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San Juan Bautista de la Concepción
Obras III - S. Juan B. de la C.

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INTRODUCCION

 

 

  1Publicamos a continuación la primera mitad del tomo V autógrafo de san Juan Bautista de la Concepción, concretamente los ff.1r-135v. La segunda mitad (ff.136r-306v) fue incluida en el volumen II de la actual edición (pp.827-1098: Cinco cuestiones sobre la reforma). Todo el infolio fue empaginado por el autor, no así sus diversas secciones, que aparecen distribuidas en notas, notables y capítulos. Hemos uniformado la terminología, distribuyendo todo el texto en capítulos sucesivos, si bien muchos de ellos no guardan relación lógica entre sí. Los epígrafes añadidos van entre corchetes. Anticipamos igualmente que hemos agregado los números marginales de los párrafos. La frase inicial, que más que encabezamiento es una nota preliminar, nos desvela el carácter peculiar del escrito: "En estos cuadernos me ha parecido apuntar algunas cosas sueltas, que, por no poder dar a cada una su debido lugar, para mi consuelo solo, las pondré aquí por memoria". Es una advertencia que afecta precisamente a la parte que nos ocupa. Estamos en efecto ante unos apuntes sobre "cosas sueltas" sucedidas a la descalcez y al Reformador en distintas épocas. No se teje un tratado ni una reflexión bien acotada temáticamente. Se hace memoria de episodios diversos, que dan pie a una serie de consideraciones teórico-prácticas. De ahí el sobrio título que hemos acuñado: Apuntes sueltos en torno a la reforma. En las palabras "para mi consuelo solo" resuena una vez más el mundo interior de nuestro Santo, acribillado de penas y aflicciones y en búsqueda constante de luz y alivio.

  El presente texto fue compuesto en Madrid por los meses de enero a junio de 1609 1. Ya cesado como provincial, la incomprensión y la marginación por parte de las nuevas autoridades de la provincia acompañan a nuestro Santo en ese tiempo. Se comprende así mejor que el desahogo de su espíritu mediante la pluma le sirva de consuelo. Sin cargos ni actividades fundacionales, se entretiene más que antes con la pluma; de hecho, en 1609 escribe las últimas páginas del tomo IV y los tomos I, II y V. En las páginas que ahora atraen nuestra atención, señala los motivos circunstanciales de ello: "El ocuparme en esto es porque jamás puedo estar ocioso y me parece no me puedo ocupar en leer 2, trabajar y hacer obras de manos; soy flaco para continuar esos ejercicios". "Me ha como inhabilitado Dios para tener oración... Ocupado en escribir, me parece ocupo o ejercito el entendimiento en esto que escribo; y llamo y dispierto a la voluntad para que guste de amar y encenderse con las centellas que en esta ocasión despide de sí el entendimiento". Que se basa en experiencias personales, directas o indirectas, lo dice también abiertamente: "Esto me


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ha obligado a mí a recoger algunas cosas que yo y en la Religión pasan". "Son -escribe- unos avisos y desengaños para nuestros hermanos".

 

