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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [53] DE LO QUE DEBE HACER EL NOVICIO DESPUÉS DE APROBADO Y EN SU PROFESIÓN
1. Ofrecimiento y súplica a Dios
Bien será hablemos un poquito ahora con el novicio ya aprobado y admitido a la Religión para que él de su parte otorgue la scritura y concierto que entre ambas partes se hace. No quiero yo tratar aquí de sus obligaciones y mercedes que Dios le ha hecho en su aprobación y del paso más adelante que da para llegarse a Dios, que eso será Dios servido algún día dé Su Majestad lugar para scribir las pláticas que se han hecho en las profesiones de los frailes 1. Sólo quería decirle a dos palabras que enpiece a decir al principio de su hábito, y éstas no son para enseñarle costumbres ni para añedirle penitencias, sino para pedirle por las entrañas de Jesucristo dende este día se reconozca por sclavo de Jesucristo y esto lo asiente en el corazón de suerte que jamás se borre y sepa que ya con un ñudob y atadura más pretende ser una misma cosa con su Dios, a quien de veras le diga:
Ya, Señor mío y bien mío, somos vos y yo como siervo y esclavo, padre y hijo, luego todos los bienes del uno y del otro serán comunes. Ya vuestra cruz es mía, vuestros clavos, azotes y corona, vuestras injurias y afrentas para que de hoy en adelante las sienta como vuestras y más mías que hasta aquí por la nueva scritura, pacto y concierto que hacemos entre entramos de vivir yo en vuestra casa, [199v] ser vuestro siervo y esclavo, y vos admitirme en ella siendo mi Padre y Señor. De hoy en adelante debo obrar con grande fe y confianza y por amor, como lo hacen los hijos; que, pues me admitís por tal, también me recebís por heredero, como dice san Juan: Quod si filii, et haeredes per Deum 2. Y así, obrando y trabajando como hijo, serán trabajos amorosos, suaves, fáciles y llevaderos, que no buscan premio ni paga, sino particular agrado de tan buen Padre y Señor.
Tampoco debo dolerme y cuitarme de aquí adelante de mis trabajos y aflicciones, porque éstas serán a vuestra cuenta para socorrerlas y ayudarlas. No andaré de aquí adelante ahogado, congojadoc y lleno de miedos y temores viendo mi flaqueza y flojedad, porque os apiadaréis de mí, que sois Padre misericordioso. Ea, Señor mío y bien mío, pues somos siervo, esclavo y Señor, Padre y hijo, siempre hemos de andar juntos, juntos en la tribulación, en la oración, en los gustos y consuelos, porque sin vos nada quiero, con vos vengan mill cruces y desabrimientos, sin vos no quiero placeres y contentos. ¿Es posible, Padre mío y Señor mío, que llega vuestra bondad a que hoy digáis que somos para en uno? No podré decir que os engañáis porque no conocéis, comprando a carga cerrada a un hombre tan malo y peccador. Todo lo veis y lo sabéis, que sois infinitamente sabio, sino que, en este acto de admitirme a vuestra casa, queréis mostrar vuestra bondad, misericordia y deseo que tenéis de daros y communicaros a los peccadores. ¿Cómo, Dios mío, tengo yo, de aquí adelante d, atreverme a levantar los ojos a un Dios tan manirroto y largo como vos sois, pues vuestra largueza descubre en mí tanta miseria y poquedad? No importa, Señor, que mi flaqueza me acobarde e, vos os lo hacéis todo, vos el que me admitís a vuestra casa y vos también seréis el que en f mí pondréis ánimo y fortaleza para que sin cobardía goce de tanto bien como está encerrado en ser vuestro siervo y esclavo.
Ea, Señor mío, consuelo mío, pues así tal día como hoy habéis alegrado mi alma, de aquí adelante no la dejéis entristecer con culpa, tibieza y flojedad. Dadme, Señor, una perseverancia y perpetuidad en vuestro servicio, que pueda yo, como otro Pablo 3, desafiar a los ángeles y a todas las criaturas, a todos los bienes y males que pretendieren contrastarme, [200r] siendo yo una fuerte muralla con vuestra ayuda y favor. Sólo, Señor, quiero este seguro que voy pidiendo de esta junta y unión con vos. Con ésta tendré caudal para pagar a estos sanctos
religiosos el bien que me han hecho en aprobarme y admitirme en vuestra casa. Si yo tengo, Señor mío, a vos, a nadie desagradaré, a todos pagaré sin traer deudas atrasadas, que bien sabéis vos, Señor, que los hombres no son los menos contentadizos y de hoy en adelante con más atención me mirarán a ver cómo me aprovecho del talento y bien recebido. Ellos me dan vuestra casa, y siendo vos Señor mío pagaréis mis deudas por mí y yo seré siempre siervo vuestro, sirviéndoos con la vida y el alma. ¡Oh Señor, y quién fuera gran santo para hacer grandes obras por un Dios tan grande y misericordioso! ¿Quién pudiera entender que tanto bien habíen de oír mis orejas de que vuestros siervos me aprueben para que yo sea vuestro? ¡Oh Padre mío y Señor mío, qué alegría y qué contento será la de un alma cuando vos le descubráis la eterna predestinación y aprobación vuestra, con que os dais por contento y pagado de que un alma os goce en las eternidades!
