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San Juan Bautista de la Concepción Obras III - S. Juan B. de la C. IntraText CT - Texto |
CAPITULO [21] CÓMO MUCHAS VECES LAS ELEVACIONES INPIDEN A LOS PRELADOS EL EJERCITAR SU OFFICIO COMO DEBEN; Y CÓMO, DESPUÉS DE ESTE ESTADO, HAY OTRO MÁS ALTO, EN QUE YA QUEDA LIBRE Y CON DON PARTICULAR PARA EJERCITARLO
1. Muy ordinario es en las religiones buscar hombres buenos para prelados. Y atento que no todos los que son buenos deben ser prelados, me ha parecido hacer este notable. No pretendo en él, por ahora, tratar por vía de afirmación quién debe ser prelado, ni por vía de negación tratar de todas las cosas que ha de carecer para con mayor entereza
usar su officio y hacerle cual conviene, porque para eso fuera necesario un largo tratado. Sólo quiero decir de un defecto que se me ha ofrecido en varones muy spirituales a que les impide para el ejercicio de los tales officios.
2. Digo, pues, que hay algunos religiosos, particularmente en las religiones que profesan clausura y descalcez, que con su continua oración y recogimiento han venido a alcanzar tanta elevación sobre sí y desasimiento de las cosas de acá abajo que más valían para tratar entre los ángeles que para ser prelados de hombres. No hay dudar sino que, según dijo san Pablob del prelado y pontífice Cristo, que debuit in omnibus assimilari 1; que convino que se asemejase en nuestras penas que consigo no train inperfección para tratar con nosotros. Porque mal pudiera ejercitar su officio si siempre se estuviera transfigurado en el monte Tabor 2, no obstante que, como Dios poderoso que tanto nos amabac, en medio de aquellos gustos trató de nuestro bien y de su pasión y, gozando de tantos bienes, dejó la puerta abierta para, si en aquella ocasión le acometieran males y penas, para las recebir por nuestro remedio.
Pero nosotros, cuando gozamos esos bienes participados, en que no me entriego como quiero sino como me llevan, son ellos los que me mandan a mí y no yo a ellos. Así, en esas ocasiones, si se ofrecen, queda un hombre como imposibilitado en aquel tiempo para acudir a las cosas de su obligación y bien de sus hermanos, [105r] dejan esos bienes que goza cerrada la puerta al padecer trabajos conformes al officio y estado. No es asemejado en aquella ocasión con sus hermanos, los cuales son hombres de carne y espíritu, y él más es spíritu que cuerpo.
3. Y adviértase que voy tratando de una elevación que es continua, que cuando es a ratos -que se pasa en el retrete y rincón-, no hay que hacer tanto caso, pues un prelado puesto en este estado corre y vuela de suerte que el pobre súbdito no le puede dar un alcance a sus pensamientos, palabras ni obras, las cuales no son obligados a imitar, por ser dones extraordinarios y sobrenaturales que los da Dios cuando, como y a quien él [es] servido. Pues no es bien a mí me den prelado cuyas obras y enajenamientos, por una parte, le inpiden a que él no se acommode conmigo y, por otra parte, me desobligan a que yo no me acommode con él, siendo verdad que se debe en todas las cosas asemejarse el prelado a los súbditos.
4. No hay dudar sino que las obras del hombre las podemos considerar en dos o tres maneras, dando en ellas uno de tres principios principales de que pueden salir: o solamente del cuerpo, siendo su autor y principio la carne y el amor propio, o sólo el spíritu y amor de Dios, o entramos a dos, cuerpo y espíritu concertados. Las primeras obras
son obras muertas, obscuras, sin perfección ni vida, porque quien se le ha de dar es la gracia que acompaña al libre albedrío y voluntad del hombre, que es el spíritu. Las segundas son de ángeles, que no tienen cuerpo. Las terceras son de hombres. Pues el prelado no debe ser de los primeros, pues en su officio y estado debe ser perfecto, sancto y bueno, ni de los segundos, porque, como decimos, se debe asemejar; ha de ser de los terceros, hombre cuyas obras sean del cuerpo y alma.
5. Pregunto yo, si un hombre tirase a un blanco y unas veces los tiros se fuesen por bajo y otras por alto, ¿de cuál de estos tiros juzgaríemos mejor? Dicen que es mejor el alto, pero impertinente para lo que fue el blanco, pues no lo acertó. Sólo es buen tiro el que le da de medio a medio. El hombre, si es bestial, nada vale para prelado, porque sus tiros se van por bajo y sus obras no son cual conviene; si es todo spíritu elevado, también será para el officio ocioso, porque sus tiros se fueron por alto. Sólo serán buenos los que hicieren aquellos prelados que, acommodándose con sus súbditos, les saben reprehender d sus faltas, scudriñar sus defectos y hacer virtudes y obras que se pueden imitar. Lo cual hace un prelado que es hombre -que hombre quiere decir que tiene alma y cuerpo-, acudiendo a las cosas de su officio con las operaciones communes [105v] que proceden de todo el hombre, según el cual es semejante.
