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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
[CAPITULO 9 EL CONOCIMIENTO SOBRENATURAL MÁS FÁCIL DE ENTURBIAR]
1. Hame parecido en los notables que de aquí adelante escribiere ser más corto, por quitar confusión. De este notable último quiero sacar otro. Digo en él que, en el conocimiento interior que Dios da inmediatamente, da mayor luz y claridad que en estotro conocimiento. Pues ahora digo que esa luz y conocimiento inmediato que Dios da y es mayor que estotro, es mucho más delicado, más fácil de enturbiar, scurecer y faltar. No obstante, como muchas veces he dicho, siendo de Dios, lo suele Su Majestad [42v] imprimirlo y perpetuarlo en el entendimiento de la persona a quien hace la tal merced. Como el rayo, que, aunque fue su ligereza y sutileza tan grande, donde dio dejó buena señal que no se pierde ni acaba.
2. Pero ahora digo, según la continuidad con que Dios haga mercedes a un alma y acuda a ella dándole luz interior y descubriéndole cosas muy menudas acerca de su officio, que no tengan dependencia de cosas exteriores, que suelen éstas ser tan delicadas que con facilidad por algún rato se suelen perder y enturbiar el conocimiento de ellas con más facilidad que el conocimiento que hallamos en las criaturas. La razón es porque estas cosas exteriores suelen servir de hebra a y hilo por donde se saca el ovillo. Y si una vez se olvida el hombre de lo que Dios le propuso mediante lasb criaturas, cuando las torna a ver se acuerda, pues las criaturas le sirven de cuerda y dispertador que le traiga a la memoria lo que se le olvidó.
Pero a quien Dios dio el conocimiento interior, si se olvida o se le pasa o no percibe o no reparó, como no tiene dibujo ni retrato de lo que le enseñaron, quédase sin ello. Tiene un muchacho un pájaro atado al dedo con un hilo, no se le da nada que se le vaya, que fácil es de tornar a traer. Pero, si no lo tiene atado y no lo coge y aprieta con la mano y se le va, es llano que no lo tornará a coger. Los que ejercitan sus officios mediante estas cosas exteriores, poco importa que se les olvide lo que han de hacer por un rato, que, en fin, tiene el libro delante de las criaturas, en quien lee y ve las necesidades y cosas que le obligan. Pero el que acude a estas cosas mediante lo interior, por tener impedido lo exterior, y no con aquella correspondencia que debe para por ahí conocer, entender y obrar, ha menester apretar el pájaro, tener grande atención interior, porque si no aprieta la mano y se le va y no advierte no tiene hilo por quien volver a casa lo que una vez perdió, quedarse ha, como dicen, a buenas noches.
3. Pues digo que estas cosas son muy más delicadas, que por eso las comparé a la leche fuera del pecho, que es fácil de corromper y cortarse, pero en el pecho está siempre conservada. La palabra de Dios está en las [43r] criaturas como en pecho, de suerte que en ellas podremos decir que verbum tuum manet in aeternum 1; pero en el entendimiento del hombre, hecha sustancia de por sí y a solas communicada, es leche fuera del pecho, fácil de corromper, y así es necesario poner luego en ejecución lo que interiormente Dios enseña, no se nos enturbie, no se nos vaya o pierda.
4. Que éste fue el intento con que enpecé a escribir este notable. Porque como el demonio es tan enemigo de lo bueno y que con aquella luz se han de hacer obras agradables a Dios, procura sembrar tan grandes tinieblas que el hombre se ve en breve lejos de donde antes estaba. Y estas tinieblas unas veces las siembra inmediatamente, otras incitando a los hombres a persecuciones, tentaciones y trabajos con que perturban y enturbian esta primera luz. Y esto vese claro porque este hombre, que primero obraba movido de esta luz, cuando es privado
de ella mediante estos trabajos o tinieblas, se echa de ver obra bien al contrario de lo que antes. Donde se ve claro la operación primera ser del hombre interior y la segunda del hombre exterior.
5. Pues para ver el acierto de cuál de estas dos operaciones se ha de seguir y es la acertada, son fáciles sus señales, si persevera en una más que en otra, el acierto de la una y no el de la otra. Y estando satisfechos que las obras que proceden de la luz interior son las acertadas, han de advertir que cuando vieren a esta persona exteriormente perturbada, le han de dar lugar a que se desahogue y no poner luego en execución lo que ordenare, sino esperar otro tiempo, que no se tardará, en que Dios vuelva a obrar interiormente. Porque de otra manera el spíritu andaría cada momento borrando lo que hace este hombre exterior y, al contrario, lo que hace el spíritu lo borraría el hombre con el exercicio natural o con la ofuscación que tiene de las cosas interiores mediante los trabajos exteriores. Y así digo que, cuando por diferentes dispusiciones vean a este hombre mudado y trocado, no se han de espantar, porque la causa es la fuerza que hace el spíritu con la luz interior, cuando vec la suya y la fuerza que hace el hombre exterior cuando le falta esta luz.
6. Aquí se podrían ofrecer algunas dificultades. Y es una que, cuando la luz es de Dios, es cierto lleva tras sí al hombre exterior y se conforma con el interior. Pero digo que muchas veces falta en esta conformidad, particularmente [43v] cuando la obra interior es meramente de Dios y desasida de lo que es carne y sangre, antes en alguna manera contraria. Es llano que faltando esta ayuda interior el hombre se ha de volver a su natural y amar las cosas que están vestidas de algún interés o de algún gusto de este hombre exterior. Y así digo que, cuando las cosas salen acertadas, hechas a medida de la luz interior, y después las trueca esta tal persona faltándole esa luz, se echan de ver ser más puras y apartadas de toda materialidad y que la tal persona más las obró y hizo porque entendió ser voluntad de Dios; y como después le faltó aquel conocimiento mere pasivo, tornóse a obrar según los discursos y razones naturales que para eso le d movían.
