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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [60] DE LO QUE NUESTROS RELIGIOSOS DEBEN HACER CADA DÍA
No es de pequeña consideración el saber repartir el tiempo y dar cada parte a su hora y officio acommodado, sin que sobre ni falte para lo que la Religión tiene determinado. Que el buen sastre, que corta una ropa a, se muestra en que no le sobran o pierda retazos, ni le faltan piezas, sino que cada cosa la sabe aprovechar y acommodar en su lugar. Y como el tiempo es de tanto precio y valor, y esta ropa de que nos vestimos es de grande inportancia, que lo sepamos disponer y partir de suerte que no nos pidan cuenta strecha de lo que perdimos o no aprovechamos.
En el discurso de todos los capítulos pasados hemos scrito lo que nuestros frailes hacen en cada officio en particular. Ahora será bien todo lo juntemos y lo repartamos según las horas del día. Y enpezando dende las doce de la noche, que es cuando enpieza el día natural, digo que a esab hora se tañe a maitines y se dicen inviolablemente; suelen durar hasta las una y media poco más o poco menos. Lo que falta hasta las dos, se ocupan en decir una letanía a la Madre de Dios con grande devoción. Luego se dice una salve cantada por los captivos con oraciones propias, según en su propio lugar está notado. Y lo que queda, como digo, hasta las dos, están en oración mental, no guardando en este rato el modo y forma que se tiene en las dos horas de oración conventuales, porque en ese rato pueden estar los religiosos sentados, postrados, en pie o scondidos en los rincones de la iglesia, donde su devoción más y mejor les pidiere. Los días que son de comunión, el hermano maestro se ocupa en confesar a sus novicios y en tener una disciplina, que se acostumbra a tener la víspera de la comunión. Estos tales días se suele el maestro alargarc más y quedarse con sus novicios hasta cumplir con este officio, yéndose los sacerdotes a recoger a las dos.
Yo no hago aquí repartimiento de las horas del día para los particulares, sino para toda la comunidad.
Después de las [226r] dos, muchos se quedan en oración hasta la mañana, pero el prelado da sónito en el punto que dan las dos y todos tienen licencia de irse a recoger y a dormir hasta las cuatro y tres cuartos que tañen las tablillas. Este cuarto de hora hasta las cinco se ocupan en vestirse, componer su tarima, juntarse en el oratorio y prepararse para la oración. A las cinco tañen, y van con el psalmo de Miserere mei 1, y están en oración hasta las seis. En invierno se varía una hora respecto de que entran en oración a las seis hasta las siete. No es cosa que nos inporta llevar esa hora el invierno adelantada, o atrasada el verano d.
A las siete de la mañana, acabada su hora de oración, dicen prima y tercia, los días que son de ayuno, hasta las siete y media; y si es lunes o sábado, que hay missa matutinal, hasta las ocho. Luego salen del coro, y se van los novicios y no sacerdotes con su maestro al oratorio diciendo el psalmo de Miserere mei. Están allí recogidos con su maestro una hora, cuándo algo más cuándo menos, haciéndoles capítulo y pidiéndoles cuenta de la presencia de Dios que han tomado aquel día y la virtud que pretenden aquella semana y cómo se aprovechan de la presencia de Dios en alcanzar aquella virtud que pretenden. Y luego toma sus culpas y da penitencias; y las piden para aquel día, cada uno según su devoción. Todo esto se hace en una hora y, según el tiempo y las ocupaciones, se acorta o se alarga. Cuando salen de este capítulo, viene a ser las ocho y media; y si ha habido missa cantada
por la mañana, vienen a ser las nueve. En saliendo de aquí, se van todos a recoger hasta las diez, que se tañe al coro e, salvo que el que tiene officio va a cumplir con él. Recogidos los religiosos, se tocan unas tablillas, con que adviertan no admitan descuido ni pierdan la presencia de Dios; y el maestro, pasada media hora, da una vuelta asomándose a las celdas sin hablar palabra, mirando en lo que cada uno está ocupado.
Los sacerdotes no siguen esta comunidad y ejercicio, ya porque han pasado y [no] están en esos principios, ya porque sus ocupaciones son más. Salidos del coro, estas dos horas que hay hasta las diez las gastan en prepararse para decir missa, confesarse, decirla y dar gracias; y el tiempo que les sobra, lo gastan en leer alguna summa y libro de casos de conciencia; y el que tiene algún officio, lo va a hacer.
A las diez se entra en el coro. Dícese sesta y nona y luego su missa mayor, [226v] hasta las once y media poco menos. Y luego se tiene examen de conciencia por un breve rato. Van a las once y media al refectorio con el psalmo De profundis 2 y tardan en comer hasta las doce poco más o menos. De las doce a la una tienen una hora de recreación, leyendo en un libro sancto. A la una se van a recoger hasta las dos; esta hora tienen licencia de reposar o descansar arrimados en su tarima.
A las dos van a vísperas; y duran, con el rosario que se reza delante el Sanctíssimo Sacramento, hasta las tres. A las tres salen con el psalmo de Miserere mei y se van al oratorio, donde el maestro registra a sus novicios y les da alguna lición del rezado y de las ceremonias que se acostumbran a hacer en la Religión. Y luego se van a recoger hasta las cinco. Estas dos horas u hora y media la ocupan en leer algún libro sancto; y el maestro tiene a cada uno ocupado, según su natural y disposición, en scribir o hacer disciplinas u otro algún sancto y buen ejercicio.
Estas dos horas dende las tres a las cinco, los sacerdotes las tienen para su estudio, según cada uno tuviere el officio de sacerdote confesor o predicador; y los particulares acuden a los officios particulares que f tuvieren de tabla aquella semana. A las cinco van a la oración conventual, que dura hasta las seis. A las seis dicen completas hasta las seis y media, según son cantadas o rezadas, poco más o menos. A las seis y media van a hacer colación o cenar, según el día que es, hasta las siete. Después de colación se hace capítulo de culpas, en que sobremesa se corrigen las faltas de aquel día; y esto, a lo más, dura media hora, que es hasta las siete y media. De siete y media hasta las ocho se tiene disciplina y examen de conciencia, según el día que es. Luego salen con el psalmo de Miserere mei y van al oratorio y dicen a nuestra Señora el antífona de Sub tuum presidium con oración propia, con que se despiden por aquel día llevándola para la noche muy puesta en el corazón.
Dende las ocho hasta las nueve están recogidos leyendo, rezando o limpiando sus hábitos. En esta hora tienen su candil encendido y les tañen las tablillas para que, hincados de rodillas, por un breve rato le ofrezcan a Dios el tiempo que gastaren en dar reposo al cuerpo, y en pedirle a su sancto ángel los guarde de las imaginaciones malas de la noche. En esta hora el hermano maestro visita las celdas y mira no esté alguno acostado; y el ministro, las celdas de los [227r] sacerdotes, para que ninguno esté fuera de ella.
A las nueve se tornan a tocar las tablillas y apagan sus candiles y se echan a dar reposo al cuerpo hasta las doce de la noche, que van a maitines. Suelen los prelados dar una vuelta al disimulo, para que todos estén recogidos en silencio y quietud y que ninguno deje el candil encendido, lea o estudie sin particular licencia, porque se presume o que inquieta e inpide a otros o él no tiene fuerzas para tanto.
Y, finalmente, en todas estas cosas los prelados y maestros se han con cada uno de sus religiosos según el espíritu y fuerzas que Dios le ha dado, para hacer algo más o algo menos de lo que aquí g queda dicho en el repartimiento del día.