  2Conociendo ya sus preferencias literarias, no sorprende que retornen con fuerza a su pluma dos temas entre otros: la conducta de los prelados y la via crucis del justo o siervo de Dios. La linfa del discurso nace, en ambos casos, del tronco de su propia vida. Trata de los prelados superiores en cuanto guardianes del espíritu genuino de la Religión; de la conformidad de los inferiores con los superiores; de la vigilancia de todos ellos para no desviarse del oficio por exceso de oración contemplativa o de letras; de las luces que necesitan y de ciertas cruces que les suelen acaecer; etc. La cruz despunta de una u otra forma en la mayoría de sus reflexiones, pero acapara su atención sobre todo en los ff. 53v-82v, que divide en una "nota" y tres "capítulos". Comienza por indagar "la causa por qué con tanta cuenta y cuidado siembra Dios y planta en un alma los trabajos pegados a los gustos". Enseña, con imágenes y símiles muy ilustrativos, que normalmente se dan de forma conjunta la cruz y el gozo, pues "la haz de la cruz es Dios y el aforro de Dios es cruz". A seguido presenta la "cruz interior" como la antesala de la gloria, ya que a mayor cruz interior corresponde mayor comunicación de Dios al hombre. La cruz es, para él, el criterio de diferenciación de los tres estados superiores ("grados de perfección" los llama) de la vida espiritual. Las "penas y trabajos últimos", que sitúan al alma "tabique en medio de la gloria", se dan, más allá de éxtasis y arrobos, en el "estado de los perfectos" que viven ya la unión transformante con Dios. Sucesivamente, en un extenso capítulo que juzgamos de gran interés, el autor analiza "cuántas maneras hay de trabajos y cuáles son los más agradables a Dios y los que decimos que están tabique en medio de gozar de él". Traza una tipología exhaustiva de trabajos: ilegítimos (fruto del pecado) y legítimos; estos últimos se dividen en exteriores e interiores; los exteriores pueden ser causados por hombres o por demonios, mientras los interiores pueden tener origen en un agente exterior o interior; los debidos a un agente interior pueden venir de la persona interesada o de un principio sobrenatural (inmediatamente de Dios o del demonio, con el permiso divino); los causados por Dios, en fin, pueden nacer de las apreturas del corazón (son "algo bastardos, escabrosos y muy pesados") o sólo de Dios ("dulces, suaves, amorosos, mansos, benignos").

 

  3.  El capítulo intitulado "cuánto sienten estos hombres, muertos al mundo, algunas pruebas y mortificaciones que Dios les ofrece" (ff.75v-82v) nos abre una ventana hacia el mundo interior del Reformador durante la zozobra institucional de la visita canónica de 1608. Su reflexión discurre ante el telón de fondo de la visita, que, a su entender, había puesto en peligro la existencia de la descalcez. De hecho, la habían querido "empozar y acabar", escribe tras evocar la historia de José vendido por sus hermanos (cf. Gén 37,3-28); "en nuestra sagrada Religión ha pretendido el demonio desapoyárnosla con visitador y algunos juicios de donde dicen algunos que de qué sirve en la Iglesia de Dios... Si estos que hablan y dicen que se corte el árbor consideraran que la virtud está dentro...". Encubierto en ropaje gramatical impersonal, contempla el reflejo de todo ello en su alma: una nueva cadena de íntimas y sangrantes mortificaciones. Así, por ejemplo, se aflige sobremanera, a causa de las falsedades que se dicen de él, por "verse engañado, particularmente si el


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engaño fue acerca de alguna de las obligaciones en que Dios lo tiene puesto". También le mortifica el "peligro de errar" al ser presionado para enjuiciar la conducta ajena y de "perder el crédito", pues el descrédito acarrea la pérdida del bien que debe hacer a los hermanos.

 

  4.  Por la luz que proyecta sobre su misión reformadora, señalemos asimismo el capítulo que lleva como epígrafe: "De cuánta importancia sea en las religiones reformadas dispertar el spíritu de su principio..." 3. Presupone que, en la Iglesia, cada orden religiosa nace y vive con un "espíritu" peculiar, característico, que comporta un "instituto" o misión específica. Y, tras distinguir "unas que empiezan y otras que se reforman", enuncia este criterio basilar: "en las religiones reformadas o que ahora se reforman... se ha de atender al primer fin a que fue la religión enderezada en su principio y seguir aquél sin ningún género de variación, porque éste es el fin de nuestro Dios en estas reformas: tornarlas a su primer principio y a que dispierten aquel antiguo spíritu". Luego, con figuras y metáforas de extracción bíblica y existencial, va remachando el mismo concepto. Anuda con este principio la idea de que, fundamentalmente, depende de los prelados o superiores la conservación del espíritu fundacional. Y, como es de suponer, no elude la definición de los objetivos de su propia acción: la descalcez asume el "instituto" primigenio de la Orden de la SS. Trinidad; viste la "vestidura de caridad" -encarnada en la tarea de "curar pobres y redimir cautivos"- que Dios le dio en sus orígenes; abraza "el espíritu de nuestra sancta Regla", cuyo "rigor y aspereza" se pretende reactivar. La inoperancia en el campo específico -recuerda- es debida a las circunstancias del momento de infancia que aún vive la descalcez; cuando crezca "se tendrá por entero el espíritu" trinitario-redentor.

