Índice: General - Obra | Palabras: Alfabética - Frecuencia - Inverso - Longitud - Estadísticas | Ayuda | Biblioteca IntraText |
San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [36] DEL MODO QUE EL RELIGIOSO HA DE TENER EN REZAR LAS HORAS FUERA DEL CORO CUANDO FUERE IMPEDIDO POR ALGUNA JUSTA CAUSA PARA NO HALLARSE EN ÉL
Por haber olvidado de dar dos o tres avisos necesarios acerca de lo que en este capítulo se propone en el capítulo anterior al pasado, me he obligado a hacer capítulo de por sí.
1. Ante el Santísimo Sacramento o en la celda
Es tan grande la flojedad y tibieza del hombre para todas las cosas de virtud que no hay cosa que no la tenga viciada, perturbada y sacada de su quicio. No hay que espantar, considerando que el hombre es prono e inclinado a lo malo y a ello corre con velocidad y tras él van las cosas de virtud buscándolo en el lugar que lo hallan. Y si lo hallan caído, tibio, flojo y perezoso, con esa propia flojedad y tibieza las ejercita. Y así veo que es necesario irle poniendo mill tropezones que le detengan y hagan esperar a la virtud que con tanto cuidado le busca y darle avisos y recuerdos para que con fervor y cuidado haga y cumpla con sus obligaciones, particularmente con la que proponemos en este capítulo, que está a mucho peligro de hacerse con muchas faltas, remiendos y menoscabos. Porque, como el religioso que reza fuera del coro por algún justo estorbo que tuviese está a solas en su celda o en otra parte, donde la presencia de Dios no se tiene con tantas veras y no hay quien los vea, es muy cierto dejarse llevar en la tal ocasión de muchas tibiezas y flojedades.
Es grande falta que un siervo de Dios rece paseándose o haciendo alguna cosa de manos que le pueda divertir, ni en parte ocasionada para hablar, preguntar o responder, interrumpiendo las horas, rezar sin breviario. De donde, considerando los muchos defectos que en tal ocasión se pueden cometer, ha habido pontífice que ha concedido indulgencias al que rezando tuviere su breviario abierto, por quien las diga y recite. Del glorioso san Francisco se dice que cuando iba camino, aunque la jornada fuese larga, se paraba en medio el camino o a un lado a cumplir con su officio.
Seas tú, Dios mío, bendito. ¿Qué diera un hombre por entrar a negociar con la persona que le inporta despacio, de asiento y con reposo? Y si valiera, mis hermanos, a poner exemplo en el mismo Dios,
que tiniendo puesto su gusto en tratar con los hijos de los hombres 1, en medio de las mayores priesas que Su Majestad llevaba a, se detenía a hacer los negocios de los hombres y a darles buenos y cabales despachos, como se vido cuando, saliendo del templo con priesa porque le querían apedrear, se detuvo a hacer [132r] lodo para dar vista al ciego 2. Y otras muchas veces hizo estos detenimientos en medio de sus viajes para que el hombre el suyo le hiciese cierto y derecho. Y el hombre, sabiendo no hace officio ni negocio ajeno, sino el propio suyo, en que tanto le va que salga acertado, no quiere sino de paso, de corrida o paseándose, tomándolo como si cumplir con Dios fuera negocio de entretenimiento o de burlas, pues en medio de esta celestial conversación damos entrada a otras hablas, cumplimientos y conversaciones.
Acuérdense de aquel dicho viejo que dicen respondió un capellán a su obispob: que estando rezando pasó el obispo y le preguntó cierta cosa; el buen capellán no le quiso responder; reprehendiéndole el obispo, dijo el clérigo: Advierta vuestra señoría que estoy hablando con otro mejor que vuestra señoría. Entonces se lo agradeció el obispo y alabó el hecho. No sé yo en qué razón cabe que esté un religioso hablando con Dios y que esté haciendo lodo de lo que es cielo para cegarse y perderse, y que Dios del lodo y tierra haga cielo para dar vista al hombre. Pienso que todo esto proviene de falta de conocimiento. Abranos Dios los ojos por quien es para que hagamos nuestros officios y mandados con el cuidado, solicitud y atención que debemos.
