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VII. EL ALMA
LLAGADA Y LA HUMANIDAD DE CRISTO
1. Dificultad
en contemplar la santa humanidad
De aquí
podremos responder a la otra sancta mujer, que decía que lo segundo que sentía
era que no podía pensar en la humanidad de Cristo1, en sus dolores; que
qué sería la causa.
Plega a Dios que acierte, que no sé si
diga yo estoy algo lastimado de esto, y siempre con este temor. Y hay de qué tenerle
muy grande porque, como Cristo es verdad, vida y camino2, es éste el
camino carretero por donde todos los siervos de Dios han de caminar y de quien
no se han de apartar3. Cuando sienten sus almas con la consideración
algo apartadas de este camino, temen y tiemblan, no sean engañadas del demonio.
Y más, que, cuando piensan en estos dolores y en esta sanctíssima humanidad,
como es cuerpo tan conforme a los nuestros y dolores tan semejantes a los que
nosotros padecemos, cuando por ahí caminamos estamos más satisfechos y
enterados de que caminamos bien, y parece que sentimos que caminamos. Pero
cuando, por algunas razones como luego diremos, caminamos por alguna elevación
y pensamiento o asimiento a la divinidad, como eso no es tan sensible ni [172r]
tan conforme a nuestro natural, luego quedamos con temores y sospechas y miedos
si voy bien.
Plega a
Dios nos hallemos algún exemplo de esto. Yo quiero caminar a Roma. Entro en una galera y veo que voy
caminando. Bien es verdad que temoa las borrascas, el marearme, el
salir enemigos y otras cosas, pero no temo si camino o no camino; que bien se
me entiende que, aunque no vea menear la galera, que camino y va con gran furia
viento en popa. Pero si me dijese un spíritu o una persona: Yo te quiero llevar
a Roma esta noche, ponte en tu aposento y cierra los ojos, que cuando menos
pienses te hallarás en Roma, ¿quién duda que este tal no estaríe toda la noche
con miedos, temores, diciendo: si camino, si voy bien; qué será de mí? Y en
realidad de verdad, cuando abrió los ojos, halló que en una noche, sin verlo,
anduvo muchas leguas.
Para aplicar este exemplo, hemos de
presuponer que todos caminamos al cielo en Cristo, como en galera, que a fuerza
de brazos y dolores y tormentos nos pasó a ser hijos de Dios, y que sin esta
puerta
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nadie se
salva. Esto presupuesto digo (y plega a Dios que sepa) que hay unos hombres que
caminan su poco a poco; hoy piensan en el dolor que Cristo padeció sudando
gotas de sangre4; mañana se enternecen y lloran con nuestra Señora al
pie de la cruz5; y otras consideraciones y sentimientos a este
propósito. Estas tales personas verdad es que temen los peligros del navegar,
no les suceda alguna desgracia, ya el marearse la persona, ya salir
corsariosb que la roben, detengan o estorben el paso. Pero, como
sienten aquellas lágrimas con que están acompañando a nuestra Señora y se
duelen de los dolores del hijo, están conc menos temor si caminan bien
o no caminan bien. Porque, como estos pensamientos son tan conformes a
nuestro natural, estamos algo satisfechos de que debe de ser voluntad de Dios
caminemos por allí.
Venga, pues, ahora el otro, que tiene
miedos porque no camina de esta manera, con estos pensamientos. Este tal durmióse en
los pechos de Dios; y levantándole los pies del suelo, elevándolo [172v] a un
ser sobrenatural, lo cogió Dios en sus hombros, como sobre alas de querubines,
y dio con él mill leguas de la parte donde se adurmió. Esta tal alma, como no ve este camino, los
ojos los lleva cerrados, no ve por dó la llevan, de aquello no sabe ni
entiende, porque lo que a ella más se le puede entender es pensar en dolores
con Cristo en su pasión y con derramar lágrimas. Vese que no puede formar un
pensamiento de esta santíssima humanidad y de estos dolores y ternuras que tan
a sí train pegado el sentimiento natural. Luego vienen los
pensamientos, si camino bien; piensan que no tienen oración, y es altíssima;
piensan que están paradas, y van a la posta; piensan que están sentadas, y es
sobre alas de querubines. Todo lo que es apartado y más apartado de nuestros
sentidos, estamos más dudosos en ello y con más temor vivimos, porque para
ellos este caminar son pueblos en Francia.