6. Quien dijo asemejarse fue decir labrarse, acommodarse y proporcionarse e al talle y medida de las necesidades y trabajos de los súbditos, de suerte que, cuando una obra se ha de conformar con otra, es necesario lo alto bajarlo y lo bajo subirlo hasta que avengan y se asemejen. Pues el hombre que obra sólo según el cuerpo no llega, quédase bajo para asemejarse a los súbditos que son o pretenden ser siervos de Dios. Subir por sí, si sólo es cuerpo, no puede, es necesario que el alma lo acompañe, que es quien con ayuda y gracia de Dios realza y levanta nuestras obras. El alma sola, si en el prelado está hecha spíritu haciendo obras tan elevadas que en ellas no tenga el cuerpo parte de consideración, ya eso es muy alto y es menester bajarlo y acommodarlo al trato y conversación del súbdito. Por sí sola pienso que no puede, porque en este estado, si el cuerpo no la estorbase, detuviese o bajase, o por acommodarse a su flaqueza Dios la soltase, es infalible que siempre se quedaría así. Y así es necesario que eso puro del spíritu se agüe con las obras y flaqueza del cuerpo para que los súbditos flacos puedan beber y gozar del trato común y ordinario del prelado.
7. Ahora pregunto yo, si tomásedes unos pedacillos de oro o de plata y con ellos fuésedes a comprar y cambiar lo que hubiésedes menester, ¿no es llano que no hallaríedes quien os los trocase ni a su cuenta os diesen lo que vos quisiésedes comprar? Porque si es verdad que tiene el valor de oro, pero, como el que vende no lo sabe ni sabe lo que le dan ni lo que en trueco ha de volver, es llano que diríe: Vaya, señor, y ese oro lábrelo en scudos y esa plata en reales y venga,
que ésa es la moneda ordinaria que corre, sabré lo que doy y lo que recibo.
Pregunto, lo segundo, este oro, para labrarse, ¿no tiene necesidad de liga y la plata de cobre o aquella mezcla que a lo uno y a lo otro se le echa? Sí, por cierto. Esta mezcla ¿no es más baja y de menos quilates y valor que el oro y la plata? Sí. Pues ¿por qué vale más el oro y la plata labrados que por labrar? Respondo que porque ésa es la moneda que corre en una f república y eso es lo que se conoce y se sabe lo que vale y cuesta, y el scudo en oro y sin labrar no se sabe. De esta misma manera, obras solas del spíritu son oro finino y sin labrar. Si el prelado, con sus arrobos y elevaciones, quisiese pedir a los súbditos cambio y [106r] trueco de ellas, el súbdito, que no sabe lo que eso es o vale, poco trataría con esos cambios y truecos. Es llano que le diría: Vaya, hermano, labre esas obras, mézclelas con la liga y obras activas, que, si no tan subidas, de tanto valor y quilates, en fin ésas son las obras communes que en la república y comunidad corren y con esas obras que yo veo entiendo, palpo, conozco, trocará el súbdito, tratará y cambiará, quedando el que compra y el que vende con ganancias nuevas.
8. Es certíssimo que el prelado que demasiadamente se hubiese dejado llevar de esas elevaciones ha de hacer muchas faltas, porque, como su conocimiento ordinariamente es arriba, aplicando todo su entendimiento al conocimiento de Dios, deja de ver y quédase a escuras de las cosas bajas que en su casa se hacen, sin tener cuenta ni acudir a ellas como debe. Pues ¿qué si ha criado un spíritu de bondad, que llamamos simplicidad, que todo lo echa a la buena parte? Engañarlo han los súbditos cada día ochenta veces. No ha muchos días que me dijeron de cierto prelado, gran siervo de Dios, que a los súbditos dejaba hacer todo lo que querían, no maldiciendo de nada. Parecióme o que no era buen spíritu o que no era para prelado, porque, aunque es verdad que es sanctíssima cosa contemplar y andar siempre ocupado en el conocimiento de Dios, pero eso ha de ser quien no tiene súbditos ni obligación a entender en cosas de acá abajo.