7. Digo también que puede el hombre trocar la disposición y ejercicio de las cosas según diferentes tiempos, habiendo precedido luz interior, porque los trabajos y aflicciones exteriores y tormentos del demonio pueden ser tan fuertes que por algún rato le hagan obrar en contrario. Pongamos exemplo. Cuántas veces propone un hombre, alumbrado y ayudado de Dios en la oración, de hacer una obra grande, de ser muy limpio, muy paciente, sufrido o de hacer una grande mortificación, y después padecer según la carne alguna grande tentación y sugestión, por donde desiste de aquello y echa por otro camino, y cuando vuelve a la oración se torna a su desengaño. Y por eso torno a decir que nadie se ha de espantar de las mudanzas en las operaciones destas tales personas, porque es señal en ellas anda grande guerra interior
y esterior y en ellas andan entramos hombres peleando fuertemente. Y puede ser con ganancia de la persona donde hay esta guerra; como el campo donde se dio alguna batalla, siempre en él quedan algunos despojos de que se puede aprovechar la persona de cuyo es el campo.
8. Diránme qué podrá ser la causa de estas perturbaciones exteriores de esta tal persona porque parece tiene Dios obligación de salir a la pacificación de este hombre exterior, porque menos el interior no podría poner en execución sus sanctos pensamientos que con luz del cielo Dios le ha dado para que obre y e haga algunas cosas, según su voluntad. Porque llano es que le sirve poco al espejo ser fino y de cristal si está lleno de polvo por encima: mal se podrá mirar en él su dueño para que según aquella [44r] representación pueda enmendar las faltas de su rostro y afeitarlo y hermosearlo. La imaginación y entendimiento del hombre es un soberano spejo donde Dios muestra y dibuja el retrato de su querer y voluntad. Este espejo se enturbia y perturba con los trabajos, inquietudes y desasosiegos exteriores y mortificaciones extraordinarias que el demonio incita, invidioso de que salga a la luz la hechura de tal retrato, porque, aunque es verdad que estas mortificaciones train y acarrean otros bienes, pero éste en particular le estorban.
9. Llano es que la piscina, cuando el ángel la turbaba, sanaba de f las enfermedades, pero así turbia no podía servir de espejo para que los enfermos se mirasen en ella 2. Permite Dios y da lugar a una grande aflicción para sanar y quitar algunas enfermedades y inperfecciones, pero por entonces todo queda en este hombre interior y esterior perturbado y escurecido. Idle a pedir a un letrado un parecer cuando está bebiendo una purga muy amarga o con una grande calentura, dirá que no sabe qué deciros; de suerte que, si no lo aguardáis a otro tiempo, no hay que pedirle. Sea Dios bendito por siempre, que pienso no hay comparación. Ninguna de éstas llega a ver un alma afligida, que parece fue su aflición un aire cierzo que heló las flores y sopló el rocío del cielo de que estaba cargada aquella tal alma.
10. Y yo no trato ahora de las aflicciones interiores, sino de las exteriores, de las que se quedan por de fuera, de las que no consiente Dios entren en el alma, que no les sé dar otro nombre más que de mortificación fingida y disimulada, pero viva y fuerte, para hacer su operación por de fuera. Pero como la correspondencia del hombre interior con el exterior es tan grande, perturbado el exterior queda impedido el interior y añublado para no poder ver y obrar el exemplar que Dios le muestra en lo alto de su entendimiento 3.
11. Lo que ahora se pregunta es qué es la causa por qué Dios da lugar a estas perturbaciones de este hombre exterior, mediante las cuales el interior queda perturbado, porque parece que tenía Dios obligación, que dentro obra, pacificar por de fuera para que se pudieran communicar
los bienes de dentro para los poner a su tiempo en ejecución. [44v] Digo que desto puede haber muchas razones que sirvan de consuelo para la persona que obra y para las personas que miran g de medicina que les cure los juicios que pueden echar acerca de las mudanzas que esta tal persona hace según diferentes dispusiciones, pareciéndoles mudable, variable, no buen spíritu, pues con tanta facilidad se mudó y trocó a no llevar adelante lo que una vez propuso, dijo o enseñó. Una de estas razones es lo que vamos diciendo de estas perturbaciones exteriores, las cuales el hombre no puede, mientras en este mundo estuviere, evitar de todo punto, y con mayor fuerza, tormento y trabajo que las sufre y padece el alma que Dios ha fecundado de estos pensamientos o luz de que vamos tratando. Mirad una mujer preñada y de parto, qué de veces suele asomar h la criatura y tornarse a la recoger a su lugar secreto, y ser tan vehementes y grandes los dolores que tienen a la pobre madre tan adormida que ni sabe si tiene criatura ni si está muerta hasta que es llegado el tiempo de Dios.
12. Bien a propósito nos viene lo de la mujer que estaba de parto en el Apocalipsi: que quiso parir, era su tiempo, los dolores le apretaban, y por ver un dragón que estaba a sus pies para tragarle la criatura, hubo de detener el parto y esconderlo en sus entrañas para parirlo en otro tiempo y lugar donde estuviese la criatura más segura 4. Aquí he envuelto dos razones de lo que vamos diciendo. La una, que los grandes trabajos a que Dios da lugar, que son propios de las almas preñadas, detienen el parto y el nacimiento de la preñez interior; antes estos trabajos i suelen esconder y retirar esa luz en su retrete y escondridijo interior, que la propia alma no sepa ni entienda si está preñada o si tiene criatura, que es el pensamiento sancto que concibió allá dentro para parirlo en obras agradables para Dios. Y así no hay que espantar que, con el deseo que tiene de salir acá afuera este concepto interior, haga sus ciertos asomos y muestras de querer salir y se torne a recoger [45r] hasta que, cobrando fuerzas y cesando los trabajos esteriores, lo produzga y eche fuera.