Y así le
decía David a Dios: Qui sedes super querubim, manifestare coran Efrain,
Beniamin et Manase6. Gran cosa es, Señor, ir volando a las ciento sobre
alas de querubines, pero como eso yo no lo veo, túrbome; así, os ruego que
manifiestéis vuestro camino, de suerte que lo vea el mayor y el menor.
Este, pues, era el cuidado de nuestra alma
sancta, que no podía pensar en la pasión de Cristo.
2. Causa: trato de espíritu a espíritu
De manera que hasta
ahora no hemos dicho más de la razón de dudar y la razón de temer. Veamos ahora
la causa por qué esta alma se apartó de estas consideraciones de la pasión y se
fue donde, adormida,
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la cogió Dios sobre alas de querubines, donde ella no
puede pensar en estotros doblones. Plega a Dios que sepamos decir algo.
Digo, pues, que con los trabajos
pasados que esta alma de quien vamos tratando ha pasado, la han spiritualizado
tanto y levantádola de tal manera sin ella pensar que, habiéndose entrado por
la puerta, que es Cristo, se pegó y aferró con la divinidad de tal manera que,
llevando los ojos adelante, ya no puede pensar en la humanidad de Cristo; sino
que, como es espíritu, no se halla sino con aquel spíritu simplicíssimo, que es
Dios. [173r] Que, en fin, este padecer y sentir dolores, derramar lágrimas,
sentir ternuras al pie de la cruz, tiene alguna mezcla el spíritu con el cuerpo
y porción inferior; pero, cuando la han levantado a que ya no dé parte el alma
a nadie sino que ella a solas se las ha con Dios, allí está, allí mira, allí
quiered; y de él no se aparta sino que, si alguna vez se hace fuerza
para pensar en la pasión de Cristo, está como violentada deseando desasirse de
ella para volverse el spíritu a ocupar en otro spíritu simplicíssimo, que es
Dios.
Y yo aconsejaría a estas tales almas
que no hagan tales fuerzas para pensar en otra cosa de donde el spíritu se ha
ido; pues dice Cristo a sus discípulos que es menester que él vaya y se les
quite de delante los ojos, para que venga el soberano Spíritu7. Que, en
fin, cuando estaba presente, el amor y hermosura de su presencia les llevaba
los ojos y atención; y es menester que, como gente aprovechada, habiendo pasado
por la puerta, que es Cristo, pasen a la divinidad y levanten los ojos a aquel
divino Spíritu.
Mas a ver si por aquí pudiésemos
cuajar otra razón. En el cielo la humanidad de Cristo no consiste ni está en
ella nuestra bienaventuranza; sólo en la elevación de nuestro entendimiento,
fortificado con aquel lumbre de gloria con que ve y goza de Dios, aunque
nuestros cuerpos serán premiados con la vista de aquel cuerpo sancto y
humanidad santíssima. Pues el alma, que ya Dios le va dando algunas semejanzas
y prendas de lo de allá8, bien que se goza y huelga en pensar en
aquella humanidad sanctíssima de Cristo, pero do tiene su felicidad, su
bienaventuranza, es allá dentro, con la luz y lumbre que Dios le da levantarse
a contemplar y pensar en la divinidade.
3. Posibilidad de este acceso
extraordinario a Dios
Diránme: Hermano, pues a esta alma
tanto la spiritualiza que la hace spíritu y que allá dentro se ocupa con Dios
como spíritu con otro spíritu, diga, si algo se puede alcanzar de eso, ¿cómo
puede eso ser tan abstraído y espiritualizado, tan apartado de los sentidos,
que son
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las puertas
por donde al alma le entra el conocimiento, según aquello de Aristóteles:
Nichil est in intellectu, quin prius fuerit in sensu?9; diga, ¿cómo
puede ser esto, o esta alma puede ser elevada a este conocimiento?