9. Esta es doctrina común, que no sentiríamos bien de una beata que se estuviese siempre en la iglesia y tuviese padre que moría de hambre, sino que es necesario acudir a esto bajo y exterior y, no por ser el officio más alto, se ha de dejar el bajo a que tenemos obligación, por acudir a officio o estado superior. Dicen algunas personas: No importa, que Dios le enseñará en la oración lo que ha menester para sus súbditos y para el gobierno de su casa. Pregunto yo, ¿ha Dios de estarle diciendo siempre en la oración: Fr. Fulano, no vaya afuera; Fr. N., no confiese; Fr. N. parla, Fr. N. no hace su officio como debe, Fulano te dará mañana que coman tus frailes? ¡En verdad que habíe Dios menester la mayor parte del día para andarle hablando! No quiere eso, sino que el prelado tenga ojos en el alma para contemplar y en
el cuerpo para seguir y acompañar a sus súbditos en todas sus obras y acciones, para encomendarlas y enderezarlas cual conviene.
10. Cristo Dios era y todo lo sabía y lo veía, y con todo eso, cuando envió [106v] a predicar a sus discípulos in omnem civitatem et locum, a toda ciudad y pueblo, les dijo que iba tras ellos, quo ipse erat venturus 3; que los envía a los pueblos y lugares donde él ha de ir, porque conviene que el pastor vaya tras sus ovejas. Y si una vez Cristo sube al monte, donde promulgó la grandeza de su ley, luego baja abajo, donde estaban los enfermos, cojos, mancos y leprosos 4. Así debe el buen pastor y prelado subir al monte y dende allí otear su ganado y luego bajar a hacerles compañía en el valle, donde tienen peligro del lobo y de las demás bestias.
Moisés subióse al monte a tratar con Dios; y, por sólo detenerse cuarenta g días que no bajó, acudieron a buscar otro prelado y otro dios que ellos con sus ojos viesen y palpasen h, y levantaron un becerro 5. Bien es que el prelado suba al monte de la contemplación, pero de tal manera suba que baje al trato común con los religiosos y siervos de Dios, porque, si allá se quedase en sus éxtasis y elevaciones sin acudir a las necesidades de acá abajo, es cierto se ocasionara la communidad para idolatrar y buscar otro prelado, porque es gran cosa tener prelado que veamos, tratemos y conversemos.
11. ¿De dónde nacieron los deseos de los prophetas y patriarcas, deseando al Hijo de Dios hombre con tantas veras 6 y pedirlo con tantas oraciones y voces, sino de ver que estaba lejos, no lo hallaban ni lo trataban? Y aunque por fee confesaban los bienes que de él recebían, quisieran tenerle compañero en su trato y conversación para en su propia persona agradecérselo y servirle y de nuevo obligarle y pedirle. Y así decían: Sint oculi nostri videntes praeceptorem 7; vean ya nuestros ojos, Señor, a nuestro preceptor y maestro. Y David dice que en una de las cosas en que más se mortificaba era cuando los gentiles y demás naciones le mostraban sus dioses señalándolos con el dedo, como al sol, a la luna y a los animales, y a él le daban vaya diciendo: Ubi est Deus tuus? 8 ¿Dónde está tu Dios y Señor?
Verdad es que el varón spiritual y levantado, de quien ahora vamos tratando, lo tenemos entre nosotros y le vemos, pero no vemos lo que dél hemos de imitar. Digo que, siendo los bienes que él goza en sus elevaciones sobrenaturales y extraordinarias -que ésas no se alcanzan i con industria humana ni las alcanzamos, porque de eso no sabe quien de ello no gusta-, es necesario baje y se ponga en traje, que veamos [107r] su trato, su conversación y su oración. Bien es verdad, mis hermanos, que eso es lo más subido y levantado de la vida, que los hombres de acá pretenden desembarazarse de lo de acá abajo, quedar
de todo ello libres para volar en lo alto. Esto es lo que buscamos y ésta es una merced que a quien Dios la concede es dichoso y bienaventurado. Debe conservarla, guardarla y agradecerla, pero ésta es una merced para a solas, y así debe ser súbdito y procurarlo el que la gozare, porque no le impida a sus obligaciones siendo prelado.
12. Llano es que, si vos os ponéis un vestido de fiesta, que es bueno para la fiesta, para gozaros con él y los demás con eso tengan ocasión de ver vuestra gentileza, gallardía y buen cuerpo, pero si a este tal el rey le hiciese capitán y lo enviase a la guerra, ¿no era fuerza tomar otro vestido o, por lo menos, sobre aquél armarse de puncta en blanco j, porque el officio eso requiere? Bien es que el súbdito que goza de las fiestas del cielo en la tierra que se vista de sus elevaciones y transmutaciones, pero si lo hiciese Dios prelado y lo enviase a la guerra con sus súbditos, ¿no es llano que habíe de desnudarse de cualquier vestido que le podía inpedir y estorbar, y ponerse de guerra y de pendencia, pues cada día las habíe de traer contra tantos enemigos como tiene sobre sí? k