CAPITULO [35] DEL RELIGIOSO Y HERMANO A CUYO CARGO HAN DE ESTAR LAS COSAS

DEL CORO

  Parece que no es prolijidad y querer alargar y multiplicar los capítulos tratar de este officio, a mi parecer bien necesario para muchas cosas en el coro. Y pues para la limpieza y cuidado de las cosas del refectorio diputamos un religioso, justo me parece haya otro señalado para ^a las^b

cosas que se ofrecen en el coro y, lo más principal, acerca de su limpieza. Que no obstante que se barre cuando las demás partes de la casa, esto se debe hacer con tanta curiosidad como officio solo y cosa que de por sí se encarga.

  El verano, como hay polvo y tantas entradas y salidas, es muy ordinario enllenarse los bancos, atriles, ventanas y libros que allí hay y, cuando el hedomadario va vestido, sentarse donde se levanta con el alba limpia bien sucia y llena de polvo. De manera que el hermano a quien esto encomendaren, los más días tenga cuidado de que esté muy limpio y los bancos y paredes bien estregadas, libros, atril y antepechos bien sacudidos. Particularmente las vísperas de las fiestas solemnes -que debe tenerlo hecho un deleitoso jardín con mill yerbas y flores que con tiempo habrá cogido de la güerta- echará alguna pastilla o quemará algunos olores que sólo entrar allí a los tibios, flojos y olvidados los dispierte a pensar que está allí Dios.

  El verano, después de la hora de la oración, tendrá cuidado todos los días de barrerlo y regarlo. Digo después de la hora de oración, porque entrar en el coro recín regado podría hacer daño a los religiosos, y regado a aquella hora se podría conservar fresco por todo el día. Está al cargo de este hermano tener cuidado no saquen los bancos, si fueren levadizos y, si los sacaren, tornarlos sin que se truequen y haya uno alto y otro bajo.

  Después de haber hecho primera de missa mayor, ha de tener cuidado de que esté el missal por quien han de officiar la missa registrado. Ha de tener cuidado de llevar los breviarios que allí quedaren al oratorio, no los hurten. Mirar que no falte el libro de la meditación, que algunos, con poca consideración, lo llevan. Ha de procurar limpiar los suelos y paredes de alguna suciedad o saliva que les haya caído, limpiar y volver los redores donde los religiosos escupen. Si de maitines se hubiere echado alguna mancha de aceite o vertídose algún candil, ha de haber madrugado a limpiarlo. Ha de tener grande cuenta con los veladores o cañas en [131r] que se cuelgan los candiles, que estén allí a su tiempo. Para todo esto tenga guardados un par de trapajos.

  Ha de tener grande cuidado con el altar o imágenes que hubiere en el coro; y, si no las hubiere, dos cruces: una encima de las cilugías y otra en el testero de la pared contraria. Mirar que haya siempre agua bendita a la entrada y hisopo para el asperges que se hace después de completas. Los velos que están delante que estén limpios, sanos y cosidos y de suerte que se puedan correr para cuando se levantan al alzar el Sanctíssimo Sacramento en la missa. Madrugue por la mañana a quitar los veladores o cañas en que estuvieron puestos los candiles de noche y a componer lo que quedó descompuesto de los maitines^c.

  Este officio me parece lo harán bien los dos hermanos campaneros, el de día y el de noche, de suerte que el campanero de la noche, pues vela, ocupe un rato en mirar lo que en el coro es necesario para los

maitines, y el campanero de día, entre primera y segunda vez que tañe, puede hacer lo propio. Y si alguno faltare en algo de lo dicho, azotarlos a entramos por topar con el que tiene la culpa.

[131v]     Jhs. M.ª