13. La segunda razón que estaba encerrada en la visión de san Juan en el Apocalipsi, digo que es sabiduría del cielo que estas personas a quien Dios da esa luz y las enpreña de algún pensamiento sancto, de que se le ha de seguir a Su Majestad honra y gloria y provecho a los hombres, se detenga y no nazca en tal tiempo j y en tal lugar, donde podría ser hubiese algún k dragón que se tragase la criatura y el parto y estorbase la execución de la obra. Y así, aunque la tal persona padezca en detener allá dentro y esconder sus pensamientos, es misericordia de Dios dilatarlos para otro tiempo y lugar. Y para que la tal persona no padezca tanto, es traza de Dios esta preñez quede tan
escondida que la propia alma no la conozca ni sepa, porque de otra manera fuera un tormento insufrible tener luz para obrar y no poder obrar. Como si a una mujer se le llegasen los nueve meses y viese que no paría ni se llegaba su tiempo, ¡qué tormento tan insufrible!, ¡qué pensamientos de tanta aflición tendría pensando si era enfermedad la que tenía en l el vientre y no criatura, si era aire o monstruo, pues no nacía! A esta tal mujer, el mejor remedio para quitarle este trabajo era divertirla del preñado y quitárselo de la imaginación. Lo propio hace Dios cuando conviene dilatar algunos pensamientos sanctos que Su Majestad ha puesto en m algún alma. La cual, después de haber concebido, es tan grande el deseo de parir y poner en ejecución lo que le han dicho que, si no la advirtiesen con trabajos y perturbaciones esteriores, mediante los cuales olvida su preñez, es certíssimo reventaría o sería grande su aflición pensando y juzgando no bien de los pensamientos que son de Dios, pareciéndole que, porque luego no los pone en execución, es enfermedad, monstruo o aire, y no luz del cielo.
14. ¡Qué tormento tiene el labrador cuando, después de haber sembrado y encubierto el trigo en la tierra, ve que se tarda y no nace! Que si con otros trabajos de su labranza [45v] no se divirtiese n, se ahogaría cada momento por ver su hacienda y caudal sepultado. Pues digo que por el bien de esta alma preñada, donde Dios ha hecho su simencera y escondido sus pensamientos, la divierte con que se ocupe en otras cosas de trabajos exteriores que le sirven de barbechos para tornar a sembrar otra semilla. Y ocupada y entretenida en esto, aguarda sin pena el abril y mayo, cuando ya calienta el tiempo y cesan las heladas y arroja y produce la tierra lo que le dieron.
15. ¡Oh, de cuánta consideración es esto para que algunas almas no se aflijan por verse estorbadas y detenidas en el camino que Dios les ha enseñado! Que parece es necesario usar con ellas lo que los buenos jinetes con los caballos, que si los ponen en la carrera no son señores de detenerlos, sino que la quieren correr y andar antes de tiempo, cuando podría ser atropellasen algún hombre, por no estar apartados, o tropezase en algún canto, por no estar quitado. En esta ocasión, quitan a este caballo del puesto y paséanlo por otra parte. ¡Cuántas veces, mis hermanos, si un hombre pusiese en execución los pensamientos que tiene cuando él quiere, atropellaría hombres y quizá tropezaría él en cosa que se quebrase la cabeza! Pues, viendo Dios la grande gana que esta tal alma tiene de dar y hacer la carrera que ha visto y le han enseñado, para que no la haga antes de tiempo, sácala de aquel puesto y paséala por otro camino de trabajos y perturbaciones, donde se entretenga hasta el día que ya está por Dios determinado.
16. ¡Qué de veces se ofreció Cristo y se puso en manos de los judíos! ¡Qué de acometimientos de parte de Cristo y de parte de los phariseos para morir por el hombre! ¡Qué tormento tan grande aquel detenimiento de Cristo, que él propio dice: Baptismo debeo baptizari, et
quomodo coarctor 5!; que estaba reventando por hacer su carrera, porque exultavit ut gigas ad currendam viam suam 6! Pero, como no era llegado el tiempo, su Padre [46r] lo desocasionaba y como, digamos, divertía, sacándolo al despoblado, llevándolo a otras tierras, donde predicaba, sanaba enfermos y hacía otras cosas que le servían de entretenimiento hasta que llegase el tiempo determinado. Y así, decía muchas veces Su Majestad: Tempus meum nondum advenit 7; nondum venerat hora eius 8, etc. No hay sino paciencia, almas a quien Dios ha dado luz de su querer, que su hora se llegará y, si no ha llegado, misericordia es grande de Dios que nos entretenga en otros trabajos y cuidados hasta que llegue o.
17. Bien veo que el mayor de todos es la detención y carga interior que Dios puso en esta alma hasta que la descargue. Un pollino cargado p, detenido y parado, ¡qué quejidos está dando porque ve que q mientras más se detuviere más le ha de durar la carga!, lo cual parece no siente mientras anda, que, en fin, echa de ver va donde le descarguen. Y así, cuando está cargado y su amo le pone cebada para que se sobrelleve, no la quiere comer, porque su mayor pena es estar cargado y detenido. No hay sino que tenga paciencia esta tal alma. Si, después de la haber Dios cargado de algún cuidado, la detuviere que no obre ni en él pase adelante, sino que esté parada, entreténgase con dar algún bocadillo de lo que Dios le diere. Y si con todo eso la carga y esperar le afligiere, súfrase, que su tiempo se llegará y correrá el camino de los mandamientos de Dios cuando Su Majestad diere aviso y dilatare el corazón.