  La noción de "espíritu", eminentemente dinámica, excluye la idea de un retorno mecánico, arqueologicista, a la Regla primitiva. No se habla de traslado o reproducción, sino de la asimilación del "espíritu de nuestra sancta Regla", en otras palabras, se trata de "el propio spíritu hecho y acommodado al uso". Explica que una forma correcta de acomodación a los tiempos consiste en añadir al patrimonio fundacional algunas "cosas accidentales", requeridas por su conservación en vigor. Además de esa forma de actualización del espíritu fundacional, que se verifica por vía de añadidura, contempla otra que transcurre más bien por vía de modificación de actividades, como sería el caso de la aplicación del espíritu redentor a la obra de las misiones.

 

  5.  En tres partes del tomo V -dos de la presente sección (ff.20v-22r, 127v-135v) 4- se enfrenta el Santo con la cuestión tan inquietante como acuciante para él de las vejaciones extraordinarias del demonio, incluida la posesión, de claro entronque autobiográfico 5. Fijémonos en la primera (ff.20v-22r). El autor viene describiendo diversas pruebas mediante las cuales Dios acrisola a las almas que ha escogido para una obra grande, entre las que destacan ciertas penas interiores y


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exteriores finalizadas al reconocimiento de Dios como propietario de todos los dones recibidos. Pues bien, una de las más dolorosas es la de permitir que, "sin acuerdo del alma, el cuerpo haga algún disparate", causa de indecible tormento para la conciencia. Por ese trance pasó el Reformador. Aquí entran en escena ciertos ataques diabólicos que sabemos padeció durante su permanencia en Roma. La acción recae directamente "en los miembros, los cuales, por justos juicios de Dios, Su Majestad los ha entregado a satanás para que, con sus embustes y hechizos, haga de ellos a su mandado". A semejanza del "demonio que se le dio al glorioso Pablo que lo atormentase y abofetease" (cf. 2 Cor 12,7), Dios da a esta persona "un demonio que le abofetee". Dos formas principales reviste la persecución, llevada a cabo con "gran solicitud": a) La agresión directa a la parte sensible del hombre ("enfermedades corporales, el cerebro perturbado, la cabeza descompuesta"); b) El ataque encubierto por "alguna causa extrínseca", por ejemplo, la mediación de "alguna mala mujer". En ambos casos -posesión y maleficio-, el hombre queda atado e indefenso, "privado de su libertad". Aparte otros indicios, el siguiente desahogo insinúa el engarce de lo referido con las vivencias del escritor: "¡Seas tú, Señor, mil veces bendito! Y si valiera a hablar más y alargarme en esta materia, ¡y qué dijera de cosas! Basta apuntarlas". Significativa también a este respecto la frase conclusiva del parágrafo: "De todo esto pudiera poner particulares ejemplos, pero no quiero cansar ni decla­rarme más".

  Siempre en un contexto literario de resonancias autobiográficas, nuestro Santo cierra el texto con dos impresionantes capítulos sobre la posesión diabólica. "Determinado", por fin, a hablar ex profeso del tema, preanuncia que estas páginas proyectarán luz sobre capítulos "ambiguos" y "oscuros" de sus escritos precedentes. El ímpetu irresistible que, reprimido durante años, le conduce a esta conclusión es indicio de que la prueba de la posesión, tal y como la entiende, tiene que ver con su propia existencia. Por eso también desatiende el asidero de la bibliografía ajena, en su tiempo tan abundante, en torno a la temática demoníaca. Remarca la idea de posesión: "Aquí tratamos del último modo con que una persona puede ser atormentada del demonio, que es haber permitido Dios que entre y posea el cuerpo de alguna persona contra quien él hubo y tuvo grandísima rabia". Su visión se ciñe a las "personas santas", deseosas de "grande perfección", a las que Dios -si bien "raras veces"- acrisola con tan excepcional instrumento. Se trata de "uno de los mayores males de pena". Los trabajos que ocasiona son "los mayores que se pueden imaginar". El lector hallará bien especificados los efectos principales del fenómeno en lo tocante al cuerpo y a los sentidos exteriores, coto propio de la posesión, pero también algunos aspectos de su incidencia indirecta en las facultades del alma. "Enemigos incansables y espirituales", los demonios atormentan a su víctima "de noche, de día, comiendo, bebiendo y mucho más cuando descansa que cuando trabaja". Una exclamación hace sospechar que el autor rememora sus propias cruces: "¡Ay, Dios mío, Dios eterno y Dios inmenso! No si algún día, por especulación o práctica, podré yo decir algo de esto".