En conclusión, mis hermanos, si alguna vez rezáremos fuera de la comunidad, en el rato más desocupado vámonos al coro delante del Sanctíssimo Sacramento o en nuestras celdas recogidos, tomemos nuestro breviario, hinquémonos de rodillas y pidámosle a Dios que nos dé gracia para cumplir con lo que tanto nos importa. Hagamos nuestro deber para que las horas se recen al tiempo debido, sin andar pospuniendo unas a otras. Acordémonos de aquello que se leec haber sucedido en París a un capellán de un rey que, madrugando a hacer los negocios de su rey, dejaba el rezo y el cumplir con Dios para la noche. Y muriendo después como un sancto y varón exemplar que siempre lo había sido, a cabo de algunos días se apareció a un amigo suyo cargado de penas y fuego del purgatorio. Y preguntándole la causa de un tan extraordinario purgatorio, respondió que por haber antepuesto los negocios del rey a los del Rey del cielo y el bien ajeno al propio y particular de su alma. A nadie le es tan fácil cumplir como se debe con estas obligaciones como a un religioso descalzo y que profesa sólo cumplir con Dios. Y para esto la Religión le ha desembarazado de todas cuantas cosas hay en el mundo. Y si la Religión en algo le ocupa, es con condición que primero busque el reino de los cielos 3.
2. Los escrúpulos sobre la intención
Acerca del rezado, hay algunos religiosos que de ordinario tienen escrúpulo sobre la intención que deben tener para cumplir, guardando las [132v] condiciones dichas: que procure rezar delante el Sanctíssimo Sacramento o en la celda con el breviario en las manos y apartado de las ocasiones que le pueden divertir. No hay que temer sino que, esto presupuesto, si tuviere alguna falta, será muy natural y fuera de intención, y así no hay que hacer caso de los tales scrúpulos. Y si con todo eso perseverare y cansare a su prelado sobre si cumplió o no cumplió, déle por cada vez una buena disciplina y verá qué presto dice que ya cumple; porque dando lugar a las boberías de estos tales, ellos se vuelven locos o insensatos y al pobre prelado lo afligen. Y yo vi en nuestra Orden un hermano que daba en hacer tantos discursos cuando rezaba sobre si tenía intención o no tenía intención que se le pasaba en esto el tiempo que habíe que estaba rezando. Y desto gusta el demonio: que estén allí perdiendo tiempo y que sean como las viejas que devanan algunas madejas o mazorcas de hilo, que en arrevolviéndoseles las arrojan y dan el officio al que así las procura perturbar.
Es llano que rezar con pensamientos tan arrevueltos y perturbados que es traza del demonio para que dejemos el officio o no cumplamos con él. Y como aborrezco esto tanto, tengo de poner dos o tres exemplos para que se rían los que los leyeren y procuren apartarse de cosa semejante para que no se rían de ellos. Un scrupuloso enpezó a rezar completas a las once de la noche y fueron tantos los scrúpulos que le venían de que perdía la intención que las enpezó tantas veces que, antes que acabase, enpezó el relox a dar las doce. El, de que vido que ya se le había pasado la hora en que era obligado a rezar, enpieza a dar voces y alborotar el convento, diciendo: ¡Que pecco, que pecco, que pecco! A quien yo le diera una tan buena que él no procurara peccar otra vez.
Otro escrupuloso decía missa y, llegando a las palabras de la consagración, estaba escrito el Hoc est Corpus meum y el Hic est calix Sanguinis mei con una hache grande, de suerte que una hache servía para la consagración de la hostia y la misma para el cáliz. Como él consagró la hostia y gastó la hache en aquellas palabras, cuando vino a consagrar el cáliz no tenía hache y envió al prelado a decir que qué haríe de hache para la consagración del cáliz, que no había más que una y la había ya gastado. Que cierto es el hecho tan de risa y locura que, si no me lo hubiera contado un grande sancto, que [133r] dice pasó en su orden, no era creíble. Y sí lo es, porque el demonio vuelve a los tales tan insensatos que les hará decir eso y más.
En un convento nuestro teníamos otro hermano que daba en estos escrúpulos con notable estremo. Su maestro de novicios habíele dicho que, siempre que estuviese en algún acto de communidad, hiciese intención de hacer lo que los demás hermanos hacían: rezar con la communidad y oír missa con la communidad. Un día salió de comer
y fue a su prelado a decirle que qué haría, que no había hecho intención de comer con la communidad, pareciéndole que, como rezaba dos veces por faltarle la intención, tenía necesidad de comer otras dos veces.