18. Suele también Dios dilatar la execución de los pensamientos que ha puesto en alguna persona porque la tal persona no ha llegado a edad madura y fuerzas suficientes para ponerlos en execución. Llano es que, si Dios pone pensamientos en un niño de ocho años para que sea fraile descalzo, que no es su voluntad que luego los execute, sino que tenga primero fuerzas y edad. Y el poner tan con antes aquellos pensamientos es para que en ellos se ejercite y ensaye como de burlas para cuando vengan las veras; que como las cosas de una religión áspera son [46v] pesadas y son males de pena, en fin, cuando r están más prevenidas son más fáciles. Es llano que es mejor soldado el que lo tiene puesto en el pensamiento muchos años antes que no el que de repente se determinó, pues es verdad que nullus repente fit sapiens. Y éste es el pensamiento de Dios: hacernos sabios, prudentes y acordados en aquellos pensamientos que tanto antes puso en nuestras almas para que sus obras salgan perfectas y acabadas.
19. Digo también que el dilatarse estos pensamientos de Dios en la criatura para no se poner luego en execución puede ser la causa la suavidad de Dios con que hace sus obras. ¿Qué le costaba a Dios, si Pedro es estorbo para que yo no execute lo que Dios quiere, quitarlo
de delante y quitarle la vida y deshacer cuantos estorbos hubiese, aunque fueran sin número? No quiere, porque Su Majestad tiene dispuestas todas las cosas con admirable sabiduría y, si puede ejecutar s sus pensamientos con detrimento de Pedro y contra su querer, no quiere, sino aguarda a que Pedro quiera y se haga, como acá decimos, sin ruido. Bien nos holgamos, cuando la tierra tiene necesidad de agua, de que llueva con suavidad, con blandura, y no con vientos y torbellinos que desgaje los árbores y destronque las vides. Y esto es lo que muchas veces le hace a Dios aguardar el llover con suavidad y el disponer sus cosas con silencio y blandura.
20. También digo puede ser la causa de esta dilación el demonio y los hombres, a quien toma por instrumento satanás para detener, ya que del todo no puede estorbar, las obras de Dios. Y esto no es menoscabo del poder y sabiduría de Dios. Que muy de ordinario sucede a un buen jugador dejarse perder tres o cuatro días arreo, para después ganarlo todo junto con buen resto. ¡Qué de veces parece que los pensamientos de Dios en una criatura van de vencida y que no se hace baza y después, en breve, qué pujantes se parecen, qué, puestos en obra, según la regla y modelo que interiormente Dios ha puesto en un alma! Y así, tampoco debe afligirnos, cuando una cosa está conocida por buena, si viéremos que no sólo se dilata sino que a nuestro parecer se pierde, que entonces hace Dios su juego [47r] y dispone las manos llenas que ha de ganar.
21. Doy otra razón, y me temo no la deje arriba scrita. Suele Dios poner un pensamiento en una persona, y esta propia persona en breve suele ella propia ser contraria al pensamiento primero. Y en esto se descubre ser pensamiento altíssimo, puro y de sólo Dios, pues la criatura, que es sujeto de tal pensamiento, lo contradice, o porque ya siente otra ley contraria a eso en lo de acá fuera, como dice san Pablo 9, que contradiga a las cosas del entendimiento, o porque ya el pensamiento de Dios fue tan alto que, no descubriéndosele luego los medios por donde ha de caminar, lo tiene por tentación. O porque no alcanza su hechura o porque no dice con sus fuerzas, flaqueza y poco saber, procura divertirse y echar por otra parte. Llano es que Moisés, cuando vido aquella zarza que ardía y no se quemaba y le habló Dios y Dios le dio prendas de quién era, que echó de ver que todo lo podía. Y con todo eso, puso Moisés mill estorbos y contradiciones a lo que Dios le mandaba, ya de parte de los egipcios, ya de parte de los hebreos, ya de parte suya 10. Bueno fuera que, porque Moisés detenía los pensamientos de Dios y era causa de dilatar su execución, que dijéremos que no eran pensamientos de Dios o que Dios no era poderoso. Absit! No era eso, sino que Dios quería obrar con suavidad y con aquellas largas descubrir la flaqueza humana para ejecutar lo que Dios manda
y los estorbos de las criaturas, y que, después de todo eso, su mano habíe de ser poderosa para sacarlos de aquel captiverio, no obstante las réplicas de Moisés, poca gana de los hebreos y estorbos de los egipcios.
22. El aceite, mientras menos mezcla admite de agua y más por encima anda, es más puro y mejor. Y si el pensamiento que Dios puso en mí no admite mezcla de pensamientos humanos, sino que los míos andan a parte y de por sí de los de Dios, en eso descubren ser más altos y más puros. Nunquid cogitationes meae, cogitationes vestrae 11; no son los pensamientos de Dios como los pensamientos de los hombres, sino muy apartados y diferentes. Y esto échase de ver en que muchas veces el propio hombre contradice y quiere estorbar los pensamientos de Dios, como dijo san Pedro cuando le mandaron [47v] comer aquellos animales que le mostraron en aquella sábana 12, y tantas veces como dijo Cristo a sus discípulos, por no le entender sus pensamientos: Adhuc vos sine intellectu estis 13. Y en otro lugar dice: Nichil horum intellexerunt 14. Y san Pedro le dijo, por no le entender en sus pensamientos: Absit a te, Domine! 15 Por no entender el misterio de la cruz, se lo quiso estorbar. Y en eso se descubría su grandeza y alta sabiduría, escondida en el misterio de la cruz. Y lo propio digo yo: cuando algún pensamiento de Dios descubierto a alguna persona no lo pusiere en execución, sino que mediante su poco saber lo contradijere, descubre la alteza y grandeza de aquel pensamiento y cómo la sabiduría que en él tiene Dios encerrada está lejos de la sabiduría humana.