Señor, retrato y dibujo es este de hoy, que es público, del secreto que vuestro Padre guarda para sí y para quien vos lo quisiéredes revelar 4. Yo confieso que en éste puede haber engaño, por ser g aprobación de los hombres y salir incierto, pero una cosa me puede consolar en esta aprobación, que es que se ha hecho por vuestra bondad y misericordia y sin que yo vea y conozca en mí méritos. Esto, Señor mío, me puede consolar y ser pintura y dibujo de vuestra aprobación, que tanbién la hacéis por quien vos sois, por vuestra misericordia y bondad, y así debo confiar que quien hoy ha andado tan largo conmigo lo habrá estado también en sus secretos y escondidos juicios. Yo, Señor, no quiero saber nada, sólo quiero de aquí adelante saberos servir y agradar; no quiero ojos para ver, que mi Padre sois y me guiaréis por caminos ciertos y derechos. Sólo quiero afectos para caminar, una voluntad muy encendida para obrar y hacer cosas que sean según vuestro querer. Vos sois mill veces mi Padre, mi Señor, mi Redentor, mi abogado, mi bien y aquel a quien yo sólo debo amar. No sé qué decirte, Dios mío, [200v] que la lengua no sabe, el corazón no habla.
Ríndete, corazón, caite delante de tan grande Señor con una caída de profunda humillación para de hoy en adelante levantarte con más fervor a mayor amor, a mayor confianza. ¿Qué dieras tú, corazón mío, por estar en esta ocasión abrasado con aquel fuego y ascuas que están en el altar de Dios 5? ¿En cuánto estimaras ser corazón muy puro para esta ocasión, ser ágil como los spíritus divinos para el obrar y desear? ¡Ay, entrañas mías, y si fuérades tan dichosas que, sacrificándome en este sancto convento, vosotras, como parte más escogida, fuérades h para sólo Dios, como antiguamente se hacía en las partes que hacían del animal que se ofrecía a Dios en el templo 6!
Señor, si soy esclavo, no queréis ya palabras ni bachillerías, sino obras finas, verdaderas y de valor. Según esto, grandes fuerzas habré
menester para obrar, dádmelas, que yo haré todo cuanto pudiere en lo que tengo de prometer en la ocasión que tengo entre manos.
¡Oh ángeles benditos, y si de hoy en adelante me ayudásedes y dispertásedes siempre, todos los instantes y momentos, para que jamás huelgue ni descanse!
Dispertadme, hermanos y compañeros míos, para que todos hagamos la vela a tan gran Señor. Pedidle que, pues me ha asemejado a vosotros en la casa y profesión, me asemeje en la perpetuidad del bien obrar, en la abstinencia y continua presencia que siempre yo tenga de tan gran Señor.
¡Oh Reina de los ángeles, bendita Señora!, y como vos de aquí adelante habéis de ser también mi patrona, señora y madre, cierto que ya no tengo de tener temor ni miedo en hablar con vos y pediros acudáis a mis necesidades, pues soy ya siervo y esclavo y de la Sanctíssima Trinidad, de quien vos sois sposa i, madre del Hijo y sagrario divino del Spíritu Sancto. Con tal señora y abogada, contentíssimo debo estar y muy confiado que las suertes que me faltan, de aquí a que yo goce de este bien en el cielo, me han de salir ciertas y en mi favor.
¡Ojalá jamás fuese yo ya flaco, tibio ni flojo, pues tantas son más las obligaciones que me corren! En ti, Dios mío, spero; en vos, Virgen benditíssima, confío; y en vosotros, ángeles y espíritus divinos, aguardo mill socorros para mi perseverancia y acierto en lo que siempre hiciere, pues a esto convida la charidad de que estáis llenos e inflamados en esta gloria, etc.
[201r] Todo esto que queda dicho ha de tener nuestro religioso aprobado o recín profeso en el alma, en la imaginación, memoria y voluntad. No digo que de esto haga oración de ciego, sino unos lazos amorosos con que se esté entrañando y uniendo con este Dios tan grande. Estas cosas dichas son palabras, obradas son amores, que es lo que Dios busca y quiere. Y esto j no ha de ser por un rato, sino por una perpetuidad, de noche y de día, comiendo y durmiendo, que por eso digo yo que estas k razones sean deseos entrañados que jamás se le caigan, sino que con ellos coma, duerma y vele.
2. Otras cosas necesarias
Volvamos a las cosas necesarias que debe hacer nuestro religioso aprobado. Si antes de su aprobación no tuviere hecha una confesión general, la debe hacer luego en continente muy clara y cumplida, de suerte que nada le quede que le pueda dar pena, sino que quede la casa l barrida para que se siente bien el enlucido que hemos dicho de esos afectos y deseos de agradar siempre a Dios.
