado diere a sus súbditos alguna recreación de las que vamos diciendo como por ayuda de costa y atendiendo a los buenos servicios y ayuda que el spíritu tiene de el cuerpo y su corta ración ordinaria, después de hecha la fiesta y pasada la recreación, no hemos de querer descontar de lo ordinario que se le debe y da al cuerpo la merced que en aquella ocasión se le hizo, sino que, pasado aquel día, el prelado tenga la cuenta del sustento y ordinario de sus súbditos que de antes tenía, pues a los propios religiosos les
obligamos que, pasada esa recreación, se vuelvan a su vida rigurosa y a enllenar de spíritu las ensanchas que hicieron dilatando el corazón en estas cosas visibles y temporales.
3. Tratar las cosas como extrañas
No quiero alargarme más en esta materia, no obstante que me hace lástima cortarla, que parece siempre queda un no sé qué por decir y un poco de temor de ver que sacamos al alma de su retrete y escondridijo por la necesidad que el cuerpo tiene de ayuda y la debemos tornar sin lesión ni pérdida, y que también deben ser muchas las liciones y consejos que se le deben dar en esta salida. Que, en fin, más ha menester saber una persona cuando va y entra en casa ajena que cuando está en la propia, que este hablar y tratar con estraños todos saben cuánta dificultad tiene.
Harto estrañas son todas las cosas temporales y visibles para quien solo y a solas busca a Dios. Pero, como los profetas nos aconsejan 4, muchas veces es necesario buscarlo donde esas cosas habitan y así es menester m saber cómo hemos de tratar con ellas y cuánto ha de durar esta visita. No hay que responder más que una palabra, y es que hemos de tratar con ellas como con estrañas, con mucho miramiento, comedimiento, dende afuera y por un rato. Que, como son comparadas a las flores, hase de hacer con ellas lo que con la flor, yerba delicada, que es ver, mirar y alabar a Dios, porque, si la cortamos, manoseamos y pisamos, güele mal, se deshace y marchita n y aun ensucia las manos. Así ha de procurar un religioso no traer a la celda la ocasión que tuvo para reírse en la recreación ni los dichos que dijo su hermano para alegrarlo, ni el manjar o comida que el prelado le dio para sustentarlo, que eso ya fuera cortar las [90v] flores y pisar las yerbas y querer pagar en la propia moneda la visita que hecimos en casa del mundo, dándole la puerta para que él o sus cosas hagan visita en o nuestra casa. Que nunca es lícito, porque cuando yo lo busco búscolo por necesidad y porque así lo quiere Dios que por aquel rato me sirva de él, pero si le diese la puerta cuando él me busca, como inconsiderado y ciego, no me buscaría en tiempos lícitos, sino cuando su conversación y entretenimiento me hubiese de ocupar o perder.
Ya se sabe que entre iguales se debe igual comedimiento y pagarse las visitas alternatim, que debemos el uno al otro. Pero si el rey hiciese una visita a un pobre para sólo mostrar su grandeza y piedad, no por eso quedaba el pobre obligado a visitar al rey, ni el rey a darle silla y asiento al pobre y rústico cuando él quisiese. Nobleza es del spíritu que, cuando tiene licencia de Dios, visite las cosas corporales y que en
tal ocasión, como casa estraña y desigual, no haga mucho asiento y que, cuando se recoja a su casa, no piensen estas cosas de acá fuera que ya cobraron amistad para venírsenos ellas a casa cuando quisieren, que desobligadas quedan y el spíritu libre para no las dejar entrar.
Que estas cosas de que vamos tratando son buenas para cuando están en sus casas. Como en el aldea parece bien la danza de los villanos y el zapatear de los patanes, pero sacado de allí no vale nada, porque en la corte ya hay cosas más subidas y levantadas de punto. Así digo yo que el día de la recreación parece bien la comida, el dicho y otras cosas con que es lícito entretenerse, pero cuando el alma se vuelve a su retrete y escondridijo, ya eso no vale nada, porque tiene ya otras cosas más subidas de punto y más levantadas. Y así es necesario sacudamos el polvo de los pies, que si en el camino no parece mal [91r] llevarlos polvorientos, parecerlo hía cuando en casa quietos lo estuviesen.
Camino son para Dios estas cosas y en la consideración de ellas y cuando por ellas pasamos a Dios no parece mal vestirnos de ellas. Pero, pasada esa hora y llegados a nuestra quietud y reposo, bien es que las sacudamos y no entren en nuestras celdas, de suerte que, acabada la recreación y el día que la Religión permitió aquel entretenimiento, quede un religioso como de antes, quieto, pacífico, templado, callado, rendido y modesto, dando a cada tiempo lo que es suyo. Que, pues hemos dicho que en estas tales recreaciones, que son tan de tarde en tarde y en el campo, el prelado deje a los súbditos, que hasta allí han estado encerrados como corderillos en el aprisco, puedan p, después de haber salido, tener la libertad y desahogo que tiene el corderillo cuando, regocijado y alegre, se le hace angosto el campo para su desencogimiento, saltos y balidos, de esa propia manera les pedimos que, vueltos a su casa y retrete, acudan con particular gusto al gusto de la obediencia, que es se vuelvan a su antiguo recogimiento.