23. También quiero dar otra razón -y quiera Dios acierte- y es que, cuando Dios pone estos pensamientos en alguna persona, si son mere t pasivos, sólo están cuando padece y después las u acciones de esta persona v antes contradicen a estos pensamientos, los detienen y escurecen. Así como cualquier materia en que obramos, mientras está quieta y aferrada, obraríamos en ella y si esta materia se menease w y anduviese, es cierto que impidiría la tal operación. Pongamos exemplos singulares: el pintor, para pintar, ase y afierra el lienzo, y el platero la plata para en ella sculpir lo que pretende, porque de otra manera las acciones y movimientos de la tal materia impidirían la pinctura y escultura; y si ya estuviese pintado y esculpido y lo estuviésemos meneando, es cierto que tampoco se podría ver con perfección, así como ni leer el libro que lo estuviésemos hojeando.
24. Pues digo que, en las personas en quien Dios obra meramente passive, se impide esta operación y estos dibujos que Dios pone en su mente cuando la tal persona está inquieta y desasogada; y si x el dibujo está hecho y está perturbado, no se puede leer ni ver hasta que la tal persona queda quieta, pacífica y sosegada. Salvo algunas veces que, siendo los trabajos muy excesivos, de tal manera estrujaron este hombre
que parece en los mismos trabajos dejaron el alma como de por sí, apartada y desasida [48r] del cuerpo, de suerte que por los muchos trabajos, no sintiendo la porción inferior, la superior queda como de por sí a percebir, sin ayuda de vecinos, lo que Dios le descubre, digo sin ayuda del cuerpo ni de los sentidos. Pero cuando esta alma está entrapada y zabullida en su cuerpo y Dios pasivamente le descubre algo, pienso ha menester estar el cuerpo quieto y no perturbado, porque, si lo estuviese, no sólo no percibe, pero lo percebido no conoce ni ve para ponerlo en execución. Y la razón por y qué esto que así pasivamente se adquiere se borra y perturba con tanta facilidad, es por las pocas especies o ningunas que de la tal cosa este hombre tuvo, porque, como se lo dieron y se lo quitaron, no quedó rastro de especies mediante las cuales el entendimiento pueda tornar a rastrear lo que antes hubo perdido.
25. Si vamos a buscar a un hombre que no vemos, vamos en su seguimiento por el rastro que lleva por el camino, y aun conocemos la persona por sus pisadas; pero si no hubiese rastro ni pisadas, mal podríamos buscarlo. Es fácil acordarnos de nuestras acciones y discursos naturales y conceptos que formamos por los moldes con que se hicieron y por las species que de ellos tuvimos, pero cuando Dios sin estos medios enseña a un alma, en la cual enseñanza la criatura sólo se ha pasivamente, es llano que, cuando la cosa entendida z se le fue y se le absentó, no dejó rastro ni huella por donde la imaginación y el entendimiento la puedan volver a buscar, si no es ya por lo que en sí tal pensamiento se nos dio representado y por lo que se nos significó en la tal cosa.
26. De aquí sacamos y podríamos deducir muchas cosas. Lo primero, cuán mal hacen los hombres que perturban y quitan la atención a las personas a quien Dios ha puesto en tal dispusición que, puniendo poco o nada de su parte, escuchan a Dios. ¡Oh buen Dios, y qué de ignorancias hay en el mundo, aun entre los siervos de Dios! Que, en viendo a uno tantico aprovechado, todos lo quieren probar; y en fin, cuando su spíritu sea muy crecido, podremos decir, siendo muchos los que prueban, que todo su espíritu se le va en pruebas y cataduras. Un arbolillo, cuando está preso en tierra y ha poco que se plantó, [48v] seríe yerro que cada uno llegase a menearlo y trabarlo a ver si está preso, porque tanto lo podrían menear que lo arrancasen. ¡Qué de veces sucede entre siervos de Dios, por no saber ni entender tanto a los maestros y los que enseñan, hacer pruebas y catas en los spíritus de los que tienen a su cargo, que dan con ellos en tierra y los destruyen!
27. Bueno fuera que a un hombre rendido, que enpieza ahora, fuera yo a decirleb, para probarlo, que no camina bien. Es llano que, siendo grande el rendimiento de la tal persona y deseo de acertar, que haríen volver atrás y echar por otro camino. Yo he visto esto que ahora diré, y quiera Dios a quien esto hace no les pida Su Majestad cuenta
estrecha de las pruebas poco acertadas que han hecho con las personas que les han ido a pedir consejo y parecer. Va un estudiante, a quien Dios ha dado luz que deje el mundo y se entre en una religión, a pedir consejo a uno de estos hombres que llaman spirituales, y el tal maestro dice que, para probar la vocación si es buena, es necesario aconsejarles lo contrario. El studiante, que con luz del cielo fue al maestro a registrar sus pensamientos, rindióse al tal parecer, no obstante que fuese vocación de Dios, porque en ella estaba tierno y porque hasta entonces no estaba más que en el entendimiento a quien Dios había alumbrado y no había lugar de haberse apoderado con fuerza de la voluntad, pero estaba determinado de que, diciéndole su confesor o su maestro que era vocación de Dios, de hacerlo y procurarlo poner por obra. ¿Cómo lo probó con lo contrario, diciéndole que no lo podría llevar, que era delicado, que la religión es áspera? Cosas que no sólo las siente, sino las teme. En verdad que fue más poderoso el consejo para echar del entendimiento la inspiración que echarc de la voluntad el amor propio el conocimiento que Dios le habíe dado. Padres míos, dejemos al arbolillo recín puesto que asga, que prenda bien, no tiremos ni lo meneemos, que lo arrancaremos o seremos ocasión que no prenda.