Bien fuera que nos respondiera a
nosotros un alma a quien Dios por esos caminos extraordinarios le hace esas
mercedes, para que lo supiéramos. Y si yo tengo de responder, responderé [173v]
como supiere, sin ahondar mucho.
Y digo por este
exemplo. Que los
reyes tienen una puerta ordinaria por do salen, y otra extraordinaria y
secreta. Cuando salen por la ordinaria, salen con grande majestad y grandeza;
antes que salga, hay ruido de alabarderos, de grandes que dicen: ¡el rey viene!
Pero tienen otra puerta secreta, por donde sin ruido se entra en casa de su
amigo; y cuando más seguro está, está el rey con él. Bueno fuera que, porque
vos no lo vistes salir ni entrar por la puerta pública ni ordinaria,
quef dudemos que pudiese el rey estar en casa de su amigo.
Lo propio digo yo,
que Dios tiene estos dos modos de salir de sí y entrar en el alma de la
criatura: una manera ordinaria, haciendo ruido, de suerte que por los sentidos,
que son las puertas, entran representaciones, dibujos y pincturas en que se
conoce que allí va Dios; y envuelto en estas cosas sensibles, que se
apercibieron mediante los sentidos, se conoce que entra en nuestra alma. Pero debe de tener otro modo
estraordinario y puerta secreta donde, sin pensar, sin sentir cómo ni por
dónde, pueda el alma decir: aquí está Dios. Cómo es esa puerta
extraordinaria él se la sabe; y él sólo tiene la llave de ella, que sin abrir
puertas ordinarias de los pensamientos particulares de la pasión de Cristo y
otras consideraciones semejantes a éstas, se halla Dios allá dentro. No me quiero yo meter ahora en si la
voluntad puede amar sin que el entendimiento entienda. El entendimiento no
puede entenderg sin la representación de los sentidos. Luego, de primo
ad ultimum, ni la voluntad amar sin que los sentidos hagan su
officio10.
Respondo dos cosas: la primera, que
de los rastros que a la voluntad le quedaron de las especies ya entendidas, eso
bastó para que a deshora el corazón alterado y no quieto se moviese a nuevos
actos de amor; como el exemplo ordinario se trai de la piedra que se tira, que
en ella va la virtud compulsiva que en ella inprimió la mano, aunque allí no
vaya la mano. Lo segundo que respondo: que conocer el entendimiento sin los
sentidos es la puerta secreta, que digo yo que tiene Dios, por donde se entra a
cenar con [174r] un alma.
Veamos si hubiese algún lugar de la
Scritura o figura que esto nos declarase. Lo de Elías y Moisés. Entramos
desearon ver el rostro de Dios. A Elías le dicen que se ponga a la halda de un
monte; sale Dios,
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y viene
acompañado con torbellinos, ruido, struendo, que desencajaba las piedras y
arrancaba los árbores; como cuando acá sale el rey, que sale un personaje
delante echando noramala y por fuerza los muchachos que están a la puerta. De
esa misma suerte, delante de Dios venía un torbellino hecho alguacil, que
arranca las piedras y los árbores, como quien les dice: ¡Andá noramala delante,
que sale el rey!, para que lo vea en la forma que puede su propheta. Enpiézanse
a disponer los sentidos del propheta. Non in turbine Dominus, etc.; pasan
delante los alabarderos, y sale Dios y viene en una marea delicada, en un silbo
de un soplo suave11, etc. Ese es modo ordinario; fácil es de conocer
que ahí va Dios.