Estos tales hermanos están tabique en medio de ser locos o indimoniados, porque yo pienso es industria de satanás para perturbar e inquietar a los demás. Y así a éstos los apartaría y pondría en un convento aparte y les daría un retor y corrector que les entrase la intención con muy buenas disciplinas. Y para huir destos escrúpulos, bastan hacer estas diligencias que tengo dicho: rezar a solas con el breviario y a su tiempo. Y si haciendo esto de nuestra parte, con deseo de agradar a Dios, fueren o vinieren otros pensamientos, dejarlos pasen y vayan. Llano es que, si yo estuviese rezando en un lugar público por donde muchos pasan, por no haber podido ser menos, que cumplo con no mirar los que van y vienen ni parlar con ellos. Lo propio digo yo: cuando un religioso reza y por la imaginación le pasaren pensamientos y viere que unos van y otros vienen, déjelos ir y venir, no se detenga con ellos ni a pensar en d ellos, que nuestra imaginación es una plaza y lugar común que, hasta que esté hecha y muy desembarazada de todas las species y representaciones de la tierra, se ha de pasar este trabajo.
Y así como se suele peccar por carta de más, se suele ofender y perder por carta de menos. Si el religioso tuviere algún officio y fuere cocinero, refitolero o portero, no aguarde a rezar entre las ollas ni barriendo el refectorio y librando a la puerta, porque en semejantes ocasiones no puede tener atención. No hay officio tan ocupado que no tenga muchos ratos para que en ellos se ponga cada cosa en su lugar.
Nosotros tenemos costumbre de rezar el rosario después de vísperas en el coro, en comunidad o en el oratorio. Si alguna vez algún religioso faltare, ruégole que no ande por la casa con su rosario en las manos pasando avemarías como vieja, hablando y parlando con cuantos se topa. Si estuviere solo, norabuena si se compadece [133v] el officio que hace o la cosa en que entiende con eso; pero si estuviere con alguien a quien tenga obligación de responder, crea es una cosa enfadosa para Dios y para los hombres mezclar trato y conversación tan diferente y entre Ave María y Pater noster parlar un poquito. Si no tuviere cuándo, déjelo de dormir. Y por mejor tendría e, acostado y echado en su tarima, tomase el rosario en las manos, que, cuando se quedase dormido, con buena palabra quedó en la boca. Y de sancto Domingo se lee que vido en spíritu entrar a la Madre de Dios por un dormitorio de monjas adelante, después de acostadas, echando a cada una la bendición. Como privase de este bien a una monja, al sancto le dio gana de saber la causa y así la preguntó a nuestra Señora; y ella respondió que aquellas monjas le eran muy devotas y se habían dormido con el Ave María en la boca y que la otra monja a quien no había echado su bendición no la había dicho, antes habíe tenido pensamientos no muy limpios. Si el
religioso entre día estuviere muy cansado, como el donado de sus demandas y el prelado de su officio, ya hace su deber, pues no tuvo otro tiempo. Ofrézcale en aquella ocasión su corazón y el rosario haga su amago; que, si se durmiere, no será amago el que de la Madre de Dios le alcanzará, sino una bendición e indulgencia muy plenaria.
3. Cuando el religioso está fuera de casa
Y pues hablo con los que de veras pretenden en todo ser perfectos y estar para en todas ocasiones avisados, no será malo tratar del tiempo más acommodado para rezar las horas en los caminos y cuando el religioso está o va fuera de casa. Y como ha sido Dios servido que de todo haya gozado, experimentado todas las ocasiones, pero confieso que ningunas he hallado mejor para cumplir con el rezado que las que ahora diré.
Después de media noche, allá a las dos, me he hallado muy bien tomando luz y rezando mis maitines y luego tener un rato de oración. Y como el trabajo del camino pide más descanso que cuando se está en la celda, luego se puede dormir un poco y a la mañanita rezar prima. Y si es pueblo o lugar acommodado, tendría por mejor decir missa que no irla a decir a otro pueblo, donde, por la poca commodidad que llevamos en los caminos, va un religioso cansado y, estándolo el cuerpo, el alma ha de estar con poca devoción o preparación, y aun ocasionada a no decirla.
En llegando al pueblo a mediodía, mientras le aderezan [134r] un bocado que coma, puede rezar hasta nona. Y a la noche, en llegando, rezar vísperas y completas. Procure no dejar el rezado para después de comer o cenar, cuando esté más dormido que dispierto. Las devociones y el rosario se pueden rezar en el camino: si fuere a pie, el rato que se detuviere a descansar a algún lado del camino, se puede apartar a sus propias horas. Siempre lleve una cruz consigo, la cual saque cuando hubiere de rezar, que es bien que de cualquier lugar donde se ha de hacer ese officio se haga templo y ponga señal de que es casa de Dios f.