28. Digo también que, si estos tales maestros no tienen sabiduría suficiente para conocer los grados y fuerza de un [49r] spíritu, que no se metan en hacer pruebas, que dejen las tales almas, que Dios tiene cuidado de probarlos con trabajos y cosas a medida de su fortaleza y no permite tentar a nadie sobre sus fuerzas 16. Antes estos tales maestros, cuando el que propone es flaco principiante o no está demasiado aprovechado, lo deben consolar, animar, fortalecer y fomentar sus tiernos pensamientos, y no echar agua al fuego que, siendo poco, es fácil de apagar. Y, en conclusión, fácil de estorbar el bien que arriba digo que recibe de la mano de Dios, cuando con tal y tal dispusición Su Majestad le da luz y conocimiento pasivo para que le conozca y le ame.
29. Diránme: Hermano, esta persona, cuando llega a este estado de que Dios le dé este conocimiento, ya debe estar aprovechada para sufrir cualesquier pruebas y trabajos. Digo que, aunque es verdad que Dios, cuando hace estas mercedes, tiene las tales personas aprovechadas, pero, como la merced es grande y toda de Dios hecha al hombre interior, pero dejóle Dios, para le mortificar, el hombre exterior tan vivo y sensible que cualquier prueba y mortificación la siente y por de fuera le perturba de suerte que es muy ordinario por aquel rato inpedir los bienes. Y así, diría yo seríe bien, una vez entrado en este tal spíritu, darle lugar y dejarlo quieto y pacífico. Que Cristo reprendió a Marta porque, estando su hermana sentada oyendo a Cristo, quiso perturbarla como ella estaba, quiriendo que Cristo le mandase se levantase y le fuese a ayudar 17. Bueno fuera que fuese un hombre a comprar alguna
cosa y, para probar lo que compraba, echase mano de una costra grande de diacitrón o probando el melón se comiese el medio, etc. No se ha de probar el spíritu a costa del propio spíritu. Probarlo por de fuera, sí, sin detrimento suyo, porque si la cata y prueba destruyese el spíritu, en verdad que se lo había de pagar a Dios, como el que da un tanto por la cata que hizo no acertada en el melón.
30. Digo, lo segundo, que saco de esta nota de arriba que la persona a quien Dios hace estas mercedes de darle conocimiento pasivo de sí propio, no debe afligirse si algunas veces, inpedido de cosas exteriores, se viere impedido de recebirlas, porque el demonio, invidioso de aquel bien que alcanza para sí y para otros, tiene [49v] cuidado de perturbar por de fuera y a él propio. Como muchas veces ha hecho con muchos sanctos, ya por las criaturas, como hacían aquellos que dando voces el ciego a Cristo le impedían y estorbaban para que no hablase para que Cristo d le oyese y lo remediase 18. Que, en fin, sosegarse tiene este ruido exterior, pasarse los truenos y relámpagos que el demonio incita y hace y llegar e la lluvia y agua clara. Pasar tiene el torbellino de Elías y el ruido de las piedras que arranca y llegar el aire delicado 19 y quedar la tal alma en su pacífica y quieta posesión.
31. Digo, lo tercero, que esta tal persona, cuando se viere perturbada y sin la luz primera, no disponga las cosas que estuvieren a su cargo por aquel rato, aguarde que torne el primer pensamiento. Mucho erraría el hombre que estuviese contando dineros con una luz y se le apagase y f pasase adelante contándolos, porque podría hacer muchos yerros y echar el cuarto por real. Ha de aguardar a que tornen la vela o candil encendido para pasar adelante con su cuenta. Procure esta tal persona, cuando con pruebas o tentaciones la perturbaren, sufrir aquellos trabajos con paciencia, que harto hace entonces, y deje otras obras y operaciones exteriores que estén a su cargo.
32. Lo cuarto g, si de sí conoce esta súbita mudanza con la inquietud h esterior, procure obrar con presteza, según interiormente Dios le enseña. Si i la luz es para cosas exteriores, ejecútelas. Si no puede entonces, porque los hombres le son de estorbo, encomiéndelas a la memoria y aferre en ellas para las ejecutar a su tiempo. Percíbalas y, conociendo ser buenas, Dios le dará tiempo y lugar para las obrar. Si fueren acerca de su persona, digo lo propio: dése priesa para que, el rato en que Dios alumbra el entendimiento, aficionar mucho la voluntad de suerte que en breve ame mucho a Dios.
33. Lo quinto, digo que las personas que estuvieren a la mira de esta persona que con facilidad se mudó en sus consejos y pareceres, según la mortificación y trabajos exteriores, no por eso deben reprobar los consejos y pensamientos primeros, sino que, pues la persona mortificada
sufre sus mortificaciones [50r] e impertinencias, la sufran a ella por aquel rato en que así parece se mudó de su acordada mesura y recogimiento. Que el sancto Job, David, Elías y otros muchos sanctos y prophetas, que unas veces con luz del cielo decían, aconsejaban y predicaban con gran suavidad y dulzura, se trocaba el tiempo de suerte que ellos j no se podían sufrir a sí propios, y aun se quejaban k a Dios, y desmayaban en las cosas fáciles los que persuadían con facilidad las muy dificultosas.