Veamos si hay otro modo más
dificultoso de verle y conocerle. Dícele Moisés a Dios que querría ver su
rostro. Dícele Dios que no hay puerta por donde ese bien se comunique mientras
un hombre vive. Tórnale a inportunar. Alto, pues, Moisés; menester es que para
eso se haga alguna puerta extraordinaria y secreta. Mándale que haga un sepulcro y se meta
dentro y eche una losa encima. ¿Estás bien sepultado, Moisés? Señor, sí; no
hay ningún resquicio que claree. Cuando más seguro estaba, da voces: Misericors
et miserator Dominus12, etc. ¿Qué habéis visto, Moisés? ¿Qué he visto? Una inmensa misericordia de
Dios, que ése es el rostro que muestra Dios mientras vivimos. Pues esperad,
Moisés, ¿por dónde entró ese conocimiento, que estáis enterrado, sepultado,
tapado, las orejas no oyen, los ojos no ven, las narices no güelen, las manos
no palpan? ¿Por dó entró, que no vemos que se abre puerta, ni hay ruido? Todo
está absorto, en silencio, detenido. Pues ¿por dó entró Dios? Qué sé yo; él debe de
tener alguna puerta secreta, que ni vos ni yo la sabemos, por do entra a un
alma sin exercitar los sentidos ni buscar puertas sino que, todas tapadas y
cerradas, se entra él dentro.
[174v]
¿No se entró a sus discípulos, las puertas cerradas, y cuando más seguros
estaban lo hallaron y vieron en medio de ellos dándoles paz?13 ¿Por qué
no podrá, muy sin sentir ni saber de los hombres, hallarse y sentirse allá
dentro con un altíssimo conocimiento? Yo pienso que algo de esto debiera de ser lo que la sancta madre
Theresa dice: que algunas veces sentía allá dentro unos sordos movimientos del
corazón (si no me engaño), que le servían de barruntos que le quería venir
algún conocimiento o recogimiento interior14. Figurado a los ardores
que confesaban que teníah el corazón de los discípulos de Cristo,
cuando el mismo Cristo se les apareció en el camino15; que fue señal
que estaba cerca o que estaba con ellos o que les dispertaba para que le abriesen,
que él era; o que aquel ardor los alumbraba los entendimientos para su
conocimiento, como si fuera aquel corazón sancto de los discípulos un slabón
que con sus latidos hería aquellas entrañas para que
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echasen
centellas que alumbrasen la casa, que estaba obscura, y viesen a Cristo, aunque
en figura de peregrino.
Bien entiendo yo que muchas veces,
cuando entra Dios por esta puerta secreta, que entonces entra disimulado y en
figura de peregrino; que nuestro corazón hace estos ademanes y sentimientos y
ardores, que descubren que dentro está en casa su buen Maestro y Señor; que no
repare el no haber sentido haya entrado por nuestras ordinarias
consideraciones, como por puertas ordinarias, que poderoso es para todo.
Otro exemplo tenemos en los
Cantares: que llegando el sposo a la puerta de la esposa, la halló cerrada;
pero, porque él traía gana de entrar, metió la mano por cierta rehendija y
agujero que él se sabía, y abrió y entró16. Bueno fuera que, cuando
viene Dios a un alma y la halla los sentidos muy cerrados, por donde ha de
entrar el conocimiento a aquel entendimiento, que se quedase Dios fuera. Su
Majestad, que trai gana de entrar, él buscará agujero por dónde, que, no
ostante que estos sentidos estén como [175r] estuvieren y la imaginación
turbada, [no] se quedará Dios fuera. Su Majestad se sabe los agujerosi,
resquicios, por do ha de meter la mano y entrarse con un alma, dándole
particular conocimiento suyo, sin que sea por esta vía ordinaria.
Decía el otro sancto rústico
Francisco de Alcaláj, cuando veía que se criaban los panes sin llover,
decía que Dios sabía llover por abajo17. Sé que Dios no está atado a
los cursos, movimientos y cosas naturales y ordinarias; bien puede Dios llover
en un entendimiento por abajo, por partes que los sentidos no lo sepan, sientan
ni güelan. Y con esto digo que no sé más con qué poder dar a entender ni
satisfacer esta pregunta.
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