  Puesto que la posesión se orienta al perfeccionamiento del alma, nuestro autor recomienda la defensa que procuran la paciencia, la aceptación de la voluntad divina, la fe y la intimidad con Dios. Visto que el fondo o centro del alma, ámbito de la unión amorosa con Dios, cae fuera de la "jurisdicción" del demonio, es ahí donde el alma debe buscar su refugio tratando y hablando "secretamente con Dios", con


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actos "muy interiores y secretos". Si el demonio no "ha hecho asiento en la tal persona sino que, siendo atormentada, tiene su libre albedrío y libertad para obrar", propone otros remedios prácticos para ahuyentarlo apenas se avecina: el agua bendita, la señal de la cruz, jaculatorias, protestaciones de fe 6.

 

 


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APUNTES SUELTOS EN TORNO A LA REFORMA

 

 

 

[INTRODUCCIÓN]

 

 

 

 

[f.1r]     Jhs. M.ª

  1.  En estos cuadernos me ha parecido apunctar algunas cosas sueltas que, por no poder dar a cada una su debido lugar, para mi consuelo solo las pondré aquí por memoria.

  Hase de presuponer que todo lo que en este papel y en los demás yo scribiere no sólo digo una, y millares de veces, lo sujeto a nuestra sancta madre Iglesia y, ligado de pies y manos, me rindo a lo que enseña a, pero, como hombre ignorante que siempre lo fui, me sujeto a cualquier censura de todo hombre docto y recibo su corrección y enmienda, y pido a cualquiera de mis hermanos que esto leyere y echare de ver mis necedades e ignorancias. Que, por más humillar mi soberbia, no ha querido Dios dármelas a mí a conocer sin que primero otros las vean para que con ellas propias me mortifiquen y humillen. Que traza suele ser de Dios, para castigar al atrevido, que no vea el tropezón hasta que en él haya caído y dado de ojos, porque primero toparon los pies con lo que según razón primero habíen de descubrir los ojos, atalayas y centinelas del cuerpo. Es llano que la razón, la lumbre natural y sobrenatural que Dios da a un alma, le sirven de ojos con que debe quitar las piedras y tropezones en el camino por donde Dios la lleva, pero por secretos suyos la deja que no vea esos inconvenientesb e ignorancias para que, cogiéndolas otros entre manos, sirvan de piedras con que descalabren al mal mirado en sus dichos, scritos y palabras. Por esto ruego yo y pido humildemente a cualquiera de mis hermanos, a quien Dios abriere los ojos para ver lo que a mí se me escondió, lo rompa y borre, por el temor que tengo de que mi poca virtud no sufrirá ante sus ojos conocimiento de tantas faltas, y ésas escritas de su propia letra y mano.

  2Cortesía le hacen grandec al que juega y pierde y no supo descartarse de las cartas que no le estaban bien y escoger las de su manjar, quitarle los naipes de las manos, escondérselos y ponerlos donde no los vea, porque se le aumenta la aflicción y melancolía barajar los tristes papeles y cartas con que perdió tantos restos. Así digo yo al hermano que en estos papeles viere [1v] mis pérdidas, las del tiempo en que lo scribí y las de mi entendimiento que las pensó, los rompa y me los quite de delante para que, barajándolos y ojeándolos, yo no vea las cartas y papeles con que perdí muchas cosas que pudiera haber ganado ocupando este tiempo. Como me dijo un religioso: que scribiendo un libro que tenía entre manos, estaba en aquella ocupación tan ocupado y enbebido que se temía no fuese grande tentación por no ocupar aquel


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tiempo en llorar peccados, adquirir virtudes y pensar en Dios. Y así me temo yo no usurpe este tiempo a la adquisición de las virtudes que mi alma ha menester, o la pluma no se alargue en pasar la raya y margen de lo que la scritura pide; no digo en cosas de verdad, porque fío en la majestad de Dios con acuerdo y con malicia me tendrá de su mano para que ni una letra yo no scriba, que antes deseo caerme d muerto que pensar tal cosa: pasar de raya, digo escribir lo que no importa ni hace al caso.