34. Lo sesto, digo que en la mudanza desta tal persona, aunque por la bondad de Dios no es en lo esencial del alma, en materia de disgusto y desabrimientos hay muchas cosas que pensar. ¡Oh Jesús mío, cómo quisiera gastar veite o treita pliegos de papel exclamando a ti, Señor mío, y hablando con los hombres! No puedo, que reviento en las cosas que tengo presentes y se me ofrecen. Dilo tú, Señor mío, que en una palabra significas más que se pueden decir en mill libros. Cierto estoy y es imposible que, si se juntaran todas las criaturas del mundo y la menor arena del mar tomara la lengua del más supremo ángel que hay en el cielo, enmudeciera en esta ocasión, no será mucho que yo calle y no acierte a hablar.
35. ¡Oh, qué siente la madre cuando, metido en su vientre el hijo, es llegada la hora de que nazca y con tantos dolores tan vehementes, y no lo puede parir! Quiero callar. Digamos, si acertamos, algo desta mudanza, para que de ahí sepamos cuál estará la triste alma por quien pasa. Digo, pues, que vamos tratando de dos estados que suele tener: el uno, en que Dios le da luz y le enseña; el otro, en que se divierte por los trabajos y contradiciones exteriores. En el primer estado come el pan sin corteza, pan de hijos y vino regalado, en el segundo muere de hambre. En el primero le dan de balde lo que quiere, en el segundo no halla lo necesario por sus dineros; aunque dé pellem pro pelle, et cuncta quae habet 20, no hallará un mínimo reposo ni consuelo. En el primer estado le parece que está l subida en una torre muy alta, donde tiene grandíssimo seguro; en el segundo le parece está en un de profundis y lugar tan bajo que no hay clemencia del cielo ni de los hombres que no le halle. En el primero conoce lo que ha menester para sí y para otros; en el segundo no se conoce a sí, ni aun si tiene ser de hombre o qué es. En el primer estado mira sus faltas, las quita y se compone; en el segundo tiene faltas y las ve y le parece que no las [50v] puede remediar. Parece en el primer estado un caballo sobre quien va el jinete que, por ser poca la carga y ésa de gusto, va el caballo haciendo mill gentilezas, mostrando su gravedad, hermosura y bizarría; y en el segundo parece este propio caballo que cayó en un lodo con una carga sobre sus fuerzas m y que está gimiendo, aguardando a quien lo saque. No hay que decir sino que en esta mudanza se pasa de un estremo a otro.
El uno es más semejante a los ángeles que a los hombres, el otro es más semejante a los brutos que a los hombres. Finalmente, se pasa de luz a tinieblas, de bienes a males, de gustos de Dios a desabrimientos de la tierra. En el primero busca Dios a esta alma y la halla, en el segundo busca el alma a Dios y no lo topa.
36. ¡Ay alma! ¿Quién hizo esto contigo? ¡Qué de veces debes decir: muera yo en Egipto, con mi pan y cebolla 21, y no me hubieran traído y sacado a la soledad, donde tantos temores, miedos y asombros me cercan! ¡Qué de veces se le representa a esta tal alma el estado común y ordinario que primero tenía cuando, echando por el camino carretero, rezaba su rosario, cumplía los diez mandamientos y se encomendaba a Dios, pasando contento con su pan y cebolla! Sacóla Dios de esta vida, entróla en la soledad donde, aunque con ella usa de muchos milagros y vida extraordinaria, ya dividiendo las aguas y vertientes del mar Bermejo 22 y del río Nilo, afirma los pies en parte segura, pareciéndole que está más en la tierra de los bienaventurados, donde todo es permaneciente, que en la de los que aquí viven, que todo corre, ya dándole un pan n y maná llovido que, sin cocer ni amasar, come o, bebe y se satisface 23, pero, junto con eso, tiene unas súbitas mudanzas tan cargadas de penas, miedos y temores, unos lejos de los primeros cercas, que, si no murmurara de Dios, porque allá dentro lo tiene por fiel, por lo menos p tiene ansia de la vida común que tenía y gozaba antes de haberse metido en camino tan extraordinario. Y esto llamo yo el pan y cebolla primero.
37. Y en q esto me parece a mí la podré comparar al que, yendo camino, topa un río grande: por no rodear, no quiere ir por la puente, atrévese, confiando en Dios, que con su buena cabalgadura pasará por el vado. Cuando va pasando y el río aprieta con el caballo, la furia y fuerza del corriente le hace titubear y aun a ratos ve que da algunos pasos [51r] a nado, porque le parece ya no halla pie en este conflicto r. ¿Quién duda que no se holgara haber echado por la puente? Qué de veces dirá: ¿Quién me metió en esto?; bueno fuera echar por el camino de los arrieros y no verme el agua a la garganta, donde yo y el caballo estamos para perecer.
Bien veo yo que el camino de los seglares y gente ordinaria para el cielo es el camino de la puente y que van por el rodeo, y el que echa por acá es el camino del atajo, pero vadéase el río y vense muchas veces tan apretados y afligidos y en tanto conflicto que desean y dan voces por el camino carretero y el del rodeo, por el temor que tienen de ver que las aguas de los trabajos le dan a la garganta y le levantan los pies del suelo, pues debajo de lo criado no sienten ni hallan en cosa consuelo.