Mire si tiene algunas cosas pocas que componer fuera de casa, pida licencia para scribirles m a sus padres las hagan, compongan y satisfagan. Tanbién les scriba n despidiéndose de ellos con unas razones muy spirituales, avisándoles cuán dichosos han sido en tener un hijo que dar a Dios, que él está contentíssimo con el entriego y enajenación que han hecho, pues trueca padres de carne y tierra por padres celestiales, y que, como hijo más rico y de mejores padres, los podrá servir y regalar mejor de allí adelante con oraciones y favores que procurará alcanzar de tan buen Señor y Padre como tiene y posee. Pídales que lo encomienden a Dios para que sepa cumplir con sus obligaciones.
Estos días que hay dende su aprobación a su profesión, procuren tener mucho recogimiento y vivir con un sancto temor, pensando qué de ellos, por no haberse aprovechado bien de las ocasiones y suertes que les han venido a las manos, se les han vuelto blancas, desaprovechadas y sin fructo. Bien es que, como nuevo desposado, goce a solas y a sus anchuras de la boda, entrando estos buenos días en su casa, no dando lugar a ningún género de cuidado o perturbación, porque en estos primeros días se toma la lengua y modo de tratar con Dios, se hacen las condiciones y aun se conocen tanbién y se gozan las personas. Algo más tienen los recín casados que antes que se efetúen los casamientos o después de muchos días [201v] ya casados: en la ocasión presente no se pierden de ojo ni se aparta el uno del otro sin gran dolor y sentimiento. Este debe tener nuestro profesante cuando sale de su celda, cuando se divierte de la presencia de Dios, aunque, como es un Dios tan bueno, si él es quien debe, con él se irá, que no es como las damas de estrado, que guardan la casa y despiden el güésped.
Así como se procura conponer el nuevo ahijado en lo interior, se debe componer en lo exterior, no digo de las virtudes, modestia, humildad y compostura que son ornato de acá afuera, que ésas ya se sabe que ha de estar vestido de ellas dende el principio de su noviciado, sino de sus hábitos, que debe tenerlos limpios y bien lavados y remendados, si fuere necesario, que de todo eso gusta Dios en la ocasión presente cuando ha de ser mirado y remirado de su Dios de pies a cabeza.
Procure su maestro hacerle la fiesta que pudiere con flores, guirnaldas para él y alguna colación para sus compañeros. Todos se alegren y regucijen aquel día con un contento spiritual, dando alguna partecilla al cuerpo en conocimiento de que le nace a Dios un hijo y tiene un siervo más. Si por decirle un ángel a Sara que habíe de concebir un hijo dice: Risum fecit michi Dominus 7, que se enllenó de risa, ¿por qué no hemos nosotros de estar llenos de contento porque nuestra sagrada Religión concibe o y pare tantos hijos para Dios?
El modo de dar las profesiones está scrito en nuestro ceremonial. No hay que detenernos aquí más que avisar al maestro de novicios no saque en público al novicio de suerte que se rían dél. Vaya, aunque desnudo de su hábito exterior, bien compuesto. Salga el ministro y los demás religiosos como cuando fueron a darle el hábito. Lleve bien aprendidas las ceremonias que allí se han de hacer. Procure en aquella ocasión no divertirse del recogimiento interior que hubiere granjeado para aquella ocasión, para que su profesión la haga con más atención.
Cuando el prelado le diga que haga su profesión, repárese, sosiéguese y no se turbe. Ponga las manos en las de su prelado y el corazón en las de Dios, saque las palabras y voz de lo secreto y más adentro de su alma y diga con el sentimiento, devoción y ardor que Dios le diere y comunicare: "Yo prometo obediencia, castidad y pobreza", según está en nuestro ceremonial.
Acabadas todas [202r] las ceremonias de su profesión, que se entra acá dentro, según la hora que fuere y lugar que le dieren para irse delante del Sanctíssimo Sacramento o delante de un Cristo, arrójese a aquellos sanctos pies, considere estos tres votos como p tres brazos de una cruz en que queda enclavado de pies y manos q. Considérese un retrato vivo de Cristo muerto, clavadas sus manos para no obrar sino por el orden que su prelado le mandare, ni dar más un paso si no fuere por voluntad ajena; su costado abierto para tratar con llaneza y muy al descubierto con Dios y con los hombres; su cabeza baja que a todas las cosas que le mandaren está diciendo de sí, puniendo en su memoria aquellas últimas palabras que Cristo dijo: Consummatum est 8. Ya, Señor mío, he acabado con el mundo y sus cumplimientos, ya he acabado r con parientes, carne y sangre, ya para mí no ha de haber más tierra, todo ha de ser cielo y trato con vos. Consummatum est; ahora, Señor, se acaban de otorgar las scrituras, consumar los casamientos y ser para en uno.
Y advierta que, así como el sacramento del matrimonio se instituyó para la procreación del mundo, tener hijos y multiplicar los hombres, de esta misma manera este pacto y concierto, esta profesión y consumación, está enderezada a ser una misma cosa con Dios, a quien hace su profesión, y a procurar engendrar cada día nuevos pensamientos y obras con que se enllena y hermosea este mundo celestial de la Religión.