  3.  Algunas e veces me he desculpado en los papeles que scribo tomando por ocasión para hacer esto el deseo que tengo que mis hermanos tengan luz de todos nuestros principios. Y vemos que el padre que sale de la guerra victorioso hace guardar en un arca la capa vieja y aguchillada que sacó de ella, la bandera rota, los pedazos de la lanza y arcabuz viejo, que con eso se honran sus hijos y descendientes y suelen hacer largas conversaciones con los vecinos y estraños, de suerte que con las cosas de que en la guerra no se hacíe caso después se hacen milagros, pláticas y sermones. Y esto me ha obligado a mí a recoger algunas cosas que yo y en la Religión pasan, que, aunque ahora no se hace caso de ellas, su tiempo se vendrá en que se les celebre fiesta y las estimen nuestros hermanos. Que traza es de Dios -y éste no fuera mal notable entre las cosas que por vía de doctrina aquí se debían notar- esconder el valor de la cosaf aquel que con ella en las manos se podía gloriar y ensoberbecer y descubrirla después, cuando tiene seguro respecto de que el que la posee no tiene parte en ella. Y así no es bien arrojemos nosotros lo que no podemos cambiar y vender para con ello más honrarnos o gloriarnos, que otro tiempo vendrá y se llegará [2r] su feria en que esa moneda corra.

  Yo vi vestidos en casa de mi madre, lienzos y otras cosas, que decía ella que cuando niña no valía aquello nada y que era cosa de risa el dinero que costaba, y por guardarlo para otro tiempo vino a hacer ajuar y dote con aquellos trapos viejos para sus hijos y hijas. Y así es bien que todo lo que ahora se pueda advertir por vía de doctrina, exemplo o consejo, se advierta, y lo que por obra sucediere -que, como decimos acá, quien guarda halla-, hallarán mis hermanos después lo que ahora les recogiéremos.

  4.  También confieso que el ocuparme en esto es porque jamás puedo estar ocioso y me parece no me puedo ocupar en leer, trabajar y hacer obras de manos. Soy flaco para continuar esos ejercicios, y así he escogido algunos ratos ocuparlos en esto.

  Lo tercero digo que me ha como inhabilitado Dios para tener oración y me parece estoy allí como baldío y perdiendo el tiempo y con una suspensión que temo no sea ociosidad, y ocupado en scribir me parece ocupo o ejercito el entendimiento en esto que scribo y llamo y dispierto a la voluntad para que guste de amar y encenderse con las centellas que en esta ocasión despide de sí el entendimiento.

 


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Estas son las razones que me pueden scusar de parte del fin que he tenido para scribir esto. El yerro en los medios, escribiendo cosas que no son de consideración, me podrían escusar los hermanos que las leyeren borrando con su virtud lo que yo scribo por no tenerla.

 

 




1 Cf. NICOLÁS DE LA ASUNCIÓN, Apuntes críticos al tomo V de nuestro Reformador: ActaOSST V/2-3 (1954-1955) 141-146.



2 Algunos días de ese períodopudo dedicarse a la lectura de libros espirituales, que "si no me quita mis penas, alíviame en ellas y por aquel rato me las suspende" (Cinco cuestiones sobre la reforma, diál. 3, en II, 884).



3 Examinado cumplidamente en Carisma y misión, 613-627.



4 La otra ocupa los ff.189r-190v, ya publicada en II, 918-920.



5 Este y otros relatos de idéntico cariz, relacionados con la propia vida, fueron examinados detenidamente en Carisma y misión, 201-208.



6 Son medios que él mismo utilizó, como sabemos por los demás relatos. También la oración de súplica y la meditación de la pasión de Cristo fueron resortes habituales en sus lances demoníacos.



a  sigue nuestra sancta madre iglesia tach.



b sigue y tach.



c sigue aq tach.



d  corr.



e corr. de alogunas



f sobre lín.






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