38. Digo, pues, que un alma en este camino de la soledad y extraordinario se ve, unas veces, tan favorecida de Dios que se desconoce por el grande conocimiento que tiene de Dios y, otras veces, en sus truecos y mudanzas, sólo se conoce a sí montón de miserias y flaquezas. Pues veamos ahora quién es causa de estas mutaciones de que dispierten el alma que dormía en los regazos de Dios y sueñe cosas celestiales y dispierte y no vea s nada en sus manos. Digo que la causa ordinaria de estas mudanzas son los demonios y los hombres. Los cuales se juntaron, hicieron liga y amontonaron, invidiosos del bien que aquella tal alma gozaba, para combatirla, desasosegarla y perturbarla y, si pudieran, acabar con ella y, a más no poder, hacer que baje de su torre y retrete a defender el campo que pasean tantos ladrones. Que, en fin, mucha diferencia hay de estar sentada a la mesa con Dios a empuñar espada y salir al encuentro. Que una vez que otra hace su cuenta el demonio le ha de t alcanzar un sepan cuántos -que dicen-, una guchillada o estocada que, si no le llegare al alma, cortará y herirá el cuerpo, que causa desabrimiento e inquietud del alma. Y nuestro Dios, sabidor destos desabrimientos y azares de esta alma en esta mudanza, movido de compasión y lleno de misericordia, dice no sólo a sus contrarios, que tienen por fin el distraimiento y perdición del alma en estas ocasiones que le ponen delante, causadoras de tanto mal, pero a las muy sus amigas, [51v] que desean su sancta conversación y crecimiento en la virtud, les dice: Ne suscitetis, neque evigilare faciatis dilectam, donec ipsa velit 24; dejemos y aguardemos que ella quiera dispertar y que guste y sienta en esa vigilia algunos provechos spirituales y, aun con todo, quiera la ventura que nos podamos averiguar con ella.
39. Paréceme esto: cuando un niño está comiendo una cosa con grande gusto, que si llegáis a él y le pedís de ello con sanas y buenas palabras, lo engañaréis y se lo quitaréis, y si se lo arrebatáis de la mano, llorará y gritará y dará mill pernadas en el suelo. Cuando un alma está entretenida con Dios, es necesario engañarla con persuasiones y palabras para que os dé lo que come, que os diga algo y vuelva a sus hermanos que la miran. Que a eso parece tiraban aquellos ruegos que Salamón dice en nombre de sus compañeros al alma sancta: Revertere, revertere, Sulamitis, ut intueamur te 25; vuélvete, vuélvete -la dice u Salamón-, alma querida de Dios, que te fuiste y alejaste de los hombres subiéndote a la torre alta de la perfección, no sólo lejos a nosotros, pero de ti propia te absentaste. Ruégote, dice el Spíritu Sancto en nombre de las amigas, que te vuelvas, te tornes, te bajes, te humanes y pongas en estado que te podamos ver, porque nuestros ojos, aunque de lince, no alcanzan a penetrar tu sueño y participar de él, ni tú estás para hablar y conversar con los hombres de esa manera, como si dijera, aunque en ese estado estás amada de Salamón, y para que te vean los
ángeles, pero no para que te miren los hombres. Revertere, revertere, ut intueamur te; para que te gocemos, te tratemos y nos acompañes.
40. Y en los mismos Cantares dice: Sonet vox tua in auribus meis 26, etc., quia amici auscultant te 27. Como si dijera: Harto, señora, habéis dormido, harto habéis estado absente y apartada; mirad que aguardan muchos amigos vuestra conversación y trato, etc. ¡Ah, qué bien sabe Dios los desabrimientos de esta alma en esta mudanza, pues tan por los ruegos lo lleva! ¿Qué fuera si, estando en este sabroso sueño, se lo arrebataran y quitaran de delante? Si juntos hombres y demonios llegan y la despojaran no digo de la gracia, sino de los gustos y entretenimientos que de ella se revierten, si armando gritería y buscando ocasión al mejor tiempo sin licencia y con malos medios la procuraren echar del navío abajo a que se lo trague alguna ballena, como a otro Jonás 28, ahí sería el pernear [52r] y llorar.
41. Y querría mucho notasen que hay grande diferencia de los trabajos interiores a los exteriores. De los interiores, ordinariamente su autor es Dios y de los exteriores suelen ser los v hombres y los demonios. Los interiores son como las espinas en el rosal, que están juntas espinas y rosas, y así están en el alma gustos y disgustos -que será Dios servido digamos qué disgustos son éstos- y que Dios está haciendo aquellas mercedes allá dentro con unos sentimientos amorosos, con unos dolores gustosos 29. Paréceme como cuando el jardinero ingiere el árbor: que toma su guchillo o navaja y rompe el árbor y llora y hace su sentimiento, y juntamente le pega la púa w de la fructa más subida y excelente. Lo propio hace Dios: que, quiriendo ingerir y pegar en un alma algún don sobrenatural, rompe esta tal alma, la hiere, y ella llora y hace su sentimiento, y juntamente Dios le pega el gusto y contento de los bienes que recibe, fructa más subida y levantada que la que antes tenía. Y pues, siendo la propia fructa que llevaba natural, ésta es sobrenatural. Pero los trabajos y desabrimientos exteriores son de otro jaez, son como las spinas de los cambrones: que, sin tener rosa ni fructa, están llenos de aguijones, puntas y espinas. En los primeros trabajos, dice el alma, todos los duelos con pan son menos o buenos. En los segundos, como los padece con hambre, son mayores cada día, unos vienen con dulzura y otros con amargura. Los primeros, como los da Dios, vienen a medida del que los ha de vestir y, como el vestido le viene tan al justo, tiénese por justo y dichoso porque Dios lo abrigue y dé por vestido su propia cruz. En los segundos trabajos, como son los hombres y los demonios los que los incitan y provocan, que no pretenden el bien del hombre, sino su perdición, envíanlos a montones y de suerte que lo que en ellos sobra, ahoga y destruye; trabajos que
vienen a deshora y fuera de tiempo, pero Dios envía los de adentro en tiempo oportuno.
42. Los trabajos interiores son como el güeso de la fructa, que, en fin, tiene qué comer. Los trabajos de afuera son como espada de dos filos, que sólo tiran a destruir y perturbar. De los trabajos que yo me he ido quejando en nombre de esta alma son de estos segundos [52v] que, juntos y apareados unos con otros, llaman afuera y sirven de garrote y cordel para dispertar a quien duerme x.